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En un lugar cualquiera, un día que no nombro
Poemas inéditos de Gabriel Celaya

Elegía del muerto juvenil

A Federico García Lorca

Has muerto. Y todavía
Te envolvías en un aire tembloroso
De promesa y sonrisa

Has muerto. Y todavía
Tu risa era un torrente
De vida no vivida

¡Oh corazón que, ligero
Flotaba como un niño adormecido
Sobre el agua cambiante del momento!

¡Oh corazón nunca hastiado,
No cargado de dolores y experiencia,
No maduro ya de muerte y preparado!

¡Oh corazón, cada día
Nuevo como la maravilla
De la vida rubia que, imprevista
Nace con un rumor de frondas y carreras
Y persigue, y burla, escapa
Y vuelve, y ríe, y tiembla!

Has muerto. Y todavía
Brillaba en tus ojos la sorpresa
De vivir, de tener

Un nombre, un cuerpo, un tiempo,
Un amor no agotado
Para esta variedad de días claros.

Has muerto. Has muerto, compañero
Y hoy todavía te veo
Aturdido, preguntando
Inocente, sí es cierto.

Zaragoza, 19 de diciembre 38
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Recuerdo a Federico,
Su corazón que flota como ese niño ahogado
En las aguas desiertas por una tarde lenta,
Su corazón sin aires
Para el vuelo que, loco, su amor le prometía.

Recuerdo a Federico,
Sus mentiras que siempre prefería a las verdades,
sus exageraciones, fieramente evidentes,
sus fábulas, su risa
que ponía las cosas en su punto exacto.

Recuerdo a Federico,
Recuerdo su abundancia, su amor que derramaba
Generoso en mil cosas, palabras, animales, niños,
Amigos cualesquiera
Relámpagos parados de su extasiada noche.

Recuerdo a Federico,
Recuerdo que en él pesan ya diez años de tierra,
Recuerdo que ha quedado con un boquete seco,
Nadie sabe por qué, y eso es lo más terrible,
En un lugar cualquiera, un día que no nombro.

San Sebastián, 3 de julio 47.
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MEMORIA DE FEDERICO

I

Que no murió. Le mataron.
Contra la cal de una tapia luminosa
Me lo dejaron clavado.
-¡Por vuestras madres!- decía.
Y los fusiles sonaron
En el vacío de España
Aún retumban los disparos
-¡Por vuestras madres!- decía.
Y lo dejaron clavado
Diez pólvoras asombradas
Y una bruta voz de mando

¡Decidme cómo, decidme,
Puede ocurrir tal espanto!
¡Ay, hombres sin nombre y madre!
¡Ay, sal seca y hueso amargo!
Diez bocas estupefactas
Y un hombre que estaba al mando
Nada más, ni nada menos.
Sólo vacío sin llanto
Y esta rabia que me grita
Que no murió; le mataron.

II.

¡Ay, Federico García,
Quién lo podía decir!
¡Ay, Federico García
Muera la Guardia Civil!
Los que en otro no envidiaban,
Ya lo envidiaban en ti
Un sepulcro con tu nombre
Y una unidad de raíz.
La sangre que se me agolpa
Quiera ahora hablar por ti
Toda la pena de España,
Todo este pus de raíz,
Y más allá de mi mismo,
El pueblo que grita en ti:
¡Ay, Federico García
Muera la Guardia Civil!

Agosto de 1949.
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