Dejan las gotas caer el redoble sonido de sus lástimas; nos mojan el cuerpo, se sacuden, ellas y ellos, por encima de nuestra piel de zarza.

Nos teníamos acurrucados.

¾ Acuérdate de algo más tibio.

Encontramos, por fuera del pueblo, un puesto, que de veces la hacía de tacos o de antojitos regionales; Nos acomodamos encima de los tablones y debajo de la mesa.

¾ Arrímate que me mojo.

Las gotas, como si al propósito, buscaban cuerpos escuálidos, enjutos y morenos; en lo daban nuestros shorts y, pues, las playeras estaban ya empapadas.

¾ Que importa, quítatela y exprímela, así no sientes mucho frío.

No era el agua la que sucumbía mi cuerpo, <<este mendigo viento>> es la que me tiritaba.

¾ No he comido.

¾ Mañana juntaremos chapulines o iremos a la fonda, decimos que después le pagan, ella ya sabe.

De suerte paró la lluvia y de mala arrecio el viento. Tapamos el rectángulo con el manteado y nos cubrimos de la ventosa.
Mi cabeza no entendía por qué desobedecer, qué ganábamos con irnos no más para que nos pegaran. Ahorita pudiéramos estar debajo de las cobijas llorando. ¡NO!, No creo, lo más posible era que mi hermano me pusiera alcohol en las llagas. ¿Por qué tenía que pegarnos tan feo? ¿¡Nada mas por no barrer el patio!?; Pero a mi no me tocaba, me acuerdo que tenía que lavar los trastos y a mi hermano le tocaba el patio.

¾ Si regresamos nos va a pegar con el cable de la plancha ¾ dijo mi hermano.

¾ No, porque la plancha la presté.

¾ O con el mecate o a varasos...

¾ ... o con el cinturón ¾ le arrebaté el otro flagelo.

Quedamos callados, tal vez pensando como gritaríamos, o si mi hermano le agarraría la mano, si nos echábamos a correr o podíamos sólo pensar en el frío. Yo lo sentía. ¿Dormir?, A ver si nos agarraba el sueño.

¾ ¿Ya te dormiste?.
¿Regresar?, Tenía razón. Cuando tiré la radio de la mensula, mi hermano se echó la culpa, no nos escapamos ni dijimos mentiras, mas bien si mentimos, no, el que mintió fui yo, bueno, también mi hermano.
No hice nada, después que me pegó (al fin de cuentas), por evitar que le pegaran a mi hermano. No sé porque soy tan cobarde.
El espacio estaba pequeño, un cuarto de 10 X 10, de adobe, ahí cabía mucho; estaba la cocina; una estufa de 2 parrillas, la caja de jitomates que hacía de alacena, en los clavos de la pared acomodábamos los cucharones o cucharas grandes, eran no mas dos y un sartén muy barato, de aluminio, de esos que costaba lavarlos.

¾ ¿Tienes frío? ¾ Me dijo.

No, temblaba de sólo recordar, regresar a casa, mirar ojos furtivos mezclados de cólera, escuchar marchar al corazón, ¡pum! ¡pum! ¡pum!, Más fuerte, regocijándose por el vaivén del cinturón, sonaban ya las castañuelas de mis adentros al acercarse con la furia del trueno.
También las gotas saben amargas, más cuando se llora por rencor.

¾ ¿Te acuerdas de los marranos que se comían el jabón?

Ese día terminé de bañarme con jabón polvo, el de los trastos, porque el cuche llegó de pronto y se llevo el jabón. Creo que su color rozado era de un alimento limpio, al menos así lo asociaba. ¿Cuántos jabones no se habrá comido?

Mi hermano, en ese momento, estaba aprendiendo hacer tortillas.

¾ Jugaba o me comía la masa, decía, la seño, que me haría daño, pero nunca me pasó n..ad..a... ¾ se entrecortó la última palabra.

Los recuerdo traen carcajadas o llantos; los primeros son exuberantes o exagerados, frenéticos o estruendosos, los segundos son de acalladitos, amargos y derramadores. Hay, también, de los mezclados, primero la carcajada y enseguida el llanto.

Entré al cuarto y quise cambiar de estación, fui por el banco, me alcé de puntillas y la mensula cayó junto con la radio. Destrozada toda.

Tenía razón. Mi hermano siempre encuentra solución; esa vez no supo para dónde correr y se metió hasta la esquina de la cama, de ahí lo sacó a golpes; lo agarró de los pies y empezó a cablearlo, él arremangaba los pies, estaba descalzo; me acuerdo porque todos en el pueblo andábamos descalzos; ya se le notaba morado en sus pies morenos, pero ni así salía. Yo no mas parado, llorando como estúpido, viendo después el sablazo que le surtió en el rostro, le dolió tanto que se soltó, lo arrastró de los cabellos, lo pateó, él no mas aguantaba con sus lágrimas, yo parado llorando, él gritaba de quedito, quería agarrar lo frívolo, el mangar de la trauma que desembocaba en ese cuerpo enjuto, moreno, pequeño y débil. Lo zarandeó duro, él tenía los ojos llorosos y vivaces, miraba el cable, lo buscaba, cerraba intermitentemente los ojos al zumbido de su cuerpo, gritaba así de instantáneo, le suplicaba no volverlo hacer, que ya no le pegara, por fin, descansó el coraje en el mejor asiento, que cómodo,¡¡ ha!!, Los corajes, la cólera, el egoísmo y la venganza, se descargan interrumpidamente sobre lo blando, lo cómodo; como la risa sarcástica, la mentira va construyendo el camino con mentiras mismas, con hipocresías y alevosía, este es su paraíso.

¾ ¿Y a dónde vamos a ir? ¾ Pregunté sabiendo que él siempre encontraba solución.

¾ Con abuela.

Vender tomates, calabazas, papas, manzanas, plátanos, naranjas o nopales, en bolsita, por jícara o de a kilo. Ahí estarían los primos en el otro puesto.

¾ El que venda más le doy su domingo ¾ Decía mi tía, aunque al final nos daba a todos y no fuera domingo, y ya mi abuela nos atoraba una sandía o alguna otra fruta.
Siempre el “negro”, mi hermano, nos ganaba a todos, al toño, al dago y a mí, a pesar de su mal hablado iba y venía por más bolsitas o me ayudaba a vender las mías.

¾ Compgrele, están buenas, bagato, bagatoooo!!!, Llévalo ¾ decía como arrastrando la alegría inasible.

La gente se reía y le compraba. Él siempre regalaba la risa con g; le cuesta trabajo pronunciar la r o la rr, incluso en la escuela escribía como hablaba. Me acuerdo que llegó al kinder a traerme cuando él apenas cursaba primero de primaria. Llegó presumiendo que ya sabía leer y escribir.

¾ ¡A ver escribe tú nombre! ¾ Dijo el otro chamaco burlonamente.
Lo escribió pero no lo pronunció.

¾ Vamosnos mejor a la casa ¾ le dije ¾ ¿y la escuela?

¾ En el barrio podemos ir con los primos.

Lo digo, el siempre encuentra solución.

Es bueno en la escuela, tal vez por eso no se preocupaba tanto por ella, le valía, sólo ponía atención y ya está, todo lo acordaba bien. En la primaría era difícil tener un diez general por si solos, es aún porque los muchitos se dedican a jugar no mas, entonces la calificación era compartida, si el chamaco tenía 6 eso era el esfuerzo de los padres, si tenía 7 se habían esforzado un poquito, y así sucesivamente. La escuela es un osculómetro que mide la pasión y la capacidad de ambos. “El negro” cambio todo eso, él hacía la tarea solo, iba a la escuela solo y se alegraba solo. Se entusiasmo con la idea de recibir una bicicleta si salía con promedio de diez, era difícil, al final del año la boleta marcaba todos dieses y un nueve. Tal vez hubiera escrito pero en vez de perro, baril o bagil para que no tuviera el diez completo. Creo que eso lo desanimó y lo convirtió en huevon, eso y más. No le dieron la bicicleta y tuvimos que seguir yendo por las tortillas a pata y jugar con las pequeñas sillas imaginando que eran carros.
Sería bueno. Estar con los primos, jugar, ir a la laguna, arriar los chivos, hacerle maldad al salinas, al burro llorón y orejón:

¾ ¡Dejen al SALINAS! ¾ Gritaba la abuela cuando oía rebuznar al asno.

Despertarse temprano, bañarse con agua fría:

¾ Para que el cuerpo aguante ¾ decía la abuela y nos echaba jicarazazos, nos metía el dedo por la nariz y nos restregaba todo el cuerpo.

Bajar las noventa escaleras del barrio, pasar onta la Lorena, correr miedosamente de los perros de la tía Nicolasa, pasar el maltrecho puente, cruzar la carretera donde los perros metían la cola entre las patas y se pasaban de a rápido, caminar hasta la iglesia, cruzar el parque y... ya está, en la escuela Pérez Gazga.
Si fuéramos a la del barrio, que no me gustaba mucho, sería irnos por detrás del chiquero, caminar con cuidado para no pisar los nopales, bajar el arroyo pedregoso sin agua, ir de a calladito para no despertar los perros de la tía clemencia, subir y bajar una empinada subida pétrea, mirar (siempre lo hacia) en la colosal piedra un corazón que la Juana puso que me quería, llegar en por lo menos 10 minutos, según el paso y las ganas que tuviéramos.

De más pequeños, cuando íbamos al kinder del barrio, nos tardábamos 5 minutos. Se tardaban más en arreglarnos los peinados iguales, las camisas cuadradas amarillas, las bermudas cafés, un cinturoncillo de cuero y nuestro garníl de piel o, la abuela, nos daba una canastita echa de carrizo con frutas para el recreo. Parecíamos cuento, vernos caminar por el sendero, con la canastilla en la mano y vestidos gemelamente, nada más que en sustitución de lobos había perros.

¾ Ahí vienen los gemelos ¾ Decían. Aunque yo era más galán que mi hermano.
¾ Traen canasta como mujer ¾ volvían a decir.

Era cierto, mis tías se ponían a jugar a las muñecas con nosotros, es decir, ellas nos disfrazaban, nos arreglaban y de vez en cuando nos perfumaban.

Volver con la abuela era la mejor opción, pero no me gustaba eso de ir por agua hasta el río, o quitarle canas a la abuela, cortarle las uñas a las tías o, el peor terror, dejar a la abuela en la casa de don Pedro, casi en el centro del pueblo, a las 4 de la mañana, regresarme sólo y subir las noventa escaleras, donde decían se aparece un león de dos cabezas, te ruge y después te come.

Escuché ruidos por fuera del manteado. Estaba mojado y tenía frío. El negro tenía la cara tiznada, también mojado, temblando del frío y sin un huarache; lo busqué, << tal vez lo llevó el agua>>.

Los ruidos eran del paso de la gente.

¾ Ya amaneció, despierta, ya hay gente.

¾ ¿Mi huarache? ¿Lo viste? ¾ Dijo preocupado.

¾ Creo que se te calló y la corriente lo llevó ¾ Contesté preocupado.

Salimos del puesto y nos quedó viendo la gente que pasaba.

¾ Tengo hambre ¾ gruño la barriga.

¾ ¿Seguro prestaste la plancha? ¾ Dijo sonriente.

¾ ¿Por qué? ¾ Dije en voz bajita mientras buscábamos el huarache.

¾ Tienes tizne en la cara, límpiate.

¾ También tú ¾ dije yo.

¾ Con mecate duele menos.

Y caminamos lento mientras hallábamos el huarache.

“GREY GRIFÓN”
México, D.F. 1 DE FEBRERO DEL 2003.
(INTI XINEMI)

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