Serafin T. Meliujin
Dialéctica del Desarrollo en la Naturaleza Inorgánica
Interacción de los Contrarios en el Desarrollo*
Primera Parte
1. Unidad de contrarios en los fenómenos
de la naturaleza
Además de leyes específicas concretas a las que está supeditado el
desarrollo, empezando por los núcleos atómicos y terminando por los gigantescos
sistemas cósmicos, existen en la naturaleza leyes dialécticas generales de
desarrollo, características de todos los sistemas y estados de la materia.
Una de esas leyes dialécticas generales es la ley de la unidad y de la
lucha de los contrarios. Esta ley afirma que en cada fenómeno hay aspectos y
tendencias opuestas, indisolublemente ligados entre sí. La lucha o la
interacción de esos contrarios constituye el contenido interno del proceso del
desarrollo, del tránsito del viejo estado cualitativo a otro nuevo. Así,
pues, para comprender la verdadera fuente del desarrollo de los fenómenos es
preciso poner al descubierto sus aspectos contradictorios y revelar el
carácter de sus recíprocas relaciones. Lenin escribía: "La condición que
permite conocer todos los procesos del mundo en su auto- movimiento, en
su desarrollo espontáneo, en su vida viva, es el conocimiento de ellos como
unidad de los contrarios..."[1]
Al analizar el contenido de esta ley tropezamos, ante todo, con los
conceptos de diferencia, oposición y contradicción, que deben ser explicados
obligatoriamente.
El concepto de diferencia expresa la falta de identidad entre los objetos y
fenómenos en relación con alguno de sus rasgos o propiedades, por
insignificante que sea. La diferencia y diversidad de los fenómenos es la
peculiaridad más general de todo lo existente. En la sociedad no existen dos
seres absolutamente iguales; en un bosque resulta imposible encontrar dos hojas
iguales en todo, y en el universo no hay dos mundos absolutamente idénticos.
Esto se debe a que la materia es inagotable en profundidad y es infinito el
número de posibles combinaciones de sus elementos. En cada caso concreto nos
enfrentamos con diversas combinaciones, que dependen de las conexiones
específicas internas y externas de los cuerpos. Gracias a ello no puede haber
entre ellos una identidad completa.
Es cierto que en la mecánica cuántica se expone la tesis de que las
partículas elementales de un género son idénticas. Mas esa tesis no puede
considerarse como absoluta. En la mecánica cuántica se entiende por identidad
de partículas el hecho de que si en un átomo o en otro microsis- tema se
sustituye uno de los corpúsculos, un electrón, por ejemplo, por otro tomado de
fuera, este último se comportará exactamente igual que el primero y no podrá
observarse ninguna diferencia entre ellos. Se supone, en este caso, que todas
las propiedades de las partículas están determinadas exclusivamente por el
carácter de los vínculos exteriores y que la historia anterior de la partícula
no influye para nada en su estructura; es decir, la partícula no
"recuerda" en absoluto los sucesos anteriores.
Estrictamente hablando, semejante admisión tiene un carácter apriorístico,
ya que las propiedades que definen la estructura interna de las partículas
elementales no se manifiestan, por ahora, directamente en la experiencia. Y el
hecho de que las partículas que se sustituyen aparezcan como idénticas en
cuanto a las propiedades observables no significa de ninguna manera que el
principio de identidad deba aplicarse a la profunda estructura de las mismas.
Como toda micropartícula es inagotable, la multitud de diversas combinaciones
de los elementos materiales que la componen es infinita; esto, por sí mismo,
excluye por principio la plena identidad de todas las combi naciones de los
elementos en dos partículas. Si esa identidad existiese, numerosas
combinaciones no serían infinitas, es decir, entraríamos en contradicción con
el principio de que el carácter de los microorganismos es inagotable.
Y si nos referimos a partículas que no se encuentran en las mismas
condiciones dentro de un sistema, resulta del todo evidente la falta de
identidad, entre ellas. Por ejemplo, los electrones que se encuentran en átomos
de diverso nivel energético poseen una masa en reposo algo distinta, ya que se
caracterizan por su distinta energía de enlace con el núcleo. Son también
distintas las propiedades de los nucleones en los diversos núcleos atómicos,
ya que en este caso es diferente la energía de enlace.
Una de las formas en que se exteriorizan las diferencias es la oposición.
La oposición representa una forma de diferencia en la cual los fenómenos se
excluyen o niegan recíprocamente en algunos de sus rasgos, propiedades o tendencias
de desarrollo. Los fenómenos opuestos se excluyen, habitualmente, uno al otro,
no en todas sus propiedades, sino en algunas, mientras que en otras pueden
tener comunidad, gracias a lo cual interactúan unos con otros y se encuentran
en una determinada unidad.
La existencia de oposiciones en la naturaleza constituye la base objetiva
de las contradicciones. La contradicción viene a ser la interacción o la
relación esencial entre las oposiciones en el marco de un fenómeno íntegro
único. La contradicción no se produce en todos los casos de existencia de las
oposiciones, sino tan sólo cuando existe su unidad. En principio las
oposiciones pueden existir en cuatro variantes posibles: 1) en el marco de un
sistema íntegro y simultáneamente; 2) en el marco de un sistema, pero en
diversos períodos de tiempo, cuando una oposición existe y la otra ha
desaparecido ya o no ha surgido aún; 3) en sistemas diversos y casi desligados
entre sí, pero simultáneamente, y 4) en distintos períodos de tiempo y en
diversos sistemas, espacialmente alejados unos de otros. Es evidente que los
casos 2, 3 y 4 excluyen la posibilidad de un vínculo íntimo entre las
oposiciones y por ello no cabe hablar de su unidad. Tan sólo la existencia
simultánea de las oposiciones en el marco de un sistema íntegro (primer caso)
asegura la posibilidad de su unidad y constituye, así, la base de una
contradicción objetiva.
¿Qué correlación existe entre los conceptos de contradicción y diferencia?
Suele afirmarse que toda diferencia es una contradicción en una fase mayor o
menor de su desarrollo. Sin embargo, no podemos estar conforme con ello. Los
conceptos de diferencia y contradicción no son equivalentes y no se les puede
identificar. En el mundo hay multitud de fenómenos distintos entre sí; a veces
sus diferencias son muy esenciales, pero no hay contradicciones entre ellos.
Por ejemplo, cualquier objeto de una habitación se diferencia de la galaxia de
Andrómeda y, sin embargo, es imposible encontrar entre ambos alguna
contradicción. Y no se trata solamente de que no hay entre ellos relación
directa. Existen numerosos objetos o propiedades que están directamente
vinculados entre sí, pero, a pesar de ello, no se contradicen. El volumen de un
globo está íntimamente relacionado con su diámetro, y se trata de propiedades
completamente distintas, pero tampoco hay entre ellas ninguna clase de
contradicción. Para que la diferencia se manifieste como una contradicción es
preciso que las partes diferentes estén en oposición y existan en unidad
orgánica y recíproca.
Importa señalar que en la filosofía materialista-dialéctica el concepto de
contradicción se emplea en un sentido algo distinto que en la lógica formal. En
lógica formal se entiende por contradicción la existencia en los razonamientos
de juicios que se excluyen recíprocamente. Al mismo tiempo, una de las leyes
fundamentales de la lógica dice que si afirmamos algo sobre el objeto del
pensamiento, no debe afirmarse algo directamente opuesto sobre ese mismo objeto
en las mismas condiciones. Por ejemplo, si decimos que el libro está sobre la
mesa, no puede afirmarse, a renglón seguido, que el libro no está sobre ella.
Este tipo de contradicciones en los juicios demuestra su inconsistencia interna
y constituye un grave defecto en los razonamientos lógicos.
Así, pues, la lógica formal exige la exclusión de las contradicciones en
los juicios.
¿Es compatible esa exigencia de la lógica con la tesis del materialismo
dialéctico sobre la objetividad de las contradicciones en la naturaleza? Por
extraño que parezca, concuerdan entre sí. En efecto, toda teoría científica no
debe contradecirse lógicamente, pues en caso contrario no podría reflejar
adecuadamente la realidad.
Esta tesis no siempre se comprende bien. Algunos autores suponen que como
las contradicciones existen objetivamente en la naturaleza, la teoría que las
refleja debe incluir, asimismo, esas contradicciones. Con este motivo denigran
por todos los medios las exigencias de la lógica respecto a la no contradicción
de los juicios, acusándola de metafísica. Sin embargo, semejante razonamiento
carece de base. Las contradicciones objetivas pueden y deben concebirse como no
contradictorias desde el punto de vista lógico. Toda contradicción en los
juicios sobre un mismo tema demuestra su falta de validez y debe ser eliminada.
En efecto, la contradicción objetiva es la interrelación de las oposiciones.
Una teoría científica debe reflejar correctamente la esencia de cada oposición
y su anexión recíproca. Pero si consigue un reflejo efectivamente adecuado, no
expondrá juicios que se excluyan recíprocamente, ya que si existen dos juicios,
uno de los cuales es absolutamente verdadero, el otro, que se refiere al mismo
objeto y afirma algo diametralmente opuesto, ha de ser falso a todas luces.
Toda teoría consecuentemente científica debe explicar de un modo completo y no
contradictorio lógicamente los fenómenos que estudia.
¿Cómo puede compaginarse, en este caso, la exigencia de la lógica con la
tesis de la dialéctica sobre el carácter objetivo de las contradicciones? Las
leyes de la lógica formal son reglas para razonamientos consecuentes, y la
propia lógica formal cumple la función de una gramática de juicios correctos.
En virtud de eso, el cumplimiento de sus exigencias tiene una importancia
primordial en la esfera de las demostraciones científicas. Pero la lógica
formal no se extiende a las relaciones objetivas y a las propiedades de los
objetos, es decir, no tiene una validez ontológica.
Las propiedades y relaciones objetivas se subordinan a leyes dialécticas, y
su expresión teórica son las leyes de la lógica dialéctica. Esto significa que
la lógica dialéctica, la lógica objetiva y la teoría dialéctica del
conocimiento, por su contenido, coinciden en grado considerable entre sí. La
lógica dialéctica comprende todas las leyes y exigencias fundamentales de la
lógica formal, en cuanto reglas del razonamiento científico. Además, incluye
en sí tesis y leyes que se salen del límite de la lógica formal y caracterizan
las propiedades del propio mundo objetivo.
No es muy satisfactorio, ciertamente, que la teoría materialista
dialéctica y la lógica formal empleen, a veces, los mismos términos, aunque lo hagan
en diferente sentido. Eso se refiere, ante todo, al concepto de contradicción.
En la lógica formal se entiende por contradicción la incompatibilidad entre la
significación de los juicios, mientras que para el materialismo dialéctico es
el proceso de interacción de las oposiciones objetivas.
Examinemos concretamente qué contradicciones y oposiciones existen en la
esfera de la naturaleza inorgánica.
Segunda Parte
SI NOS FIJAMOS EN LA ESTRUCTURA DE LA MATERIA, veremos que la idea de la
unidad de contrarios se confirma con la máxima brillantez en el hecho de la
existencia de partículas y antipartículas. A casi toda partícula le corresponde
determinada antipartícula, que se distingue de ella por el signo de la carga
eléctrica o del momento magnético. Las partículas y las antipartículas no
pueden existir conjuntamente durante un largo período de tiempo, ya que durante
las colisiones interactúan entre sí de modo que desaparecen como tales,
transformándose en fotones u otros microobjetos. Las antipartículas se originan
artificialmente, pero solo durante las reacciones nucleares de gran energía,
por ejemplo, en aceleradores potentes o en los rayos cósmicos. Debido a ello, la
unidad de esos contrarios en la microestructura de la materia puede ser
temporal y relativa únicamente. Pero en la escala del cosmos puede ser
constante.
De los datos teóricos de la física actual se deduce que los átomos
construidos por antipartículas tienen la misma estabilidad que los átomos
corrientes. En los núcleos de esos átomos habrá antiprotones y antineutrones, y
en torno de los núcleos girarán positrones en vez de electrones. Si la cantidad
de esos átomos es muy elevada, constituirán un antimundo entero. Por ahora
resulta imposible distinguir un antimundo semejante de la sustancia del mundo
corriente a base tan sólo de los datos espectrales, ya que las características
espectrales de los átomos dependen del cuarto grado de la carga eléctrica y son,
por consiguiente, iguales para toda clase de átomos. La existencia de dichas
formas de la materia podrá descubrirse por algunos otros efectos. En las
regiones donde la sustancia del antimundo entre en colisión con la sustancia
corriente habrán de producirse potentes procesos de transformación de
partículas materiales en radiación; la región dada será entonces una fuente de
elevada radiación de ondas electromagnéticas y partículas cósmicas. Hasta la
fecha, sin embargo, no se ha conseguido descubrir las regiones donde la
radiación pueda ser producida por semejantes procesos. Por ello, la hipótesis
del antimundo no está directamente confirmada por ahora; sin embargo, ya no se
duda de su sentido objetivo, pues se desprende lógicamente de todo el aparato
teórico de la física moderna del microcosmos, que ha sido profundamente
confirmado por la práctica.
¿Cómo se realiza en el ejemplo citado la idea de la unidad de los
contrarios? Si examinamos una partícula cualquiera en nuestro mundo y alguna
partícula de carga opuesta en el antimundo, veremos que, pese a ser opuestos,
no constituyen una unidad, pues pertenecen a sistemas completamente distintos y
en la practica no interactúan entre si. Sus relaciones no serán
contradictorias.
La unidad de contrarios se
producirá en el caso solamente de que la partícula y la antipartícula entablen
una acción directa y recíproca entre sí, cosa que puede ocurrir durante la
generación artificial de las antipartículas. Mas esa unidad será relativa y
temporal, ya que los pares de partículas opuestas se convierten bien en
radiación electromagnética, bien en otros microobjetos.
Sin embargo, no debemos olvidar
que toda partícula integra el cuerpo macroscópico y éste forma los sistemas
cósmicos. Estos últimos pueden interactuar directamente con los sistemas
correspondientes del antimundo y, en ese caso, la unidad de los contrarios
continuará todo el tiempo que se quiera, siempre que no se produzca la colisión
directa de esos sistemas. De este modo, la unidad de los contrarios, que radica
en las leyes del microcosmos, se realiza directamente en la escala del cosmos.
En la estructura de la materia
lo continuo y lo discontinuo constituyen las oposiciones más importantes. Estas
propiedades de los objetos materiales se encuentran e constante interacción
recíproca. Su unidad se manifiesta en algunos aspectos. Cualquier cuerpo
macroscópico que parece continuo por su estructura está constituido en realidad
por numerosas partículas discretas. Las propias partículas discretas son
formaciones de materia sumamente complejas, que poseen propiedades
corpusculares y ondulatorias y están indisolublemente unidas a diversos campos.
Los electrones, por ejemplo, se manifiestan en su interacción recíproca,
durante su absorción y radiación, como partículas; pero su movimiento en el
espacio y su dispersión, al pasar la reja de difracción, están supeditados a
leyes ondulatorias. La corriente de electrones después de su dispersión forma
en la pantalla un cuadro de interferencia, que se produce sólo al dispersarse
las ondas, pero no las partículas.
Esta unidad de propiedades
corpusculares y ondulatorias es posible únicamente en el movimiento de las
micropartículas y se refleja en las correlaciones de la mecánica cuántica. La
mecánica cuántica determina para cada micropartícula una cierta longitud de
onda, que depende de su masa y velocidad de movimiento. La longitud de onda
expresa la región de la posible localización espacial de la partícula, en
virtud de lo cual los microobjetos no pueden considerarse como formaciones
discretas claramente determinadas, poseedoras de dimensiones geométricas
absolutamente exactas e invariables. Las dimensiones reales de los microobjetos
dependen de su velocidad y del carácter de su recíproca interacción; por ello
la idea del carácter discreto de la partícula debe completarse con la de su continuidad.
La unidad de lo continuo y lo discontinuo se manifiesta en la conexión entre
las partículas y los campos. Cada micropartícula no existe por separado, sino
que interactúa constantemente con diversos campos que agrupan las partículas en
sistemas más complejos. El campo no es algo exterior con relación a la
partícula, sino que está íntimamente unido a su microestructura. Algunas
propiedades importantes de las partículas representan las constantes de su
relación con los campos correspondientes. Así, la masa es la característica de
la conexión de las partículas con el campo gravitacional; la carga eléctrica es
la constante de su vínculo con el campo electromagnético, y las cargas
mesónicas, propias de algunas partículas, expresan sus nexos con los campos
mesónicos. Como dichas propiedades son inseparables de las partículas,
deducimos de ello la indisoluble unidad de las partículas y los campos. El campo
viene a ser la continuación, por decirlo así, exterior de la esencia interna de
las micropartículas y resulta imposible señalar con exactitud el límite donde
acaba la propia partícula y comienza su campo exterior. Por ejemplo, el radio
del protón se valora en 7·10−14 cm, pero esa magnitud tiene un valor relativo, ya que caracteriza la región
donde está distribuido el campo mesónico que forma parte íntimamente de la
estructura del protón. Sin embargo, todos los campos son una forma de materia
que está distribuida sin interrupción en el espacio. Por tanto, los
microobjetos que existen realmente constituyen, en relación con su distribución
espacial, la unidad de lo continuo y lo discontinuo.
Gracias a esas peculiaridades de
los microobjetos, su esencia interna es una unidad de lo finito y lo infinito.
La partícula, como formación discreta, se caracteriza siempre por un número
finito de grados de libertad. A diferencia de ello, el campo electromagnético y
gravitacional representa sistemas materiales donde el número de grados de
libertad es infinito; para describirlos se necesitaría una infinita multitud de
parámetros. Ahora bien, como los campos son inseparables de las partículas,
todo microobjeto, en relación con los grados de libertad, representa de hecho
la unidad de lo finito y lo infinito.
La unidad de los contrarios
dados se observa igualmente en otro plano. Toda micropartícula es inagotable en
su estructura y está compuesta por una cantidad infinita de ciertos elementos
de la materia, cualitativamente distintas, con un número infinito de
propiedades. Sin embargo, esa infinita multitud de elementos se unifica en una
determinación cualitativa única, ya que, con respecto a otras formas de
la materia, cada micropartícula es una formación íntegra de la materia.
La unidad de lo finito y lo infinito se observa igualmente en la distribución
espacial de los microobjetos y de todos los demás cuerpos. Es sabido que todo
cuerpo material ocupa un volumen de espacio limitado. Sin embargo, el campo
creado por el cuerpo dado tiende a una difusión ilimitada en el espacio. El
campo radiado se lleva siempre una parte de la materia que constituye el cuerpo
dado y asegura así su conexión con otros cuerpos. Gracias a la acción de los
campos, el cuerpo finito pone de manifiesto su existencia en sistemas
materiales tan alejados de él como se quiera. La propia posibilidad de conocer
las propiedades de sistemas cósmicos extremadamente alejados se basa,
precisamente, en el hecho de que los objetos materiales, en su distribución
espacial, representan la unidad de lo finito y lo infinito.
Tercera Parte
En física y
química, esta ley se expresa en el principio de Le Chatelier, llamado a veces
principio de la reacción atenuadora. Según ese principio, todo sistema estable
en equilibrio tiende a conservar su estado de equilibrio, y si sobre el sistema
se ejerce alguna acción, se originan en ella procesos que tienden a anular o debilitar
el efecto de dichas acciones. Por ejemplo, si en un recipiente aislado se tiene
gas y se eleva la presión, en el caso de que el calor abandone el gas, este se
comprimirá como si se tratase de restablecer la temperatura anterior. Al
recibir calor, el gas se dilatará a fin de conservar la temperatura anterior.
La compresión de un cuerpo elástico por fuerzas exteriores suscitará en ese
cuerpo la aparición de fuerzas internas que tratarán de restablecer la forma
inicial del mismo. El principio señalado también actúa en forma
específica en la naturaleza viva, donde todo influjo desfavorable para el
organismo suscita en él diversos cambios dirigidos contra dicho influjo. Algo
semejante se produce en algunos fenómenos sociales, aunque en este caso las
fuerzas interactuantes tienen una esencia totalmente distinta.
Es interesante señalar que en los sistemas
mecánicos la unidad de lo estable y variable se expresa en la masa de los
cuerpos. La masa representa la medida de la inercia y al mismo tiempo la medida
de la propia energía interna del sistema, pues caracteriza sus capacidades
potenciales para diversas conversiones y la realización de trabajo. De este
modo, en la masa se expresa la unidad de tendencias opuestas propias de la
materia.
Subrayando la existencia de la inercia y de
la estabilidad cualitativa de los cuerpos, hemos de observar que esa
estabilidad no es algo absolutamente antepuesto al movimiento. Engels había
calificado la inercia mecánica de “expresión negativa de la indestructibilidad
del movimiento” (2), es decir, de una propiedad de los cuerpos que está
relacionada con su cambio. Del mismo modo, la estabilidad cualitativa de los
cuerpos está condicionada por su movimiento interno, por el carácter de las
interacciones de los elementos integrantes de la materia. Por ejemplo, la
estabilidad de algunas propiedades físico-químicas de un cuerpo sólido está
determinada por un tipo especial de conexiones entre sus átomos y moléculas.
Pero toda conexión e interdependencia constituyen un movimiento de género
especial; por consiguiente, debemos reconocer que el reposo y la estabilidad
son el resultado o el caso particular del movimiento.
La ciencia contemporánea ha descubierto una
expresión interesante de la unidad de los contrarios en el movimiento en el
hecho de la mutua conversión de las partículas. Gracias a esa capacidad, la
micropartícula en cada momento dado existe y no existe como una formación
dada.
Para demostrarlo debemos, primeramente,
explicar en pocas palabras cómo entendía la física clásica el concepto de
partícula y cómo se entiende hoy día. La física clásica consideraba que las
micropartículas eran siempre idénticas, pese a su movimiento e interacciones;
que la suma total de partículas de uno u otro género no variaba en todas las
reacciones y que los productos finales de la reacción se diferenciaban de los
cuerpos iniciales por el mero reagrupamiento de unos y mismos elementos
invariables: A + B = AB *. La física actual ha refutado la idea de la
invariabilidad de los microobjetos y ha establecido su propiedad universal de
su convertibilidad. Como resultado de esas transformaciones los productos
finales de la reacción se distinguen radicalmente de las partículas iniciales: A
+ B = C + D. Por ejemplo, la interacción de las partículas y de las
antipartículas conduce a su transformación en cuantos de campo electromagnético
y, en algunos casos, en mesones. Estos últimos se desintegran en electrones
(positrones) y neutrino.
Pero no solo se trata de eso. Cada
micropartícula interactúa incesantemente con diversos campos y otras
partículas. Esta interacción se produce en forma de radiación absorción de
cuantos de los campos correspondientes. Como los cuantos representan
formaciones materiales especiales, todos esos procesos conducen a determinadas
modificaciones en la estructura y en las propiedades de las micropartículas. En
virtud de ello, en cada momento dado la micropartícula es y no es la misma de
antes.
Para ilustrar esos cambios examinaremos los
procesos que se producen en el neutrón. El neutrón es una partícula neutra con
una masa de 1838,6 de masa (en masa de electrón); su período de
semidesintegración en estado libre es, aproximadamente, de 17 minutos. Como el
electrón no posee carga eléctrica no debería tener, al parecer, momento
magnético, si se considera que las propiedades magnéticas son producidas
siempre por el movimiento de las partículas cargadas. Sin embargo, se ha descubierto
que el neutrón tiene momento magnético, igual, más o menos, a – 1,91 del
magnetón nuclear. Por otra parte, se ha establecido que el protón posee
mo9mento magnético de 2,79 del magnetón nuclear y no igual a 1 como se suponía
en teoría.
Para explicar esos fenómenos se expuso la
teoría de que los momentos magnéticos sobrantes se deben a la interacción de
protones y neutrones con el campo mesónico cargado, inseparable de esas
partículas; es decir, que los protones y neutrones no existen como partículas
invariables, sino que experimentan constantemente transformaciones internas. El
neutrón se “disocia” constantemente en protón y mesón-n-, después de lo cual
ambas partículas vuelven a combinarse en la forma inicial: n = p + n-.
Lo mismo ocurre con el potrón, que pasa una
parte determinada de su tiempo de existencia en estado de neutrón y mesón-n+:
p = n + n+. Los protones y neutrones existen en estado
“disociado” un 20 por ciento, aproximadamente, de todo el tiempo.
Es inherente a los mesones-n un determinado
momento magnético y lo transfieren a los nucleones, con la particularidad de
que el momento magnético del protón y del neutrón que se origina debido a ello
está en consonancia con el observado experimentalmente. La “desintegración”
temporal del protón en neutrón y mesón–n+ y del neutrón en protón y
mesón-n- recibe el nombre de proceso virtual. Las partículas que
se originan virtualmente existen en un radio del orden de 7.10-14 cm, y
en un intervalo aproximado de tiempo de 10-23 seg. La extraordinaria
pequeñez de dichas magnitudes no permite, por ahora, la observación directa de
esas “desintegraciones” en los experimentos. Eso no significa, sin embargo, que
la idea de las conversiones virtuales sea una ficción teórica. La realidad de
los procesos dados se demuestra indirectamente por los experimentos que se
hacen a fin de precisar la estructura de los protones. Gracias a esos
experimentos se ha establecido que el protón representa, efectivamente, una
formación muy compleja, en el centro de la cual, existe un “núcleo” denso,
rodeado de un campo mesónico cargado. Ese campo se considera como un conjunto
de mesones-n virtuales.
Esos procesos son igualmente posibles con
relación a otras micropartículas. Por ejemplo, según la electrodinámica
cuántica, el electrón engendra, constante y virtualmente, al fotón y lo absorbe
en el acto. Otras partículas cargadas se comportan de igual modo. Eso significa
que las partículas elementales no existen durante un período de tiempo duradero
en un mismo estado, sino que experimentan incesantes transformaciones internas.
Sus propiedades no poseen valores fijados con absoluta exactitud, sino que son estadísticamente
medios en el tiempo. Cada micropartícula existe y, al mismo tiempo, no
existe en la forma dada. En ello radica la profunda unidad dialéctica de los
contrarios, totalmente incompatible con el concepto metafísico de los
microfenómenos.
*Como en el scaner ni en el tablero de la computadora no aparece el signo
que le corresponde a esta fórmula (dos flechas superpuestas: la de arriba en
sentido de derecha al izquierda y la de abajo en sentido contrario), hemos
adoptado por el signo de igualdad. Este recurso aparece una segunda vez en el
mismo párrafo (en el cual la flecha de arriba va de izquierda a derecha y la de
abajo en sentido contrario), así como también en las fórmulas que aparecen en
los párrafos ocho y nueve (en ambos casos con la flecha de arriba en sentido de
izquierda a derecha y la de abajo en sentido contrario).
Cuarta Parte
El propio proceso de interacción de
las partículas es igualmente contradictorio. Según la teoría cuántica, la
atracción entre las partículas se produce en virtud del intercambio de cuantos
del campo electromagnético, gravitacional y nuclear. Este intercambio se basa
en la bilateral radiación y absorción de los cuantos por las partículas; es
decir, la propia interacción resulta posible gracias únicamente a la unidad de
los procesos contrarios.
Con el paso
de las partículas elementales a los átomos y a las moléculas nacen nuevas
formas de contradicciones. La forma del movimiento químico se basa en la
contradicción entre asociación y disociación de los átomos y las moléculas.
Entre los átomos existen fuerzas electromagnéticas de atracción, a las que se
oponen fuerzas opuestas, originadas como resultado del propio movimiento de los
átomos y la acción de los estímulos exteriores. Esas fuerzas opuestas aspiran a
quebrantar el nexo químico entre los átomos y a provocar la desintegración de
las moléculas. Debido a ello, todo el sistema, siempre que tenga estabilidad,
permanece en un estado de equilibrio dinámico.
Una
contradicción análoga existe también en otros sistemas físicos, igual si se
trata de cuerpos macroscópicos que de sistemas estelares. Los elementos
integrantes de un sistema, que poseen velocidades propias relativamente
grandes, aspiran a abandonar el sistema. Se oponen a esta tendencia potentes
fuerzas electromagnéticas o gravitacionales que contienen a los elementos en el
marco del sistema. El sistema es estable mientras que la energía de sus
conexiones internas sea mayor que la energía de la acción exterior y la energía
cinética total de los elementos integrantes. En caso contrario se produce la
contradicción entre la vieja forma de organización y las nuevas fuerzas del
sistema. La solución de esa contradicción conduce al cambio de la estructura
del sistema y al nacimiento de una nueva forma de la materia, dotada de
equilibrio dinámico.
Las formas
de movimiento biológico se caracterizan por sus propias contradicciones. La más
general es la contradicción entre el organismo y las condiciones de su
existencia, cuya solución conduce a la transformación de la forma interna y
del tipo de metabolismo del organismo, a la modificación de sus caracteres
hereditarios en consonancia con las nuevas condiciones de vida. El metabolismo,
de por sí, constituye una contradicción entre la asimilación y la disimilación.
En diversas formas de reflejo existe la contradicción entre excitación e
inhibición, cuya acción recíproca constituye el contenido interno del proceso
de excitabilidad, sensación y pensamiento. Por último, en las relaciones entre
las especies, y dentro de las mismas, las contradicciones se manifiestan en
forma de lucha de competencia entre individuos de la misma especie, si están
limitados en las condiciones de vida, y, sobre todo, en forma de lucha entre
las especies. El resultado de la acción de esas contradicciones es la selección
natural.
En los
fenómenos sociales se producen contradicciones de un tipo totalmente nuevo:
entre el hombre y la naturaleza, entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, la base y la supraestructura, la producción y el
consumo, las diversas clases y grupos sociales, entre los Estados y entre lo
viejo y lo nuevo en todas sus manifestaciones. Las contradicciones sociales
pueden tener un carácter antagónico o no antagónico.
Los
conceptos de contradicción antagónica o de contradicción no antagónica pueden
aplicarse sólo a la esfera de los fenómenos sociales, ya que su solución
presupone la acción de un factor subjetivo, la posibilidad de elegir entre el
modo pacífico o el violento. En la esfera de los fenómenos de la naturaleza
dichos conceptos son inaplicables, y si son empleados por algunos naturalistas,
no pasan de ser una especie de metáfora. Los casos conocidos de aniquilamiento
recíproco de partículas y antipartículas y su conversión en cuantos de campo
electromagnético, de la lucha entre las especies, así como entre diversos
microorganismos, son manifestaciones de formas de movimiento físico y
biológico que se realizan siempre a base de determinadas leyes de la naturaleza
y no pueden realizarse de otro modo. En estos casos no hay ninguna elección
entre varias soluciones posibles, ya que los fenómenos dados transcurren con
arreglo a leyes inquebrantables de la naturaleza.
Vemos, pues,
que con el desarrollo de la materia y la complicación de sus formas de
movimiento constantemente se vuelven más complejos los tipos de las
contradicciones y surgen contradicciones nuevas por principio, desconocidas
anteriormente. Y en todos los fenómenos, empezando por las interacciones de las
micropartículas y terminando por los complejos cambios sociales, las
contradicciones constituyen el estímulo interno y el contenido del proceso de
desarrollo.
3. La
interacción de los contrarios como
fuente de
desarrollo.
El análisis de las contradicciones
en las diversas formas de materia y movimiento nos conduce de lleno al problema
de cómo la interacción de las contradicciones condiciona el desarrollo en la
naturaleza inorgánica. La solución de ese problema depende de otros muchos
problemas científico-naturales y filosóficos, pero la ley que estamos
examinando permite trazar las vías fundamentales en esa dirección.
El
desarrollo ascendente en la naturaleza inorgánica viene a ser un proceso de
complicación de vínculos, formas de movimiento y estructura de los objetos materiales.
Esta complicación está condicionada, en su esencia, por la interacción entre
lo continuo y lo discontinuo, la atracción y la repulsión, así como por algunas
otras contradicciones en la estructura de los cuerpos inorgánicos. Examinaremos
sucesivamente cómo determina el desarrollo cada grupo de contrarios.
Una de las manifestaciones más
importantes de la unidad entre lo continuo y lo discontinuo en la estructura
de la materia es la vinculación indisoluble entre las partículas y el campo.
Gracias, precisamente, a esa vinculación resulta posible la formación de
diversos sistemas materiales. La acción de las fuerzas nucleares, transportadas
por el campo mesónico, conduce a la agrupación de protones y neutrones en
núcleos atómicos; los campos electromagnético y gravitacional asocian los
núcleos y electrones en átomos, los átomos en moléculas y estas últimas en
cuerpos macroscópicos. Incluso la formación de sistemas cósmicos gigantescos
resulta posible gracias tan sólo a la acción unificadora del campo
gravitacional. Sin esa unidad de lo continuo y lo discontinuo la materia no
podría poseer ninguna estructura concreta y, por consiguiente, tampoco sería
posible su desarrollo.
Quinta Parte
Además de lo
continuo y discontinuo, el desarrollo de la materia está condicionado por la
unidad de lo finito y lo infinito en su estructura. Si las partículas, como
formaciones discretas, se caracterizan por un número finito de grados de
libertad, los campos, por el contrario, poseen una multitud infinita de grados
de libertad. La complicación de la materia debida a la interacción de las
partículas y los campos resulta condicionada por la unidad de lo finito y lo
infinito en su estructura.
Gracias a la conexión de esos contrarios, el desarrollo de la materia en
cualquier sistema dado ejerce una determinada influencia sobre el proceso del
desarrollo en otros sistemas, todo lo alejados que se quiera de él y
superiores por sus dimensiones. Cada sistema material concreto posee dimensiones
finitas, pero los campos que crea tienden a una propagación infinita en el
espacio. Por ello, cualquier sistema puede, en principio, hacer acto de
presencia en cualquier región del universo, por alejada que esté, y ejercer
sobre ella cierta influencia. De ese modo el proceso de desarrollo en los
sistemas finitos está indisolublemente unido a las modificaciones que se
producen en el marco de todo el infinito universo.
Al mismo tiempo, el desarrollo en la naturaleza inorgánica está
condicionado por la interacción de contrarios como la atracción y la repulsión,
la absorción y la radiación. Las fuerzas de atracción y repulsión se
manifiestan en diversas formas, pero su unidad se produce en todos los sistemas
estables. En la galaxia, por ejemplo, actúan potentes fuerzas gravitacionales
entre todos los cuerpos, que tienden a unirlos en una formación más densa. Pero
se oponen a ellos las fuerzas de "repulsión" de la más diversa
naturaleza. La luz emitida por las estrellas presiona sobre las partículas de
la sustancia en las nebulosas de gas y polvo, las "separa" de las
estrellas y de este modo las dispersa en el espacio. Los campos
electromagnéticos, creados por las estrellas y las nebulosas, aceleran los
protones y los núcleos atómicos, gracias a lo cual una parte considerable de
partículas cósmicas abandona nuestro sistema estelar. Además, una gran
cantidad de estrellas posee sus propias velocidades de movimiento, bastante
considerables, y con el tiempo abandonarán los límites de la galaxia. Por fin,
a todas las fuerzas gravitacionales, dirigidas al centro de gravedad del
sistema, se anteponen las fuerzas centrífugas de "repulsión",
condicionadas por la rotación de los cuerpos en torno al centro de la galaxia.
La unidad de todas esas fuerzas opuestas determina la estable estructura
espiral de la galaxia y su evolución como sistema estelar.
Un cuadro análogo tiene lugar en el sistema solar, donde la atracción de
los planetas hacia el Sol es equilibrada por las fuerzas centrífugas, que se
originan durante la rotación de los planetas en sus órbitas.
En las propias estrellas, a la compresión gravitacional de la materia se
anteponen las potentes fuerzas de presión de los rayos que se originan por las
reacciones termonucleares, así como el movimiento intenso y turbulento de los
gases. Resultado de ello es que las regiones periféricas de las estrellas se
hacen como ingrávidas y vienen a ser un hirviente océano de gases en cambio
constante.
En la microestructura de los cuerpos también se manifiesta la unidad de la
atracción y la repulsión. Por ejemplo, en los núcleos atómicos entre protones
de carga igual existe una repulsión eléctrica muy fuerte, pero está superada
por una atracción todavía más potente entre los nucleones, originados por la
acción de las fuerzas nucleares. Sin embargo, cuando las distancias entre los
nucleones son muy pequeñas, las fuerzas nucleares, a su vez, se convierten en
fuerzas de repulsión extremadamente potentes de naturaleza todavía desconocida,
que impiden la fusión recíproca de los mismos. Gracias a ello, el núcleo existe
como un sistema dinámico estable. Al igual que toda otra formación, posee
estabilidad y experimenta, al mismo tiempo, constantes cambios internos.
La unidad de atracción y repulsión constituye la condición imprescindible
para el desarrollo de todo sistema. Si predominasen únicamente las fuerzas de
repulsión, la materia estaría universalmente dispersa en el espacio, y si, por
el contrario, predominasen las fuerzas de atracción, todos los cuerpos se
fundirían en una masa continua y por ello sería imposible todo movimiento. “. .
.Todo movimiento de atracción en el universo —decía Engels— se ve
complementado por un equivalente movimiento de repulsión, y viceversa, o, como
lo expresaba la filosofía antigua, la suma de todas las atracciones operadas en
el universo es igual a la suma de todas las repulsiones." (3).
La interacción de dichos contrarios condiciona la indestructibilidad del
desarrollo de la materia en el universo. Gracias a la acción de las fuerzas
gravitacionales se concentra la materia dispersa por las estrellas y se asocia
en gigantescas nebulosas difusas, que absorben la radiación electromagnética.
La contracción ulterior de esas nebulosas origina, en determinadas condiciones,
las reacciones termonucleares y el comienzo de un nuevo ciclo de desarrollo.
Sexta Parte
LA TEORÍA CUÁNTICA MODERNA
permite relacionar las fuerzas de atracción y repulsión con otros procesos
contrarios, a saber, con la absorción y radiación de cuantos de diferentes
campos por los cuerpos. Vemos, pues, que las fuerzas de atracción entre los
protones y los neutrones están condicionadas por el intercambio de cuantos de
campo nuclear o mesones entre los nucleones. El protón emite el mesón, que es
absorbido por el neutrón, y, al revés, el neutrón emite un mesón de otro
género, que es absorbido por el protón. Debido a ese cambio, los protones y
neutrones se convierten constantemente el uno en el otro en los núcleos y entre
ellos se originan las fuerzas de atracción necesarias. La atracción y la
repulsión eléctricas también se deben al intercambio entre las partículas
cargadas de cuantos del campo electromagnético. Guiándose por esa idea, la
teoría actual de la gravitación considera que la interacción gravitacional se
debe al intercambio entre cuerpos de hipotéticos cuantos del campo
gravitacional: los gravitones. De ese modo, cualquier fuerza de atracción y
repulsión está determinada, en última instancia, por la absorción y radiación
de las partículas de cuantos de diversos campos. Esos procesos opuestos son los
que condicionan, precisamente, la aparición de sistemas de diverso orden y el
incesante autodesarrollo de la materia.
Vemos, por
tanto, que muchas oposiciones y contradicciones vigentes en el microcosmos
determinan también el proceso de desarrollo de la materia en la escala del
cosmos. Dicha ley rige no sólo con respecto a diversas fuerzas, sino también
con relación a la propia organización estructural de la materia. La unidad de
partículas y antipartículas en el microcosmos ha de realizarse en el universo
en la posible coexistencia de antimundos y formas corrientes de materia. Es
indudable que dichos contrarios interactúan entre sí y esa interacción debe
desempeñar un papel especial en el desarrollo de los sistemas cósmicos. Tal
vez la supuesta dilatación de la metagalaxia no sea más que una consecuencia
de esa clase de interacción, ocurrida hace varios miles de millones de años.
Las
investigaciones futuras demostrarán en qué medida responde esta hipótesis a la
realidad, pero es indudable de todo punto que la unidad de contrarios de
diverso género tiene lugar en todo el infinito universo, condicionando su
irreversible cambio.
Además, de
todas las contradicciones existentes en la naturaleza son las contradicciones
internas y externas las que desempeñan un papel especial. Llamamos internas
aquellas conexiones y contradicciones que actúan en los límites del sistema
material dado, entre sus elementos integrantes, mientras que las externas
expresan las relaciones entre el sistema dado y otros sistemas circundantes. La
diferencia entre las contradicciones internas y externas es relativa. Se
determina exclusivamente por el carácter de los sistemas. Las contradicciones
internas para un sistema dado serán externas para los subsistemas que lo
componen, y viceversa.
El papel determinante en el
desarrollo de todo sistema pertenece a los nexos y contradicciones internas.
Así, los átomos existen como formaciones íntegras gracias tan sólo al carácter
especial de las interacciones entre los electrones y el núcleo; las moléculas,
gracias a los firmes vínculos entre los átomos, etc. Del mismo modo, todas las
propiedades físico-químicas de los cuerpos se determinan, principalmente, por
sus conexiones internas, por el carácter de las interacciones entre las
micropartículas que los integran.
Sin embargo, el sistema permanece estable mientras que la energía de las
acciones exteriores no supere a la energía de sus vínculos internos. En caso
contrario, se produce la contradicción entre la vieja forma de organización del
sistema y las acciones dadas. La solución de esa contradicción conduce al
cambio de las propiedades del sistema, o bien a la transformación radical de su
estructura.
Habitualmente, el desarrollo de todo
sistema está determinado tanto por los factores internos como externos, indisolublemente
ligados entre sí. Por ejemplo, la superficie de nuestro planeta se ha formado
bajo la influencia de los procesos tectónicos en las profundidades de la
Tierra y las radiaciones solares, que provocan numerosos fenómenos en la
atmósfera. En el desarrollo de los microbjetos, de los cuerpos macroscópicos,
de los organismos vivos y de los fenómenos sociales también tiene lugar la
unidad de los factores internos y externos. Con la particularidad de que las
contradicciones y los nexos internos constituyen siempre la fuente del
autodesarrollo del sistema, mientras que los nexos exteriores son la condición
para que se realice esa tendencia interna, para que de posible se convierta en
real. Por ejemplo, en las partículas elementales, los átomos y las moléculas
está implícita como posibilidad la tendencia a la ilimitada complicación de
las conexiones y formas del movimiento, a la formación de especies altamente
organizadas de la materia, incluidos los seres vivos. Sin embargo, esta
posibilidad actúa en el caso únicamente de que existan condiciones físico-químicas
propicias, necesarias para el surgimiento de complejas combinaciones y de la
sustancia viva. Cuando esas condiciones no existen, por ejemplo en las
estrellas o en las nebulosas difusas, esa tendencia no pasa de ser una posibilidad.
Séptima Parte
EL MATERIALISMO DIALÉCTICO afirma
que el proceso del desarrollo en el mundo material está condicionado por la acción
de contradicciones tales como la lucha entre lo viejo y lo nuevo, lo que nace y
muere. ¿Existe esa lucha en la naturaleza inorgánica y, en caso afirmativo, en
qué formas se manifiesta? Antes de responder a esa pregunta debemos explicar en
qué sentido se emplean los conceptos de nuevo y viejo.
Es evidente
que por nuevo se entiende no sólo aquello que surge después de algo en el
tiempo, sino, en primer lugar, lo progresivo y superior, más perfecto que lo
viejo en cierto sentido. El concepto de progresivo y perfecto tiene un
contenido distinto en las diversas regiones del fenómeno.
En la
sociedad será progresivo aquello que se deduce necesariamente de las leyes del
desarrollo del modo de producción y de las relaciones sociales, lo que
corresponde en mayor grado a los intereses de la inmensa mayoría de los
miembros de la sociedad, y que es superior y más perfecto, en cierto sentido, a
lo viejo. Lo nuevo que posea esos rasgos es insuperable, ya que tarde o
temprano prevalecerá sobre lo viejo.
En la
naturaleza orgánica el criterio de lo progresivo es distinto. Tendrán una
organización más alta las especies más diferenciadas, las que posean una
capacidad más perfecta de reflejar la realidad circundante, cuyas funciones
vitales sean más complicadas y que correspondan en mejor grado a las
condiciones de su existencia.
Por lo que
se refiere a la naturaleza inorgánica, el concepto del progreso puede
aplicarse tan sólo a la complicación de la estructura de la materia y al paso
de la materia inorgánica a la viva, mientras que las restantes transformaciones
de la materia en el curso del desarrollo del sistema no caracterizan dicho
concepto.
En los
fenómenos sociales y en algunos biológicos tiene lugar la lucha entre lo viejo
y lo nuevo, entre los fenómenos regresivos y progresivos. Esa lucha constituye
en ellos una de las fuentes más importantes del desarrollo.
Es cierto
que esa lucha, por sí misma, tiene carácter contradictorio, ya que no sólo
condiciona, sino que frena en cierto modo el desarrollo. La resistencia de lo
viejo obstaculiza el triunfo de lo nuevo, y si lo nuevo es todavía débil y
poco perfecto, puede perecer bajo la presión de lo viejo, debido a lo cual todo
el desarrollo se detiene durante mucho tiempo. Es cierto que en el curso de esa
lucha lo nuevo se va fortaleciendo poco a poco, se perfecciona y, al fin y al
cabo, triunfa sobre lo viejo. Sin embargo, la resistencia de lo viejo
constituye un factor que frena el desarrollo. Esto demuestra que la idea de la
lucha de los contrarios no sólo es correcta con respecto al contenido interno
del desarrollo, sino también con relación a las causas que lo condicionan.
En los
fenómenos sociales la victoria de lo nuevo sobre lo viejo determina su
liquidación, con la particularidad de que los métodos de su eliminación
dependen de si eran o no antagónicas las contradicciones entre lo viejo y lo
nuevo. En el campo de la naturaleza orgánica es igualmente posible el
desplazamiento de especies viejas, con su consiguiente extinción, por otras
nuevas más progresivas. Pero suele ocurrir que las especies viejas continúen
viviendo a la par que las nuevas, siempre que no se excluyan recíprocamente.
Así, hoy día, continúan desarrollándose numerosas especies vegetales y animales
que datan de cientos de millones de años atrás. Entre ellas y las formas más
perfectas no hay, en la mayoría de los casos, ninguna lucha. Debido a ello, el
desarrollo no se manifiesta como una transformación rigurosa de lo simple a lo
complejo y altamente organizado, sino como un proceso donde a la vez que la
línea ascendente hay muchas direcciones mutuamente paralelas que, al parecer,
se hallan en diferentes niveles de complejidad.
Esta ley se revela con mayor
claridad en la naturaleza inorgánica donde se manifiesta, por regla general, en
forma de interacción de fuerzas, aspectos y tendencias opuestas de los objetos
materiales. Por esto, en ella no se produce la lucha, sino la interacción de lo
nuevo con lo viejo. La aparición de formas nuevas más complejas de la materia
y el movimiento no conduce a la desaparición de las viejas. Estas últimas
continúan existiendo paralelamente y se desarrollan de acuerdo con sus leyes.
Además, constituyen la base material para el desarrollo de formas más
perfectas y, frecuentemente, se incorporan a ellas con distinto aspecto. Así,
por ejemplo, las partículas elementales y los átomos no desaparecen al formarse
las complejas combinaciones químicas, sino que las integran como sus elementos
componentes. Al desarrollarse la vida en la Tierra, los cuerpos inorgánicos no
desaparecen, sino que continúan existiendo paralelamente con ella,
constituyendo el medio habitable y el material de construcción para los seres
vivos. En general, en todos los casos de desarrollo de la materia inorgánica no
hay ninguna lucha entre lo viejo y lo nuevo, aunque existe la interacción entre
ambos.
Octava Parte
ASÍ, PUES, LA LUCHA DE LO
VIEJO con lo nuevo no puede considerarse como fuente de desarrollo únicamente y
mucho menos como la fuerza motriz universal de desarrollo, imperante en todo
el mundo material. Al parecer, en general no existen contrarios que
condicionen en grado igual el desarrollo, tanto en la naturaleza inorgánica
como en la naturaleza viva y la sociedad. Para cada uno de esos grupos de
fenómenos existen sus propias leyes de desarrollo y, por consiguiente, tienen
sus propias oposiciones y contradicciones específicas, distintas para cada
grupo. Lo común, en este caso, es tan sólo el hecho de la unidad y la
interacción de los contrarios, pero la manifestación concreta de dicha unidad
será diferente en cada caso.
Además, la
interacción o la lucha de los contrarios constituye la fuente de desarrollo de
cada sistema material concreto. Pero sería erróneo afirmar, como se hace a
veces, que la lucha de los contrarios es la fuente del automovimiento de toda
la materia en su conjunto. En general, no puede plantearse la cuestión de la
fuente de movimiento para la materia como sustancia de todos los fenómenos, en
el caso de atenerse consecuentemente a las concepciones del materialismo
dialéctico. El movimiento es un atributo importantísimo de la materia, es su
modo de existencia. Puesto que la materia existe, se halla en movimiento, en
interacción, y para este movimiento no puede haber ninguna fuente. Pero si
consideramos que la lucha de los contrarios constituye la fuente del
movimiento, surge en el acto la pregunta: ¿cuál es, pues, la fuente de la lucha
de los contrarios? La única respuesta que cabe dar es la siguiente: la fuente
de esa lucha es el movimiento, y de este modo caemos en un círculo vicioso.
La
afirmación de que la lucha de los contrarios es la fuente del movimiento
resulta contradictoria también en el siguiente sentido. En la naturaleza la
propia lucha se manifiesta en forma de interacción de los contrarios. Pero
todo proceso de interacción no es otra cosa que movimiento de uno u otro
género. Por consiguiente, llegamos a la tautología de que "el movimiento
es la fuente del movimiento".
La lucha o
la interacción de los contrarios no constituye la fuente, sino el contenido
interno de todo movimiento. Eso significa que todo movimiento y todo cambio se
basan en la unidad de los contrarios de uno u otro género: de lo continuo y lo
discontinuo, lo interno y lo externo, de la atracción y la repulsión, de lo
finito e infinito, etc.
Pero la
interacción de los contrarios será la fuente de desarrollo de todo sistema
concreto. Los sistemas de ese género siempre tienen causas determinadas para
su aparición y, por consiguiente, con relación a ellos, puede hablarse de
causas o de la fuente de su desarrollo. Esa fuente es, precisamente, la
interacción de los contrarios más arriba examinados.
Como el
desarrollo de todo sistema comprende la fase ascendente, relacionada con la
complicación de la estructura y de las formas del movimiento de los objetos
materiales, y la fase descendente, que conduce a la desintegración del sistema
en sus elementos componentes, cabe decir que, objetivamente, existen por lo
menos tres grupos fundamentales de oposiciones y contradicciones: 1) los que
caracterizan todo movimiento y existencia de la materia, al margen del proceso
de la complicación o desintegración de los sistemas; 2) los que condicionan la
complicación de las formas de la materia y el movimiento en el desarrollo, y 3)
los que producen la degradación y la desintegración de los sistemas.
Se han de
incluir en el primer grupo, ante todo, las contradicciones entre la
estabilidad relativa y la variabilidad, entre lo finito y lo infinito, lo
continuo y lo discontinuo, que son inherentes a la materia en todos sus
estados. Es evidente que en la naturaleza existen también otras contradicciones
de ese género.
Se incluye
en el segundo grupo un número muy elevado de contradicciones, que constituyen
la fuente del desarrollo en la naturaleza inorgánica, la naturaleza viva y la
sociedad. Todas ellas se diferencian sustancialmente entre sí. De entre las
contradicciones de la naturaleza inorgánica debemos mencionar, ante todo,
aquellas que expresan la relación entre la atracción y la repulsión, la
absorción y la radiación, la asociación y la disociación de los átomos y las
moléculas, etcétera.
Las
contradicciones del tercer grupo son de extraordinaria diversidad, ya que la
degradación y la desintegración de los sistemas en cada caso particular están
condicionadas por diversas causas. Existen dos clases fundamentales de desintegración
de sistemas: forzosa y espontánea. La desintegración forzosa es la que se
produce por algunas causas exteriores. En los sistemas mecánicos la
desintegración se produce cuando la energía de la acción exterior supera la
energía de las conexiones internas. En los no mecánicos —biológicos y sociales—
la desintegración está determinada por causas mucho más complejas, diferentes
en cada caso concreto.
La
desintegración espontánea es la determinada por causas internas del propio
sistema. La produce la contradicción entre el nuevo tipo de conexiones
internas, que se han originado en el sistema, y la vieja forma de su organización.
Los tres grupos de contradicciones
señalados están indisolublemente unidos entre sí. Las contradicciones del primer
grupo, que caracterizan la existencia general de la materia, constituyen la
base para la aparición y el desarrollo de contradicciones del segundo y tercer
grupo. Algunas contradicciones del primer grupo, como, por ejemplo, lo finito
y lo infinito, lo continuo y lo discontinuo, contribuyen incluso al desarrollo
de los diversos sistemas, y de ese modo se adhieren directamente a las
contradicciones del segundo grupo.
Novena y
Última Parte
EXISTEN, ASIMISMO,
CONTRADICCIONES comunes por la forma, pero distintas por su contenido. Así,
por ejemplo, es característica de todos los estados de la materia la contradicción
entre los factores internos y externos. Pero la correlación entre lo interno y
lo externo puede, al mismo tiempo, condicionar tanto el desarrollo como la
desintegración de los sistemas, en dependencia del contenido de los factores
dados.
Al estudiar
las formas de las contradicciones, surgen, involuntariamente, las siguientes
preguntas: ¿Se llega en el desarrollo a la solución de algunas contradicciones?
¿Puede llegarse a un estado en el que las contradicciones fundamentales del
sistema dado queden resueltas?
Es evidente
que las contradicciones del primer grupo no pueden resolverse por principio, ya
que serán inherentes a los nuevos estados de materia que se originen. Por lo
que se refiere a las contradicciones del segundo y tercer grupo, que determinan
el desarrollo ascendente y la desintegración de los sistemas, algunas de ellas
se solucionan con el tiempo. En particular, todas las contradicciones que
provocan la desintegración se solucionan después que el sistema se convierte
en otras formas de la materia, completamente distintas, ya que entonces carecen
de base para existir. Sin embargo, el sistema de nueva creación se
caracterizará por nuevas contradicciones, que habrá que solucionar de nuevo.
Es totalmente imposible la superación definitiva de todas las contradicciones,
ya que todo desarrollo no es solamente la solución, sino también el
surgimiento de contradicciones nuevas por principio. Gracias a ello, el
desarrollo de la materia constituye un proceso indestructible, inherente a
todos los estados de la misma.
La
posibilidad de solucionar las contradicciones aclara el problema de las
interrelaciones de los contrarios. De aquí se deduce que los contrarios no son
absolutamente irreconciliables entre sí, sino que pueden, en determinadas
condiciones, apagarse mutuamente o bien convertirse en formas cualitativas
distintas. Los objetos y fenómenos opuestos no se excluyen absolutamente, sino
en algunas de sus propiedades y tendencias. Por ejemplo, las partículas y las
antipartículas se oponen recíprocamente unas a otras sólo por el signo de la
carga eléctrica y del momento magnético, mientras que otras propiedades suyas
son iguales. Durante la interacción de las partículas y las antipartículas esas
propiedades opuestas se "apagan" unas a otras, y resultado de ello
es la aparición de microobjetos completamente nuevos. En relación con eso
debemos detenernos brevemente en el problema de la "identidad" y la
penetración recíproca de los contrarios.
Los clásicos
del marxismo han indicado en más de una ocasión que la unidad de los contrarios
se produce objetivamente y la calificaban a veces de identidad; decían que es
"posible el desarrollo en su contrario",(4) es decir, transformación
de los contrarios, el paso de uno a otro. ¿En qué sentido han de comprenderse
estas tesis?
Es evidente
que la tesis de la "identidad" de los contrarios no puede
considerarse en el sentido de que son efectivamente idénticos entre sí. Como
lo indica la propia palabra "contrarios", estos fenómenos se
diferencian radicalmente entre sí por alguna de sus propiedades. Por ello el
concepto de "identidad" de los contrarios no es afortunado. Se trata
de un concepto heredado de la filosofía hegeliana y puede inducir a error. Por
este motivo es más correcto hablar de la unidad, y la penetración recíproca de
los contrarios. Esta penetración recíproca tiene lugar, efectivamente, en todos
los sistemas materiales: la estabilidad del cuerpo presupone su variabilidad;
en un objeto material finito está potencialmente contenido lo infinito; una
multitud de elementos discretos, directamente adheridos entre sí, constituyen
una sustancia continua; las conexiones internas de un sistema son asimismo
externas para sus elementos componentes, etc.
Por lo que
se refiere al tránsito recíproco de los contrarios, hemos de decir lo
siguiente. Si existen dos objetos o fenómenos que tengan propiedades opuestas
+A y —A, la tesis del desarrollo en su contrario no puede comprenderse en el
sentido de que + A se convierte en —A, y viceversa. Se ha de comprender de otro
modo: + A y —A, al interactuar, se convierten en un fenómeno nuevo por
principio con nuevos contrarios inherentes a él: +B y —B. Estos últimos
difieren de raíz de los contrarios antes existentes y vienen a ser como
polares con relación a ellos. Resultado de ello es que +A se convierte en +B y
—A en —B.
Con el tiempo, +B y —B se
convierten, a su vez, en +C y —C, etc.
He aquí unos
ejemplos concretos para el esquema dado. Supongamos que el electrón y el
positrón u otros pares de partículas interactúan entre sí. El electrón no se
convierte directamente en positrón, y viceversa, pero ambos se transforman en
cuantos-gamma, en cuya estructura hay contrarios completamente distintos.
En la
sociedad, las clases antagónicas no se convierten la una en la otra, pero la
solución de las contradicciones entre ellas conduce a la formación de un
régimen social nuevo por principio, cuyas contradicciones difieren de raíz de
las viejas. En general, la solución de las contradicciones en fenómenos donde
hay aspectos opuestos no significa que se conviertan recíprocamente unos en
otros, sino que el fenómeno dado se transforma en otro completamente distinto
con sus propias e inherentes contradicciones nuevas de principio.
Notas:
[1] V. Lenin, Cuadernos
filosóficos. En Obras completas, t. 38, pág. 3.
[2] F.
Engels, Dialéctica de la naturaleza, ed. esp. cit., pág.1.
[3] F.
Engels, Dialéctica de la naturaleza, trad. Esp. De W. Roces, Ed.
Grijalbo, México, D.F., 1961, pág.49.
[4] V. Lenin, Cuadernos
filosóficos. En Obras completas, ed. Rusa, t.38, pásg.258.
*Este escrito, es el capítulo II del libro Dialéctica del Desarrollo
en la Naturaleza Inorgánica, Editorial Grijalbo, México, 1963,
pp.101-140. (Nota del Comité de Redacción).
Descargar el libro completo en:
https://drive.google.com/file/d/1BrZKR52iuDQaUHQoKlBJZa5B0Za81Sh7/view
https://mega.nz/file/Gg5izCpT#uaa9nSgrLSUmipQ3FjSNUsI_E6wtxXl19NRjOWoT1mw