Si queremos analizar lo que sucede en Venezuela, un país en el que pocas personas han estado, pero todas parecen saber y opinar sobre lo que sucede allá, debemos ampliar la frase y decir: “Es la geopolítica, estúpido”.
Solo desde esta mínima base geopolítica es que podemos atrevernos a intentar analizar qué sucede en Venezuela, y si realmente existe o no una guerra económica.
Cuando un país está en guerra, como es el caso de Venezuela Bolivariana, no se puede exigir que el Gobierno ande con sutilezas para defenderse. Cuando, como viene ocurriendo desde hace años, los enemigos del chavismo no solo utilizan la mentira o el boicot económico, la desestabilización de la moneda, la presión internacional a través de gobiernos derechistas y fascistas, como son los que manipula Estados Unidos en Latinoamérica o los de la Unión Europea, no se puede exigir que el pueblo se quede pasivo y ponga en peligro todas las conquistas que le quieren arrebatar. Cuando de un lado se hacen esfuerzos para el diálogo y la paz, y del otro surgen cíclicamente violentas guarimbas conducidas por sicarios, grupos terroristas que asaltan cuarteles, queman vivos a ciudadanos, asesinan a guardias nacionales o proclaman “la insurrección armada” para “derrocar a Maduro”, nadie en su sano juicio puede, cuando le conviene, apelar al “respeto de los derechos humanos”, defendiendo a través de esta jugarreta a quienes los vulneran a diario.
¿Por qué a Albert Rivera, a Rafael Antonio Hernando, a la jerarquía del PSOE y al conjunto de los medios de difusión masiva de España les preocupa tanto Venezuela?
¿Por qué no les preocupan los líderes sociales, campesinos, indígenas, que son asesinados todas las semanas en Honduras, tras el golpe de Estado que dieron allí y que España legitimó? ¿Por qué no les incumbe la violación sistemática de los derechos humanos que ocurre en Guatemala, Colombia, Perú, Paraguay (otro golpe de Estado mediante) o Panamá? ¿Por qué ni al señor Rivera, ni al señor Hernando ni a Pedro Sánchez les preocupa la salvajización social que lleva a cabo el Estado mexicano, incompatible con cualquier viso de democracia? ¿Por qué tampoco ni les hace pestañear el deterioro brutal de las condiciones de vida en Brasil y Argentina, tras los “golpes blandos” efectuados contra sus democracias?
La oposición venezolana dejó de ser una fuerza confiable y útil para el debate democrático. Irresponsablemente se abrazó a una política de fuerza montada sobre la provocación sistemática
En Venezuela no hay una narco-dictadura. En Venezuela no hay una dictadura castro-comunista. ¡En Venezuela hay mucho petróleo! Así de simple.
Esa es la clave para entender lo que está sucediendo en el país caribeño. Y hay un proceso nacionalista que desde hace años creó un proyecto alternativo, con proyección socialista, que tiene enloquecidos a la derecha nacional y, fundamentalmente, a los grandes capitales globales, estadounidenses en principio, que ven perder un gran negocio (el petrolero ante todo, junto a otros no menos lucrativos, como el hierro, nuevos minerales estratégicos (coltán, bauxita), el gas, el agua dulce, la biodiversidad de la selva amazónica).
¿Y qué está sucediendo? Una terrible guerra psicológica y mediática que intenta preparar las condiciones para una posible intervención extranjera (Operación Venezuela Freedom-2), militar probablemente, disfrazada de “operación para rescatar la libertad y la democracia perdidas”.
Odio y rencor, acompañado de violencia, es lo que destilan las derechas española y venezolana. En una dupla que no tiene parangón, el gobierno del Partido Popular, acompañado por Ciudadanos, la cara amable de la nueva derecha española, junto con sectores del PSOE, se ha dado a la tarea de promover en territorio español las guarimbas, emergiendo una acción coordinada internacionalmente destinada a justificar una guerra civil, invasión o golpe de Estado en Venezuela.
Estamos en presencia de una nueva escalada en las estrategias desestabilizadoras. La violencia se exporta a las calles de Madrid, Barcelona o Bilbao. Cortan el tráfico, agitan pancartas, persiguen a los diplomáticos, boicotean actos públicos, amenazan de muerte y promueven la violencia propia de un nazismo corriente.
Viendo los medios de comunicación españoles parece que el único país de América Latina que merece una información destacada es Venezuela. Raro es el día en que los periódicos o las televisiones no nos presentan un panorama estremecedor sobre la situación en ese país. Con un fondo de crisis económica, desabastecimiento y pobreza, se producen masivas manifestaciones impulsadas por la oposición “democrática”, con una secuela de violencia, represión, enfrentamientos y decenas de víctimas. Una y otra vez nuestros medios de información con más pedigrí de demócratas claman contra el gobierno dictatorial que impera en Venezuela. Mantener una relación amistosa con ese gobierno ya es suficiente para descalificar a cualquier persona u organización, presentándolos como filocomunistas y enemigos de la libertad.
Ahora bien, al recibir estas informaciones es muy importante que tengamos en cuenta un dato fundamental, y es que en el mundo 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 9.000 estaciones de radio, 1.500 cadenas de televisión y 2.400 editoriales están hoy controladas por solo 6 corporaciones transnacionales. La mayor parte de la información que recibimos está controlada por esas seis corporaciones. Se trata de grandes grupos financieros que mantienen todos esos medios de comunicación para obtener un beneficio económico, pero también para fomentar una mentalidad, una cultura y dar una visión de los acontecimientos que ocurren en el mundo de acuerdo con sus intereses económicos y políticos.
Más de 26 muertos, cientos de heridos y daños materiales estimados en 100 mil millones de bolívares es el saldo provisional de la violencia generada por el demencial clima de odio y violencia desatado por las protestas opositoras en abril.
El autogolpe ha sido el pretexto para la nueva ola de protestas violentas, siempre apegadas, al igual las de febrero de 2014, al manual del asesor de la CIA Gene Sharp y a las directivas de la Operación Venezuela Freedom 2 del Comando Sur yanqui. En concordancia con la violencia opositora, sus exigencias son inaceptables por su carácter golpista: destituir a los jueces del Tribunal Supremo, convocar elecciones de inmediato, liberar a los presuntos presos políticos y abrir un canal “humanitario” para asistir a la población. Puro cinismo.
De nuevo Venezuela está en la primera plana del ‘New York Times’ y en los principales titulares de los medios estadounidenses. De nuevo los reportajes son sesgados, distorsionados y llenos de medias verdades.
La ironía es aplastante. Si alguien tirara un cóctel molotov en una manifestación contra el Gobierno estadounidense en Washington, sería arrestado y acusado de terrorismo doméstico. Hasta la pena de muerte o cárcel por vida recibiría. Pero cuando en Venezuela las autoridades detienen a los manifestantes por actos vandálicos y violentos —nada que ver con la protesta pacífica que profesan los opositores—, se levanta el coro mundial en contra de la “dictadura venezolana”. Son “presos políticos” los pobres muchachos que acaban de quemar una sede del Tribunal de Justicia, golpear a un policía o matar a un guardia nacional. Y cuando el Gobierno municipal les niega un permiso para marchar en cierta área, vienen los gritos de “represión” y “violación del derecho a protestar y de la libertad de asamblea”. Yo me pregunto: ¿en qué país del mundo existe el derecho absoluto a protestar dónde sea y cómo sea?