Proyecto Genoma
Humano: Los mitos y los dólares
Richard Lewontin y una crítica demoledora
Pablo Rieznik
El 14 de abril pasado, en la primera plana de la
prensa mundial se anunció la conclusión del llamado Proyecto del Genoma Humano
(PGH), después de trece años de investigación y una inversión superior a los 3
mil millones de dólares. El resultado es una suerte de radiografía de los
aproximadamente 30 mil genes que contienen las células del ser humano, es
decir, cada uno de los elementos básicos que contienen los caracteres
hereditarios que el individuo recibe de sus progenitores y que de conjunto - el
genoma - definen la especificidad de la especie.
Un
gen está integrado por una combinación variada de cuatro sustancias que, en
orden diverso, forman las moléculas del ADN (ácido desoxirribonucleico) cuya
investigación dio nacimiento, a mediados del siglo XX, a la llamada biología
molecular. Las moléculas de ADN forman parte de los cromosomas alojados en el
núcleo de la célula; cada uno de los cuales contiene varios miles de genes. La
secuencia ordenada que forma el ADN de cada cromosoma, combinando sus cuatro
elementos constitutivos - en un total de 3 mil millones de unidades - acaba de
ser descifrada como una especie de "texto" que contiene las
instrucciones propias de la herencia para la constitución y el desarrollo del
hombre como tal.
Por
eso, Francis Collins, director del PGH, celebró la significación
"histórica" del anuncio afirmando que "tenemos la primera
edición del Libro de
Richard
Lewontin, un eminente genetista norteamericano de
Genes y vida
En
realidad, el ADN no sólo no es la vida sino que es una molécula muerta, una de
las moléculas químicamente más inertes de los seres vivos. Por eso mismo puede ser
identificada en tejidos congelados hace decenas de miles de años e inclusive,
bajo ciertas circunstancias, de plantas fósiles de 20 millones de años. Por
otra parte no es verdad que sean los genes lo único que se transmite de padres
a hijos. Un óvulo, incluso antes de la fertilización, posee un complejo aparato
de producción creado durante el desarrollo celular. No heredamos apenas los
genes de ADN sino una intrincada maquinaria celular constituida por proteínas y
un conjunto de dispositivos que sólo como un t odo producen el fenómeno de la
vida.
Un
organismo vivo es, en cualquier momento de su existencia, el resultado de una
historia de desarrollo derivada de la intermediación de fuerzas internas y
externas que nunca puede reducirse a la lectura del ADN. Las propias fuerzas
externas, que usualmente denominamos "ambiente", son ellas mismas
parcialmente consecuencia de las actividades del organismo en sí en la medida
en que producen y consumen las condiciones de su propia vida; los organismos no
se enfrentan a un mundo en el cual se desarrollan mediante una pura adaptación
pasiva, también lo producen.
Recíprocamente
las fuerzas internas no son autónomas sino que actúan en respuesta a las
externas. Parte de la maquinaria química de la célula sólo es accionada cuando
las condiciones externas así lo exigen. Tampoco lo interno es sinónimo de lo
genético, involucra un campo más amplio como se prueba en el hecho muy citado
de que dos gemelos no son exactamente iguales y hasta tienen impresiones
digitales distintas. La herencia - y no sólo los genes - condicionan la vida
pero la vida es un proceso de autoconstrucción irreductible a lo hereditario.
Genes y dólares
El
mito del ADN como una suerte de dios pagano redescubierto por los alquimistas
de la nueva religión del genoma tiene sin embargo, un fundamento bien prosaico.
El Proyecto Genoma Humano es, en verdad, una organización volcada más a la
actividad financiera y administrativa que a proyectos de investigación. Fue
creado como consecuencia de la presión de un lobby de científicos de renombre
con el objetivo de captar enormes fondos públicos a favor de su actividad.
Desde
los primeros descubrimientos de la biología molecular quedó claro que la
ingeniería genética y la posibilidad de encargar organismos genéticamente
modificados, abrían enormes oportunidades para generar lucros privados, tanto
en el ámbito de semillas genéticamente modificadas como para el tratamiento de
algunas enfermedades específicas, así como para la transformación de bacterias
que permiten, por ejemplo, la biodegradación del petróleo. Antes todavía, los
millonarios fondos vinculados al PGH estimulaba jugosos beneficios con relación
a los sofisticados equipamientos y a los contratos asociados a la tarea de
secuenciar el ADN.
Como
consecuencia de estas posibilidades, los biologistas moleculares se
transformaron en empresarios. Algunos se hicieron ricos cuando las acciones de
las empresas que ellos mismos fundaron fueron ofrecidas en
La propiedad de
los genes
Una
de las cuestiones centrales relativas al aspecto lucrativo de todo este asunto
es la falta de consenso sobre la posibilidad de patentar el genoma humano. Las
leyes de patentes no pueden aplicarse a todo lo que es "natural". Si
por ejemplo, una planta rara cuyas hojas pueden curar el cáncer fuera
descubierta en el Amazonia nadie podría patentarla. Sin embargo, lo que se
discute es si genes aislados son naturales o no, a pesar de que sean naturales
los organismos de los cuales fueron retirados. Si las secuencias del ADN fueran
la base para la terapia futura, la propiedad exclusiva de estas secuencias
significaría mucho dinero en el banco. De hecho, desde el inicio de los 90
varios tribunales norteamericanos decidieron que una "secuencia
génica" puede ser patentada, a pesar de ser parte de un organismo natural
y ya hay centenares de solicitudes de patentamiento en trámite.
Por
eso, Walter Bodmer, director de un importante centro de investigación en Gran
Bretaña vinculado al Proyecto Genoma Humano, dijo en declaraciones a The
Wall Street Journal, algún tiempo atrás, que detrás de la euforia del
proyecto PGH "la cuestión (de la propiedad) está en el centro de todo lo
que hacemos". Sobre esta base se han desarrollado las fantasías más
increíbles sobre las posibilidades que abre la investigación del ADN que
carecen de toda seriedad y no tienen límites en el ridículo. Algo que incluye
hasta una suerte peculiar de racismo, si se tiene en cuenta la respuesta de
Daniel Coslan, editor de la importante revista de divulgación científica
Science, cuando interrogado por el gigantismo de los recursos del PGH en
comparación, por ejemplo, a los fondos que se dedican a la masa creciente de
los "sin techo" respondió: "lo que no se percibe - contestó - es
que los sin techo son personas deficientes ... En verdad ningún grupo sería más
beneficiado por la genética humana que ellos mismos".
Terapia génica
Pero,
además, el negocio de los genes, se alimenta con la ilusión de un vínculo
directo e inmediato entre diagnóstico y terapia que está alimentado por la
posibilidad de lucrar y no de curar. En la actualidad los avances reales en la
denominada terapia génica son muy escasos a pesar del marketing del negocio de
la biotecnología. En muchas de las enfermedades para las que existe un
diagnóstico sobre su origen genético no existe una cura eficaz ni siquiera una
terapia paliativa, lo que hace que su utilidad pueda ser puesta seriamente en
cuestión. También puede ocurrir que el diagnóstico preceda en muchos años a la
aparición de la enfermedad. La distancia cada vez mayor entre la existencia de
pruebas para realizar diagnósticos genéticos y la puesta a punto de terapias es
debido a que el aislamiento del gen causante de una enfermedad no implica
necesariamente un conocimiento del mecanismo fisiológico que culmina
produciendo una patología.
No
hay duda de que la comprensión de la anatomía y la fisiología humana derivó en
una práctica médica extremadamente efectiva. Sin embargo, este avance consistió
básicamente en el perfeccionamiento de los métodos de examen de nuestro cuerpo,
en los métodos pragmáticos de corrección de desequilibrios químicos y de
liquidación de bacterias invasoras. Ninguno de estos métodos depende de los conocimientos
profundos de los procesos celulares o de algún descubrimiento de biología
molecular. Todas las promesas respecto de las potencialidades del
desciframiento del ADN están marcadas por la completa distorsión que provoca la
privatización de la investigación científica en general y del genoma en
particular.
Negocio y
especulación
Detrás
de esto se encuentra un negocio monumental, que puede convertir el
descubrimiento del genoma en un infierno más que en un paraíso para la
humanidad. Sucede que mientras los investigadores científicos explican que es
necesario un cuidadoso y no poco demorado itinerario para avanzar con
procedimientos adecuados en la línea del tratamiento de enfermedades, los
representantes de la "industria farmacéutica" lo que quieren son
lucros, y cuanto más rápido mejor. Existe, entonces, una carrera desenfrenada
para salir al mercado de una u otra manera , que está moviendo a las compañías
farmacéuticas y de biotecnología del mundo para ser el primero en encontrar y
patentar los genes relacionados con enfermedades claves (cáncer, diabetes, el
Alzheimer).
No
es una carrera sin víctimas. Desde 1990 se han ensayado numerosos tratamientos
experimentales de "terapia génica", involucrando a más de 3.500
enfermos. Luego del fallecimiento de uno de ellos - John Gelsinger - comenzaron
a filtrarse a la prensa informes, hasta entonces reservados, sobre los
oficialmente denominados "efectos indeseables graves" resultantes de
estos ensayos. Involucran a centenares de pacientes con alteraciones notables
de la salud después de los tratamientos efectuados sin los controles
necesarios. No importa: mientras tanto las compañías involucradas en el
negocio, cotizaban sus acciones en alza en Wall Sreet.
Ninguna
de esas empresas "biotecnológicas" vendía todavía nada; de todos
modos las noticias sobre sus "éxitos" eran fundamentales porque
mantenían la especulación en funcionamiento. Hasta que la burbuja bursátil
comenzó a pincharse y los rumores o informes sobre graves irregularidades cometidas
comenzó a salir a publicidad. Entonces el asunto empezó a tomar un carácter
caótico: un gran número de ensayos de terapia génica fueron bruscamente
detenidos por las autoridades federales en Estados Unidos, equipos científicos
enteros han sido desmontados y empresas con una cantidad de empleados nada
despreciable se fueron a la lona. Así, el despilfarro, el costo humano y la
anarquía que rodean la tarea de la investigación más elevada son incalculables.
Ciencia, salud y capitalismo son términos incompatibles.
Genes y genes
En
la cuenta del despilfarro hay que incluir la duda sobre la utilidad de
descifrar todo el genoma cuando se supone que, de los tres mil millones de
componentes básicos (nucleótidos) que lo integran, sólo el 5% se encuentran en
genes que codifican las proteínas utilizadas por el organismo y que constituyen
su función decisiva . Aunque todavía no es claro el papel jugado por el 95% del
llamado ADN llamado "basura" en el metabolismo celular, la decisión
de secuenciar el 100% del genoma se tomó luego... de un contrato millonario con
un proveedor de lo equipamientos repectivos para ejecutar el proyecto.
Del
mismo modo Lewontin ha insistido en que no se ha considerado adecuadamente la
cuestión de la variación genética existente entre los individuos y grupos
poblacionales, cuyas implicancias para precisar diagnósticos y como pueden
transmitirse copias defectuosas del ADN resulta clave. Todo el recorrido del
PGH se encuentra dominado por intereses comerciales que impiden una
investigación basada en criterios propios del debate y rigor científico como
tal. Inclusive en EE.UU. se viene cuestionando el uso indiscriminado de los
tests de ADN en los estrados judiciales luego de que se probara que no son
seguros y pueden conducir a errores, a pesar de que su utilización es fuente de
un circuito propio de negocios entre peritos y estudios capitalistas de
abogacía.
Gen y
explotación del trabajo
Otro
de los negocios abiertos por la investigación genética, apropiada y dominada
por los intereses capitalistas, se vincula de un modo concreto a la
superexplotación del trabajo. Dos investigadores norteamericanos expusieron
este problema de manera muy clara, en un trabajo llamado "Diagnósticos
Peligrosos" en el cual revelan las utilidades empresarias que resultarán de
la extensión de los diagnósticos sobre ADN. Sólo mediante este poco costoso
expediente, las empresas de salud y de seguros pueden reducir sus gastos
contratando solamente a trabajadores con mejores pronósticos de salud.
Pero
por otra parte, si hay puestos de trabajo que ofrecen riesgos frente a los
cuales los empleados presentan diferentes grados de sensibilidad, una empresa
puede excluir a los empleados evaluados como más sensibles. Esta discriminación
no sólo reduce los costos potenciales de seguros de salud sino que también
elimina la responsabilidad patronal de ofrecer un lugar de trabajo saludable
para sus empleados. La responsabilidad de encontrar un trabajo que no amenace
la salud pasa a ser del empleado. No hay "flexibilidad laboral" en
los genes pero si en la explotación capitalista de su conocimiento. El
"diagnóstico genético" se transforma así no en el umbral de una tarea
de prevención de la salud sino en instrumento de superexplotación del trabajo.
Es el caso pionero de una empleada de una empresa yanqui, en Carolina del
Norte, que, en 1999, denunció que había sido despedida luego de que un estudio
médico revelara que padecía una enfermedad genética potencialmente mortal.
Ciencia y
capital
El
alcance del descubrimiento del genoma, por lo tanto, sólo puede ser clarificado
quebrando el metabolismo capitalista que lo convierte en fuente de mayores
penurias y privaciones. No es un problema de biología molecular. La ciencia y
sus productos, así como el pan y los alimentos, estarán a disposición del
Hombre cuando un régimen social basado en la apropiación y producción colectiva
elimine las condiciones de explotación de millones de seres humanos por un
puñado de corporaciones del monopolio privado del gran capital. El gen de la
revolución social tampoco existe; es algo que depende de una autoconstrucción y
que, como la vida misma, no está predeterminado en un código que nos trazaría
un destino inmutable.