David García Colín Carrillo
La invención de la rueda y el materialismo histórico
La rueda es uno de los
inventos más importantes y revolucionarios de la historia de la humanidad a la
par de las primeras herramientas de piedra, el control y la producción del
fuego, la domesticación de plantas y animales y la invención de la escritura.
No sólo revolucionó los medios de transporte, como es obvio, sino que periodos
enteros de la historia estuvieron marcados por tecnologías herederas de la
rueda —pensemos en la importancia de la polea y manivela en los pozos de la
antigüedad o el molino de agua y de viento para la Edad Media—. Actualmente es
casi imposible encontrar alguna máquina que no la contenga en forma de
engranajes, ventiladores, poleas, volantes u otras formas derivadas. De tal
forma que la invención de la rueda movió al mundo.
Pero si nos paramos a
pensar un momento, resulta claro por qué fue un invento relativamente tardío en
la historia de la humanidad —aparece hace 7 mil años y ni siquiera en el
transporte sino en la alfarería—. En última instancia las ideas y los inventos
surgieron del contacto y conocimiento de la realidad material, resulta que la
rueda como medio de locomoción de los seres vivos no existe en la naturaleza.
Idear algo, cuyo prototipo no existe, naturalmente requiere premisas materiales
y necesidades sociales que lo sustenten y que impulsen la imaginación rumbo a
caminos inusitados.
La rueda fue producto,
en primer término, de la acumulación de riquezas, el comercio y el transporte;
y todo lo anterior nació con la civilización entendida como el surgimiento de
un Estado centralizado, clases sociales, populosas urbes, edificios monumentales
y comercio regular a largas distancias. En troncos usados como rodillos
necesarios para mover los inmensos bloques de piedra con los que se
construyeron las primeras estructuras megalíticas, pesos que no era posible
dividir en cargas menores, encontramos los rudimentos de la rueda. La
experiencia acumulada anterior había demostrado que la mejor forma de mover un
objeto pesado era hacerlo rodar. Seguramente esto ya lo sabían los
constructores de Gobekli Tepe, hace unos 11 mil años. Sólo que con la civilización
la necesidad de mover grandes cargas se hizo cotidiana, así como la necesidad
del comercio y el transporte. Pero los rodillos no son ruedas en sentido
estricto ya que éstas últimas resultan de la unidad dialéctica entre la rueda y
un eje que le permita girar libremente.
Fue en la alfarería, hace unos 7 mil años, que se usaron ruedas giratorias unidas a un eje, hablamos del torno del alfarero. Este artilugio nació resultado de una producción artesana y manufacturera muy refinada en el trabajo del barro, muchos milenios pasaron para que se usara un plato como base giratoria para modelar arcilla. Pero la rueda como medio de transporte tuvo que esperar varios cientos de años más. Fue hace unos 5,500 años en Sumeria, una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, donde encontramos las evidencias más antiguas de la rueda como medio de transporte, unos trecientos años después de que se introdujo en esta civilización la rueda del alfarero. En el Estandarte Ur encontramos la imagen de una procesión de carros de guerra tirados por onagros (asnos), eran más bien carretas lentas usadas para transporte. Es la representación más antigua que se conoce de una rueda. Ya después de ser inventada la rueda fue el prototipo de todo movimiento en rotación. En la antigüedad “el sol era representado como un carro y el mismo cielo como una rueda”[1].
Por su forma, es muy
posible que tanto el torno del alfarero como la rueda fueran resultado de la
evolución de los rodillos.
“El verdadero ingenio consistió en afianzar al cuerpo de la carreta un
rodillo sólido, de tal manera que pudiera girar sin deslizarse. En las
primitivas carretas en Mesopotamia y en algunas carretas actuales de la India,
el eje gira con las ruedas y es mantenido en su lugar por unos tirantes de
cuero. […] El paso siguiente consistió en agrandar los extremos, primero con
piezas sólidas en forma de ruedas y, luego, inventando una banda de cuero y más
tarde de metal para mantener unidas las piezas”[2].
Si es cierto que el
torno del alfarero preparó el camino para la rueda, también es cierto que el
uso de la rueda perfeccionó el torno del alfarero.
El estandarte Ur
atestigua que el surgimiento de la rueda propiamente dicha estuvo íntimamente
relacionado con la domesticación de animales de tiro. Estos herbívoros se
domesticaron inicialmente por su carne, luego por sus derivados; un gran paso
fue uncirles un arado para roturar la tierra y atarles cargas al lomo para
transportar mercancías; este fue el paso previo para montarlos y finalmente
unirlos a una carretilla. Es un camino cruzado por saltos cualitativos. Casi
tan pronto apareció, comenzó a difundirse a un ritmo acelerado; existen
ejemplos de ruedas casi tan antiguas en lugares como Eslovenia con unos 5,200
años de antigüedad.
Todavía no es posible
afirmar si la rueda se inventó de forma independiente en varias regiones o hubo
un foco inicial desde donde se difundió el invento. Pero incluso si suponemos
que la rueda se inventó antes de su aparición en Mesopotamia, es seguro que sin
el comercio dependiente de las grandes civilizaciones la rueda no se hubiera
inventado en ninguna parte. Lo que es indudable es que las rutas comerciales
que unieron a Asia con Europa no sólo favorecieron la invención de la rueda,
sino también su difusión y desarrollo. El hecho es que hace unos 5,400 años,
poco después de su aparición, presenciamos una explosión en la producción de
carros desde Mesopotamia, Rusia y hasta la India.
La introducción del
caballo desde Eurasia también impulsó el mejoramiento de la rueda ya que al ser
al menos 10 veces más rápidos de los onagros (o asnos antiguos) los carros
requerían ruedas que soportaran mayores velocidades. Fueron los egipcios los
que, hace unos 4 mil años, justo cuando se difundía el uso del caballo,
añadieron los rayos a la rueda, haciéndola más ligera; creando carros de guerra
verdaderamente veloces, capaces de recorrer mayores distancias y vinculando el
mundo antiguo. Desde entonces la rueda ha sufrido muy pocas modificaciones —la
cobertura de caucho principalmente— y básicamente es la misma desde hace más de
5 mil años. Uno de los inventos más perdurables de la humanidad. Desde entonces
hasta hoy no ha habido necesidad de “reinventar la rueda”.
Los
animales de tiro y la rueda en América
Es casi seguro que sin animales de tiro la rueda no hubiera sido inventada, al menos no en tiempos antiguos. La prueba de esto es que la rueda como medio de transporte no apareció jamás en las civilizaciones que carecían de grandes herbívoros domesticados: en Mesoamérica no existían estos animales, fueron extinguidos durante el periodo paleolítico, y en Sudamérica, aunque existían las llamas y alpacas, éstas no se dejaron uncir ni el arado ni mucho menos una carretilla, apenas permiten llevar cargas en su lomo. Por esto, ni en Mesoamérica ni en Sudamérica se descubrió la rueda. Y también es cierto que el torno de alfarero apenas se usó en Mesoamérica —las técnicas alfareras se basaban principalmente en la técnica del “pellizco”— lo que refuerza que entre éste y la rueda existió una interacción recíproca. No se trató de un asunto de inteligencia pues estos pueblos habían inventado la rueda en principio, pero sólo la usaron en juguetes para niños y en formas muy primitivas como algunos, pocos casos, tornos de alfarero, pelotas, discos escultóricos, sellos cilíndricos, en diversos utensilios como el rodillo del metate para hacer tortillas, etcétera. Incluso en la actualidad, la vinculación entre los herbívoros domesticados, la rueda y el carro pervive nominalmente en los “caballos de fuerza” con que medimos la potencia de los automóviles modernos.
Aunque parece ser que los animales de tiro fueron la condición sine qua non para que una civilización utilizara
la rueda, cabe preguntar por qué al menos no se utilizó la carretilla. Sin duda
una carretilla hubiera facilitado el trabajo de los constructores de
Tenochtitlán. A esta interesante pregunta hay que responder analizando las
relaciones sociales en las que se usaba la fuerza de trabajo y que motivaban la
introducción de innovaciones tecnológicas.
Las primeras
civilizaciones utilizaban mano de obra tributaria de las comunidades aldeanas y
la clase dominante contaba con abundante fuerza de trabajo para la construcción
y el transporte (los mexicas llamaban a los cargadores “tamemes”). En estas
civilizaciones —cuyo modo de producción Marx llamó Despotismo Asiático o Modo
de Producción Oriental— era común que los reyes, faraones o tlatoanis fueran
transportados en palanquines cargados en andas por sirvientes o esclavos. ¿Qué
interés podía tener esa clase dominante en ahorrar trabajo humano? Ahora puede
parecernos algo insensato pero las civilizaciones antiguas no tenían mucho
interés en ahorrar trabajo porque su producción no se basaba en la lógica de la
ganancia burguesa, donde “el tiempo es dinero”. Algo análogo, aunque en
el contexto del modo de producción esclavista, sucedió con la máquina de vapor
inventada ya por Herón de Alejandría: ésta nunca se usó en la producción ya que
la producción se basaba en la abundancia de mano de obra esclava. Ni había
interés de los esclavistas en ahorrar trabajo esclavizado, ni los esclavos
hubieran hecho un uso adecuado de delicadas máquinas. Las máquinas de vapor
sólo se usaron en ingeniosos juguetes, en la apertura de algunas puertas y en
robots que servían vino a la aristocracia en lujosos palacios. En abstracto la
revolución industrial podía haberse dado en la época helenística, pero en
concreto las relaciones sociales imperantes cancelaron esa posibilidad.
Adicionalmente, el
continente americano estaba dividido por cadenas montañosas y caminos agrestes
donde el uso de carros o carretillas no tenía mucho sentido a esas largas
distancias.
“Resulta obvio que un cargador, un tameme, podía cargar hasta 30 kg con su
mecapal y caminar un largo tiempo, mientras que jalar o empujar una carretilla
con una carga similar resulta difícil y agotador para no decir imposible para
uno o hasta dos hombres”[3].
Podría agregarse que
carretillas o carros funcionales requerían de ajustes importantes como un aro
de metal en el centro de la rueda (buje) que aminorara la fricción con el eje,
de otro modo esos carros se hubieran desarmado incluso a poca distancia. Es
sabido que los pueblos mesoamericanos conocían algunos metales, pero se usaban
predominantemente como ornatos y obras de arte, de uso exclusivo de la clase
dominante, mientras que en la producción imperaba la tecnología de piedra.
Incluso si suponemos que
en abstracto podían haberse construido caminos planos que atravesaran cadenas
montañosas y carros más o menos funcionales para recorrerlas, este tipo de
obras hubieran parecido prohibitivamente caras en un contento donde la
existencia de cargadores tributarios era más que suficientes. Si hubieran
existido animales de carga y de tiro, lo que parecía prohibitivamente caro e
inútil, se hubiera transformado en inevitable y provechoso; seguramente se
hubieran podido sortear todas las dificultades técnicas asociadas al uso de la
rueda. Es un hecho que aparte de la existencia de grandes herbívoros
domesticados, todos los demás factores existían en el viejo mundo: estados
poderosos, grandes centros urbanos, comercio a larga distancia, etcétera. Sin
embargo, hizo falta la última condición detonante.
La presencia de animales para el transporte y la rueda, entre otros
factores materiales, pueden explicar el desarrollo desigual de las
civilizaciones de ambos continentes y el que fueran los invasores europeos los
que llegaran a América y no al revés. Hemos tratado este tema en otro artículo ¿Por qué Colón no
fue chino? El capitalismo y la dominación colonial (*).
No fue una cuestión de
inteligencia o ideología, sino de condiciones materiales que desencadenaron
procesos y ritmos diferentes; en una reacción en cadena. La falta de grandes
herbívoros domesticables hizo más lento el lapso que media entre la
domesticación de los primeros cultivos (hace unos 9 mil años o más) y el
surgimiento de las primeras civilizaciones (hace unos 5 mil años); como no
había animales de tiro, las técnicas agrícolas, si omitimos las grandes obras
estatales de riego, siguieron basándose principalmente en el palo del sembrador
y herramientas de piedra; como no se inventaron los carros y el comercio
dependía de cargadores humanos, además de las condiciones geográficas que
dificultaban el tráfico, existió un menor flujo e intercambio de ideas e
innovaciones.
¿Cómo intenta explicar
este tema la posmodernidad para la cual todo es un “metarrelato” y producto de
la subjetividad? Simplemente por la ideología. Veamos un ejemplo:
“los antiguos habitantes de Mesoamérica —sostiene un autor— no le dieron al
concepto del movimiento giratorio una aplicación al transporte simplemente porque
no quisieron, en razón de conceptos atávicos muy dignos de ser tomados en
cuenta”[4].
Y se afirma que esos
“conceptos atávicos” se manifestaron en el poderío de la casta dominante, la
sumisión que imponía y en el conservadurismo en los medios de transporte. Pero
esta “explicación” no explica absolutamente nada y requiere, a su vez, ser
explicada. Sus consecuencias son reaccionarias, acordes a una visión que supone
que los pueblos indígenas eran naturalmente “bestias de carga”, que los
indígenas estaban sometidos simplemente por tener en su cabeza “conceptos
atávicos”. Pero es, al contrario: el conservadurismo de las sociedades antiguas
se explica simplemente por el conservadurismo de sus relaciones sociales, sus
herramientas de trabajo y sus formas de producción; es decir, por el modo de
producción que explica su ideología, no por fantasmagóricas “ideas atávicas”.
Las relaciones sociales
que resultaban de ese modo de producción explican el poder político despótico
de la clase dominante y la ideología imperante, no al revés. Curiosamente,
después de dedicar medio artículo a descalificar las causas objetivas de la
ausencia de la rueda en Mesoamérica —calificadas como “miopías progresistas”—
el autor del artículo señala lo siguiente:
“El explicar porqué fue innecesario implementar el concepto del movimiento
rotatorio en carretillas, carretas, o cualquier otro vehículo de tracción
humana requiere igualmente considerar el contexto económico de las antiguas
sociedades Mesoamericanas. Por un lado estaría el tipo de recursos y bienes a
transportar, así como los costos elevados de construir y mantener a largo plazo
la infraestructura necesaria para el transporte en ruedas (caminos llanos y
puentes). Por otro lado estaba la disponibilidad y baratez de fuerza laboral
humana institucionalizada en la esclavitud, el tributo en trabajo, e incluso la
prestación personal en las faenas. A su vez, los tres factores antes mencionados
condujeron al desarrollo de los elaborados armazones de madera que desde
tiempos remotos y aún a mediados del siglo XX usaban los cargadores para
transportar —manteniendo hábilmente el equilibrio— gran cantidad de mercancías”[5].
Esto suena mucho más
razonable, pero el autor nos hubiera ahorrado tres cuartas partes de sus
necesdades posmodernas si hubiera comenzado adhiréndose al “progresismo miope”
de Karl Marx en vez llegar montado en el perro muerto del posmodernismo.
[1] Bronowski,
Jacob; El ascenso del hombre, México, Paidós, 2017, p. 69.
[2] D. Bernal,
John; La ciencia en la historia, México, UNAM, 1991, pp.
134-135.
[3] https://sucesosdeveracruz.com.mx/la-rueda-en-mesoamerica/
[4] Javier Urcid, “La
rueda en Mesoamérica”: Arqueología mexicana, 147, sept-oct, 2017.
[5] Javier Urcid, “La
rueda en Mesoamérica”: Arqueología mexicana, 147, sept-oct, 2017.
(*) ¿Por qué Colón no
fue chino? El capitalismo y la dominación colonial.
https://marxismo.mx/colon-fue-chino-capitalismo-la-dominacion-colonial/
Fuente: marxismo.mx