¿Podrían los cuerpos de seguridad del estado ser condenados como organización criminal?
Un comisario y un juez inhabilitado, acompañados por un “periodista” que acusaba al movimiento anarquista de terrorista -entre otros-, diciendo barbaridades y todo tipo de ilegalidades en televisión. Un documental que se presenta sobre las cloacas del ministerio del interior. Tenemos esta web llena de todo tipo de ilegalidades cometidas por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Una sola de ellas cometidas por algun@ de nosotr@s, anarquistas, nos llevaría a la cárcel, y por bastante tiempo.
Sumemos, estos últimos días, un nuevo asesinato policial. Añadamos todo tipo de corrupciones, en todos los sentidos, de norte, a sur, pasando por el centro… qué se puede esperar de un estado que no cumple ni sus propios compromisos contra la corrupción internacional.
Decía un despreciable ultraderechista que el 18 de julio de 1936 no fue un golpe militar fascista, pues no existía la legalidad republicana. Ahora sus propias leyes se las pasan por… salvo las leyes (anti)terroristas, el código penal, la ley mordaza… esas sí estan en plena acción, a diario.
Uno de tantos polític@s corrupt@s, y de l@s poc@s condenad@s, tuvo que llegar hasta el tribunal supremo, para ser absuelto en 1988 del delito de desacato por el que había sido castigado por la audiencia territorial de Sevilla, en relación con su afirmación de que “la justicia es un cachondeo”. Pero nada de esto tiene gracia. Los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado están absolutamente implicados en decenas de “casos aislados”.
No sabemos hasta donde llegará la situación para que se produzca de una vez una revolución que acabe con esta pocilga en la que vivimos, llena de mercenarios armados, escoria política, explotadores/as de todo tipo, “periodistas” de mierda… ¿Cuándo acabaremos con toda esta colección de inútiles, con todo este grupo mafioso que nos gobierna, y con l@s que aspiran a gobernarnos, que son el mismo cáncer? La libertad pertenece a quien la toma… ¿A qué esperamos?