Paul McGarr
Engels y las ciencias naturales
El interés que Engels y Marx tenían por la ciencia los acompaño
durante toda su vida. La ciencia constituía una parte esencial de la concepción
materialista del mundo sobre la que se asentaba su política. Marx decía que
“está en la base de todo conocimiento.” 1
De los dos fundadores de la tradición marxista, fue Engels el
que se mantuvo más en contacto con las ciencias. Engels había planeado uno de
sus mayores trabajos, en el que describiría su manera de aproximarse a la
ciencia, su historia, el lugar que ocupaba en la sociedad y los argumentos
filosóficos que la envolvían. Sin embargo, nunca lo completó. De ese trabajo
sobreviven apuntes y algunos capítulos (unos enteros, otros no tanto) que
fueron recopilados y publicados bajo el título “Dialéctica de la naturaleza.”2
Engels nunca pudo desarrollar sus ideas hasta el final, principalmente porque
tuvo que suspender su trabajo en “Dialéctica de la naturaleza” para dedicarle
más tiempo al en aquel momento incipiente movimiento socialista. En Alemania,
un profesor ahora olvidado hace tiempo, Dühring, se había vuelto relativamente
conocido en algunos sectores del movimiento obrero alemán. Marx, que para ese
momento estaba ocupado con la redacción de El capital, instó a Engels a abrir
la discusión contra Dühring:
Claro que a ti no te cuesta nada hablar. Tienes la
posibilidad de estudiar las condiciones agrarias rusas en particular y de la
renta en general, recostado y cálido en tu cama, sin nada que te moleste. A mí
me toca nuevamente interrumpir todo de repente y ocuparme del aburrido de
Dühring sentado en un banco duro y bebiendo vino frío. 3
Los argumentos de Dühring carecen de sustancia. Engels, de
manera desdeñosa, hablaba de la “pseudociencia presuntuosa” que utilizaba
Dühring para “hablar de todas las cosas posibles y algunas otras más.” 4 De
todos modos, Engels aprovechó la oportunidad de la polémica abierta contra
Dühring para presentar las ideas básicas de la concepción del mundo que
compartía con Marx. Como Dühring había utilizado la ciencia para justificar
algunos de sus argumentos, Engels no dudó en responder con algunas de sus ideas
sobre la ciencia. La muerte de Marx le impidió a Engels continuar Dialéctica
de la naturaleza: por un lado, porque preparar y publicar las
partes sin finalizar de El capital de Marx acaparaban gran parte de sus
energías. Pero también, por otro lado, se encontraba cada vez más defendiendo
al marxismo al interior del movimiento socialista.
Aun así, a pesar de que el trabajo de Engels se encuentre
inconcluso, nos da una idea bastante clara de sus perspectivas respecto a la
ciencia. Perspectivas que han sido el núcleo de importantes controversias,
tanto entre marxistas como entre marxistas y aquellos hostiles al socialismo.
Así, tanto marxistas como no marxistas han llegado a tergiversar gran parte de los
argumentos esgrimidos por Engels.
Los argumentos contra Engels son dos. Por un lado, se lo acusa
de una forma cruda y mecánica de materialismo; mientras que por otro lado, se
le recrimina utilizar conceptos del filósofo idealista Hegel, que no tienen lugar
alguno en una concepción materialista del mundo. Los críticos de Engels
generalmente llegan a acusarlo de ambos pecados, sin notar la evidente
contradicción. En realidad, se podría decir que el núcleo del trabajo de Engels
es una polémica justamente contra esos dos argumentos que son generalmente
esgrimidos en su contra. John Rees se ocupa minuciosamente de esta problemática
en otra parte de este libro. El objetivo de este capítulo, por otro lado, es lo
propuesto por Engels en cuanto a las ciencias naturales. Para esto, haré uso
extensivo de las palabras de Engels, ya que muchas veces los ataques a sus
argumentos están fundamentados en crudas distorsiones. Luego, procederé a
analizar sus argumentos a la luz del siglo de desarrollo que atravesaron las ciencias
naturales desde su muerte en 1895.
Engels celebraba entusiásticamente cada avance que significara
un progreso en la comprensión científica del mundo. Esto se ubicaba en el
contexto de la puja entre las dos maneras fundamentales de comprender el mundo
que recorren la historia de la humanidad: el materialismo y el idealismo. El
materialismo parte de la premisa de que hay un mundo objetivo independiente y
que precede al ser humano, sus ideas y su conciencia (o la de un supuesto dios)
La mayoría de los materialistas también sostendría que el mundo se mueve de
determinada forma, es decir, que está sujeto a leyes que pueden ser
descubiertas y comprendidas. Al materialismo, y sus diversas formas, se le ha
opuesto a lo largo de los años, otra concepción, el idealismo. Esta corriente
sostiene que el mundo depende de una idea o conciencia, sin la cual no puede
existir. En muchos casos, esta idea se traduce en la forma de una religión en
la que un dios o un ser no corpóreo constituye la condición previa de toda
existencia.
Durante gran parte de la historia de la humanidad, el idealismo,
generalmente en la forma de la religión, dominó las formas a través de las
cuales el ser humano intentaba comprender, interpretar y explicar el
mundo. Sin embargo, la revolución científica de los siglos XVI y XVII
inclinó decisivamente la balanza a favor del materialismo, con reconocidas
figuras como Copérnico, Galileo, Kepler y Newton. Engels vinculaba esta
revolución con el creciente desarrollo de la moderna sociedad burguesa y la
derrota de la antigua estructura feudal de la sociedad. La revolución
científica signifcó un punto de inflexión en la historia de la humanidad, en el
que “se quebró la dictadura de la Iglesia sobre las mentes de las personas”,
“la revolución más progresiva a la que la humanidad ha asistido hasta ahora.” 7
Decía Engels: “Las ciencias naturales se desarrollaron en el
medio de la gran revolución, que de por sí ya era profundamente
revolucionaria.” 8 Copérnico dio el primer paso en la revolución científica en
1543 con la teoría de que era la Tierra la que giraba en torno al sol y no al
revés, lo cual corría del centro del universo tanto al ser humano como la
Tierra, un desafío fundamental a los preceptos que dominaban la concepción
religiosa. Luego Kepler demostró que los planetas no se movían en órbitas
perfectamente circulares, como estaba establecido, sino que sus movimientos
conformaban una elipsis. Además, Kepler también explicaba, de manera
revolucionaria, que tanto los movimientos de los planetas como de los cuerpos
en la misma Tierra se podían explicar a través de los mismos principios
físicos. 9
Galileo, haciendo uso del telescopio, cuyo desarrollo obedecía a
propósitos militares, pudo derribar varias ideas establecidas que afirmaban que
la Tierra era la única que poseía una luna, demostrando que, por ejemplo
Júpiter, tenía varias. También descubrió que el sol, concebido como un cuerpo
perfecto e inmaculado, en realidad contaba con varias manchas. Galileo también
llevo a cabo experimentos sistemáticos que le permitieron presentar una fórmula
para entender la aceleración, o el cambio de velocidad, un cambio crucial para
entender la dinámica de movimiento de los objetos. Newton, por su parte, fue
todavía más allá: demostró que todo movimiento, desde manzanas que caen de los
árboles, pasando por la trayectoria de balas de cañón y las mareas de la Tierra
hasta el movimiento de la propia Luna y los planetas se podían explicar sobre
la base de sus tres leyes de movimiento y la ley de gravedad. Creó también,
junto al filósofo Leibniz, el cálculo matemático, que permitía a los
científicos calcular precisamente procesos con cambios continuos, como la
velocidad y la aceleración.
Si bien Galileo y Newton fueron “gigantes”, también eran
producto de la sociedad en la que vivían. Los problemas sobre los que pensaron
y de los que se ocuparon eran los mismos que afectaban a una sociedad en la que
la burguesía estaba expandiendo tanto su riqueza como su poder, lo que al mismo
tiempo cambiaba la manera en que los seres humanos ser relacionaban con la
naturaleza.
El impulso de la burguesía de expandir el comercio y la
producción significaba que tenía un interés vital en entender y explotar el
mundo natural. Esto era lo que se encontraba detrás de los grandes
descubrimientos científicos. En varias partes de Dialéctica de la naturaleza,
que sobrevivieron como apuntes y esbozos, Engels vincula el desarrollo de las
ciencias con el de la producción: “El origen y el desarrollo de las ciencias ha
estado determinado, desde sus primeros días, por el desarrollo de la
producción” 10. Si bien Engels nunca tuvo la oportunidad de desarrollar sus
argumentos, hay algunos párrafos que nos dan una idea de la dirección en la que
apuntaba:
Si, una vez pasada la oscuridad de la Edad Media, las
ciencias se levantaron una vez más con una fuerza nunca antes imaginada y
desarrollándose a una velocidad milagrosa, entonces una vez más debemos este
milagro a la producción. En primer lugar, porque después de las cruzadas la
industria comenzó a desarrollarse a pasos agigantados y trajo a la luz toda una
nueva variedad de novedades mecánicas (tejido, relojería, molienda) químicas
(teñido, metalurgia, alcohol) y físicas (lentes)
Eso “no sólo proporcionaba una gran cantidad de material nuevo
para la observación, sino que incrementaba la cantidad de medios disponibles
para experimentar y permitía la construcción de nuevos instrumentos.” Además,
los “descubrimientos científicos, llevados a cabo puramente en búsqueda de
ganancias y, por lo tanto, en última instancia, por la producción misma, abría
las puertas a una cantidad hasta entonces inaccesible de material de carácter
meteorológico, zoológico, botánico y fisiológico. 11
Engels señalaba que los propios descubrimientos científicos
cambiaban tanto a la sociedad como a la producción misma. Además, entendía que
la ciencia se desarrollaba a través de su propia dinámica interna, al intentar
lograr que las teorías fueran consistentes tanto interna como mutuamente. Su
objetivo era hacer énfasis en algo que era comúnmente olvidado: “hasta ahora,
únicamente se alardea de todo lo que el desarrollo de la producción le debe a
la ciencia, pero la ciencia le debe todavía mucho más a la producción.” 12 Como
con muchas otras notas, Engels cierra con un deseo que nunca pudo cumplir:
“esto debe ser estudiado en detalle para poder ser desarrollado.” 13
Si bien la revolución científica fue un enorme salto adelante,
seguía presentando un rasgo particular: su carácter unilateral. “Lo que en especial
caracteriza este período es la elaboración de una perspectiva general cuyo
centro es la idea de la absoluta inmutabilidad de la naturaleza.” 14 El núcleo
de esta perspectiva “newtoniana” estaba consagrado en la noción de que “la
naturaleza, sea la que fuere la manera en la que llegó al mundo, una vez
presente, permanecería de la misma manera mientras siguiera existiendo.”
Los planetas y sus satélites, una vez puestos en
movimiento por la misteriosa fuerza del primer impulso, recorrieron sus predestinadas
rutas elípticas durante toda la eternidad. [La Tierra] ha permanecido
inalterada durante toda la eternidad, o, alternativamente, desde el primer día
de su creación. Los “cinco continentes” de hoy en día siempre existieron y
siempre tuvieron las mismas montañas, valles y ríos, el mismo clima, la misma
fauna y la misma flora, salvo en aquellos casos donde el cambio o la
trasplantación tuvieron lugar por la mano del hombre. Las especies de plantas y
animales fueron establecidas de una vez y para siempre una vez que fueron
consagradas a la existencia. 15
En contraste con la historia de la humanidad, “que se desarrolla
a lo largo del tiempo, se le asignó a la historia de la naturaleza un
desarrollo espacial.” 16 Todo cambio o desarrollo en la naturaleza era
negado, y en consecuencia, la “ciencia natural, tan revolucionaria en sus
inicios, de repente se ve provista de una naturaleza conservadora, según la
cual, incluso hoy en día, todo existe de la misma manera que lo hizo desde el
comienzo, y según la cual todo permanecería de la misma manera hasta el fin del
mundo o durante toda la eternidad.” 17
Si bien la ciencia había desafiado a la religión, “seguía
profundamente enredada en la teología.” 18 Esta forma estática de ver el mundo
no le permitía dar respuesta a otras preguntas igual de importantes. “¿De dónde
surgen las innumerables especies de plantas y animales? Pero, sobre todo, de
dónde viene el hombre, ya que, después de todo, nadie negaba que el hombre no
había estado presente durante toda la eternidad.” Frente a tales preguntas “la
ciencia natural muy frecuentemente relegaba toda responsabilidad en el creador
de todas las cosas. Copérnico abre el período rechazando la teología; Newton lo
cierra postulando un primer impulso divino.” 19
Los descubrimientos científicos del siglo XIX vinieron a
cuestionar esta visión estática del mundo. Estos nuevos descubrimientos fueron
espectaculares, a un nivel similar de los llevados a cabo por Galileo y Newton.
Muchas veces se da a entender que los cimientos establecidos por Newton
permanecieron relativamente inalterados hasta la revolución científica del
siglo XX asociada con personalidades como Albert Einstein, lo cual está muy
lejos de ser verdad. La ciencia del siglo XIX, que se llevó a cabo durante la
Revolución industrial, transformó completamente nuestra forma de entender la
naturaleza. Sobre todo, estos nuevos descubrimientos demostraron que “la
naturaleza tiene su propio tiempo en la historia” 20 que nada en la
naturaleza “simplemente existe, sino que nace, y así como nace, también muere.”
21 Esta percepción constituye la piedra angular de la concepción de Engels
sobre la naturaleza.
La primera ruptura en la visión estática del mundo “fue llevada
a cabo, no por un científico de la naturaleza, sino por un filósofo.” 22 El
gran filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant elaboró la hipótesis de que
tanto la Tierra como el sistema solar habían evolucionado a partir de una nube
gaseosa giratoria. Más adelante, el científico francés Pierre Laplace
desarrollo los detalles científicos de la hipótesis de Kant. Si bien hoy en día
los detalles en sí de la hipótesis se consideran incorrectos, sí estaba en lo
correcto en varios puntos esenciales. Por sobre todo, lo crucial era que “si la
Tierra había surgido en un momento, entonces su actual estado geológico,
geográfico y climático, así como su flora y su fauna, también deben haber
surgido en un momento particular; deben tener una historia.”23
Esta línea argumentativa pronto recibió apoyo de otro sector:
“con la aparición de la Geología, se demostró no sólo que las capas terrestres
se formaron unas tras otras y se depositaron unas tras otras, sino que las
carcasas y esqueletos de animales extintos y los troncos, hojas y frutos de
plantas también extintas estaban también contenidos en estas capas.” 24 La
nueva geología, desarrollada en un principio por Charles Lyell, indicaba que
“no sólo la Tierra en sí, sino que también su superficie actual y las plantas y
animales que en ella viven poseen su propia historia.” 25
Sin embargo, existía todavía una contradicción entre la nueva
geología y su nueva visión de una Tierra cambiante y la supuesta naturaleza
constante de las plantas y animales que la habitaban. Engels comentaba
perceptivamente al respecto:
La tradición no sólo pisa fuerte en la Iglesia
Católica, sino que también está presente en la ciencia natural. Lyell no pudo
ver la contradicción y sus alumnos mucho menos. Esto sólo se explica por la
división del trabajo que en ese entonces se había vuelto dominante en la
ciencia natural, que de una manera restringía a cada persona a su campo de
investigación, lo que resultaba en que sólo unos pocos pudieran mantener una
visión comprehensiva. 26
La física también atravesó grandes cambios durante el siglo XIX.
Ahora, junto al establecido conocimiento de las mecánicas y dinámicas de
cuerpos materiales se encontraban ciencias nuevas aplicadas al calor, la
electricidad y el magnetismo. Estos avances estaban íntimamente conectados con
los avances de la Revolución industrial que para ese entonces estaba
transformando la sociedad capitalista. Por ejemplo, la termodinámica, la
ciencia de procesos que involucran el calor, se desarrolló a partir de los
intentos por entender los principios detrás de las máquinas de vapor y poder
así mejorar su eficiencia. 27
En un primer momento, estos avances dieron lugar a diferentes
teorías que intentaban explicar cada fenómeno sobre la base de una fuerza
física y natural distinta. Sin embargo, hacia mediados del siglo XIX un grupo
de científicos lograron avances revolucionarios. Meyer, de Alemania, y Joule,
de Inglaterra, demostraron que los movimientos mecánicos podían ser convertidos
en energía térmica y viceversa. Asimismo, luego se logró demostrar que ambas
formas de energía podían ser convertidas en electricidad, magnetismo y fuerzas
químicas. Lograron así “demostrar que todas las denominadas fuerzas físicas,
fuerzas mecánicas, calor, luz, electricidad, magnetismo, incluso las llamadas
fuerzas químicas podían, bajo condiciones determinadas, transformarse las unas
en las otras y viceversa sin que ocurriera ninguna pérdida de energía durante
el proceso.” 28
El objetivo de esas investigaciones no era únicamente probar que
la ciencia había logrado demostrar esas transformaciones, sino que éstas
estaban gobernadas por ciertas leyes. En su base se encontraba el conocido
“principio de conservación de energía”, el cual constituye un principio
fundamental de la ciencia moderna: la energía podía pasar de una forma a otra
sin ver modificada su propia magnitud. Esto constituía otro duro golpe contra
la visión estática del mundo. Engels escribía que “de ésta manera, las fueras
físicas especiales, aquellas especies inmutables de la ciencia, quedaban
constituidas en varias formas diferenciadas de los movimientos de la materia,
que podían pasar de una forma a otra de acuerdo a leyes establecidas.” 29 Más
adelante durante el siglo XIX los científicos demostraron que no sólo la
energía térmica y los movimientos mecánicos se podían transformar los unos en
los otros, sino que la misma naturaleza del calor consistía en los movimientos
mecánicos, mayores o menores, de los átomos o moléculas que componían un
cuerpo.
La química, por su parte, también estuvo sujeta a un “desarrollo
asombrosamente veloz” que “atacó las antiguas ideas sobre la naturaleza.”
Todavía permanecía una división infranqueable al interior de la química en
cuanto a la “química orgánica”, pertinente a los organismos vivos, y la
“química inorgánica”. Pero ahora “la preparación de compuestos que hasta ahora
eran propios de organismos vivos a través de medios inorgánicos demostró que
las leyes de la química mantienen su valides tanto para cuerpos orgánicos como
inorgánicos, y logró, en gran parte, cerrar de manera considerable el espacio
que hasta entonces subsistía entre la naturaleza orgánica e inorgánica.” 30
La antigua concepción del mundo también sufrió ataques “por
parte de la esfera de investigación biológica.” La biología fue sometida a una
transformación que derribó para siempre un gran número de ideas hasta entonces
sostenidas. “A medida que la investigación avanzaba, cada vez de forma más
profunda y exacta, más se venía abajo el rígido sistema de una naturaleza
orgánica fija e inmutable.” 31 La culminación de estas investigaciones fue
consagrada en el trabajo el Origen de las especies de
Darwin de 1859 y su teoría de la evolución de las especies mediante la
selección natural, que puso fin al postulado de especies fijas e inmutables.
Engels, entusiasmado, le escribía a Marx: “Darwin, a quien me encuentro
leyendo, es magnífico: nunca antes había visto un intento tan espléndido de
demostrar el desarrollo histórico de la naturaleza.” 32
Así, Engels indicaba cómo la antigua visión inmutable y
ahistórica de la naturaleza había sido cuestionada, si no derribada, por los
avances de las ciencias en el siglo XIX. De acuerdo a esta nueva forma de ver
el mundo, “lo rígido se disolvía, lo fijo se disipaba, todas las
particularidades hasta entonces eternas se habían vuelto transitorias.” En el
Manifiesto comunista, Marx y Engels sostenían, desde una perspectiva social,
que en la sociedad capitalista “las relaciones inconmovibles y mohosas del
pasado (…) se derrumban y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo
que es sólido se desvanece en el aire.” 34 En el capitalismo, esto se debía a
que “la burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los
medios de producción (…) y con él todo el régimen social.” 35 Este mismo
proceso había empujado a las ciencias a derribar la antigua visión estática del
mundo, demostrando que tanto el cambio como la transformación continua son
inherentes a la naturaleza.
Esta forma de concebir el mundo no era completamente nueva, de
hecho, muchos de los grandes filósofos griegos de la antigüedad clásica
compartían esa opinión. Las ciencias, así, una vez derribada la antigua
concepción estática del mundo, habían regresado a “la forma de comprender las
cosas de los grandes fundadores de la filosofía griega, aquella visión de
acuerdo a la cual, la naturaleza como un todo, desde los elementos más pequeños
a los más grandes, desde los granos de arena a los soles, desde Protistas
(organismos muy simples) a los propios seres humanos, está determinada por el
eterno curso del nacimiento y la muerte, por un flujo constante, una corriente incansable
de movimiento y cambio.” 36 Sin embargo, había una diferencia crucial: “lo que
en el caso de los griegos se trataba de una brillante intuición, en nuestro
caso, es el resultado de la investigación científica.” 37
El hecho de que la naturaleza tiene su historia, que todo en la
naturaleza está sujeto al cambio, y así como está sujeto al cambio nace y luego
muere, es el punto de partida de la concepción de Engels de la naturaleza.
Ahora, es necesario entender de qué manera se dan esos cambios:
El primer paso de toda ciencia auténtica consiste en la
observación de diversos fenómenos, aquellos “detalles” que integran “el cuadro
en general.” No es posible comprender la generalidad del cuadro si no se
entienden a fondo los detalles que lo componen. 38
Como punto de partida necesario, “para entender esos detalles
debemos, en primer lugar, separarlos de sus conexiones tanto naturales como
históricas para poder examinar, de manera aislada, su naturaleza, causas
especiales, efectos, etc. 39 Engels hace énfasis continuamente en esta
necesidad de descomponer a la naturaleza en distintas piezas a través de la
recolección y examen de diversos hechos para poder comprender distintos
aspectos de la naturaleza y poder así llegar a un entendimiento más general:
El análisis de las partes constitutivas de la
naturaleza, la clasificación de diversos objetos y procesos naturales en clases
definidas… constituyeron la base sobre la que se lograron los gigantescos
avances en nuestra comprensión de la naturaleza durante los últimos
cuatrocientos años. 40
Este mismo proceder constituye hoy en día la el método más
básico del que parte, y debe partir, toda ciencia. Tanto en tiempos de Engels
como hoy en día, un gran número de científicos diría que justamente eso es de
lo que se trata la ciencia y que no precisan de la “filosofía” para ir más allá
de esa premisa. Sin embargo, esa forma de concebir la ciencia, generalmente
denominada empirismo, debido a sus limitaciones inherentes, no alcanza para
comprender la generalidad de la naturaleza.
Engels llamaba la atención sobre como muchos científicos
“empiristas” de aquel momento caían en las trampas de místicos, espiritualistas
y médiums. Engels insistía que “aquel empirismo trivial que rechaza toda teoría
y pensamiento es, sin duda alguna, el camino más directo de las ciencias
naturales al misticismo.” 41
Los científicos naturales creen que al ignorar la
filosofía o abusar de ella se librarán de su influencia… pero no pueden ni
siquiera aspirar al más mínimo progreso sin el pensar… y por lo tanto, no dejan
de participar de la filosofía, pero, lamentablemente, en este caso, de la peor
filosofía. 42
El peligro consiste en “observar procesos y objetos de la
naturaleza como fenómenos aislados, sin considerar su conexión con el todo; el
observarlos en reposo y no en movimiento, como constantes, no como variables;
en ver su muerte y no su vida.” 43
Los objetos y sus reflejos mentales, sus ideas, se
encuentran aislados, y deben ser considerados uno tras otro y separados unos de
los otros. Estos son objetos de investigación fijos, rígidos, determinados de
una vez y para siempre… un objeto existe o no existe; una cosa no puede ser
ella misma y otra cosa al mismo tiempo. Tanto positivo como negativo se
excluyen absolutamente; causa y efecto constituyen una constituyen, mutuamente,
una rígida antítesis. 44
“A primera vista”, dice Engels, “este modo de pensar nos parece
muy iluminador en el sentido de que se trata del tan conocido sentido común.
Solo que el viejo sentido común, ese respetado caballero en su reino de cuatro
paredes, se enfrenta a las más impresionantes aventuras una vez se ve lanzado
de repente al mundo real.” 45 Engels nos advierte que si bien el separar y
analizar aisladamente aspectos de la naturaleza “si bien es justificable y
hasta necesario en un número determinado de dominios cuya extensión varía de
acuerdo a la naturaleza particular del objeto de investigación, tarde o
temprano alcanza un límite más allá del cual ese modo de proceder se vuelve
unilateral, restringido, abstracto, se pierde en sus irresolubles
contradicciones.” 46
Engels da una serie de ejemplos a modo de ilustración: “Todos
sabemos, y podemos afirmar, si un animal está vivo o no. Sin embargo, si
investigamos un poco más de cerca, veremos que ese interrogante no es tan fácil
de responder como parecía en primer instancia… se vuelve realmente imposible
determinar el momento de la muerte absoluta, sabiendo que, como señala la
fisiología, la muerte no consiste en un fenómeno instantáneo, sino que, al
contrario, se trata de un proceso prolongado a lo largo de cierto tiempo.” 47
Asimismo, la misma idea de identidad (el hablar de tal planta,
tal animal o tal persona) con frecuencia se presta a malentendidos:
Una planta, un animal y toda célula es, a cada momento
de su vida, idéntica a si misma y al mismo tiempo distinta de si misma,
cambiando a través de la absorción y excreción de sustancias, a través de la
respiración, la formación y la muerte de células, a través del proceso de
circulación; en resumen, se modifica incesantemente a través de una suma de
cambios y procesos que constituyen la vida y cuya unidad consiste en las, para
nuestros ojos evidentes, fases de la vida: vida embriónica, juventud, madurez
sexual, el proceso de reproducción, vejez y muerte.
El niño, el hombre adulto y el anciano son la misma persona, y
aun así están en continuo cambio. “Las identidades abstractas”, dice Engels,
“sirven para analizar breves períodos de tiempo y dimensiones pequeñas en
nuestra vida cotidiana. Los límites que constriñen su aplicación difieren casi
en todos los casos y deben ser examinados en relación con la naturaleza del
objeto que se está tratando.” 48
La validez de este punto es mucho más general. Es necesario, en
primer instancia, separar aspectos de la naturaleza, aislarlos de sus
conexiones y concentrarse en su existencia sin tener en cuenta procesos como su
nacimiento, muerte o transformación. Pero este proceso únicamente nos permite
analizar la naturaleza de forma parcial: nuestro entendimiento se construye a
partir de la abstracción de aspectos de la totalidad de
la naturaleza. Este proceso de abstracción nos permite atravesar las
apariencias superficiales para poder vislumbrar lo que se encuentra por debajo
de ellas. Aquellos descubrimientos pueden luego ser reintegrados a la totalidad
de la que fueron extraídos para arribar a un mejor entendimiento del proceso
general.
Un claro ejemplo de este proceso lo constituye la ley de
gravedad de Newton. En el centro de esta ley está la noción de que todos los
cuerpos caen a la misma velocidad, es decir, que la aceleración propia de la
ley de la gravedad afecta a los distintos cuerpos en la misma medida. Como
consecuencia, tanto una pluma como una bala de cañón que son lanzadas desde una
torre alcanzarán el suelo al mismo tiempo. Sin embargo, sabemos bien que en la
realidad una bala de cañón golpeará el suelo mucho antes que una pluma.
Explicar qué es lo que ocurre acá es bastante complejo. Sabemos, como Newton,
que debemos abstraernos de las apariencias y hacer a un lado tanto el tamaño
como la forma de los objetos, así como el aire a través del cual caen. Debemos
imaginar, o construir aproximadamente, una situación en la cual podamos ignorar
todos estos factores. Solo después podremos comenzar a aprehender y formular la
realidad que subyace a la aceleración uniforme producto de la gravedad. Y solo
después podremos volver atrás para explicar esas apariencias: podremos
demostrar que los distintos momentos en que ambos objetos alcanzan el suelo se
deben a cómo factores como la resistencia del aire, la forma del objeto, entre
otros, producen deviaciones del resultado esperado si se considerara únicamente
la ley natural como base.
Engels argumenta que toda ciencia está atravesada por un proceso
similar: es ése el carácter de, por ejemplo, conceptos tales como “materia” o
“movimiento.” Critica a aquellos que no pueden ver que esos mismos conceptos
son abstracciones de experiencias reales e insta a que definan a “la materia
como tal” o “el movimiento como tal.” 49
Hasta ahora nadie ha experimentado a la materia o el
movimiento como tales, sino las distintas variaciones de objetos materiales y
formas de movimiento. La materia no es otra cosa que la totalidad de los
objetos materiales a partir de los cuales se abstrae el concepto, y el
movimiento como tal no consiste en otra cosa más que todas formas
sensorialmente perceptibles de movimiento. Las palabras como materia y
movimiento son abreviaciones a través de las cuales comprendemos diferentes
fenómenos sensorialmente perceptibles de acuerdo a sus propiedades comunes. De
ahí que la materia y el movimiento no puedan ser aprehendidos de otra manera
más que a través de la investigación de los distintos objetos materiales y
formas de movimiento.
Engels proporciona una analogía como ejemplo: “podemos comer
cerezas y ciruelas, pero no podemos comer la fruta, nadie ha, hasta ahora,
comido la fruta como tal.” 50
El abstraerse de la apariencia para comprender la esencia
subyacente siempre implica centrarse en algunos aspectos de la naturaleza en
detrimento de otros. De aquí surge que cualquier entendimiento de esta
naturaleza siempre se quiebra, o se revela como parcialmente
incorrecto, al alcanzar cierto límite. Y alcanza esos límites en el momento que
aquello que era ignorado ya no puede ser dejado fuera de la ecuación. Más
adelante veremos como, por ejemplo, la ley de gravedad de Newton, con sus 250
años de antigüedad, fue sometida a un proceso de esa naturaleza a comienzos del
siglo XX. Asimismo, la centenaria noción de materia como partículas bultos con
forma de bolas de billar atravesó una crisis similar hacia ese mismo momento.
Por ello Engels insiste que para poder superar esas
limitaciones, los procesos que pretenden dilucidar y comprender un fenómeno
determinado se deben basar en ver a “las cosas y sus representaciones e ideas
con sus conexiones, concatenaciones, desplazamientos, origen y fin.” 51
Sostiene que se debe aspirar a una “visión abarcadora que permita ver las
interconexiones en de la naturaleza a través de los hechos proporcionados por
las ciencias naturales empíricas.” 52
Engels se refería a esta forma de comprender la naturaleza como
“dialéctica”, una palabra que tiene su origen en los filósofos de la antigua
Grecia que significa buscar la verdad a través del cuestionamiento crítico, el
debate y la discusión. Critica así las categorías fijas y estáticas
generalmente empleadas en las ciencias que son únicamente válidas dentro de
determinados límites y que varían de acuerdo al caso, pero que resultan
insuficientes para aprehender la totalidad de la realidad. Para Engels no debía
hacerse lugar para los métodos que pretendían hacer encajar hechos de la
naturaleza en esquemas preconcebidos. “En todos los campos de la ciencia, ya
sean ciencias naturales o ciencia histórica, uno debe proceder a partir de los
hechos… pero las interconexiones no deben ser incrustadas en estos hechos, sino
que deben ser descubiertas a través de su análisis, y una vez descubiertas
deben ser verificadas rigurosamente a través de la experimentación.” 53
Engels luego sostiene que una vez que se han comprendido los
detalles de cómo un proceso particular se desarrolla en la naturaleza, con
frecuencia se pueden percibir un número de rasgos generales, que denomina
“leyes de la dialéctica.” No se tratan de leyes en el sentido de, por ejemplo,
la ley de gravedad de Newton, ya que operan en otro nivel de abstracción. Se
tratan, en efecto, de modos de comprender los patrones que subyacen al proceso
de un cambio, una vez que ha develado y comprendido los detalles concretos del
proceso en sí.
El primero y más importante se pueden resumir en la premisa de
la “transformación de la cantidad en calidad”, a la que Engels se refiere como
“bastante obvia”, que si bien lo es, no deja de restarle importancia. Engels argumenta
que las ciencias modernas han demostrado que “en la naturaleza, de una manera
exactamente fija para cada caso particular, los cambios cualitativos ocurren
únicamente como producto de la adición cuantitativa o substracción cuantitativa
de materia y movimiento (es decir, la energía)” 55
A modo de ejemplo Engels utiliza el agua (el cual ha sido
ridiculizado, pero no por eso deja de ser un ejemplo excelente y preciso) Al
calentar agua, los cambios cuantitativos, más o menos calor, no producen ningún
cambio cualitativo más allá de cierto límite. Sin embargo, existen puntos
críticos, los puntos de ebullición y congelamiento, en los cuales un cambio
cuantitativo singular pueden producir una dramática transformación cualitativa:
el agua hierve o se congela. Esto no es una cuestión particularmente pertinente
al pensamiento humano; el agua puede congelarse y hervir, lo hizo antes de la
existencia de los seres humanos y lo continuará haciendo una vez que el ser
humano haya dejado de existir.
Engels sostiene que este patrón de transformación de cambios
cuantitativos en cambios cualitativos al alcanzar un punto crítico constituye
un fenómeno muy extendido en la naturaleza. “Todos los metales se vuelven
incandescentes y se fusionan a cierta temperatura, todos los líquidos también
hierven y se congelan a cierta temperatura… todos los gases se pueden volver
líquidos al aplicárseles presión y frío a cierta temperatura.” 56 Engels
continua mencionando otros procesos a modo de ejemplos, lo que demuestra que
estaba muy bien informado acerca de los más recientes descubrimientos de las
ciencias naturales. Sostenía, además, que la “a la química se la puede
considerar como la ciencia de los cambios cualitativos de los cuerpos como
resultado de cambios en la composición cuantitativa.” 57
Por ejemplo, “el caso del oxígeno. Al unir tres átomos en una
molécula en lugar de dos, obtenemos el ozono, un cuerpo que es
considerablemente diferente del oxígeno ordinario, tanto en su olor como sus
reacciones.” 58 Luego Engels llama la atención hacia el descubrimiento de la
tabla periódica por Mendeleyev, donde demostraba que ciertas propiedades
cualitativas de los elementos consisten en funciones periódicas de sus pesos
atómicos y utilizaba esos procesos como otra prueba de cómo, en la naturaleza,
los cambios cuantitativos, en ciertos momentos, llevan a transformaciones
cualitativas.
Engels señalaba que “probablemente aquellos mismos caballeros
que hasta ahora han denunciado la transformación de cantidad en calidad como
misticismo parte de un trascendentalismo incomprensible, declararán que es un
razonamiento realmente evidente, trivial y común que han empleado desde
siempre, y que por lo tanto no se les está enseñando nada nuevo.” A lo que
Engels respondía que “si estos caballeros han causado que tanto cantidad y
cantidad se transformen los unos en los otros durante todos estos años, sin
siquiera saber qué estaban haciendo, entonces tendrán que buscar consuelo con
Moliere Monsieur Jourdain que ha hablado en prosa durante toda su vida sin tener
la más mínima idea de ello.” 59
Engels luego argumenta que el cambio en la naturaleza también
está caracterizado por la “interpenetración de los opuestos” 60 o el
“desplazamiento a través de los opuestos que se afirma en todos los aspectos de
la naturaleza” o el desarrollo a través de las contradicciones. Y también
sostiene que una ulterior característica de los procesos de cambio es “la
negación de la negación”: el desarrollo a través de una nueva síntesis que
emerge, supera y transforma los elementos de la “contradicción.” El percibir
los cambios de esta forma no significaba para Engels, asimismo, que este
proceso sustituyera la compresión del proceso en particular en sí. 62
Engels proporciona una serie de ejemplos para ilustrar su
análisis. Algunos de los ejemplos del polémico Anti-Dühring son,
a decir verdad, relativamente trillados y otros consisten en procesos
circulares que no terminan de ilustrar realmente los puntos que Engels está
tratando de explicar. En cambio, esparcidos entre las notas de Dialéctica
de la naturaleza se pueden encontrar ejemplos que daban una
imagen de aquello a lo que apuntaba con ese trabajo. Por ejemplo, Engels
discute acerca de los organismos vivos, aquellos que, siguiendo los
descubrimientos más avanzados de su época, se denominaban “cuerpos
albuminoides” (hoy hablaríamos de organismos basados en ADN, ARN moléculas
proteicas) Una condición de existencia de todo organismo vivo es que “absorbe
otras sustancias apropiadas de su entorno y las asimila.”
Los cuerpos inertes también cambian, se desintegran y
se combinan en el curso natural de los eventos, pero al hacerlo, dejan de ser
lo que antes eran. Una roca erosionada por los elementos deja de ser una roca,
un metal oxidado se convierte en óxido. Pero eso que en los cuerpos inertes es
la causa de su destrucción, en el caso de los albuminoides se trata de la
condición fundamental de existencia… (esta) ininterrumpida metamorfosis (que)
esencialmente consiste en la constante auto-renovación de los componentes
químicos de estos cuerpos.
La vida consiste, por ello, en el hecho de que en cada
momento es ella misma y al mismo otra cosa; y esto no ocurre como resultado de
un proceso exógeno al que está sometida… al contrario… es un proceso
auto-implementado que es inherente, nativo, a su portador. 63
El primer punto se refiere a cómo las cosas mantienen su unidad
y su identidad frente a impulsos externos, diversos efectos y presiones de
cambio. Estas presiones “niegan” al objeto (de manera relativamente literal
como en el caso del óxido que da Engels) Pero otros objetos materiales tienen
la capacidad de reaccionar de una manera diferente frente a esas presiones: en
la medida que un objeto absorbe estas presiones y se ve modificado en la tarea
de preservarse a sí mismo, se puede hablar de una “negación de la negación.” En
efecto, en el segundo párrafo, Engels da pistas sobre la posibilidad de que el
cambio interno o autogenerado, es decir, una totalidad independiente que
evoluciona bajo el impacto de sus propias “contradicciones” (si bien el ejemplo
que Engels utiliza en este caso en particular no encaje muy bien) Engels nunca
pudo llevar sus ideas a buen puerto, pero podemos ver cómo estaba intentando
capturar la esencia de un patrón, o posibilidad, de un proceso de cambio
expuesto en algunos aspectos del mundo natural. Cabe mencionar que no implica
una fórmula ni una sustitución para la investigación y explicación de “la
naturaleza particular de cada caso individual.” 64
Muchas veces, las críticas contra Engels apuntaban a señalar que
algunos trabajos científicos que citaba terminaron siendo incorrectos. Por
ejemplo, Engels creía en el éter, un medio que se suponía llenaba todo el
espacio, a través del cual se propagaba la luz. También tendía a aceptar la
doctrina evolutiva conocida como Lamarckismo, la idea de que, en conjunto con
la selección natural, la evolución también se podía basar en la herencia de
características previamente adquiridas. Deberíamos recordar, sin embargo, que
en el primer caso, todos los científicos en tiempos de Engels aprobaban la
existencia del éter, y en cuanto al segundo caso, la mayoría de biólogos en
aquel entonces, Darwin incluido, estaban de acuerdo en cuanto a la posible
herencia de características adquiridas. Si bien se ha demostrado que ambos
postulados eran incorrectos, no sería correcto atacar a Engels por ser
partidario de ideas ampliamente sostenidas por la gran mayoría de científicos
de su época. También deberíamos recordar que los escritos de Engels sobre la
ciencia consisten en ideas preliminares y diversas notas que no llegan a
constituir una concepción científica completamente desarrollada. Dialéctica
de la naturaleza termina con la frase “Todo esto debe ser
minuciosamente revisado.” 65
Sin embargo, Engels insistían en que la elaboración de su concepción
se apoyaba en los descubrimientos de la ciencia moderna. “La naturaleza es la
prueba de la dialéctica, y la ciencia moderna nos ha brindado una rica
abundancia de material que incrementa día a día.” 66 ¿Qué tan bien se sostiene
esta afirmación cuando se la enfrenta con el desarrollo científico en los 100
años posteriores a la muerte de Engels?
En el siglo transcurrido desde la muerte de Engels, casi todas
las áreas de la ciencia se han transformado radicalmente por los nuevos avances
en nuestra comprensión de la naturaleza.
La geología, por ejemplo, se ha revolucionado por la teoría de
las placas tectónicas, o “deriva continental”. En lugar de ver las masas de
tierra en la superficie del planeta como características permanentes, tenemos
una comprensión científica de la forma en que se han desarrollado, transformado
y movido durante la historia de la Tierra. No es este un proceso terminado
tampoco: los continentes siguen moviéndose hoy en día. Se crean nuevas tierras
continuamente y material continental existente es destruido también. El nuevo
razonamiento implica que podemos comenzar a explicar el desarrollo y el cambio
de los fenómenos naturales, desde las cadenas montañosas hasta los océanos y
terremotos, de una manera antes imposible. El conocimiento acerca de las placas
tectónicas también permite arrojar una nueva luz sobre la evolución biológica.
Por mucho tiempo muchos geólogos se opusieron a la teoría de las
placas tectónicas, a pesar de la creciente evidencia a su favor. Solo ha sido
plenamente aceptada en los últimos 30 años más o menos. Puede que estos
científicos hubiesen sido menos reticentes a este nuevo conocimiento de haber
tenido la costumbre de pensar con el espíritu del argumento de Engels acerca
del carácter cambiante de la naturaleza, y que lo que aparece como estático y
fijo resulta ser de otra manera generalmente. Por supuesto que Engels nada
sabía de las placas tectónicas, pero su actitud general lo llevó a advertir en
contra la idea de que “los cinco continentes de hoy en día siempre existieron”
[67].
Luego de la muerte de Engels, la biología ha experimentado una
transformación incluso más revolucionaria. Primero la genética mendeliana,
luego, en décadas más recientes, la biología molecular, y una serie de otros
avances, han transformado nuestro conocimiento de los organismos vivos. Sin
embargo, como ocurre a menudo con los nuevos , el mismo éxito ha engendrado una
distorsionada mirada unilateral entre muchos biólogos. En la biología, esto
suele estar vinculado a cuestiones políticas e ideológicas, en cuanto que los
argumentos acerca de la biología humana conducen fácilmente a argumentos acerca
de la naturaleza humana y la sociedad.
El enfoque de moda, por lo menos entre los biólogos moleculares,
se denomina mejor como “determinismo reduccionista”. Desde este punto de vista,
todo acerca la biología y el comportamiento humanos está mecánica y
directamente determinado como una consecuencia de nuestros genes, cadenas de
moléculas de ADN dentro de cada célula de nuestros cuerpos. Llevado al extremo,
esto lleva a afirmar que existen genes para la agresión, homosexualidad,
delincuencia, falta de vivienda y similares. Conduce a la sociobiología, en la
que el comportamiento humano y el desarrollo social se consideran consecuencia
directa de nuestros genes, de modo que la guerra, el sexismo, el racismo y
demás se consideran productos de nuestra evolución biológica. Además conduce a
una mirada desde la cual los seres humanos seríamos una suerte de robots,
receptáculos manipulados por el “gen egoísta”. Sin ir más lejos, muchos
biólogos argumentan como si los genes fueran todo lo que realmente importa y
todo lo que necesitamos saber para comprender nuestra biología e incluso
nuestro comportamiento.
La mayor parte de esto es una mezcla entre ciencia pobre,
ideología y fantasiosas historias sobre la evolución. Algunos de los que
impulsan tales argumentos están motivados por políticas reaccionarias. Otros
están influenciados, a menudo inconscientemente, por el dinero disponible para
la investigación en estas áreas (la biología molecular y la genética son
un gran negocio hoy en día). Algunos simplemente se dejan llevar por el real
éxito de la biología molecular y la genética en el avance de nuestro
conocimiento, generalizando este punto en una visión global equivocada, de
forma muy similar a como Engels argumentó que ocurrió con muchos científicos
después de la revolución científica de los siglos XVI y XVII.
Afortunadamente, hay un número creciente de eminentes biólogos
que desafían enérgicamente este enfoque. Dos de los más reconocidos, que han
escrito trabajos populares exponiendo su punto de vista, son Richard Lewontin
en los EE. UU. y Steven Rose en Gran Bretaña. Argumentan que una comprensión
adecuada de la biología, y de los enormes avances de las últimas décadas, exige
un enfoque totalmente diferente, lo que ellos mismos llaman una «biología
dialéctica». Además, estos científicos reconocen francamente que su enfoque
general se inspira en Engels, como puede verse en los trabajos contenidos en
libros como Not in Our Genes, The Making of Memory, The Doctrine of
DNA y The Dialectical Biologist [68], ninguno de los
cuales exige una formación formal o técnica en biología.
Hay dos razones para tratar con mayor detalle los avances en la
física desde la muerte de Engels. En primer lugar, la revolución en la física
durante los últimos 100 años ha sido la más espectacular de todas las ciencias.
Ha transformado radicalmente las nociones más básicas que sustentaron toda la
ciencia anterior. En segundo lugar, mientras que en la biología hay al menos
algunos científicos eminentes activos que, aunque sean una minoría, defienden
un enfoque dialéctico, no ocurre lo mismo en la física.
La diferencia puede ilustrarse con un vistazo a la lista de
candidatos de 1993 para el prestigioso premio anual de libros científicos
Rhone-Poulenc. El ganador final fue The Making of Memory de
Steven Rose. Este es un
informe de cómo funciona la ciencia, bellamente escrito por alguien que ha
hecho grandes contribuciones a la misma. También es una aguda crítica a la
biología reduccionista y determinista y una descarada defensa de lo que el
autor ha llamado «una biología dialéctica».
El libro de Steven Rose fue, de hecho, un ganador sorpresa del
premio. El favorito antes del premio era en cambio The Mind of
God, un libro sobre física moderna del eminente físico teórico Paul
Davies. En él afirma que hoy en día la física nos enseña que «Tenemos que
adoptar un concepto de conocimiento diferente a la explicación racional.
Posiblemente la vía mística sea un camino hacia tal conocimiento» [69].
El trabajo anterior de Davies también fue un popular best
seller sobre física moderna escrito con John Gribbin, un respetado
científico, astrofísico de formación y asesor de física para la reputada
revista New Scientist. El título de su libro indica su argumento
clave. Se llama The Matter Myth. Su tesis central es que «el
materialismo está muerto… Durante este siglo la física ha destrozado los
principios centrales de la doctrina materialista en una secuencia de
desarrollos impresionantes» [70]. Continúan indicando cuáles son estos
desarrollos: «Primero vino la teoría de la relatividad… luego vino la teoría
cuántica… otro desarrollo va más allá, la teoría del caos» [71].
Si estos autores, y son lo que típicamente pasa como pensamiento
serio en la física moderna, están en lo cierto, es un asunto serio. Por lo
tanto, vale la pena mirar sus argumentos en cierto detalle. De hecho, lejos de
socavar el materialismo, los propios avances citados por estos autores y otros
similares son en realidad enormes avances en la comprensión materialista de la
naturaleza. Incluso más, son una asombrosa confirmación de los argumentos
generales planteados por Engels, evidencia de peso de la necesidad de un
enfoque dialéctico para entender el mundo natural. Los dos primeros avances
científicos citados, la teoría de la relatividad y la teórica cuántica, fueron
parte de la revolución que transformó la ciencia en las primeras décadas de
este siglo, más famosamente asociadas con el trabajo de Albert Einstein.
Está revolución surgió de una profunda crisis en la ciencia. En
la época del fallecimiento de Engels, existían una serie de contradicciones
evidentes entre diferentes ramas de la física. Las teorías que explicaban
exitosamente diferentes fenómenos físicos se contradecían entre ellas en
términos fundamentales. La nueva revolución científica nació del intento de
resolver estas contradicciones. Un nuevo y más profundo conocimiento se
construía e iba más allá de los anteriores elementos contradictorios, y al
mismo tiempo mostraba por qué estos elementos habían funcionado dentro de
ciertos límites. En la historia de la ciencia, este es un proceso bastante típico.
Los argumentos de Engels acerca de cómo se produce el cambio en el desarrollo
histórico de las ideas científicas están bien fundamentados.
La teoría de la relatividad fue desarrollada por Einstein entre
1905 y 1915. El primer paso, conocido como “relatividad especial”, nació de una
contradicción entre las teorías del movimiento, la dinámica, por un lado, y las
teorías del electromagnetismo (fenómenos como las ondas de radio y de luz, así
como la fuerza eléctrica y magnética), por el otro. En la dinámica, las leyes
del movimiento de Newton habían pasado la prueba de dos siglos de vigencia.
Luego, en la década de 1860, James Clerk Maxwell había puesto el conocimiento
acerca del electromagnetismo en un piso similar, al describir todos los
fenómenos electromagnéticos en términos de una serie de simples y bellas leyes.
Las ecuaciones de Maxwell fueron un enorme descubrimiento, permitieron la
predicción de las ondas de radio y condujeron a una serie de otros avances,
manteniéndose hoy en día como un elemento clave de la ciencia moderna.
El problema, sin embargo, era que había una contradicción entre
las leyes de Newton y las de Maxwell. El quid de la cuestión es que las leyes
de Newton parecían permanecer iguales para dos observadores cualesquiera que se
movieran a una velocidad constante en relación con el otro, mientras que las de
Maxwell no lo hacían. Este punto conllevaba a todo tipo de contradicciones. Por
ejemplo, significaba dos explicaciones físicas distintas del dínamo eléctrico y
del motor (uno que convierte la electricidad en movimiento y el otro al revés),
procesos que de hecho parecían estar conectados. Einstein solucionó los
problemas yendo por encima de ambas teorías.
Las piedras angulares de la relatividad son dos principios
acerca de la naturaleza, planteados por primera vez por Einstein en 1905. El
primero, en vista de la contradicción entre Newton y Maxwell, es insistir en
que las leyes de la física deben ser las mismas para cualquier observador sin
importar su velocidad. El segundo principio es que la velocidad de la luz es
constante, la máxima velocidad posible en la naturaleza, y que su velocidad es
independiente del movimiento de la fuente de la luz.
Es la última parte de esto la que parece escandalosa. Imaginá
medir la velocidad de una pelota lanzada hacia vos y encontrarte con que es lo
mismo si es lanzada por un amigo inmóvil que está parado cerca o por otro amigo
que pasa a toda velocidad en un avión supersónico. Ya que la velocidad de tales
pelotas no sería la misma, ¿por qué debería ser así refiriéndonos a la luz? Sin
embargo, al observar a la naturaleza deberíamos siempre tener presente la
advertencia de Engels acerca de los peligros del “sentido común”. Porque en los
hechos se confirma que si medís la velocidad de la luz es siempre la misma, no
importa que tan rápido vos o la fuente de la luz se estén moviendo. Este es
ahora un bien establecido hecho de la naturaleza.
Una serie de consecuencias se desprenden de los argumentos de
Einstein, que parecen desafiar las nociones de tiempo y espacio del sentido
común. Estas nuevas nociones desde entonces han sido puestas a prueba y
confirmadas en incontables experimentos. Las viejas nociones son en sí mismas
abstracciones, generalizaciones, de cómo el mundo se comporta cuando las cosas
se mueven a velocidades lentas relativas a nosotros mismos. Einstein demostró
que esas nociones se rompen y no encajan con la forma en que los objetos
materiales reales se comportan a velocidades que comienzan a acercarse a la
velocidad de la luz. Por eso la teoría electromagnética de Maxwell, que se
ocupa de las ondas de luz, no encajaba bien con las leyes de Newton. Un
elemento crucial en el nuevo conocimiento es que lo que para un observador
parecen ser eventos simultáneos, pueden no parecerlo para otro observador que
se mueve en relación con el primero. Otra consecuencia es que los relojes que
se mueven son más lentos. Un reloj a horario que vuele alrededor del mundo en
un jet mostrará una hora diferente al regresar a un reloj exactamente similar
dejado en casa. Para la mayoría de los fenómenos que experimentamos
directamente, el efecto es pequeño, pero se vuelve grande e importante a medida
que las velocidades se acercan a la de la luz.
La teoría de Einstein fue un paso clave en la derrota de la
noción implícita en la física newtoniana de un espacio y tiempo absolutos, y un
movimiento absoluto. Fue una reivindicación de la idea de que todo movimiento
era relativo. Además, hasta Einstein, la física había visto la materia, la
masa, como algo muerto e inerte a la que se le tenía que impartir energía. Para
estar seguros, la energía podía ser transformada de una forma a otra, pero la
masa en sí misma era algo muy distinto. Ahora, la relatividad de Einstein, con
su famosa ecuación E=mc², mostraba que la masa podía transformarse en energía y
viceversa.
Einstein amplió posteriormente su teoría para proporcionar una
nueva explicación de la gravedad, que no se había incorporado a su anterior
teoría de la «relatividad especial». La «relatividad general» comienza con un
simple hecho. En la teoría de Newton aparece la masa, pero hay dos masas
diferentes, lo que se conoce como las masas gravitacionales e inerciales. Una
es la masa que es la fuente de la fuerza de gravedad, la otra es la medida de
la resistencia de un cuerpo a los cambios de movimiento. De hecho, aunque en la
física newtoniana son aspectos bastante distintos de la materia, ambos se
encuentran siempre iguales. La ingravidez en un ascensor en caída libre es un
ejemplo. La teoría de Einstein es un intento de explicar hechos como este.
Intenta incorporar la gravedad a la nueva dinámica relativista.
La relatividad general no es, como a menudo se presenta,
simplemente una herramienta exótica para la especulación sobre el universo,
aunque también puede ayudar en eso. Algo tan sencillo como la órbita del
planeta Mercurio alrededor del sol nunca fue explicado completamente por las
leyes de Newton, a pesar de los mejores esfuerzos de generaciones de brillantes
físicos, astrónomos y matemáticos. La relatividad general ahora hace posible
explicarlo. Una vez más, la teoría fue confirmada espectacularmente en 1919
cuando se demostró que su novedosa predicción de que la luz de las estrellas
debía doblarse cuando pasaba cerca del sol era correcta.
Ciertamente hay matemáticas difíciles en la descripción de la
materia y el espacio que hace la relatividad general. Por ejemplo, insiste en
que la geometría del espacio que contiene la materia no es euclidiana – el tipo
que nos enseñan en la escuela – sino más bien lo que se llama «curva». Una manera
de tratar de ver la diferencia es comparar el tipo de geometría posible en la
superficie de un globo con la de una superficie plana. En la superficie plana,
los tres ángulos de un triángulo siempre suman 180 grados. En un globo esto no
es cierto. En una superficie plana una línea nunca se une a sí misma, no
importa cuán extendida esté, en un globo esto tampoco es cierto. Sin embargo,
en la relatividad general, la geometría «curvada» está en las tres dimensiones
del espacio (o, estrictamente hablando, las cuatro dimensiones del
espacio-tiempo) no solo en una superficie bidimensional, ya sea plana o en
forma de globo. Sin embargo, a pesar de las dificultades, la forma final de la
teoría es la más bella y elegante de la física moderna. Y la noción clave de la
teoría no es tan difícil. Es simplemente que la vieja noción de materia que
existe en un fondo pasivo y no afectado del espacio no servirá. Más bien la
materia y el espacio en el que existe están conectados y se influyen mutuamente
de manera fundamental. La geometría del espacio y la distribución de la materia
se determinan mutuamente.
Ni la relatividad especial ni la general son en modo alguno un
desafío para el materialismo. A principios de siglo las teorías científicas
existentes simplemente no podían explicar un número creciente de hechos
observados en la naturaleza y, además, las teorías que explicaban las
diferentes facetas de la naturaleza se contradecían entre sí. Las nuevas
teorías resolvieron esas contradicciones, explicaron lo inexplicable y mostraron
tanto por qué las antiguas teorías habían funcionado dentro de ciertos límites
y por qué se rompieron más allá de esos límites.
Engels no tenía ni idea de la teoría de la relatividad, o de que
las leyes newtonianas de movimiento y gravedad de 200 años de antigüedad iban a
ser anuladas en los años posteriores a su muerte. Pero el desarrollo de la
relatividad y sus nociones básicas ilustran muchos de los argumentos clave de
Engels. Él insistió en que todo movimiento era relativo. «El movimiento de un
solo cuerpo no existe, solo se puede hablar de él en un sentido relativo» [72].
Más importante incluso, todo el impulso de la teoría de la relatividad es una
ilustración precisa del argumento de Engels de que las abstracciones que
encajan en aspectos de la naturaleza dentro de ciertos límites se quiebran
cuando se las empuja más allá de esos límites, y por lo tanto requieren una
nuevo conocimiento. Una vez más, el nuevo conocimiento de que la materia no es
algo separado del movimiento y la energía, sino que cada uno es capaz de
transformarse en el otro de una manera regida por una ley definida, es
exactamente el tipo de proceso que Engels señaló como una unidad de opuestos,
una revelación característica de una comprensión más profunda de la naturaleza.
Alguien que hubiera argumentado que la ciencia de su época señalaba el hecho de
que el movimiento y la transformación eran «el modo de existencia, el atributo
inherente, de la materia» se habría sorprendido menos que muchos por la teoría
de la relatividad.
Por último, la noción clave en la relatividad general, que el
espacio y la materia no eran aspectos mutuamente opuestos de la naturaleza, con
la materia existiendo contra un telón de fondo pasivo del espacio, sino que
ambos estaban íntimamente conectados y se determinaban mutuamente, es, una vez
más, un ejemplo tan agudo como se pudo encontrar de la interpenetración de los
opuestos, el tipo de comprensión «dialéctica» que Engels defendía y que
insistía en que los avances científicos exigían cada vez más.
La segunda revolución de principios de siglo vino con la teoría
cuántica. Esto también surgió de las evidentes contradicciones entre las
teorías existentes y los hechos observados, especialmente en el comportamiento
de pequeños objetos como los átomos.
Los átomos, por ejemplo, simplemente no deberían existir sobre
la base del antiguo conocimiento. Si Newton y Maxwell tenían razón (incluso
cuando se reconcilian por la relatividad) entonces cada átomo debería colapsar
en una ráfaga de radiación en un tiempo muy corto. Esto, bastante obviamente,
no es cierto. La mecánica cuántica se desarrolló a partir de estos problemas y
de otros muchos, desde el comportamiento de los metales cuando la luz
ultravioleta los iluminaba hasta la forma en que los cuerpos absorbían y emitían
la radiación.
Al principio esto se hizo sobre una base bastante ad hoc,
simplemente añadiendo trozos a las viejas teorías, incluso si estos trozos
contradecían rotundamente otras partes de la teoría. Pero en los años 20 y 30
se desarrolló una teoría radicalmente nueva. Tres aspectos de esta «mecánica
cuántica» son importantes. En primer lugar, afirma que todos los objetos pueden
comportarse tanto como ondas, como las ondas de radio, y como partículas
similares a las balas. Así que la luz, normalmente considerada como una suerte
de onda de radio, puede comportarse como una partícula, mientras que un
electrón, una partícula, también puede comportarse como una onda. Lo que antes,
y aún ahora para el sentido común, parecían dos nociones mutuamente excluyentes
y opuestas se revelaron como íntimamente conectadas, como dos caras de la misma
moneda.
En segundo lugar, la mecánica cuántica también dice que hay una
incertidumbre intrínseca en la naturaleza. Por ejemplo, un electrón puede tener
una posición o velocidad bien definida y precisa, pero no ambas al mismo
tiempo. En tercer lugar, la teoría dice que algunos fenómenos de la naturaleza
son intrínsecamente probabilísticos, regidos por el azar. Así que es imposible
predecir de antemano, por ejemplo, en cuál de las diversas energías posibles se
encontrará un electrón alrededor de un átomo o exactamente cuándo emitirá
radiación una partícula radioactiva.
Sugiere que esta aleatoriedad no es la misma que, por ejemplo,
la de lanzar un dado o una moneda, pero es fundamental. En el lanzamiento de
monedas, la aleatoriedad es el resultado de nuestra ignorancia. Si midiéramos
el movimiento inicial de la moneda al salir de nuestras manos, podríamos
predecir en qué dirección aterrizaría. La aleatoriedad en la mecánica cuántica
no es de este tipo, no es simplemente un resultado de nuestra ignorancia. Más
bien sugiere que, por ejemplo, no es posible, ni siquiera en principio,
predecir exactamente qué energía posee un electrón alrededor de un átomo. En
cambio, sugiere que todo lo que podemos hacer es predecir la probabilidad de
que tenga cada una de las posibles energías.
Hay que destacar un punto. La teoría cuántica no arroja el
determinismo por la ventana y nos deja una imagen de un mundo completamente
gobernado por el azar, eventos aleatorios. Es más bien una imagen de un mundo
de sutil interacción entre el azar y la necesidad. La teoría cuántica se ocupa
de predecir la probabilidad de los acontecimientos, como un electrón alrededor
de un átomo que tiene una energía particular, y cómo esas probabilidades
evolucionan en el tiempo de manera estrictamente determinista. La teoría
cuántica se ocupa principalmente de escalas atómicas muy pequeñas y, como debe
ser, concuerda con teorías más antiguas sobre cómo se comportan los objetos
grandes y macroscópicos. Además, trata de explicar cómo la incertidumbre a
pequeña escala da lugar a un bastante predecible y determinístico
comportamiento, característico de la escala mayor, macroscópica, de la que
tenemos experiencia directa.
Muchos rasgos de la teoría cuántica parecen extraños y van en
contra de muchos supuestos de sentido común. Sin embargo, tiene sentido sobre
los hechos reales de la naturaleza que en el antiguo conocimiento no podían ser
explicados. Ha sido espectacularmente confirmado en innumerables experimentos.
Tu televisor o calculadora de bolsillo no funcionarían si sus predicciones no
fueran exactas. Es un paso adelante en la comprensión materialista del mundo,
no un retroceso.
No obstante, hay graves problemas para interpretar la teoría
cuántica, a pesar de su éxito predictivo. La teoría cuántica describe la
materia en términos de lo que se conoce como «función de onda», lo que resume
el hecho de que toda la materia tiene atributos tanto de onda como de
partícula. Hay una profunda controversia sin resolver entre los científicos
sobre lo que significa esta «función de onda». La mayoría de los científicos la
considera una especie de descripción de todos los posibles estados abiertos a
la materia en cualquier momento y una medida de la probabilidad relativa de que
esa materia en cuestión, digamos un electrón alrededor de un átomo, esté en
cualquiera de esos estados. Cuando la materia en cuestión interactúa con otra
cosa, más obviamente cuando es medida, se encuentra en un estado definido. Esto
se llama el «colapso de la función de onda». De nuevo hay una gran controversia
sin resolver entre los científicos sobre este proceso. Nadie sabe las
respuestas.
Muchos físicos simplemente siguen adelante con el uso de la
teoría, que ha sido una de las más exitosas en la historia de la ciencia. Dejan
los problemas a un lado. La larga interpretación «ortodoxa» de la mecánica
cuántica, normalmente llamada la interpretación de Copenhague, es poco más que
un acuerdo entre caballeros para no hacer preguntas incómodas.
Se han escrito muchas cosas buenas sobre los problemas
planteados por la mecánica cuántica y su relación con nuestra comprensión de
otros aspectos de la naturaleza. Sin embargo, hasta ahora, siguen siendo
preguntas sin resolver. Aquellos que piensan que la ciencia es un mundo
cerrado, libre de contradicciones y con respuestas definitivas a todas las
preguntas están muy equivocados [73].
También es cierto que un montón de tonterías han sido escritas
por científicos de gran reputación y bastante cuerdos. Algunos, por ejemplo,
sostienen que un observador consciente es necesario para el colapso de la
función de onda. Viendo que el mundo, y el colapso de las funciones de onda,
ciertamente existieron mucho antes que los seres humanos, esta es simplemente
otra forma de describir a Dios. Otra noción que está bastante de moda es lo que
a veces se llama la interpretación de «muchos mundos» de la mecánica cuántica.
Esta argumenta que cada «medición» resulta en la división del universo en
mundos paralelos que realmente existen [74]. Evita los problemas reales
asociados con el «colapso de una función de onda» diciendo que esto no ocurre
realmente, pero en cambio todas las posibilidades resumidas en la función de
onda realmente resultan ser verdaderas, cada una en una miríada de universos
paralelos. Esto puede ser el material de ciencia ficción interesante, pero como
ciencia seria deja mucho que desear.
En medio de todos los problemas no resueltos debemos recordar
que las contradicciones y problemas con las teorías más nuevas no son
esencialmente peores que los de las teorías más viejas, es solo que estamos
acostumbrados a ignorar los problemas anteriores. Por ejemplo, en la teoría de
la gravedad de Newton, se supone que la fuerza actúa instantáneamente a
cualquier distancia. Un poco de reflexión revelará que esta es realmente una
noción extraña, que no impidió que la gente usara la teoría durante cientos de
años y continuara usándola dentro de ciertos límites hoy en día. El gran
científico del siglo XIX Michael Faraday fue uno de los pocos que, mucho antes
que Einstein, señaló la dificultad de la «espeluznante acción a distancia» en
el corazón de la teoría de Newton.
Cualquiera que sea la interpretación correcta de la mecánica
cuántica, no hay duda de que no es un desafío al materialismo, sino un paso
adelante en el conocimiento materialista. Una vez más, los problemas a los que
da lugar deben contraponerse al hecho de que las viejas teorías simplemente no
podían explicar hechos elementales sobre la naturaleza que la mecánica cuántica
sí puede, y además ha dado lugar a enormes avances en toda una gama de ciencia
y tecnología.
Sin embargo, en consideración de los profundos e irresueltos
problemas que contiene, la teoría cuántica muy poco probablemente sea la última
palabra en cómo se comporta la material a un nivel subatómico. En algún punto,
un nuevo conocimiento será desarrollado y resolverá algunos de los problemas.
Sin duda, a su vez arrojará contradicciones y problemas nuevos. John Bell, una
figura líder de la teoría cuántica, dijo:
La nueva manera de ver las cosas involucrará un giro
imaginativo que nos sorprenderá. En cualquier caso, parece que la descripción
de la mecánica cuántica será superada. Es en ese sentido como todas las
teorías.
Y concluyó en una frase que hace eco del enfoque de conjunto
hacia la ciencia de Engels: “En una medida inusual su destino (el de la
mecánica cuántica) es aparente en su estructura interna. Contiene en sí misma
las semillas de su propia destrucción” [75].
Engels se habría sorprendido tanto como cualquiera ante la
imagen del mundo subatómico que ha creado el desarrollo de la mecánica
cuántica. Pero muchas de las nociones clave de la teoría cuántica ilustran los
argumentos de Engels sobre la naturaleza. Muestra cómo el azar y la necesidad
no son nociones opuestas mutuamente excluyentes, cómo de hecho el azar en un
nivel de la naturaleza puede dar lugar a un comportamiento determinista en otro
nivel. Muestra que las viejas nociones, de comportamiento ondulatorio y
comportamiento de partículas, que se ajustan a la mayoría de los aspectos de la
naturaleza de los que tenemos experiencia directa, se rompen cuando se las
empuja más allá de ciertos límites y, en cambio, requieren una nueva
comprensión para ser desarrolladas.
El destacado científico británico John Haldane (típicamente, sin
embargo, ¡un biólogo!) escribiendo en 1940, después de discutir sobre Engels y
los diversos puntos en los que se equivocó, comentó: «Cuando se han hecho todas
estas críticas, es sorprendente cómo Engels anticipó el progreso de la ciencia
en los 60 años que han transcurrido desde que escribió… Si los métodos de
pensamiento de Engels hubieran sido más familiares, la transformación de
nuestras ideas sobre la física, que ha ocurrido durante los últimos 30 años,
habría sido más suave» [76]. La teoría cuántica y la relatividad, aunque ahora
bien establecidas y aceptadas, fueron controversiales durante muchos años
después de su nacimiento. Mirando hacia atrás en la controversia después de
leer a Engels, Haldane concluyó, «Si estos libros hubieran sido conocidos por
mis contemporáneos, estaba claro que nos hubiera sido más fácil aceptar la
relatividad y la teoría cuántica” [77].
En las décadas posteriores al desarrollo de la teoría cuántica,
nuestro conocimiento de la estructura básica de la materia se ha revolucionado
aún más. Mientras que hace 60 años se pensaba que toda la materia estaba
compuesta de protones, neutrones y electrones que actuaban sobre ella por
fuerzas electromagnéticas y de otro tipo, ahora se ha descubierto un cuadro
mucho más rico. Se ha demostrado que los protones y los neutrones son sistemas
complejos hechos de objetos más «elementales» llamados quarks. Se han
descubierto y explicado nuevas fuerzas, como la fuerza del «color» (que, de hecho,
no tiene nada que ver con el color) que se cree que es responsable de la
interacción entre los quarks. Cada pocos años algunos científicos piensan que
han encontrado los «últimos bloques de construcción» de la materia o una
«teoría del todo». Pero siempre ha resultado que, una vez sondeado más allá de
ciertos límites, lo último no resulta ser nada de eso, y que la materia y su
comportamiento son una fuente inagotable de sorpresas.
Incluso la noción del vacío, el espacio vacío, se ha demostrado
errónea en una investigación más profunda. Más bien el vacío parece ser un mar
burbujeante en el que las partículas, paquetes de materia y energía,
continuamente hacen espuma dentro y fuera de la existencia. Esto no es sólo una
especulación. Este proceso juega un papel clave, por ejemplo, en la emisión
espontánea de luz por parte de algunos átomos. El cuadro general que surge de
la física moderna es que el cambio, el proceso continuo, la interacción y la
transformación son una propiedad fundamental de la materia, y del espacio que
ya no puede considerarse separado de ella.
Lo más sorprendente de la figura de la materia en la física
actual es lo bien que encaja con los argumentos de Engels acerca de que toda la
naturaleza tiene una historia, de cómo las facetas aparentemente separadas de
la naturaleza están conectadas, y de cómo la esencia de la materia es
precisamente su continua transformación y cambio.
Por ejemplo, ahora se piensa que todas las
fuerzas y partículas conocidas de la naturaleza están conectadas (que todas las
fuerzas son transportadas por partículas de materia, o energía – las dos son
equivalentes). La opinión que está surgiendo es que todas las fuerzas
fundamentales de la naturaleza son, de hecho, diferentes aspectos de una sola
fuerza unificada. Además, en este nuevo entendimiento la naturaleza tiene una
historia en un sentido mucho más fundamental de lo que incluso Engels creía
posible, aunque muy en el espíritu de sus argumentos.
Parece que en las altísimas energías típicas de los comienzos de
la historia del universo todas las fuerzas se unificaron. A medida que el
universo se ha expandido y enfriado, y por lo tanto las energías típicas de los
procesos han caído, esta simetría, esta unidad, se ha roto repetidamente hasta
que hoy, en las energías a las que ahora podemos acceder normalmente, las
diversas fuerzas y sus partículas asociadas aparecen como separadas y
distintas.
Además, todas las «partículas» y «fuerzas» conocidas de la
materia son simplemente manifestaciones diferentes y transitorias de la misma
esencia subyacente (que la mayoría de los científicos llamarían hoy energía).
Todas ellas son capaces de transformarse en otra. Así, por ejemplo, un protón y
un antiprotón (dos partículas que son idénticas, excepto que la «anti» tiene la
carga eléctrica opuesta) se aniquilan mutuamente si se encuentran. La energía
liberada, o más exactamente la materia transformada, puede entonces atravesar
más transformaciones y así dar lugar a una serie de otras diferentes
«partículas» de materia.
Una vez más, la explicación generalmente aceptada para el
desarrollo del universo (conocida como el «modelo cosmológico estándar» o, más
popularmente, el «Big Bang») es aquella en la que la materia ha sufrido
repetidas transformaciones cualitativas cuando el cambio cuantitativo ha
alcanzado puntos críticos. Ese desarrollo ha procedido a través de una dinámica
interna de la materia. Las facetas diferenciadas de la totalidad de la materia,
que tiene una unidad subyacente, se han transformado progresivamente a medida
que interactúan entre sí. Tenemos una evolución desde los quarks, a los
protones y neutrones, a los átomos neutros, a las nubes de gas, las estrellas y
las galaxias, la formación de elementos más pesados como el carbono, la
formación de planetas y, a través de una serie de transformaciones adicionales,
la aparición de vida orgánica y de seres humanos conscientes [78].
En cada etapa surge un comportamiento cualitativamente nuevo de
la materia. Así que los quarks que han existido libremente fueron, cuando la
temperatura del universo cayó por debajo de un punto crítico, confinados
permanentemente dentro de partículas como los protones y un tipo de física
cualitativamente nueva emerge (en las energías existentes en el universo hoy en
día los quarks libres no pueden existir). Más tarde, por debajo de otro punto
crítico, los protones y los neutrones pudieron capturar electrones y surgió por
primera vez toda la posibilidad de la nueva y rica área de los procesos
atómicos y moleculares. Era necesario que las primeras moléculas de este tipo
se transformaran aun más en las condiciones muy especiales de los interiores
estelares, y que luego esas mismas estrellas explotaran en eventos
cataclísmicos llamados supernovas, antes de que los elementos cruciales para la
formación de planetas como la Tierra fueran siquiera posibles. Y otra larga
serie de transformaciones de la materia, miles de millones de años más tarde,
han dado lugar al fenómeno cualitativamente nuevo del ser humano, la conciencia
y la sociedad.
Incluso un conocimiento superficial de lo que la física del
siglo XX ha descubierto sobre la naturaleza y sus diversos aspectos y
desarrollo histórico muestra que el enfoque general de Engels es más relevante
que nunca.
El último avance tomado como un desafío al materialismo es la
teoría del caos. Esta sólo se ha desarrollado plenamente en los últimos 30
años. Muchos de los problemas y cuestiones que aborda fueron planteados por los
científicos hace mucho tiempo, sobre todo por Henri Poincaré a principios de
siglo. Pero la investigación de los problemas sólo fue posible con el
desarrollo de la moderna computadora rápida.
La teoría del caos dice básicamente que algunos sistemas
físicos, aunque se rigen por leyes que predicen exactamente lo que algo hará,
pueden sin embargo comportarse de manera impredecible. El tiempo es el ejemplo
más citado, normalmente en el pintoresco ejemplo del «efecto mariposa», en el
que se dice que el batir de las alas de una mariposa en un lado del mundo puede
dar lugar en última instancia a cambios que se acumulan de tal manera que dan
lugar a un huracán en el lado opuesto del globo [79]. De hecho, sistemas
físicos muy simples también se comportan de esta manera «caótica». Tres cuerpos
orbitando entre sí bajo la influencia de la gravedad, o un simple péndulo que
se balancea sobre un imán son dos ejemplos. Tales sistemas físicos son
impredecibles en el sentido de que su evolución es tan sensible a pequeños
cambios en las condiciones iniciales a partir de las cuales comienza esa
evolución que la única manera de ver lo que sucede es esperar y ver.
Esta teoría ha sido aprovechada para argumentar que cualquier
intento de explicar el mundo, de actuar conscientemente para cambiarlo de
cierta manera, está condenado al fracaso. Todo lo que nos queda es la
imprevisibilidad y el caos. Los intentos de planificación social o económica no
funcionarán, el caos del mercado es todo lo que es posible, se argumenta. Esto
es perder el sentido de la teoría. Principalmente trata con fenómenos que
antes no se entendían en absoluto. Ahora donde la ignorancia reinaba algo puede
ser explicado, incluso si algunas viejas nociones tienen que ser repensadas
para hacerlo. De hecho, la teoría del caos muestra que hay un patrón, una
estructura – aunque a menudo muy complicada – que subyace a muchos fenómenos
que antes no se comprendían para nada. La dinámica de los ataques cardíacos, o
la turbulencia de los fluidos, por poner sólo dos ejemplos, nunca se han
comprendido realmente. Ahora la teoría del caos ha proporcionado los primeros
pasos de una explicación. [80]
El caos es una propiedad de lo que los matemáticos llaman
sistemas no lineales. Hasta las últimas décadas casi toda la física de los
últimos 300 años se ocupaba de lo que los matemáticos llaman sistemas lineales.
Los sistemas lineales son mucho más fáciles de tratar matemáticamente. La
diferencia básica es que en un sistema lineal el todo es igual a la suma de las
partes, mientras que en un sistema no lineal el todo no es simplemente la suma
de las partes, una idea que ha sido fundamental para una comprensión dialéctica
al menos desde Hegel.
Se pueden dar y se han dado grandes pasos adelante estudiando
aquellas partes de la naturaleza que pueden ser tomadas aproximadamente como
lineales. Pero todas las situaciones físicas reales son no lineales. A veces
los efectos no lineales pueden ser ignorados, pero muy a menudo no pueden.
Debido a que las matemáticas no lineales son mucho más difíciles de tratar que
las lineales, la mayoría de la ciencia evitó los problemas no lineales hasta la
llegada de las computadoras rápidas y la teoría del caos.
Dos aspectos clave de la teoría del caos son interesantes. En
primer lugar, muestra que en varios puntos los pequeños cambios cuantitativos
producen grandes cambios cualitativos en el comportamiento. La teoría del caos
está diciendo, y explicando por qué, esto es una característica bastante
universal del mundo natural (como argumentó Engels)..
En segundo lugar, la teoría del caos muestra que en el mundo
natural el determinismo y la imprevisibilidad, aparentemente dos nociones
opuestas y mutuamente excluyentes, están de hecho íntimamente ligadas. Un
proceso puede, en un sentido muy real e importante, ser ambas cosas a la vez
[81]. En la teoría cuántica, la imprevisibilidad en un nivel puede dar lugar a
un comportamiento determinista en otro nivel de la naturaleza. La teoría del
caos muestra que lo contrario también es cierto. Un sistema puede regirse por
leyes estrictamente deterministas y, sin embargo, dar lugar a un comportamiento
impredecible.
Una vez más, esto no es resultado de la ignorancia. Cuando se
especifican las condiciones iniciales de cualquier sistema siempre hay un
margen de error, que se resume en la noción de que algo es «correcto dentro de
una parte en, digamos, 100 millones». En un sistema ‘caótico’, no importa cuán
pequeño sea este margen de error, puede demostrarse que una diferencia incluso
menor que esta conducirá a resultados salvaje e impredeciblemente diferentes en
la evolución futura del sistema. Si se dice, bueno, hagamos más precisa la
especificación de las condiciones iniciales para superar esta divergencia,
entonces puede mostrarse el mismo fenómeno para una diferencia aún menor en las
condiciones iniciales y así sucesivamente (toda esta noción puede hacerse
matemáticamente precisa).
La teoría del caos es uno de los componentes que han
proporcionado la base para los nuevos desarrollos más recientes, que son
algunos de los más emocionantes en la ciencia durante muchos años. Estos han
sido apodados «la ciencia de la complejidad».
Estos desarrollos también se basan en los nuevos avances en
termodinámica, la ciencia de los procesos que implican calor. Hace mucho que la
termodinámica se ha considerado extrañamente junto con otras áreas de la
física. Se originó en el trabajo de científicos como Sadi Carnot en los
primeros años del siglo XIX y surgió directamente de los intentos de comprender
cuáles eran los principios científicos subyacentes a las máquinas de vapor que
estaban desempeñando un papel clave en la revolución industrial. La termodinámica
pronto comenzó a plantear problemas ya que parecía muy diferente a al
pensamiento desarrollado en la mayoría de la física restante. Por ejemplo,
mientras que la ciencia newtoniana era determinista, las leyes de la
termodinámica eran probabilísticas.
En segundo lugar, la ciencia newtoniana era estrictamente
reversible en el tiempo. Esto significa que no hay nada en, digamos, las leyes
del movimiento de Newton para distinguir los cambios que van hacia adelante o
hacia atrás en el tiempo. En pocas palabras, una película de un mundo
estrictamente newtoniano no se vería mal si se ejecutara al revés. El problema
obvio es, por supuesto, que la mayoría de los procesos reales en el mundo no
son reversibles. La termodinámica se ocupa de tales cambios irreversibles, el
calor fluye de caliente a frío, nunca al revés. El tiempo, y el desarrollo en
una dirección definida en el tiempo, juega un rol clave en la termodinámica, de
una manera que no es aplicable para la mayoría de las leyes de la física
restantes.
En resumen, la termodinámica no fue fácilmente reconciliada con
las leyes pensadas para gobernar las partículas o moléculas de las que algo
está compuesto. Esto no recibió mucha ayuda incluso de la revolución científica
de la relatividad y la mecánica cuántica, ambas siguen siendo reversibles en el
tiempo en el sentido descrito anteriormente. Además, la mayor parte de la
teoría termodinámica se desarrolló en torno al entendimiento de los procesos
que implican calor y que estaban cerca de un equilibrio estable, principalmente
porque esto era matemáticamente más fácil [82].
En los últimos años, sin embargo, científicos como el ganador
del Premio Nobel belga, Ilya Prigogine, han comenzado a estudiar la
termodinámica cuando los procesos están lejos del equilibrio, lo cual es mucho
más típico del mundo real. Otros científicos se han basado en este tipo de
trabajo y en elementos de la teoría del caos para tratar de examinar las
conexiones entre los diferentes aspectos de la naturaleza y, en particular,
para tratar de comprender la dinámica, los procesos de cambio, que subyacen a
los sistemas físicos complejos en general, entender los patrones comunes. Se
trata de un intento, aunque la mayoría de los científicos involucrados no
utilizarían ese lenguaje, de desarrollar una «dialéctica de la naturaleza».
Una de las nociones clave que estos científicos han desarrollado
es la de las propiedades emergentes en los sistemas complejos. Señalan e
intentan explicar cómo la propia materia en ciertos niveles de complejidad
desarrolla un nuevo comportamiento que surge de las leyes subyacentes, pero que
no puede reducirse simplemente a estas leyes subyacentes. Se requiere una
comprensión en el nuevo nivel.
Está empezando a surgir una imagen de la naturaleza en la que en
ciertos puntos los sistemas físicos no solo pueden experimentar una transición
de un comportamiento ordenado regular a un comportamiento caótico e
impredecible, sino de cómo la materia, una vez que alcanza un cierto nivel de
complejidad de organización, puede generar espontáneamente nuevas formas
superiores de comportamiento ordenado. Es un cuadro de desarrollo potencial en
la naturaleza cuya esencia es exactamente la que Engels estaba tratando de
resolver en su discusión sobre la «negación de la negación». Algunos sistemas
físicos pueden pasar de un estado ordenado estable a un estado caótico por
alguna presión, cambio o impulso (es la «negación»). Pero bajo ciertas
condiciones algunos de estos sistemas pueden desarrollarse de tal manera que
den lugar a nuevas formas superiores de comportamiento ordenado, a menudo con
nuevas propiedades (la «negación de la negación»).
Este tipo de patrón parece ser típico de muchos sistemas
complejos en la naturaleza y los científicos están empezando a tratar de
entenderlo. Hay algunas pruebas, aunque no están establecidas, de que las
organizaciones complejas de la materia con propiedades genuinamente novedosas y
«creativas» son las que están «al borde del caos», sistemas equilibrados en una
tensión dinámica entre la tendencia a un orden muerto, estable y repetitivo por
un lado y un estado impredecible, desordenado y caótico por el otro [83].
Todavía no se sabe a dónde llevarán estos desarrollos, aunque se
puede estar seguro de que se abusará de ellos tanto como se ha hecho con casi
todos los nuevos desarrollos científicos desde Darwin hasta la teoría del caos.
Phil Anderson, que ganó un Premio Nobel por su trabajo en lo denominado como
física de la materia condensada, es uno de los involucrados en el desarrollo de
parte de este trabajo. Él señala el potencial de la nueva ciencia que está
comenzando a mostrar cómo «en cada nivel de complejidad aparecen propiedades
completamente nuevas. Y en cada etapa se necesitan leyes, conceptos y
generalizaciones completamente nuevas. La psicología no es biología aplicada,
como la biología no lo es de la química» [84].
Anderson da un ejemplo simple pero ilustrativo desde el punto de
la experiencia cotidiana: el agua. Una molécula de agua no es muy complicada:
un gran átomo de oxígeno con dos átomos de hidrógeno más pequeños adheridos a
ella. Su comportamiento se rige por leyes bien entendidas y ecuaciones precisas
de la física atómica. Pero si se juntan unos pocos miles de millones de estas
moléculas, adquieren colectivamente una nueva propiedad que ninguna de ellas
posee por sí sola: la liquidez. Nada en las leyes subyacentes que gobiernan el
comportamiento de los átomos individuales te dice acerca de esta nueva
propiedad. La liquidez es «emergente». A su vez, argumenta Anderson, esta
«propiedad emergente» produce un «comportamiento emergente». La liquidez puede,
a través del enfriamiento, transformarse repentinamente en la estructura sólida
y cristalina del hielo. Una vez más, este comportamiento simplemente no tiene
sentido para una sola molécula de agua individual.
Otros ejemplos sencillos, a modo de ilustración, ocurren con el
inicio de la convección cuando se calienta un fluido como el agua. Al principio
el calor se eleva a través del fluido por conducción. Sin embargo, en un
determinado punto crítico y en determinadas condiciones, se produce un cambio
cualitativo abrupto en el comportamiento. De repente, millones de moléculas
cambian hacia un movimiento coherente a gran escala (en estándares moleculares)
de células de convección hexagonales, conocidas como células de Bénard. Una vez
más, ciertas reacciones químicas exhiben este tipo de surgimiento espontáneo de
estructura u orden. En estos «relojes químicos» millones de moléculas
experimentan transformaciones rítmicas y estructuradas a gran escala, otra vez
relativas a la escala molecular en la que tienen lugar las reacciones
subyacentes. Estos son ejemplos de lo que es posible en sistemas físicos
relativamente simples. Las posibilidades en sistemas más complejos son
correspondientemente más ricas.
El tipo de razonamiento que Anderson y otros científicos
similares están empezando a desarrollar es exactamente lo que Engels quería
decir con un razonamiento dialéctico de la transformación de la cantidad a la
calidad. Es un razonamiento que muestra cómo la propia materia, a través de las
interacciones entre las distintas facetas de la misma totalidad (todas han
evolucionado históricamente a partir del universo temprano, aparentemente indiferenciado
y homogéneo), se transforma cualitativamente y se desarrolla a lo largo de la
historia.
Sigue siendo cierto que la ciencia moderna sigue planteando
tantas preguntas como respuestas, pero el mero hecho de que se planteen nuevas
preguntas no debe llevarnos a ignorar las muchas e importantes respuestas
encontradas en el último siglo. Sin duda, algunas de las diversas hipótesis
presentadas hoy para explicar aspectos de la naturaleza serán, como dijo
Engels, «eliminadas por la experiencia». Seguramente será necesario un
deshierbe severo ya que, como siempre en la historia de la ciencia, las teorías
que explican varias partes de la naturaleza están plagadas de problemas y a
menudo son mutuamente incompatibles. La mecánica cuántica y la relatividad
general, por ejemplo, parecen ser incompatibles a nivel fundamental. Una vez más,
los procesos no lineales se consideran cada vez más vitales para comprender la
naturaleza, pero mientras que la relatividad general y la teoría del caos son
radicalmente no-lineales, la teoría cuántica no lo es. Las tres son reversibles
en el tiempo, en el sentido explicado anteriormente, pero la nueva
termodinámica, por no hablar del mundo real, señala la importancia fundamental
de los procesos irreversibles en la naturaleza [85].
La cuestión de cuáles son los aspectos correctos de cualquier
nueva o ya existente teoría, cuáles solo tienen un valor limitado y cuáles son
productos de la imaginación, se aclarará cuando encontremos una manera de
obtener las respuestas del único árbitro final: la materia, en todos sus muchos
aspectos y cambios. Lenin, el líder de la Revolución Rusa de 1917, al comentar
la revolución científica de su época, expuso bien el argumento:
Nuestro conocimiento está profundizándose, están
desapareciendo propiedades de la materia que antes parecían absolutas y que
ahora se revelan como relativas y características sólo de ciertos estados de la
materia. La única propiedad de la materia a cuyo reconocimiento está ligado el
materialismo filosófico es la propiedad de ser una realidad objetiva, de
existir fuera de nuestra mente [86].
Ya he señalado la forma en que algunos
biólogos destacados se basan conscientemente en la tradición fundada por
Engels. Hoy en día, algunos físicos y científicos de otros campos también están
comenzando a reconocer la conexión entre la forma en que tienden a pensar y el
enfoque defendido por Engels. Ilya Prigogine, que ha desempeñado un papel clave
en la nueva termodinámica, por ejemplo, dice: «Hasta cierto punto, existe una
analogía” entre los problemas con los que él está lidiando y el «materialismo
dialéctico».
Y dice que el razonamiento clave que surge de los desarrollos
científicos modernos es que «la naturaleza podría llamarse histórica, es decir,
capaz de desarrollo e innovación». Y continúa comentando:
La idea de una historia de la naturaleza como parte
integral del materialismo fue afirmada por Marx y con mayor detalle por Engels.
Los desarrollos contemporáneos de la física han planteado así dentro de las
ciencias naturales una cuestión que ha sido planteada durante mucho tiempo por
los materialistas [87].
Richard Levins y Richard Lewontin dedicaron su libro de
1985, The Dialectical Biologist (El biólogo dialéctico), “a
Frederick Engels, que se equivocó muchas veces pero estuvo en lo correcto donde
contaba” [88].
Muchos científicos dirán que no necesitan la filosofía para dar
sentido a la naturaleza, que simplemente están descubriendo cómo funciona la
naturaleza. Que así sea. La ciencia finalmente se mantendrá o caerá sobre su
verdad, su éxito en la práctica, sean cuales sean los pensamientos en la cabeza
de los científicos o de cualquier otra persona.
Pero vale la pena señalar los peligros en los
que caen muchos físicos modernos, o al menos aquellos que piensan acerca del
significado de la ciencia que producen, cuando rechazan el intento de tener un
enfoque materialista y dialéctico consistente. Cité el libro del físico Paul
Davies The Mind of God y su charla sobre la posible
necesidad de adoptar «el camino místico». Ciertamente no es el único que tiene
estos pensamientos. El físico Stephen Hawking concluye su excelente best
seller, A Brief History of Time, refiriéndose a The
Mind of God como el «triunfo final de la razón humana» [89]. Incluso
Ilya Prigogine termina un libro generalmente maravilloso con cosas como «el
tiempo es una construcción y por lo tanto conlleva una responsabilidad ética» y
referencias al «Dios del Génesis» [90]. Vale la pena recordar la advertencia de
Engels contra la ilusión de que la ciencia puede prescindir de la filosofía y los
peligros en los que pueden caer los «empiristas de cabeza sobria» [91].
Debe quedar claro que el enfoque general de Engels y sus
argumentos sobre la ciencia eran correctos y se defienden bien ante los avances
científicos alcanzados durante los 100 años posteriores a su muerte. De hecho,
esos avances son un poderoso argumento para la necesidad de una comprensión
dialéctica de la naturaleza.
¿Cuáles son los elementos clave de tal razonamiento? El primero
es que la naturaleza es histórica en todos los niveles. Ningún aspecto de la
naturaleza simplemente existe: tiene una historia, nace, cambia y se
desarrolla, se transforma y, finalmente, deja de existir. Los aspectos de la
naturaleza pueden parecer fijos, estables, en un estado de equilibrio durante
un tiempo más corto o más largo, pero ninguno lo es permanentemente. Esta es la
conclusión ineludible de la ciencia moderna. En lugar de esperar la constancia
o el equilibrio como condición normal, un enfoque dialéctico significa esperar
el cambio pero aceptar la aparente constancia dentro de ciertos límites.
El segundo elemento clave en el que Engels tenía razón es la
necesidad de ver las interconexiones de los diferentes aspectos de la
naturaleza. Por supuesto que es necesario resquebrajar la naturaleza, aislar
este o aquel aspecto, para entender y explicar. Pero esto es solamente una
parte del cuento y, a menos que se complemente viendo las partes que han sido
aisladas para su estudio en sus interconexiones y relaciones, conduce a una
comprensión unilateral y limitada. Las partes solo tienen un significado
completo en relación con el todo. Esto no es ningún tipo de argumento para un
«holismo» místico. Las relaciones reales entre los diferentes aspectos de la
naturaleza deben establecerse y elaborarse científicamente. Simplemente se
trata de insistir en que tal investigación es necesaria para establecer una
comprensión completa.
Como en la mayoría de los asuntos, hay una conexión entre la
manera en que se ve la naturaleza y la ideología dominante en la sociedad. El
hecho de que una forma de pensar sobre la naturaleza en la que el equilibrio es
la norma y en la que el enfoque se centra en partes aisladas, «átomos», sea
típico no es un accidente en la sociedad capitalista moderna. Aunque
originalmente era revolucionaria, la clase capitalista ahora tiene que creer, y
decirnos que creamos, que su forma de organizar la sociedad es la mejor. Tiene
que sugerir, independientemente de las pruebas que se acumulan diariamente en
sentido contrario, que la estabilidad y el equilibrio son las condiciones
normales. Tiene que insinuar que no hay ninguna razón por la que la actual
forma de dirigir la sociedad necesite cambiar radicalmente. Su visión de la
sociedad es precisamente la de unidades individuales atomizadas. La familia, el
individuo, son primordiales. «No existe tal cosa como la sociedad», como
argumentó Margaret Thatcher. Cuando esta es la ideología dominante en la
sociedad, no es sorprendente que a menudo influya en la forma en que los
científicos piensan la naturaleza.
¿Qué hay de los patrones generales, “leyes”, que Engels
argumentó que caracterizan los procesos de cambio y desarrollo en la
naturaleza? Yo diría que no hay duda en que los argumentos de Engels sobre el
cambio cuantitativo que da lugar en ciertos puntos a transformaciones
cualitativas son generalmente correctos. En todos los campos de la ciencia, en
todos los aspectos de la naturaleza, uno no puede dejar de encontrase
precisamente con este proceso. Cualquier intento de comprender el mundo natural
que no espere que este sea un rasgo típico del cambio y el desarrollo no puede
reconciliarse con los avances de la ciencia moderna. Por supuesto, esperar
tales patrones de cambio no te dice nada en absoluto sobre la naturaleza
específica de los procesos reales. El mundo natural tiene que ser investigado y
su comportamiento establecido y explicado científicamente.
Sin embargo, una consecuencia de este punto de vista es la
comprensión, cada vez más apoyada por la ciencia moderna, de que es necesaria
una visión radicalmente anti-reduccionista de la naturaleza. A medida que el
cambio cuantitativo da lugar a una transformación cualitativa, surgen nuevas
organizaciones de la materia. Estas tienen formas de comportamiento realmente
novedosas que, si bien son compatibles con las leyes que rigen los componentes
subyacentes, no se reducen simplemente a ellas. La biología no es simplemente
física y química aplicadas. Tampoco el comportamiento y la conciencia humana
son simplemente biología molecular aplicada. Menos aún son la política, la
economía y la historia, biología aplicada. Es necesario un razonamiento que vea
las conexiones entre todos estos diferentes niveles de la organización de la
materia, ya que todos ellos son el resultado de nada más que una mayor o menor
complejidad de la organización de la materia, no hay principios místicos o
vitales en juego. Pero también es necesaria una comprensión de la naturaleza
que vea que cada nivel tiene sus propias leyes, formas de comportamiento, que
no pueden ser leídas por las leyes que rigen un nivel diferente.
En toda la naturaleza se encuentra que las cosas que parecen
tener alguna persistencia, alguna estabilidad, durante un tiempo mayor o menor,
son el resultado de un equilibrio dinámico temporal entre tendencias opuestas o
contradictorias. Esto es tan cierto para los objetos físicos simples, como los
átomos, como para los organismos vivos. Cuando ese equilibrio se rompe (como
siempre ocurre en algún momento), puede producirse un cambio que conduce a un
nuevo desarrollo, una transformación hacia una nueva situación que no es
simplemente una desintegración o una recreación circular de lo que había antes.
Pero esto es un potencial, una posibilidad, más que una característica general.
Además, la forma en que se producen los cambios, y los tipos de posibilidades,
tendencias o patrones que pueden ocurrir son diferentes en los distintos
niveles de la organización de la materia.
Esto es particularmente cierto en los tipos de procesos a los
que Engels habla como ejemplos de la «negación de la negación». Parece tener
poca validez cuando se habla de cambios en objetos físicos simples. Se vuelve
importante cuando se habla de sistemas persistentes más complejos que tienen la
capacidad, al absorber impulsos, de preservarse y posiblemente transformarse a
sí mismos. Por lo que que encaja mucho mejor cuando se trata de organismos
biológicos, cuya condición de existencia es precisamente la continua absorción
y transformación de la materia externa. Es aún más evidente en la subclase de
los cuerpos vivos que han alcanzado la etapa posterior de desarrollo de la
conciencia y luego de la autoconciencia. Estos están constantemente bajo la
influencia de la causalidad externa (están siendo negados) pero al tomar
conciencia de ello tienen la posibilidad de incorporarla bajo su propio control
(sobre todo a nivel colectivo, social) y en el proceso se transforman a sí
mismos y sus relaciones con el mundo exterior. Los organismos vivos abren tipos
de desarrollos, procesos de cambio, que no se dan de la misma forma en el mundo
no vivo. Más aun, con el surgimiento de la conciencia humana y la sociedad se
hacen posibles nuevos patrones de desarrollo y cambio.
Sin embargo, el concepto también es importante cuando se observa
la evolución de la totalidad de la materia en sí. Todos estos diversos niveles
de organización de la materia son facetas diferentes de la misma totalidad
material, que aunque diferenciada tiene una unidad subyacente. Esta totalidad
se ha desarrollado para dar lugar a las diferentes pautas de cambio que se
exhiben en los distintos niveles de la organización, y etapas de la historia,
del mundo natural. Los niveles y los patrones de cambio abiertos en cada uno
son diferentes, pero son aspectos conectados de la unidad subyacente.
Una verdadera visión dialéctica de la naturaleza requeriría la
investigación de todas estas cuestiones, un estudio de los procesos de cambio y
desarrollo en cada nivel de la naturaleza, sus similitudes y sus diferencias.
Construir tal conocimiento, basado firmemente en los resultados reales de una
creciente comprensión científica de la naturaleza, sería el mejor tributo a la
labor pionera de Engels, que sigue siendo, con mucho, el mejor punto de partida
de la filosofía de la ciencia. Los argumentos de Engels sobre la ciencia han
sido ignorados, desestimados o distorsionados durante demasiado tiempo (por los
socialistas a veces tanto como por otros). Cien años desde su muerte es tiempo
suficiente como para que eso cambie. Pero al aprender de Engels y tratar de
construir sobre sus ideas debemos hacerlo en el espíritu en el que él mismo
trabajó: «Qué joven es toda la historia de la humanidad y qué ridículo sería
tratar de atribuir cualquier validez absoluta a nuestros puntos de vista
actuales» [92].
1.
Quoted
in preface to Engels, The Dialectics of Nature(Moscow
1982), p. 6.
2.
The
notes which form The Dialectics of Naturewere not
published until 1927, many years after Engels’ death.
3.
H.
Sheehan, Marxism and the Philosophy of Science(New Jersey
1993), p. 29. This book is a useful guide to the arguments within the
Marxist tradition on science.
4. Ibid.,
p. 30.
5.
For
instance, far from the rigid, mechanical deterministic view Engels is often
attacked for, he time and again attacks such an approach. Indeed this is so
much the case that one is often forced to wonder if these critics have ever
actually read Engels! Rigid determinism in natural science in the 19th century
was best summed up by the French scientist Pierre Laplace. He claimed that the
result of modern science was an all embracing determinism in which the past,
present and future down to the smallest detail were all equally and completely
determined.
Such ‘Determinism’, Engels
argued, ‘tries to dispose of chance by denying it altogether. According to this
conception only simple, direct necessity prevails in nature.’ He mocks this
view:
‘That a particular pea-pod
contains five peas and not four or six, that a particular dog’s tail is five
inches long and not a whit longer or shorter, that this year a particular
clover flower was fertilised by a bee and another not, and indeed by precisely
one particular bee and at a particular time, that a particular windblown
dandelion seed has sprouted and another not, that last night I was bitten by a
flea at four o’clock in the morning, and not at three or five o’clock, and on
the right shoulder and not on the left calf – these are all facts which have
been produced by an irrevocable concatenation of cause and effect, by an
unshatterable necessity of such a nature indeed that the gaseous sphere, from
which the solar system was derived, was already so constituted that these
events had to happen this and not otherwise. With this kind of necessity we
likewise do not get away from the theological conception of nature. Whether
with Augustine and Calvin we call it the eternal decree of God, or Kismet as
the Turks do, or whether we call it necessity, is all pretty much the same’ (The
Dialectics of Nature, p. 499).
6.
H.
Sheehan, op. cit., also defends Engels well from some of
the attacks he has suffered.
7.
F.
Engels, The Dialectics of Naturein Marx,
Engels, Collected Works (MECW), Vol. 25
(London 1987), p. 319.
8. Ibid.,
p. 320.
9.
His
explanation, which drew on work on magnetism by Gilbert, was wrong, but the
attempt was important. Until then a central belief in all explanations of
nature was the sharp distinction between the Moon and the Earth and the rest of
the heavens, the ‘sublunary’ and ‘superlunary’ spheres in the language of the
day. This distinction was based on the authority of Aristotle, who had been
adopted by the Catholic Church, the key ideological authority in feudal
society, for its own purposes. In the superlunary sphere, the world of the
planets and stars, everything was perfect, unblemished and unchanging,
everything was supposed to move endlessly in perfect circles. Change, decay,
transformation were the preserve of the ‘corrupt’ sublunary sphere, i.e. Earth
and its immediate environment. Kepler’s arguments were therefore a challenge to
this central doctrine of the old world view. Galileo’s findings with the
telescope must also be seen in this context to appreciate their revolutionary
nature.
10. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 465.
11. Ibid.,
p. 466.
12. Ibid.,
p. 466.
13. Ibid., p. 466. For one period of history
Boris Hessen fulfilled Engels’ hope. Hessen’s account of the relationship
between the development of Newton’s science and social and production
developments is a masterpiece. See The Social and Economic Roots of
Newton’s Principiain Science at the Crossroads:
Papers presented to the International Congress of the History of Science and
Technology, held in London from 29 June to 3 July 1931, by the
delegates of the USSR (London 1971). Hessen disappeared in the Stalinist purges
in the USSR in the 1930s.
14. Ibid.,
p. 321.
15. Ibid.,
pp. 321–322.
16. Ibid.,
p. 322.
17. Ibid.,
p. 322.
18. Ibid.,
p. 322.
19. Ibid., p. 322. Newton’s theory explained
the motion of the planets once they were moving, he required a ‘first impulse’
(i.e. god) to set the whole mechanism in motion.
20. Engels, Anti-Dühring, MECW,
Vol. 25, op. cit., p. 25.
21. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 324.
22. Ibid.,
p. 323.
23. Ibid.,
p. 324.
24. Ibid.,
p. 324.
25. Ibid.,
p. 324.
26. Ibid.,
p. 325.
27. See a description of this process by one
of the key founders of thermodynamics in Reflexions on the Motive
Power of Fireby Sadi Carnot, translated and edited (with excellent and
fascinating notes) by R. Fox (Manchester University Press 1986).
28. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.. p. 325.
29. Ibid.,
p. 325.
30. Ibid.,
p. 326.
31. Ibid.,
p. 326.
32. Quoted in H. Sheehan, op.
cit., p. 38.
33. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 327.
34. K. Marx and F. Engels, Communist
Manifesto, Marx Engels Selected Works,
Vol. I (Moscow 1977), p. 111.
35. Ibid..
36. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 327.
37. Ibid., p. 327.
38. Engels, Anti-Dühring, MECW, op.
cit., p. 21.
39. Ibid.,
p. 22.
40. Ibid.,
p. 22.
41. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 353.
42. Ibid.,
p. 491.
43. Engels, Anti-Dühring, MECW, op.
cit., p. 22.
44. Ibid.,
p. 22.
45. Ibid.,
p. 22.
46. Ibid.,
pp. 22–23.
47. Ibid., p. 23.
48. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 495.
49. Ibid.,
p. 515.
50. Ibid.,
pp. 515–516.
51. Engels, Anti-Dühring, MECW, op.
cit., p. 23.
52. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 356.
53. Ibid., pp. 342–343. Engels tackles many
arguments about what is ‘scientific method’. In doing so he challenges many of
the then fashionable arguments in a way that was decades in advance of his
time. This is especially relevant given that at the time of writing Karl
Popper, the famous philosopher of science, has recently died. Popper,
especially through his Logic of Scientific Discovery, had
been one of the most influential philosophers of science of the last few
decades, and there is much in his arguments that is important.
Few of those who study or follow
Popper have probably ever bothered to read Engels. Popper himself was a bitter
– if shallow – opponent of Marxism. It is therefore amusing that many of
Popper’s most original insights about science were precisely those to which
Engels had pointed. Popper attacked the traditional empiricist view of science
as the gradual accumulation of secure facts, with theories then being developed
by induction from these facts and verified through experiment. Instead Popper
argued that even the most straightforward observation of nature contains
irreducible elements of theory – all observation is ‘theory laden’. Engels
makes precisely this point in a sharp attack on empiricism: ‘However great
one’s contempt for all theoretical thought, nevertheless one cannot bring two natural
facts into relation with each other, or understand the connection existing
between them, without theoretical thought’ (The Dialectics of Nature,
p. 354).
Again Popper attacked the notion
that scientific theories are constructed by induction from empirical facts.
Rather he argued that science develops through the formation of bold
conjectures, or hypotheses, which may not be based on facts but which can be tested
experimentally. Moreover, far from verifying theory, the point of these tests
was to falsify wrong theories. Scientific theories had to be open to
falsification; hypotheses were to be refuted by experience. Much of this
approach can be found in outline in Engels’ work. He called induction ‘a
swindle’. ‘According to the inductionists, induction is an infallible method.
It is so little so that its apparently surest results are every day overthrown
by new discoveries’ (Engels, The Dialectics of Nature, p. 508).
And he gives example after example of how theories had been refuted by new
facts. Engels also pointed out the logical problem with induction, in precisely
an example found in Popper, that ‘it does not follow from the continual rising
of the sun in the morning that it will rise again tomorrow’ (Engels, The
Dialectics of Nature, p. 510). And Engels draws the conclusion,
‘The form of development of natural science, in so far as it thinks, is
the hypothesis’, and that science develops as ‘observational material
weeds out these hypotheses’ (The Dialectics of Nature,
p. 529, emphasis in Engels’ original).
Critics of Engels often argue
that dialectics denies the validity of formal logic. This is simply not true.
Dialectics is rather a critique of the limits of formal logic. Such logic is
invaluable, but is not capable of fullygrasping a dynamic,
changing world. (It is interesting to note in this context that some logicians
today are seeking to develop new kinds of logic based upon the quantum
mechanical nature of reality – which does not easily fit the categories of
traditional logic.)
In later years Engels’ ideas on
dialectics were distorted out of all recognition by official Stalinist
philosophers of states like the USSR, China and the old regimes in Eastern
Europe. This has sometime led many genuine Marxists who opposed these regimes
to be suspicious of talk of ‘dialectics’. This, however understandable its
motives, is mistaken. These regimes turned every aspect of genuine Marxism on
its head in a grotesque parody aimed at legitimising their own rule and
exploitation of workers. Genuine Marxists have always had to rescue the real
meaning of Marxism from such distortions and insist on its continued relevance.
The same approach should be adopted with Engels’ arguments on dialectics.
54. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 356.
55. Ibid.,
p. 357.
56. Ibid.,
p. 359.
57. Ibid.,
p. 359.
58. Ibid.,
p. 359.
59. Ibid.,
p. 361.
60. Ibid.,
p. 357.
61. Ibid.,
p. 492.
62. Engels, Anti-Dühring, MECW, op.
cit., p. 130.
63. Ibid.,
pp. 76–77.
64. Ibid.,
p. 130.
65. Engels, The Dialectics of
Nature, in MECW, op. cit.,
p. 587.
66. Engels, Anti-Dühring, MECW, op.
cit., p. 24.
67. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 321.
68. S. Rose, R. Lewontin and L. Kamin, Not
In Our Genes(Penguin 1984); S. Rose, The Making of Memory (London
1992); R. Lewontin, The Doctrine of DNA (London
1993); R. Levins and R. Lewontin, The Dialectical Biologist (Harvard
University Press 1985). Why biologists are more inclined to a dialectical
approach than most other scientists is an interesting question. I suspect it is
a result of a combination of factors. One is that the scientific material
itself more clearly pushes biologists towards a dialectical understanding.
Secondly, political and philosophical argument is forced upon biologists in a
far sharper way than in many sciences, given, for example, arguments about
human nature etc. Thirdly, the fact that a number of the individual biologists
concerned have at various points been connected to Marxist political
traditions, and more so than in, say, physics, must play a part.
69. P. Davies, The Mind of God(London
1992), pp. 231–232. To be fair to Davies he is one of the few writers on
modern physics who asks the right questions. Most of his attack on materialism
is in fact a well justified refutation of mechanical materialism. The thrust of
much of this is little different from Engels’ own arguments. I do not know if
Davies has ever read Engels. Unfortunately, whether through ignorance of this
tradition or otherwise, Davies’s correct rejection of mechanical materialism
leads him to mistakenly reject genuine materialism.
70. P. Davies and J. Gribbin, The
Matter Myth(London, 1991), p. 7.
71. Ibid.,
p. 8.
72. Engels, The Dialectics of
Nature, MECW, op. cit.,
p. 527.
73. Good discussions of the problems and interesting
suggestions of possible solutions, written in a fairly non-technical fashion,
can be found, for example, in P. Coveney and R. Highfield, The
Arrow of Time(London 1991), and M. Gell-Mann, The Quark
and the Jaguar(Little Brown 1994). Some of the problems are beginning
to be resolved in the most convincing way by a new generation of fascinating
experiments, many centred in France under scientists like Serge Haroche. They
are beginning to demonstrate how the transition from the strangeness of the quantum
mechanical behaviour of atomic objects to the more familiar behaviour of larger
scale objects takes place. (Lecture by Serge Haroche, Royal
Society, London, October 1994.)
74. This was the theme of a major article in
the March 1994 edition of the reputable Scientific Americanmagazine,
for instance.
75. Quoted in The Arrow of Time, op.
cit..
76. H. Sheehan, op. cit.,
p. 31.
77. Ibid.,
p. 319.
78. The whole of the October 1994 issue of
the excellent Scientific Americanmagazine is devoted to
an overview of this whole process through its various stages. On reading
through this after reading Engels one cannot help feeling that it should have
been dedicated to his memory. In passing it is worth saying that the ‘big bang’
model has its own limitations. It is only valid up to a point. The laws of
physics in their present form break down at the very high energies and
densities as we try and track evolution back towards the ‘bang’. No one can yet
trace that development back beyond a certain point as a result. On the same
theme even the fundamental principle of the conservation of energy is only
strictly valid within certain limits. It is now established that it can be
violated provided the time scale involved in the violation is small enough – as
a consequence of the uncertainty principle of quantum mechanics.
79. It is misleading, as is often suggested,
to say the butterfly alone ‘causes’ the hurricane. The real point is that a
tiny change in the totality of causes can result in radically different
outcomes.
80. One interesting aspect of chaos theory
is that the old notions about dimensions have had to be radically changed.
Usually one thinks of something having one (a line), two (a surface) or three
(a solid) dimensions. In chaos theory this understanding is shown to be limited
and insufficient to grasp reality. Objects can have fractional dimensions (e.g.
1.57). The beautiful pictures often seen in books on chaos are of such
‘fractals’.
81. For a fuller discussion of chaos theory
see my Order out of Chaos, International Socialism
48, 1990. Also see, for instance, I. Stewart, Does God
Play Dice?(Basil Blackwell 1989); J. Gleick, Chaos:
Making a New Science (Sphere 1988).
82. Thermodynamics and classical dynamics
can be reconciled (via statistical mechanics) for systems at, or near,
equilibrium. But this reconciliation breaks down for systems far from
thermodynamic equilibrium. Engels’ discussion of mathematics, of which he had a
good knowledge and keen interest, is another important aspect of his work. His
attitude is refreshing compared to much modern philosophical discussion on
mathematics. All too often such discussion sees mathematical concepts as either
simply the free creation of the human mind, completely divorced from the real
world, or as existing independently of the material world or human thought in
some ‘timeless, etherial sense’. This is the view of the leading mathematician
Roger Penrose (see R. Penrose, The Emperor’s New Mind,
London 1990). In this view, known as Platonism, as the notion has much in
common with arguments advanced by the ancient Greek philosopher, these eternal
concepts exist ‘out there’ as much as ‘Mount Everest’ (Penrose, p. xv) and
are ‘discovered’ when mathematicians succeed in breaking through to this
‘Platonic’ world by an act of insight or when they ‘have stumbled across the
“works of God”.’ (Penrose, p. 126)
In contrast to such approaches,
Engels insists that mathematical concepts are rooted in the material world.
‘The concepts of number and figure have not been derived from any source other
than the world of reality’ (Anti-Dühring, op.
cit., p. 36). For instance, ‘Counting requires not only objects
that can be counted, but also the ability to exclude all properties of the
objects considered except their number – and this ability is the product of a
long historical development based on experience. Like the idea of number, so
the idea of figure is borrowed exclusively from the external world and does not
arise in the mind out of pure thought. There must have been things which had
shape and whose shapes were compared before anyone could arrive at the idea of
figure.
‘Pure mathematics deals with the
space forms and quantity relations of the real world – that is with material
which is very real indeed. The fact that this material appears in an extremely
abstract form can only superficially conceal its origin from the external
world.’ (Anti-Dühring, op. cit.,
pp. 36–37)
Though Engels insists mathematics
is in this way rooted in the real world, it is not simply a reflection of it
but rather an abstraction from it: ‘In order to make it possible to investigate
these forms and relations in their pure state, it is necessary to separate them
entirely from their content, to put the content aside as irrelevant, thus we
get points without dimensions, lines without breadth and thickness, a and b, x and y,
constants and variables; and only at the very end do we reach the free
creations and imaginations of the mind itself, that is to say imaginary
magnitudes.’ Engels was certainly not arguing that mathematical concepts did
not soar far away from their material origins as they were developed. He
attacked, for instance, those who were unhappy with the idea of what
mathematicians call imaginary numbers – like ι, the square
root of −1.
Engels went on to comment on the
problem of why it is that ‘pure’ mathematics can be ‘applied’ to the real world
– a problem which has long exercised philosophers of mathematics.
‘Like all other sciences,
mathematics arose out of the needs of men … but, as in every department of
thought, at a certain stage of development the laws, which were abstracted from
the real world, become divorced from the real world, and are set up against it
as something independent, as laws coming from the outside, to which the world
has to conform.
‘In this way … pure mathematics
was subsequently applied to the world, although it is borrowed from this same
world and represents only one part of its forms of interconnection – and it is
only just because of this that it can be applied at all.’ (Anti-Dühring, op.
cit., p. 37)
Engels’ comments are certainly a
long way short of a fully worked out philosophy of mathematics but they contain
much that provides a useful starting point in any serious attempt to construct
such an understanding.
83. See for a discussion of all these
points, for example: The Arrow of Time, op.
cit., M. Mitchell Waldrop, Complexity(Viking
1993), and I. Prigogine and I. Stengers, Order out of Chaos (Flamingo
1985).
84. Quoted in M. Mitchell Waldrop, op.
cit., p. 82. Anderson won his Nobel Prize in 1977 for his
detailed explanation of a marvellously dialectical process in nature. Metals
are either conductors or insulators of electricity. But it was then found that
certain metals could undergo a transition from being a conductor into an
insulator. Anderson explained how this startling transformation happened.
85. In fundamental particle physics many of
the theories put forward today to overcome some of the difficulties with
existing explanations combine two elements. On the one hand they often seem to
contain genuine insights which will one day have to be incorporated into any
new understanding. But on the other they are often riddled with fanciful
notions and wild flights of speculation which are far removed from any
meaningful contact with any aspect of the world open to us at present – and
very often even the advocates of these theories are not sure what they are
really talking about.
A good example is the latest
attempt to reconcile quantum theory with gravity-string theory. This seems to
have genuine insight. All previous attempts have been plagued by infinite
quantities which occur in the mathematical descriptions and which make a
nonsense of them. The easiest way to picture why these arise is to recall that
in, for example, gravity the force changes in inverse proportion to the square
of the distance – 1/r². In established explanations particles like, for
instance, electrons are pictured as being point-like, having no extension.
Think what happens to an expression like 1/r² when r becomes zero. In a more
complicated but analogous manner many of the fundamental problems in modern
science are rooted in the very notion of point-like particles which dominates
physics. String theory gets rid of these infinities and for the first time
seems to point to a genuine reconciliation of quantum theory and gravity. The
key element is that it sees particles not as point-like objects but rather as
two dimensional ‘strings’, with energies and masses of different particles
being analogous to various ‘harmonics’ on a guitar string. The problem, however,
is that the whole theory only makes sense in a ‘space’ of ten dimensions which
somehow is structured in such a way that we only see the three dimensions of
everyday experience. The theory seems to be saying the essence of reality is a
ten dimensional space, but the appearance is three dimensions of everyday
experience. There are severe problems with this notion. One, for instance, is
that some key mathematical structures vital to explaining the world are only
valid in a space of three dimensions. In consequence no one, including its
inventors, is sure what string theory means, or how real the extra dimensions
are supposed to be. And as yet no one has found a way to extract from it
testable consequences. Is it the starting point of a new understanding or a
flight of speculation that will turn out to have no connection with the way the
world really is? (For a discussion of string theory see F. David Pleat, Superstrings,
Cardinal 1988).
86. V.I. Lenin, Materialism and
Empirio-Criticism(Peking 1972), p. 311.
87. I. Prigogine and I. Stengers, Order
out of Chaos(London 1988), p. 252.
88. R. Levins and R. Lewontin, The
Dialectical Biologist(Harvard University Press 1985).
89. S. Hawking, A Brief History
of Time(Bantam 1989), p. 175.
90. I. Prigogine and I. Stengers, op.
cit., p. 313.
91. For a more detailed discussion of the
ideas of modern science covered in this section the following references are a
good starting point. One of the best is undoubtedly P. Coveney and R.
Highfield, The Arrow of Time, which covers almost all the
ground discussed here. Also useful are M. Mitchell Waldrop, Complexity,
I. Prigogine and I. Stengers, Order out of Chaos, and M.
Gell-Mann, The Quark and the Jaguar. Those interested can
find further references in these works. All require effort but none require a
formal mathematical or scientific training to understand. Anyone wanting to go
into the arguments in a more detailed fashion could try the fairly
comprehensive collection of essays, P. Davies (ed.), The
New Physics(Cambridge University Press 1989) – many, but not all, of
these require a fairly good knowledge of mathematics.
92. Engels, Anti-Dühring, MECW, op.
cit., p. 106.
Fuente: izquierdaweb