Materialismo
dialéctico y lógica dialéctica
A. G. Spirkin
El materialismo dialéctico es la ciencia que estudia las relaciones entre la conciencia y el mundo material objetivo, las leyes más generales del movimiento y desarrollo de la naturaleza, de la sociedad y del conocimiento. La filosofía del marxismo se llama materialismo dialéctico porque constituye la unidad orgánica del materialismo y la dialéctica. Es materialista porque parte del reconocimiento de la materia como base única del mundo, considerando la conciencia como una propiedad de la material altamente organizada, como una función del cerebro, como un reflejo del mundo objetivo; es dialéctico porque reconoce la concatenación universal de los objetos y fenómenos del mundo, el movimiento y desarrollo de éste como resultado de contradicciones internas que actúan dentro de él.
El materialismo considera el ser social no sólo en forma de objeto que se opone al hombre, sino también subjetivamente, en forma de la actividad práctica histórico-concreta del hombre. Tal concepción de la práctica proporcionaba base científica a la teoría del conocimiento, a la cual el marxismo llegó desde el punto de vista histórico-social en vez del enfoque abstracto del materialismo contemplativo, que consideraba los vínculos entre los hombre como algo puramente natural.
La diferencia sustancial de la filosofía del marxismo respecto de todos los sistemas filosóficos anteriores consiste en que sus ideas penetran en la masa del pueblo trabajador, que es quien las lleva a la práctica; en cuanto a ella, se desarrolla justamente sobre la base de la práctica histórica de las masas populares. El mundo es modificado por la actividad práctica revolucionaria de las masas populares que han hecho suyas las ideas del marxismo. “De la misma manera que la filosofía encuentra en el proletariado su arma material, el proletariado encuentra en la filosofía su arma espiritual…” (C. Marx y F. Engels)
Lenin profundizó la concepción de las categorías fundamentales de la dialéctica materialista: materia y formas de su movimiento, espacio y tiempo, causalidad, libertad y necesidad, posibilidad y realidad, forma y contenido, etc. Lenin impulsó la concepción de la ley de la unidad y lucha de los contrarios como ley fundamental el mundo objetivo y del conocimiento, como esencia y núcleo de la dialéctica, formulando proposiciones esenciales sobre las dos concepciones del desarrollo: desarrollo como disminución y aumento, como repetición y desarrollo como unidad de contrarios, de desdoblamiento de lo único en contrarios que se excluyen recíprocamente y se hallan en interacción.
Señaló que el conocimiento va del contenido vivo al pensamiento abstracto y de éste a la práctica; que la conciencia del hombre es activa, pues no se limita a reflejar el mundo, sino dentro de la práctica humana participa en su transformación revolucionaria. Formuló la teoría de la verdad objetiva, relativa y absoluta, y señaló su intervinculación dialéctica. El punto central en la doctrina de Lenin sobre la verdad lo ocupa el problema del carácter concreto de la misma. Indicó que “la esencia misma, el alma viva del marxismo es el análisis concreto de la situación concreta”.
El enfoque dialéctico del conocimiento es, ante todo, un enfoque histórico. En su elaboración de la teoría del conocimiento Lenin concedía la atención particular a la necesidad del enfoque histórico, al examen de las formas de pensar en unidad con su contenido, y en relación con ello formuló las proposiciones fundamentales de la unidad de la dialéctica, la lógica y la teoría del conocimiento, determinó los principios fundamentales de la lógica dialéctica y señaló las vías de investigación del problema de la sucesión histórica en la formación de las categorías del pensamiento. Lenin determinó la vía que debía seguirse: la historia de la filosofía, la historia de las distintas ciencias, la historia del desarrollo mental del niño, la historia del desarrollo mental de los animales, la historia del idioma, más la psicología y la fisiología de los órganos de los sentidos: tales son las regiones del saber de las que debe formarse la teoría del conocimiento y la dialéctica.
MATERIALISMO Y CONCIENCIA.
El materialismo dialéctico parte del reconocimiento de la prioridad de la materia y del carácter secundario de la conciencia y considera que el mundo es la materia en movimiento. La materia no puede ser creada ni destruida; es eterna e infinita. El mundo es la diversidad de formas de movimiento de la materia, infinitas en el espacio y en el tiempo.
Los datos de la ciencia moderna señalan que los procesos físicos, químicos,
biológicos y sociales que tienen lugar en el mundo, no son algo encerrado en sí
y singularizado. Todos ellos pueden transformarse recíprocamente, puesto que
entre ellos existe una vinculación universal, concatenación e interacción.
Según el materialismo dialéctico, la conciencia es una función del cerebro, un
reflejo del mundo objetivo. Eso significa que la conciencia viene determinada
fuera de la actividad natural y social existente y operante en el cerebro. El
proceso de toma de conciencia del mundo y la actividad psíquica surgen y se
desarrollan en el proceso de interacción real del hombre con el mundo a través
de sus relaciones sociales. Los objetos, sus propiedades y relaciones, al ser
reflejadas en el cerebro, existen en él en forma de imágenes, idealmente. El
cerebro no es el origen, sino el órgano de la conciencia, es decir, la parte
del cuerpo humano en la que el objeto que actúa sobre ella se transforma y
adquiere la forma ideal de su ser. Lo ideal no es una substancia particular ni
un acompañante secundario de los procesos materiales que transcurren en la
corteza del cerebro, sino un producto de la actividad del cerebro, la imagen
subjetiva del mundo objetivo.
DIALÉCTICA DEL PROCESO DEL
CONOCIMIENTO.
El materialismo dialéctico parte del hecho de que el conocimiento es un reflejo del mundo en la conciencia del hombre, inseparable del cambio del objeto de conocimiento en el curso de la práctica social. La práctica es base de la formación y desarrollo del conocimiento en todos sus grados, fuente del saber, estímulo fundamental y meta del conocimiento, esfera de aplicación del conocimiento, criterio de la verdad de los resultados del proceso de conocimiento y “determinante de los vínculos del objeto con aquello que el hombre necesita” (Lenin). La actividad práctica del hombre se halla unida obligatoriamente a la actividad cognoscitiva.
El proceso de conocimiento comienza con la sensación y la percepción. El paso
del conocimiento sensorial al pensamiento lógico es un salto del conocimiento
de lo individual, casual y exterior, al conocimiento generalizado de lo
sustancial y sometido a leyes, de las formas tangibles del reflejo a aquellas
formas que se hallan desprovistas de la “sustancia de sensoriedad”.
Lenin escribía que “cualquier verdad se la hace …, si
se la exagera, si se le aplica más allá de los límites que es dable hacerlo,
puede ser llevada al absurdo, y en las condiciones indicadas, se transforma
inevitablemente en absurdo”
La lógica dialéctica no es otra cosa sino la historia y el proceso del conocimiento en su elaboración lógica. Junto a la lógica dialéctica existe la lógica formal, la cual estudia las leyes de relación entre las premisas y las conclusiones y las leyes de la demostración. El materialismo dialéctico se apoya en el análisis de las categorías en los principios de la teoría marxista-leninista del reflejo y de la dialéctica. El estudio y la exposición de las categorías y leyes del materialismo dialéctico debe partir de la unidad de los métodos lógicos e históricos, lo cual a su vez, expresa la lógica objetiva de las relaciones de las cosas y su desarrollo, el desenvolvimiento en relación con la complicación de sus relaciones, ya que, según Marx, “la marcha del pensamiento abstracto, que asciende de lo más simple a lo complejo, corresponde al proceso histórico real”.
En la base del sistema de la dialéctica materialista que se desenvuelve históricamente, debe ser colocada una categoría que no necesite de premisa alguna y que ella misma constituya la premisa de partida para la investigación de las categorías restantes. Así es la categoría de materia. A ella le siguen las formas fundamentales de existencia de la materia: MOVIMIENTO, ESPACIO Y TIEMPO. Los diversos estados de la materia se conocen sólo a través del movimiento.
Todos los objetos poseen aspectos exteriores que se alcanzan directamente con la sensación y la percepción, y aspectos internos, el conocimiento de los cuales se alcanza por vía mediata, mediante el pensamiento abstracto. Esta diferencia de los grados de conocimiento se expresa en las categorías de lo EXTERIOR y lo INTERNO.
Sin una noción elemental de los nexos causales es imposible la actividad práctica del hombre encaminada a un fin. En el proceso ulterior de desarrollo del pensamiento el hombre empezó a comprender que la causa no se limita a generar la acción, sino que la supone en calidad de acción contraria. Al diferenciarse, la causa y el efecto no son dos formas distintas e independientes de existencia. Toda acción es INTERACCIÓN.
El conocimiento profundo de los
vínculos objetivos y de la interacción de las cosas es resultado de un largo
desarrollo de la práctica social y del pensamiento; los vínculos más simples de
las cosas fueron objeto del reflejo en la conciencia humana ya en la primeras
fases de su desarrollo ya que son el conocimiento sería imposible la actividad
productiva. La interacción de los objetos entre sí y de los distintos aspectos
o momentos dentro del objeto, que se expresa en la contradicción, en la lucha
de contrarios, es la causa universal, residente en la naturaleza de las cosas,
de su cambio y desarrollo, los cuales transcurren no a consecuencia de un
impulso de fuera como acción unilateral, sino en virtud de la interacción y de
La interacción práctica de los
hombres con un gran número de cosas semejantes y diversas llevó a descubrir los
signos individuales, particulares y generales de las mismas; estos sirvió de
base para la elaboración de las categorías de
Ahora,
Las leyes universales fueron
descubiertas por la generalización de las leyes de orden parcial. Las leyes más
generales de la dialéctica materialista son:
PASO DE LOS CAMBIOS CUALITATIVOS A CUANTITATIVOS, UNIDAD Y LUCHA DE CONTRARIOS
Y NEGACIÓN DE
La ley del paso de los cambios
cuantitativos a cualitativos muestra el modo cómo se realiza la aparición
de lo nuevo. Pero no revela toda la esencia del proceso de desarrollo, no nos
dice qué es la fuerza motriz, la fuente del desarrollo. La fuerza motriz del
desarrollo viene expresada por la ley de la unidad y la lucha de contrarios.
Según esta ley, los objetos y fenómenos del mundo objetivo, en el proceso de su
desarrollo –que se desprende de la interacción y contradicción entre los
distintos objetos y fenómenos y de los distintos aspectos dentro de los objetos
y fenómenos y de los distintos aspectos dentro de los objetos y fenómenos-,
pasan del estado de diferencia no advertida y no esencial de los aspectos que
integran el fenómeno dado a las diferencias esenciales de los aspectos del todo
y a los contrarios, los cuales se manifiestan entre sí en contradicción, en
lucha, que es la fuente interna de desarrollo de dicho fenómeno.
Cualquier desarrollo es un proceso dirigido de manera determinada.
Este aspecto del desarrollo viene expresado por la ley de la negación de la negación. Cada fenómeno es relativo y, en virtud de su naturaleza finita, pasa a otro fenómeno, el cual, en determinadas condiciones, puede convertirse en el contrario del primero y negarlo. La negación es no sólo la negación de lo viejo, sino la afirmación de lo nuevo. Como resultado de esta creciente negación de la negación se obtiene el movimiento del objeto de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior, con elementos de repetición de etapas pasadas, de retrocesos temporales, etc.
Cada momento de desarrollo, por
mucho que se diferencie del anterior, procede de él, es resultado de se
desarrollo, por lo cual lo incluye y conserva en sí en un aspecto transformado.
De ahí se desprende una importante exigencia al conocimiento científico, que se
manifiesta en calidad de método:
EL CONOCIMIENTO HISTÓRICO ÚNICAMENTE PUEDE SER FECUNDO CUANDO CADA MOMENTO DEL
DESARROLLO HISTÓRICO ES CONSIDERADO COMO RESULTADO DEL MOMENTO PRECEDENTE Y EN
RELACIÓN ORGÁNICA CON ÉL.
El materialismo dialéctico proporciona a los investigadores el único método científico de pensar, el método de conocimiento adecuado a las leyes del mundo objetivo. En cuanto al materialismo dialéctico, trata de las leyes más generales del movimiento y desarrollo del ser y del pensamiento, el conocimiento de las leyes universales a su vez, sirve de base y guía para el estudio de las leyes específicas.
Cada ciencia se basa en los
resultados del conocimiento de las leyes universales del desarrollo como
principio metodológico. El único método científico para el conocimiento y
transformación de la realidad es la dialéctica materialista…”ya que es la única
que nos brinda la analogía y, por tanto, el método para explicar los procesos
de desarrollo de la naturaleza, para comprender, en sus rasgos generales, sus
nexos y el tránsito de uno a otro campo de investigación” (Dialéctica de
La tesis del materialismo dialéctico de que la materia es lo primario y la conciencia lo secundario, se diferencia del materialismo anterior al marxismo en que se incluye el reconocimiento del carácter primario del ser social y del carácter secundario de la conciencia social. Por ser social el marxismo entiende el proceso real de la vida de los hombres, el trabajo, el proceso de producción de los bienes materiales, las relaciones que se establecen entre los hombres en el proceso de producción, etc. Por conciencia social entiende las concepciones políticas, filosóficas, jurídicas y artísticas, la moral, la ciencia y la religión.
Historia de la lógica dialéctica
El pensamiento dialéctico es de un origen antiquísimo. Ya el pensamiento primitivo se hallaba presidido por la conciencia del desarrollo, de la dialéctica. La filosofía del Oriente antiguo y la de Grecia crearon modelos no superados de teorías dialécticas. La dialéctica griega, basada en la percepción sensorial viva del cosmos material, ya desde sus primeras manifestaciones formuló toda la realidad como algo en proceso de formación, como algo que incluye contrarios en su seno, como algo que se mueve eternamente y tiene existencia en sí.
Todos los filósofos en absoluto del primer período de la época clásica griega mantenían el carácter general y eterno del movimiento, al mismo tiempo que se representaban el cosmos como un todo perfecto y hermoso en forma de algo eterno y que permanece en reposo. Era la dialéctica universal del movimiento y del reposo. Los primeros filósofos clásicos griegos enseñaban también la mutabilidad general de las cosas como resultado de la transformación de un elemento fundamental (tierra, agua, aire, fuego y éter) en otro. Era la dialéctica universal de la identidad y la diferencia.
Siguiendo adelante, todos, los primeros filósofos clásicos griegos concebían el ser como materia sensorialmente percibida, viendo en ella unas u otras leyes. Los números de los pitagóricos, por lo menos en la época inicial, son completamente inseparables de los cuerpos. El logos de Heráclito es el fuego mundial que se enciende y se apaga rítmicamente. El pensamiento en Diógenes de Apolonia es el aire. Los átomos de Leucipo y Demócrito son cuerpos geométricos eternos e indestructibles que no están sujetos a ningún cambio, pero de ellos se compone la materia percibida sensorialmente. Toda la primera filosofía clásica griega enseña la identidad, la eternidad y el tiempo: todo lo eterno transcurre en el tiempo, y todo lo temporal contiene en sí una base eterna, de donde se deriva la teoría de la rotación eterna de la materia. Todo ha sido creado por los dioses; pero los propios dioses no son sino la generalización de los elementos materiales, de tal modo que, en última instancia, el cosmos no fue creado por nadie ni por nada, sino que surgió por sí mismo y surge constantemente en su existencia eterna.
Así, ya en los primeros tiempos de la filosofía clásica griega (siglos VI y V de n.e.) se meditaba sobre las categorías fundamentales de la lógica dialéctica, aunque, bajo el imperio del materialismo dialéctico, permanecía lejos del sistema de estas categorías y de la separación de la lógica dialéctica como una ciencia especial.
Heráclito y otros filósofos de la naturaleza dieron las fórmulas del devenir eterno como unidad de contrarios. Aristóteles consideraba como primer dialéctico al eleata Zenón. Precisamente los eleatas fueron los primeros en enfrentar netamente la unidad y la multiplicidad, o el mundo concebido o el mundo sensorial. Sobre la base de la filosofía de Heráclito y de los eleatas, en un ambiente de creciente subjetivismo, en Grecia surgió como lógico la dialéctica puramente negativa de los sofistas, los cuales en la mutación constante de cosas eternas y de conceptos veían la relatividad del saber humano y reducían la lógica dialéctica hasta un nihilismo completo, del que tampoco se salvaba la moral.
Por lo demás, conclusiones de la dialéctica para la vida sacaba ya Zenón. En este ambiente es como Xenofonte, presenta a su Sócrates, el cual trata de dar la doctrina de los conceptos puros, pero sin el relativismo sofista, buscando en ellos los elementos más generales, dividiéndolos en géneros y especies, sacando de ahí obligatoriamente conclusiones morales y valiéndose del método del diálogo: La propia palabra ‘dialéctica’ -decía- tuvo su origen en que los hombres, al cambiar opiniones en las asambleas, dividen los objetos en géneros...
En ningún caso hay que reducir el papel de los sofistas y de Sócrates en la historia de la lógica dialéctica. Ellos precisamente, apartándose de la lógica dialéctica excesivamente ontológica de los primeros clásicos, condujeron a un vertiginoso movimiento del pensamiento humano con sus contradicciones eternas, con sus incansables búsquedas de la verdad en una atmósfera de encarnizadas disputas en persecución de categorías del pensamiento cada vez más sutiles y exactas. Este espíritu de la heurística y la teoría de preguntas y respuestas de la dialéctica comenzó desde entonces a penetrar en toda la filosofía antigua y en toda la lógica dialéctica que le era propia. Este espíritu emana de los diálogos de Platón, con su intensa actividad pensante, de las diferencias de Aristóteles, de la lógica formalista de los estoicos e incluso de los neoplatónicos, los cuales, con toda su inspiración mística, penetraban hasta el fondo de la heurística, en la dialéctica de las categorías más sutiles, en la interpretación de la vieja y sencilla mitología, en la sistemática rebuscada de todas las categorías lógicas. Sin los sofistas y sin Sócrates no se puede concebir la lógica dialéctica antigua ni siquiera allí donde no tiene nada de común con ellos por su contenido. El griego era un hombre siempre dispuesto a hablar, a discutir, un equilibrista de la palabra. Así era su lógica dialéctica, surgida sobre la sofística y el método socrático del diálogo dialéctico.
Prosiguiendo el pensamiento de su maestro e interpretando el mundo de los conceptos o ideas como una realidad especial independiente, Platón entendía por dialéctica no sólo la división de los conceptos en géneros netamente diferenciados y no sólo la búsqueda de la verdad con ayuda de preguntas y respuestas, sino también el conocimiento de lo relativamente existente y de lo verdaderamente existente. Esto creía posible alcanzarlo sólo con ayuda de la reducción de las partes contradictorias en lo integral y común. Magníficos modelos de este género de lógica dialéctica idealista antigua tenemos en los diálogos de Platón Sofista y Parménides.
En el primero de ellos encontramos precisamente la dialéctica de las cinco categorías dialécticas fundamentales: movimiento, reposo, diferencia identidad y ser, como resultado de lo cual este último es interpretado por Platón como la separación coordenada que se contradice por sí misma activamente. Cualquier cosa es idéntica, a sí misma y a todas las demás, y diferente a sí misma y a todas las demás, y también en estado de reposo y movimiento por sí misma y con relación a todo lo demás.
En Parménides esta lógica dialéctica es llevada al grado máximo de detalle, de sutileza y sistematización. En un principio se da la dialéctica de lo único como unidad absoluta e inseparable, y luego la dialéctica del todo único-separado tanto en relación a sí mismo como en relación a todo lo demás de lo cual depende. Las reflexiones de Platón sobre las distintas categorías de la lógica dialéctica aparecen en todas sus obras; podemos indicar siquiera sea la dialéctica del devenir puro o la dialéctica de la unidad cósmica, que se encuentra por encima de la unidad de las distintas cosas en su conjunto, y también por encima de la propia oposición del sujeto y el objeto. No en vano Diógenes Laercio (III,56) consideraba que el inventor de la dialéctica había sido Platón.
Aristóteles, que insertaba las ideas platónicas dentro del marco de la propia materia, convirtiéndolas así en formas de las cosas, y que además incorporaba aquí la teoría de la potencia y la energía (lo mismo que algunas otras teorías análogas), elevó la lógica dialéctica hasta su nivel más elevado, si bien este apartado de la filosofía no lo llama lógica dialéctica, sino primera filosofía. El término de lógica lo conserva para la lógica formal, y por dialéctica entiende la doctrina de los juicios y conclusiones probables o apariencias.
La significación de Aristóteles en la historia de la lógica dialéctica es inmensa. Su doctrina de los cuatro principios -material, formal (más exactamente, de sentido eidético), motriz y de finalidad- es interpretada de tal modo que todos estos cuatro principios existen en cada cosa completamente separados e idénticos con la propia cosa.
Desde el punto de vista moderno se trata, sin duda, de la unidad de los contrarios por mucho que Aristóteles llevase a primer plano la ley de la contradicción (más exactamente, la ley de la no contradicción) lo mismo en el ser que en la conciencia. La teoría de Aristóteles acerca de la fuerza motriz primaria que piensa por sí misma, es decir, que es para sí sujeto y objeto, no es sino un fragmento de la misma lógica dialéctica. Cierto, Aristóteles examina sus famosas diez categorías por separado y de manera puramente descriptiva. Pero en su primera filosofía todas estas categorías son interpretadas con un criterio bastante dialéctico. Finalmente, no se puede rebajar la circunstancia de que él mismo llama dialéctica al sistema de conclusiones en la región de las hipótesis probables. Aquí, en todo caso, Aristóteles da la dialéctica de la formación, por cuanto la propia probabilidad sólo es posible en el campo de la formación. Lenin dice: La lógica de Aristóteles es petición, búsqueda, acceso a la lógica de Hegel, y de ella, de la lógica de Aristóteles (que por doquier, a cada paso, plantea precisamente la cuestión de la dialéctica), han hecho una escolástica muerta, han prescindido de todas las búsquedas, fluctuaciones y métodos de planteamiento de los problemas.
En los estoicos, sólo el sabio es dialéctico, la dialéctica es definida por ellos como la ciencia de dialogar acertadamente acerca de los juicios por medio de preguntas y respuestas y como ciencia de lo verdadero, lo falso y lo neutral. Si consideramos que en los estoicos la lógica se dividía en dialéctica y retórica, su concepción de la lógica dialéctica no era ontológica en absoluto.
Contrariamente a esto, los epicúreos entendían la lógica dialéctica como canónica, es decir, de manera otológica y materialista.
No obstante, si tomamos en consideración no la terminología de los estoicos, sino su doctrina real del ser, en lo fundamental nos encontramos con la cosmología de Heráclito, es decir, con la doctrina de la eterna formación y de la transformación recíproca de los elementos, la doctrina del logos-fuego, de la jerarquía material del cosmos, y la diferencia principal de Heráclito se presenta en la teleología insistentemente aplicada. De este modo, en la doctrina del ser de los estoicos también encontramos no sólo materialistas, sino partidarios de la lógica dialéctica. La línea de Demócrito-Epicuro-Lucrecio tampoco se puede entender en modo alguno de una manera mecanicista. La aparición en ellos de cada cosa partiendo de los átomos es también un salto dialéctico, por cuanto cada cosa posee una cualidad que la diferencia por completo de los átomos de los cuales procede. Se conoce también la equiparación antigua de los átomos a las letras: la cosa integral viene de los átomos de la misma manera como la tragedia y la comedia surgen de las letras. Está claro que los atomistas concebían aquí la dialéctica del todo y de las partes.
En los últimos siglos de la filosofía antigua, la dialéctica de Platón adquirió particular desarrollo. Plotino tiene un tratado especial sobre la dialéctica; y conforme el platonismo se va desarrollando hasta fines del mundo antiguo, tanto más sutil, escrupulosa y escolástica se hace la lógica dialéctica. La jerarquía neoplatónica fundamental del ser es completamente dialéctica: lo único, que es la unidad absoluta de todo lo existente, que funde en sí todos los sujetos y objetos y que por ello es inseparable en sí; la separación numérica de este único; el complemento cualitativo de estos primeros números, que representa la identidad del sujeto universal y del objeto universal (tomada de Aristóteles) o mundo de las ideas; el paso de estas ideas a la formación, que es la fuerza motriz del cosmos o alma mundial; el producto y resultado de esta esencia móvil del alma mundial, o cosmos; y, finalmente, la reducción gradual en su contenido de sentido de la esfera cósmica, empezando por el cielo y acabando en la tierra. En el neoplatonismo es también dialéctica la doctrina misma de la gradual y constante efusión y división del único inicial, es decir, lo que en la filosofía antigua y medieval se suele llamar emanacionismo (Plotino, Porfirio, Yámblico, Proclo y otros muchos filósofos de los siglos III a VI). Aquí nos encontramos con un sinfín de concepciones dialécticas productivas, pero todas ellas, debido al carácter específico de la época, son presentadas a menudo en forma de reflexiones místicas y de una sistemática escrupulosamente escolástica: Dialécticamente tiene valor, por ejemplo, la concepción del desdoblamiento de lo único, el reflejo recíproco del sujeto y el objeto en el conocimiento, la doctrina de la movilidad eterna del cosmos, de la formación pura, etc.
Como resumen de la lógica dialéctica antigua, hay que decir que en ella fueron meditadas casi todas las categorías principales de esta ciencia sobre la base de la relación consciente hacia el elemento de la formación. Pero ni el idealismo ni el materialismo de la antigüedad pudieron hacer frente a esta tarea debido a su espíritu contemplativo, a la fusión de la idea y la materia en unos casos y a la separación de las mismas en otros; debido a la primacía de la mitología religiosa en unos casos y al relativismo ilustrador en otros; debido a la débil conciencia de las categorías como reflejo de la realidad y a la incapacidad constante para comprender la acción creadora del pensamiento sobre la realidad. En medida considerable esto se refiere también a la filosofía medieval, en la que la mitología anterior fue sustituida por otra mitología aunque también aquí la lógica dialéctica seguía trabada por un ontologismo demasiado ciego.
El predominio de las religiones
monoteístas en
En el sentido del desarrollo de
la lógica dialéctica esto era un paso adelante, ya que la conciencia filosófica
se acostumbraba gradualmente a sentir su propia fuerza, aunque fuese surgida de
lo absoluto interpretado con un criterio personalista. La doctrina cristiana de
la trinidad (por ejemplo en los capadocios Basilio el Grande, Gregorio Nazianzin, Gregorio Nisski y en
general, en numerosos padres y maestros de
Esta lógica dialéctica, basada en el pensamiento religioso-místico, llegó hasta Nicolás de Cusa, quien construyó su doctrina precisamente sobre la base de Proclo y las areopagíticas. Tales son las teorías de Nicolás de Cusa sobre la identidad del saber y el no saber, sobre la coincidencia del máximo y el mínimo sobre el movimiento eterno, sobre la estructura trinitaria de la eternidad, sobre la identidad del triángulo, el círculo y la esfera en la teoría de la divinidad, sobre la coincidencia de los contrarios, sobre cualquiera en cualquiera, sobre la reducción y el desenvolvimiento del cero absoluto, etc. Además, en Nicolás de Cusa el neoplatonismo antiguo y medieval se junta a las ideas de los primeros gérmenes del análisis matemático, ya que en el concepto de lo absoluto se pone la idea de la formación eterna, y el propio absoluto empieza a entenderse como integral peculiar y que lo abarca todo o, en dependencia del punto de vista, como diferencial. En él figuran, por ejemplo, conceptos tales como ser-posibilidad (posse-fieri). Esto es el concepto de eternidad como formación eterna, como posibilidad eterna de todo lo nuevo y de lo nuevo que es su auténtico ser. De este modo, el principio infinitesimal, es decir, de lo infinitamente pequeño determina la característica del ser del propio absoluto. Tal es también, por ejemplo, su concepto de possest, es decir de posse est, o concepto de potencia eterna que engendra todo lo nuevo, de tal suerte que esta potencia es el último ser. Aquí, la lógica dialéctica con un matiz infinitesimal se convierte en una concepción muy neta. Con relación a esto hay que recordar a Giordano Bruno, panteísta a la manera de Heráclito y materialista pre-spinoziano, que también enseñó la unidad de los contrarios, la identidad del mínimo y el máximo (comprendiendo este mínimo también de manera semejante a la teoría del infinitamente pequeño que entonces aparecía), la infinitud del Universo (interpretando de un modo completamente dialéctico que su centro se encuentra en todos los sitios, en cualquiera de sus puntos), etc. Filósofos como Nicolás de Cusa y Giordano Bruno seguían aún hablando de la divinidad y de la unidad divina de los contrarios, pero estas concepciones ya adquieren en ellos un matiz infinitesimal; y al cabo de cien o de ciento cincuenta años aparece ya el auténtico cálculo de los infinitamente pequeños, que representa una etapa nueva en el desenvolvimiento de la lógica dialéctica.
En
Es necesario tener en cuenta que,
a excepción del neoplatonismo, el término de lógica dialéctica o no se
empleaba en absoluto en sistemas filosóficos del Medievo y de
Toda la filosofía de
Los éxitos y los reveses de tal síntesis en la filosofía prekantiana pueden ser ilustrados con el ejemplo de Spinoza. Las primeras definiciones de su Ética son perfectamente dialécticas. Si en la causa coinciden en sí esencia y existencia, esto es la unidad de contrarios. La substancia es lo que existe por sí mismo y se representa a través de sí mismo. Es también la unidad de contrarios: el ser y la noción sobre él determinada por él mismo. El atributo de substancia es lo que la mente concibe en ella como su esencia. Es la coincidencia en la esencia de lo que en ella es esencia y de su reflejo mental. Los dos atributos de la substancia, pensamiento y extensión, son una misma cosa. La cantidad de atributos es infinita, pero en cada uno de ellos se refleja toda la sustancia. Indudablemente, lo que aquí encontramos no es otra cosa sino lógica dialéctica. Y sin embargo, la doctrina de Spinoza adolece de una excesiva ceguera ontológica, habla con demasiada imprecisión del reflejo y comprende demasiado poco el reflejo inverso del ser en el propio ser. Y sin esto resulta imposible construir una lógica dialéctica correcta y sistemáticamente comprendida.
La forma clásica para
Debemos señalar también que Kant empleó por primera vez el término mismo de lógica dialéctica: tal era el sentido independiente que atribuía a esta disciplina. Pero lo más interesante es que también Kant, lo mismo que toda la filosofía mundial, sin él mismo advertirlo, se mantuvo bajo la impresión del inmenso papel que la lógica dialéctica cumple en el pensamiento. A pesar del dualismo, a pesar de su metafísica, a pesar de su formalismo, sin él mismo advertirlo, utilizó con gran frecuencia el principio de la unidad de los contrarios. Así, en el capítulo Del esquematismo de los conceptos puros de la razón de su obra fundamental, Crítica de la razón pura, se pregunta súbitamente: ¿de qué manera estos fenómenos sensoriales se someten al raciocinio y a sus categorías? Porque está claro que entre el uno y los otros debe existir algo común. Lo que hay de común, que él llama aquí esquema, es el tiempo. El tiempo relaciona el fenómeno que transcurre sensorialmente con las categorías del raciocinio, es decir, es empírico y apriorístico. Kant cae aquí en la confusión, naturalmente, porque según su doctrina fundamental el tiempo no es en absoluto algo sensorial, sino apriorístico, de tal manera que este esquema no proporciona en absoluto ninguna unificación de lo sensorial y del raciocinio. Es indudable, sin embargo, que lo no consciente para sí mismo es aquí para Kant el tiempo de formación en general; y en la formación, indudablemente, cada categoría surge en cada momento y en ese mismo momento desaparece. Así, la cansa de un fenómeno dado, que caracteriza su origen, obligatoriamente, en cada momento de este último se manifiesta de manera diferente y diferente, es decir, constantemente surge y desaparece. De este modo, la síntesis dialéctica de la sensoriedad y del raciocinio, justamente en el sentido de la lógica dialéctica, fue construida de hecho ya por el propio Kant, aunque los prejuicios metafísicos dualistas le impidieran dar una concepción clara y sencilla.
De los cuatro grupos de
categorías, la calidad y la cantidad, indudablemente, se funden dialécticamente
en el grupo de categorías de relación; el grupo de categorías de modalidad es
sólo una precisión del grupo de relación obtenido. Incluso dentro de los
distintos grupos, las categorías son dadas por Kant según el principio de la
tríada dialéctica: la unidad y la pluralidad se funden en la unidad de esos
contrarios, que Kant denomina integridad; en cuanto a la realidad y a la
negación, es indudable que su síntesis dialéctica es la limitación, por cuanto
para esta última es necesario fijar algo y hace falta tener algo que rebasa
esta realidad para delimitar 1a frontera entre lo afirmado y lo no afirmado, es
decir, delimitar lo afirmado. Finalmente, incluso las famosas antinomias de
Kant, (por ejemplo: el mundo es limitado e ilimitado en el espacio y en el
tiempo), en última instancia son también salvadas por el propio Kant con ayuda
del método de la formación: el mundo realmente observado es finito; sin embargo
no podemos encontrar este fin en el tiempo y el espacio; por esta razón el
mundo es no finito y no infinito, y lo único que existe es la búsqueda de este
fin según la exigencia regulativa de la razón.
Fichte facilitó al momento la posibilidad de la lógica dialéctica sistemática con su interpretación de las cosas en sí como categorías también subjetivas, desprovistas de toda existencia objetiva. Esto era ya subjetivismo absoluto, y por tanto, no eradualismo, sino monismo, con lo que se facilitaba la separación sistemática y armónica de unas categorías partiendo de otras y acercaba la lógica dialéctica al monismo antimetafísico. Bastaba introducir en este espíritu absoluto de Fichte la naturaleza -lo cual encontramos en Schelling- y también la historia -como encontramos en Hegel- para que surgiese el sistema del idealismo objetivo de Hegel, el cual, dentro de esté espíritu absoluto, proporcionaba una lógica dialéctica irreprochable por su monismo, que abarcaba todo el campo de la realidad, desde las categorías puramente lógicas, pasando por la naturaleza y el espíritu, hasta la dialéctica categorial de todo el proceso histórico.
La lógica dialéctica hegeliana,
sin referirnos a las demás regiones del conocimiento, aunque, según Hegel,
también son movimiento de unas u otras categorías creadas por el mismo espíritu
mundial, es una ciencia desarrollada sistemáticamente en la cual se da un
cuadro completo y sustancioso de las formas generales del movimiento de la
dialéctica. Hegel tenía toda la razón desde su punto de vista, cuando dividía
la lógica dialéctica en ser, esencia y concepto. El ser es la primera y más
abstracta definición del pensamiento. Se concreta en las categorías de calidad,
cantidad y medida (entendiendo por esta última la cantidad determinada
cualitativamente y la calidad limitada cualitativamente). Hegel comprende su
calidad como el ser inicial que después de su agotamiento pasa al no ser, y la
formación como síntesis dialéctica del ser y no ser (por cuanto en cualquier
formación el ser surge siempre, pero en ese mismo momento se destruye). Después
de agotar la categoría del ser, Hegel examina ese mismo ser, pero ya
oponiéndolo a sí mismo. De manera natural, de aquí nace la categoría de esencia
del ser, y en esta esencia, Hegel, siempre de completo acuerdo con sus
principios, encuentra la esencia por sí misma, su aparición y la síntesis
dialéctica de la esencia inicial y el fenómeno en la categoría de realidad. Con
esto se agota su esencia. Pero la esencia no puede permanecer apartada del ser.
Hegel estudia el grado de la lógica dialéctica en el que figuran las categorías
que contiene en sí por igual el ser y la esencia. Es el concepto. Hegel era
idealista absoluto y por esta razón es en el concepto donde encuentra la
expansión máxima del ser y de la esencia. Examina su concepto como sujeto, como
objeto y como idea absoluta; la categoría de su lógica dialéctica es la idea y
lo absoluto. Además, el concepto hegeliano se puede interpretar como lo hizo
Engels, de un modo materialista: como naturaleza general de las cosas, o, como
lo hizo Marx, como ley general de la producción, o, como lo hizo Lenin, como
conocimiento. Y entonces este apartado de la lógica hegeliana pierde su
carácter místico y adquiere un sentido racional. En general, no obstante, todas
estas categorías que se mueven por sí mismas han sido estudiadas por Hegel con
tanta profundidad y de manera tan completa que, por ejemplo, Lenin, al terminar
sus apuntes de
En Hegel tenemos la cumbre de toda la filosofía occidental en el sentido de la creación de la lógica de la formación, cuando todas las categorías lógicas son tomadas invariablemente en su dinámica y en su generación recíproca, y cuando las categorías, aunque producto exclusivo del espíritu, como tal principio objetivo en el que se hallan representadas la naturaleza, la sociedad y toda la historia.
De entre la filosofía del siglo XIX anterior a Marx, un gran paso adelante fue el que dieron los demócratas revolucionarios rusos -Belinski, Herzen, Chernishevski y Dobroliubov-, cuya teoría y práctica revolucionaria no sólo permitió pasar del idealismo al materialismo; sino que los condujo a la dialéctica de la formación, ayudándoles a crear las concepciones más avanzadas en diversas regiones de la historia de la cultura. Lenin escribe que la dialéctica de Hegel fue para Herzen el álgebra de la revolución. La profundidad con que Herzen comprendía la lógica dialéctica, por ejemplo, en relación con el mundo físico, se advierte en estas palabras suyas: La vida de la naturaleza es desarrollo constante, desarrollo de lo simple abstracto, no completo, espontáneo, a lo completo concreto, complejo, desarrollo del germen del desmembramiento de todo lo que se encierra en su concepto, y de la eterna aspiración a llevar ese desarrollo hasta la correspondencia completa, dentro de lo posible, de la forma con el contenido: esto es la dialéctica del mundo físico. También Chernishevski enunció profundas ideas sobre la lógica dialéctica. Atendidas las condiciones de su tiempo, los demócratas revolucionarios no pudieron más que acercarse de lleno a la dialéctica materialista.
Nota:
(*) El autor se refiere al filósofo cordobés Averroes, el nombre castellanizado de Ibn Roshd.
Tomado del libro: A. G. Spirkin, Materialismo
dialéctico y lógica dialéctica.
Clásicos del Marxismo
Editorial Grijalbo, México