(1905-1994. Anarquista española, fue ministra durante la II República y primera mujer ministra de la Europa Occidental)
EL PROBLEMA DEL ABORTO
Uno de los problemas que me propuse abordar, aprovechando las dificultades que ofrecía una situación revolucionaria, fue el de encontrar medios para evitar la hecatombe de mujeres que eran víctimas de maniobras abortivas, que las mutilaban para siempre y que en muchas ocasiones les costaban la vida.
En unos momentos en que tener un hijo creaba dificultades casi insolubles, miles de mujeres recurrían a curanderas o a prácticas primitivas que eran causa de infecciones de gravísimas consecuencias. Urgía encontrar una solución sanitaria a este problema, permitiendo que la mujer que se encontraba embarazada, habiendo fallado todo procedimiento anticoncepcional puesto en práctica, pudiera interrumpir este embarazo con garantías de higiene que no pusieran en peligro su salud.
Todo escrúpulo religioso o de otra índole pesaba poco en la vida de las mujeres que debían afrontar tal estado de cosas. Consciente de la necesidad de encontrar solución al caso, sin ser partidaria, ni mucho menos, de la práctica del aborto, decidimos de común acuerdo la doctora Mercedes Maestre y yo preparar un decreto que permitiera la interrupción artificial y voluntaria del embarazo. Decreto que quedó en suspenso en la cartera del presidente a causa de la oposición de la mayoría de miembros del Gobierno.
Esta fue la causa por la cual tuve que recurrir al subterfugio de extender al resto de la España republicana los beneficios del decreto sobre el derecho a la interrupción artificial del embarazo adoptado por la Generalidad de Cataluña en agosto de 1936. Este decreto de la Generalidad, que redactara el subsecretario de la Consejería de Sanidad, el doctor Félix Martí Ibáñez, lo hizo aprobar el compañero Pedro Herrera, nombrado por la CNT para ocupar el cargo de consejero de Sanidad. Al elaborar estos decretos éramos conscientes de que debía buscarse una solución al drama de miles de mujeres que, cargadas de hijos, recurrían a medios extramedicales o caseros para suprimir embarazos no deseados. Debo añadir que la oposición a tal proyecto de buena parte de los entonces miembros del Gabinete derivaba de que sólo veían en él los aspectos negativos. Para ellos, esta permisibilidad sería motivo de desbordes sexuales, y se prestaría a ciertas inmoralidades de las que, a la larga, serían víctimas las propias mujeres.
De todo ello poco quedó, y hoy las tímidas tentativas de legalización del aborto, con muchas limitaciones, chocan, una vez más, con los obstáculos que a ella oponen aquellos que, por prejuicios religiosos, no se dan cuenta de que no sólo no evitan los abortos, sino que exponen a numerosos peligros a muchas mujeres. Por lo demás, estos escrúpulos son trasunto de una hipocresía evidente, de la que son víctimas las mujeres pobres, ya que las ricas pueden ir tranquilamente a Inglaterra, a Suiza o a otro país extranjero a liberarse de un embarazo inoportuno.
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CONSIDERACIONES FINALES
Es difícil imaginar, a cincuenta años de distancia, lo que fueron esos meses terribles. Los bombardeos de la aviación enemiga se abatían, sin discriminación, sobre ciudades abiertas, donde la defensa antiaérea poco podía hacer contra los aviones enemigos. Ignoramos si de manera deliberada, en lugar de buscar puntos estratégicos, se atacaban sistemáticamente los barrios obreros en las grandes aglomeraciones.
Y que conste que la República nunca bombardeó ninguna ciudad de la zona ocupada por Franco. Que conste, también, que la mayor parte de estos aviones asesinos eran pilotados por aviadores alemanes e italianos. Es necesario evocar lo que fue la matanza de niños y mujeres en muchas capitales para comprender el pánico que se apoderara de las familias y que les hizo buscar desesperadamente un refugio, una solución para salvar la vida de sus hijos.
Precisan estas explicaciones para que la historia conozca las razones por las cuales tanto el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social como las familias tuvimos que aceptar ofertas de Méjico y de la Unión Soviética, que se ofrecieron a acoger niños españoles a fin de salvarlos de los peligros de la guerra.
Y fue una labor ímproba, a cargo sobre todo de la OCEAR, la de reunir y dirigir, primero sobre Valencia y luego sobre Barcelona, los miles de niños destinados a salir de España, unos hacia Francia, otros hacia Méjico y otros hacia Rusia.
En ningún momento se violentó la conciencia y la voluntad de las familias que acompañaron a sus hijos hasta los puntos de embarque. Hago gracia de lo que fue, casi siempre, el espectáculo desgarrador de estas separaciones. Pero en todas y en todos había la angustia y la incertidumbre del mañana.
Personalmente, he sentido siempre una pena inmensa diciéndome que, tanto nosotros como los familiares, contribuimos, forzados por las circunstancias trágicas que se vivían, a que muchos de estos niños jamás pudieran regresar a España y a que muchos se perdieran en la vorágine de la guerra que se acercaba, sobre todo los que fueron a Rusia. He procurado ser lo más objetiva posible y, aunque sucintamente, destacar lo más esencial de lo que fue mi labor en el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y de las realizaciones que me fue permitido acometer en el corto lapso de tiempo de mi gestión. Sólo lamento no haber podido hacer más y, sobre todo, no haber podido consolidar lo hecho. Éramos ricos en imaginación y en grandiosidad. Pensábamos hacer mucho bien y el bien que hicimos, pese a todo, es superior al mal que se nos ha atribuido. He procurado también abstenerme de todo sentimiento de hostilidad y de toda dura acusación contra los que, históricamente, tendrán siempre la responsabilidad de la tragedia en la que España fue sumida. Cuarenta años de dictadura son muchos años. Es útil que se recuerde ese pasado y que las generaciones actuales lo conozcan y nos conozcan.
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(1908 - 1986. Filósofa existencialista y feminista)
¿Qué es ser mujer? (El segundo sexo)
«El enunciado mismo del problema (¿qué es una mujer?) me sugiere inmediatamente una primera respuesta. Es significativo que me lo plantee. A un hombre no se le ocurriría escribir un libro sobre la situación particular que ocupan los varones en la humanidad. Si me quiero definir, estoy obligada a declarar en primer lugar: “soy una mujer”, esta verdad constituye el fondo sobre el que se dibujará cualquier afirmación. Un hombre nunca empieza considerándose un individuo de un sexo determinado: se da por hecho que es un hombre (…) La relación entre ambos sexos no es la de dos electricidades, dos polos: el hombre representa al mismo tiempo el positivo y el neutro, hasta el punto que se dice “los hombres” para designar a los seres humanos, pues el singular de la palabra vir se ha asimilado al sentido general de la palabra homo. La mujer aparece como el negativo, de modo que toda determinación se le imputa como una limitación, sin reciprocidad. A veces me he sentido irritada en una discusión abstracta cuando un hombre me dice: “usted piensa tal cosa porque es mujer”; yo sabía que mi única defensa era contestar: “lo pienso porque es verdad”, eliminando así mi subjetividad; no podía replicar: “y usted piensa lo contrario porque es hombre”, pues se da por hecho que ser hombre no es una singularidad; un hombre está en su derecho de ser hombre, la que se equivoca es la mujer. (…) La mujer tiene ovarios, útero; se suele decir que piensa con las glándulas. El hombre olvida olímpicamente que su anatomía también incluye hormonas, testículos. Percibe su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo, que cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de la mujer lastrado por todo lo que lo especifica: un obstáculo, una prisión. “La hembra es hembra en virtud de una determinada carencia de cualidades” decía Aristóteles. “Tenemos que considerar el carácter de la mujer como naturalmente defectuoso”. Y Santo Tomás decreta a continuación que la mujer es un hombre “fallido”, un ser “ocasional ”. Es lo que simboliza la historia del Génesis, donde Eva aparece como sacada (...) de un “hueso supernumerario” de Adán. La humanidad es masculina y el hombre define a la mujer, no en sí, sino en relación con él; la mujer no tiene consideración de ser autónomo. (…) La mujer se determina y se diferencia con respecto al hombre y no a la inversa; ella es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el ser Sujeto, es el Absoluto: ella es la Alteridad.(…)
¿Cómo ha empezado toda esta historia? (…) ¿De dónde viene que este mundo siempre haya pertenecido a los hombres y que sólo ahora empiecen a cambiar las cosas? ¿Este cambio es un bien?¿Llevará o no a un reparto igualitario del mundo entre hombres y mujeres?(…)
“Todo lo que han escrito los hombres sobre las mujeres es digno de sospecha, porque son a un tiempo juez y parte” dijo en el siglo XVIII Poulain de la Barre, feminista poco conocido. En todas las partes, en todas las épocas, los varones ha proclamado a los cuatro vientos la satisfacción que les produce sentirse reyes de la creación: “Bendito sea Dios que me ha creado según su voluntad”. Entre todas las bondades que Platón agradecía a los dioses, la primera era que le hubiera creado libre y no esclavo; la segundo, hombre y no mujer.»
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Es sólo un escueto homenaje, la enumeración de cuantas aportaron -y aportan- a la reivindicación inclaudicable de la mujer, excede no sólo nuestro modesto boletín,
pero en el acerbo atesorado nos pueblan entre tantas: Teresa Claramunt, todas cuantas se nuclearon en Mujeres Libres, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Mariana Pineda,Isadora Duncan, Micaela Bastidas, Juana Zurduy, Violeta Parra, Comandanta Ramona...