Jimena Vergara/Steven Rose
El paradigma neurocientífico. De determinismos y reduccionismos
recreados
Como plantea el
biólogo Steven Rose en la entrevista que acompaña esta sección de IdZ, el
determinismo biológico goza de buena salud. Está bien anclado en las premisas
del paradigma neurocientífico dominante, ahora vuelto en proyectos
tecnocientíficos de gran alcance para el imperialismo europeo y norteamericano.
El programa BRAIN anunciado por Obama contará con una inversión de 3 billones
de dólares provenientes de los Institutos Nacionales de Salud y la Agencia de
Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa.
Apuntes para una concepción integral de las capacidades cognitivas humanas
Jimena Vergara
[…] de qué manera están vinculadas nuestra
conciencia y nuestra existencia viva y real. Si no se comprende este nexo, la
conciencia aparece inevitablemente como un epifenómeno […] con lo que la
absoluta imposibilidad de encontrar un nexo racional entre las pasiones del
alma y la vida real del hombre está decidida de antemano.
Lev Vigotsky
Desde la década
de los noventa las neurociencias comenzaron a ganar terreno estimuladas con las
nuevas tecnologías para mapear la actividad neuronal, los procesos sinápticos y
la actividad eléctrica en el cerebro. El boom neurocientífico parece no tener freno
al amparo de los intereses de la industria farmacéutica trasnacional, las
compañías aseguradoras y el proceso de privatización de la salud pública que se
sucedió en las metrópolis imperialistas en las décadas subsecuentes. No es
casual que el presidente norteamericano prometiera ante los grandes
capitalistas que el proyecto BRAIN generaría ganancias millonarias ya que “cada
dólar invertido en el Proyecto del Genoma Humano ha rendido 140 dólares en
beneficios económicos”. Para los imperialistas, lo atractivo del proyecto no
está en las posibilidades de curar el Alzheimer sino en las jugosas ganancias
que han hecho a partir de monopolizar los descubrimientos en tecnociencia.
En este
artículo, abordamos algunas de las premisas filosóficas que están detrás del
paradigma neurocientífico dominante, en particular discutiendo contra el
reduccionismo. Sostenemos que solo una interpretación anclada en un
materialismo dialéctico no reduccionista de la mente humana, propuesta por
ejemplo por Lev Vigotsky a inicios del siglo XX (antes del encumbramiento del
stalinismo en la Unión Soviética), puede dar cuenta de la complejidad de
nuestras capacidades cognitivas.
De la separación mente-cuerpo al reduccionismo
Los
descubrimientos en neurobiología durante la segunda mitad del siglo XX le
dieron a la concepción materialista de la mente nuevos bríos. Se abría la
posibilidad de romper con la separación ontológica que primaba en la teoría del
conocimiento entre lo físico y lo mental. El origen biológico de nuestras
capacidades cognitivas fortalecía las doctrinas materialistas de la mente que
durante los años ‘60 y ‘70 defendieron filósofos como John Smart o Herbert
Feigl. De tal suerte que la agenda de las ciencias naturales debía establecer
las bases materiales del espíritu. Si bien estos planteamientos jugaron un rol
progresivo para socavar las concepciones idealistas de la mente, su empalme con
el boom neurocientífico devino en el reduccionismo. Como sostenía el
neurocientífico Michael Gazzaniga: “El hecho es que, tú eres tu cerebro”. Así
como se trata de explicar el comportamiento humano como el correlato de genes
en acción, las neurociencias comenzaron a recrear hipótesis que le confieren al
racismo, los celos, las posiciones políticas o la violencia un sustrato
únicamente neuronal. Como plantea Steven Rose:
La mente, la
conciencia y el libre albedrío colapsaron; son simples epifenómenos de procesos
cerebrales que se presentan como “ilusiones útiles”. Más aún, el entronamiento
de las neurociencias estaría iluminando y transformando otros estudios sociales
y culturales que antes tenían aproximaciones independientes1.
Si bien es
pertinente defender una concepción materialista de la mente, es preciso
contrarrestar el reduccionismo imperante, que pretende explicar el comportamiento
como un epifenómeno de su sustrato material.
El reduccionismo en neurociencias
Como dijimos
antes, en general, la tesis de la separación mente-cuerpo fue contrarrestada
por un materialismo reduccionista que abrevó en la tradición del fisicalismo de
principios del siglo pasado. Daniel C. Dennet sostenía:
La sabiduría
dominante, que se expresa de diferentes formas, es el materialismo: solo existe
una clase de sustancia de la que están hechas las cosas, a saber, la materia,
la sustancia física de la física, la química y la fisiología, y el espíritu no
es en cierto modo más que un fenómeno físico. En resumen el espíritu es el
cerebro2.
La utilización
de la Resonancia Magnética Funcional para obtener imágenes cerebrales abrió
todo un nuevo campo de investigación. La consecuencia fue llevar al extremo la
idea de la identidad entre mente y cerebro. La aplicación extrema de esta
premisa puede verse en los dichos (y prácticas) de las nuevas disciplinas
híbridas como la neurojurisprudencia, cuyos apologistas e impulsores
sostendrían que un comportamiento criminal proviene de la excitación o
inhibición de ciertas regiones cerebrales. El programa del reduccionismo
entonces es esperar a que los avances en neurociencias lleguen a tal punto que
todo nuestro comportamiento pueda ser explicado, descrito, prevenido o
modificado a través del conocimiento absoluto de los procesos que yacen en el
cerebro. A nivel endógeno, reducen a tal punto las capacidades cognitivas que
cada vez se habla más del cerebro y menos del sistema nervioso central y
periférico, y a nivel exógeno, se invisibiliza el contexto social de los
individuos y por supuesto, el contexto histórico de las sociedades.
El emergentismo como contratendencia
En la tradición
anglosajona, un sector de filósofos y científicos ha intentando contrarrestar
al reduccionismo neurocientífico. Para muchos de estos teóricos, las
neurociencias no pueden subsumir a las disciplinas que se encargan del estudio
de la mente como la psicología, ya que si bien todo comportamiento humano puede
ser susceptible de una explicación neurobiológica, hay pautas conductuales que
preservan cierta autonomía. Los emergentistas sostienen que las capacidades
superiores de la mente no pueden ser explicadas únicamente por los procesos
físicos que se libran en el cerebro ya que, a pesar de estar articuladas por
los mismos, están dispuestas en “agregados complejos”: Los estados mentales son
el fruto de una organización material particular, que produce propiedades
específicas, irreductibles a las partículas que componen el cerebro y su
fisiología. No es el nivel inferior donde puede descubrirse la razón de la
complejidad del nivel superior3.
Robert Van
Gulick por ejemplo sostiene que esto es así en el caso de la mente debido a la
“singularidad de sus determinaciones”. Es decir que es necesario discriminar
entre las determinaciones de bajo nivel (que en el plano biológico explican el
origen del pensamiento) y las específicas a la mente que explican su nivel de
complejidad. La crítica del emergentismo al reduccionismo abona positivamente
al planteamiento de que la mente es más que un entramado de neuronas que se
prenden y se apagan. Pero desde nuestro punto de vista, se queda ahí.
La dialéctica materialista
En los ‘80
aparecieron dos publicaciones que defendían la dialéctica materialista. Se
trató de No está en los genes de Steven Rose, Richard Lewontin y León
Kamin y de El biólogo dialéctico de Richard Levins y Richard Lewontin.
Fueron intentos exitosos por contrarrestar el determinismo biológico y la
confianza desbordada en la biología molecular. En El biólogo dialéctico definían
a la dialéctica materialista en cuatro proposiciones:
• las partes de
un todo no tienen una existencia previa independiente al todo como partes;
• las
propiedades de las partes son el fruto de su existencia en el todo;
• las partes y
el todo tienen están interpenetrados; toda entidad es heterogénea e inestable,
proclive al cambio. Su constitución al mismo tiempo genera las condiciones de
posibilidad de su auto negación.
En biología
evolutiva, estas premisas permitieron concebir al organismo como un todo e
integrar a la teoría evolutiva otras dimensiones del proceso viviente, como la
ontogenia; desmarcarse del programa adaptacionista, inconsistente con una
teoría materialista de la evolución biológica; y proponer que una
característica que resulta adaptativa, bajo ciertas presiones ambientales,
puede ser posteriormente integrada como una adaptación para nuevas funciones.
Es decir que el proceso evolutivo está permeado por la incorporación súbita y
no necesariamente gradual de características e incluso funciones complejas que
constituyen novedades adaptativas. Y proponer que en la evolución encontramos
cambios cualitativos, como puede ser la emergencia de nuevas especies. Que
aquellos organismos que permanecen en el mundo natural por un tiempo
determinado, son proclives al cambio.
Que los
sistemas biológicos aparentemente estables pueden ver destruidas las
condiciones que permiten su surgimiento y establecer las condiciones de
posibilidad de nuevos sistemas. Esto, aplicado a las neurociencias, supondría
que la mente es más que la suma de sus neuronas y el resultado de un proceso en
el que interactúan por lo menos dos dimensiones: la filogenética y la
ontogenética4.
En el caso de
la mente humana, el desarrollo biológico de nuestra especie –el proceso de
hominización–, devino en “formas materiales que lo sobrepasan”. Como plantea
Pascal Charbonnat:
La sociedad, la
economía y la política son las últimas producciones de la historia general de
la materia, y como todas las demás solo han llegado a existir cambiando
profundamente el estado anterior. La teoría unificada del espíritu cerebro
solo será real a partir del momento en que también ella haya integrado la
dimensión socio-histórica consustancial a la humanidad5.
Este programa
de investigación integral, esbozado por Charbonnat, fue explorado ya en el
pasado por el psicólogo ruso Lev Vygotski, quien elaboraría la mayor parte de
su obra a instancias del Estado revolucionario ruso antes de su estalinización.
La dimensión histórica de las capacidades cognitivas en Lev Vigotsky
Lev Vigotsky
legó a la teoría de la mente un programa de investigación que supone historizar
el desarrollo de lo que él mismo llamaría las Funciones Psíquicas Superiores6.
Con un planteamiento profundamente dialéctico, elabora una concepción
totalizante de la psique humana que contrasta con los presupuestos de la
psicología de su época:
Al igual que el
organismo fraccionado en sus elementos revela su composición pero ya no pone de
manifiesto sus propiedades y leyes orgánicamente específicas, también esas
formaciones psíquicas complejas e íntegras perdían su cualidad fundamental:
dejaban de ser ellas mismas cuando se las reducía a procesos más elementales7.
Para el
psicólogo ruso habría tres vías de desarrollo de las FPS. La biológica,
explicada en la teoría evolutiva elaborada por Charles Darwin; la
histórica-cultural, sintetizada por el materialismo histórico desarrollado por
Karl Marx y Friedrich Engels; y la ontogenética, que refiere al desarrollo de
cada individuo. Estas tres vías de desarrollo son convergentes y establecen una
unidad constitutiva de las FPS.
Bajo esta
concepción, el desarrollo del cerebro estaría dado por la relación dialéctica
entre su sustrato biológico material y la estimulación cultural que se da en el
contexto social. Dicha estimulación no solo sería relevante en la ontogenia del
individuo sino también a nivel evolutivo, articulando el proceso de
hominización y de humanización.
Este programa
de investigación, aquí apenas esbozado, nutre hoy las teorías contemporáneas de
los psicólogos evolucionistas y es aún un río por beber en la investigación
sobre la mente. Vigotsky propone una alternativa teórica y metodológica para
construir una explicación materialista no reduccionista de la mente humana,
amparada en la dialéctica. Rebasa por mucho los regresivos planteamientos del
reduccionismo dominante. Su legado forma parte de la evidencia histórica que
demuestra la potencialidad del marxismo, apartado de la escandalosa
vulgarización que hiciera del mismo la burocracia estalinista.
Referencias bibliográficas
Rose, S.,
Lewontin, R.C., Kamín, L. (2009): No está en los genes, Barcelona,
Crítica.
Levins, R., Lewontin, R. (1985): The dialectical
biologist, Cambridge, Harvard UP.
Charbonnat, P.
(2007): Historia de las filosofías materialistas (Biblioteca Buridán),
Barcelona, Intervención Cultural.
1. Tomado de “Beware ‘brain-based learning’”, Times
Higher Education, 12/12/2013 (http://www.timeshighereducation.co.uk).
2. Dennet, La
peligrosa idea de Darwin, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1999, p. 50.
3. Charbonnat,
P., Historia de las filosofías materialistas (Biblioteca Buridán),
Barcelona, Intervención Cultural, 2007, p. 557.
4. La ontogenética
se refiere a la dimensión que está signada por las restricciones y
potencialidades de su desarrollo. En este caso específico, del desarrollo del
cerebro y del sistema nervioso central y periférico. La filogenética sintetiza
los procesos, contingencias y azares de su historia evolutiva.
5. Charbonnat, P., op. cit., p. 559.
6. FPS a partir
de ahora.
7. Vigotsky,
L.S., “Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores” (1931) en
Obras Escogidas, Tomo III, Madrid, Visor, 1991.
***
La falacia de reducir la persona a nada
más que biología
Entrevista a
Steven Rose
IdZ: Desde los ‘70 viene discutiendo contra
el determinismo biológico, desnudando su relación con posiciones reaccionarias
en ciencias sociales y con políticas de derecha. En No en nuestros genes (1984)
por ejemplo, con Richard Lewontin y Leon Kamin, critican la sociobiología de
Wilson y las tesis de Richard Dawkins en El gen egoísta (1976). Han
pasado varias décadas. ¿Cuál cree que es el lugar del determinismo biológico
hoy, cuando muchos neurocientíficos hablan de la “década de la mente”?
IdZ: En Tu cerebro mañana (2005) también
señala, respecto de las dicotomías mente-cuerpo o proceso-producto,
parafraseando a T.Dobhzansky, que “nada en biología tiene sentido excepto a la
luz de su propia historia”, y que estas han estado determinadas por el
desarrollo del capitalismo. ¿Podría decirnos cómo ve usted esta relación?
IdZ: En relación con estas tendencias
deterministas y dicotómicas, en ese libro usted afirma que “ha habido solo un
abordaje completamente occidental a la ciencia que evade esta crítica, la del
materialismo dialéctico marxista”. ¿En qué sentido cree usted que el materialismo dialéctico marxista ha sido una contribución?
IdZ: Usted también dijo que el marxismo es
“una tradición potencialmente fértil”. ¿En qué sentido cree que esto es
significativo hoy?
IdZ: En La radicalización de la ciencia (1976),
y en Ciencia y Sociedad (1970), con la socióloga de la ciencia Hillary
Rose señalan la necesidad de desarrollar una “economía política de la ciencia”
desde el marxismo, y trazan una caracterización crítica apuntando a la
tendencia a la mercantilización de la ciencia a varios niveles. ¿Qué de esa
caracterización se mantiene hoy?
[Entrevistó y
tradujo: Juan Duarte].
***
Steven Rose
Formado en
Bioquímica y Neurobiología en Cambridge en los años ‘50, fue parte de un
significativo sector de científicos de primer nivel que, impactados por grandes
hechos históricos como la autocrítica del PC en los ‘50 por los crímenes del
estalinismo, la invasión soviética a Hungría, la Guerra Fría y –sobre todo– la
guerra de Vietnam, se acercaron a las ideas del marxismo y las luchas obreras y
populares, participando de ellas al tiempo que cuestionando el rol de la
ciencia en la sociedad capitalista. Al igual que el paleontólogo Stephen Jay
Gould y el genetista Richard Lewontin, entre otros, sus aportes son clave para
una crítica de la ciencia en el capitalismo, y en particular de los desarrollos
reduccionistas y deterministas biológicos, que justifican diferentes formas de
opresión. Junto con Hillary Rose publica Ciencia y sociedad en 1969, y La
radicalización de la ciencia en 1976. En 1984, junto con Richard Lewontin y
el psicólogo Leon Kamin, publican No en nuestros genes. Racismo,
genética e ideología, desde el cual emprende una importante crítica al
reduccionismo y el determinismo biológico de la sociobiología, y los usos de la
genética y el evolucionismo en autores como Edward Wilson y Richard Dawkins,
utilizando elementos de la teoría marxista. También publica Alas, poor
Darwin. Arguments Against Evolutionary Psychology (2000), que compila
importantes críticas a los usos reduccionistas del evolucionismo en psicología,
y Trayectorias de vida: biología, libertad, determinismo (2004). En Tu
cerebro mañana (2008) desarrolla una crítica a las neurociencias actuales
exponiendo su propia síntesis alternativa. Más recientemente publicó, también
junto con Hillary Rose, Genes, Cells and Brains: the Promethean promises of
the new biology (2012), sometiendo a crítica a la biotecnología, la
medicina regenerativa y las neurociencias en el marco del capitalismo
neoliberal. Académicamente hizo importantes aportes en el campo de la
neurobiología del aprendizaje y la memoria, y es profesor emérito en la Open
University de Londres. En los últimos años fue uno de los principales
impulsores del boicot científico al Estado de Israel en defensa del pueblo
palestino.
Fuente: www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda