Situación del movimiento obrero en América Latina
por Daniel Pereyra

Especial para Codo a Codo

Enero 2007

Desde que el neoliberalismo impuso sus políticas a escala mundial –período que se podría simbolizar con el ascenso a los gobiernos de Estados Unidos por Ronald Reagan y de Gran Bretaña por Margaret Thatcher- el movimiento obrero mundial comenzó a retroceder, a perder conquistas y a bajar su nivel de vida. Como señalaba Jaime Pastor en el número anterior de Codo a Codo: “El debilitamiento estructural y organizativo de la fuerza de la clase obrera y de los movimientos obreros en Occidente que se ha ido produciendo a través de la “flexplotación” y de una creciente identificación de las grandes organizaciones sindicales y formaciones políticas de izquierda con sus respectivos “Estados competitivos de mercado”, ha constituido un factor clave para entender por qué, junto a la agravación de las desigualdades sociales, se han producido tan significativos avances en los procesos de “desdemocratización” actuales”.

El debilitamiento estructural y organizativo aparece con el aumento de la explotación, con la reducción de personal fijo de las empresas, con el aumento de la subcontratación, con la deslocalización de empresas, en suma, con la precarización del trabajo y con la disminución del número de trabajadores fijos, y por lo tanto con el temor a la pérdida del puesto de trabajo. La brutal ofensiva contra los trabajadores implicó un descenso del salario real, la pérdida de numerosas conquistas del pasado, como el pago de horas extras, la jornada de 8 horas, el incumplimiento de las normas de seguridad con el incremento de la siniestralidad, etc. En cuanto al rol de las grandes centrales y sindicatos, aceptaron de hecho esas pérdidas, plegándose a las demandas de los gobiernos y patronales respectivas, en aras de la competitividad, que no es más que una mayor explotación de los trabajadores; hicieron estas concesiones a cambio de mantener sus privilegios burocráticos y de la relativa estabilidad de un sector menguante de la clase trabajadora.

El efecto neoliberal sobre el movimiento obrero en América Latina

Esos efectos globales se han aplicado en Latinoamérica con métodos mucho más contundentes que en los países capitalistas más avanzados. El primer paso, impulsado por Estados Unidos, fue barrer todo atisbo de gobiernos nacionalistas, populistas o de izquierda, mediante la instauración de brutales dictaduras que anularon las libertades democráticas, las conquistas sociales y las estructuras sindicales. Desde los años 60 surgieron dictaduras militares o gobiernos civiles autoritarios que, con el pretexto de la lucha contra el “comunismo internacional”, fueron imponiendo sus condiciones políticas y económicas a los trabajadores y a los pueblos en general: Aumento de la deuda externa y total dependencia del mercado mundial, privatización de las empresas estatales, en particular de los servicios públicos, despido masivo de trabajadores de esas empresas generando un porcentaje altísimo de parados, aumento de la explotación en todas las categorías de los asalariados. En el plano político esta ofensiva neoliberal sobre el movimiento obrero se expresó en regímenes brutales que prohibieron o debilitaron los sindicatos, hicieron desaparecer y asesinaron a la vanguardia sindical más combativa (en Colombia en los últimos 15 años fueron asesinados 2205 sindicalistas; en Argentina miles desaparecieron o fueron asesinados desde 1974), causando además el despido de los activistas y delegados de base, o el abandono del puesto de trabajo por temor a la represión y con ello, la práctica liquidación por años de la organización al interior de las empresas. Ese debilitamiento sindical condujo a un descenso generalizado de los salarios reales, y las direcciones sindicales burocráticas llegaron a firmar convenios con salarios por debajo del nivel de pobreza. Tampoco se opusieron a los despidos masivos que derivaron en un aumento creciente del paro. En líneas generales, las luchas que se desarrollaron en ese período, de por sí muy reducidas, fueron de carácter defensivo y aisladas, por el pago de salarios atrasados o contra despidos de personal. Se produjeron cambios profundos en la estructura de la clase obrera. Ante todo por el aumento del número de parados provocados por las privatizaciones y la apertura del mercado interno a las mercancías extranjeras; la falta de mecanismos sindicales y sociales de solidaridad entre trabajadores ocupados y desocupados es la primera de las fracturas de la clase.

Por otra parte, la diferenciación establecida entre los trabajadores fijos y los contratados, así como los ocupados en el sector informal, que en algunos países superan el 50 % del total de la población activa. No menos importante es el sector de mujeres y niños, sometidos a una super explotación y que a su vez presionan a la baja los salarios y las condiciones laborales de los trabajadores fijos.

Todos estos factores contribuyeron a un descenso de la solidaridad de la clase obrera, una baja de la sindicalización y una disminución de las luchas. Este proceso no se produjo de forma simultánea en todos los países, pero marca toda la época que va desde los años 60 hasta la actualidad, en la cual la clase obrera dejó de jugar objetivamente un rol de vanguardia de las luchas que se produjeron, lugar que fue ocupado por otros sectores sociales.

Surgimiento de los nuevos movimientos, combinación de luchas políticas y sociales

Desde 1994 se inició en América latina un período de ascenso de las luchas sociales, con múltiples protagonistas, con variados objetivos, con avances y retrocesos parciales, diferente en los tiempos y en las localizaciones locales o nacionales, pero que en general es de avance de los oprimidos y explotados. Atilio Borón expresa así la emergencia de nuevos protagonistas sociales: “…… la centralidad excluyente que Marx le había asignado al proletariado industrial exige, luego de siglo y medio de incesantes transformaciones del capitalismo, un radical replanteamiento de la cuestión. Ahora los eventuales “sepultureros” del capitalismo, prosiguiendo con una imagen clásica, dispuestos a poner en cuestión los fundamentos del viejo régimen son muchos……. se entretejen todas las luchas sociales desatadas por las múltiples formas de opresión capitalista: explotación, patriarcado, discriminación, sexismo, racismo y ecocidio, todo lo cual provoca el florecimiento de múltiples sujetos dispuestos a resistir y vencer. El viejo proletariado industrial ya no detenta el papel estelar del pasado. Es cierto, pero ahora no está solo. Ninguno de estos sujetos puede reclamar a priori un papel hegemónico o de vanguardia en la imprescindible gran coalición contra el capital. Esto se decidirá en la coyuntura, en función de la capacidad efectiva de dirección (organización, conciencia, estrategia y táctica) que cada quien demuestre en la lucha.” (Rebelión, 17/12/2006) No obstante ese retroceso del movimiento obrero, amplios sectores de masas iniciaron un período de ascenso que continúa y se ha concretado en victorias importantes, tanto en el terreno político como en el social. De manera creciente los sectores marginales se autoorganizan de las formas más variadas para sobrevivir a la miseria, ante la ausencia de organizaciones sindicales o institucionales que aporten soluciones. Hay numerosos ejemplos de grupos de mujeres y de desocupados, que a través de cooperativas crean trabajos y fuentes de ingreso, así como múltiples formas de organización cultural y política independientes. Esto además de los grandes movimientos sociales de carácter nacional o regional.

El derrocamiento de gobiernos neoliberales como el de Jalil Mahuad en Ecuador en 2000, el de De la Rúa en Argentina en 2001 o el de Sánchez de Losada en Bolivia en 2003; la victoria electoral de candidatos opuestos a la línea más derechista, como la de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Néstor Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay, Daniel Ortega en Nicaragua, Lula en Brasil o Rafael Correa en Ecuador, más allá del significado preciso de cada uno, marcó un curso de oposición a los planes del imperialismo y del neoliberalismo, haciendo muy difícil la puesta en marcha del ALCA. Hoy, la vanguardia de ese proceso está situada claramente en Venezuela y Bolivia, sin olvidar la presencia de Cuba y a la espera de las acciones de Ortega y Correa. En otro plano, la emergencia de luchas políticas de masas, como la oposición al ALCA y a la existencia de bases militares de Estados Unidos como la de Manta en Ecuador, contra el pago de la deuda externa, por el castigo a los culpables de genocidio, contra la privatización de servicios públicos, contra el Plan Colombia, en defensa de la naturaleza, por la tierra y por los derechos de los pueblos originarios, marcan el período.

Estas iniciativas masivas se dan simultáneamente con una deslegitimación de la política y los partidos políticos asociados con gobiernos corruptos y con manejos burocráticos de las organizaciones populares, creciendo la necesidad de otra forma de hacer política y de otro tipo de formas organizativas, más participativas y democráticas.

Este resurgimiento se produjo coincidiendo con el final o el debilitamiento de los regímenes dictatoriales y con los efectos iniciales del neoliberalismo, entre los años 80 y 90 del siglo pasado, cuando comenzaron a surgir movimientos organizados de distintos sectores de la sociedad, para luchar por reivindicaciones propias de los mismos. El principal sector movilizado fue el campesinado en demanda de tierra, aunque también de forma más específica su componente indígena, exigiendo el respeto de su cultura, lengua y costumbres, así como el fin de la exclusión que sufren desde el tiempo de la Colonia. Veamos algunos de los mayores movimientos campesinos o indígenas latinoamericanos:

El MST (Movimiento de Trabajadores Sin Tierra) de Brasil surgió en los años 80, teniendo como principal reclamación la obtención de la tierra y empleando el método de la ocupación de latifundios, dando lugar a grandes movilizaciones, marchas y acampadas, que involucran a centenares de miles de campesinos.

Casi simultáneamente al MST se creó la CUT (Central Unitaria de Trabajadores) que basada en el proletariado industrial defendió los intereses de los asalariados frente a la patronal, participando activamente en la oposición a la dictadura militar; posteriormente su carácter clasista fue perdiendo fuerza y supeditándose a la dirección de Lula. Por el contrario, el MST aunque apoyó al Partido de los Trabajadores y la candidatura de Lula a la presidencia, conservó siempre su independencia y actitud crítica, tanto frente a los gobiernos neoliberales como a los del PT. El MST, además de la lucha por la tierra desarrolla una intensa labor social y educativa a diversos niveles, y de formación de cuadros dirigentes.

En 1994 emergió en México el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) luego de una larga preparación, basado en las comunidades indígenas de Chiapas, a través de una insurrección armada de corta duración, seguida de un período de lucha civil que continúa en la actualidad, uniendo reclamos campesinos con el de autodeterminación, exigiendo sus derechos al autogobierno, lenguas y cultura. Los últimos años han constituido las Juntas de Buen Gobierno, ejerciendo de forma autónoma la administración de las comunidades al margen del Estado.

En Ecuador se formaron desde hace años diversas organizaciones indígenas, coordinadas por la CONAIE (Coordinadora Nacional de Indígenas de Ecuador) que además de luchar por sus reivindicaciones específicas participó en múltiples movilizaciones populares de carácter político, jugando un papel fundamental en la caída del presidente Mahuad en 2000, sufriendo posteriormente una fuerte crisis por su participación en el gobierno del coronel Lucio Gutiérrez, que también fue derrocado por una movilización masiva en 2005. Han apoyado la candidatura del triunfante candidato Correa a la presidencia en 2006. En 1996, por un acuerdo electoral entre la CONAIE y otros movimientos sociales, surgió Pachakutik, como expresión política electoral de esos movimientos, que también se vio afectada por su participación en el gobierno de Gutiérrez, aunque antes de la caída de éste, Pachakutik se retiró de los cargos que ocupaba.

En Bolivia la privatización de la minería, cuna de uno de los movimientos obreros más combativos del continente, provocó el despido de miles de trabajadores que, para enfrentar la miseria emigraron a la región tropical del Chapare. La mayoría de ellos se dedicaron al cultivo de la coca, uno de los pocos productos que hacían rentable el trabajo. Su tradición de organización los llevó a crear sindicatos de campesinos cocaleros, que debieron luchar contra la represión desatada por el Estado en connivencia con Estados Unidos, que deseaban erradicar sus cultivos. Esos sindicatos se unieron en las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, siendo Evo Morales presidente del Comité de Coordinación desde 1998 y soportaron, no sin respuesta, duros ataques de las fuerzas policiales y militares; su consigna fundamental es la legalización del cultivo de la coca. Desde esta organización se creó el MAS, fuerza política que llevó a Evo a la presidencia de Bolivia.

Además de los ejemplos citados, en el marco de un resurgir de los pueblos originarios de América, son numerosos los lugares donde se producen movilizaciones en defensa de sus derechos. Desde hace más de 10 años el pueblo indígena mapuche en Chile, organizado en el Consejo de Todas las Tierras y otros movimientos libra una fuerte lucha en defensa de la tierra y por el reconocimiento de su identidad, por medio de marchas y ocupaciones de latifundios, y de oposición a la entrega de tierras comunales a empresas multinacionales como ENDESA; estas luchas se saldaron con numerosos detenidos y heridos por la represión. Los campesinos paraguayos agrupados en la MCNOC (Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas) y en la FNC (Federación Nacional Campesina) protagonizan desde hace años luchas por la tierra, incluso con cortes de carreteras.

En Venezuela la Coordinadora Agraria Nacional Ezequiel Zamora que agrupa 22 movimientos campesinos regionales impulsa la lucha por la tierra, en el marco de la reforma agraria del gobierno de Chávez, enfrentando una fuerte oposición de los terratenientes y sus sicarios, que han asesinado 79 campesinos en los últimos años

Con características urbanas, son también numerosos los movimientos sociales que han surgido en América Latina. Los Movimientos de Trabajadores Desocupados de Argentina surgieron como consecuencia del despido de millones de trabajadores causados por la crisis que asoló el país desde los años 90. Abandonados por los gobiernos de turno, sin asistencia oficial ninguna, mientras ciudades y pueblos prósperos se hundían en la miseria, los trabajadores sin trabajo, los desocupados, se abocaron a organizarse colectivamente. Sus exigencias de trabajo y comida fueron llevadas adelante mediante una combinación de solicitudes a las autoridades y marchas pacíficas, con cortes de calles y carreteras mediante barricadas: se hicieron famosas las acciones de los “piqueteros” que interrumpían el tráfico con neumáticos ardiendo. Estas luchas se extendieron durante varios años, lograron arrancar a los gobiernos ayudas como subsidios y vales de alimentos, y consiguieron hacer visible a un sector de millones de personas que eran totalmente ignorados; también realizaron emprendimientos productivos como forma de crear puestos de trabajo. No obstante, merced a un crecimiento de la oferta de trabajo y de la cooptación de algunos dirigentes por el gobierno de Kirchner, este gran movimiento perdió fuerza, aunque subsisten algunos sectores combativos. También jugó un papel en su desgaste el accionar sectario de organizaciones de izquierda que centraron su actividad en tomar las direcciones de los movimientos de desocupados, en lugar de trabajar para fortalecerlos. En diciembre de 2001 una multitud se congregó frente a la Casa de Gobierno en Buenos Aires en protesta por la política neoliberal y el llamado corralito que expropió los ahorros de la clase media y sufrió una brutal represión que causó 30 muertos.

La movilización logró la renuncia del presidente De la Rúa. En ese momento surgieron las Asambleas Barriales, organismos democráticos de base, que perduraron más de un año, y que ocuparon muchos locales abandonados para que funcionaran las Asambleas. En Bolivia, la lucha en defensa del agua y contra su privatización, dio lugar al surgimiento de la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida, en Cochabamba, protestando por la elevación del precio del agua en un 200 %, efectuada por la empresa Aguas del Tunari, subsidiaria de la norteamericana Bechtel. Esa Coordinadora era muy plural, y la integraban campesinos regantes, asociaciones de profesionales, cocaleros, transportistas, maestros, estudiantes, sindicatos obreros; protagonizó una lucha heroica, enfrentando una fuerte represión hasta conseguir la victoria en 2003, con la huida de Losada, que fue obra de todos los movimientos sociales bolivianos. Algo similar ocurrió en El Alto, ciudad vecina a La Paz, donde, según Alex Callinicos: “Los sindicatos clásicos apenas existen… Hay dos formas principales de organización. Una es la asamblea de barrio. Hay 550, una por barrio… Las asambleas se reúnen en la Federación de Asambleas de Barrio de El Alto. Esta es la organización más importante, la que encabezó los levantamientos de 2003 y 2005. La otra principal forma de organización es la Asociación de comercio de los vendedores ambulantes, que está agrupada en el Centro Regional de Trabajadores…Las organizaciones son todas territoriales y controlan un área, un barrio o un mercado.” (Rebelión, 09/01/07).

Organizaciones populares basadas en asociaciones de vecinos y otro tipo de movimientos sociales y sindicales protagonizaron en diversas ciudades la lucha contra la exportación del gas y las demás reivindicaciones populares, exigiendo la dimisión del presidente, enfrentando la represión con huelgas, marchas, cortes de carreteras y luchas con la policía, hasta conseguir la huida de Gonzalo Sánchez de Losada. La represión causó 70 muertos y más de 400 heridos Estas gigantescas movilizaciones exitosas fueron protagonizadas por un amplio movimiento popular, compuesto por autónomos, vendedores ambulantes, trabajadores precarios, asociaciones vecinales, con un fuerte componente de mujeres y también de obreros, pero que no actuaron como sector organizado y por tanto sin jugar un papel de vanguardia de estas luchas. La presencia de la mítica COB, la Central Obrera Boliviana, que jugó un rol decisivo en las grandes movilizaciones del pasado, está muy disminuida por efecto de los factores arriba señalados para el conjunto de América Latina y por la división existente en su seno. Una muestra lamentable de la fragmentación de la clase obrera boliviana es la división entre mineros cooperativistas y asalariados, que derivó en choques violentos entre trabajadores en 2006, afectando incluso el proyecto de nacionalización minera.

Una de las más grandes movilizaciones populares, fundamentalmente espontánea, es la ocurrida en Caracas en defensa del gobierno de Chávez, ante el golpe derechista en abril de 2002; desde las barriadas pobres bajaron al centro de la ciudad centenares de miles de personas que lograron la libertad de Chávez y su retorno a la presidencia. Esta movilización es continuación de otras que el pueblo caraqueño ha protagonizado a lo largo de las últimas décadas, habiendo sufrido innumerables represiones. Bajo el gobierno de Chávez han surgido una multiplicidad de formas organizativas populares, como los miles de comités de tierra urbana o de mesas técnicas de agua, que se ocupan de los problemas cotidianos de los pobladores.

En México, además de las movilizaciones de apoyo a los zapatistas en el marco de la Sexta Campaña que recorre el país, ha surgido un vasto movimiento ciudadano de carácter democrático y contra el fraude electoral, defendiendo el derecho de Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD, a acceder a la presidencia del país. Coincidiendo en el tiempo con esa movilización se produjo la lucha del pueblo de Oaxaca junto a los maestros en huelga, constituyéndose la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) en base a organismos autónomos, barriales y asamblearios, que mantuvo una lucha de varios meses exigiendo la renuncia del gobernador Ulises Ruiz Ortiz por su política represiva y antidemocrática.

La APPO actuó durante semanas como una auténtica dirección centralizada, organizando la vida y la vigilancia de la ciudad, funcionando a través de Asambleas populares que tomaban las decisiones necesarias, y manteniendo una red de barricadas y piquetes de vigilancia. Finalmente reprimida por tropas federales, Oaxaca sembró un ejemplo de lucha y organización popular autónoma y democrática, implantando formas embrionarias de poder popular, con medios de comunicación propios.

Comienzos de recuperación del movimiento obrero.

A partir de los años 90, comienza a producirse una lenta recuperación del movimiento obrero, aunque con diferencias notables por países, coincidiendo con la irrupción de los movimientos sociales rurales y urbanos que hemos citado.

Eduardo Lucita, miembro de Economistas de Izquierda, en un artículo de marzo de 2005 expone la situación económica en Argentina al comenzar la recuperación:

“La contrapartida no es otra que fuertes compromisos de pagos (de la deuda externa) en los próximos 10 años; salarios deprimidos; una desocupación del 17%; altísimas tasas de trabajo en negro y precarización laboral. La resultante no es otra que una distribución cada vez más regresiva del ingreso: la brecha entre el 10% más rico y 10% más pobre que en 2001 era de 29 veces lo es de 32 en la actualidad”. La recuperación es para los sectores más poderosos, y la desigualdad crece, lo que empuja a la lucha.

Dos factores principales alientan esa recuperación: el logro por parte del capital de sus objetivos más importantes, como la baja general de los salarios, lo que tras una gran depresión provocó una reactivación económica y una consiguiente oferta de trabajo, y la influencia de las luchas libradas por distintos movimientos, algunas de ellas con éxito, en las cuales intervinieron sectores de trabajadores.

No obstante, los avances del movimiento obrero son lentos, ya que parten de una base muy débil. Un bajo índice de afiliación sindical, una mayoría de sindicatos de empresa sin unidad a nivel nacional, peso predominante de burocracias sindicales corruptas, debilidad y división de los sectores clasistas, centrales sindicales débiles y con varias en cada país. Estos factores sumados a la fragmentación de la clase y al elevado número de parados, hacen sin duda difícil remontar los efectos de la derrota sufrida. La recuperación se da inicialmente en los trabajadores estatales en lucha contra la privatización y los salarios deprimidos por el Estado-patrón, y en los ocupados en sectores estratégicos, como transportes o telecomunicaciones. Una rápida revista de la situación de algunos países demuestra la base desde la que se parte y las dificultades del proceso de recuperación.

En el conjunto del continente, la cantidad de trabajadores desocupados o subocupados fluctúa entre un 33 % de Argentina, un 45 % de Colombia, el 18 % en Venezuela (2003) y el 9.5 % en 2006, un 47 % en Perú en 2004 (en este caso se estima que trabajan 2 millones de menores de 15 años: otro ejemplo de la baja del salario, de la fragmentación de la clase y de los niveles de superexplotación). Además, se calcula que aproximadamente el 50 % de los trabajadores ocupados de América Latina lo están en el sector informal, lo que sumado a los desocupados y subocupados, hace muy frágil la situación de la clase y difícil la afiliación a sindicatos. Las cifras son reveladoras: Según la OIT existe una tendencia a la baja, causada en buena medida por la globalización, que en muchos países se expresa por una persecución directa a la sindicalización, que en Colombia llega al asesinato de dirigentes sindicales. El nivel de afiliación más alto es el de Argentina, con un 37 % de los empleos fijos, pero dejando al margen a los trabajadores informales (estos representan el 44 % de los ocupados en 2006); además existe una tradición de afiliación obligatoria desde la época peronista. En Chile el porcentaje de afiliados es del 8 %; en Perú del 5.2 % en 2001 y del 3 % en 2006 (esto de los trabajadores fijos, ya que el 61 % del total son informales); en Colombia el 4.5 %.

En cuanto al peso de la burocracia, todavía sigue siendo dominante en la mayoría de los países, destacándose la vigencia de los “charros” en México y de los “gordos” en la CGT argentina, y hasta hace apenas 3 años en la CVT venezolana. Sindicatos débiles y burocracias fuertes se traduce en movimiento obrero poco combativo, y en trabajadores que muchas veces se expresan a través de formas de lucha no sindicales, como los movimientos sociales o políticos, contra determinados gobiernos o situaciones que implican a amplios sectores de la población: corrupción, agua, gas, empleo, etc.

Algunos ejemplos de la recuperación

El análisis sobre la escasa participación sindical en los grandes movimientos de los últimos años en Latinoamérica, no nos deben llevar a creer que no existen luchas de los trabajadores. Se producen constantemente huelgas locales o de empresas aisladas, muchas veces prolongadas, por objetivos limitados a reivindicaciones económicas o contra despidos; se realizan huelgas generales pero sin continuidad, siendo más de protesta que para conseguir los objetivos declarados; las direcciones sindicales las convocan para cumplir formalmente con los reclamos de las bases pero sin implicarse realmente en alcanzar el éxito de las reivindicaciones.

Como hemos señalado, los sectores más combativos del movimiento obrero latinoamericano surgen de los trabajadores estatales o de servicios estratégicos, ya que aún contando solamente con sus propias fuerzas, poseen una capacidad de presión que les permite ganar los conflictos. Refiriéndonos a los últimos tiempos y a unos pocos ejemplos, los maestros peruanos o los mexicanos de Oaxaca, los trabajadores petroleros de la Patagonia argentina, o los mineros chilenos cuya lucha culminó en diciembre de 2006. Es emblemático el caso del Metro de Buenos Aires donde se consiguió la jornada de 6 horas por trabajo insalubre, que había sido eliminada por la dictadura militar, a través de una huelga ejemplar. Estas luchas son conducidas por direcciones sindicales nuevas y combativas que surgen generalmente en sindicatos de empresa, con un funcionamiento democrático asambleario.

Es igualmente de destacar el método de recuperación de fábricas: en Argentina la ocupación por sus trabajadores de las empresas abandonadas por la patronal durante la crisis de 2001, que las han puesto en funcionamiento y luchan por su expropiación. Tal el caso de Cerámica Zanón que con varios centenares de empleados es un símbolo del clasismo combativo. En Venezuela como parte del proceso revolucionario, también se impulsa la toma de empresas abandonadas y su puesta bajo control obrero, como es el caso de ALCASA (fabricante de aluminio) y Sanitarios Maracay, tomada por sus trabajadores en noviembre último.

Desde sectores de oposición sindical han surgido iniciativas para limpiar los sindicatos de burócratas. En Venezuela, acompañando el fortalecimiento del gobierno de Chávez, se derrotó a la CTV, central sindical burocrática, que apoyó el golpe y el paro petrolero contra el gobierno popular. Surgida en 2003, la UNT (Unión Nacional de Trabajadores) creció vertiginosamente contando en la actualidad con 2 millones de afiliados, mientras la CTV descendió a menos de 200.000. En la UNT se produce un fuerte debate interno entre un sector partidario de impulsar el proceso revolucionario, desde una completa independencia respecto del Estado, la C-CURA, (Corriente Clasista Unitaria), y otro sector, la FBT (Fuerza Bolivariana de Trabajadores) que mantiene una política mucho más moderada y de adhesión absoluta al gobierno.

En Argentina se creó hace años la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) en oposición a la CGT burocratizada. La CTA logró reunir 780.000 afiliados, fundamentalmente entre los empleados estatales, el 35 % del total de miembros de sindicatos, pero la CGT controla férreamente a la mayoría de los trabajadores afiliados y de los sindicatos industriales. Recientemente ha surgido una oposición dentro de la CTA por su línea de apoyo al gobierno de Kirchner y por la falta de una verdadera participación de las bases, expresada en dos sectores clasistas en su reciente congreso, que obtuvieron el 15 % de los delegados.

En Colombia la CUT surgió en 1986 como renovación del viejo sindicalismo socialdemócrata de la CGT, levantando un programa contra el FMI y por el no pago de la deuda externa. La CUT cuenta con 450.000 afiliados, la mayoría maestros; su posición fue derivando a acuerdos con el gobierno, del cual recibe ayuda financiera, y se ha pronunciado contra Cuba y Venezuela. En su seno ha surgido una Corriente Sindical Clasista, que plantea la lucha contra la globalización y el neoliberalismo y se opone al ingreso individual de pequeños empresarios, como pretende la mayoría. Pero esto sin olvidar que la situación sindical colombiana es dramática, por la represión estatal y patronal que sufre, que lo coloca en situación de enorme debilidad.

Perspectivas del movimiento sindical clasista en la lucha anticapitalista

En el marco del ascenso de las luchas populares en América Latina, la existencia de un movimiento sindical independiente de patronos y estados, combativo y solidario puede desempeñar un rol decisivo en la lucha contra el capital y el imperialismo. Para ello se cuenta con la rica experiencia acumulada a lo largo de años de luchas, y con el surgimiento de los poderosos movimientos sociales existentes.

-Partiendo desde una posición de debilidad, sectores del movimiento obrero organizado han librado en los últimos años numerosas luchas contra la privatización de los servicios públicos y por aumento de salarios devaluados. El núcleo más destacado en estas luchas han sido maestros y otros empleados públicos, pero ya se extienden a sectores más amplios del movimiento obrero. Evitar los movimientos aislados, solidarizarse con las luchas existentes, generalizar las huelgas al nivel de gremio o federación, son pasos importantes para lograr las reivindicaciones buscadas.

-Defender los puestos de trabajo, evitar los despidos, combatir la subcontratación, ocupar y hacer funcionar las empresas cerradas exigiendo su expropiación, son medidas que fortalecen la unidad de la clase, evitando la competencia entre trabajadores.

-Es preciso superar la fragmentación de los trabajadores, buscando la más amplia unidad de acción, que debe marchar de la mano con la máxima solidaridad entre sectores oprimidos y explotados: mujeres, niños, indígenas, campesinos, inmigrantes, obreros industriales, empleados, técnicos, desocupados, trabajadores informales, trabajadores estatales y privados. Ejemplo positivo es la solidaridad de los trabajadores del Metro de Buenos Aires con los compañeros de talleres y de subcontratas para la equiparación de sus horarios y salarios con el resto de la plantilla. Casos en los que faltó un apoyo sindical general son la reciente larga lucha de Oaxaca, o los citados trabajadores del Metro que carecieron del apoyo activo de su Federación, o las múltiples luchas en Latinoamérica que estuvieron aisladas, incluso de sus mismos gremios. Por eso es fundamental extender la solidaridad de clase por encima de las fronteras de los estados nacionales.

-El movimiento sindical controlado por la patronal o el Estado, al perder su independencia, deja de ser útil a los intereses de los trabajadores. Revertir esa situación, rescatando la autonomía perdida de los sindicatos, les hará ganar en fuerza de clase.

-En casi todos los países se está produciendo una lucha contra la burocracia sindical y en muchos de ellos, como hemos visto más arriba, se han conformado corrientes clasistas que llevan adelante esa confrontación. En Venezuela el clasismo es mayoría en la central obrera o está a punto de serlo. La democratización de las organizaciones sindicales, la práctica de la consulta en asambleas, la transparencia de las cuentas de los sindicatos, los salarios de los dirigentes puestos al nivel de los trabajadores, son medidas imprescindibles para derrotar a la burocracia y poner los sindicatos al servicio de la lucha contra la patronal.

-En la medida que no existan centrales sindicales combativas, las corrientes clasistas deben influir en su seno, constituirse en centro coordinador de las luchas y organizar la solidaridad. De este modo mostrarán con el ejemplo la importancia de la lucha clasista e impulsarán la movilización antipatronal y antiburocrática de amplios sectores de los trabajadores.

-La experiencia de algunas luchas ejemplares del sindicalismo clasista y de movimientos sociales combativos ha permitido rescatar del arsenal de la lucha de clases formas de lucha que, en apariencia olvidadas, permanecen en la memoria colectiva: Los piquetes de huelga; los cortes de calles y carreteras; la huelga con ocupación de empresas; las huelgas generales; los paros, manifestaciones y actos solidarios; la denuncia pública de represores, agentes patronales y otros enemigos (los “escraches”) y en general, el traslado a la calle y los barrios de las luchas obreras.

-La poderosa irrupción de los movimientos sociales en la lucha contra el neoliberalismo y sus consecuencias, ha llegado para quedarse en el terreno de las luchas populares. Estos y el movimiento sindical debieran buscar la confluencia en la lucha, ya que tienen importantes objetivos comunes. El combate contra la opresión y la explotación solo podrá triunfar con la más amplia unidad de oprimidos y explotados. Los trabajadores deben asumir como propias las luchas de esos movimientos y contribuir a su victoria: temas como el rechazo a las privatizaciones o al ALCA, la defensa de la naturaleza, los derechos de la mujer y el niño, de los pueblos originarios y los campesinos, la vigencia de las libertades democráticas y contra las secuelas de las dictaduras, tienen que ser parte de las reivindicaciones del movimiento obrero. Esto no significa olvidar las reivindicaciones propias del sindicalismo, como la defensa del salario real y del puesto de trabajo o la lucha contra la siniestralidad laboral, sino por el contrario soldar el frente de todos los luchadores contra el capital y el neoliberalismo.

Tal como afirma Claudio Katz (miembro de Economistas de Izquierda) en Corriente Alterna, 19/01/07: “La debilidad social de la clase obrera industrial no impide un avance anticapitalista, que depende de la confluencia de los explotados con los oprimidos en una lucha común. Lo esencial es el nivel de conciencia popular. Se han forjado nuevas convicciones antiliberales y antiimperialistas, pero falta un eslabón anticapitalista que podría nutrirse del debate abierto en torno al socialismo del siglo XXI”.