CALLE M-30”. EL MAUSOLEO DEL ALCALDE

por Rogelio Umbria - Julio 2006

Enrique Tierno Galván, te añoramos

¿Por qué tenemos que soportar los que vivimos en Madrid lo que nos está haciendo el Alcalde? Y, más aún, sin saber siquiera qué es lo que nos está haciendo. El Alcalde, un puro ejemplo de déspota, no da explicaciones y, así, poco o nada se ha sabido de lo que se pretende hacer.

De las informaciones que “cuelga” el Ayuntamiento en internet cabe deducir que pretende incrementar la capacidad para absorber tráfico, recuperar el medio ambiente, suprimir el efecto barrera en la Ribera del Manzanares y en la Casa de Campo, mejorar los acceso de las carreteras radiales e incorporar accesos preferenciales subterráneos para el transporte colectivo.

Pero lo más importante de lo que nos está pasando a los madrileños es que, sin saber muy bien para qué, estamos endeudándonos nosotros mismos, nuestros hijos y buena parte de nuestros nietos. El Ayuntamiento ha endeudado a los madrileños para más de 35 años. ¿Qué será de Madrid para entonces? Los principales problemas que dice el Alcalde que pretende resolver están todos ellos vinculados con los coches (aumentar la capacidad de la vía y mejorar los accesos de las carreteras radiales principalmente) Si se siguen pensando las ciudades, el urbanismo, en función del automóvil privado como ahora se está pensando Madrid, las ciudades se harán insostenibles y pueden llegar al colapso. ¿Cómo se verán los presuntos objetivos de movilidad del Ayuntamiento dentro de esos años? ¿seguirán teniendo el interés que ahora tienen? ¿habrá que cultivar champiñón en el subsuelo de la Ribera del Manzanares? ¿o, a lo mojó, como diría el personaje de Zaplana en los muñecos del guiñol, es una previsión de futuros refugios nucleares? En fin, ¿qué pensarán de sus mayores los que hayan de pagar las culpas de este Alcalde dilapidador?

En el siglo XXI, en un país como España, carece de sentido que una acción urbanística de la envergadura de la que nos ocupa sea hecha con los más puros métodos de las dictaduras. No basta con que haya un programa electoral que diga que hay que arreglar la M-30. Cuáles son los objetivos urbanísticos, cómo se ejecutará, su proceso, su gestión, su coste, la forma de pagarlo, etc, son cuestiones que han de ser democráticamente debatidas y no sólo en los ámbitos políticos sino también por los ciudadanos, ofreciendo información fundamental y detallada de manera que se pueda saber de qué se trata. Y nada de eso se ha hecho. Se ha actuado de tapadillo..., y con trampas.

Se ha eludido todo tipo de estudio de los efectos de la actuación. Ni sobre el resto de la ciudad ni sobre los ciudadanos, ni sobre el medio ambiente. Y, en este caso, con la más mezquina de las trampas: cambiar el nombre de la cosa (autovía por calle) para, rebajando nominalmente el grado, no sentirse obligado a hacer los preceptivos estudios de impacto. Y es indudablemente una trampa ya que de calle no tendrá en ningún caso más allá del nombre. ¿O es que se va a circular a 50 Km por hora como ha de hacerse en las calles? Si se convierte una autovía en una calle, ¿cómo se hace para incrementar la capacidad, mientras se reduce la velocidad? ¿O es que sólo será calle mientras duren las obras y volverá a ser autovía cuando acaben?...

Se ha eludido toda información y debate sólo para no perder ni un minuto en la ejecución. Es más, incluso los estudios técnicos se han hecho a matacaballo..., los que se han hecho. Porque proyectos de obra se habrán hecho porque es difícil construir sin planos, pero los estudios de tráfico, ¿quién los conoce? No se sabe que haya un modelo de funcionamiento alternativo de la movilidad de Madrid que se persiga con la ejecución de las obras. Lo único que se sabe es que esta actuación incrementará la circulación de coches.

Se debería haber actuado de otra forma: primero desarrollar los documentos de planeamiento, abrir con ellos un debate social y político; profundizar en la repercusión urbanística del proyecto y ejecutarlo de forma ordenada, con garantías, sin prisas, sin daños imprevistos, por poner un ejemplo, sobre el arbolado,.

Todo parece indicar que las obras se han hecho porque había que hacerlas. Había que hacerlas para dar sentido político a una gestión municipal; había que hacerlo para que Ruiz Gallardón no perdiera su halo de gran constructor; había que hacerlo para que las constructoras no dejaran de ganar dinero con las grandes obras, y la M-30 ha estado desde hace tiempo en su punto de mira...; y ¿por algo mas? Lo ciero es que no se ha explicado en qué van a beneficiar a los madrileños en general

Sólo razones políticas, electorales, pueden inducir a hacer simultáneamente toda la obra. Se supone que el político ejecutor de obras es mejor valorado por los votantes. Lo cierto es que a Ruiz Gallardón no le ha ido del todo mal: se piensa que es un mago de la obra, después del Metrosur y del parque Warner..., o lo que es lo mismo, un sistema de transporte de escaso rendimiento y un parque de ocio que está siendo un fracaso...; pero que entenderemos mejor cuando sus alrededores se llenen de edificios.

Los daños colaterales se empiezan a intuir a pesar de la poca documentación que se proporciona y de la capacidad infinita para cambiar en los papeles las condiciones de las fuentes de daños. Pero ya se sabe, por ejemplo, que hay que eliminar los gases contaminantes de medio centenar de kilómetros de túnel por los que circularán vehículos a motor, y que ya nadie podrá ver la arboleda del Paseo de la Virgen del Puerto.

La conversión de un autovía en una calle, como nos pretende hacer creer Ruiz Gallardón, va a costar a los madrileños entre 15.000 y 18.000 millones de euros. Si se mantuvieran las pesetas con el mismo valor que cuando se sustituyeron por los euros, ese coste representaría casi 3 billones de pesetas. Merece la pena verlo con cifras: del orden de 2.800.000.000.000. Esto representa que los impuestos municipales de los madrileñas han de ser incrementados en cerca 6.000 euros por habitante (1.000.000 de pesetas) cada año durante unos 35 años. Algunas cifras de referencia: con esa inversión podría construirse más de 20.000 viviendas sociales (que falta hacen) 100 polideportivos, 100 escuelas infantiles, 40 centros culturales y, además, una buena y sensata obra de reforma de las márgenes del Manzanares. Un endeudamiento que durará 8 ó 9 legislaturas. ¿no hubiera sido prudente haber intentado siquiera el mayor consenso cuando es previsible que en ese tiempo pueda gobernar alguna opción política diferente al Partido Popular? Se trata, pues, de una intervención urbana irracional se mire por donde se mire, aunque tenga razones político-económicas particularmente racionales para políticos y constructores. Pero quizás se piensa que hay otras maneras de pagar estas obras. Aún no se habla de ello pero, ¿no habrá en este caso como en tantos otros una intención de pagarlas con la plusvalías de la recalificación de los terrenos colindantes? Habrá que seguir con atención esta posibilidad.

Si Ruiz Gallardón quiere, como parece, emular a Carlos III debiera haberlo hecho mejor. El Rey constructor supo rodearse de intelectuales brillantes e ilustrados; Ruiz Gallardón ha elegido rodearse de otro tipo de personajes: dueños o gestores de empresas constructoras enmascarados bajo las siglas S. A., la nueva inteligencia, la nueva cultura. ACS, Sacyr, Agromán, FCC, Dragados y Construcciones, y tantas y tantas otras constructoras e inmobiliarias están, seguro, contentas y satisfechas de pertenecer a la corte del actual Alcalde de Madrid. En esta situación de obra, obra y más obra tienen cómo obtener buenas tajadas.

Tarde estamos descubriendo los madrileños lo que está representando para nuestras vidas y las de nuestros descendientes el paso de Ruiz Gallardón por el primer sillón municipal. La responsabilidad de lo que pasa en la ciudad es del Alcalde. En la democracia, los ciudadanos encargamos periódicamente la gestión de nuestros asuntos a los ediles a los que votamos. Pero no se puede dejar de atender el cumplimiento de ese encargo. No se trata de la entrega del poder, los ediles deben trabajar para los ciudadanos y los ciudadanos deben atender y comprobar que, en efecto, así lo hacen. La democracia, sabiamente, ha establecido mecanismos: obliga a los poderes públicos a trabajar con claridad, transparencia y publicidad. Ni una sola de estas condiciones cumple la acción municipal actual, o mejor, sí algo de la última, de la publicidad aunque sea realmente en forma de propaganda.

Pero ¡ah!, dice el Alcalde: hombres de poca fe los madrileños; ya veréis cuando esté acabado; no os lo voy a explicar, pobres, porque no lo vais a entender..., pero ya veréis, veréis cuánto me lo vais a agradecer cuando se acaben. ¡Claro que nos sentiremos aliviados al vernos libres de obras!, pero no está claro que tengamos algo más que agradecer.

Así es el Alcalde de Madrid. Y así es como nunca debe consentirse que se comporte un alcalde en un Estado democrático. Pero por ser democrático, el remedio está en las manos de los ciudadanos..., y pronto vamos a poder ponerlo en práctica: en el próximo mes de mayo habremos de elegir de nuevo a nuestro alcalde y a este ya lo vamos conociendo.

Alguien, en el frontispicio de esta obra, escribirá, con minúsculas tal y como él se atrevió a escribir por todas partes el nombre de Madrid, mi pueblo: alberto ruiz gallardón, fue Alcalde de Madrid. 2003-2007.

Que así sea.