¿Qué es el cambio climático global?
Diego
G.
El clima mundial ha evolucionado siempre de forma natural. Sin embargo,
actualmente la humanidad se halla en presencia de un nuevo tipo de cambio
climático, sobre el que la mayoría de los científicos acuerdan está
influenciado por las actividades humanas. Este cambio, se relaciona
principalmente con el aumento vertiginoso de los niveles de emisiones los gases
de efecto invernadero en la atmósfera.
Vale aclarar que el término “efecto invernadero”, se aplica al papel que
desempeñan ciertos gases (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso,
hidrofluorocarbonos, etc.) que se hallan en las capas bajas de la atmósfera, en
el calentamiento de la superficie terrestre. Estos gases absorben (o reflejan)
parte de la radiación solar que la tierra reemite en forma de calor, formando
una especie de “invernadero global”. Este proceso constituye un equilibrio
natural, que en el caso del planeta tierra, permitió el desarrollo de la vida
tal como la hemos conocido. Este justamente este equilibrio natural el que se
ve alterado cuando asciende la concentración de estos gases en la atmósfera.
Desde la revolución industrial, la mayor concentración de estos gases en la
atmósfera por la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas), así
como la deforestación (que eliminó gradualmente enormes sumideros de carbono) y
otras actividades humanas, ha tendido a elevar la temperatura media global –que
hoy se halla cerca de los 15ºC–, generando consecuencias insospechadas sobre el
medioambiente, la biodiversidad y el conjunto de la humanidad.
Las organizaciones científicas mas importantes del mundo en este tema, alertan
sobre estos cambios desde hace años. Prestigiosas revistas científicas imperialistas,
como la revista Science, han presentado investigaciones que plantean verdaderos
escenarios de catástrofe, sosteniendo que: “La composición atmosférica está
cambiando por la actividad humana, y los gases invernadero son hoy la mayor
influencia humana en el clima global", y que si las actuales emisiones de
dióxido de carbono siguen, “el mundo afrontará el índice más rápido de cambio
climático en los últimos 10 mil años, alterando la circulación de las
corrientes oceánicas y las pautas climáticas”.(2)
Por otra parte, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC),
un grupo de expertos dedicado al estudio del tema, han hecho proyecciones que
indican que la temperatura media global en la superficie de la tierra podría
ascender entre
Claramente, las consecuencias más devastadoras del cambio climático recaerán
sobre las espaldas de los pueblos más pobres del mundo, cómo de hecho ya está
sucediendo. Pues si bien el cambio climático no puede explicar absolutamente
todos los fenómenos catastróficos relativos al clima, si puede explicar su
potenciación, su permanencia en el tiempo y la aceleración de sus ritmos, como
es el caso de los efectos del fenómeno del “niño”, cada vez más virulentos, la
recurrencia de huracanes y tornados en la zona de Centroamérica, etc. Incluso,
existen sectores de la comunidad científica que sostienen que el maremoto y los
“tsunamis” (olas gigantes) que se desencadenaron sobre las costas de en
Indonesia, Sri Lanka, India, Tailandia y Malasia, dejando el espantoso saldo de
más de 200.000 muertos, centenares de miles de desaparecidos y millones de
desplazados, podría en parte deberse a los efectos del cambio climático global.
Más allá de las controversias sobre estas últimas afirmaciones –existen
asimismo importantes sectores que sostienen lo contrario–, lo que es
indiscutible, como reconoció recientemente la Organización Mundial de la Salud
(OMS), es que 160 mil personas, la gran mayoría de países semicoloniales,
mueren por año por las consecuencias del cambio climático.
La farsa de
Kyoto
Luego de la ratificación por parte de la Federación Rusa, el Protocolo de Kyoto
entró en vigor. (3) La mayoría de las personas en el mundo considera esto un
gran paso adelante. Millares de activistas ambientales y militantes antiglobal
en el mundo adoptaron el lema “No to Bush, yes to Kyoto” como forma de expresar
su repudio a la política norteamericana y a favor de enfrentar las
consecuencias del cambio climático a través de la puesta en marcha del
Protocolo. El ataque es certero, pues fue George Bush quién impulsó la decisión
de Estados Unidos de rechazar el Protocolo en 2001, siendo este país el
responsable del 36% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, vale aclara algunas cosas. En primer lugar, no fue exclusividad de
Bush su negativa al Protocolo. De hecho, fue la administración Clinton que, a
pesar de haber firmado el Protocolo, hizo fracasar la reunión de La Haya (CoP6)
en noviembre del 2000, la cual tenía por objeto justamente la aprobación del
Protocolo. Así como la política imperialista no distingue demócratas de
republicanos en su ofensiva guerrerista –como se expresó en el programa
electoral del demócrata Kerry para Irak–, pues tampoco lo hace para la
preservación del medio ambiente.
Pero esto último es sólo anecdótico. El Protocolo de Kyoto recomienda
reducciones insignificantes en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de las
34 "naciones industrializadas", a un nivel de 5,2% debajo de los
niveles de
Como
reconocen la mayoría de los científicos, las reducciones de emisiones
establecidas para los países industrializados, son completamente insuficientes
para combatir el calentamiento global de forma efectiva. Se calcula que para
evitar el calentamiento global sería necesario reducir las emisiones de CO2 en
el transcurso del próximo siglo hasta llegar a un nivel de 60% por debajo de
las emisiones de 1990. Pensemos incluso, en término hipotéticos, que si fuera
posible paralizar completamente la producción mundial y las emisiones de gases,
una molécula de metano puede subsistir en la atmósfera por… ¡cientos de años!
Es decir, todos los gases de efecto invernadero emitidos en los últimos
doscientos años seguirán calentando la superficie terrestre por mucho tiempo
más.
La clave del Protocolo de Kyoto está en otro lado. A pesar de ser completamente
insuficientes, los objetivos de reducciones de emisiones que promueven son
evadidos gracias a “mecanismos de flexibilidad”, que permiten ganar el derecho
a emitir todavía más dióxido de carbono mediante la venta de bonos de carbono.
Si, el capitalismo imperialista se las ha ingeniado para crear un nuevo
mercado: una bolsa mundial de gases.
Cuando el aire
se compra y vende
"El aire y el agua ya no son `bienes libres' como antes pensaban los
economistas. Hay que redefinirlos de acuerdo a los derechos de propiedad para
distribuirlos adecuadamente" (4)
En Kyoto, los países imperialistas –incluido en ese entonces Estados Unidos–
idearon un complejo sistema de compraventa de emisiones de gases de efecto
invernadero, que permite a los países ricos comprar los "derechos a
emisión de gases" de otros países, principalmente semicoloniales y
subdesarrollados: son los llamados mecanismos de flexibilidad, entre los que se
cuentan el comercio de emisiones, los mecanismos de desarrollo limpio y los
proyectos de aplicación conjunta. La Secretaría de la Convención de Cambio
Climático, afín a los intereses imperialistas, presenta hipócritamente estos
mecanismos como una posibilidad para que los países que consideran
particularmente costoso reducir las emisiones en el propio país, puedan optar
por pagar un precio más económico para reducir las emisiones en otros.
Tras la fracasada CoP6 en la La Haya, la CoP6 bis reunida en Alemania en julio
de 2001, logró los llamados “Acuerdos de Bonn”, un acuerdo absolutamente
corrupto, que dio lugar a la implementación efectiva del mercado mundial de
créditos de emisiones, que no comprenden ningún avance real en la mitigación de
los efectos del cambio climático ni la reducción de emisiones. ¿Cómo funciona
esto? Por ejemplo, Rusia y Ucrania, vienen de una profunda crisis económica y,
por eso, sus emisiones de CO2 están en un 32% por debajo de los niveles de 1990
y muy por debajo del límite fijado por el acuerdo de Kyoto. Esto significa que
Francia o Alemania pueden comprarles los "derechos a los gases
invernadero" que estos países no emitieron, para que sus propias
industrias y medios de transporte puedan emitirlos y arrojarlos a la atmósfera
como si nada.
Como sostiene una Declaración firmada por ambientalistas antes de la Cumbre de
Bonn, “Muchos proyectos empresariales que podrían optar a créditos de emisiones
-centrales nucleares, centrales térmicas de "carbón limpio",
agricultura industrial, grandes plantaciones forestales (incluyendo variedades
de árboles manipulados genéticamente)- conllevan gravísimos impactos
ambientales y sociales. Las inversiones en "sumideros de carbono" en
el Sur darían lugar a un uso de la tierra a expensas de los habitantes del
lugar, acelerarían la deforestación, disminuirían los recursos hídricos y
aumentarían la pobreza. Permitir que el Norte compre créditos baratos de
emisiones del Sur por medio de proyectos de naturaleza a menudo explotadora no
es sino un nuevo tipo de colonialismo: ‘colonialismo del carbono’.” (5)
La misma Declaración da cuenta incluso de los “defectos” de tal mercado de
emisiones. Aunque desde una óptica que como marxistas revolucionarios no
compartimos, es interesante el análisis cuando afirma que “permitir el comercio
inmediato de permisos de emisión significaría conceder derechos de propiedad no
equitativos sobre la atmósfera. Este sistema de derechos de propiedad
consolidaría el uso desmedido de la atmósfera por la industria del Norte a
expensas del Sur (el 80% de todo el CO2 emitido desde 1850 proviene del Norte).
Un mercado
sin derechos de propiedad claramente definidos no puede funcionar, y los derechos
de propiedad injustos que subyacen en los mercados de emisiones propuestos en
la actualidad serán, por consiguiente, rechazados por aquellos que salen
perdiendo”, y por otro lado agrega que “…los mercados de emisiones propuestos
carecen de un sistema de contabilidad viable, que es otro elemento esencial de
cualquier mercado que funcione. Un mercado que asume que los recortes de
emisiones son climáticamente equivalentes a plantar árboles, construir nuevas
centrales de "carbón limpio" o embarcarse en otras seudo soluciones
es un mercado profundamente defectuoso. Los flujos y depósitos de carbono no
pueden cuantificarse de la forma que requiere un mercado tal, que se inundará
de créditos de emisiones imposibles de verificar, convirtiendo el sistema de comercio
en una farsa. El efecto resultante sería subvencionar las emisiones de gases de
invernadero y agravar la crisis climática.” (6)
Ante un panorama tan entusiasmante para los capitalistas, resulta paradójico
que, a pesar de todo, los Estados Unidos haya rechazado el Protocolo de Kyoto.
Una de las razones que se esgrimen para explicar esto es que el Protocolo
impone reducciones "obligatorias" a las Partes que lo firmen, y por
ello los grandes monopolios del petróleo, el carbón y la industria pesada norteamericanos
no estarían conformes. Pero, vista la política exterior norteamericana, no ya
en las últimas décadas, sino sólo en los últimos años, hace dudar de tal
afirmación. Resulta inverosímil pensar que los neoconservadores se detendrían
frente a las “imposiciones” de un tratado sobre medio ambiente, y por demás
irónico, dado que el acuerdo no tiene ningún mecanismo para imponer tales
reducciones (supuestamente) “obligatorias”.
La vocación imperialista norteamericana le exige ser fiel a su voluntad de regenerar
a los ojos del mundo su poder imperial. Allí están Afganistán e Irak como
botones de muestra. El Protocolo de Kyoto, representa otro escenario en el que
Estados Unidos hizo gala de esta vocación. En 1990, el entonces presidente
George Bush (p) dijo que Estados Unidos no iba a ratificar ningún acuerdo que
"perjudique nuestro estilo de vida" y ese sigue siendo el criterio
fundamental del gobierno imperialista mas poderoso de la tierra. Por estilo de
vida, los representantes políticos del imperialismo norteamericano se refieren
a la completa libertad de ultrajar, expoliar, y succionar la savia vital de los
pueblos del mundo, degradando hasta el límite las condiciones de vida de los
trabajadores y oprimidos, y arrasando con sus recursos naturales.
Estados Unidos no se propone desarrollar iniciativas que permitan reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que tampoco necesita
ratificar el Protocolo de Kyoto para usufructuar los negocios que de él se
desprenden,. Mientras en las conferencias internacionales las delegaciones
norteamericanas exigen hipócritamente que los países semicoloniales reduzcan
sus emisiones de gases, el Banco Mundial, financia y produce cuantiosas
ganancias para las corporaciones imperialistas con proyectos en esos países,
que lejos están del objetvo de mitigar el cambio climático. Como da cuenta un
artículo “el Banco Mundial utiliza fondos proporcionados por los monopolios de
Occidente para financiar grandes proyectos de producción de energía en el
tercer mundo. Un informe reciente del Institute for Policy Studies examinó
inversiones de 9,4 billones de dólares del Banco Mundial en proyectos de
petróleo, gas y carbón (centrales eléctricas, etc.) durante los últimos cinco
años y descubrió que a la larga arrojarán 36 billones de toneladas de CO2 al
ambiente (más que la producción global de CO2 durante un año)”, y subraya que
“…menos del 5% de dichos proyectos contribuyen a la electrificación rural, que
es una necesidad apremiante en esos países. El 84% de la energía se destina a
la creación de infraestructura para la industria; es decir, facilitará la
inversión extranjera y el establecimiento de industrias rentables que
explotarán la mano de obra de esos países.” (7)
La experiencia de Kyoto confirma claramente que el moderno sistema capitalista
imperialista, es incapaz de abordar el peligro del calentamiento global sin
renunciar a su irracionalidad y su sed de ganancias.
El viejo Federico Engels escribió en su Dialéctica de la Naturaleza: "no
nos envanezcamos demasiado de nuestra victoria sobre la Naturaleza, porque ésta
se venga de cada una de nuestras victorias... A cada momento se nos recuerda
que no dominamos la Naturaleza como un conquistador a un pueblo extranjero
sojuzgado, que no la dominamos como quien es extraña a ella, sino que le
pertenecemos en carne y sangre y cerebro y vivimos en su regazo".
El capitalismo desde sus primeros días, tuvo una actitud de desprecio y saqueo
hacia la Naturaleza, como si los recursos que provee a la humanidad fueran
infinitos. Hace 150 años, si bien fue posible sostener científicamente que el
capitalismo no podía desarrollar las fuerzas productivas conscientemente en
beneficio del desarrollo de la humanidad, no podía preverse que la anarquía
capitalista podía poner en peligro el equilibrio climático global y a la propia
Naturaleza. Pero, lo que en la época de los fundadores del marxismo
revolucionario sólo constituía un horizonte teórico, en nuestro tiempo se ha
transformado en una realidad patente.
La irracionalidad del sistema capitalista-imperialista ha llegado a niveles
absurdos, como el hecho de que el motor de combustión interna –que cualquier
persona puede hallar fácilmente bajo el capot de su automóvil– es técnicamente
obsoleto hace al menos 50 años, puesto que podría haber sido reemplazado por
sistemas energéticos limpios, solares y hasta de biomasa.
Sin duda que el punto de partida para el análisis de esta realidad se sitúa en
el terreno de la economía política y el moderno sistema de producción
capitalista, carente de más límites que la propia sed de ganancias de la
burguesía. Y necesariamente la salida desde el marxismo revolucionario a esta
crisis no puede ser otra que la revolución proletaria internacional, mediante
al introducción de la razón en la esfera de las relaciones económicas, premisa
necesaria para avanzar en la edificación de la sociedad comunista.
Sin
embargo, para los marxistas contemporáneos, en particular para aquellos que
desarrollamos nuestra labor revolucionaria en los países semicoloniales, es
común que el abordaje de este problema de actualidad se haga desde visiones
simplificadas, sin mayor desarrollo teórico-político. En este sentido, son
saludables los debates que se han dado en los últimos tiempos entre distintas
corrientes e intelectuales, europeos principalmente, alrededor de la llamada
ecología política o las alternativas ecosocialistas. (11)
En cierto modo, los marxistas estamos claramente por detrás de los
intelectuales burgueses –y sus acaudaladas agencias imperialistas–, como así
también diversos intelectuales reformistas y relacionados al mundo de las ONGs,
en los análisis y “teorizaciones” relativas a la crisis ambiental. Por poner un
ejemplo, desde hace años que se ha instalado en la literatura política,
económica y ambiental un concepto, que es utilizado por igual tanto por
sectores de la izquierda marxista –por caso, la propia LCR francesa– como por
funcionarios del Banco Mundial y el FMI: este es el concepto de “desarrollo
sustentable”.
Aunque hay
muchas definiciones del concepto, la más característica fue formulada por
primera vez en 1987: "Es el desarrollo que satisface las necesidades
actuales de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para satisfacer las suyas." (12)
Sin
embargo, el concepto encierra un contenido claramente capitalista, en el
sentido de un "capitalismo sostenible", humanizado, pues es imposible
que las “necesidades actuales” sean satisfechas –y efectivamente no los son–, y
menos aún que lo sean sin “comprometer” a las generaciones futuras, en el marco
de un sistema de explotación del hombre por el hombre. (13)
Los marxistas revolucionarios del siglo XXI tenemos el desafío expandir las
miras de nuestra crítica hacia este terreno, a la vez que damos pasos en
incorporar política, teórica (y hasta podría decir programáticamente), el
problema de la crisis ambiental contemporánea.
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El calentamiento global: El
futuro del planeta está en juego
Mientras el huracán
Katrina devastaba la costa del Golfo, mucha gente se preguntaba si tenía
relación con el calentamiento global. Debido a las grandes variaciones
climáticas, es difícil saber si una tormenta en particular (o incluso una serie
de tormentas u otros sucesos climáticos extremos en cierto lugar) es una consecuencia
del calentamiento global. Pero sí se sabe que existe un vínculo entre el clima
global y la cantidad e intensidad de las tormentas, y los científicos dicen que
el calentamiento del planeta aumentará la severidad de las tormentas y demás
fenómenos climatológicos.
Sea cual fuere su
relación con Katrina, el calentamiento global es un gran peligro para el
planeta. Al comienzo del siglo 21, hay enormes concentraciones de riqueza y de
fuerzas productivas, y ha habido avances tecnológicos y científicos sin
precedente. Pero todo esto lo monopoliza un puñado de imperialistas para
acumular más ganancias y poder a costa de la vida de las masas. Esta ciega
búsqueda de ganancias está causando grandes daños al medio ambiente y a los
ecosistemas del planeta.
No hay ejemplo más
marcado que el calentamiento global.
El calentamiento global
es una consecuencia de la quema de combustibles fósiles (como el petróleo y el
carbón) y de la madera, que liberan dióxido de carbono (CO2) y otros “gases de
invernadero”.
Estados Unidos produce
la mayor cantidad de esos gases. Con el 4% de la población mundial, produce un
cuarto del CO2 del mundo. Pero a pesar de la enorme amenaza a la humanidad que
representan esas emisiones, el gobierno de Bush planea ampliar enormemente
la quema de combustibles fósiles y se opone a una resolución científica a este
problema.
El
calentamiento del planeta
Un estudio de 2001 del
Equipo Intergubernamental sobre Cambios Climáticos dice que sin una reducción
significativa de los gases de invernadero, el planeta se calentará de
El calentamiento global
ya está causando cambios ambientales inquietantes, por ejemplo: se están
derritiendo los glaciares y las capas de hielo; los mares y las marejadas están
hundiendo las islas y los pueblos costeros del mundo; y las zonas de
distribución de muchas especies de plantas y animales se están desplazando
hacia el norte y a mayores altitudes.
La investigación
científica indica que el calentamiento global ha llevado a un clima con más
extremos. Un informe de 2003 de la Organización Meteorológica Mundial dice:
“Cada año se establecen nuevos récords climatológicos en alguna región del
mundo, pero en los últimos años la cantidad de tales sucesos extremos está
creciendo”. Un estudio de la revista científica Nature dice que la
fuerza de los huracanes ha aumentado un 50% y que esto está vinculado al
calentamiento global.
Cambios
climáticos en el Ártico y la subida del nivel del mar
La Evaluación del
Impacto de Cambios Climáticos del Ártico de noviembre de 2004 dice que la
temperatura de la región ártica está subiendo dos veces más rápidamente que en el
resto del mundo. En los últimos 30 años, el hielo del mar ha disminuido un 8%,
o sea, una zona mayor que Texas y Arizona. El estudio predice que por lo menos
la mitad de la capa de hielo de verano, y gran parte de la capa de hielo de
Groenlandia (la segunda del mundo), se derretirán este siglo.
Los científicos no están
de acuerdo sobre el ritmo de estos cambios. Un científico de NASA
predice que la capa de hielo de Groenlandia empezará a desintegrarse en unas
décadas si no se controlan las emisiones. Otros dicen que tardará más tiempo.
Si se derrite toda la capa de hielo, el nivel del mar subirá casi
El nivel del mar ya ha
subido, y esto está causando y causará más inundaciones y la sumersión de
varias islas (entre ellas naciones enteras) y zonas costeras donde viven
millones de personas.
Por ejemplo, Tuvalu, una
isla-nación del Pacífico donde viven 11,000 personas, podría desaparecer bajo
el agua. La población se está trasladando poco a poco a Nueva Zelanda.
La pérdida de las capas
de hielo y los glaciares del norte es una consecuencia del calentamiento
global, pero también puede acelerarlo y acelerar otros cambios climáticos.
Un ejemplo de esto es el
“efecto albedo”. La nieve y el hielo reflejan el calor del Sol mucho más que el
agua. Así que al derretirse grandes extensiones de hielo y nieve, la energía
del Sol se absorbe más y la temperatura de los océanos y la Tierra sube.
Además, el hielo
atrapado en las capas permanentes expulsa la sal, y el agua salada se hunde al
fondo del mar. Este proceso en el Ártico es la principal fuente de la
“circulación termohalina”, un proceso que crea una corriente transportadora en
los océanos que lleva el agua más caliente del ecuador hacia el norte y modera
el clima. Si las capas de hielo se derriten, el proceso de “circulación
termohalina” se acabará o disminuirá, y esto causará cambios climáticos
impredecibles.
El calentamiento del
Ártico ya ha afectado a las plantas y los animales de la región. Los inuit han
visto por primera vez especies que normalmente viven más al sur (como los
petirrojos) para las cuales ni siquiera tienen nombre en su idioma.
Muchas especies solo
pueden sobrevivir en una estrecha zona de temperaturas. Así que los cambios
climáticos llevarán a grandes cambios impredecibles en la supervivencia de
especies y difusión a otras regiones
Cuanto más saben los
científicos acerca de los peligros del calentamiento global, tanto más dan la
alarma. No cabe duda de que está acelerando y que tendrá consecuencias
catastróficas en los ecosistemas y la humanidad a nivel mundial. El futuro del
medio ambiente del planeta está en juego, y el sistema capitalista que produce
esos cambios es fundamentalmente incapaz de responder a esta amenaza.
Notas:
1. Las primeras pruebas científicas sobre la injerencia humana en los cambios
del clima se presentaron en 1979 en la primera Conferencia Mundial sobre el
Clima. Veintitrés años mas tarde, las Naciones Unidas adoptaron la CMNUCC. La
CoP es el máximo órgano de toma de decisiones de la Convención, constituido por
las Partes, o sea, los países que se han adherido a la Convención.
2. Thomas Karl y Kevin Trenberth, Revista Science, Edición de diciembre de
2003.
3. El Protocolo de Kyoto se adoptó en Japón en 1997. En los papeles, su
objetivo es limitar las emisiones netas de gases de efecto invernadero para los
principales países industrializados y con economías en transición. El Protocolo
entraría en vigor luego de la adhesión de no menos de 55 Partes en la
Convención, cuyas emisiones totales representen por lo menos el 55% del total
de las emisiones de dióxido de carbono correspondientes a 1990. Esto se logró
con la ratificación por parte de Rusia., y tiene vigencia hasta el año 2012.
4. Palabras de Richard Sandor, Director de Kidder & Peabody y de la Junta
de Comercio de Chicago, y co-autor de un informe de la ONU que propone la
compraventa de emisiones.
5. “Para ‘Salvar’ el Protocolo de Kyoto hay que Acabar con la ‘Manía del
Mercado’”, Declaración firmada por decenas de organizaciones ambientalistas en
2001.
6. Ibídem.
7. Calentamiento global: Cháchara en Kyoto. Obrero Revolucionario Nº 943, 8 de
febrero, 1998.
8. La Nación, 18 de Diciembre del 2004.
9. El Cronista Comercial, 21 de Diciembre de 2004.
10. Discurso del Presidente Néstor Kirchner al Plenario de la Décima
Conferencia de las Partes de la CMNUCC.
11. Es interesante en este contexto el debate entablado entre Michel Husson,
intelectual de la LCR francesa, y el ambientalista, miembro de la Ejecutiva
Federal y ex-diputado de IU en España, Julio Setién, ("Una ocasión
perdida" de Setién y "Una ocasión para debatir" de Husson), en
torno al libro "Elementos de análisis económico marxista: Los engranajes
del capitalismo" (A. Martin, M. Dupont, M. Husson., C. Samary, H Wilno).
En este debate, en el que interviene también otro intelectual del ala
ambiental, Txema Mendibil, se da un interesante contrapunto sobre si es
posible, como parece sostener Husson, reducir la dimensión ecológica a una mera
aspiración de mejora de la calidad de vida cuando no esté en peligro la vida
del planeta, o si por el contrario, la ecología incluye respetar la naturaleza
viva, negarnos a una visión exclusivamente antropocéntrica, etc., como
sostienen los ambientalistas. El debate, encarado desde la necesidad –sostenida
por Husson– de que todo proyecto “ecosocialista” sólo puede serlo en tanto sea
un proyecto de transformación social, ilustra en parte algunos de los temas que
discurren en la discusión entre marxismo y ecología.
12. Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo
(Comisión Brundtland): Nuestro Futuro Común (Oxford: Oxford University Press,
1987).
13. En este sentido, es correcta la apreciación de Husson en “Una ocasión para
debatir”, cuando sostiene que un proyecto verdaderamente ecológico sólo pude
serlo en tanto sea anticapitalista.
Fuentes:
http://www.ft.org.ar/Notasft.asp?ID=3946
http://www.rwor.org/a/014/calentamiento-global-s.htm