Un antes y un después. 2da. Parte. Cien manos para atrapar al vuelo una botella de agua. (1) Por Andrea Benites-Dumont
Abril 2007

“El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. Italo Calvino

Con la recreación de mitos en el artículo de Codo a Codo de febrero(2) pensaba que con ello exorcizaba las penurias de los náufragos que deambulaban en el limbo de la mar, que emergían de la nada, un buque a la deriva llevando seres sin puerto y sin destino; un barco fantasmal con inmigrantes rechazado a millas de la costa hasta que finalmente la muerte de varios de ellos, generó reuniones –siempre las indispensables reuniones- para que reacciones humanitarias los dispersara y los expulsara nuevamente de vuelta a la nada.

Pero se ha vuelto a repetir. Vuelven los barcos con inmigrantes navegando en la frontera de la muerte y de la vida; se reproduce en término similares lo del barco de enero. Esta primavera alergénica avisadora del verano de nautas, unos de veleros con copa y premios, y otros de espectros.

“Sin lágrimas para el compañero muerto”, subtitulaba un periódico.... Tentación de acusación, de denotada incomprensión a gentes que ya lloraron todo, desde hace tiempo vienen llorando por las muertes de los que murieron y de los que van a seguir muriendo, o gente que ya no tienen fuerzas ni para llorar, o que tanta muerte les llevó la costumbre de llorar.

Desde comienzos del año pasado cerca de 30.000 (fatídica cifra) inmigrantes clandestinos han viajado desde las costas de África occidental hasta las islas Canarias. En algún lugar del océano, más allá de las costas del continente proscrito, está el Karonte de los inmigrantes, y debido a que los mitos es el camino metafórico de verdades, de duras e insoportables realidades, buscamos, necesitamos el artilugio simbólico del mito que nos “racionaliza” y nos “tranquiliza”.

Y empecinadamente en los barcos que se deshacen, están las nuevas posibilidades de crear un nuevo espacio, es la salida de emergencia; es el supuesto pasaje de lo negativo a lo positivo, de la muerte de hambre y de sed a la posible no-muerte; es la eventualidad que la expulsión pueda tornarse en la reapropiación de vida, aún cuando ésta sea el eterno regreso. Pero ciertamente que no son similares todos los caminos ni mucho menos las partidas, y el desprendimiento de los elementos que constituyen una identidad, la lejanía y la pérdida de los lugares comunes y propios, funda un categoría nueva, un espacio de desarraigo donde el tiempo se desconecta del pasado y establece un no-futuro, el aislamiento, la incomunicación, se expande, y es en este apenado alejamiento, en esta desgracia indispensable que los inmigrantes tienen la posibilidad de saltar de una nada.

Es verdad que estas líneas se escriben para resaltar lo más trágico del signo epocal de la inmigración; porque en las ciudades la repoblación se visibiliza la multiplicidad y la diversidad, que no mestizaje llano, donde los que consiguieron dejar su nada, y más aún, si tienen papeles descubren un status, una nueva identidad, no es que puedan oficiar en ciudadanía, pero sí al menos en consumidores, que según la estructura sistémica dónde nos ahogamos y envilecemos, es cuanto más y mejor puede aspirar el ser humano en el “capital way of life”

Y en este espacio áspero que transitamos se esparce la aparición de otro distinto, de otro lugares, otras costumbres, otras creencias; la presencia de extranjeros. En su raíz griega, xenos, expresa desprecio y alerta a todo lo que es extraño, ajeno, indeseable; y en este disparate antagónico y alienante, en el opuesto ese (otro) extraño puede ser admirado o querido por su condición económica o por otros avatares tan vacuos como la fama, la moda... Pero de los otros que hablamos son los de la calle, no lo de los de papel cuché ni los fílmicos. Porque también en “los de afuera” hay clases, hay ricos y pobres. Y esta diferencia que se resume apenas en cuatro palabras, está la tragedia o la comedia; las máscaras alegóricas del teatro, la de la risa y la del llanto.

Obviamente de esto último hablamos en esta suelta de palabras para el titular aquel de sin lágrimas para los muertos.... Sigue establecido en el imaginario colectivo, que inmigrantes, extranjeros, es decir el extraño, el que viene de afuera (foras), distinto a los del colectivo, lo intrínsecamente peligroso, pero denota asimismo la subconsciente fragilidad del propio . La etimología de este grupo de palabras es compatible con la de forajido. Y en la esfera lingüística seguimos manteniendo a extranjero asociado a enemigo. Y por esto no es casual que desde el ámbito policial (a finales del siglo pasado, el castrense) se detente el control de los extranjeros, y que la percepción social extendida de inmigrante-delincuente-ilegal devenga de enemigo-peligro acuñado en las fronteras de los estados. El sociólogo Roger Bartra afirma que la creación del mito del hombre salvaje es un ingrediente fundamental de la cultura europea, creación de un alter ego, el salvaje artificial que preserva la identidad del europeo como hombre occidental civilizado. Y ya para más ahondamiento en la conducta de prevención y rechazo, para Sigmund Freud la xenofobia tiene relación con los temores a la muerte y sus diferentes representaciones, fantasmas, aparecidos, temor a ser enterrado vivo

Parecería que el racismo y el odio al extranjero han sido y son elementos reiterados en las sociedades humanas. Parecería que la constitución de un grupo lleva implícita la exclusión y el odio a otro; perceptible tanto en el imaginario social como en el individual. Cada sociedad se constituye con sus valores, su concepto de justicia, de la lógica y de la estética. Los otros serán inferiores, de modo que la inferioridad del otro es el reverso de la afirmación de la propia verdad. De aquí a que los otros contengan una esencia malvada y perversa hay una corta distancia. (Castoriadis, 1985).

La mirada al otro contiene el olvido que todos hemos sido extranjeros (y que continuamos siéndolo) y se produce la reducción en el etnocentrismo, que da el marco correspondiente a que en el propio grupo residen los verdaderos valores, la percepción correcta de la realidad, y así se estructura y enraiza el prejuicio, el conjunto de sentimientos y juicios que provocan actitudes discriminatorias, segregación, y explotación de un grupo por otro. En estos tiempos y en este mundo, es posible que reneguemos inconscientemente lo que afirmaban los clásicos, que todos somos emigrados sobre la tierra. No es disparatado ni mucho pensar, sentir y vivir que en cada ser se asienta una espacio de alteridad incognocible, que persiste en todas las relaciones tanto con otros seres, con otras clases, y si esta suerte de alteridad, esta extranjería propia deja de ser una amenaza, un temor, el reconocimiento a la desazón vital de la extranjería propia, nos coloca entonces en un plano de identidad colectiva, somos (y seremos) todos extranjeros.

Pero retomemos el término "foras", que etimológicamente además de su presencia en forastero, significa también "puerta". Y es en esta otra visión positiva en la que queremos asomarnos, interesa en tanto en cuanto está a nuestras puertas, nos interesa en cuanto comunicación, en cuanto lugar de encuentro. Y también recurrimos a un mito, “el amigo extranjero” -Xénos phílos- en el que el mundo exterior también contiene múltiples posibilidades, y la capacidad de integración del mundo griego, de incorporar lo extraño sin, por ello, desvirtuar lo valores de lo propio, de ahí que muchos emprendieran es viaje, como Telémaco (prototipo de la amistad simbólica en su viaje por los reinos aqueos), y cargaran sus alforjas con amistades y simpatías de gentes de mas allá de su grupo. La amistad con los extranjeros adquirió incluso carta institucional: no sólo es reconocida como institución, sino también se convierte en la vía a través de la cual se incardinan los derechos de los extranjeros en el derecho de la ciudad: ese extranjero merece el respeto que se debe a su amigo nacional, está protegido por el poder de la gens con la que ha trabado su amistad. (3)

Y desde este punto podríamos incorporar en la reflexión y en el análisis las consecuencias de la inmigración en el estado español en los últimos tiempos.

El efecto más significativo de la inmigración en España ha sido el aumento de la población: así en el período entre 1998 y 2005 España ha crecido en 4.255.880 habitantes: un 10,68% de crecimiento de población en 7 años. Además, la mayor tasa de natalidad de la población inmigrante es la primordial causa del incremento de la fecundidad, de una tasa bruta de natalidad del 9,19‰ al 10,80%‰ entre 1998 y 2005. En 2005, el 15,02% de los nacimientos registrados en España han sido hijos de mujeres de nacionalidad extranjera, cuando el 8,5% de la población es inmigrante.

Por otro lado, la mayor parte de la población que inmigra suele tener entre 25 y 35 años, el crecimiento es mayor en este grupo de edades y en consecuencia se produce el rejuvenecimiento del conjunto poblacional. Prácticamente el 52% de inmigrantes residentes se encuentra en una franja de edad entre 20 y 39 años, comparativamente al 32,66% del total de habitantes autóctonos que se encuentran en esta franja de edad. La incorporación de población inmigrante en edad de trabajar ha repercutido favorablemente en el total de afiliaciones a la Seguridad Social, hasta el punto que cerca de un 45% de las altas registradas entre el 2001 y 2005 correspondieron a la inmigración. Y su contribución al crecimiento del PIB en este quinquenio (un 3,1% medio anual, en términos reales) ha sido más que significativo. Además, el aumento de la población laboral ha comportado un incremento de la recaudación asociada a la imposición del trabajo (principalmente por la vía de las cotizaciones sociales), no hay que olvidar que este colectivo es también beneficiario de las prestaciones (sanitarias, desempleo, asistenciales...) reconocidas a la población general. Sin embargo, el bajo porcentaje de su población dependiente (de menos de 15 años y de más de 65 años, que es del 18,98% para el colectivo extranjero pero del 30,83% para la población general) hace que aporten de manera neta a la caja del Estado más que la población originaria. La proporción de mayores de 65 años era de 1,94% para los latinoamericanos, del 0,62% para la Europa no comunitaria (excluyendo a los naturales de Noruega y Suiza), del 1,35% para los procedentes del Norte de África, un 0,83% para los subsaharianos y de un 1,70% para los chinos.

Las nacionalidades donde hay mayor porcentajes de mayores de 65 años son la suiza (33,19%), la finlandesa (29,86%), la noruega (28,71%) y la sueca (25,82%). Donde menos, entre los naturales de Mali (0,07%), Ghana (0,07%) y Gambia (0,08%).

El sector profesional que empleaba más inmigrantes era, en el 2005, los servicios (59%) y la construcción (21%). En la industria y la agricultura, la proporción era mucho menor (12% y 8%, respectivamente). De todas maneras, la ocupación laboral en el que trabajan los inmigrantes en España varía de manera importante en función de la nacionalidad: Entre los inmigrantes de la Unión Europea, suele predominar la ocupación en el sector financiero y comercial o el desempeño de profesiones liberales. Los procedentes de América Latina obtienen sus principales empleos en la hostelería y el servicio doméstico.

La población del Este de Europa es la que, en proporción, más se emplea en la construcción (el doble que los españoles y casi tres veces más que los procedentes de la Unión Europea). Los marroquíes trabajan en una proporción mucho mayor en el sector primario que los españoles.(4)

Y así hemos visto desde lo subjetivo, el rechazo, el prejuicio, la xenofobia... el artilugio de magia que oculta lo objetivo de los datos del impacto económico de la inmigración, es indudable el reto para la sociedad española para encarar situaciones desconocidas tales como la convivencia con nuevas prácticas religiosas, el estatus de la mujer, la aparición de enfermedades ya erradicadas del país o la creación de guetos...

Y por todo esto recurríamos a los datos del INE y al viaje de Telémaco, para no amortiguar en un ápice la desazón de las manos tendidas a un botella de agua, a los náufragos moribundos que vienen buscando las “foras” puertas que no hace demasiado funcionaron en sentido inverso, y porque una imagen de un niño rescatado de los brazos de Karonte, del que no sabremos nunca cuantas potencialidades tendría su vida si logra ganarle un tramo más.

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(1) Cien manos para atrapar al vuelo una botella de agua. Fotografía de Desirée Martín, premio periodismo fotográfico Ortega y gasset.
(2) Un antes y un después de la inmigración 1º. Parte, por Andrea Benites-Dumont
(3) Los mitos griegos. Roberto Graves. Ed. Ariel
(4) Datos INE 2006 – Instituto Nacional de Estadística