Paul McGarr

Engels y las ciencias naturales


El interés que Engels y Marx tenían por la ciencia los acompaño durante toda su vida. La ciencia constituía una parte esencial de la concepción materialista del mundo sobre la que se asentaba su política. Marx decía que “está en la base de todo conocimiento.” 1

De los dos fundadores de la tradición marxista, fue Engels el que se mantuvo más en contacto con las ciencias. Engels había planeado uno de sus mayores trabajos, en el que describiría su manera de aproximarse a la ciencia, su historia, el lugar que ocupaba en la sociedad y los argumentos filosóficos que la envolvían. Sin embargo, nunca lo completó. De ese trabajo sobreviven apuntes y algunos capítulos (unos enteros, otros no tanto) que fueron recopilados y publicados bajo el título “Dialéctica de la naturaleza.”2 Engels nunca pudo desarrollar sus ideas hasta el final, principalmente porque tuvo que suspender su trabajo en “Dialéctica de la naturaleza” para dedicarle más tiempo al en aquel momento incipiente movimiento socialista. En Alemania, un profesor ahora olvidado hace tiempo, Dühring, se había vuelto relativamente conocido en algunos sectores del movimiento obrero alemán. Marx, que para ese momento estaba ocupado con la redacción de El capital, instó a Engels a abrir la discusión contra Dühring:

Claro que a ti no te cuesta nada hablar. Tienes la posibilidad de estudiar las condiciones agrarias rusas en particular y de la renta en general, recostado y cálido en tu cama, sin nada que te moleste. A mí me toca nuevamente interrumpir todo de repente y ocuparme del aburrido de Dühring sentado en un banco duro y bebiendo vino frío. 3

 

Los argumentos de Dühring carecen de sustancia. Engels, de manera desdeñosa, hablaba de la “pseudociencia presuntuosa” que utilizaba Dühring para “hablar de todas las cosas posibles y algunas otras más.” 4 De todos modos, Engels aprovechó la oportunidad de la polémica abierta contra Dühring para presentar las ideas básicas de la concepción del mundo que compartía con Marx. Como Dühring había utilizado la ciencia para justificar algunos de sus argumentos, Engels no dudó en responder con algunas de sus ideas sobre la ciencia. La muerte de Marx le impidió a Engels continuar Dialéctica de la naturaleza: por un lado, porque preparar y publicar las partes sin finalizar de El capital de Marx acaparaban gran parte de sus energías. Pero también, por otro lado, se encontraba cada vez más defendiendo al marxismo al interior del movimiento socialista.

Aun así, a pesar de que el trabajo de Engels se encuentre inconcluso, nos da una idea bastante clara de sus perspectivas respecto a la ciencia. Perspectivas que han sido el núcleo de importantes controversias, tanto entre marxistas como entre marxistas y aquellos hostiles al socialismo. Así, tanto marxistas como no marxistas han llegado a tergiversar gran parte de los argumentos esgrimidos por Engels.

Los argumentos contra Engels son dos. Por un lado, se lo acusa de una forma cruda y mecánica de materialismo; mientras que por otro lado, se le recrimina utilizar conceptos del filósofo idealista Hegel, que no tienen lugar alguno en una concepción materialista del mundo. Los críticos de Engels generalmente llegan a acusarlo de ambos pecados, sin notar la evidente contradicción. En realidad, se podría decir que el núcleo del trabajo de Engels es una polémica justamente contra esos dos argumentos que son generalmente esgrimidos en su contra. John Rees se ocupa minuciosamente de esta problemática en otra parte de este libro. El objetivo de este capítulo, por otro lado, es lo propuesto por Engels en cuanto a las ciencias naturales. Para esto, haré uso extensivo de las palabras de Engels, ya que muchas veces los ataques a sus argumentos están fundamentados en crudas distorsiones. Luego, procederé a analizar sus argumentos a la luz del siglo de desarrollo que atravesaron las ciencias naturales desde su muerte en 1895.

Historia natural e historia de la ciencia

Engels celebraba entusiásticamente cada avance que significara un progreso en la comprensión científica del mundo. Esto se ubicaba en el contexto de la puja entre las dos maneras fundamentales de comprender el mundo que recorren la historia de la humanidad: el materialismo y el idealismo. El materialismo parte de la premisa de que hay un mundo objetivo independiente y que precede al ser humano, sus ideas y su conciencia (o la de un supuesto dios) La mayoría de los materialistas también sostendría que el mundo se mueve de determinada forma, es decir, que está sujeto a leyes que pueden ser descubiertas y comprendidas. Al materialismo, y sus diversas formas, se le ha opuesto a lo largo de los años, otra concepción, el idealismo. Esta corriente sostiene que el mundo depende de una idea o conciencia, sin la cual no puede existir. En muchos casos, esta idea se traduce en la forma de una religión en la que un dios o un ser no corpóreo constituye la condición previa de toda existencia.

Durante gran parte de la historia de la humanidad, el idealismo, generalmente en la forma de la religión, dominó las formas a través de las cuales el ser humano intentaba comprender, interpretar y explicar el mundo.  Sin embargo, la revolución científica de los siglos XVI y XVII inclinó decisivamente la balanza a favor del materialismo, con reconocidas figuras como Copérnico, Galileo, Kepler y Newton. Engels vinculaba esta revolución con el creciente desarrollo de la moderna sociedad burguesa y la derrota de la antigua estructura feudal de la sociedad. La revolución científica signifcó un punto de inflexión en la historia de la humanidad, en el que “se quebró la dictadura de la Iglesia sobre las mentes de las personas”, “la revolución más progresiva a la que la humanidad ha asistido hasta ahora.” 7

Decía Engels: “Las ciencias naturales se desarrollaron en el medio de la gran revolución, que de por sí ya era profundamente revolucionaria.” 8 Copérnico dio el primer paso en la revolución científica en 1543 con la teoría de que era la Tierra la que giraba en torno al sol y no al revés, lo cual corría del centro del universo tanto al ser humano como la Tierra, un desafío fundamental a los preceptos que dominaban la concepción religiosa. Luego Kepler demostró que los planetas no se movían en órbitas perfectamente circulares, como estaba establecido, sino que sus movimientos conformaban una elipsis. Además, Kepler también explicaba, de manera revolucionaria, que tanto los movimientos de los planetas como de los cuerpos en la misma Tierra se podían explicar a través de los mismos principios físicos. 9

Galileo, haciendo uso del telescopio, cuyo desarrollo obedecía a propósitos militares, pudo derribar varias ideas establecidas que afirmaban que la Tierra era la única que poseía una luna, demostrando que, por ejemplo Júpiter, tenía varias. También descubrió que el sol, concebido como un cuerpo perfecto e inmaculado, en realidad contaba con varias manchas. Galileo también llevo a cabo experimentos sistemáticos que le permitieron presentar una fórmula para entender la aceleración, o el cambio de velocidad, un cambio crucial para entender la dinámica de movimiento de los objetos. Newton, por su parte, fue todavía más allá: demostró que todo movimiento, desde manzanas que caen de los árboles, pasando por la trayectoria de balas de cañón y las mareas de la Tierra hasta el movimiento de la propia Luna y los planetas se podían explicar sobre la base de sus tres leyes de movimiento y la ley de gravedad. Creó también, junto al filósofo Leibniz, el cálculo matemático, que permitía a los científicos calcular precisamente procesos con cambios continuos, como la velocidad y la aceleración.

Si bien Galileo y Newton fueron “gigantes”, también eran producto de la sociedad en la que vivían. Los problemas sobre los que pensaron y de los que se ocuparon eran los mismos que afectaban a una sociedad en la que la burguesía estaba expandiendo tanto su riqueza como su poder, lo que al mismo tiempo cambiaba la manera en que los seres humanos ser relacionaban con la naturaleza.

El impulso de la burguesía de expandir el comercio y la producción significaba que tenía un interés vital en entender y explotar el mundo natural. Esto era lo que se encontraba detrás de los grandes descubrimientos científicos. En varias partes de Dialéctica de la naturaleza, que sobrevivieron como apuntes y esbozos, Engels vincula el desarrollo de las ciencias con el de la producción: “El origen y el desarrollo de las ciencias ha estado determinado, desde sus primeros días, por el desarrollo de la producción” 10. Si bien Engels nunca tuvo la oportunidad de desarrollar sus argumentos, hay algunos párrafos que nos dan una idea de la dirección en la que apuntaba:

Si, una vez pasada la oscuridad de la Edad Media, las ciencias se levantaron una vez más con una fuerza nunca antes imaginada y desarrollándose a una velocidad milagrosa, entonces una vez más debemos este milagro a la producción. En primer lugar, porque después de las cruzadas la industria comenzó a desarrollarse a pasos agigantados y trajo a la luz toda una nueva variedad de novedades mecánicas (tejido, relojería, molienda) químicas (teñido, metalurgia, alcohol) y físicas (lentes)

 

Eso “no sólo proporcionaba una gran cantidad de material nuevo para la observación, sino que incrementaba la cantidad de medios disponibles para experimentar y permitía la construcción de nuevos instrumentos.” Además, los “descubrimientos científicos, llevados a cabo puramente en búsqueda de ganancias y, por lo tanto, en última instancia, por la producción misma, abría las puertas a una cantidad hasta entonces inaccesible de material de carácter meteorológico, zoológico, botánico y fisiológico. 11

Engels señalaba que los propios descubrimientos científicos cambiaban tanto a la sociedad como a la producción misma. Además, entendía que la ciencia se desarrollaba a través de su propia dinámica interna, al intentar lograr que las teorías fueran consistentes tanto interna como mutuamente. Su objetivo era hacer énfasis en algo que era comúnmente olvidado: “hasta ahora, únicamente se alardea de todo lo que el desarrollo de la producción le debe a la ciencia, pero la ciencia le debe todavía mucho más a la producción.” 12 Como con muchas otras notas, Engels cierra con un deseo que nunca pudo cumplir: “esto debe ser estudiado en detalle para poder ser desarrollado.” 13

Si bien la revolución científica fue un enorme salto adelante, seguía presentando un rasgo particular: su carácter unilateral. “Lo que en especial caracteriza este período es la elaboración de una perspectiva general cuyo centro es la idea de la absoluta inmutabilidad de la naturaleza.” 14 El núcleo de esta perspectiva “newtoniana” estaba consagrado en la noción de que “la naturaleza, sea la que fuere la manera en la que llegó al mundo, una vez presente, permanecería de la misma manera mientras siguiera existiendo.”

Los planetas y sus satélites, una vez puestos en movimiento por la misteriosa fuerza del primer impulso, recorrieron sus predestinadas rutas elípticas durante toda la eternidad. [La Tierra] ha permanecido inalterada durante toda la eternidad, o, alternativamente, desde el primer día de su creación. Los “cinco continentes” de hoy en día siempre existieron y siempre tuvieron las mismas montañas, valles y ríos, el mismo clima, la misma fauna y la misma flora, salvo en aquellos casos donde el cambio o la trasplantación tuvieron lugar por la mano del hombre. Las especies de plantas y animales fueron establecidas de una vez y para siempre una vez que fueron consagradas a la existencia. 15

 

En contraste con la historia de la humanidad, “que se desarrolla a lo largo del tiempo, se le asignó a la historia de la naturaleza un desarrollo espacial.” 16   Todo cambio o desarrollo en la naturaleza era negado, y en consecuencia, la “ciencia natural, tan revolucionaria en sus inicios, de repente se ve provista de una naturaleza conservadora, según la cual, incluso hoy en día, todo existe de la misma manera que lo hizo desde el comienzo, y según la cual todo permanecería de la misma manera hasta el fin del mundo o durante toda la eternidad.” 17

Si bien la ciencia había desafiado a la religión, “seguía profundamente enredada en la teología.” 18 Esta forma estática de ver el mundo no le permitía dar respuesta a otras preguntas igual de importantes. “¿De dónde surgen las innumerables especies de plantas y animales? Pero, sobre todo, de dónde viene el hombre, ya que, después de todo, nadie negaba que el hombre no había estado presente durante toda la eternidad.” Frente a tales preguntas “la ciencia natural muy frecuentemente relegaba toda responsabilidad en el creador de todas las cosas. Copérnico abre el período rechazando la teología; Newton lo cierra postulando un primer impulso divino.” 19

Los descubrimientos científicos del siglo XIX vinieron a cuestionar esta visión estática del mundo. Estos nuevos descubrimientos fueron espectaculares, a un nivel similar de los llevados a cabo por Galileo y Newton. Muchas veces se da a entender que los cimientos establecidos por Newton permanecieron relativamente inalterados hasta la revolución científica del siglo XX asociada con personalidades como Albert Einstein, lo cual está muy lejos de ser verdad. La ciencia del siglo XIX, que se llevó a cabo durante la Revolución industrial, transformó completamente nuestra forma de entender la naturaleza. Sobre todo, estos nuevos descubrimientos demostraron que “la naturaleza tiene su propio tiempo en la historia” 20  que nada en la naturaleza “simplemente existe, sino que nace, y así como nace, también muere.” 21 Esta percepción constituye la piedra angular de la concepción de Engels sobre la naturaleza.

La primera ruptura en la visión estática del mundo “fue llevada a cabo, no por un científico de la naturaleza, sino por un filósofo.” 22 El gran filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant elaboró la hipótesis de que tanto la Tierra como el sistema solar habían evolucionado a partir de una nube gaseosa giratoria. Más adelante, el científico francés Pierre Laplace desarrollo los detalles científicos de la hipótesis de Kant. Si bien hoy en día los detalles en sí de la hipótesis se consideran incorrectos, sí estaba en lo correcto en varios puntos esenciales. Por sobre todo, lo crucial era que “si la Tierra había surgido en un momento, entonces su actual estado geológico, geográfico y climático, así como su flora y su fauna, también deben haber surgido en un momento particular; deben tener una historia.”23

Esta línea argumentativa pronto recibió apoyo de otro sector: “con la aparición de la Geología, se demostró no sólo que las capas terrestres se formaron unas tras otras y se depositaron unas tras otras, sino que las carcasas y esqueletos de animales extintos y los troncos, hojas y frutos de plantas también extintas estaban también contenidos en estas capas.” 24 La nueva geología, desarrollada en un principio por Charles Lyell, indicaba que “no sólo la Tierra en sí, sino que también su superficie actual y las plantas y animales que en ella viven poseen su propia historia.” 25

Sin embargo, existía todavía una contradicción entre la nueva geología y su nueva visión de una Tierra cambiante y la supuesta naturaleza constante de las plantas y animales que la habitaban. Engels comentaba perceptivamente al respecto:

La tradición no sólo pisa fuerte en la Iglesia Católica, sino que también está presente en la ciencia natural. Lyell no pudo ver la contradicción y sus alumnos mucho menos. Esto sólo se explica por la división del trabajo que en ese entonces se había vuelto dominante en la ciencia natural, que de una manera restringía a cada persona a su campo de investigación, lo que resultaba en que sólo unos pocos pudieran mantener una visión comprehensiva. 26

 

La física también atravesó grandes cambios durante el siglo XIX. Ahora, junto al establecido conocimiento de las mecánicas y dinámicas de cuerpos materiales se encontraban ciencias nuevas aplicadas al calor, la electricidad y el magnetismo. Estos avances estaban íntimamente conectados con los avances de la Revolución industrial que para ese entonces estaba transformando la sociedad capitalista. Por ejemplo, la termodinámica, la ciencia de procesos que involucran el calor, se desarrolló a partir de los intentos por entender los principios detrás de las máquinas de vapor y poder así mejorar su eficiencia. 27

En un primer momento, estos avances dieron lugar a diferentes teorías que intentaban explicar cada fenómeno sobre la base de una fuerza física y natural distinta. Sin embargo, hacia mediados del siglo XIX un grupo de científicos lograron avances revolucionarios. Meyer, de Alemania, y Joule, de Inglaterra, demostraron que los movimientos mecánicos podían ser convertidos en energía térmica y viceversa. Asimismo, luego se logró demostrar que ambas formas de energía podían ser convertidas en electricidad, magnetismo y fuerzas químicas. Lograron así “demostrar que todas las denominadas fuerzas físicas, fuerzas mecánicas, calor, luz, electricidad, magnetismo, incluso las llamadas fuerzas químicas podían, bajo condiciones determinadas, transformarse las unas en las otras y viceversa sin que ocurriera ninguna pérdida de energía durante el proceso.” 28

El objetivo de esas investigaciones no era únicamente probar que la ciencia había logrado demostrar esas transformaciones, sino que éstas estaban gobernadas por ciertas leyes. En su base se encontraba el conocido “principio de conservación de energía”, el cual constituye un principio fundamental de la ciencia moderna: la energía podía pasar de una forma a otra sin ver modificada su propia magnitud. Esto constituía otro duro golpe contra la visión estática del mundo. Engels escribía que “de ésta manera, las fueras físicas especiales, aquellas especies inmutables de la ciencia, quedaban constituidas en varias formas diferenciadas de los movimientos de la materia, que podían pasar de una forma a otra de acuerdo a leyes establecidas.” 29 Más adelante durante el siglo XIX los científicos demostraron que no sólo la energía térmica y los movimientos mecánicos se podían transformar los unos en los otros, sino que la misma naturaleza del calor consistía en los movimientos mecánicos, mayores o menores, de los átomos o moléculas que componían un cuerpo.

La química, por su parte, también estuvo sujeta a un “desarrollo asombrosamente veloz” que “atacó las antiguas ideas sobre la naturaleza.” Todavía permanecía una división infranqueable al interior de la química en cuanto a la “química orgánica”, pertinente a los organismos vivos, y la “química inorgánica”. Pero ahora “la preparación de compuestos que hasta ahora eran propios de organismos vivos a través de medios inorgánicos demostró que las leyes de la química mantienen su valides tanto para cuerpos orgánicos como inorgánicos, y logró, en gran parte, cerrar de manera considerable el espacio que hasta entonces subsistía entre la naturaleza orgánica e inorgánica.” 30

La antigua concepción del mundo también sufrió ataques “por parte de la esfera de investigación biológica.” La biología fue sometida a una transformación que derribó para siempre un gran número de ideas hasta entonces sostenidas. “A medida que la investigación avanzaba, cada vez de forma más profunda y exacta, más se venía abajo el rígido sistema de una naturaleza orgánica fija e inmutable.” 31 La culminación de estas investigaciones fue consagrada en el trabajo el Origen de las especies de Darwin de 1859 y su teoría de la evolución de las especies mediante la selección natural, que puso fin al postulado de especies fijas e inmutables. Engels, entusiasmado, le escribía a Marx: “Darwin, a quien me encuentro leyendo, es magnífico: nunca antes había visto un intento tan espléndido de demostrar el desarrollo histórico de la naturaleza.” 32

Así, Engels indicaba cómo la antigua visión inmutable y ahistórica de la naturaleza había sido cuestionada, si no derribada, por los avances de las ciencias en el siglo XIX. De acuerdo a esta nueva forma de ver el mundo, “lo rígido se disolvía, lo fijo se disipaba, todas las particularidades hasta entonces eternas se habían vuelto transitorias.” En el Manifiesto comunista, Marx y Engels sostenían, desde una perspectiva social, que en la sociedad capitalista “las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado (…) se derrumban y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que es sólido se desvanece en el aire.” 34 En el capitalismo, esto se debía a que “la burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los medios de producción (…) y con él todo el régimen social.” 35 Este mismo proceso había empujado a las ciencias a derribar la antigua visión estática del mundo, demostrando que tanto el cambio como la transformación continua son inherentes a la naturaleza.

Esta forma de concebir el mundo no era completamente nueva, de hecho, muchos de los grandes filósofos griegos de la antigüedad clásica compartían esa opinión. Las ciencias, así, una vez derribada la antigua concepción estática del mundo, habían regresado a “la forma de comprender las cosas de los grandes fundadores de la filosofía griega, aquella visión de acuerdo a la cual, la naturaleza como un todo, desde los elementos más pequeños a los más grandes, desde los granos de arena a los soles, desde Protistas (organismos muy simples) a los propios seres humanos, está determinada por el eterno curso del nacimiento y la muerte, por un flujo constante, una corriente incansable de movimiento y cambio.” 36 Sin embargo, había una diferencia crucial: “lo que en el caso de los griegos se trataba de una brillante intuición, en nuestro caso, es el resultado de la investigación científica.” 37

Dialéctica de la naturaleza

El hecho de que la naturaleza tiene su historia, que todo en la naturaleza está sujeto al cambio, y así como está sujeto al cambio nace y luego muere, es el punto de partida de la concepción de Engels de la naturaleza. Ahora, es necesario entender de qué manera se dan esos cambios:

El primer paso de toda ciencia auténtica consiste en la observación de diversos fenómenos, aquellos “detalles” que integran “el cuadro en general.” No es posible comprender la generalidad del cuadro si no se entienden a fondo los detalles que lo componen. 38

Como punto de partida necesario, “para entender esos detalles debemos, en primer lugar, separarlos de sus conexiones tanto naturales como históricas para poder examinar, de manera aislada, su naturaleza, causas especiales, efectos, etc. 39 Engels hace énfasis continuamente en esta necesidad de descomponer a la naturaleza en distintas piezas a través de la recolección y examen de diversos hechos para poder comprender distintos aspectos de la naturaleza y poder así llegar a un entendimiento más general:

El análisis de las partes constitutivas de la naturaleza, la clasificación de diversos objetos y procesos naturales en clases definidas… constituyeron la base sobre la que se lograron los gigantescos avances en nuestra comprensión de la naturaleza durante los últimos cuatrocientos años. 40

 

Este mismo proceder constituye hoy en día la el método más básico del que parte, y debe partir, toda ciencia. Tanto en tiempos de Engels como hoy en día, un gran número de científicos diría que justamente eso es de lo que se trata la ciencia y que no precisan de la “filosofía” para ir más allá de esa premisa. Sin embargo, esa forma de concebir la ciencia, generalmente denominada empirismo, debido a sus limitaciones inherentes, no alcanza para comprender la generalidad de la naturaleza.

Engels llamaba la atención sobre como muchos científicos “empiristas” de aquel momento caían en las trampas de místicos, espiritualistas y médiums. Engels insistía que “aquel empirismo trivial que rechaza toda teoría y pensamiento es, sin duda alguna, el camino más directo de las ciencias naturales al misticismo.” 41

Los científicos naturales creen que al ignorar la filosofía o abusar de ella se librarán de su influencia… pero no pueden ni siquiera aspirar al más mínimo progreso sin el pensar… y por lo tanto, no dejan de participar de la filosofía, pero, lamentablemente, en este caso, de la peor filosofía. 42

 

El peligro consiste en “observar procesos y objetos de la naturaleza como fenómenos aislados, sin considerar su conexión con el todo; el observarlos en reposo y no en movimiento, como constantes, no como variables; en ver su muerte y no su vida.” 43

Los objetos y sus reflejos mentales, sus ideas, se encuentran aislados, y deben ser considerados uno tras otro y separados unos de los otros. Estos son objetos de investigación fijos, rígidos, determinados de una vez y para siempre… un objeto existe o no existe; una cosa no puede ser ella misma y otra cosa al mismo tiempo. Tanto positivo como negativo se excluyen absolutamente; causa y efecto constituyen una constituyen, mutuamente, una rígida antítesis. 44

 

“A primera vista”, dice Engels, “este modo de pensar nos parece muy iluminador en el sentido de que se trata del tan conocido sentido común. Solo que el viejo sentido común, ese respetado caballero en su reino de cuatro paredes, se enfrenta a las más impresionantes aventuras una vez se ve lanzado de repente al mundo real.” 45 Engels nos advierte que si bien el separar y analizar aisladamente aspectos de la naturaleza “si bien es justificable y hasta necesario en un número determinado de dominios cuya extensión varía de acuerdo a la naturaleza particular del objeto de investigación, tarde o temprano alcanza un límite más allá del cual ese modo de proceder se vuelve unilateral, restringido, abstracto, se pierde en sus irresolubles contradicciones.” 46

Engels da una serie de ejemplos a modo de ilustración: “Todos sabemos, y podemos afirmar, si un animal está vivo o no. Sin embargo, si investigamos un poco más de cerca, veremos que ese interrogante no es tan fácil de responder como parecía en primer instancia… se vuelve realmente imposible determinar el momento de la muerte absoluta, sabiendo que, como señala la fisiología, la muerte no consiste en un fenómeno instantáneo, sino que, al contrario, se trata de un proceso prolongado a lo largo de cierto tiempo.” 47

Asimismo, la misma idea de identidad (el hablar de tal planta, tal animal o tal persona) con frecuencia se presta a malentendidos:

Una planta, un animal y toda célula es, a cada momento de su vida, idéntica a si misma y al mismo tiempo distinta de si misma, cambiando a través de la absorción y excreción de sustancias, a través de la respiración, la formación y la muerte de células, a través del proceso de circulación; en resumen, se modifica incesantemente a través de una suma de cambios y procesos que constituyen la vida y cuya unidad consiste en las, para nuestros ojos evidentes, fases de la vida: vida embriónica, juventud, madurez sexual, el proceso de reproducción, vejez y muerte.

 

El niño, el hombre adulto y el anciano son la misma persona, y aun así están en continuo cambio. “Las identidades abstractas”, dice Engels, “sirven para analizar breves períodos de tiempo y dimensiones pequeñas en nuestra vida cotidiana. Los límites que constriñen su aplicación difieren casi en todos los casos y deben ser examinados en relación con la naturaleza del objeto que se está tratando.” 48

La validez de este punto es mucho más general. Es necesario, en primer instancia, separar aspectos de la naturaleza, aislarlos de sus conexiones y concentrarse en su existencia sin tener en cuenta procesos como su nacimiento, muerte o transformación. Pero este proceso únicamente nos permite analizar la naturaleza de forma parcial: nuestro entendimiento se construye a partir de la abstracción de aspectos de la totalidad de la naturaleza. Este proceso de abstracción nos permite atravesar las apariencias superficiales para poder vislumbrar lo que se encuentra por debajo de ellas. Aquellos descubrimientos pueden luego ser reintegrados a la totalidad de la que fueron extraídos para arribar a un mejor entendimiento del proceso general.

Un claro ejemplo de este proceso lo constituye la ley de gravedad de Newton. En el centro de esta ley está la noción de que todos los cuerpos caen a la misma velocidad, es decir, que la aceleración propia de la ley de la gravedad afecta a los distintos cuerpos en la misma medida. Como consecuencia, tanto una pluma como una bala de cañón que son lanzadas desde una torre alcanzarán el suelo al mismo tiempo. Sin embargo, sabemos bien que en la realidad una bala de cañón golpeará el suelo mucho antes que una pluma. Explicar qué es lo que ocurre acá es bastante complejo. Sabemos, como Newton, que debemos abstraernos de las apariencias y hacer a un lado tanto el tamaño como la forma de los objetos, así como el aire a través del cual caen. Debemos imaginar, o construir aproximadamente, una situación en la cual podamos ignorar todos estos factores. Solo después podremos comenzar a aprehender y formular la realidad que subyace a la aceleración uniforme producto de la gravedad. Y solo después podremos volver atrás para explicar esas apariencias: podremos demostrar que los distintos momentos en que ambos objetos alcanzan el suelo se deben a cómo factores como la resistencia del aire, la forma del objeto, entre otros, producen deviaciones del resultado esperado si se considerara únicamente la ley natural como base.

Engels argumenta que toda ciencia está atravesada por un proceso similar: es ése el carácter de, por ejemplo, conceptos tales como “materia” o “movimiento.” Critica a aquellos que no pueden ver que esos mismos conceptos son abstracciones de experiencias reales e insta a que definan a “la materia como tal” o “el movimiento como tal.” 49

Hasta ahora nadie ha experimentado a la materia o el movimiento como tales, sino las distintas variaciones de objetos materiales y formas de movimiento. La materia no es otra cosa que la totalidad de los objetos materiales a partir de los cuales se abstrae el concepto, y el movimiento como tal no consiste en otra cosa más que todas formas sensorialmente perceptibles de movimiento. Las palabras como materia y movimiento son abreviaciones a través de las cuales comprendemos diferentes fenómenos sensorialmente perceptibles de acuerdo a sus propiedades comunes. De ahí que la materia y el movimiento no puedan ser aprehendidos de otra manera más que a través de la investigación de los distintos objetos materiales y formas de movimiento.

 

Engels proporciona una analogía como ejemplo: “podemos comer cerezas y ciruelas, pero no podemos comer la fruta, nadie ha, hasta ahora, comido la fruta como tal.” 50

El abstraerse de la apariencia para comprender la esencia subyacente siempre implica centrarse en algunos aspectos de la naturaleza en detrimento de otros. De aquí surge que cualquier entendimiento de esta naturaleza siempre se quiebra, o se revela como parcialmente incorrecto, al alcanzar cierto límite. Y alcanza esos límites en el momento que aquello que era ignorado ya no puede ser dejado fuera de la ecuación. Más adelante veremos como, por ejemplo, la ley de gravedad de Newton, con sus 250 años de antigüedad, fue sometida a un proceso de esa naturaleza a comienzos del siglo XX. Asimismo, la centenaria noción de materia como partículas bultos con forma de bolas de billar atravesó una crisis similar hacia ese mismo momento.

Por ello Engels insiste que para poder superar esas limitaciones, los procesos que pretenden dilucidar y comprender un fenómeno determinado se deben basar en ver a “las cosas y sus representaciones e ideas con sus conexiones, concatenaciones, desplazamientos, origen y fin.” 51 Sostiene que se debe aspirar a una “visión abarcadora que permita ver las interconexiones en de la naturaleza a través de los hechos proporcionados por las ciencias naturales empíricas.” 52

Engels se refería a esta forma de comprender la naturaleza como “dialéctica”, una palabra que tiene su origen en los filósofos de la antigua Grecia que significa buscar la verdad a través del cuestionamiento crítico, el debate y la discusión. Critica así las categorías fijas y estáticas generalmente empleadas en las ciencias que son únicamente válidas dentro de determinados límites y que varían de acuerdo al caso, pero que resultan insuficientes para aprehender la totalidad de la realidad. Para Engels no debía hacerse lugar para los métodos que pretendían hacer encajar hechos de la naturaleza en esquemas preconcebidos. “En todos los campos de la ciencia, ya sean ciencias naturales o ciencia histórica, uno debe proceder a partir de los hechos… pero las interconexiones no deben ser incrustadas en estos hechos, sino que deben ser descubiertas a través de su análisis, y una vez descubiertas deben ser verificadas rigurosamente a través de la experimentación.” 53

Engels luego sostiene que una vez que se han comprendido los detalles de cómo un proceso particular se desarrolla en la naturaleza, con frecuencia se pueden percibir un número de rasgos generales, que denomina “leyes de la dialéctica.” No se tratan de leyes en el sentido de, por ejemplo, la ley de gravedad de Newton, ya que operan en otro nivel de abstracción. Se tratan, en efecto, de modos de comprender los patrones que subyacen al proceso de un cambio, una vez que ha develado y comprendido los detalles concretos del proceso en sí.

El primero y más importante se pueden resumir en la premisa de la “transformación de la cantidad en calidad”, a la que Engels se refiere como “bastante obvia”, que si bien lo es, no deja de restarle importancia. Engels argumenta que las ciencias modernas han demostrado que “en la naturaleza, de una manera exactamente fija para cada caso particular, los cambios cualitativos ocurren únicamente como producto de la adición cuantitativa o substracción cuantitativa de materia y movimiento (es decir, la energía)” 55

A modo de ejemplo Engels utiliza el agua (el cual ha sido ridiculizado, pero no por eso deja de ser un ejemplo excelente y preciso) Al calentar agua, los cambios cuantitativos, más o menos calor, no producen ningún cambio cualitativo más allá de cierto límite. Sin embargo, existen puntos críticos, los puntos de ebullición y congelamiento, en los cuales un cambio cuantitativo singular pueden producir una dramática transformación cualitativa: el agua hierve o se congela. Esto no es una cuestión particularmente pertinente al pensamiento humano; el agua puede congelarse y hervir, lo hizo antes de la existencia de los seres humanos y lo continuará haciendo una vez que el ser humano haya dejado de existir.

Engels sostiene que este patrón de transformación de cambios cuantitativos en cambios cualitativos al alcanzar un punto crítico constituye un fenómeno muy extendido en la naturaleza. “Todos los metales se vuelven incandescentes y se fusionan a cierta temperatura, todos los líquidos también hierven y se congelan a cierta temperatura… todos los gases se pueden volver líquidos al aplicárseles presión y frío a cierta temperatura.” 56 Engels continua mencionando otros procesos a modo de ejemplos, lo que demuestra que estaba muy bien informado acerca de los más recientes descubrimientos de las ciencias naturales. Sostenía, además, que la “a la química se la puede considerar como la ciencia de los cambios cualitativos de los cuerpos como resultado de cambios en la composición cuantitativa.” 57

Por ejemplo, “el caso del oxígeno. Al unir tres átomos en una molécula en lugar de dos, obtenemos el ozono, un cuerpo que es considerablemente diferente del oxígeno ordinario, tanto en su olor como sus reacciones.” 58 Luego Engels llama la atención hacia el descubrimiento de la tabla periódica por Mendeleyev, donde demostraba que ciertas propiedades cualitativas de los elementos consisten en funciones periódicas de sus pesos atómicos y utilizaba esos procesos como otra prueba de cómo, en la naturaleza, los cambios cuantitativos, en ciertos momentos, llevan a transformaciones cualitativas.

Engels señalaba que “probablemente aquellos mismos caballeros que hasta ahora han denunciado la transformación de cantidad en calidad como misticismo parte de un trascendentalismo incomprensible, declararán que es un razonamiento realmente evidente, trivial y común que han empleado desde siempre, y que por lo tanto no se les está enseñando nada nuevo.” A lo que Engels respondía que “si estos caballeros han causado que tanto cantidad y cantidad se transformen los unos en los otros durante todos estos años, sin siquiera saber qué estaban haciendo, entonces tendrán que buscar consuelo con Moliere Monsieur Jourdain que ha hablado en prosa durante toda su vida sin tener la más mínima idea de ello.” 59

Engels luego argumenta que el cambio en la naturaleza también está caracterizado por la “interpenetración de los opuestos” 60 o el “desplazamiento a través de los opuestos que se afirma en todos los aspectos de la naturaleza” o el desarrollo a través de las contradicciones. Y también sostiene que una ulterior característica de los procesos de cambio es “la negación de la negación”: el desarrollo a través de una nueva síntesis que emerge, supera y transforma los elementos de la “contradicción.” El percibir los cambios de esta forma no significaba para Engels, asimismo, que este proceso sustituyera la compresión del proceso en particular en sí. 62

Engels proporciona una serie de ejemplos para ilustrar su análisis. Algunos de los ejemplos del polémico Anti-Dühring son, a decir verdad, relativamente trillados y otros consisten en procesos circulares que no terminan de ilustrar realmente los puntos que Engels está tratando de explicar. En cambio, esparcidos entre las notas de Dialéctica de la naturaleza se pueden encontrar ejemplos que daban una imagen de aquello a lo que apuntaba con ese trabajo. Por ejemplo, Engels discute acerca de los organismos vivos, aquellos que, siguiendo los descubrimientos más avanzados de su época, se denominaban “cuerpos albuminoides” (hoy hablaríamos de organismos basados en ADN, ARN moléculas proteicas) Una condición de existencia de todo organismo vivo es que “absorbe otras sustancias apropiadas de su entorno y las asimila.”

Los cuerpos inertes también cambian, se desintegran y se combinan en el curso natural de los eventos, pero al hacerlo, dejan de ser lo que antes eran. Una roca erosionada por los elementos deja de ser una roca, un metal oxidado se convierte en óxido. Pero eso que en los cuerpos inertes es la causa de su destrucción, en el caso de los albuminoides se trata de la condición fundamental de existencia… (esta) ininterrumpida metamorfosis (que) esencialmente consiste en la constante auto-renovación de los componentes químicos de estos cuerpos.

La vida consiste, por ello, en el hecho de que en cada momento es ella misma y al mismo otra cosa; y esto no ocurre como resultado de un proceso exógeno al que está sometida… al contrario… es un proceso auto-implementado que es inherente, nativo, a su portador. 63

 

El primer punto se refiere a cómo las cosas mantienen su unidad y su identidad frente a impulsos externos, diversos efectos y presiones de cambio. Estas presiones “niegan” al objeto (de manera relativamente literal como en el caso del óxido que da Engels) Pero otros objetos materiales tienen la capacidad de reaccionar de una manera diferente frente a esas presiones: en la medida que un objeto absorbe estas presiones y se ve modificado en la tarea de preservarse a sí mismo, se puede hablar de una “negación de la negación.” En efecto, en el segundo párrafo, Engels da pistas sobre la posibilidad de que el cambio interno o autogenerado, es decir, una totalidad independiente que evoluciona bajo el impacto de sus propias “contradicciones” (si bien el ejemplo que Engels utiliza en este caso en particular no encaje muy bien) Engels nunca pudo llevar sus ideas a buen puerto, pero podemos ver cómo estaba intentando capturar la esencia de un patrón, o posibilidad, de un proceso de cambio expuesto en algunos aspectos del mundo natural. Cabe mencionar que no implica una fórmula ni una sustitución para la investigación y explicación de “la naturaleza particular de cada caso individual.” 64

Muchas veces, las críticas contra Engels apuntaban a señalar que algunos trabajos científicos que citaba terminaron siendo incorrectos. Por ejemplo, Engels creía en el éter, un medio que se suponía llenaba todo el espacio, a través del cual se propagaba la luz. También tendía a aceptar la doctrina evolutiva conocida como Lamarckismo, la idea de que, en conjunto con la selección natural, la evolución también se podía basar en la herencia de características previamente adquiridas. Deberíamos recordar, sin embargo, que en el primer caso, todos los científicos en tiempos de Engels aprobaban la existencia del éter, y en cuanto al segundo caso, la mayoría de biólogos en aquel entonces, Darwin incluido, estaban de acuerdo en cuanto a la posible herencia de características adquiridas. Si bien se ha demostrado que ambos postulados eran incorrectos, no sería correcto atacar a Engels por ser partidario de ideas ampliamente sostenidas por la gran mayoría de científicos de su época. También deberíamos recordar que los escritos de Engels sobre la ciencia consisten en ideas preliminares y diversas notas que no llegan a constituir una concepción científica completamente desarrollada. Dialéctica de la naturaleza termina con la frase “Todo esto debe ser minuciosamente revisado.” 65

Sin embargo, Engels insistían en que la elaboración de su concepción se apoyaba en los descubrimientos de la ciencia moderna. “La naturaleza es la prueba de la dialéctica, y la ciencia moderna nos ha brindado una rica abundancia de material que incrementa día a día.” 66 ¿Qué tan bien se sostiene esta afirmación cuando se la enfrenta con el desarrollo científico en los 100 años posteriores a la muerte de Engels?

La ciencia después de Engels

En el siglo transcurrido desde la muerte de Engels, casi todas las áreas de la ciencia se han transformado radicalmente por los nuevos avances en nuestra comprensión de la naturaleza.

La geología, por ejemplo, se ha revolucionado por la teoría de las placas tectónicas, o “deriva continental”. En lugar de ver las masas de tierra en la superficie del planeta como características permanentes, tenemos una comprensión científica de la forma en que se han desarrollado, transformado y movido durante la historia de la Tierra. No es este un proceso terminado tampoco: los continentes siguen moviéndose hoy en día. Se crean nuevas tierras continuamente y material continental existente es destruido también. El nuevo razonamiento implica que podemos comenzar a explicar el desarrollo y el cambio de los fenómenos naturales, desde las cadenas montañosas hasta los océanos y terremotos, de una manera antes imposible. El conocimiento acerca de las placas tectónicas también permite arrojar una nueva luz sobre la evolución biológica.

Por mucho tiempo muchos geólogos se opusieron a la teoría de las placas tectónicas, a pesar de la creciente evidencia a su favor. Solo ha sido plenamente aceptada en los últimos 30 años más o menos. Puede que estos científicos hubiesen sido menos reticentes a este nuevo conocimiento de haber tenido la costumbre de pensar con el espíritu del argumento de Engels acerca del carácter cambiante de la naturaleza, y que lo que aparece como estático y fijo resulta ser de otra manera generalmente. Por supuesto que Engels nada sabía de las placas tectónicas, pero su actitud general lo llevó a advertir en contra la idea de que “los cinco continentes de hoy en día siempre existieron” [67].

Luego de la muerte de Engels, la biología ha experimentado una transformación incluso más revolucionaria. Primero la genética mendeliana, luego, en décadas más recientes, la biología molecular, y una serie de otros avances, han transformado nuestro conocimiento de los organismos vivos. Sin embargo, como ocurre a menudo con los nuevos , el mismo éxito ha engendrado una distorsionada mirada unilateral entre muchos biólogos. En la biología, esto suele estar vinculado a cuestiones políticas e ideológicas, en cuanto que los argumentos acerca de la biología humana conducen fácilmente a argumentos acerca de la naturaleza humana y la sociedad.

El enfoque de moda, por lo menos entre los biólogos moleculares, se denomina mejor como “determinismo reduccionista”. Desde este punto de vista, todo acerca la biología y el comportamiento humanos está mecánica y directamente determinado como una consecuencia de nuestros genes, cadenas de moléculas de ADN dentro de cada célula de nuestros cuerpos. Llevado al extremo, esto lleva a afirmar que existen genes para la agresión, homosexualidad, delincuencia, falta de vivienda y similares. Conduce a la sociobiología, en la que el comportamiento humano y el desarrollo social se consideran consecuencia directa de nuestros genes, de modo que la guerra, el sexismo, el racismo y demás se consideran productos de nuestra evolución biológica. Además conduce a una mirada desde la cual los seres humanos seríamos una suerte de robots, receptáculos manipulados por el “gen egoísta”. Sin ir más lejos, muchos biólogos argumentan como si los genes fueran todo lo que realmente importa y todo lo que necesitamos saber para comprender nuestra biología e incluso nuestro comportamiento.

La mayor parte de esto es una mezcla entre ciencia pobre, ideología y fantasiosas historias sobre la evolución. Algunos de los que impulsan tales argumentos están motivados por políticas reaccionarias. Otros están influenciados, a menudo inconscientemente, por el dinero disponible para la investigación en estas áreas  (la biología molecular y la genética son un gran negocio hoy en día). Algunos simplemente se dejan llevar por el real éxito de la biología molecular y la genética en el avance de nuestro conocimiento, generalizando este punto en una visión global equivocada, de forma muy similar a como Engels argumentó que ocurrió con muchos científicos después de la revolución científica de los siglos XVI y XVII.

Afortunadamente, hay un número creciente de eminentes biólogos que desafían enérgicamente este enfoque. Dos de los más reconocidos, que han escrito trabajos populares exponiendo su punto de vista, son Richard Lewontin en los EE. UU. y Steven Rose en Gran Bretaña. Argumentan que una comprensión adecuada de la biología, y de los enormes avances de las últimas décadas, exige un enfoque totalmente diferente, lo que ellos mismos llaman una «biología dialéctica». Además, estos científicos reconocen francamente que su enfoque general se inspira en Engels, como puede verse en los trabajos contenidos en libros como Not in Our Genes, The Making of Memory, The Doctrine of DNA y The Dialectical Biologist [68], ninguno de los cuales exige una formación formal o técnica en biología.

Hay dos razones para tratar con mayor detalle los avances en la física desde la muerte de Engels. En primer lugar, la revolución en la física durante los últimos 100 años ha sido la más espectacular de todas las ciencias. Ha transformado radicalmente las nociones más básicas que sustentaron toda la ciencia anterior. En segundo lugar, mientras que en la biología hay al menos algunos científicos eminentes activos que, aunque sean una minoría, defienden un enfoque dialéctico, no ocurre lo mismo en la física.

La diferencia puede ilustrarse con un vistazo a la lista de candidatos de 1993 para el prestigioso premio anual de libros científicos Rhone-Poulenc. El ganador final fue The Making of Memory de Steven Rose. Este es un informe de cómo funciona la ciencia, bellamente escrito por alguien que ha hecho grandes contribuciones a la misma. También es una aguda crítica a la biología reduccionista y determinista y una descarada defensa de lo que el autor ha llamado «una biología dialéctica».

El libro de Steven Rose fue, de hecho, un ganador sorpresa del premio. El favorito antes del premio era en cambio The Mind of God, un libro sobre física moderna del eminente físico teórico Paul Davies. En él afirma que hoy en día la física nos enseña que «Tenemos que adoptar un concepto de conocimiento diferente a la explicación racional. Posiblemente la vía mística sea un camino hacia tal conocimiento» [69].

El trabajo anterior de Davies también fue un popular best seller sobre física moderna escrito con John Gribbin, un respetado científico, astrofísico de formación y asesor de física para la reputada revista New Scientist. El título de su libro indica su argumento clave. Se llama The Matter Myth. Su tesis central es que «el materialismo está muerto… Durante este siglo la física ha destrozado los principios centrales de la doctrina materialista en una secuencia de desarrollos impresionantes» [70]. Continúan indicando cuáles son estos desarrollos: «Primero vino la teoría de la relatividad… luego vino la teoría cuántica… otro desarrollo va más allá, la teoría del caos» [71].

Si estos autores, y son lo que típicamente pasa como pensamiento serio en la física moderna, están en lo cierto, es un asunto serio. Por lo tanto, vale la pena mirar sus argumentos en cierto detalle. De hecho, lejos de socavar el materialismo, los propios avances citados por estos autores y otros similares son en realidad enormes avances en la comprensión materialista de la naturaleza. Incluso más, son una asombrosa confirmación de los argumentos generales planteados por Engels, evidencia de peso de la necesidad de un enfoque dialéctico para entender el mundo natural. Los dos primeros avances científicos citados, la teoría de la relatividad y la teórica cuántica, fueron parte de la revolución que transformó la ciencia en las primeras décadas de este siglo, más famosamente asociadas con el trabajo de Albert Einstein.

Está revolución surgió de una profunda crisis en la ciencia. En la época del fallecimiento de Engels, existían una serie de contradicciones evidentes entre diferentes ramas de la física. Las teorías que explicaban exitosamente diferentes fenómenos físicos se contradecían entre ellas en términos fundamentales. La nueva revolución científica nació del intento de resolver estas contradicciones. Un nuevo y más profundo conocimiento se construía e iba más allá de los anteriores elementos contradictorios, y al mismo tiempo mostraba por qué estos elementos habían funcionado dentro de ciertos límites. En la historia de la ciencia, este es un proceso bastante típico. Los argumentos de Engels acerca de cómo se produce el cambio en el desarrollo histórico de las ideas científicas están bien fundamentados.

La teoría de la relatividad fue desarrollada por Einstein entre 1905 y 1915. El primer paso, conocido como “relatividad especial”, nació de una contradicción entre las teorías del movimiento, la dinámica, por un lado, y las teorías del electromagnetismo (fenómenos como las ondas de radio y de luz, así como la fuerza eléctrica y magnética), por el otro. En la dinámica, las leyes del movimiento de Newton habían pasado la prueba de dos siglos de vigencia. Luego, en la década de 1860, James Clerk Maxwell había puesto el conocimiento acerca del electromagnetismo en un piso similar, al describir todos los fenómenos electromagnéticos en términos de una serie de simples y bellas leyes. Las ecuaciones de Maxwell fueron un enorme descubrimiento, permitieron la predicción de las ondas de radio y condujeron a una serie de otros avances, manteniéndose hoy en día como un elemento clave de la ciencia moderna.

El problema, sin embargo, era que había una contradicción entre las leyes de Newton y las de Maxwell. El quid de la cuestión es que las leyes de Newton parecían permanecer iguales para dos observadores cualesquiera que se movieran a una velocidad constante en relación con el otro, mientras que las de Maxwell no lo hacían. Este punto conllevaba a todo tipo de contradicciones. Por ejemplo, significaba dos explicaciones físicas distintas del dínamo eléctrico y del motor (uno que convierte la electricidad en movimiento y el otro al revés), procesos que de hecho parecían estar conectados. Einstein solucionó los problemas yendo por encima de ambas teorías.

Las piedras angulares de la relatividad son dos principios acerca de la naturaleza, planteados por primera vez por Einstein en 1905. El primero, en vista de la contradicción entre Newton y Maxwell, es insistir en que las leyes de la física deben ser las mismas para cualquier observador sin importar su velocidad. El segundo principio es que la velocidad de la luz es constante, la máxima velocidad posible en la naturaleza, y que su velocidad es independiente del movimiento de la fuente de la luz.

Es la última parte de esto la que parece escandalosa. Imaginá medir la velocidad de una pelota lanzada hacia vos y encontrarte con que es lo mismo si es lanzada por un amigo inmóvil que está parado cerca o por otro amigo que pasa a toda velocidad en un avión supersónico. Ya que la velocidad de tales pelotas no sería la misma, ¿por qué debería ser así refiriéndonos a la luz? Sin embargo, al observar a la naturaleza deberíamos siempre tener presente la advertencia de Engels acerca de los peligros del “sentido común”. Porque en los hechos se confirma que si medís la velocidad de la luz es siempre la misma, no importa que tan rápido vos o la fuente de la luz se estén moviendo. Este es ahora un bien establecido hecho de la naturaleza.

Una serie de consecuencias se desprenden de los argumentos de Einstein, que parecen desafiar las nociones de tiempo y espacio del sentido común. Estas nuevas nociones desde entonces han sido puestas a prueba y confirmadas en incontables experimentos. Las viejas nociones son en sí mismas abstracciones, generalizaciones, de cómo el mundo se comporta cuando las cosas se mueven a velocidades lentas relativas a nosotros mismos. Einstein demostró que esas nociones se rompen y no encajan con la forma en que los objetos materiales reales se comportan a velocidades que comienzan a acercarse a la velocidad de la luz. Por eso la teoría electromagnética de Maxwell, que se ocupa de las ondas de luz, no encajaba bien con las leyes de Newton. Un elemento crucial en el nuevo conocimiento es que lo que para un observador parecen ser eventos simultáneos, pueden no parecerlo para otro observador que se mueve en relación con el primero. Otra consecuencia es que los relojes que se mueven son más lentos. Un reloj a horario que vuele alrededor del mundo en un jet mostrará una hora diferente al regresar a un reloj exactamente similar dejado en casa. Para la mayoría de los fenómenos que experimentamos directamente, el efecto es pequeño, pero se vuelve grande e importante a medida que las velocidades se acercan a la de la luz.

La teoría de Einstein fue un paso clave en la derrota de la noción implícita en la física newtoniana de un espacio y tiempo absolutos, y un movimiento absoluto. Fue una reivindicación de la idea de que todo movimiento era relativo. Además, hasta Einstein, la física había visto la materia, la masa, como algo muerto e inerte a la que se le tenía que impartir energía. Para estar seguros, la energía podía ser transformada de una forma a otra, pero la masa en sí misma era algo muy distinto. Ahora, la relatividad de Einstein, con su famosa ecuación E=mc², mostraba que la masa podía transformarse en energía y viceversa.

Einstein amplió posteriormente su teoría para proporcionar una nueva explicación de la gravedad, que no se había incorporado a su anterior teoría de la «relatividad especial». La «relatividad general» comienza con un simple hecho. En la teoría de Newton aparece la masa, pero hay dos masas diferentes, lo que se conoce como las masas gravitacionales e inerciales. Una es la masa que es la fuente de la fuerza de gravedad, la otra es la medida de la resistencia de un cuerpo a los cambios de movimiento. De hecho, aunque en la física newtoniana son aspectos bastante distintos de la materia, ambos se encuentran siempre iguales. La ingravidez en un ascensor en caída libre es un ejemplo. La teoría de Einstein es un intento de explicar hechos como este. Intenta incorporar la gravedad a la nueva dinámica relativista.

La relatividad general no es, como a menudo se presenta, simplemente una herramienta exótica para la especulación sobre el universo, aunque también puede ayudar en eso. Algo tan sencillo como la órbita del planeta Mercurio alrededor del sol nunca fue explicado completamente por las leyes de Newton, a pesar de los mejores esfuerzos de generaciones de brillantes físicos, astrónomos y matemáticos. La relatividad general ahora hace posible explicarlo. Una vez más, la teoría fue confirmada espectacularmente en 1919 cuando se demostró que su novedosa predicción de que la luz de las estrellas debía doblarse cuando pasaba cerca del sol era correcta.

Ciertamente hay matemáticas difíciles en la descripción de la materia y el espacio que hace la relatividad general. Por ejemplo, insiste en que la geometría del espacio que contiene la materia no es euclidiana – el tipo que nos enseñan en la escuela – sino más bien lo que se llama «curva». Una manera de tratar de ver la diferencia es comparar el tipo de geometría posible en la superficie de un globo con la de una superficie plana. En la superficie plana, los tres ángulos de un triángulo siempre suman 180 grados. En un globo esto no es cierto. En una superficie plana una línea nunca se une a sí misma, no importa cuán extendida esté, en un globo esto tampoco es cierto. Sin embargo, en la relatividad general, la geometría «curvada» está en las tres dimensiones del espacio (o, estrictamente hablando, las cuatro dimensiones del espacio-tiempo) no solo en una superficie bidimensional, ya sea plana o en forma de globo. Sin embargo, a pesar de las dificultades, la forma final de la teoría es la más bella y elegante de la física moderna. Y la noción clave de la teoría no es tan difícil. Es simplemente que la vieja noción de materia que existe en un fondo pasivo y no afectado del espacio no servirá. Más bien la materia y el espacio en el que existe están conectados y se influyen mutuamente de manera fundamental. La geometría del espacio y la distribución de la materia se determinan mutuamente.

Ni la relatividad especial ni la general son en modo alguno un desafío para el materialismo. A principios de siglo las teorías científicas existentes simplemente no podían explicar un número creciente de hechos observados en la naturaleza y, además, las teorías que explicaban las diferentes facetas de la naturaleza se contradecían entre sí. Las nuevas teorías resolvieron esas contradicciones, explicaron lo inexplicable y mostraron tanto por qué las antiguas teorías habían funcionado dentro de ciertos límites y por qué se rompieron más allá de esos límites.

Engels no tenía ni idea de la teoría de la relatividad, o de que las leyes newtonianas de movimiento y gravedad de 200 años de antigüedad iban a ser anuladas en los años posteriores a su muerte. Pero el desarrollo de la relatividad y sus nociones básicas ilustran muchos de los argumentos clave de Engels. Él insistió en que todo movimiento era relativo. «El movimiento de un solo cuerpo no existe, solo se puede hablar de él en un sentido relativo» [72]. Más importante incluso, todo el impulso de la teoría de la relatividad es una ilustración precisa del argumento de Engels de que las abstracciones que encajan en aspectos de la naturaleza dentro de ciertos límites se quiebran cuando se las empuja más allá de esos límites, y por lo tanto requieren una nuevo conocimiento. Una vez más, el nuevo conocimiento de que la materia no es algo separado del movimiento y la energía, sino que cada uno es capaz de transformarse en el otro de una manera regida por una ley definida, es exactamente el tipo de proceso que Engels señaló como una unidad de opuestos, una revelación característica de una comprensión más profunda de la naturaleza. Alguien que hubiera argumentado que la ciencia de su época señalaba el hecho de que el movimiento y la transformación eran «el modo de existencia, el atributo inherente, de la materia» se habría sorprendido menos que muchos por la teoría de la relatividad.

Por último, la noción clave en la relatividad general, que el espacio y la materia no eran aspectos mutuamente opuestos de la naturaleza, con la materia existiendo contra un telón de fondo pasivo del espacio, sino que ambos estaban íntimamente conectados y se determinaban mutuamente, es, una vez más, un ejemplo tan agudo como se pudo encontrar de la interpenetración de los opuestos, el tipo de comprensión «dialéctica» que Engels defendía y que insistía en que los avances científicos exigían cada vez más.

La segunda revolución de principios de siglo vino con la teoría cuántica. Esto también surgió de las evidentes contradicciones entre las teorías existentes y los hechos observados, especialmente en el comportamiento de pequeños objetos como los átomos.

Los átomos, por ejemplo, simplemente no deberían existir sobre la base del antiguo conocimiento. Si Newton y Maxwell tenían razón (incluso cuando se reconcilian por la relatividad) entonces cada átomo debería colapsar en una ráfaga de radiación en un tiempo muy corto. Esto, bastante obviamente, no es cierto. La mecánica cuántica se desarrolló a partir de estos problemas y de otros muchos, desde el comportamiento de los metales cuando la luz ultravioleta los iluminaba hasta la forma en que los cuerpos absorbían y emitían la radiación.

Al principio esto se hizo sobre una base bastante ad hoc, simplemente añadiendo trozos a las viejas teorías, incluso si estos trozos contradecían rotundamente otras partes de la teoría. Pero en los años 20 y 30 se desarrolló una teoría radicalmente nueva. Tres aspectos de esta «mecánica cuántica» son importantes. En primer lugar, afirma que todos los objetos pueden comportarse tanto como ondas, como las ondas de radio, y como partículas similares a las balas. Así que la luz, normalmente considerada como una suerte de onda de radio, puede comportarse como una partícula, mientras que un electrón, una partícula, también puede comportarse como una onda. Lo que antes, y aún ahora para el sentido común, parecían dos nociones mutuamente excluyentes y opuestas se revelaron como íntimamente conectadas, como dos caras de la misma moneda.

En segundo lugar, la mecánica cuántica también dice que hay una incertidumbre intrínseca en la naturaleza. Por ejemplo, un electrón puede tener una posición o velocidad bien definida y precisa, pero no ambas al mismo tiempo. En tercer lugar, la teoría dice que algunos fenómenos de la naturaleza son intrínsecamente probabilísticos, regidos por el azar. Así que es imposible predecir de antemano, por ejemplo, en cuál de las diversas energías posibles se encontrará un electrón alrededor de un átomo o exactamente cuándo emitirá radiación una partícula radioactiva.

Sugiere que esta aleatoriedad no es la misma que, por ejemplo, la de lanzar un dado o una moneda, pero es fundamental. En el lanzamiento de monedas, la aleatoriedad es el resultado de nuestra ignorancia. Si midiéramos el movimiento inicial de la moneda al salir de nuestras manos, podríamos predecir en qué dirección aterrizaría. La aleatoriedad en la mecánica cuántica no es de este tipo, no es simplemente un resultado de nuestra ignorancia. Más bien sugiere que, por ejemplo, no es posible, ni siquiera en principio, predecir exactamente qué energía posee un electrón alrededor de un átomo. En cambio, sugiere que todo lo que podemos hacer es predecir la probabilidad de que tenga cada una de las posibles energías.

Hay que destacar un punto. La teoría cuántica no arroja el determinismo por la ventana y nos deja una imagen de un mundo completamente gobernado por el azar, eventos aleatorios. Es más bien una imagen de un mundo de sutil interacción entre el azar y la necesidad. La teoría cuántica se ocupa de predecir la probabilidad de los acontecimientos, como un electrón alrededor de un átomo que tiene una energía particular, y cómo esas probabilidades evolucionan en el tiempo de manera estrictamente determinista. La teoría cuántica se ocupa principalmente de escalas atómicas muy pequeñas y, como debe ser, concuerda con teorías más antiguas sobre cómo se comportan los objetos grandes y macroscópicos. Además, trata de explicar cómo la incertidumbre a pequeña escala da lugar a un bastante predecible y determinístico comportamiento, característico de la escala mayor, macroscópica, de la que tenemos experiencia directa.

Muchos rasgos de la teoría cuántica parecen extraños y van en contra de muchos supuestos de sentido común. Sin embargo, tiene sentido sobre los hechos reales de la naturaleza que en el antiguo conocimiento no podían ser explicados. Ha sido espectacularmente confirmado en innumerables experimentos. Tu televisor o calculadora de bolsillo no funcionarían si sus predicciones no fueran exactas. Es un paso adelante en la comprensión materialista del mundo, no un retroceso.

No obstante, hay graves problemas para interpretar la teoría cuántica, a pesar de su éxito predictivo. La teoría cuántica describe la materia en términos de lo que se conoce como «función de onda», lo que resume el hecho de que toda la materia tiene atributos tanto de onda como de partícula. Hay una profunda controversia sin resolver entre los científicos sobre lo que significa esta «función de onda». La mayoría de los científicos la considera una especie de descripción de todos los posibles estados abiertos a la materia en cualquier momento y una medida de la probabilidad relativa de que esa materia en cuestión, digamos un electrón alrededor de un átomo, esté en cualquiera de esos estados. Cuando la materia en cuestión interactúa con otra cosa, más obviamente cuando es medida, se encuentra en un estado definido. Esto se llama el «colapso de la función de onda». De nuevo hay una gran controversia sin resolver entre los científicos sobre este proceso. Nadie sabe las respuestas.

Muchos físicos simplemente siguen adelante con el uso de la teoría, que ha sido una de las más exitosas en la historia de la ciencia. Dejan los problemas a un lado. La larga interpretación «ortodoxa» de la mecánica cuántica, normalmente llamada la interpretación de Copenhague, es poco más que un acuerdo entre caballeros para no hacer preguntas incómodas.

Se han escrito muchas cosas buenas sobre los problemas planteados por la mecánica cuántica y su relación con nuestra comprensión de otros aspectos de la naturaleza. Sin embargo, hasta ahora, siguen siendo preguntas sin resolver. Aquellos que piensan que la ciencia es un mundo cerrado, libre de contradicciones y con respuestas definitivas a todas las preguntas están muy equivocados [73].

También es cierto que un montón de tonterías han sido escritas por científicos de gran reputación y bastante cuerdos. Algunos, por ejemplo, sostienen que un observador consciente es necesario para el colapso de la función de onda. Viendo que el mundo, y el colapso de las funciones de onda, ciertamente existieron mucho antes que los seres humanos, esta es simplemente otra forma de describir a Dios. Otra noción que está bastante de moda es lo que a veces se llama la interpretación de «muchos mundos» de la mecánica cuántica. Esta argumenta que cada «medición» resulta en la división del universo en mundos paralelos que realmente existen [74]. Evita los problemas reales asociados con el «colapso de una función de onda» diciendo que esto no ocurre realmente, pero en cambio todas las posibilidades resumidas en la función de onda realmente resultan ser verdaderas, cada una en una miríada de universos paralelos. Esto puede ser el material de ciencia ficción interesante, pero como ciencia seria deja mucho que desear.

En medio de todos los problemas no resueltos debemos recordar que las contradicciones y problemas con las teorías más nuevas no son esencialmente peores que los de las teorías más viejas, es solo que estamos acostumbrados a ignorar los problemas anteriores. Por ejemplo, en la teoría de la gravedad de Newton, se supone que la fuerza actúa instantáneamente a cualquier distancia. Un poco de reflexión revelará que esta es realmente una noción extraña, que no impidió que la gente usara la teoría durante cientos de años y continuara usándola dentro de ciertos límites hoy en día. El gran científico del siglo XIX Michael Faraday fue uno de los pocos que, mucho antes que Einstein, señaló la dificultad de la «espeluznante acción a distancia» en el corazón de la teoría de Newton.

Cualquiera que sea la interpretación correcta de la mecánica cuántica, no hay duda de que no es un desafío al materialismo, sino un paso adelante en el conocimiento materialista. Una vez más, los problemas a los que da lugar deben contraponerse al hecho de que las viejas teorías simplemente no podían explicar hechos elementales sobre la naturaleza que la mecánica cuántica sí puede, y además ha dado lugar a enormes avances en toda una gama de ciencia y tecnología.

Sin embargo, en consideración de los profundos e irresueltos problemas que contiene, la teoría cuántica muy poco probablemente sea la última palabra en cómo se comporta la material a un nivel subatómico. En algún punto, un nuevo conocimiento será desarrollado y resolverá algunos de los problemas. Sin duda, a su vez arrojará contradicciones y problemas nuevos. John Bell, una figura líder de la teoría cuántica, dijo:

La nueva manera de ver las cosas involucrará un giro imaginativo que nos sorprenderá. En cualquier caso, parece que la descripción de la mecánica cuántica será superada. Es en ese sentido como todas las teorías.

 

Y concluyó en una frase que hace eco del enfoque de conjunto hacia la ciencia de Engels: “En una medida inusual su destino (el de la mecánica cuántica) es aparente en su estructura interna. Contiene en sí misma las semillas de su propia destrucción” [75].

Engels se habría sorprendido tanto como cualquiera ante la imagen del mundo subatómico que ha creado el desarrollo de la mecánica cuántica. Pero muchas de las nociones clave de la teoría cuántica ilustran los argumentos de Engels sobre la naturaleza. Muestra cómo el azar y la necesidad no son nociones opuestas mutuamente excluyentes, cómo de hecho el azar en un nivel de la naturaleza puede dar lugar a un comportamiento determinista en otro nivel. Muestra que las viejas nociones, de comportamiento ondulatorio y comportamiento de partículas, que se ajustan a la mayoría de los aspectos de la naturaleza de los que tenemos experiencia directa, se rompen cuando se las empuja más allá de ciertos límites y, en cambio, requieren una nueva comprensión para ser desarrolladas.

El destacado científico británico John Haldane (típicamente, sin embargo, ¡un biólogo!) escribiendo en 1940, después de discutir sobre Engels y los diversos puntos en los que se equivocó, comentó: «Cuando se han hecho todas estas críticas, es sorprendente cómo Engels anticipó el progreso de la ciencia en los 60 años que han transcurrido desde que escribió… Si los métodos de pensamiento de Engels hubieran sido más familiares, la transformación de nuestras ideas sobre la física, que ha ocurrido durante los últimos 30 años, habría sido más suave» [76]. La teoría cuántica y la relatividad, aunque ahora bien establecidas y aceptadas, fueron controversiales durante muchos años después de su nacimiento. Mirando hacia atrás en la controversia después de leer a Engels, Haldane concluyó, «Si estos libros hubieran sido conocidos por mis contemporáneos, estaba claro que nos hubiera sido más fácil aceptar la relatividad y la teoría cuántica” [77].

En las décadas posteriores al desarrollo de la teoría cuántica, nuestro conocimiento de la estructura básica de la materia se ha revolucionado aún más. Mientras que hace 60 años se pensaba que toda la materia estaba compuesta de protones, neutrones y electrones que actuaban sobre ella por fuerzas electromagnéticas y de otro tipo, ahora se ha descubierto un cuadro mucho más rico. Se ha demostrado que los protones y los neutrones son sistemas complejos hechos de objetos más «elementales» llamados quarks. Se han descubierto y explicado nuevas fuerzas, como la fuerza del «color» (que, de hecho, no tiene nada que ver con el color) que se cree que es responsable de la interacción entre los quarks. Cada pocos años algunos científicos piensan que han encontrado los «últimos bloques de construcción» de la materia o una «teoría del todo». Pero siempre ha resultado que, una vez sondeado más allá de ciertos límites, lo último no resulta ser nada de eso, y que la materia y su comportamiento son una fuente inagotable de sorpresas.

Incluso la noción del vacío, el espacio vacío, se ha demostrado errónea en una investigación más profunda. Más bien el vacío parece ser un mar burbujeante en el que las partículas, paquetes de materia y energía, continuamente hacen espuma dentro y fuera de la existencia. Esto no es sólo una especulación. Este proceso juega un papel clave, por ejemplo, en la emisión espontánea de luz por parte de algunos átomos. El cuadro general que surge de la física moderna es que el cambio, el proceso continuo, la interacción y la transformación son una propiedad fundamental de la materia, y del espacio que ya no puede considerarse separado de ella.

Lo más sorprendente de la figura de la materia en la física actual es lo bien que encaja con los argumentos de Engels acerca de que toda la naturaleza tiene una historia, de cómo las facetas aparentemente separadas de la naturaleza están conectadas, y de cómo la esencia de la materia es precisamente su continua transformación y cambio.

Por ejemplo, ahora se piensa que todas las fuerzas y partículas conocidas de la naturaleza están conectadas (que todas las fuerzas son transportadas por partículas de materia, o energía – las dos son equivalentes). La opinión que está surgiendo es que todas las fuerzas fundamentales de la naturaleza son, de hecho, diferentes aspectos de una sola fuerza unificada. Además, en este nuevo entendimiento la naturaleza tiene una historia en un sentido mucho más fundamental de lo que incluso Engels creía posible, aunque muy en el espíritu de sus argumentos.

Parece que en las altísimas energías típicas de los comienzos de la historia del universo todas las fuerzas se unificaron. A medida que el universo se ha expandido y enfriado, y por lo tanto las energías típicas de los procesos han caído, esta simetría, esta unidad, se ha roto repetidamente hasta que hoy, en las energías a las que ahora podemos acceder normalmente, las diversas fuerzas y sus partículas asociadas aparecen como separadas y distintas.

Además, todas las «partículas» y «fuerzas» conocidas de la materia son simplemente manifestaciones diferentes y transitorias de la misma esencia subyacente (que la mayoría de los científicos llamarían hoy energía). Todas ellas son capaces de transformarse en otra. Así, por ejemplo, un protón y un antiprotón (dos partículas que son idénticas, excepto que la «anti» tiene la carga eléctrica opuesta) se aniquilan mutuamente si se encuentran. La energía liberada, o más exactamente la materia transformada, puede entonces atravesar más transformaciones y así dar lugar a una serie de otras diferentes «partículas» de materia.

Una vez más, la explicación generalmente aceptada para el desarrollo del universo (conocida como el «modelo cosmológico estándar» o, más popularmente, el «Big Bang») es aquella en la que la materia ha sufrido repetidas transformaciones cualitativas cuando el cambio cuantitativo ha alcanzado puntos críticos. Ese desarrollo ha procedido a través de una dinámica interna de la materia. Las facetas diferenciadas de la totalidad de la materia, que tiene una unidad subyacente, se han transformado progresivamente a medida que interactúan entre sí. Tenemos una evolución desde los quarks, a los protones y neutrones, a los átomos neutros, a las nubes de gas, las estrellas y las galaxias, la formación de elementos más pesados como el carbono, la formación de planetas y, a través de una serie de transformaciones adicionales, la aparición de vida orgánica y de seres humanos conscientes [78].

En cada etapa surge un comportamiento cualitativamente nuevo de la materia. Así que los quarks que han existido libremente fueron, cuando la temperatura del universo cayó por debajo de un punto crítico, confinados permanentemente dentro de partículas como los protones y un tipo de física cualitativamente nueva emerge (en las energías existentes en el universo hoy en día los quarks libres no pueden existir). Más tarde, por debajo de otro punto crítico, los protones y los neutrones pudieron capturar electrones y surgió por primera vez toda la posibilidad de la nueva y rica área  de los procesos atómicos y moleculares. Era necesario que las primeras moléculas de este tipo se transformaran aun más en las condiciones muy especiales de los interiores estelares, y que luego esas mismas estrellas explotaran en eventos cataclísmicos llamados supernovas, antes de que los elementos cruciales para la formación de planetas como la Tierra fueran siquiera posibles. Y otra larga serie de transformaciones de la materia, miles de millones de años más tarde, han dado lugar al fenómeno cualitativamente nuevo del ser humano, la conciencia y la sociedad.

Incluso un conocimiento superficial de lo que la física del siglo XX ha descubierto sobre la naturaleza y sus diversos aspectos y desarrollo histórico muestra que el enfoque general de Engels es más relevante que nunca.

El último avance tomado como un desafío al materialismo es la teoría del caos. Esta sólo se ha desarrollado plenamente en los últimos 30 años. Muchos de los problemas y cuestiones que aborda fueron planteados por los científicos hace mucho tiempo, sobre todo por Henri Poincaré a principios de siglo. Pero la investigación de los problemas sólo fue posible con el desarrollo de la moderna computadora rápida.

La teoría del caos dice básicamente que algunos sistemas físicos, aunque se rigen por leyes que predicen exactamente lo que algo hará, pueden sin embargo comportarse de manera impredecible. El tiempo es el ejemplo más citado, normalmente en el pintoresco ejemplo del «efecto mariposa», en el que se dice que el batir de las alas de una mariposa en un lado del mundo puede dar lugar en última instancia a cambios que se acumulan de tal manera que dan lugar a un huracán en el lado opuesto del globo [79]. De hecho, sistemas físicos muy simples también se comportan de esta manera «caótica». Tres cuerpos orbitando entre sí bajo la influencia de la gravedad, o un simple péndulo que se balancea sobre un imán son dos ejemplos. Tales sistemas físicos son impredecibles en el sentido de que su evolución es tan sensible a pequeños cambios en las condiciones iniciales a partir de las cuales comienza esa evolución que la única manera de ver lo que sucede es esperar y ver.

Esta teoría ha sido aprovechada para argumentar que cualquier intento de explicar el mundo, de actuar conscientemente para cambiarlo de cierta manera, está condenado al fracaso. Todo lo que nos queda es la imprevisibilidad y el caos. Los intentos de planificación social o económica no funcionarán, el caos del mercado es todo lo que es posible, se argumenta. Esto es perder el sentido de la teoría. Principalmente trata con  fenómenos que antes no se entendían en absoluto. Ahora donde la ignorancia reinaba algo puede ser explicado, incluso si algunas viejas nociones tienen que ser repensadas para hacerlo. De hecho, la teoría del caos muestra que hay un patrón, una estructura – aunque a menudo muy complicada – que subyace a muchos fenómenos que antes no se comprendían para nada. La dinámica de los ataques cardíacos, o la turbulencia de los fluidos, por poner sólo dos ejemplos, nunca se han comprendido realmente. Ahora la teoría del caos ha proporcionado los primeros pasos de una explicación. [80]

El caos es una propiedad de lo que los matemáticos llaman sistemas no lineales. Hasta las últimas décadas casi toda la física de los últimos 300 años se ocupaba de lo que los matemáticos llaman sistemas lineales. Los sistemas lineales son mucho más fáciles de tratar matemáticamente. La diferencia básica es que en un sistema lineal el todo es igual a la suma de las partes, mientras que en un sistema no lineal el todo no es simplemente la suma de las partes, una idea que ha sido fundamental para una comprensión dialéctica al menos desde Hegel.

Se pueden dar y se han dado grandes pasos adelante estudiando aquellas partes de la naturaleza que pueden ser tomadas aproximadamente como lineales. Pero todas las situaciones físicas reales son no lineales. A veces los efectos no lineales pueden ser ignorados, pero muy a menudo no pueden. Debido a que las matemáticas no lineales son mucho más difíciles de tratar que las lineales, la mayoría de la ciencia evitó los problemas no lineales hasta la llegada de las computadoras rápidas y la teoría del caos.

Dos aspectos clave de la teoría del caos son interesantes. En primer lugar, muestra que en varios puntos los pequeños cambios cuantitativos producen grandes cambios cualitativos en el comportamiento. La teoría del caos está diciendo, y explicando por qué, esto es una característica bastante universal del mundo natural (como argumentó Engels)..

En segundo lugar, la teoría del caos muestra que en el mundo natural el determinismo y la imprevisibilidad, aparentemente dos nociones opuestas y mutuamente excluyentes, están de hecho íntimamente ligadas. Un proceso puede, en un sentido muy real e importante, ser ambas cosas a la vez [81]. En la teoría cuántica, la imprevisibilidad en un nivel puede dar lugar a un comportamiento determinista en otro nivel de la naturaleza. La teoría del caos muestra que lo contrario también es cierto. Un sistema puede regirse por leyes estrictamente deterministas y, sin embargo, dar lugar a un comportamiento impredecible.

Una vez más, esto no es resultado de la ignorancia. Cuando se especifican las condiciones iniciales de cualquier sistema siempre hay un margen de error, que se resume en la noción de que algo es «correcto dentro de una parte en, digamos, 100 millones». En un sistema ‘caótico’, no importa cuán pequeño sea este margen de error, puede demostrarse que una diferencia incluso menor que esta conducirá a resultados salvaje e impredeciblemente diferentes en la evolución futura del sistema. Si se dice, bueno, hagamos más precisa la especificación de las condiciones iniciales para superar esta divergencia, entonces puede mostrarse el mismo fenómeno para una diferencia aún menor en las condiciones iniciales y así sucesivamente (toda esta noción puede hacerse matemáticamente precisa).

La teoría del caos es uno de los componentes que han proporcionado la base para los nuevos desarrollos más recientes, que son algunos de los más emocionantes en la ciencia durante muchos años. Estos han sido apodados «la ciencia de la complejidad».

Estos desarrollos también se basan en los nuevos avances en termodinámica, la ciencia de los procesos que implican calor. Hace mucho que la termodinámica se ha considerado extrañamente junto con otras áreas de la física. Se originó en el trabajo de científicos como Sadi Carnot en los primeros años del siglo XIX y surgió directamente de los intentos de comprender cuáles eran los principios científicos subyacentes a las máquinas de vapor que estaban desempeñando un papel clave en la revolución industrial. La termodinámica pronto comenzó a plantear problemas ya que parecía muy diferente a al pensamiento desarrollado en la mayoría de la física restante. Por ejemplo, mientras que la ciencia newtoniana era determinista, las leyes de la termodinámica eran probabilísticas.

En segundo lugar, la ciencia newtoniana era estrictamente reversible en el tiempo. Esto significa que no hay nada en, digamos, las leyes del movimiento de Newton para distinguir los cambios que van hacia adelante o hacia atrás en el tiempo. En pocas palabras, una película de un mundo estrictamente newtoniano no se vería mal si se ejecutara al revés. El problema obvio es, por supuesto, que la mayoría de los procesos reales en el mundo no son reversibles. La termodinámica se ocupa de tales cambios irreversibles, el calor fluye de caliente a frío, nunca al revés. El tiempo, y el desarrollo en una dirección definida en el tiempo, juega un rol clave en la termodinámica, de una manera que no es aplicable para la mayoría de las leyes de la física restantes.

En resumen, la termodinámica no fue fácilmente reconciliada con las leyes pensadas para gobernar las partículas o moléculas de las que algo está compuesto. Esto no recibió mucha ayuda incluso de la revolución científica de la relatividad y la mecánica cuántica, ambas siguen siendo reversibles en el tiempo en el sentido descrito anteriormente. Además, la mayor parte de la teoría termodinámica se desarrolló en torno al entendimiento de los procesos que implican calor y que estaban cerca de un equilibrio estable, principalmente porque esto era matemáticamente más fácil [82].

En los últimos años, sin embargo, científicos como el ganador del Premio Nobel belga, Ilya Prigogine, han comenzado a estudiar la termodinámica cuando los procesos están lejos del equilibrio, lo cual es mucho más típico del mundo real. Otros científicos se han basado en este tipo de trabajo y en elementos de la teoría del caos para tratar de examinar las conexiones entre los diferentes aspectos de la naturaleza y, en particular, para tratar de comprender la dinámica, los procesos de cambio, que subyacen a los sistemas físicos complejos en general, entender los patrones comunes. Se trata de un intento, aunque la mayoría de los científicos involucrados no utilizarían ese lenguaje, de desarrollar una «dialéctica de la naturaleza».

Una de las nociones clave que estos científicos han desarrollado es la de las propiedades emergentes en los sistemas complejos. Señalan e intentan explicar cómo la propia materia en ciertos niveles de complejidad desarrolla un nuevo comportamiento que surge de las leyes subyacentes, pero que no puede reducirse simplemente a estas leyes subyacentes. Se requiere una comprensión en el nuevo nivel.

Está empezando a surgir una imagen de la naturaleza en la que en ciertos puntos los sistemas físicos no solo pueden experimentar una transición de un comportamiento ordenado regular a un comportamiento caótico e impredecible, sino de cómo la materia, una vez que alcanza un cierto nivel de complejidad de organización, puede generar espontáneamente nuevas formas superiores de comportamiento ordenado. Es un cuadro de desarrollo potencial en la naturaleza cuya esencia es exactamente la que Engels estaba tratando de resolver en su discusión sobre la «negación de la negación». Algunos sistemas físicos pueden pasar de un estado ordenado estable a un estado caótico por alguna presión, cambio o impulso (es la «negación»). Pero bajo ciertas condiciones algunos de estos sistemas pueden desarrollarse de tal manera que den lugar a nuevas formas superiores de comportamiento ordenado, a menudo con nuevas propiedades (la «negación de la negación»).

Este tipo de patrón parece ser típico de muchos sistemas complejos en la naturaleza y los científicos están empezando a tratar de entenderlo. Hay algunas pruebas, aunque no están establecidas, de que las organizaciones complejas de la materia con propiedades genuinamente novedosas y «creativas» son las que están «al borde del caos», sistemas equilibrados en una tensión dinámica entre la tendencia a un orden muerto, estable y repetitivo por un lado y un estado impredecible, desordenado y caótico por el otro [83].

Todavía no se sabe a dónde llevarán estos desarrollos, aunque se puede estar seguro de que se abusará de ellos tanto como se ha hecho con casi todos los nuevos desarrollos científicos desde Darwin hasta la teoría del caos. Phil Anderson, que ganó un Premio Nobel por su trabajo en lo denominado como física de la materia condensada, es uno de los involucrados en el desarrollo de parte de este trabajo. Él señala el potencial de la nueva ciencia que está comenzando a mostrar cómo «en cada nivel de complejidad aparecen propiedades completamente nuevas. Y en cada etapa se necesitan leyes, conceptos y generalizaciones completamente nuevas. La psicología no es biología aplicada, como la biología no lo es de la química» [84].

Anderson da un ejemplo simple pero ilustrativo desde el punto de la experiencia cotidiana: el agua. Una molécula de agua no es muy complicada: un gran átomo de oxígeno con dos átomos de hidrógeno más pequeños adheridos a ella. Su comportamiento se rige por leyes bien entendidas y ecuaciones precisas de la física atómica. Pero si se juntan unos pocos miles de millones de estas moléculas, adquieren colectivamente una nueva propiedad que ninguna de ellas posee por sí sola: la liquidez. Nada en las leyes subyacentes que gobiernan el comportamiento de los átomos individuales te dice acerca de esta nueva propiedad. La liquidez es «emergente». A su vez, argumenta Anderson, esta «propiedad emergente» produce un «comportamiento emergente». La liquidez puede, a través del enfriamiento, transformarse repentinamente en la estructura sólida y cristalina del hielo. Una vez más, este comportamiento simplemente no tiene sentido para una sola molécula de agua individual.

Otros ejemplos sencillos, a modo de ilustración, ocurren con el inicio de la convección cuando se calienta un fluido como el agua. Al principio el calor se eleva a través del fluido por conducción. Sin embargo, en un determinado punto crítico y en determinadas condiciones, se produce un cambio cualitativo abrupto en el comportamiento. De repente, millones de moléculas cambian hacia un movimiento coherente a gran escala (en estándares moleculares) de células de convección hexagonales, conocidas como células de Bénard. Una vez más, ciertas reacciones químicas exhiben este tipo de surgimiento espontáneo de estructura u orden. En estos «relojes químicos» millones de moléculas experimentan transformaciones rítmicas y estructuradas a gran escala, otra vez relativas a la escala molecular en la que tienen lugar las reacciones subyacentes. Estos son ejemplos de lo que es posible en sistemas físicos relativamente simples. Las posibilidades en sistemas más complejos son correspondientemente más ricas.

El tipo de razonamiento que Anderson y otros científicos similares están empezando a desarrollar es exactamente lo que Engels quería decir con un razonamiento dialéctico de la transformación de la cantidad a la calidad. Es un razonamiento que muestra cómo la propia materia, a través de las interacciones entre las distintas facetas de la misma totalidad (todas han evolucionado históricamente a partir del universo temprano, aparentemente indiferenciado y homogéneo), se transforma cualitativamente y se desarrolla a lo largo de la historia.

Sigue siendo cierto que la ciencia moderna sigue planteando tantas preguntas como respuestas, pero el mero hecho de que se planteen nuevas preguntas no debe llevarnos a ignorar las muchas e importantes respuestas encontradas en el último siglo. Sin duda, algunas de las diversas hipótesis presentadas hoy para explicar aspectos de la naturaleza serán, como dijo Engels, «eliminadas por la experiencia». Seguramente será necesario un deshierbe severo ya que, como siempre en la historia de la ciencia, las teorías que explican varias partes de la naturaleza están plagadas de problemas y a menudo son mutuamente incompatibles. La mecánica cuántica y la relatividad general, por ejemplo, parecen ser incompatibles a nivel fundamental. Una vez más, los procesos no lineales se consideran cada vez más vitales para comprender la naturaleza, pero mientras que la relatividad general y la teoría del caos son radicalmente no-lineales, la teoría cuántica no lo es. Las tres son reversibles en el tiempo, en el sentido explicado anteriormente, pero la nueva termodinámica, por no hablar del mundo real, señala la importancia fundamental de los procesos irreversibles en la naturaleza [85].

La cuestión de cuáles son los aspectos correctos de cualquier nueva o ya existente teoría, cuáles solo tienen un valor limitado y cuáles son productos de la imaginación, se aclarará cuando encontremos una manera de obtener las respuestas del único árbitro final: la materia, en todos sus muchos aspectos y cambios. Lenin, el líder de la Revolución Rusa de 1917, al comentar la revolución científica de su época, expuso bien el argumento:

Nuestro conocimiento está profundizándose, están desapareciendo propiedades de la materia que antes parecían absolutas y que ahora se revelan como relativas y características sólo de ciertos estados de la materia. La única propiedad de la materia a cuyo reconocimiento está ligado el materialismo filosófico es la propiedad de ser una realidad objetiva, de existir fuera de nuestra mente [86].

 

Ya he señalado la forma en que algunos biólogos destacados se basan conscientemente en la tradición fundada por Engels. Hoy en día, algunos físicos y científicos de otros campos también están comenzando a reconocer la conexión entre la forma en que tienden a pensar y el enfoque defendido por Engels. Ilya Prigogine, que ha desempeñado un papel clave en la nueva termodinámica, por ejemplo, dice: «Hasta cierto punto, existe una analogía” entre los problemas con los que él está lidiando y el «materialismo dialéctico».

Y dice que el razonamiento clave que surge de los desarrollos científicos modernos es que «la naturaleza podría llamarse histórica, es decir, capaz de desarrollo e innovación». Y continúa comentando:

La idea de una historia de la naturaleza como parte integral del materialismo fue afirmada por Marx y con mayor detalle por Engels. Los desarrollos contemporáneos de la física han planteado así dentro de las ciencias naturales una cuestión que ha sido planteada durante mucho tiempo por los materialistas [87].

 

Richard Levins y Richard Lewontin dedicaron su libro de 1985, The Dialectical Biologist (El biólogo dialéctico), “a Frederick Engels, que se equivocó muchas veces pero estuvo en lo correcto donde contaba” [88].

Muchos científicos dirán que no necesitan la filosofía para dar sentido a la naturaleza, que simplemente están descubriendo cómo funciona la naturaleza. Que así sea. La ciencia finalmente se mantendrá o caerá sobre su verdad, su éxito en la práctica, sean cuales sean los pensamientos en la cabeza de los científicos o de cualquier otra persona.

Pero vale la pena señalar los peligros en los que caen muchos físicos modernos, o al menos aquellos que piensan acerca del significado de la ciencia que producen, cuando rechazan el intento de tener un enfoque materialista y dialéctico consistente. Cité el libro del físico Paul Davies The Mind of God y su charla sobre la posible necesidad de adoptar «el camino místico». Ciertamente no es el único que tiene estos pensamientos. El físico Stephen Hawking concluye su excelente best sellerA Brief History of Time, refiriéndose a The Mind of God como el «triunfo final de la razón humana» [89]. Incluso Ilya Prigogine termina un libro generalmente maravilloso con cosas como «el tiempo es una construcción y por lo tanto conlleva una responsabilidad ética» y referencias al «Dios del Génesis» [90]. Vale la pena recordar la advertencia de Engels contra la ilusión de que la ciencia puede prescindir de la filosofía y los peligros en los que pueden caer los «empiristas de cabeza sobria» [91].

Conclusiones

Debe quedar claro que el enfoque general de Engels y sus argumentos sobre la ciencia eran correctos y se defienden bien ante los avances científicos alcanzados durante los 100 años posteriores a su muerte. De hecho, esos avances son un poderoso argumento para la necesidad de una comprensión dialéctica de la naturaleza.

¿Cuáles son los elementos clave de tal razonamiento? El primero es que la naturaleza es histórica en todos los niveles. Ningún aspecto de la naturaleza simplemente existe: tiene una historia, nace, cambia y se desarrolla, se transforma y, finalmente, deja de existir. Los aspectos de la naturaleza pueden parecer fijos, estables, en un estado de equilibrio durante un tiempo más corto o más largo, pero ninguno lo es permanentemente. Esta es la conclusión ineludible de la ciencia moderna. En lugar de esperar la constancia o el equilibrio como condición normal, un enfoque dialéctico significa esperar el cambio pero aceptar la aparente constancia dentro de ciertos límites.

El segundo elemento clave en el que Engels tenía razón es la necesidad de ver las interconexiones de los diferentes aspectos de la naturaleza. Por supuesto que es necesario resquebrajar la naturaleza, aislar este o aquel aspecto, para entender y explicar. Pero esto es solamente una parte del cuento y, a menos que se complemente viendo las partes que han sido aisladas para su estudio en sus interconexiones y relaciones, conduce a una comprensión unilateral y limitada. Las partes solo tienen un significado completo en relación con el todo. Esto no es ningún tipo de argumento para un «holismo» místico. Las relaciones reales entre los diferentes aspectos de la naturaleza deben establecerse y elaborarse científicamente. Simplemente se trata de insistir en que tal investigación es necesaria para establecer una comprensión completa.

Como en la mayoría de los asuntos, hay una conexión entre la manera en que se ve la naturaleza y la ideología dominante en la sociedad. El hecho de que una forma de pensar sobre la naturaleza en la que el equilibrio es la norma y en la que el enfoque se centra en partes aisladas, «átomos», sea típico no es un accidente en la sociedad capitalista moderna. Aunque originalmente era revolucionaria, la clase capitalista ahora tiene que creer, y decirnos que creamos, que su forma de organizar la sociedad es la mejor. Tiene que sugerir, independientemente de las pruebas que se acumulan diariamente en sentido contrario, que la estabilidad y el equilibrio son las condiciones normales. Tiene que insinuar que no hay ninguna razón por la que la actual forma de dirigir la sociedad necesite cambiar radicalmente. Su visión de la sociedad es precisamente la de unidades individuales atomizadas. La familia, el individuo, son primordiales. «No existe tal cosa como la sociedad», como argumentó Margaret Thatcher. Cuando esta es la ideología dominante en la sociedad, no es sorprendente que a menudo influya en la forma en que los científicos piensan la naturaleza.

¿Qué hay de los patrones generales, “leyes”, que Engels argumentó que caracterizan los procesos de cambio y desarrollo en la naturaleza? Yo diría que no hay duda en que los argumentos de Engels sobre el cambio cuantitativo que da lugar en ciertos puntos a transformaciones cualitativas son generalmente correctos. En todos los campos de la ciencia, en todos los aspectos de la naturaleza, uno no puede dejar de encontrase precisamente con este proceso. Cualquier intento de comprender el mundo natural que no espere que este sea un rasgo típico del cambio y el desarrollo no puede reconciliarse con los avances de la ciencia moderna. Por supuesto, esperar tales patrones de cambio no te dice nada en absoluto sobre la naturaleza específica de los procesos reales. El mundo natural tiene que ser investigado y su comportamiento establecido y explicado científicamente.

Sin embargo, una consecuencia de este punto de vista es la comprensión, cada vez más apoyada por la ciencia moderna, de que es necesaria una visión radicalmente anti-reduccionista de la naturaleza. A medida que el cambio cuantitativo da lugar a una transformación cualitativa, surgen nuevas organizaciones de la materia. Estas tienen formas de comportamiento realmente novedosas que, si bien son compatibles con las leyes que rigen los componentes subyacentes, no se reducen simplemente a ellas. La biología no es simplemente física y química aplicadas. Tampoco el comportamiento y la conciencia humana son simplemente biología molecular aplicada. Menos aún son la política, la economía y la historia, biología aplicada. Es necesario un razonamiento que vea las conexiones entre todos estos diferentes niveles de la organización de la materia, ya que todos ellos son el resultado de nada más que una mayor o menor complejidad de la organización de la materia, no hay principios místicos o vitales en juego. Pero también es necesaria una comprensión de la naturaleza que vea que cada nivel tiene sus propias leyes, formas de comportamiento, que no pueden ser leídas por las leyes que rigen un nivel diferente.

En toda la naturaleza se encuentra que las cosas que parecen tener alguna persistencia, alguna estabilidad, durante un tiempo mayor o menor, son el resultado de un equilibrio dinámico temporal entre tendencias opuestas o contradictorias. Esto es tan cierto para los objetos físicos simples, como los átomos, como para los organismos vivos. Cuando ese equilibrio se rompe (como siempre ocurre en algún momento), puede producirse un cambio que conduce a un nuevo desarrollo, una transformación hacia una nueva situación que no es simplemente una desintegración o una recreación circular de lo que había antes. Pero esto es un potencial, una posibilidad, más que una característica general. Además, la forma en que se producen los cambios, y los tipos de posibilidades, tendencias o patrones que pueden ocurrir son diferentes en los distintos niveles de la organización de la materia.

Esto es particularmente cierto en los tipos de procesos a los que Engels habla como ejemplos de la «negación de la negación». Parece tener poca validez cuando se habla de cambios en objetos físicos simples. Se vuelve importante cuando se habla de sistemas persistentes más complejos que tienen la capacidad, al absorber impulsos, de preservarse y posiblemente transformarse a sí mismos. Por lo que que encaja mucho mejor cuando se trata de organismos biológicos, cuya condición de existencia es precisamente la continua absorción y transformación de la materia externa. Es aún más evidente en la subclase de los cuerpos vivos que han alcanzado la etapa posterior de desarrollo de la conciencia y luego de la autoconciencia. Estos están constantemente bajo la influencia de la causalidad externa (están siendo negados) pero al tomar conciencia de ello tienen la posibilidad de incorporarla bajo su propio control (sobre todo a nivel colectivo, social) y en el proceso se transforman a sí mismos y sus relaciones con el mundo exterior. Los organismos vivos abren tipos de desarrollos, procesos de cambio, que no se dan de la misma forma en el mundo no vivo. Más aun, con el surgimiento de la conciencia humana y la sociedad se hacen posibles nuevos patrones de desarrollo y cambio.

Sin embargo, el concepto también es importante cuando se observa la evolución de la totalidad de la materia en sí. Todos estos diversos niveles de organización de la materia son facetas diferentes de la misma totalidad material, que aunque diferenciada tiene una unidad subyacente. Esta totalidad se ha desarrollado para dar lugar a las diferentes pautas de cambio que se exhiben en los distintos niveles de la organización, y etapas de la historia, del mundo natural. Los niveles y los patrones de cambio abiertos en cada uno son diferentes, pero son aspectos conectados de la unidad subyacente.

Una verdadera visión dialéctica de la naturaleza requeriría la investigación de todas estas cuestiones, un estudio de los procesos de cambio y desarrollo en cada nivel de la naturaleza, sus similitudes y sus diferencias. Construir tal conocimiento, basado firmemente en los resultados reales de una creciente comprensión científica de la naturaleza, sería el mejor tributo a la labor pionera de Engels, que sigue siendo, con mucho, el mejor punto de partida de la filosofía de la ciencia. Los argumentos de Engels sobre la ciencia han sido ignorados, desestimados o distorsionados durante demasiado tiempo (por los socialistas a veces tanto como por otros). Cien años desde su muerte es tiempo suficiente como para que eso cambie. Pero al aprender de Engels y tratar de construir sobre sus ideas debemos hacerlo en el espíritu en el que él mismo trabajó: «Qué joven es toda la historia de la humanidad y qué ridículo sería tratar de atribuir cualquier validez absoluta a nuestros puntos de vista actuales» [92].

Notas

1.      Quoted in preface to Engels, The Dialectics of Nature(Moscow 1982), p. 6.

2.      The notes which form The Dialectics of Naturewere not published until 1927, many years after Engels’ death.

3.      H. Sheehan, Marxism and the Philosophy of Science(New Jersey 1993), p. 29. This book is a useful guide to the arguments within the Marxist tradition on science.

4.      Ibid., p. 30.

5.      For instance, far from the rigid, mechanical deterministic view Engels is often attacked for, he time and again attacks such an approach. Indeed this is so much the case that one is often forced to wonder if these critics have ever actually read Engels! Rigid determinism in natural science in the 19th century was best summed up by the French scientist Pierre Laplace. He claimed that the result of modern science was an all embracing determinism in which the past, present and future down to the smallest detail were all equally and completely determined.

Such ‘Determinism’, Engels argued, ‘tries to dispose of chance by denying it altogether. According to this conception only simple, direct necessity prevails in nature.’ He mocks this view:

‘That a particular pea-pod contains five peas and not four or six, that a particular dog’s tail is five inches long and not a whit longer or shorter, that this year a particular clover flower was fertilised by a bee and another not, and indeed by precisely one particular bee and at a particular time, that a particular windblown dandelion seed has sprouted and another not, that last night I was bitten by a flea at four o’clock in the morning, and not at three or five o’clock, and on the right shoulder and not on the left calf – these are all facts which have been produced by an irrevocable concatenation of cause and effect, by an unshatterable necessity of such a nature indeed that the gaseous sphere, from which the solar system was derived, was already so constituted that these events had to happen this and not otherwise. With this kind of necessity we likewise do not get away from the theological conception of nature. Whether with Augustine and Calvin we call it the eternal decree of God, or Kismet as the Turks do, or whether we call it necessity, is all pretty much the same’ (The Dialectics of Nature, p. 499).

6.      H. Sheehan, op. cit., also defends Engels well from some of the attacks he has suffered.

7.      F. Engels, The Dialectics of Naturein Marx, Engels, Collected Works (MECW), Vol. 25 (London 1987), p. 319.

8.      Ibid., p. 320.

9.      His explanation, which drew on work on magnetism by Gilbert, was wrong, but the attempt was important. Until then a central belief in all explanations of nature was the sharp distinction between the Moon and the Earth and the rest of the heavens, the ‘sublunary’ and ‘superlunary’ spheres in the language of the day. This distinction was based on the authority of Aristotle, who had been adopted by the Catholic Church, the key ideological authority in feudal society, for its own purposes. In the superlunary sphere, the world of the planets and stars, everything was perfect, unblemished and unchanging, everything was supposed to move endlessly in perfect circles. Change, decay, transformation were the preserve of the ‘corrupt’ sublunary sphere, i.e. Earth and its immediate environment. Kepler’s arguments were therefore a challenge to this central doctrine of the old world view. Galileo’s findings with the telescope must also be seen in this context to appreciate their revolutionary nature.

10. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 465.

11. Ibid., p. 466.

12. Ibid., p. 466.

13. Ibid., p. 466. For one period of history Boris Hessen fulfilled Engels’ hope. Hessen’s account of the relationship between the development of Newton’s science and social and production developments is a masterpiece. See The Social and Economic Roots of Newton’s Principiain Science at the Crossroads: Papers presented to the International Congress of the History of Science and Technology, held in London from 29 June to 3 July 1931, by the delegates of the USSR (London 1971). Hessen disappeared in the Stalinist purges in the USSR in the 1930s.

14. Ibid., p. 321.

15. Ibid., pp. 321–322.

16. Ibid., p. 322.

17. Ibid., p. 322.

18. Ibid., p. 322.

19. Ibid., p. 322. Newton’s theory explained the motion of the planets once they were moving, he required a ‘first impulse’ (i.e. god) to set the whole mechanism in motion.

20. Engels, Anti-DühringMECW, Vol. 25, op. cit., p. 25.

21. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 324.

22. Ibid., p. 323.

23. Ibid., p. 324.

24. Ibid., p. 324.

25. Ibid., p. 324.

26. Ibid., p. 325.

27. See a description of this process by one of the key founders of thermodynamics in Reflexions on the Motive Power of Fireby Sadi Carnot, translated and edited (with excellent and fascinating notes) by R. Fox (Manchester University Press 1986).

28. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit.. p. 325.

29. Ibid., p. 325.

30. Ibid., p. 326.

31. Ibid., p. 326.

32. Quoted in H. Sheehan, op. cit., p. 38.

33. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 327.

34. K. Marx and F. Engels, Communist ManifestoMarx Engels Selected Works, Vol. I (Moscow 1977), p. 111.

35. Ibid..

36. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 327.

37. Ibid., p. 327.

38. Engels, Anti-DühringMECWop. cit., p. 21.

39. Ibid., p. 22.

40. Ibid., p. 22.

41. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 353.

42. Ibid., p. 491.

43. Engels, Anti-DühringMECWop. cit., p. 22.

44. Ibid., p. 22.

45. Ibid., p. 22.

46. Ibid., pp. 22–23.

47. Ibid., p. 23.

48. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 495.

49. Ibid., p. 515.

50. Ibid., pp. 515–516.

51. Engels, Anti-DühringMECWop. cit., p. 23.

52. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 356.

53. Ibid., pp. 342–343. Engels tackles many arguments about what is ‘scientific method’. In doing so he challenges many of the then fashionable arguments in a way that was decades in advance of his time. This is especially relevant given that at the time of writing Karl Popper, the famous philosopher of science, has recently died. Popper, especially through his Logic of Scientific Discovery, had been one of the most influential philosophers of science of the last few decades, and there is much in his arguments that is important.

Few of those who study or follow Popper have probably ever bothered to read Engels. Popper himself was a bitter – if shallow – opponent of Marxism. It is therefore amusing that many of Popper’s most original insights about science were precisely those to which Engels had pointed. Popper attacked the traditional empiricist view of science as the gradual accumulation of secure facts, with theories then being developed by induction from these facts and verified through experiment. Instead Popper argued that even the most straightforward observation of nature contains irreducible elements of theory – all observation is ‘theory laden’. Engels makes precisely this point in a sharp attack on empiricism: ‘However great one’s contempt for all theoretical thought, nevertheless one cannot bring two natural facts into relation with each other, or understand the connection existing between them, without theoretical thought’ (The Dialectics of Nature, p. 354).

Again Popper attacked the notion that scientific theories are constructed by induction from empirical facts. Rather he argued that science develops through the formation of bold conjectures, or hypotheses, which may not be based on facts but which can be tested experimentally. Moreover, far from verifying theory, the point of these tests was to falsify wrong theories. Scientific theories had to be open to falsification; hypotheses were to be refuted by experience. Much of this approach can be found in outline in Engels’ work. He called induction ‘a swindle’. ‘According to the inductionists, induction is an infallible method. It is so little so that its apparently surest results are every day overthrown by new discoveries’ (Engels, The Dialectics of Nature, p. 508). And he gives example after example of how theories had been refuted by new facts. Engels also pointed out the logical problem with induction, in precisely an example found in Popper, that ‘it does not follow from the continual rising of the sun in the morning that it will rise again tomorrow’ (Engels, The Dialectics of Nature, p. 510). And Engels draws the conclusion, ‘The form of development of natural science, in so far as it thinks, is the hypothesis’, and that science develops as ‘observational material weeds out these hypotheses’ (The Dialectics of Nature, p. 529, emphasis in Engels’ original).

Critics of Engels often argue that dialectics denies the validity of formal logic. This is simply not true. Dialectics is rather a critique of the limits of formal logic. Such logic is invaluable, but is not capable of fullygrasping a dynamic, changing world. (It is interesting to note in this context that some logicians today are seeking to develop new kinds of logic based upon the quantum mechanical nature of reality – which does not easily fit the categories of traditional logic.)

In later years Engels’ ideas on dialectics were distorted out of all recognition by official Stalinist philosophers of states like the USSR, China and the old regimes in Eastern Europe. This has sometime led many genuine Marxists who opposed these regimes to be suspicious of talk of ‘dialectics’. This, however understandable its motives, is mistaken. These regimes turned every aspect of genuine Marxism on its head in a grotesque parody aimed at legitimising their own rule and exploitation of workers. Genuine Marxists have always had to rescue the real meaning of Marxism from such distortions and insist on its continued relevance. The same approach should be adopted with Engels’ arguments on dialectics.

54. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 356.

55. Ibid., p. 357.

56. Ibid., p. 359.

57. Ibid., p. 359.

58. Ibid., p. 359.

59. Ibid., p. 361.

60. Ibid., p. 357.

61. Ibid., p. 492.

62. Engels, Anti-DühringMECWop. cit., p. 130.

63. Ibid., pp. 76–77.

64. Ibid., p. 130.

65. Engels, The Dialectics of Nature, in MECWop. cit., p. 587.

66. Engels, Anti-DühringMECWop. cit., p. 24.

67. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 321.

68. S. Rose, R. Lewontin and L. Kamin, Not In Our Genes(Penguin 1984); S. Rose, The Making of Memory (London 1992); R. Lewontin, The Doctrine of DNA (London 1993); R. Levins and R. Lewontin, The Dialectical Biologist (Harvard University Press 1985). Why biologists are more inclined to a dialectical approach than most other scientists is an interesting question. I suspect it is a result of a combination of factors. One is that the scientific material itself more clearly pushes biologists towards a dialectical understanding. Secondly, political and philosophical argument is forced upon biologists in a far sharper way than in many sciences, given, for example, arguments about human nature etc. Thirdly, the fact that a number of the individual biologists concerned have at various points been connected to Marxist political traditions, and more so than in, say, physics, must play a part.

69. P. Davies, The Mind of God(London 1992), pp. 231–232. To be fair to Davies he is one of the few writers on modern physics who asks the right questions. Most of his attack on materialism is in fact a well justified refutation of mechanical materialism. The thrust of much of this is little different from Engels’ own arguments. I do not know if Davies has ever read Engels. Unfortunately, whether through ignorance of this tradition or otherwise, Davies’s correct rejection of mechanical materialism leads him to mistakenly reject genuine materialism.

70. P. Davies and J. Gribbin, The Matter Myth(London, 1991), p. 7.

71. Ibid., p. 8.

72. Engels, The Dialectics of NatureMECWop. cit., p. 527.

73. Good discussions of the problems and interesting suggestions of possible solutions, written in a fairly non-technical fashion, can be found, for example, in P. Coveney and R. Highfield, The Arrow of Time(London 1991), and M. Gell-Mann, The Quark and the Jaguar(Little Brown 1994). Some of the problems are beginning to be resolved in the most convincing way by a new generation of fascinating experiments, many centred in France under scientists like Serge Haroche. They are beginning to demonstrate how the transition from the strangeness of the quantum mechanical behaviour of atomic objects to the more familiar behaviour of larger scale objects takes place. (Lecture by Serge Haroche, Royal Society, London, October 1994.)

74. This was the theme of a major article in the March 1994 edition of the reputable Scientific Americanmagazine, for instance.

75. Quoted in The Arrow of Timeop. cit..

76. H. Sheehan, op. cit., p. 31.

77. Ibid., p. 319.

78. The whole of the October 1994 issue of the excellent Scientific Americanmagazine is devoted to an overview of this whole process through its various stages. On reading through this after reading Engels one cannot help feeling that it should have been dedicated to his memory. In passing it is worth saying that the ‘big bang’ model has its own limitations. It is only valid up to a point. The laws of physics in their present form break down at the very high energies and densities as we try and track evolution back towards the ‘bang’. No one can yet trace that development back beyond a certain point as a result. On the same theme even the fundamental principle of the conservation of energy is only strictly valid within certain limits. It is now established that it can be violated provided the time scale involved in the violation is small enough – as a consequence of the uncertainty principle of quantum mechanics.

79. It is misleading, as is often suggested, to say the butterfly alone ‘causes’ the hurricane. The real point is that a tiny change in the totality of causes can result in radically different outcomes.

80. One interesting aspect of chaos theory is that the old notions about dimensions have had to be radically changed. Usually one thinks of something having one (a line), two (a surface) or three (a solid) dimensions. In chaos theory this understanding is shown to be limited and insufficient to grasp reality. Objects can have fractional dimensions (e.g. 1.57). The beautiful pictures often seen in books on chaos are of such ‘fractals’.

81. For a fuller discussion of chaos theory see my Order out of ChaosInternational Socialism 48, 1990. Also see, for instance, I. Stewart, Does God Play Dice?(Basil Blackwell 1989); J. Gleick, Chaos: Making a New Science (Sphere 1988).

82. Thermodynamics and classical dynamics can be reconciled (via statistical mechanics) for systems at, or near, equilibrium. But this reconciliation breaks down for systems far from thermodynamic equilibrium. Engels’ discussion of mathematics, of which he had a good knowledge and keen interest, is another important aspect of his work. His attitude is refreshing compared to much modern philosophical discussion on mathematics. All too often such discussion sees mathematical concepts as either simply the free creation of the human mind, completely divorced from the real world, or as existing independently of the material world or human thought in some ‘timeless, etherial sense’. This is the view of the leading mathematician Roger Penrose (see R. Penrose, The Emperor’s New Mind, London 1990). In this view, known as Platonism, as the notion has much in common with arguments advanced by the ancient Greek philosopher, these eternal concepts exist ‘out there’ as much as ‘Mount Everest’ (Penrose, p. xv) and are ‘discovered’ when mathematicians succeed in breaking through to this ‘Platonic’ world by an act of insight or when they ‘have stumbled across the “works of God”.’ (Penrose, p. 126)

In contrast to such approaches, Engels insists that mathematical concepts are rooted in the material world. ‘The concepts of number and figure have not been derived from any source other than the world of reality’ (Anti-Dühringop. cit., p. 36). For instance, ‘Counting requires not only objects that can be counted, but also the ability to exclude all properties of the objects considered except their number – and this ability is the product of a long historical development based on experience. Like the idea of number, so the idea of figure is borrowed exclusively from the external world and does not arise in the mind out of pure thought. There must have been things which had shape and whose shapes were compared before anyone could arrive at the idea of figure.

‘Pure mathematics deals with the space forms and quantity relations of the real world – that is with material which is very real indeed. The fact that this material appears in an extremely abstract form can only superficially conceal its origin from the external world.’ (Anti-Dühringop. cit., pp. 36–37)

Though Engels insists mathematics is in this way rooted in the real world, it is not simply a reflection of it but rather an abstraction from it: ‘In order to make it possible to investigate these forms and relations in their pure state, it is necessary to separate them entirely from their content, to put the content aside as irrelevant, thus we get points without dimensions, lines without breadth and thickness, a and bx and y, constants and variables; and only at the very end do we reach the free creations and imaginations of the mind itself, that is to say imaginary magnitudes.’ Engels was certainly not arguing that mathematical concepts did not soar far away from their material origins as they were developed. He attacked, for instance, those who were unhappy with the idea of what mathematicians call imaginary numbers – like ι, the square root of −1.

Engels went on to comment on the problem of why it is that ‘pure’ mathematics can be ‘applied’ to the real world – a problem which has long exercised philosophers of mathematics.

‘Like all other sciences, mathematics arose out of the needs of men … but, as in every department of thought, at a certain stage of development the laws, which were abstracted from the real world, become divorced from the real world, and are set up against it as something independent, as laws coming from the outside, to which the world has to conform.

‘In this way … pure mathematics was subsequently applied to the world, although it is borrowed from this same world and represents only one part of its forms of interconnection – and it is only just because of this that it can be applied at all.’ (Anti-Dühringop. cit., p. 37)

Engels’ comments are certainly a long way short of a fully worked out philosophy of mathematics but they contain much that provides a useful starting point in any serious attempt to construct such an understanding.

83. See for a discussion of all these points, for example: The Arrow of Timeop. cit., M. Mitchell Waldrop, Complexity(Viking 1993), and I. Prigogine and I. Stengers, Order out of Chaos (Flamingo 1985).

84. Quoted in M. Mitchell Waldrop, op. cit., p. 82. Anderson won his Nobel Prize in 1977 for his detailed explanation of a marvellously dialectical process in nature. Metals are either conductors or insulators of electricity. But it was then found that certain metals could undergo a transition from being a conductor into an insulator. Anderson explained how this startling transformation happened.

85. In fundamental particle physics many of the theories put forward today to overcome some of the difficulties with existing explanations combine two elements. On the one hand they often seem to contain genuine insights which will one day have to be incorporated into any new understanding. But on the other they are often riddled with fanciful notions and wild flights of speculation which are far removed from any meaningful contact with any aspect of the world open to us at present – and very often even the advocates of these theories are not sure what they are really talking about.

A good example is the latest attempt to reconcile quantum theory with gravity-string theory. This seems to have genuine insight. All previous attempts have been plagued by infinite quantities which occur in the mathematical descriptions and which make a nonsense of them. The easiest way to picture why these arise is to recall that in, for example, gravity the force changes in inverse proportion to the square of the distance – 1/r². In established explanations particles like, for instance, electrons are pictured as being point-like, having no extension. Think what happens to an expression like 1/r² when r becomes zero. In a more complicated but analogous manner many of the fundamental problems in modern science are rooted in the very notion of point-like particles which dominates physics. String theory gets rid of these infinities and for the first time seems to point to a genuine reconciliation of quantum theory and gravity. The key element is that it sees particles not as point-like objects but rather as two dimensional ‘strings’, with energies and masses of different particles being analogous to various ‘harmonics’ on a guitar string. The problem, however, is that the whole theory only makes sense in a ‘space’ of ten dimensions which somehow is structured in such a way that we only see the three dimensions of everyday experience. The theory seems to be saying the essence of reality is a ten dimensional space, but the appearance is three dimensions of everyday experience. There are severe problems with this notion. One, for instance, is that some key mathematical structures vital to explaining the world are only valid in a space of three dimensions. In consequence no one, including its inventors, is sure what string theory means, or how real the extra dimensions are supposed to be. And as yet no one has found a way to extract from it testable consequences. Is it the starting point of a new understanding or a flight of speculation that will turn out to have no connection with the way the world really is? (For a discussion of string theory see F. David Pleat, Superstrings, Cardinal 1988).

86. V.I. Lenin, Materialism and Empirio-Criticism(Peking 1972), p. 311.

87. I. Prigogine and I. Stengers, Order out of Chaos(London 1988), p. 252.

88. R. Levins and R. Lewontin, The Dialectical Biologist(Harvard University Press 1985).

89. S. Hawking, A Brief History of Time(Bantam 1989), p. 175.

90. I. Prigogine and I. Stengers, op. cit., p. 313.

91. For a more detailed discussion of the ideas of modern science covered in this section the following references are a good starting point. One of the best is undoubtedly P. Coveney and R. Highfield, The Arrow of Time, which covers almost all the ground discussed here. Also useful are M. Mitchell Waldrop, Complexity, I. Prigogine and I. Stengers, Order out of Chaos, and M. Gell-Mann, The Quark and the Jaguar. Those interested can find further references in these works. All require effort but none require a formal mathematical or scientific training to understand. Anyone wanting to go into the arguments in a more detailed fashion could try the fairly comprehensive collection of essays, P. Davies (ed.), The New Physics(Cambridge University Press 1989) – many, but not all, of these require a fairly good knowledge of mathematics.

92. Engels, Anti-DühringMECWop. cit., p. 106.

 

Fuente: izquierdaweb