Los “olvidos” del Manifiesto Comunista: la opresión de las mujeres
Lucía González Alonso (*)


(Viento Sur, 1998)
Febrero 2007


“La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones por parte del hombre con respecto a la mujere, y cuyo objetivo directo es el establecimiento de una tiranía absoluta sobre ella”

Declaración de Seneca Falls

150 años después de la publicación del Manifiesto Comunista, es obligado empezar reconociendo, en primer lugar, la vigencia de muchas de sus ideas-fuerza para a continuación poder llamar la atención sobre sus lagunas.

De su vigencia sólo voy a resaltar un aspecto: hoy podemos decir que su mensaje fundamental es más actual que nunca, y que su fuerza radica en el análisis del capitalismo y su llamamiento para suprimirlo, en su estudio de la lucha de clases y su compromiso con los explotados, en el examen lúcido de las contradicciones de la sociedad burguesa y la utopía revolucionaria de una sociedad libre e igualitaria. Estos ejes han sido la base que le ha permitido una amplia difusión y capacidad de conexión con numerosas organizaciones obreras de los siglos XIX y XX.

De sus lagunas voy tan sólo a resaltar una: pese a considerar a la clase obrera como un todo, el sujeto del que se habla se refiere únicamente a los varones. ¿Acaso la situación de las mujeres y sus luchas no formaban parte de los movimientos emancipatorios de esa época? ¿Por qué las luchas de las mujeres no fueron consideradas por los redactores del Manifiesto como luchas contra la opresión? Intentaré ofrecer una interpretación de esa ausencia.

Es evidente que, al explicar el antagonismo capital-trabajo, se diluyó el concepto de género en el de clase, tanto en el proceso de producción –asalariados/asalariadas- como en el de reproducción, a pesar de que una de las manifestaciones más medibles de esta desigualdad entre sexos en el proceso de producción eran las desigualdades salariales y en la familia la inexistencia de la retribución del trabajo doméstico.

La división sexual del trabajo no fue tenida en cuenta, pues se la consideraba parte de la relación natural, dejando así de abordar la categoría de reproducción biológica, es decir, la división de tareas entre géneros en el mundo de lo privado, espacio generador de desigualdad y sometimiento para las mujeres.

No voy sin embargo a explicar cuáles fueron las representaciones ideológicas que contribuyeron a la invisibilidad de la situación del género femenino. Pero sí voy a reclamar en el 150 aniversario del Manifiesto Comunista lo que supuso la Declaración de los Sentimientos, de la que también este mes de julio hemos celebrado los 150 años.

Al igual que el Manifiesto Comunista se redactó en vísperas de los movimientos revolucionarios de 1848 para cambiar la orientación política del movimiento obrero de su época, la declaración de las mujeres reunidas en Seneca Falls representa la elaboración de los primeros ejes políticos de otro movimiento social que a lo largo de siglo y medio sigue intentando, también con avances y retrocesos, con propuestas unitarias y divisiones, que se le reconozca como portador de esas voces excluidas y repetidamente olvidadas por el resto de las organizaciones políticas y sociales.

La Declaración de Seneca Falls

Cuando Nueva York era una aldea, un grupo de alrededor de 300 mujeres se reunió para redactar un manifiesto de doce puntos que titularon La Declaración de los Sentimientos. Eran los días 19 y 20 de julio de 1848. Es en esa reunión donde nace lo que hoy llamamos la segunda ola del feminismo como movimiento político. Al igual que en el movimiento obrero, es sólo a partir dfe 1868, cuatro años más tarde que aquel, cuando este movimiento funda su primera estructura organizada.

El creciente acceso de las mujeres a los primeros tramos educativos y la participación activa de éstas en el movimiento abolicionista, son las dos razones que explican su surgimiento. Es en el seno de las organizaciones que luchan contra la esclavitud donde los primeros núcleos de mujeres realizan sus primeras experiencias políticas y ensayan unos métodos de lucha que hoy forman parte del acervo común de todos los movimientos sociales: petición de firmas, campañas pro referendúm, marchas pacíficas, sentadas, huelgas de hambre, acciones de desobediencia civil, etc.

La participación de las mujeres en el movimiento abolicionista les permitió organizarse, convocar y reunirse en actos públicos. Es aquí donde aprendieron a hablar en público y comenzaron a elaborar la filosofía sobre su lugar en la sociedad y sus derechos fundamentales. Durante un cuarto de siglo estos dos movimientos se alimentaron y se reforzaron mutuamente.

En Europa, el período que transcurre entre 1830 y 1848 fue testigo de la eliminación parcial o total de las barreras legales que privaban a campesinos, siervos y judíos de diversos derechos, incluyendo el derecho a la propiedad, a ejercer ciertas profesiones o a disponer de sus personas libremente.

En América, el derecho a la propiedad se tradujo en la lucha contra la esclavitud. Aquí se estableció el nexo entre los esclavos como propiedad del amo y las mujeres como propiedad del marido. Y fueron las mujeres las principales animadoras del movimiento abolicionista, siendo prueba de ello el que ya en 1837 se celebrara el primer Congreso de Mujeres contra la Esclavitud, al que asistieron 81 delegadas de 12 Estados.

En 1840, Lucrecia Mott y Elisabeth Stanton, que asistían como delegadas a la Convención Mundial contra la Esclavitud en Londres, habían sido excluidas de los debates por el hecho de ser mujeres. La reunión del mes de julio de 1848 se convocó para estudiar “las condiciones y derechos sociales, civiles y religiosos e la mujer”. El texto de la declaración seguía el modelo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.

De esta forma, 75 años depués de la revolución americana, las mujeres se atrevían a aplicarse a ellas mismas sus principios ensanchando de esta forma sus premisas. Así, después de reformular el primer párrafo de la declaración con un “Todos los hombres y las mujeres son creados iguales” pasaban a describir la situación de las mujeres en el plano político, económico y social. En la declaración encontramos dos grandes apartados teóricos: por un lado, las exigencias para alcanzar la ciudadanía civil; y por otro, los principios que debían regir para modificar las costumbres y la moral imperantes.

La reivindicación de sus derechos civiles significaba la modificación de las leyes que situaban a la mujere en minoría legal. La mujer casada no existía a los ojos de la ley: se le negaba la propiedad, el salario que ganaba. El matrimonio convertía a la mujere en ser irresponsable, que podía cometer crímenes, siempre que los realizara en presencia del marido, al que debía prometer obediencia y quien tenía derecho a privarla de su libertad y someterla a castigos. Se exigía el reconocimiento del divorcio, ya que en los casos de adulterio o hijos ilegítimos, la ley castigaba a la mujer y las leyes del divorcio otorgaban auomáticamente la custodia de los hijos al marido.

Se denunciaba restricciones políticas como no poder votar ni presentarse a las elecciones, ni ocupar cargos públicos. No podían acceder a puestos de responsabilida ni en la Iglesia ni en el Gobierno, ni afiliarse a organizaciones políticas.

Se pedía modificaiones legales en el plano económico: reclamaban su derecho al control de bienes y beneficios, al mismo salario por el mismo trabajo, a dedicarse al comercio o abrir cuentas corrientes.

Se pedía el derecho a la igualdad en la formación reivindicando el acceso a la educación en todos sus tramos.

Como se puede observar, no sólo se insistía en derechos políticos como es el derecho a voto, sino que en igual medida se revindicaba el derecho inanienable de las mujeres en tanto que personas, planteando al mismo tiempo la necesidad de una nueva moral que erradicara los prejuicios existentes.

La larga lucha por los derechos de las mujeres

La larga lucha por los doce puntos ha articulado durante estos 150 años las distintas olas del movimiento político de mujeres en torno a tres objetivos: educacuión, reconocimiento de los derechos humanos y ciudadanos, es decir la igualdad ante la ley, y derecho al trabajo y salarios iguales.

En EEUU hubo que esperar hasta 1886 para conseguir el acceso a la educación en todos los tramos de la enseñanza. Pero se seguía negando el derecho a la práctica de ciertos trabajos como por ejemplo la medicina. Esa es la causa que propición que algunas mujeres se tuvieran que dedicar a la investigación, dando lugar más tarde a figuras como Madame Curie.

Respecto de la reforma de las leyes civiles, no hace falta recordar lo que se ha tardado en conseguir unas leyes de divorcio que no culpabilizaran a las mujeres.

Sabemos también lo que costó conseguir el voto, setenta años o más dependiendo de los países, de luchas constantes, la mayor parte de las veces incomprendidas. Se ha ido logrando país por país, Estado por Estado, en medio de las grandes convulsiones sociales entre las dos guerras mundiales. Y en muchos de ellos después de la segunda guerra, como se puede observar:

· EEUU. 1866: la enmienda 14 da derecho el voto a los varones negros liberados; 1870: la enmienda 15 reconoce ese derecho a los hombres negros. 1920: la enmienda 19 reconoce este derecho para las mujeres, con una votación de 49 votos a favor y 47 en contra.
· Alemania. Sufragio universal en 1918.
· Austria: 1918.
· Bélgica: 1919 para varones, viudas y madres de víctimas de la guerra. 1948, resto.
· Dinamarca: 1915.
· España: 1869-1907. En 1931, sufragio femenino.
· Finlandia: 1906 (es el primer país del mundo en reconocer el voto para las mujeres).
· Francia: 1848, hombres. Sufragio femenino: 1944.
· Grecia. 1929, hombres. 1930: mujeres mayores de 30 años y unicamente para elecciones municipales. Sufragio femenino: 1952.
· Holanda: 1917. Sufragio femenino: 1919.
· Irlanda. Sufragio universal masculino y femenino: 1918.
· Italia. Sufragio universal masculino: 1919. Sufragio universal femenino: 1945.
· Luxemburgo: Sufragio universal masculino: 1868. Sufragio universal femenino: 1919.
· Portugal. 1931: hombres y mujeres con estudios superiores. Sufragio femenino: 1976.
· Reino Unido: 1919. Sufragio femenino: 1928.
· Suecia: 1909. Sufragio femenino: 1919.

Sabemos que en Europa y Norteameríca los trabajadores a partir de 1850 lucharon por una serie de derechos que podemos resumir de la siguiente forma: derecho a un contrato más o menos equitativo, a organizarse, a la rehabilitación física, a la huelga, a la compensación por el desempleo, a cierta seguridad en el trabajo, a la no discriminación en los salarios, etc. A lo largo de un siglo y medio estos derechos han dejado de ser exclusivos de los trabajadores para convertirse en derechos de los ciudadanos, pero todavía existen resistencias, y de hecho diferencias, si no legales si reales según el sexo en el último punto.

Un olvido secular, cuando no una oposición frontal, ha separado al movimiento obrero de los movimientos políticos de las mujeres y, entre otros argumentos, por lo que podía significar para su feminidad. No resisto la tentación de leer una cita de una de esas mujeres en respuesta a un senador del Estado de Nueva York: “Vemos a las mujeres que trabajan en las fundiciones desnudas hasta la cintura a causa del calor. Pero el senador no habla de esas mujeres que han perdido su encanto...Sabemos que se les han dado trabajo en las fundiciones es porque les pagan menos y trabajan más horas que los hombres. Creo que esas mujeres perderán menos su encanto y su belleza para depositar su voto en una urna una vez al año que teniendo que ir a la fundición durante todos los días del año”.

Creían que el voto favorecía el control de las mujeres sobre todas las condiciones de sus propias vidas. Así, frente a argumentos como “es el capital no el trabajo el que regula las condiciones de trabajo”, respondían: “de acuerdo, que el capital controla el trabajo de la mujer, pero no hay nadie que admita ni por un momento que el capital domina absolutamente el trabajo y los salarios de los hombres libres y emancipados de esta república. Y es con el fin de elevar a millones de obreros a una posición con igual poder sobre su situación laboral que la que tienen los hombres, por lo que se las debería emancipar.

Pero detengámonos un momento en analizar el papel de las reivindicaciones específicas de las mujeres, y veremos que éstas han jugado un papel fundamental en su extensión al conjunto de los hombres.

Las mujeres y el movimiento obrero

A partir de 1850 la lucha colectiva de los trabajadores en el mundo permitió alcanzar una serie de derechos que a lo largo de estos 150 años dejarán de ser derechos de los trabajadores para convertirse en derechos sociales de todos los ciudadanos. En este fenómeno de extensión social de los derechos el papl de las reivindicaciones de las mujeres ha sido fundamental.

Voy a intentar explicarlo a partir de varios ejemplos de leyes protectotas del trabajo de las mujeres. Si analizamos estas leyes podemos clasificarlas en tres tipos:

- Una serie de ellas de carácter específico son aquellas que se refieren a la lactancia, maternidad y embarazo. En este caso específico es fácil reconocer la imposibilidad de extender sus beneficios a los varones, aunque hoy sólo la maternidad tiene ese carácter específico.

- Un segundo lote corresponde a leyes neutrales desde el punto de vista del género: son leyes que se refieren al conjunto de los trabajadores. Un ejemplo claro son aquellas que limitaban la duración máxima de la jornada.

- El tercer grupo son aquellas leyes que podían ser neutrales desde el punto de vista de género, pero que por razones políticas se limitaron en un primer momento a las mujeres. Un ejemplo son las leyes que limitaban el trabajo nocturno

Voy a comenzar centrándome en los dos últimos tipos de leyes. En un primer momento las leyes sobre reducción de la jornada se promueven únicamente para mujeres y niños pero, una vez conseguidos esos recortes, se ampliaron al conjunto de los trabajadores. Por ejemplo, en España durante el debate de reformas sociales en 1891 en donde se propone la prohibición del trabajo nocturno para las mujeres y un máximo de 10 horas para ciertos grupos, la oposición argumentaba que “limitando las horas para las mujeres, resultarían igualmente limitadas para los hombres”. El mismo proceso se produjo en Inglaterra.

Las leyes sobre la limitación de las horas de trabajo fueron una de las primeras victrias legislativas. Pero en la agitación en torno a las condiciones inhumanas en las que trabajaban las mujeres, no se insistía tanto en la relación con los derechos humanos; en general, se ponía el acento sobre la indecencia de su vida y la influencia nocia que representaba en su labor de criar y educar a sus hijos, y en la necesidad de restablecer su “moral” y su “virtud”.

No podemos profundizar ahora en la polémica que existió sobre las leyes protectoras, pero sí conviene recordar que hasta finales del siglo XIX existieron posturas enfrentada en el movimiento obrero organizado. Una parte se oponía a las medidas protectoras, “las mujeres debían trabajar como madres dentro de la casa”; otros postulaban medidas que impidieran o en otros casos excluyeran a las mujeres de ciertos tipos de trabajo; el tercer sector –cuyas portavoces eran entre otras Lily Btaum, Clara Zetkin, Alice Salomon- defendían la protección como un derecho a trabajar en condiciones adecuadas, con reducción de jornada, con prohibición de trabajar los fines de semana, y con la abolición del trabajo nocturno para hombres y mujeres.

Si bien es cierto que esta tendencia a la extensión de derechos parece fácilmente asumida por todos, desgraciadamente esto no ocurrió en sentido inverso: cuando se trataba de leyes protectoras del trabajo de los hombres, particularmente en aquellos sectores con mayor cualificación. Son por ejemplo sindicatos como el del libro (hasta 1910), la metalurgia (hasta 1913), la litografía (1913), aquellos en donde la oposición al trabajo de las mujeres se manifestará con mayor virulencia en Francia, negando de esta forma también su derecho a sindicarse.

El reconocimiento del derecho al trabajo, a la igualdad salarial y al voto para las mujeres serán una constante en las discusiones de las organizaciones obreras y sindicales, durante más de 75 años. Los argumentos en contra irán cambiando, y las resistencias no serán las mismas frente a cada una de estas demandas. Pero incluso en las concepciones que apoyaban el derecho al trabajo y la igualdad salarial reposaban más en la idea de que estas reivindicaciones servían para reforzar la seguridad en el trabajo de los hombres, ya que la igualdad salarial haría que la patronal dejara de contratar a las mujeres por menores salarios.

Sabemos que la capacidad actual de ejercicio de una serie de derechos que a lo largo de 150 años se han ido conseguiendo depende de la capacidad de loos Estados para controlar al Capital. Pero el proceso de globalización de la economía hace que la autonomia relativa de los Estados se debilite y con ello también su disposición a promocionar y proteger los derechos de los ciudadanos. Esto se explica que en los países industrializados y no industrializados actualmente se vuelvan a reproducir condiciones de trabajo que recuerdan en cierto modo a las del siglo XIX: trabajo a tiempo parcial sin regular, subcontratación masiva, trabajo en la economía sumergida, jornadas de 16 y 18 horas, etc. El ejemplo más claro de este proceso lo representan hoy las ZIF (Zonas Francas Industriales).

Por una re-visión positiva del Manifiesto Comunista

Resumiendo lo expuesto hasta hora, hay que reconocer que para los redactores del Manifiesto Comunista fue prácticamente ignorado el papel de las estructuras patriarcales que, junto a las relaciones de producción, son los dos factores de organización más poderosos de las sociedades existentes. La historia de las mujeres como agentes de reproducción biológica, realizadoras del trabajo doméstico e inductoras de las primeras formas de socialización de los individuos, pero sometidas jurídica y políticamente a la tutela de los varones adultos, arrinconadas en un estatus social y cívico disminuido, ha sido una constante.

El movimiento emancipatorio debe hoy incorporar la estrecha relación que existe entre las estructuras de patriarcado y la estructura de clases. El Manifiesto Comunista alude al hecho de que la sociedad capitalista induce a los trabajadores a competir entre ellos, pero no debemos fijarnos hoy únicamente en las divisiones entre trabajadores estables/precarios; con trabajo/sin trabajo; inmigrantes/autóctonos; Norte /Sur. La superación de la relación desigual existente entre hombres y mujeres debe ponerse en primer plano. Para el capitalismo sólo es productivo el trabajo del que es posible obtener plusvalía, y el trabajo de las mujeres en casa, a pesar de ser necesario para reproducir la fuerza de trabajo, se presenta como improductivo

Dicho en otras palabras, en el análisis y en la explicación completa de las estructura y la forma que opera el capitalismo, no se puede seguir manteniendo premisas que implican que cuando hablamos del trabajador invariablemente se considera un varón, olvidando que puede estar listo para trabajar y concentrarse en su trabajo al estar liberado de la necesidad cotidiana de preparar la comida, fregar, lavar, atender a los hijos, pues estas tareas estan siendo realizadas por alguien –generalmente una mujer- sin ningún tipo de retribución. Y si ésta es también una trabajadora asalariada debe dedicar una jornada complementaria a actividades consideradas “naturales”.

No podemos decir que las alusiones a la situación social de las mujeres en el Manifiesto Comunista fueran afortunadas. Al movimiento obrero del siglo XIX le paso desapercibido este aspecto de la problemática social. Por supuesto también a Marx, pero ¿debemos extrañarnos de la ausencia de preocupación en sus análisis por la situación social de las mujeres? No voy a censurar a Marx en su vida privada por practicar la moral judeo-victoriana de su tiempo, pero me asombra que no escuchara a Flora Tristán, y que no leyera la Declaración de Sentimientos de las mujeres de Nueva York, cuando curiosamente es en la revista de las hermanas Claflin donde por primera vez se publica el Manifiesto Comunista en EEUU; o que en los diferentes prológos que redactaron a las sucesivas de éste ese vacío siguiera sin llenarse. No se trata de estas frases sirvan para minusvalorar a los redactores del mismo. Son más bien producto del asombro, de la perplejidad, con la intención de poder corregir sus propìas contradicciones cuando sostienen: “Los comunistas apoyan por doquier todo movimiento revolucionario contra el régimen político y social existente..”. No me olvido de Engels. Es cierto que Engels más tarde corrige esa laguna con el Origen de la familia.. Pero estamos hablando del Manifiesto Comunista.

Situar la obra en su época, revisar como hicieron ellos mismos su contenido, es la labor que tenemos por delante. Y para expresar esto merece la pena citar estas palabras de Camilo Berneri: “Que hayan editores nuestros que sigan reeditando los escritos de los maestros sin añadirles nunca una nota crítica demuestra que nuestra cultura y nuestra propaganda están en manos de gente que intenta mantener en pie su propio tinglado en vez de empujar al movimiento a salir de lo ya pensado para esforzarse en la crítica, en lo que está por pensar”. Por eso, si bien es cierto que ha habido recientes reediciones del Manifiesto Comunista con presentaciones críticas desde la izquierda, el lugar que ocupa el olvido del feminismo sigue siendo escaso en ellas.

Es labor nuestra ensayar nuevas lecturas del Manifiesto Comunista y del resto de las obras de los clásicos, para enriquecer de esta forma la teoría crítica del capitalismo. Hoy sabemos que para definir una teoría global emancipatoria es imprescindible incluir el análisis del patriarcado como forma de opresión de las mujeres. De igual manera, debemos afrontar otras muchas lagunas que en él se encuentran y que no son objeto de este trabajo.
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(*)Lucía González (1947-2000)
Destacada dirigente de la LCR; potenció el trabajo feminista en todos los ámbitos organizativos en que participó activamente, IU-CM, Espacio Alternativo...
"Lucía formó parte de esa minoría política activa, llena de personas nada "famosas" que jugó un papel destacado en la lucha contra el franquismo y en la construcción del movimiento feminista y que no cayó en el desencanto, esforzándose siempre por mantenerse firme en sus convicciones, radical en la denuncia delm capitalismo y dialogante con las otras formaciones de la izquierda". Jaime Pastor