Rob
Sewell
El origen de la familia: En defensa de Engels y Morgan
El
marxismo, principalmente a través de Federico Engels, ha sido la única doctrina
capaz de establecer un análisis científico de la evolución de la familia, así
como de la opresión de la mujer. Un gran mérito para ello corresponde al
antropólogo norteamericano Lewis Morgan cuyos estudios sobre las tribus
indígenas de América del Norte resultaron capitales para las investigaciones
posteriores de Engels.
“La gran antigüedad de
la humanidad en la tierra ha sido establecida de manera concluyente”, escribió
el antropólogo norteamericano Lewis Henry Morgan en la apertura del prefacio de
su obra pionera La sociedad antigua, publicada en 1877. Las ideas
revolucionarias contenidas en este libro representaron un cambio completo en
este campo del desarrollo humano y sirvieron para fundar una escuela
evolucionista y materialista de la antropología. Fue sobre la base de este
trabajo que Federico Engels escribió su obra maestra, El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado.
En la actualidad se han
producido numerosos intentos de desacreditar la labor tanto de Engels como de
Morgan, alegando que las pruebas sobre las que desarrollaron sus teorías eran
no fiables, obsoletas, o incluso falsas. No hay evidencia, dicen, de su
«esquema extravagante» en el establecimiento de las etapas de la evolución de
la familia relacionado con el desarrollo de la sociedad. Apuntan a las
investigaciones llevadas a cabo sobre las sociedades actuales de
cazadores-recolectores como prueba de los errores de la tesis de Engels-Morgan.
Aunque las evidencias
provenientes de las sociedades de cazadores-recolectores son obviamente muy
importantes en la comprensión de los primeros tiempos de la humanidad,
ciertamente no agotan la cuestión, y son sólo una más entre una variedad de
fuentes que hay que tener en cuenta. Si bien estas sociedades contienen
características de las relaciones sociales primitivas, también han evolucionado
y entrado en contacto con otras culturas más desarrolladas que les han afectado
en un grado u otro. Para reconstruir la vida de la sociedad primitiva se
requieren otras evidencias de una amplia gama de fuentes, incluidas la
mitología y la literatura clásica.
Sorprendentemente, los
antropólogos modernos parecen descartar estas fuentes como «no fiables» e
incluso «no científicas». Si bien es necesario que haya un cierto grado de
precaución en el análisis de dicho material, éstos contienen atisbos y
fragmentos importantes de culturas antiguas extintas. Hacer caso omiso de esta
evidencia es tirar el bebé con el agua del baño. Los que se basan en una
concepción ortodoxa estrecha de la antropología no son capaces de apreciar la
importante riqueza de material que existe en otras áreas, la cual, si es
tratada con respeto, puede iluminar los caminos de nuestros distantes
ancestros. Esto fue entendido por ambos, Morgan y Engels, y les proporcionó una
comprensión mucho mayor de la sociedad prehistórica que a muchos antropólogos
modernos.
Morgan había estado muy
cerca de la concepción de Marx del materialismo histórico en sus
investigaciones sobre la sociedad humana primitiva. «Las invenciones y los
descubrimientos exponen las relaciones en serie de las líneas del progreso
humano, y registran sus etapas sucesivas», afirmó, «mientras que las
instituciones sociales y civiles, en virtud de su conexión con las perpetuas
necesidades humanas, se han desarrollado a partir de unos pocos gérmenes
primarios de pensamiento. Éstas presentan un registro similar de progreso.
Estas instituciones, inventos y descubrimientos han incorporado y preservado
los hechos principales que permanecen ahora como ilustrativos de esta
experiencia. Cuando son cotejados y comparados tienden a mostrar la unidad de
origen de la humanidad, la similitud de las necesidades humanas en la misma
fase de avance, y la uniformidad de las operaciones de la mente humana en
condiciones similares de sociedad”1
Por primera vez, una
visión materialista revolucionaria abrazaba el nuevo campo de la antropología
social, que considera la evolución humana como una serie de etapas separadas
pero entrelazadas: salvajismo, barbarie y civilización, cada una de las cuales
tenía sus propios modos característicos de producción y de superestructura. En
la elaboración de las conclusiones sobre el estado de la sociedad en estas
etapas separadas, Morgan rompió con la visión estrecha empírica y el
pragmatismo de sus contemporáneos, e inconscientemente aplicó el método del
materialismo dialéctico para la comprensión del desarrollo humano primitivo.
La investigación y la
perspectiva científica de Morgan constituyeron una revolución en la
antropología, como la obra de Darwin en la biología evolutiva.
En cuanto a los
orígenes de la familia – como las relaciones de propiedad en general – Morgan
vinculó su evolución a las distintas etapas de la sociedad humana. «La familia
ha pasado por formas sucesivas, y ha creado grandes sistemas de consanguinidad
y afinidad que se han mantenido hasta nuestros días», escribió Morgan. Sin
embargo, tuvo cuidado de no caer en conclusiones simplistas ni en la
«unilinealidad» vulgar, acusaciones que se hicieron falsamente contra él. «Al
hablar así de forma positiva las diversas formas de la familia en su orden
relativo», explica Morgan, «se corre el riesgo de ser mal interpretado. Yo no
quiero dar a entender que una forma surge completa en un determinado estado de
la sociedad, y florece universalmente y exclusivamente en cualquier lugar en
que se encuentren tribus en el mismo estado, y luego desaparece en otro, que es
la forma siguiente más elevada…». Morgan se dio cuenta de que, si bien había
diferentes etapas a través de las cuales evolucionaban las formas sociales, el
desarrollo histórico era muy contradictorio, conteniendo tanto elementos
combinados como desiguales. Su enfoque representó una ruptura profunda con la
vieja perspectiva del siglo decimonónico e impulsó el estudio antropológico
sobre una base radicalmente diferente.
Este enfoque radical
también abrió una nueva comprensión sobre la opresión de las mujeres y cómo
ésta surgió históricamente con el final de las comunidades comunistas
primitivas y el desarrollo de la propiedad privada. Tal concepción desafió todo
el edificio de la supuesta eternidad de la familia patriarcal y la «natural»
inferioridad y subordinación de las mujeres.
La ciencia nos permite
comprender el mundo en que vivimos. Esto nos ha permitido construir una imagen
del pasado, e incluso nos permite entender los orígenes de nuestra especie. Sin
embargo, como en todos los campos de estudio científico, hay un continuo
conflicto de perspectiva y de método entre las escuelas de antropología sobre
cómo debe ser interpretado el pasado. Una se basa ampliamente en un enfoque
evolutivo y materialista, mientras que otra intenta acercarse al pasado a
través de los estrechos prejuicios de la sociedad de clases actual, ayudando a
reforzar los conceptos de la desigualdad «natural», la dominación masculina y
la dominación de clase. Esta última está vinculada a los socio-biólogos, que
consideran a los seres humanos como el «mono desnudo», cuyos instintos están
determinados genéticamente, y donde la cultura juega un papel muy limitado en
determinar qué cualidades nos hacen humanos. Esta escuela de pensamiento
anti-evolutiva y reaccionaria – que es falsa hasta la médula – también está
representada por el «funcionalismo» moderno, resumido en los escritos de
Talcott Parsons, Bronislaw Malinowski y Raddcliffe-Brown.
El marxismo, con su
propia visión científica del mundo, tiene un interés especial en este campo del
desarrollo humano. De hecho, Marx y Engels adquirieron un profundo interés
personal en los últimos descubrimientos de la ciencia, que confirmaron su
propio punto de vista filosófico materialista. Sólo el materialismo dialéctico
puede explicar las leyes del cambio, que ve el mundo no como un estado de cosas
ya hechas, sino que está formado por procesos complejos, que pasan por una
transformación ininterrumpida en el llegar a ser y desaparecer. Con este
método, también fueron capaces de explicar y profundizar los avances de la
investigación científica, no sólo en la historia sino también en la naturaleza,
como puede verse en la Dialéctica de la Naturaleza de
Engels.
Los descubrimientos de
Charles Darwin, a pesar de algunas de sus toscas formulaciones, fueron
anunciados por Marx y Engels como un avance revolucionario en el campo de la
biología y de la evolución. El propio Marx quiso dedicar su libro El
Capital a Darwin, pero éste rechazó la oferta, por temor a una
asociación demasiado estrecha con el revolucionario alemán y sus ideas. Sin
embargo, al tiempo que criticaban cualquier idea regresiva, Marx y Engels
pregonaron los avances de la ciencia moderna en cada etapa.
«Según la concepción
materialista», escribió Engels, «el factor determinante de la historia es, en
última instancia, la producción y reproducción de la vida inmediata. Pero esto
en sí mismo tiene un carácter doble. Por un lado, la producción de los medios
de subsistencia, de comida, ropa y vivienda y por lo tanto de las herramientas;
por el otro, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. Las
instituciones sociales bajo las cuales viven los hombres de una época histórica
definida y de un país definido están condicionadas por ambos tipos de
producción: por la etapa de desarrollo de la organización del trabajo, por un
lado, y de la familia, por el otro «.2 En otras palabras, cómo vive la gente está
determinado por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, por una
parte; y por la organización de la familia, por la otra.
Lewis Henry
Morgan
Marx y Engels vieron la
confirmación de su visión materialista en los descubrimientos sorprendentes, no
sólo de Charles Darwin, sino también del antropólogo estadounidense Lewis Henry
Morgan. «Morgan, a su manera había descubierto de nuevo en Norteamérica la
concepción materialista de la historia descubierta por Marx cuarenta años
antes, y su comparación de las etapas de la barbarie y de la civilización le
había llevado, en los puntos principales, a las mismas conclusiones de Marx»,
afirma Engels.3
Tan impresionado estaba
con el trabajo del antropólogo estadounidense que, entre 1880 y 1881, Marx
había copiado y resumido largos extractos de La sociedad antigua de Morgan en sus
cuadernos, más tarde publicados como sus Cuadernos etnológicos. Marx tenía
la intención de escribir sobre los descubrimientos de Morgan, extrayendo su
pleno significado, pero con sus problemas de salud y luego su muerte en 1883,
no pudo cumplir esta ambición. Esta tarea fue encargada a su amigo y
colaborador Engels, que se las arregló para completarla un año después de la
muerte de Marx con la publicación de su libro Los orígenes de la
familia, la propiedad privada y el Estado.
Mientras que Marx había
llegado a sus propias conclusiones sobre la evolución de la sociedad a partir
de la evidencia histórica de la sociedad de clases; es decir, de la esclavitud,
el feudalismo y el capitalismo, Engels se basó en el trabajo de Morgan («tan
importante como Darwin en la biología») para la elaboración de la concepción
materialista del período más temprano de existencia de la humanidad – la época
del comunismo primitivo y del posterior surgimiento de la sociedad de clases.
En su obra, Engels asumió las clasificaciones históricas de Morgan de
salvajismo, barbarie y civilización, que se subdividieron también en los
estadios inferior y superior. Son las dos primeras clasificaciones sociales,
sobre todo la época de la sociedad preclasista, las que trata El
origen…, trazando la desintegración del comunismo primitivo, el
surgimiento de la propiedad privada y del Estado, así como la victoria de la
familia patriarcal sobre el «derecho materno».
De acuerdo con el
famoso arqueólogo materialista, el profesor V. Gordon Childe, «El último
(Morgan) había recopilado datos del tipo justamente adecuado para ilustrar la
concepción materialista de la historia. Los criterios que él utilizó para
distinguir entre salvajismo, barbarie y civilización, si no fueron precisamente
los de «fuerzas de producción» – y menos aún los de «modos de producción» – al
menos se aproximaban más estrechamente a los mismos que los criterios expuestos
por cualquier otra escuela en ese momento». Childe concluye: «Al final, Engels
consiguió establecer brillantemente la correlación de la transición de un
‘status’ al siguiente en el esquema de Morgan con los cambios operados en las
fuerzas productivas de que dispone la sociedad.»4
La primera época
descrita por Morgan, el salvajismo, se basa en una economía de recolección de
alimentos. Esta abarcó el 98% de la existencia humana en el planeta, y cubre la
totalidad de lo que los arqueólogos llaman la Edad de Piedra o Paleolítico
antiguo, y los geólogos clasifican como el Pleistoceno.
Entre 10.000 y 12.000
años atrás, algunas sociedades alrededor del «Creciente Fértil» (el actual
Medio Oriente), donde el clima y los recursos eran favorables, incrementaron su
suministro de alimentos a través del cultivo de plantas y de la cría de
animales, abriendo una etapa nueva en el desarrollo social. Esto representó el
nacimiento de la agricultura, la domesticación de los animales, y el
surgimiento de comunidades rurales estables. Esta nueva economía de la
producción de alimentos fue identificada por Morgan como la etapa de la
barbarie, y es presentada por los arqueólogos como el Neolítico o Nueva Edad de
Piedra. Con la aparición de la agricultura, la vida nómada de caza y
recolección, que había dominado la existencia durante más de dos millones de
años, rápidamente entró en declive. Aunque se trata de generalizaciones y
necesitan ser matizadas, son clasificaciones importantes que nos permiten
entender la evolución de la sociedad.
La siguiente etapa
esbozada por Morgan fue la de la civilización, nacida en los valles del Nilo,
del Éufrates-Tigris y del Indo, con el desarrollo de un excedente de productos
alimenticios que se usó para sostener la creciente vida urbana. Los
primeros dos mil años de civilización coinciden con lo que los arqueólogos
llaman la Edad de Bronce. Representaba la base económica de lo que Marx
llamó el modo asiático de producción (en Egipto, China y Mesopotamia), así como
la esclavitud (en Grecia y Roma), y anunció el surgimiento de la sociedad de
clases. Fue una transformación revolucionaria, en la medida en que liberó a una
pequeña proporción privilegiada de la población de las cargas del trabajo, lo
que les permitió disponer de tiempo para desarrollar a plenitud la cultura, la
ciencia y el arte.
Con respecto a nuestros
propios orígenes humanos, la transición del mono al hombre pudo haber ocurrido
ya hace seis millones de años con la aparición de los primeros homínidos. Este
fue el comienzo del salvajismo y de la infancia de la humanidad. Engels fue
capaz de explicar nuestros orígenes en su brillante ensayo, El papel
del trabajo en la transformación del mono en hombre, escrito en 1876,
cinco años después de la aparición de la obra de Darwin, El origen del
hombre, y sólo veinte años después del descubrimiento de los primeros
restos de neandertales.
Sorprendentemente,
Engels, usando el método del materialismo dialéctico, fue capaz de explicar el
proceso evolutivo a pesar de la muy limitada evidencia fósil de su tiempo. «El
trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía
política,” escribió Engels en sus líneas de apertura. “Lo es, en efecto, a la
par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en
riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y
fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto
punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre.»5
Engels reconoce que la
postura erguida para caminar representaba «el paso decisivo para el tránsito
del mono al hombre.» Esto permitió a la mano ser libre y «adquirir ahora cada
vez más destreza y habilidad.» Así, afirma Engels, «no es sólo el órgano del
trabajo; es también producto de él». Luego pasó a explicar que esto tenía
consecuencias más revolucionarias.» Pero la mano no era algo con existencia
propia e independiente. Era únicamente un miembro de un organismo entero y
sumamente complejo. Y lo que beneficiaba a la mano beneficiaba también a todo el
cuerpo servido al que servía…” Explicó cómo primero la postura erguida liberó
la mano para el uso de herramientas, lo que a su vez incrementó la inteligencia
(el tamaño del cerebro) y posteriormente el desarrollo de la facultad del
habla. Las herramientas se fabricaron por primera vez hace dos millones de años
y medio, mientras que el Homo Sapiens evolucionó hace unos 100.000 años.
Si bien estos elementos
en la evolución humana fueron mencionados por Darwin, Engels cambió su orden de
aparición de forma decisiva. Darwin supone que el cerebro, y por lo tanto el
intelecto, había crecido antes del bipedismo y del uso de las manos para la
fabricación de herramientas, mientras que Engels vio el desarrollo
correctamente en orden inverso. El idealismo de Darwin fue colocado sobre su
cabeza materialista.
Cómo vivían estos seres
humanos es muy difícil de reconstruir. Los científicos de diversos campos –
zoología, antropología, paleontología y arqueología – están involucrados en tal
reconstrucción. El hombre es un animal social. Los primeros humanos se unieron
para la protección y la supervivencia. La cooperación era por lo tanto un
ingrediente esencial en la formación de la sociedad humana. «Yo consideraría el
instinto social como uno de los factores más importantes en la evolución de los
seres humanos a partir de los simios», explicó Engels.6 Si bien la vida en esta horda humana primitiva
sólo puede adivinarse, dada la escasez de pruebas, los paleontólogos y
antropólogos nos han dado pistas importantes. Y, sin embargo, cómo se
interpreta la información es vital para entender la vida de los primeros
humanos.
Está claro que el
período de salvajismo – lo que representa la mayor parte de nuestra existencia
en el planeta – estaba dominado por un estilo de vida cazador-recolector. Hay
evidencias de campamentos de homínidos que revelan que nuestros antepasados
vivían en grupos sociales. Fabricaban y usaban herramientas de piedra para
excavar raíces, raspar pieles y cazar. Hurgar en la carroña también fue un
elemento importante en nuestro desarrollo temprano. En este momento, no
existían tales cosas como la propiedad privada, las clases, el dinero o el
Estado. De hecho, fue, para usar la terminología marxista, un período de
«comunismo primitivo», una sociedad igualitaria en la que todo se produce y se
consume en común y donde las mujeres estaban consideradas en alta estima. Hasta
el momento, todas las escuelas dominantes de la antropología se han opuesto
enérgicamente a esta noción. La idea misma de un modo de vida comunista fue
descartada. Este punto de vista entraba en conflicto con los prejuicios de la
sociedad de clases, que reflejaban el punto de vista de la antropología del
momento.
Los antropólogos del
siglo XIX, Lewis Henry Morgan en los Estados Unidos y Edward Tylor en
Inglaterra, pioneros en una concepción materialista de la antropología, a pesar
de sus limitaciones y deficiencias, hicieron una profunda contribución a este
campo del conocimiento humano. Esto fue reconocido por Marx y Engels. Sin
embargo, en lugar de construir sobre sus logros, ha habido un intento
deliberado de desacreditarlos. De la misma manera que los economistas burgueses
modernos han tratado de desacreditar a los economistas clásicos por basarse en
la teoría del valor-trabajo, los antropólogos ortodoxos de hoy han dado la
espalda a Morgan y Tylor. Por eso es importante acudir en su defensa como
auténticos científicos en este campo y oponerse a las tendencias reaccionarias
representadas por la escuela funcionalista, que tiene una visión abstracta
antihistórica de la «cultura».
No obstante, dada la
abrumadora evidencia de sociedades de cazadores-recolectores, esta noción de
comunismo primitivo es cada vez más aceptada por un número cada vez mayor de
antropólogos. «Antes de la aparición del Estado y de la profundización de la
desigualdad social», afirma Richard Lee, «la gente vivió durante miles de años
en pequeños grupos sociales basados en el parentesco, en los que las
instituciones básicas de la vida económica incluían la propiedad colectiva o
comunal de la tierra y de los recursos, la reciprocidad generalizada en la
distribución de alimentos, y relaciones políticas de parentesco igualitarias».
El punto de vista
antropológico ortodoxo de este período, no sólo rechazó el concepto de
«comunismo primitivo», sino que presentó la imagen de una sociedad machista
primitiva, brutal y violenta. «El hombre es hombre, y no un chimpancé, porque
durante millones y millones de años sólo matamos para vivir», afirma Robert
Ardrey. Raymond Dart, después de haber descubierto los primeros restos de
Austrolopitecus, los describió como «la transición depredadora del mono al
hombre.» Sin embargo, esta opinión ha sido cuestionada y desacreditada por la
evidencia reciente de pueblos cazadores-recolectores. Basándose en la
observación de los !Kung San del norte de Botswana y de otros pueblos, Richard
Leakey y Roger Lewin, llegaron a la conclusión de que las actuales pruebas
«apuntan a esa cooperación entre grandes grupos de cazadores como un elemento
clave en la aparición de las características humanas … La cooperación debe ser
una motivación muy básica de la naturaleza humana».
Relación
igualitaria
En un estudio separado,
Patricia Draper muestra la cooperación y la igualdad que existe entre los
sexos. Ella afirma que «Las mujeres !Kung impresionan a uno como personas
auto-contenidas con un alto sentido de autoestima.» Son «vivaces y seguras de
sí mismas.»7 Las mujeres !Kung contribuyen por igual, si no
más que los hombres, a la fuente de alimentación. También conservan el control
sobre los alimentos que se han reunido. La recolección se considera trabajo de
las mujeres, como en la mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores,
mientras que los hombres cazan. Sin embargo, los hombres también recolectan en
ciertos momentos, y recogen el agua también.
La red que mantiene a
estas sociedades juntas, tanto dentro de los clanes y entre ellos, es el
parentesco. Tanto Morgan como Engels reconocen la cooperación no sólo en estas
primeras sociedades de cazadores-recolectores, sino que en la medida que todos
los alimentos, la base de esa vida, eran recogidos, compartidos y consumidos en
comunidad, también existía una igualdad de relaciones entre hombres y mujeres.
«Muchas de las
características básicas de organización de este grupo cazador y recolector
aportan una relación relajada e igualitaria entre hombres y mujeres», dice
Draper.8 Morgan desafió ferozmente la suposición de que
estas sociedades primitivas eran «patriarcales» o que estaban dominadas por los
hombres, que era el punto de vista ortodoxo de la época. Él sostenía, por el
contrario, una opinión también respaldada por Engels, de que la sociedad
primitiva tenía un gran respeto por las mujeres. Esta observación se basaba en
el estudio de Morgan de los iroqueses de Norteamérica, donde las mujeres tenían
una posición de poder dentro de la tribu. Esto está confirmado por amplios
estudios contemporáneos. Como ilustra la descripción anterior de los !Kung el
status de la mujer es igual al del hombre, y su economía comunitaria se basa en
la producción para el consumo. La tierra es «propiedad» del grupo y pasa de una
generación a la siguiente. Si bien existe una división del trabajo, no existe
la explotación, ni la plusvalía, ni relaciones de dominación ni de clase. En
consecuencia, no hay afán competitivo como en la sociedad capitalista, ni la
mentalidad del “sálvese quien pueda». En su lugar están la cooperación, el
compartir y la reciprocidad general.
«Los indios», dice
Heckewelder, «piensan que el Gran Espíritu ha hecho la tierra, y todo lo que
contiene, para el bien común de la humanidad. Cuando él abasteció el país y les
dio caza abundante, no era para el bien de unos pocos, sino de todos. Todo está
dado en común a los hijos de los hombres. Todo lo que vive sobre la tierra,
todo lo que brota del suelo y todo cuanto hay en los ríos y las aguas, fue dado
para el disfrute de todos, y todo el mundo tiene derecho a su parte «.9
Durante el estado de
«promiscuidad original», para usar la frase de Engels, en la que dentro de la
tribu todas las mujeres pertenecían a todos los hombres, y todos los hombres a
todas las mujeres, existió inevitablemente una especie de «derecho materno».
Como toda certeza de paternidad estaba excluida en esta situación, la
ascendencia o linaje sólo podía contarse por línea femenina. Esto debe haber
sido universal. Dado que las madres eran los únicos progenitores que podían
verificarse de los hijos, las mujeres eran tratadas con un alto grado de
respeto, e incluso reverencia. Este punto de vista revolucionario tuvo su
origen en un estudio de la familia del historiador alemán Bachofen en su libro
titulado El Derecho Materno, de 1861, que Engels describió como
una «revolución total».
Bachofen halla
evidencia en apoyo de estas proposiciones en incontables pasajes de la
literatura clásica antigua, “que había reunido con diligencia extraordinaria»,
afirma Engels. La interpretación de Bachofen de la Orestíada de
Esquilo muestra la lucha entre el declinante derecho materno y el surgimiento
victorioso del derecho paterno en la Edad Heroica entre los antiguos griegos.
Hoy en día, estos valiosos conocimientos y evidencias serían tratados como «no
científicos» por muchos antropólogos. Sin embargo, es con estas observaciones,
interpretadas cuidadosamente, como puede ser construida una imagen real. Engels
afirma que «la literatura clásica antigua está llena de vestigios de una
condición que de hecho había existido antes de la monogamia entre los griegos y
los asiáticos, en los que no sólo un hombre tenía relaciones sexuales con más
de una mujer, sino que una mujer tenía relaciones sexuales con más de un
hombre, sin violar la costumbre existente «.
Morgan expresó la
opinión de que la primera forma de familia fue el hogar comunista, una
agrupación de haciendas comunales – la gens o clan – que él había observado de
primera mano entre los indios de América del Norte. Lo que vio es que estaban
basados en el derecho materno o ascendencia matrilineal, como se lo conoce, y
precedió al derecho paterno que sólo apareció en una etapa muy posterior. Esto
constituyó un avance revolucionario en la comprensión científica. Los
antropólogos modernos ahora utilizan el término grupo de «linaje» para
denominar a la gens o clan. Dentro de la gens había igualdad en la toma de
decisiones, así como una cooperación entre todos, basada en la producción para
el consumo. Los tabúes sexuales deben haberse desarrollado en su origen como un
medio para preservar el orden dentro y entre las familias.
Después de la etapa
«promiscua», en la más primitiva «familia consanguínea», los seres humanos
prohibieron las relaciones sexuales entre padres e hijos, pero permitieron las
relaciones entre hermanos y hermanas y primos dentro de la gens. Esto fue
prohibido posteriormente en la «familia punalúa», donde se practicaba el
matrimonio por grupos y entre diferentes grupos de parentesco. «Está claro
entonces», escribió Engels, «que dondequiera que exista el matrimonio por
grupos, la ascendencia sólo es atribuible por el lado materno, y por lo tanto
solamente es reconocida la línea femenina». Sólo con la domesticación de los
animales y el cultivo de las cosechas, según Engels, es cuando emerge la
«familia en pareja» en la que un hombre vive con una mujer.
Aunque la evidencia
antropológica moderna no corrobore esta secuencia, mostrando una forma mucho
más flexible de las relaciones dentro de los grupos y entre ellos, el punto de
vista de Engels no puede ignorarse fácilmente. Ciertamente, el matrimonio por
grupos era posible en ciertas sociedades, y las familias extensas existen en la
actualidad. No podemos decir que las secuencias de Engels estén completamente
descartadas incluso para los homínidos más primitivos, la evidencia simplemente
no está disponible. En cualquier caso, dadas las influencias del capitalismo y
del imperialismo, las sociedades actuales de cazadores-recolectores no son
necesariamente las mismas que en los albores de la humanidad.
Lewis Henry Morgan
creía que el término «familia», derivado del latín para referirse a “siervo”,
no era apropiado para entender las relaciones de parentesco de los tiempos
prehistóricos. De hecho, la familia moderna tiene que haber evolucionado de
alguna forma de las estructuras de clan del pasado. Explicó, y esta idea fue
repetida por Engels, que era el parentesco, la noción de un origen y una
ascendencia común, lo que estaba en el origen de las relaciones sociales. El
parentesco no es fácil de entender y ha dado lugar a una amplia controversia,
ya que utiliza varios sistemas y normas de una manera compleja. Morgan utilizó
el término gens para caracterizar su análisis de parentesco. Como Morgan y
Engels vieron claramente, el parentesco y el territorio fueron la base de todas
las sociedades antes de la aparición del Estado.
La descendencia
femenina
Dado el tipo de familia
que habría existido, sería incierto saber quién era el padre de un niño; pero
sí sería conocido con certeza quién era su madre. «Por tanto, está claro»,
escribe Engels, «que en la medida en que prevalece el matrimonio por grupos, la
descendencia sólo puede probarse por parte de madre, y que por lo tanto, sólo
se reconoce la línea femenina. Y este es de hecho el caso entre todos los
pueblos en el período del salvajismo o en el estadio inferior de la barbarie».10 Los antropólogos modernos denominan esto
descendencia matrilineal. Engels le reconoce el mérito por este descubrimiento
a Bachofen, que utiliza el término «derecho materno». Sin embargo, Engels,
aunque utiliza este término por razones de brevedad, cree que «es una mala
elección, ya que en esta etapa de la sociedad no puede hablarse aún de
«derecho» en el sentido legal.»11
«Donde la descendencia
está en la línea femenina», escribe Morgan, “como lo era universalmente en el
período arcaico, la gens se compone de un supuesto antepasado femenino y de sus
hijos, junto con los hijos de sus descendientes femeninas, a través de las
mujeres, a perpetuidad; y donde la descendencia se encuentra en la línea
masculina – cuando cambió después de la aparición generalizada de la propiedad
– la gens se compone de un supuesto antepasado masculino y de sus hijos, junto
con los hijos de sus descendientes varones, a través de los varones, a
perpetuidad. El nombre de la familia entre nosotros es una supervivencia del
nombre gentilicio, con descendencia por la línea masculina, que se transmite de
la misma manera. La familia moderna, como lo expresa su nombre, es una gens
desorganizada, con el vínculo de parentesco roto, y sus miembros ampliamente
dispersos allá donde se encuentra el nombre de la familia».
Morgan mismo había
vivido entre las tribus Iroquesas, que tenían ascendencia matrilineal. La
paternidad social existía incluso cuando el padre era desconocido. Esto parece
estar generalizado entre los indios de América del Norte, aunque no en todos.
En la Costa Noroeste, los Tsimshian, Haida y Tlingit, así como los Haisla,
empleaban el principio de la descendencia matrilineal. Lo mismo ocurrió con los
Apaches occidentales, los navajos, los Mandan y los Zuni. En los Natchez,
Cherokis, Choctaw y los Creek, así como en gran parte del Sudeste, las
relaciones eran matrilineales. La residencia era en gran parte matrilocal,
donde los hombres después del matrimonio tenían que mudarse al hogar de sus
esposas.
«La posición de las
mujeres en la sociedad Navajo es, sin duda una muy fuerte e influyente, y
juegan un papel importante no sólo en la vida social y económica, sino también
en los asuntos políticos y religiosos. Las mujeres controlan una gran parte de
la propiedad, que generalmente se hereda por los descendientes femeninos, lo
que la mantiene dentro de la línea familiar matrilineal. «12
En lo que respecta a
los iroqueses, Spencer y Jennings hacen una observación interesante: «El papel
de las mujeres en la selección del candidato a sachem (jefe de tribu) y el
actuar en calidad de regente de vez en cuando les dio un poder y una
importancia particulares en estas sociedades, un hecho que llevó a la
designación de los iroqueses como una especia de matriarcado «.13 A esto volveremos más adelante.
Los autores ofrecen una
descripción detallada de los indios Mandan.
«En la sociedad Mandan,
la ascendencia se remonta unilinealmente y la residencia después del matrimonio
se fijaba con la familia de la madre de la esposa. El grupo familiar que
ocupaba la parcela de tierra consistía en varias familias nucleares [esposo y
esposa y sus hijos, NdT] relacionadas a través de las mujeres, y los escritores
anteriores indican que cada parcela albergaba entre 20 y 40 personas. Esta
familia matrilineal extensa era la unidad de funcionamiento de la economía, ya
que las mujeres de la casa colaboraban en el trabajo de los campos de cultivo y
los hombres cazaban juntos. El hogar como unidad controlaba las parcelas pero
no las poseían en el sentido de poder comprar y vender la tierra. La tierra
estaba en manos de grupos de familias extensas relacionados matrilinealmente,
agrupados en unidades más amplias de parentesco que se conocen como linajes. El
derecho a la tierra dentro del linaje se basa en el principio del usufructo, lo
que simplemente significa que la familia controlaba y trabajaba los huertos,
siempre y cuando tuvieran suficientes mujeres para cultivar la tierra. Si había
algún infortunio familiar y la familia disminuía de tamaño, el linaje asignaba
una parte del espacio de la huerta a otras familias.
«Cada linaje y las
familias extensas que lo componían eran grupos económicos auto-suficientes.
Ellos se agrupaban en unidades más amplias de parentesco que, sin embargo,
tenían mayores funciones. Estos grupos más grandes se organizaban con el mismo
principio que los linajes, estando compuestos de varios linajes relacionados a
través de las líneas maternas. Esta matri-hermandad o clan femenino, como es
llamado frecuentemente, era un conglomerado de grupos con una organización y
una dirección formalizada. Los hombres mayores eran las figuras dominantes
dentro de la matri-hermandad, pero estos hombres no estaban asociados a los
hogares de la hermandad. El matrimonio era exogámico para los miembros de la
hermandad, lo que significaba que cada miembro de una determinada hermandad
tenía que casarse con alguien de otra hermandad. La pertenencia a un linaje y a
una matri-hermandad se determinaba en el momento del nacimiento, a partir del
cual cada miembro pertenecía automáticamente al linaje y a la hermandad de su
madre. Esta afiliación nunca cambiaba durante toda la vida. En el matrimonio,
entonces, el hombre se casaba con una mujer de otro linaje y hermandad, y se
mudaba al hogar de su esposa. Sus hijos no pertenecían a su linaje o hermandad,
sino a los de su madre.»14
«Este tipo de
organización social se encuentran entre los Mandan y los Hidatsa, y también
entre los nómadas Crow. Los Crow se habían separado recientemente de los
Hidatsa, y su organización matrilineal se mantuvo, a pesar de que estaba en
conflicto con su nueva forma de vida y estaban en proceso de cambio. El sistema
social Mandan ofrecía un grupo de parentesco cohesionado y un sistema
regularizado de origen y de herencia. Esto último era particularmente
importante en una sociedad hortícola donde la estabilidad y la continuidad del
sistema de uso de la tierra y de la distribución de la propiedad era necesaria.
El sistema unilineal de organización con los conglomerados de grupos de
parentesco se encuentra en todas las tribus sedentarias de los llanos y varía
sólo en el énfasis en la ascendencia matrilineal o patrilineal.
«El sistema de
parentesco Mandan está clasificado como de tipo ‘Crow’ que hace hincapié en los
parientes maternos. Los parientes del lado materno de la familia difieren
de los de la rama paterna, donde sólo se aplican dos términos de parentesco
básicos. Estos términos para los parientes del padre no tienen equivalente en
nuestro idioma, pero significa varón del linaje materno de mi padre o mujer del
linaje materno de mi padre. Los dos términos básicos se aplican a hombres o
mujeres sin importar la edad o las diferencias de generación. Los parientes del
lado materno de la familia se distinguen, ya que hay términos distintos para la
madre, el hermano de la madre, los cruces de primos maternales, los hijos y
nietos.»15
En las primeras
sociedades de cazadores-recolectores se desarrolló una división del trabajo
entre los sexos, donde las mujeres se concentraban en la recolección de
alimentos, mientras que los hombres se concentraban en la caza. Esta parece ser
una característica de todos los pueblos cazadores-recolectores de hoy, y es
probable que haya sido así desde el principio. Los !Kung dividen sus
actividades para que los hombres cacen y las mujeres recolecten nueces, raíces
y otras plantas y vegetales.
«El promedio de los
adultos trabaja entre 12 y 19 horas a la semana, ¡una dedicación a la búsqueda
de alimento que difícilmente puede calificarse de excesiva! Aunque las niñas
pueden comenzar su vida adulta alrededor de los 15 años de edad, los niños
suelen no entrar en el mundo de los adultos hasta que tienen al menos 20. Y
cuando las personas llegan a 60 por lo general, «se retiran» y luego son
cuidados, respetados y alimentados por el resto de sus días: los viejos son muy
valorados por su experiencia y sabiduría. La infancia y la vejez están , por
tanto, libres de ansiedad y obligaciones en la sociedad de los !Kung».16
Los autores Leakey y
Lewin preguntan: «¿Qué clase de sociedad es esa, entonces, donde la vida
laboral comienza a los 15 años como muy pronto, y termina a los 60, con un
promedio de alrededor de dos horas y media de trabajo diario? El antropólogo
norteamericano Marshall Sahlins lo describe como la opulenta sociedad original,
donde las necesidades finitas están satisfechas con un mínimo de esfuerzo.
Ciertamente, no parece ser una receta para una existencia que sea desagradable,
brutal y corta».
Simplicidad
infantil
Una vez más esto
confirma la opinión de Engels sobre el estilo de vida comunista e igualitario
de los pueblos de cazadores-recolectores. «¡Esta constitución de la gens es
maravillosa en toda su simplicidad infantil! Todo funciona sin problemas, sin
soldados, gendarmes ni policías, sin nobles, reyes, gobernadores, prefectos ni
jueces, sin cárceles, sin juicios. Todas las peleas y disputas se resuelven por
el conjunto de los implicados – la gens o la tribu o las gens individuales
entre sí… Aunque hay muchos asuntos más en común que en la actualidad – el
hogar se administra en común y de manera comunista por una serie de familias,
la tierra es propiedad de la tribu, sólo los pequeños huertos son asignados
temporalmente al hogar – aún así, no es necesaria ni una pizca de nuestra
extensa y complicada maquinaria de administración…
«No hay ni puede haber
pobres ni necesitados – el hogar comunista y la gens conocen su responsabilidad
para con los ancianos, los enfermos y los inválidos de guerra. Todos son libres
e iguales – incluyendo a las mujeres. No existe todavía lugar para los esclavos
o, en general, para la subyugación de tribus extrañas…
«Así es como eran la
humanidad y la sociedad humana antes de que surgiera la división de clases.»17
Esta es una buena
descripción de lo que son hoy las sociedades de cazadores-recolectores. A pesar
de que surgió una división del trabajo entre los sexos, ciertamente no está
basada en la dominación o la explotación, sino en el respeto mutuo y en la
cooperación. En las sociedades basadas en el «comunismo primitivo» no hay tal
cosa como «dominio» o «poder», que son conceptos asociados a la sociedad de
clases. «El hogar comunista implica la supremacía de la mujer en el hogar»,
dice Engels, «así como el reconocimiento exclusivo de una madre natural, debido
a la imposibilidad de determinar el padre biológico con certeza, lo que implica
una alta estima a las mujeres, es decir, a las madres. Que la mujer fuera la
esclava del hombre en el comienzo de la sociedad es una de las ideas más
absurdas que han llegado hasta nosotros desde la época de la Ilustración en el
siglo XVIII. Las mujeres ocupaban no sólo una posición libre sino también una
posición muy respetada entre todos los salvajes y bárbaros de todas las etapas
media y baja y en parte, incluso, de la etapa superior».
Por supuesto, existen
roles y responsabilidades basadas en linajes, pero esto no tiene nada que ver
con relaciones clasistas.
En lo que respecta a
las responsabilidades en los !Kung, Lee explica que «Cualesquiera que sean sus
habilidades los líderes !Kung no tienen autoridad formal. Sólo pueden
persuadir, pero nunca imponer su voluntad sobre los demás… Ninguno es
arrogante, agobiante, jactancioso o distante. En términos !Kung, estos rasgos
descalifican absolutamente a una persona como líder… Otro rasgo enfáticamente
no encontrado entre los líderes tradicionales de campamento es un deseo de
riqueza o de codicia.»
En cuanto a la división
sexual del trabajo, no hay nada desigual en esto, y no se consideraba como tal.
Hay una tremenda habilidad requerida tanto para la recolección como para la
caza. Para la recolección, se requieren mapas mentales eficientes y extensos, y
el conocimiento de las estaciones y del ciclo de las plantas son también muy
valiosos. La caza requiere una comprensión fundamental del comportamiento animal.
La razón de la división
del trabajo corresponde a la función reproductora de la mujer. Los bebés !Kung
se alimentan de su madre por lo menos durante años dos años y medio. Siempre
que las mujeres recolectan alimentos, se llevan a los bebés sobre sus espaldas.
Las mujeres !Kung suelen caminar alrededor de 3.000 millas cada año en viajes y
campamentos móviles. El parto es por lo tanto espaciado, alrededor de una vez
cada cuatro años, donde sólo sobreviven la mitad de los niños. Por lo tanto, no
debería ser una sorpresa que el aborto y el infanticidio formen parte común de
la vida del cazador-recolector, y se remonte a sus orígenes.
Engels ha sido atacado
y vilipendiado por sus teorías sobre los orígenes de la familia. Por supuesto
que hay fallas en un trabajo escrito en fecha tan remota como 1884, dada la
limitada evidencia antropológica de la época. En el Prefacio a la cuarta
edición de El origen…, se afirma que «el conocimiento de las formas primitivas
de la familia ha logrado avances importantes. Hay, por lo tanto, mucho por
hacer en el camino de mejorarlo…». Si Engels estuviera vivo hoy, basándose en
los últimos descubrimientos, haría sin duda cambios y modificaciones en su
tesis original. Sin embargo, los que lo atacan, están tratando de atacar y desacreditar
su método científico, el método del materialismo dialéctico, como parte de un
ataque general contra el marxismo.
Hay un debate en curso
sobre si existió alguna vez una sociedad «matriarcal» o si la descendencia
matrilineal fue siempre universal. «No hay, de hecho, ninguna verdadera
sociedad «matriarcal», a diferencia de la ‘matrilineal’, que exista o sea
conocida de la literatura, y lo más probable es que nunca haya existido»,
afirma Katherleen Gough.18 «Esto no significa que las mujeres y los hombres
nunca hayan tenido relaciones que eran dignas y creativas para ambos sexos, y
para la tecnología de su época.» Incluso en las tribus Iroqueses, lo más
cercano a un matriarcado, Morgan admite que las mujeres estaban subordinadas a
los hombres.
La gran mayoría de los
antropólogos de hoy en día creen que la idea de un matriarcado es falsa.
Aquellos que tratan de atribuir la idea de un matriarcado a Engels – que parece
una acusación común – están ladrando al árbol equivocado. Esto también se
aplica a los que en general aceptan el análisis de Engels, como Evelyn Reed,
antropóloga feminista que defiende ferozmente la existencia del matriarcado.
Engels nunca tuvo esta visión y ni siquiera menciona el término. En lo que él y
Morgan creían no era en el matriarcado, sino en que la descendencia matrilineal
en un tiempo fue universal. Desde el punto de vista del método, y también de la
información actual, todo apunta en esta dirección.
El Derecho
Materno
Tanto Morgan como
Engels sostuvieron la creencia de que la era del «comunismo primitivo» estuvo
dominada por el «derecho materno». Este punto de vista fue construido en gran
parte con las pruebas de Morgan y su estrecha relación con los iroqueses. Esta
sociedad tribal era ciertamente matrilineal, la descendencia a través de la
madre, y tenía una estima excepcionalmente alta hacia las mujeres. Las mujeres
tenían un gran poder de decisión en el gobierno del hogar comunal u hogar de la
familia matrilocalmente extensa. Sin embargo, esto no quiere decir que esta
sociedad era el espejo opuesto de una sociedad patriarcal, dominada por el
hombre y de opresión masculina. Como ya se ha dicho, Engels ni siquiera estaba
contento con el concepto de «derecho materno», pero lo aceptó como un término
de taquigrafía. Sin embargo, lo cierto es que no hubo opresión de las mujeres
en estas sociedades tempranas. Esto surgió con el desarrollo de la propiedad
privada y la división de la sociedad en clases y, en palabras de Engels, con
«la derrota histórica mundial del sexo femenino».
El surgimiento de la
sociedad de clases cambió todo, incluso la posición de las mujeres. Ahora los
hombres querían transmitir sus bienes a sus herederos varones. Mientras que
bajo el comunismo primitivo el origen era rastreado a través de la línea
femenina, ahora la herencia comenzó a ser rastreada a través de la línea
masculina. «El reinado del derecho materno implicaba el comunismo, la igualdad
para todos, el ascenso del derecho paterno implicaba el reino de la propiedad
privada, y, con él, la opresión y la esclavitud de las mujeres», afirma August
Bebel.19
Esta transformación
marca el cambio del salvajismo a la barbarie. Fue bautizado como la «revolución
neolítica», por Gordon Childe.
El siguiente Plano
Superior
Dejaremos las
observaciones finales a Morgan, quien presentó una visión general al final de
su libro, La Sociedad Antigua. «Desde el advenimiento de la
civilización, la extensión de la propiedad ha sido tan inmensa, tan
diversificadas sus formas, utiliza tanto dispendio y su gestión de manera
inteligente en interés de sus propietarios, que se ha convertido, por parte de
la gente, en inmanejable. La mente humana se encuentra desconcertada ante la
presencia de su propia creación. Ya llegará el momento, sin embargo, en que la
inteligencia humana se elevará al dominio sobre la propiedad, y definirá las
relaciones del Estado con la propiedad que éste protege, así como las
obligaciones y los límites de los derechos de sus propietarios. Los intereses
de la sociedad están por encima de los intereses individuales, y los dos deben
ponerse en relaciones justas y armoniosas. Una mera vocación por la propiedad
no es el destino final de la humanidad, si el progreso ha de ser la ley del
futuro como lo ha sido en el pasado.
«El tiempo que ha
pasado desde que comenzó la civilización no es más que un fragmento de la
duración pasada de la existencia del hombre, y sólo un fragmento de los siglos
por venir. La disolución de la sociedad da esperanzas de convertirse en la
terminación de una carrera en la que la propiedad es el fin y el objetivo,
porque semejante carrera contiene los elementos de su auto-destrucción. La
democracia en el gobierno, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de
derechos y privilegios, y la educación universal, anticipan el próximo plano
más elevado de la sociedad al que la experiencia, la inteligencia y el
conocimiento están firmemente tendiendo. Será un renacimiento, en una forma más
elevada, de la libertad, la igualdad y la fraternidad de las antiguas gens».20
Notas:
1. Morgan, Ancient Society, New York, 1877, pp vi.
2. Engels, El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, p. 448, Marx
y Engels, Obras escogidas. (Ed. inglesa)
3. Engels, El origen, Penguin
edición, p. 35. (Ed. inglesa)
4. Childe, Social Evolution, p.10
5. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, p.
279, Lawrence and Wishart 1946. (Ed. inlesa)
6. Marx y Engels, Collected
Works, vol. 45, p. 109.
7. Towards an Anthropology of Women, p.
83.
8. Ibid, p. 94.
9. Citado en La evolución de la propiedad de
Paul Lafargue, p. 18. (Ed. inglesa)
10. Engels, El origen, p. 71,
Obras Escogidas. (Ed. inglesa)
11. Ibid, p. 72.
12. Spencer & Jennings et al, The
Native Americans, p. 327.
13. Ibid, p. 387.
14. Ibid, pp 345-6.
15. Ibid, pp 346-7.
16. Richard Leakey y Roger Lewin, People
of the Lake, p. 88.
17. Engels, El origen, pp
519-20, Obras Escogidas. (Ed. inglesa)
18. Towards an Anthropology of Women, p.
54.
19. Bebel, La Mujer y el socialismo, p.
30. (Ed. inglesa)
20. Morgan, Ancient Society, p.
552.
Fuente: Revista In Defence of Marxism