¿«Huelga» Mundial por el Clima? Imprimeix
dilluns, 23 de setembre de 2019 14:58

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¿«Huelga» Mundial por el Clima?

 

El cambio climático ya no es un aviso, es una cruda realidad. Desde hace décadas el movimiento ecologista venía alarmando de las trágicas consecuencias de no poner fin al calentamiento global al que estamos sometiendo al planeta, nuestra casa común, a la que se ha cuarteado como si de un pastel se tratara para sacar de ella más beneficios de los que puede producir.

Evidentemente, el actual responsable del deterioro exponencial al que estamos sometiéndolo es el capitalismo voraz, llámese neoliberal, globalizado, economía de mercado o con cualquier otro adjetivo que quieran poner de moda para hacerlo más digerible. Cuando el sistema productivo se basa en obtener los máximos beneficios en el menor tiempo posible sin poner la vista en las consecuencias, se pasan por alto ya no sólo los derechos de la clase trabajadora, sino también los problemas medioambientales que alteran todos los ecosistemas, fomentan éxodos migratorios o contaminan el suelo, los mares y el agua potable, entre otros atropellos ecológicos.

 

Hecha esta crítica al capitalismo, aprovechada ahora por quienes vieron caer el muro de su modelo comunista autoritario para intentar apuntarse un tanto, debemos recriminarles también a estos que en pro de lo que llaman interés de Estado, bajo el sistema económico que defienden, se cometieron no pocos crímenes ecológicos. Ahí está la desecación del Mar de Aral, el accidente de Chernóbil, el hecho de que durante la guerra fría Checoslovaquia fuese el país más contaminado de Europa o el empecinamiento erróneo de la China maoísta por exterminar a los gorriones para conseguir más producción de grano. Mao TseTung sostenía que «el hombre debe derrotar a la naturaleza» y su obstinación provocó un desequilibrio ecológico que costó la muerte por hambruna a más de 30 millones de obedientes seguidores. Todo eso también ocurrió, sí, pero se escondía detrás del hermetismo habitual del comunismo estatista.

Duele pensar que ese modelo social al que aún hay quien aspira sea presentado como una alternativa a los desastres ecológicos del capitalismo, porque sólo cuando el control de la producción escapa de las manos de quienes la generan, que es a quienes nos interesa mantener un equilibrio ecológico respetuoso, se tiende a destruir el entorno. Sirva como ejemplo nuestros bosques comunales. En algunos, desde hace décadas no se produce ningún incendio, ya que son los mismos lugareños quienes gestionan el medio forestal del que subsisten. Un modelo que nos recuerda al de otras colectividades amazónicas a las que ahora se les expulsa después de incendiar la selva para producir soja con la que alimentar al mundo rico y al ganado. Así pues, puestos a hablar de respeto al medio ambiente, no deberíamos caer en la dicotomía que se nos tiende a presentar entre capitalismo o comunismo estatista, ambos anteponen su interés económico a la preservación medioambiental y sólo promoviendo una autogestión alejada del mercantilismo seremos capaces de respetar el entorno e ir tejiendo un modelo socioecológico.

Actualmente, el sometimiento de quienes nos gobiernan al poder económico hace que se legisle favoreciendo formas productivas contaminantes. De ahí que se estén generando serios problemas medioambientales, siendo seguramente el más acuciante, por los efectos que ya estamos padeciendo, el del cambio climático. Entre las consecuencias más conocidas está el aumento de la temperatura, provocado por la acumulación de gases contaminantes. Paulatinamente vemos cómo las olas de calor son más asfixiantes, cómo se derriten los glaciares, cómo aumenta el nivel del mar hasta el punto de tener que plantearse el traslado de ciudades tierra adentro, cómo desaparecen irreversiblemente numerosas especies, cómo se recrudecen los fenómenos meteorológicos extremos o cómo se reduce la producción de cosechas con las nefastas consecuencias que provoca.

Para el capitalismo, todo vale en su búsqueda del beneficio inmediato, aunque para ello tengan que transformar la vida en el planeta y el interés colectivo en dinero real, de plástico o virtual, con destino a paraísos fiscales. Un dinero del que se beneficiarán pocas manos. Ese es su manual: acumular riqueza fomentando una sociedad basada en hacer creer a quienes transformamos y producimos productos que la imagen que nos venden, la del consumismo, es nuestra meta. Nada más degradante ni denigrante para la clase obrera que esa sociedad competitiva, insolidaria e irracional.

En este modelo social de consumo, entre otras lindezas, no se puede ser feliz si no tienes vehículo propio o si no puedes presumir en las redes sociales de unas vacaciones transcontinentales y altamente contaminantes. Se aspira a que se subvencionen coches contaminantes y cuando se ha contribuido a agrandar el problema de la contaminación atmosférica se amenaza con sanciones si no se entregan para comprar otro que funcione con otro tipo de energía. Porque esa es otra, los desplazamientos en vehículo privado y alejados de los puestos de trabajo. ¿Hay algo menos ecológico?

Y que tengan que ponernos delante de las pantallas a una adolescente para que reclamemos más cumbres gubernamentales y desmovilizarnos! Basta de paros simbólicos y concentraciones en silencio a modo de misas-requiem por un planeta en destrucción. Cuando la conciencia de clase se ha perdido y se abandona la lucha para convertir una necesidad común en una jornada puntual y lúdica, al menos, que no desvirtúen el significado revolucionario de lo que es una huelga. Nuestra presencia en la manifestación, separado de tradicionales comparsas y enmarcada dentro de un bloque libertario, responde a la necesidad de denunciar que el respeto al planeta es incompatible con el consumismo capitalista y con el comunismo estatista.

Luchemos por un modelo socioecológico basado en la autogestión.

CNT Catalunya (AIT)Septiembre 2019

 

“Vaga” Mundial pel Clima?

El canvi climàtic ja no és un avís, és una crua realitat. Des de fa dècades el moviment ecologista ve alarmant de les tràgiques conseqüències de no posar fi a l’escalfament global al que estem sotmetent al planeta, la nostra casa comú, al que s’ha esquarterat com si d’un pastís es tractés per treure d’ell més beneficis dels que pot produir. Evidentment l’actual responsable del deteriorament exponencial al que estem sotmetent-lo és el capitalisme voraç diguis neoliberal, globalitzat, economia de mercat o qualsevol altre objectiu que vulguin posar de moda per fer-lo més digerible. Quan el sistema productiu es basa en obtenir els màxims beneficis en el menor temps possible sense tenir en compte les conseqüències, es passen per alt ja no només els drets de la classe treballadora sinó també els problemes mediambientals que alteren tots els ecosistemes, fomentant èxodes migratoris o contaminant la terra, els mars i l’aigua potable entre d’altres barbaritats ecològiques.

 

Feta aquesta crítica al capitalisme, aprofitada ara pels qui van veure caure el mur del seu model comunista autoritari a fi d’intentar apuntar-se un punt, haurem de recriminar-los també a aquests que en pro del que anomenen interès d’Estat, sota el sistema econòmic que defensen, es van cometre no pocs crims ecològics. Alguns exemples són el dessecament del Mar de Aral, l’accident de Txernòbil, el fet de que durant la guerra freda Txecoslovàquia fos el país més contaminat d’Europa o l’obstinació errònia de la Xina maoista per exterminar als pardals per aconseguir més producció de gra. Mao TseTung sostenia que «l’home ha de derrotar a la natura» i la seva obstinació va provocar un desequilibri ecològic que va costar la mort de fam a més de 30 milions d’obedients seguidors. Tot això també va ocórrer, sí, però s’amagava darrere de l’hermetisme habitual del comunisme estatista.

Dol pensar que aquest model social, al que encara hi ha qui aspira, sigui presentat  com una alternativa als desastres ecològics del capitalisme, perquè només quan el control de la producció escapa de les mans de qui la genera, que es als qui ens interessa mantenir un equilibri ecològic respectuós, es tendeix a destruir l’entorn. Serveixi com exemple els nostres boscos comunals. En alguns, des de fa dècades no es produeix cap incendi, ja que son els mateixos vilatans qui gestionen el medi forestal del que subsisteixen. Un model que ens recorda al d’altres col·lectivitats amazòniques a les que ara s’expulsa després d’incendiar la selva pera produir soja amb la que alimentar al món ric i al ramat. Així doncs, ja que parlem de respecte al medi ambient, no hauríem de caure en la dicotomia que se’ns tendeixi a presentar entre capitalisme o comunisme estatista, ambdós anteposen el seu interès econòmic a la preservació mediambiental i només promovent una autogestió allunyada del mercantilisme serem capaços de respectar l’entorn i anar teixint un model socioecològic.

Actualment, la submissió dels qui ens governen al poder econòmic fa que es legisli afavorint formes productives contaminants. Així que s’estan generant seriosos problemes mediambientals, sent segurament el més urgent, pels efectes que ja estem patint, el del canvi climàtic. Entre les conseqüències més conegudes està l’augment de la temperatura, provocada per l’acumulació de gasos contaminants. Paulatinament veiem com les onades de calor son més asfixiants, com es fonen els glaciars, com augmenta el nivell del mar fins el punt d’haver de plantejar-se el trasllat de ciutats terra endins, com desapareixen irreversiblement nombroses espècies, com s’intensifiquen els fenòmens meteorològics extrems o com es redueix la producció de collites amb les nefastes conseqüències que provoca.

Pel capitalisme, tot s’hi val en la seva recerca del benefici immediat, encara que pera això hagin de transformar la vida al planeta i l’interès col·lectiu en diners reals, de plàstic o virtuals, amb destí a paradisos fiscals. Uns diners dels que es beneficiaran poques mans. Aquest és el seu manual: acumular riquesa fomentant una societat basada en fer creure als qui transformem i produïm productes que la imatge que ens venen, la del consumisme, és la nostra meta. Res més degradant ni denigrant per a la classe obrera que aquesta societat competitiva, insolidària i irracional.

En aquest model social de consum, entre d’altres perles, no es pot ser feliç si no tens vehicle propi o si no pots presumir a les xarxes socials d’unes vacances transcontinentals i altament contaminants. S’aspira a que es subvencionin cotxes contaminants i quan s’ha contribuït a fer més gran el problema de la contaminació atmosfèrica s’amenaça amb sancions si no s’entreguen per comprar un altre que funcioni amb un altre tipus d’energia. Per què aquesta és una altra, els desplaçaments en vehicle privat i allunyats dels llocs de feina. ¿Hi ha quelcom menys ecològic?

I que hagin de posar-nos davant de les pantalles a una adolescent per què reclamem més cimeres governamentals i desmobilitzar-nos! Prou d’aturades simbòliques i concentracions en silenci a manera de misses-rèquiem per un planeta en destrucció. Quan la consciència de classe s’ha perdut i s’abandona la lluita per convertir una necessitat comú en una jornada puntual i lúdica, almenys, que no desvirtuïn el significat revolucionari del que és una vaga. La nostra presència a la manifestació, separada de tradicionals comparses i emmarcada dins d’un bloc llibertari, respon a la necessitat de denunciar que el respecte al planeta és incompatible amb el consumisme capitalista i amb el comunisme estatista. Lluitem per un model socioecològic basat en la autogestió.

CNT Catalunya (AIT)  Setembre de 2019

 

 

Darrera actualització de dilluns, 23 de setembre de 2019 15:05