Ahora es cuando
Iñigo Errejón
Diciembre, 2006

Me costaba levantarme, pero eso no es nada nuevo. Aun así, tenía trabajo que hacer, y antes debía pasar por la lavandería, que se me agotaba la ropa limpia. Muchas carreras por casa, las escaleras diez veces subidas y bajadas, no encuentro mi USB. Al final soy capaz de salir de casa, y en Sucre hace sol. Cojo un taxi hasta la lavandería pero no se puede llegar, pues “hay marcha”. Así que me bajo y camino rápido para librarme de la bolsa de ropa sucia y volver a la Plaza 25 de Mayo a tiempo de alcanzar la marcha.

Camina el sindicato del gremio de pequeños comerciantes de Oruro, venid@s a Sucre para empujar al Gobierno a que no ceda ante las presiones de la derecha y mantenga el criterio de la mayoría absoluta para la tramitación ordinaria de los artículos en la Asamblea Constituyente. La oligarquía usa la reivindicación de 2/3 como arma arrojadiza contra el Movimiento Al Socialismo, que tiene mayoría absoluta en la Constituyente. Arma arrojadiza que se convierte en una feroz campaña de todos los medios de comunicación privados contra el gobierno, en huelgas de hambre de parlamentarios, constituyentes y senadores de la derecha. (Y al respecto dos anécdotas: en las paredes de Sucre amanecen carteles que dicen “los pobres hacen huelga de hambre, los ricos dieta”. Quienes hacían huelga de hambre en la iglesia San Francisco, en La Paz, tuvieron que escapar corriendo de un piquete venido de El Alto que pretendía “echarlos a patadas”, y asaltaron la iglesia dinamita y garrotes en mano. )

Tanto sin escribir y se agolpan las historias. Pero la mía es la de la marcha.

Pequeños comerciantes significa vendedores ambulantes. Estandartes del Sindicato como cuando nacimos el movimiento obrero, polleras, trenzas y pieles del color de la tierra. “Gremiales en pié, nunca de rodillas” “Oligarcas temblad, llegó la libertad”.

L@s niñ@s indi@s, hermosos como nunca he visto, aprenden a marchar en los sacos que sus madres acarrean. Y vaya si marchan: acostumbrado a un Atocha-Tirso a 700 metros de altitud me agoto, y a la marcha le queda aún para rato. Acostumbran a marchar durante horas, repitiendo letanías de poder popular por caminos inhóspitos, así que ahora, que gobierna un Aymara y que marchan por la ciudad, es casi un paseo. Pasan por las calles del centro y los que llevan corbata recelan, recuerdan aún cuando bajaban a La Paz y asaltaban a todos los que vistieran colonialidad. “Estos quieren ser dominados por Cuba y Venezuela” dice una Señora que teme en realidad que lo que no quieran es ser dominados. Yo, claro, me adapto al “perfil bajo” y contengo la increpación, pero lo que no contengo es el recuerdo de las calles de Madrid, de mi gente que increpa. Y os pienso, sólo a es@s, aquí marchando para que Evo no ceda, marchando en hileras con apenas salidas a las aceras para comprar cualquier cosa, para beber un jugo o comer una salteña, para ponerse a la sombra antes de que los compañeros os lo reprochen: “a la fila”

Yo aún no he aprendido a llevar a mano gafas de lágrimas, así que llevo tiempo llorando y tapando las lágrimas. En un extraño margen, con aspecto de gringo y ordenador al hombro, por la acera y blanco, inevitable distancia, inevitable amor.

Claro, me faltan muchas cosas por contar. No les dije nada del estruendo que producen las multitudes, el pueblo, ninguna de las dos cosas, al erguir los pasados. No les conté de mi vida acá, del trabajo y el vértigo, de lo que duelen los niños que duermen y piden en la calle. No conté apenas de estas 2 semanas que llevo aquí convencido de vivir años. No escribí un email personal y seguramente algun@s se sentirán defraudad@s.

Pero este fragmento, que sólo es uno más, tenía que acercarlo.

Pero es que vivo historia, y es tremendamente celosa.

Hoy l@s subalternos, labrando en la historia los surcos que ya tienen en la cara, decían “¿cuando es cuando,carajo? ¡Ahora es cuando, carajo!”

Que ahora sea cuando.