La clonación y la cosificación

PABLO RIEZNIK


 

En Inglaterra, acaba de concretarse la primera autorización oficial para la producción de “clones” con fines terapéuticos. Los embriones creados por clonación serán utilizados para obtener, en las dos primeras semanas de su desarrollo, lo que se denomina “células madre”, organismos que pueden producir tejidos y materiales para la vida en pacientes que los necesiten. Para estos clones se utilizaría el material genético de los propios pacientes, para garantizar que no haya rechazos con el eventual transplante. El equipo que fue autorizado a trabajar en este campo, de la Universidad de Newcastle, pretende crear así células productoras de insulina para enfermos diabéticos. La investigación podría derivar en nuevas terapias para la curación del Parkinson y el Alzheimer, aunque la viabilidad práctica de los tratamientos demoraría todavía varios años.

Política y negocios

El Vaticano reaccionó inmediatamente “condenando sin equívocos toda forma de clonación”, al igual que diversos grupos “antiabortistas”, que protestaron “enfurecidos”.

El asunto se transformó también en parte de la campaña presidencial norteamericana cuando el hijo del ex presidente republicano Ronald Reagan denunció a Bush por prohibir la investigación con células madre. El gobierno reaccionó señalando que tal prohibición no afecta a las instituciones privadas y que inclusive otorgó subsidios importantes a investigadores en la materia. De este modo, como dice un comentarista del Wall Street Journal, la clonación se convirtió en una cuestión económica y fiscal. No sólo esto, porque al dar vía libre a la investigación con células madre, “los laboratorios británicos tendrían una gran ventaja sobre EE.UU. y el resto de Europa” (El País, 12/8).

Como hay acuerdos internacionales que prohíben la clonación tanto para tareas de investigación como de reproducción humana, se discute ahora si excluyen a la clonación terapéutica, autorizada en Inglaterra desde 2001, y para los embriones que tengan una evolución mayor a los 14 días. En oposición a la posición clerical, según uno de los cánones en la materia, hasta dos semanas después de su creación el huevo humano no puede ser considerado una “persona”.

Investigación y mercado

La confusión entre la investigación científica y los negocios distorsiona completamente los debates. Algunos especialistas cuestionan la pertinencia de las investigaciones con las células madre provenientes de embriones clonados y plantean que su obtención de organismos adultos sería más provechosa para la formulación de las respectivas terapias. Como están en juego fondos gigantescos, es difícil orientarse en la cuestión y evitar que los científicos exageren las bondades de su tarea. En particular cuando la mayoría de ellos están asociados a intereses capitalistas vinculados a la investigación (compañías de biotecnología, provisión de costosos insumos para los laboratorios, beneficios del patentamiento, subsidios públicos).

“La ciencia se ha transformado en una inversión de las empresas…, compite con otras formas de invertir capital… y su forma más extrema son las sociedades de consultoría científica, cuyo único producto es el informe científico… Aquí es muy obvio que la prueba de calidad del informe es la satisfacción del cliente y no la evaluación de los pares… Una vez que el informe científico se transformó en una mercancía está sujeto a dos características del mundo de los negocios: la diligencia puede ser asaltada y la cerveza puede ser aguada, es decir que la mercadería científica puede ser robada o adulterada… Algo de esto ya sucedía en el pasado, pero ahora tiene una base económica racional, por lo que es de esperar que aumenten” (The dialectical biologist, de Richard Levins y Richard Lewontin, Harvard University Press, 1985).

Clones y mitos

En el caso de la “clonación” se agrega un componente ideológico. Uno de los mitos más difundidos se vincula con la alarma injustificada por la posibilidad de replicar seres vivos, algo que, sin embargo, sucede naturalmente desde tiempos inmemoriales. De cada 400 nacimientos, uno corresponde a gemelos idénticos, que son más semejantes aún que los clonados.

Detrás de la confusión generalizada sobre este punto, se encuentra la falacia de considerar que los genes hacen al organismo y que, por lo tanto, duplicando la estructura genética tendríamos un individuo igual. Pero todo ser vivo es resultado de la interacción de su herencia biológica con el medio ambiente, lo que implica cambios en la propia significación de los genes. Por ejemplo, aunque fuese posible clonar un humano con prestigiosas calificaciones genético-musicales (naturalmente, un ejemplo ficticio) el resultado podría ser un ser inepto para distinguir una nota musical de otra.

En cualquier caso, la cuestión de la clonación es un problema estrictamente técnico si se consideran los problemas todavía existentes para su desarrollo (límite de vida de organismos clonados, ulterioridades todavía no experimentadas). Los planteos morales y “bioéticos” no tienen aquí nada que hacer. Como también lo destacaron Lewontin y Levins en su libro, la crítica “ética” a la clonación por el riesgo que implica de “objetivación” de las personas, que podrían ser manipuladas como cosas, olvida que tal “objetivación” no es el resultado de las posibilidades de la ingeniería genética sino que es propia… de las relaciones sociales capitalistas. En el capitalismo importa la persona como cosa, o sea que pueda producir beneficio para el capital y, fuera de esto, como todos sabemos, los seres humanos pueden ser condenados a la más miserable condición de existencia. El problema, claro, no son los clones sino la explotación capitalista de la vida.

 

Fuente:

www.po.org.ar