Además de romper con todas
las expresiones de las tendencias religiosas, dentro del movimiento comunista
mismo así como en general, es necesario dar un salto más allá y romper con un
claro legado del movimiento comunista internacional en cuanto a las tendencias
(que todavía existen y ejercen una influencia considerable) hacia el
pragmatismo y el empiricismo, a la reificación del proletariado y la reificación
del socialismo (o el proceso de la transformación socialista de la sociedad y
el avance hacia el comunismo), como si fuera un proceso con tendencias
religiosas, una especie de proceso teleológico que se dirige hacia un fin predeterminado
(lo que Bill Martin llama
“inevitable-ismo”1). Estos puntos
de vista y enfoques, junto con el reduccionismo y el
positivismo —y la tendencia al materialismo mecanicista y el determinismo en
general— conducen a reducir a todo a las dimensiones más inmediatas y estrechas
y a portarse como si las cosas que suceden tenían que suceder, y/o que
las determina una progresión lineal de causas (o causas aparentes), sin que se
den saltos y cambios cualitativos de un estado de materia a otro, y sin la interacción
de diferentes niveles de materia en movimiento.
Hace tiempo había un
programa de televisión —no duró mucho tiempo, solo fueron unos pocos episodios,
pero no creo que se haya debido a su mala filosofía o mala ciencia— en el que Stanley Tucci hizo el papel de un
neurocirujano y en una ocasión (en uno de los pocos episodios antes de que lo
cancelaran) le dijo a otro médico: “El cerebro solo es un caja con alambres”.
Bueno, ese es un ejemplo de lo que quiero decir con reduccionismo
y positivismo. El cerebro es muchísimo más que eso, y el pensamiento humano
abarca muchísimo más que una caja con alambres. Abarca muchísimo más de lo que
hace una computadora, por ejemplo—abarca un proceso muchísimo más complicado,
dentro del cerebro mismo, así como en la interacción entre el cerebro y el
resto del cuerpo, y entre el cuerpo (o, mejor dicho, la persona) en su conjunto
y el “mundo exterior”. El funcionamiento del cerebro humano y el pensamiento
humano abarcan todo esto.
Estas tendencias hacia el
positivismo y el reduccionismo son evidentes, claro
está, no solo en los malos programas de televisión, ni tampoco solamente en
algunas maneras de abordar la ciencia médica. Eso se ve todo el tiempo en el
punto de vista y el método que usan las personas —entre ellas los comunistas—
que reducen todo a los términos más estrechos, que buscan las causas en lo
primero que se presente, sin buscar las dinámicas más profundas y el cuadro
mayor— junto con mucho apriorismo e instrumentalismo (intentos de
ajustar a la realidad a ideas preconcebidas y propósitos predeterminados).
Bueno, entre los comunistas
existen estas tendencias, que acompañan a la religiosidad—y eso no cabe en lo
que hacemos. Nuestra manera de abordar las cosas, de abordar todo, no es y no
debe ser religiosa, sino científica. No estamos haciendo algo porque nos
inventamos una visión bonita, para nosotros, de un “mundo ideal” y ahora, como
dicen siempre los “antitotalitarios”, nos proponemos
imponerles a todos, con la fuerza que sea necesaria, esa visión ideal utópica.
Esa es una de las acusaciones clásicas que tienen en su arsenal contra los
comunistas las fuerzas “antitotalitarias” —que
tenemos esos planes y sueños utópicos que parecen buenos pero que no tienen ni
cimientos ni base en la realidad, y que por eso cada vez más tenemos que
recurrir a la coacción contra la misma gente en cuyo nombre proclamamos esa
utopía, y que terminamos usando las medidas más horripilantes para tratar de
imponer ese ideal utópico. Lo que nos proponemos hacer no es eso.
Lo que nos proponemos
hacer, y los principios y métodos que eso implica, no son cuestión de apriorismo
ni instrumentalismo—tenemos de antemano las respuestas a todo, y solo es
cuestión de reconfigurar las cosas para que todos con los que estamos
trabajando nos den las respuestas correctas cuando hagamos las preguntas
correctas. En la medida en que existan tendencias en esa dirección, es algo con
lo que tenemos que romper y que tenemos que erradicar. En un momento dado,
tenemos que bregar con la realidad y con los cimientos más científicos que sean
posibles. Y, en ese proceso, nos estamos relacionando con otras personas que
están aplicando diferentes puntos de vista y enfoques y que lo hacen con
diferentes objetivos. Su manera de pensar, sus objetivos, sus tendencias e ideas
—algunos de los cuales podrían reflejar la realidad de una manera más acertada
que la nuestra con respecto a ciertos fenómenos, por si acaso nos hayamos
olvidado— también son parte de la realidad mayor con la que tenemos que bregar.
Es necesario tener un enfoque científico hacia eso también. Necesitamos abordar
todo con un enfoque sistemática, consecuente y cabalmente científico—y el punto
de vista y método comunistas proveen los medios para hacer eso, si de
veras los empuñamos y los aplicamos, y no los viciamos con ideas religiosas u
otras nociones y enfoques idealistas o metafísicos en el plano filosófico.
Por eso me gusta la imagen,
o la metáfora, de que somos un equipo de científicos—científicos empeñados en
transformar el mundo de la manera más profunda. Nuestra esencia no es nada
diferente a eso. Por tanto, tenemos que ser consecuente y cabalmente
científicos, aun cuando nos estemos relacionando con gente que dista mucho de
ser eso—o que en ocasiones o hasta cierto grado son científicos, pero que no lo
son en el sentido más consecuente, sistemático o global.
El hilo conductor de todo
lo que he dicho hasta este punto es el hecho de que el marxismo/comunismo es
una ciencia, un punto de vista y método científicos para comprender y, claro,
para cambiar el mundo. Es una ciencia en oposición a un dogma y a la
religiosidad—inclusive el dogma y la religiosidad disfrazados de ciencia. Como
he dicho antes, no estamos hablando de la naturaleza o la historia con
mayúsculas —con
Por eso, nosotros, los
comunistas, tenemos que romper de una manera rigurosa con el dogma y la
religiosidad, y ser consecuente y sistemáticamente científicos. Permítanme
seguir recalcando ese punto esencial. Y permítanme también recalcar que lo que
necesitamos, y en lo que tenemos que basarnos, es el punto de vista y método
del comunismo, que también es lo contrario de lo que yo he llamado “realismo
determinista” revisionista. Lenin hizo una
observación muy perspicaz (o captó algo muy perspicaz con la formulación) de que
una de las mayores expresiones del revisionismo es esto: lo deseable es lo que
es posible, y lo que es posible es lo que ya se está haciendo. Ahora bien, esa
es una de las principales expresiones del “realismo determinista”. Pero ese
“realismo determinista” también se manifiesta en la forma de no ver la
posibilidad de rupturas repentinas, cambios dramáticos y rupturas radicales—de
ver solo la apariencia superficial de las cosas, sin penetrar en las
contradicciones subyacentes y las dinámicas vinculadas a esas contradicciones;
de no mirar ampliamente y ver el panorama de lo que está sucediendo en el mundo
que podría incidir en lo que está sucediendo en una parte del mundo en
particular, y entrelazarse con ello; de no mirar a la realidad con un enfoque
lo suficientemente fresco y creativo y ver solo el patrón actual de las cosas,
pero no las posibilidades de que surja algo, sí, de las contradicciones que
existen —no de la nada— quizás de maneras inesperadas o no anticipadas, y por
tanto de no tener una orientación preparada para eso.
No hacer todo eso lleva al “realismo
determinista”. Uno mira al mundo tal y como es, ve lo que en la apariencia
superficial parece ser posible en este mundo, y concluye que sin duda alguna
continuará siendo así—y por tanto las opciones son cada vez más restringidas, y
la visión es cada vez más estrecha. Ahora bien, no es que debemos ser voluntaristas y pensar que podemos hacer lo que queramos
sin importar la realidad material. Pues, aquí es donde entran la dialéctica y
el materialismo—por eso el materialismo, en el sentido más completo y
consecuente, el materialismo dialéctico,
no lleva al “realismo determinista”. Implica abordar la realidad material, y
las concentraciones claves de la realidad en un momento dado, en su propio sentido
contradictorio —en su carácter viviente, cambiante y en movimiento, y en su
interconexión con otros aspectos de la materia en movimiento— y no abarcar las
cosas de una manera estática como si seguirán en el mismo rumbo
indefinidamente. Mira debajo de la superficie para ver los cimientos y la
dinámica que impulsan la situación, y brega con la manera en que estos podrían
suscitar rupturas radicales y saltos, al mismo tiempo que llevan a la
orientación de esperar lo inesperado—a la orientación de estar alertas a la
posibilidad de que estallen, o surjan, acontecimientos inesperados del
movimiento y desarrollo de cosas que ya se ven, en su interconexión con cosas
que todavía no se ven.
Marxismo
como ciencia—Refutar a Karl Popper
La "falsabilidad" del marxismo, las falsedades de Popper y un enfoque científico
Bueno, con relación a esto
quiero hablar de cómo Karl Popper
trata de desprestigiar y atacar al marxismo(2). Popper dice que el marxismo no es una ciencia porque no se
puede falsificar. O para decirlo de otra manera, afirma que el marxismo es en
realidad una cosmovisión religiosa, que hace profecías históricas; y cuando,
como afirma Popper, estas “profecías” resultan ser
falsas —cuando la realidad resulta distinta a lo que “ha profetizado” el
marxismo— entonces los marxistas simplemente se inventan racionalizaciones para
explicar de manera convincente el fracaso de su “profecía”.
Vale la pena hablar de esto
porque va al meollo de lo que es –y no es— en realidad, el punto de vista y
método del marxismo y que no solo reúne los requisitos de lo que es una ciencia
sino que representa la aplicación más consecuente y sistemática del punto de
vista y método científico, y que representa la oposición más fundamental y
profunda a los puntos de vista y enfoques religiosos a la realidad.
Empecemos con una discusión
del tema de la falsabilidad y su aplicación
al marxismo, y luego hablemos de algunos de los principales ataques de Popper contra el marxismo y cómo en realidad resultan ser
una defensa del capitalismo-imperialismo. En The Science
of Evolution and the Myth of
Creationism-Knowing What’s Real and Why It Matters
(La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo—Saber qué es real y por
qué importa), Ardea Skybreak
recalca el siguiente contraste: “a diferencia de las ‘creencias religiosas’,
las predicciones científicas (entre ellas las predicciones acerca de los
procesos de la evolución) se pueden poner a prueba y verificar” (p.
70, énfasis en el original). Y:
“Una buena teoría
científica hace una serie de predicciones que se deben cumplir en el mundo real
si la teoría es verdad; también hace predicciones que no se
deben cumplir si la teoría es verdad. Esto se llama el principio de ‘falsabilidad científica’: por definición, para decir que
una teoría científica es verdadera, tiene que haber hechos que la puedan
refutar (que si se descubren demostrarían que la teoría es falsa)”. (pp.
215-17, énfasis en el original)
En breve, el criterio de “falsabilidad” significa que si algo es científico, se lo
puede poner a prueba para ver si es verdad. Si surge algo en la realidad que la
teoría no solo no prevé sino que predice que no puede pasar, pues
obviamente hay algo malo, algo equivocado, con la teoría. Si, para dar un
ejemplo que menciona Skybreak, se podría demostrar en
realidad —y no cómo fingen los museos creacionistas— que los dinosaurios y los
seres humanos vivían al mismo tiempo, esto sería una manera de refutar la
teoría de la evolución, de demostrar que es falsa. En realidad, decenas de
millones de años separan a los dinosaurios de los seres humanos; y en realidad
las pruebas, de muchos campos, que se han descubierto y examinado desde el
tiempo de Darwin han cada vez más verificado la teoría de la evolución, y
mostrado de una cantidad cada vez mayor de ángulos, que es cierta y no falsa.
Pero el punto es que la evolución, como teoría científica, es falsificable. Y, en un sentido fundamental y esencial,
también lo es el marxismo—la teoría comunista científica.
Por supuesto, es posible
que una teoría científica sea cierta —que refleje correctamente la realidad— en
lo principal y esencial, pero que se demuestre que sea incorrecta en
ciertos aspectos secundarios—y, conforme a esto, que algunas de sus
predicciones específicas resulten no ser ciertas. Y cuando esto pasa, la aplicación
del método científico lleva a un mayor desarrollo de la teoría—por medio de
desechar, o modificar, ciertos aspectos de la teoría y agregar nuevos
elementos. De hecho, esto ocurre todo el tiempo con las teorías científicas en
todos los campos: física, geología, biología, arqueología, medicina, y así
sucesivamente. Para determinar si se ha falsificado una teoría de manera
global —si se ha demostrado, por medio de la investigación y análisis, con
los métodos científicos, que no es cierta— o si, por otro lado, solo se han
falsificado ciertos aspectos secundarios de esta manera, es necesario
examinar si los aspectos que se han demostrado que no son ciertos tienen que
ver con y socavan los elementos principales y esenciales de dicha teoría, o
solo aspectos secundarios que no afectan la esencia de la teoría de manera
global. Para decirlo de otra manera, si se pueden eliminar o modificar los
elementos que se ha demostrado que no son ciertos sin poner en duda las
afirmaciones fundamentales de la teoría, pues no es la teoría en sí, sino
solamente unos aspectos secundarios de la teoría, que se han falsificado;
mientras que, si a consecuencia de demostrar que ciertos elementos de la teoría
de hecho son falsos lleva al fracaso de la teoría en sí, pues es la teoría de
manera global, y su esencia, que se ha falsificado.
Veamos cómo esto se aplica
al marxismo. No cabe duda de que hay elementos del marxismo que se pueden
falsificar. Por ejemplo, el materialismo dialéctico. Si el mundo estuviera
compuesto de algo que no fuera materia en movimiento —si se pudiera demostrar
que fuera cierto— pues el marxismo en lo fundamental, en lo esencial y en lo
básico, sería falsificado, se habría demostrado que es equivocado. O, si se
pudiera demostrar que, sí, toda la realidad está compuesta de materia, pero
algunas formas de materia no cambian, que no tienen contradicciones internas y
movimiento y desarrollo—esto también sería una refutación fundamental del
materialismo dialéctico. Pero no se ha demostrado nada de esto.
Otro “elemento básico” del
marxismo está concentrado en la declaración de Marx,
citada antes, acerca de los cimientos de toda la sociedad en la lucha para
producir y reproducir los requisitos materiales de la vida, y el hecho
de que al llevar a cabo esta actividad fundamental la gente contrae ciertas
relaciones de producción, que son independientes de su voluntad. Esto se puede
falsificar, tanto como el análisis marxista de las dinámicas subyacentes del
cambio social, que tienen sus raíces en la relación contradictoria entre las
fuerzas productivas y las relaciones de producción, y la base económica y la
superestructura (3). Esto también se puede falsificar—pero no
se ha falsificado. Es cierto—examinar la sociedad humana de una manera
científica confirma la verdad que Marx concentró en
ese análisis.
Hay el análisis marxista de
las contradicciones básicas y las fuerzas motrices y dinámicas del sistema
capitalista en particular, lo que incluye el elemento fundamental de la
producción de plusvalía por medio de la explotación del trabajo asalariado por
el capital. Todo esto es falsificable —pero no se ha
falsificado—, es cierto, corresponde a la realidad.
Hay el análisis marxista,
desarrollado por Lenin, de la naturaleza del estado,
como parte decisiva de la relación entre la base económica y la superestructura
jurídica, política e ideológica. Este análisis de que el estado, del tipo que
sea, siempre representa la dictadura de una clase u otra—esto también se puede
falsificar. Muéstrennos un estado que no es instrumento de dominación de clase.
Si se pudiera hacer —en realidad, y no en un espejismo imaginativo— pues se
habría demostrado que a lo mínimo esa parte del marxismo es falsa (y esa es una
parte crucial del marxismo). Pero no se ha demostrado que es falsa: por todas partes
la experiencia ha demostrado, muchas veces al precio de gran sacrificio y
sufrimiento, que de hecho el análisis marxista del estado —de que todos los
estados, incluso los “más democráticos”, son en realidad dictaduras— es
profundamente verdad.
Todos estos son elementos
centrales del marxismo—de la teoría comunista científica. Todos son falsificables—pero la aplicación del enfoque y método científicos ha demostrado que no son falsos, sino
verdaderos, que de hecho corresponden a la realidad.
Por supuesto, precisamente
como ciencia, el marxismo sigue desarrollándose—sigue, por así decirlo,
perfeccionando el análisis y síntesis de la realidad, tanto “natural” como
social. Sigue desechando ciertos aspectos que se ha demostrado que no son
ciertos, o que ya no se aplican. Por ejemplo, Lenin
analizó el desarrollo del capitalismo en imperialismo y demostró que, mientras
que las contradicciones básicas y las dinámicas subyacentes del capitalismo
seguían siendo las mismas en lo fundamental, el desarrollo en imperialismo
modificó ciertos rasgos del “capitalismo clásico” que Marx
analizó (es decir, el capitalismo antes de que llegara la etapa en que lo
define la dominación de los monopolios y otros rasgos que, como demostró Lenin, son característicos de una nueva etapa del
capitalismo: el imperialismo). Lenin también
demostró que ese desarrollo (del capitalismo a una nueva etapa, el
imperialismo) llevó a cambios en la esfera política tanto como la esfera
económica. Por ejemplo, Lenin analizó la escisión del
proletariado, en particular en los países imperialistas, donde sobornaron a
ciertos sectores de la clase trabajadora con el botín de la explotación y
saqueo internacional del imperialismo; y recalcó que, en esta situación, el
movimiento revolucionario que representa los intereses del proletariado como
clase tiene que apoyarse en los sectores que están “más abajo y más a lo
hondo”, en oposición a los sectores más aburguesados, o del sector
“aristocrático laboral”. Estas fueron modificaciones a la teoría del comunismo,
pero no constituían un abandono, o refutación, de los elementos centrales y
esenciales de esta teoría científica.
Marx y Engels
habían anticipado que la revolución comunista ocurriría primero en Europa,
donde en su época el capitalismo —y, junto con ello, el proletariado— ya estaba
más desarrollado. Cuando esto no ocurrió —porque esto es una lucha de la vida
real, y no algo predeterminado, no algo teleológico que se dirige hacia un fin
predestinado— Lenin lo analizó y demostró que el
desarrollo del capitalismo en imperialismo fortaleció el potencial del
socialismo al nivel internacional, y que atenuó y retardó las contradicciones
de clase y el potencial de la revolución socialista en los países
capitalista-imperialistas—que no eliminó la posibilidad de la revolución en los
países capitalista-imperialistas sino que la retrasó en cierta medida y por
cierto período de tiempo.
¿Demuestra todo esto que el
marxismo no es una ciencia? No. En realidad, demuestra el carácter científico
del marxismo: el marxismo ha seguido perfeccionando su concepción de la
realidad, pero ha retenido, correctamente, sus elementos centrales y su
perspectiva y metodología básicas—que se pueden falsificar, pero no son falsos.
Igualmente, Mao, a base del desarrollo del imperialismo y sus consecuencias
en los países como China (el surgimiento de la sociedad semicolonial
y semifeudal bajo la dominación del imperialismo
extranjero), aplicó el punto de vista y métodos científicos del comunismo para
analizar esta realidad y forjó la concepción de la revolución de nueva
democracia en esos países semicoloniales y semifeudales—una revolución que no sería socialista
inmediatamente sino que primero pasaría por una etapa democrático burguesa en
lo esencial, con la meta de derrotar al imperialismo y al feudalismo y luego,
con la victoria en esa etapa (que Mao calificó de
“nueva democracia” en vista de que la lucha se libraría bajo la dirección del
proletariado y no de la burguesía), la revolución crearía un nuevo poder
estatal –una nueva forma de la dictadura del proletariado—que abriría la puerta
al establecimiento del socialismo y el avance a través de la transición
socialista hacia el comunismo. Junto con esto, Mao
desarrolló la concepción estratégica y el camino de la guerra popular
prolongada como el medio para llevar a cabo esta revolución. Esto fue un nuevo
elemento del marxismo—forjado sobre una base científica.
Además, sobre la base de la
experiencia positiva y negativa del socialismo durante más de medio siglo,
primero en
Durante todo el período de
más de 150 años desde que Marx y Engels
por primera vez formularon el comunismo como teoría científica, se ha seguido
enriqueciendo la concepción del materialismo dialéctico mismo, a base de
aprender de nuevos descubrimientos, en la ciencia natural tanto como la ciencia
social y la historia. Después de todo, esos desarrollos no han demostrado que
la realidad no conste de nada más que materia en movimiento; han profundizado
nuestra comprensión de lo que esto significa, y al mismo tiempo han planteado
nuevos retos para entender varias formas de materia en particular y varios
aspectos en particular de las leyes del movimiento de la materia. En la física,
por ejemplo, los científicos se esfuerzan por desarrollar más la síntesis, y se
esfuerzan en particular para desarrollar una teoría que unificará los
principios de la relatividad con la mecánica cuántica. Tengo que admitir que no
entiendo gran parte de los aspectos particulares de esto, pero no cabe duda de
que de ninguna manera apunta a una conclusión de que la realidad no consta de
otra cosa que la materia en movimiento.
Como personas que nos
adherimos a una cosmovisión y método sistemáticamente científicos, y que
buscamos aplicarlos sistemáticamente, los comunistas seguiremos luchando por
mejorar y desarrollar nuestra comprensión de todo esto, inclusive los
principios básicos del materialismo dialéctico y su aplicación a la naturaleza
y a la sociedad humana. Pero, una vez más, todo esto descansa sobre una base de
ciertos principios básicos y métodos que siguen siendo vigentes —a
ajustarse a la realidad objetiva— y que, sí, se han sometido y se pueden
someter al criterio de falsabilidad pero que no se ha
demostrado que son falsos, sino que se ha demostrado que son verídicos, en sus
elementos centrales y esenciales.
Ahora si pasamos más
directamente a los esfuerzos de Popper de
desacreditar el marxismo, podemos arrojar más luz sobre lo que se ha discutido
hasta ahora, en cuanto al marxismo como teoría científica, y destacar algunas
de las principales maneras en que el ataque de Popper
al marxismo es en realidad una tergiversación del comunismo y además una
tergiversación y, en realidad, una defensa del capitalismo-imperialismo.
Capitalismo… imperialismo
Popper incluye a Marx
y al marxismo, junto con Hegel y otros, en lo que
caracteriza como “historicismo”, con lo que quiere decir cierta especie de
determinismo, cercano o equivalente a la teleología: la idea de que hay un
diseño o propósito en la naturaleza y/o la historia, y que todo se dirige, de
acuerdo con ese diseño o propósito, hacia algún fin predeterminado. Y Popper trata de demostrar que tales teorías, entre ellas el
marxismo, en realidad conducen al totalitarismo. Esto está relacionado a la
afirmación de Popper de que el marxismo no satisface,
y de hecho falla, cuando se le aplica la prueba de la falsabilidad.
Aquí no intentaré contestar y refutar todo lo equivocado con no solo las
conclusiones de Popper sino también con su enfoque y
método —eso podría requerir más tomos que el material original de Popper— pero sí me enfocaré en unos elementos centrales de
la tesis de Popper que, tras una revisión científica,
dejan ver por lo menos algunas de las fallas básicas no solo de las
conclusiones de Popper sino también de su método y
enfoque.
Empecemos con la cuestión
del desarrollo del capitalismo en imperialismo y, junto con eso, el hecho de que
las contradicciones de clase en los países imperialistas mismos, en vez de
intensificarse, como predijeron originalmente Marx y Engels, se mitigaron y modificaron. Ya para fines del siglo
19, Engels en particular empezó a analizar cómo el
vasto imperio colonial inglés —y la explotación y depredaciones que llevaba a
cabo el imperialismo británico en las colonias— llevaba a cambios en las
condiciones de sectores de la clase obrera inglesa.
Pero esto es lo que Popper dice sobre el análisis de Engels:
“Obligado a admitir que en
Inglaterra la tendencia predominante no era hacia la creciente pobreza [de la
clase obrera] sino hacia un mejoramiento considerable, insinúa que eso se
podría deber a que Inglaterra ‘está explotando al mundo entero’; y con desdén
ataca a ‘la clase obrera inglesa’ que, en vez de sufrir como él esperaba, ‘se
está haciendo cada vez más burguesa’”. (Popper, The
Open Society and Its Enemies, tomo 2, “Hegel y Marx”, p. 187 [nuestra
traducción])
Aquí es Popper
quien ha introducido en la discusión cierto método, y ciertos motivos, que él
le atribuye a Engels. Engels
está furioso, según Popper, porque la clase obrera
inglesa no sufría como él esperaba —y, Popper
insinúa, quería— que sufriera; y por eso, dice Popper,
Engels habla de la clase obrera inglesa con “desdén”.
Fíjense que en esto Popper ignora, o esquiva, la
cuestión de si Engels tenía razón (y, como
veremos más adelante, cuando Popper intenta demostrar
que Engels no tenía razón, cae en afirmaciones que no
solo son falsas sino necias). Popper quiere demostrar
que Engels (y Marx)
procedía a partir de una teoría apriorista e
instrumentalista, y que cuando la realidad (en este
caso encarnada en la clase obrera inglesa) no cuadró con su teoría apriorista e instrumentalista,
entonces la conclusión era que había algo incorrecto con la realidad (con la
realidad de la clase obrera inglesa) y no con la teoría.
Ese es el argumento de Popper. Y lo explica en mayor detalle con el comentario de
que
“Marx
le echó la culpa al capitalismo por ‘proletarizar a la clase media y la
burguesía inferior’, y por rebajar a los obreros a la indigencia. Engels ahora le culpa al sistema —todavía se le culpa— por
convertir a los obreros en burgueses. Pero el detalle más sutil de la queja de Engels es la indignación que le lleva a tildar a los
ingleses que se comportan tan desconsideradamente que falsifican las profecías
marxistas ‘la más burguesa de todas la naciones’”. (Popper,
p. 188)
Fíjense que aquí Popper mete a escondidas el concepto de “profecías” —y le
atribuye esa orientación religiosa a Engels y a Marx— y los pinta como fanáticos
empeñados en torcer la realidad para que cuadre con sus convicciones
esencialmente religiosas-teleológicas. Esa es una falsedad común de los
teóricos “anti totalitarios”, como Popper. Y Popper extiende eso
para aplicárselo a Lenin también y su análisis del
desarrollo del capitalismo en la etapa del imperialismo y las consecuencias de
esto en la clase obrera en países como Inglaterra. Hablando de la descripción
de Lenin de cómo el imperialismo ha llevado al
aburguesamiento de una parte del proletariado inglés, Popper
comenta: “Habiéndole dado un nombre marxista tan bonito, ‘el aburguesamiento
del proletariado’, a una tendencia odiosa —odiosa principalmente porque no
cuadraba con la manera en que el mundo debería ser según Marx—
Lenin al parecer cree que se ha convertido en
tendencia marxista”. (Popper, p. 188, énfasis
nuestro)
Pero la verdad es que Engels, al igual que Lenin,
aplicaba el marxismo —la teoría científica del comunismo— para analizar lo
que verdaderamente había ocurrido en la realidad objetiva, mientras que es
el propio Popper el que procede de acuerdo a una
teoría apriorista e instrumentalista
(a saber, de que la teoría de que el marxismo no es una ciencia sino un enfoque
“historicista” que intenta moldear la realidad según sus concepciones
teleológicas… y que se enfurece cuando la realidad no le hace caso). El apriorismo
e instrumentalismo de Popper se hace patentemente
obvio cuando trata de refutar el análisis de Engels
—que Lenin desarrolló y generalizó con el mayor
desenvolvimiento de la realidad, en los primeros años del siglo 20— con
respecto a los efectos del imperialismo en los propios países imperialistas,
así como en el mundo colonizado. Escuchen a lo que a Popper
no le da vergüenza alegar:
“Hay países, por ejemplo
las democracias escandinavas, Checoslovaquia, Canadá, Australia, Nueva Zelanda,
por no decir nada del propio Estados Unidos, en los que una
intervención democrática les aseguró a los obreros un alto nivel de vida, a
pesar de que la explotación capitalista no influyó en ellos, o por lo menos
no fue un factor tan importante como para apoyar la hipótesis… Además,
aunque la miseria en la que se hundió a los pueblos indígenas por medio de la
colonización es uno de los capítulos más oscuros de la historia de la
civilización, no se puede afirmar que su miseria ha tendido a profundizarse
desde los tiempos de Marx. Es todo lo
contrario; la situación ha mejorado en gran medida. Pero una creciente
pobreza tendría que ser muy patente ahí si la hipótesis auxiliar [sobre los
efectos del colonialismo y el imperialismo] y la teoría original [de Marx] fueran correctas”. (Popper,
p. 189, énfasis nuestro)
Es difícil saber cuál es
más increíble: el hecho de que alguien que dice que está presentando un
argumento serio, para criticar al marxismo, sea capaz de decir cosas así, que
están tan flagrante y demostrablemente en conflicto con la realidad (y lo fue
claramente en el momento en que Popper escribió eso);
o que personas que piensan que están bregando seriamente con la realidad, y
hasta se consideran “progresistas” que se oponen a las injusticias del mundo,
aparentemente tomen en serio a esta persona que haya hecho semejante
declaración.
Aquí no creo que sea
necesario citar gran parte de la abundancia de hechos y análisis que desmienten
las afirmaciones de Popper (en particular las que se
han destacado en los pasajes citados arriba), debido a que la realidad misma es
una punzante refutación que está al alcance de quien la quiera ver o hacer una
investigación mínima del asunto. Pero permítanme presentar aquí unos pocos
hechos básicos. En Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?, al
principio del capítulo 5 (“Imperialismo, democracia y dictadura”) cito unas
estadísticas que apuntan a la enorme disparidad en el mundo, en particular
entre los países imperialistas, por un lado, y las colonias (o neocolonias) del tercer mundo, por el otro. Por ejemplo, el
producto nacional bruto, per cápita
(con relación a cada persona) era (a principios de los años 80) más de 35 veces
mayor en Gran Bretaña que en India; más de 25 veces mayor en Francia que en
Senegal; y más de 40 veces mayor en Estados Unidos que en Haití; etc., etc. En
los 20 años desde que se escribió eso, con los efectos de cosas como los
Programas de Ajuste Estructurales que impone el Fondo Monetario Internacional
en gran parte del tercer mundo para poner a los países y a su población a la
mayor disposición de la explotación y el saqueo desenfrenados del imperialismo,
la situación para muchísima gente del tercer mundo ha empeorado. (Y se ha
calculado, por ejemplo, que con respecto a cosas como los estándares
alimenticios, la población latinoamericana vive en una peor situación
que sus antepasados de hace 500 años, en la época de la invasión de los
colonialistas españoles y otras potencias europeas). El libro reciente de Mike Davis, Planeta de
barriadas, pinta un cuadro convincente de la situación desesperada y la
extrema pobreza en que viven miles de millones de personas por todo el tercer
mundo, cuya situación es apenas mejor que en “los tiempos de Marx”.
En una palabra, las
palabras de Marx que caracterizan las consecuencias
del proceso de acumulación capitalista —que Popper
cita para burlarse de Marx— saltan a la vista con
mayor veracidad hoy, y la realidad que estas palabras captan (aunque no lo
puedan hacer de una manera global) es una refutación punzante de Popper, especialmente si se ven no simplemente desde el
círculo estrecho de un puñado de países imperialistas sino a escala mundial:
“La acumulación de riqueza en un polo es al propio tiempo, pues, acumulación de
miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y
degradación moral en el polo opuesto”. (Marx, citado
por Popper, p. 186) Para quienes estén dispuestos a
examinar honestamente la situación del mundo, no puede haber ninguna duda de
que se debe descartar lo que se cita arriba de Popper,
en su intento de desacreditar el análisis marxista y leninista del imperialismo
y sus consecuencias, como una estupidez monumental si no fuera por el siniestro
intento y efecto de Popper de negar y tergiversar la
realidad (4).
El estado, la democracia burguesa y la dictadura
A Popper
no le va nada mejor cuando intenta refutar el análisis básico del marxismo
sobre el estado. Consecuente con su enfoque general, Popper
afirma que el punto de vista marxista sobre el estado —que reconoce que el
estado es un instrumento de la dictadura de clase— contiene un elemento fuerte
de “esencialismo”. Esta es otra manera de decir que el
marxismo intenta imponerle “categorías” a la realidad, en vez de examinar lo
que realmente sucede en la realidad. Así que Popper
afirma: “En vez de hacer sus demandas o propuestas con respecto a las funciones
que quiere que realicen el estado, las instituciones jurídicas o el gobierno,
él [Marx] pregunta, ‘¿Qué es el estado?’;
mejor dicho, quiere descubrir el funcionamiento esencial de las
instituciones jurídicas”. (Popper, p. 119, énfasis en
el original)
Eso es como criticar a un
hombre de “esencialista” porque, al ver una pistola
apuntada a la cabeza, se enfoca en el peligro que representa (la “naturaleza
esencial” de la pistola y las balas que puede disparar), ¡en
vez de “hacer sus demandas o propuestas con respecto a las funciones que quiere
que realice… [la pistola]”! Hay que decir que ese
concepto de “esencialismo” es completamente erróneo y
dañino, si se aplica para decir que no se debe intentar determinar qué es la
esencia de algo. Tomando en cuenta que todas las cosas, todas las formas de
materia en movimiento, en sí tienen contradicciones internas y están en un
estado constante de movimiento y cambio (y se relacionan con otras formas de
materia en movimiento), y que formas particulares de materia en movimiento
tienen su principio y su fin (llegan a existir y con el tiempo dejan de
existir), no es incorrecto, y de hecho es muy importante, reconocer que esas
formas particulares de materia en movimiento tienen cierta identidad, o
carácter esencial, en determinadas circunstancias, e identificar qué exactamente
es esa identidad o carácter esencial. (Como señaló Mao
Tsetung, se define la esencia de algo según su
aspecto principal. Ese carácter esencial no es algo inmutable —podría cambiar,
y cambiará si cambia su aspecto principal, como resultado de la lucha; pero lo
que influenciará y en gran medida determinará la naturaleza específica de ese
cambio, lo que produce, será la naturaleza de la cosa misma y de sus aspectos
contradictorios— el cambio y lo que produce no puede ser una consecuencia de, y
no lo determinará, la voluntad o los deseos subjetivos de nadie; aquí vemos
otro paralelo con cambios evolutivos en la naturaleza y el papel de las
restricciones en relación con eso, como se mencionó anteriormente (5).
Aquí, como veremos otra
vez, Popper de hecho procede a partir de un enfoque apriorista e instrumentalista;
quiere afirmar que la reforma, y no la revolución, es lo que se necesita, para
responder a ciertos males del capitalismo que no está inclinado a negar, y
conforme a eso fragua ciertos intentos de refutar la validez del análisis
marxista del estado—intentos que, al examinarlos, ni siquiera abordan, para qué
hablar de refutar, ese análisis. En una palabra, en vez de hacer acusaciones
desatinadas sobre el “esencialismo” con respecto al
análisis marxista (de la esencia) del estado, lo que se requiere, para refutar
ese análisis, es demostrar que es incorrecto. Y cuando Popper
intenta hacer eso, salen a relucir con fuerza los defectos de su método y
enfoque.
El argumento esencial de Popper sobre esto (por así decirlo) es que donde la gente
puede sacar a sus líderes políticos, no puede haber una dictadura sino una
democracia (como es común, Popper propone que donde
hay democracia no puede haber dictadura, y viceversa, en vez de reconocer que
cierta clase de democracia —democracia burguesa— puede ser, y a menudo
es, una forma útil para ejercer la dictadura de la burguesía). Aquí
está el quid del intento de Popper de refutar la
teoría marxista de que el estado es un instrumento de dictadura de clase:
“Además, desde el punto de
vista que hemos alcanzado, lo que los marxistas describen con desesperación
como ‘libertad meramente formal’ se convierte en la base para todo lo demás.
Esta ‘libertad meramente formal’, es decir, la democracia, el derecho del
pueblo a juzgar y destituir a su gobierno, es el único instrumento
conocido con el cual nos podemos proteger ante el abuso del poder político; es
el control de los gobernantes por los gobernados”. (Popper,
p. 127, énfasis nuestro)
Aunque no lo escribí como
respuesta a Popper, en un sentido verdadero todo mi
libro Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? constituye,
objetivamente, una refutación de esta declaración de Popper
y toda la manera de pensar de la cual esta es una expresión típica. En
particular, en el tercer capítulo —muy apropiadamente titulado “Las ilusiones
de la democracia”— demostré cómo, en una dictadura burguesa en la forma
democrática (a la cual Popper y muchos otros
simplemente llaman “democracia”, sin tomar en cuenta, o para negar, su verdadero
contenido y carácter de clase), si bien es cierto que la gente puede
“destituir” (sacar por medio del voto) a políticos particulares, no
puede por ese medio —ni cualquier otro que no sea la revolución— “destituir” a la
clase capitalista (la burguesía) que en realidad gobierna la sociedad, que
ejerce control sobre el propio proceso electoral, y que en todo caso domina el
proceso por medio del cual se toman las decisiones y, lo que es más esencial,
ejerce un monopolio de la fuerza armada “legítima”. Como he recalcado en Democracia:
¿Es lo mejor que podemos lograr? y otras obras, ningún análisis serio —y
por supuesto ninguno que no sea científico— de las dinámicas del poder político
y del proceso por medio del cual se toman las decisiones en los países “democráticos”,
como Estados Unidos, puede llevar a otra conclusión que no sea que a todo esto,
en realidad, lo monopoliza y domina completamente la clase dominante de
capitalistas-imperialistas, y que otros, que no son de esta clase dominante,
son en realidad excluidos del ejercicio del poder político y de tomar
decisiones políticas significativas, a pesar de que la población participe en
las elecciones. Y, sin pedirle disculpas a Popper, se
puede y se debe decir que eso se debe a la naturaleza esencial del sistema
capitalista y del estado que surge sobre la base de ese sistema que funciona
para mantenerlo.
Por tanto, Popper está rotundamente incorrecto —pone las cosas patas
arriba— cuando dice que los seguidores de Marx (y,
según Popper, de Platón y Hegel
también) “jamás captarán que a la vieja pregunta ‘¿quiénes serán los
gobernantes?’ la tiene que superar la pregunta más genuina ‘¿cómo vamos a
domarlos?’”. (Popper, p. 133) En realidad, quién —o
sea, qué clase— gobierna, y más específicamente en el mundo actual, si
gobierna la burguesía o el proletariado, lo decide todo, con respecto a qué
clase de sociedad, y mundo, habrá. Bajo el gobierno, la dictadura, de
la burguesía, las masas populares jamás podrán en un sentido significativo
“domar” a los que las gobiernan, ni tampoco más fundamentalmente cambiar el
carácter básico de la sociedad. Pero, con el derrocamiento de la dictadura
capitalista, y el establecimiento de la dictadura del proletariado, se abre por
fin la puerta a la posibilidad de acabar con todas las relaciones de
dominación, opresión y explotación—y, de hecho, a la abolición del estado (la
dictadura) de cualquier forma, al llegar al comunismo por todo el mundo. Por
supuesto, como ha demostrado la experiencia, para mantener el gobierno del
proletariado, una vez que se haya logrado —y, lo que es más, para continuar,
con ese gobierno, a transformar la sociedad, superar paso a paso la división
entre el trabajo intelectual y el manual, y otras importantes contradicciones
sociales características de la sociedad dividida en clases, incorporar cada vez
más a las masas al proceso por medio del cual se toman las decisiones y a la
administración de la sociedad, y seguir avanzando hacia el comunismo como parte
de la lucha revolucionaria mundial en general—, todo esto requiere una lucha
profunda, prolongada y que marca un hito. Más adelante en esta charla, volveré
a hablar de algunas de las más importantes lecciones, positivas y negativas,
que se puede y se debe sacar de la experiencia de la dictadura del proletariado
hasta la fecha. Pero lo que hay que recalcar aquí es que un cambio decisivo y
cualitativo en la naturaleza del estado, con respecto a quien gobierna
la sociedad y cómo la gobierna —el derrocamiento de la dictadura de la
burguesía y el establecimiento y ejercicio de la dictadura del proletariado— es
el primer gran salto necesario que se tiene que dar para permitir que las masas
populares verdaderamente sean amos de la sociedad, y por fin llegar al punto en
el que ya no existan divisiones de clase, ni explotadores ni explotados, ni
opresores ni oprimidos, y por tanto, ni la necesidad ni la base para la
existencia o papel de una institución —el estado— por medio de la cual una
clase domina a otra y suprime a las clases cuyos intereses son antagónicos a
los suyos.
La explotación capitalista
Ahora pasemos a ver cómo Popper intenta refutar la teoría de Marx
de la explotación (de la creación de la plusvalía por medio de la explotación
del trabajo asalariado de los proletarios por los capitalistas) y demostrar que
esa teoría también es “esencialista o metafísica”, y
es insuficiente sin, menos importante que y dependiente del mecanismo de la
oferta y la demanda. (ver Popper,
p. 174) Aquí en realidad no es posible hablar de todo lo incorrecto con el
argumento de Popper con respecto a esto. Basta decir
que aquí, como en otras partes, Popper no entiende,
y/o tergiversa deliberadamente, el análisis de Marx.
Para mencionar un solo aspecto de esto, Marx ha
demostrado ampliamente que el mecanismo de la oferta y la demanda puede
explicar el “sube y baja” de los precios, pero no determina, y no puede
determinar, el valor de las cosas. Por eso, por ejemplo, la oferta y la demanda
podría influenciar el precio de un caramelo, por un lado, y de un avión, por el
otro, pero de ninguna manera es probable que una variación de la oferta y la
demanda haga que el precio de un caramelo y de un avión sean iguales, por la
razón básica de que el verdadero valor de cada uno lo determina, como Marx lo comprobó, algo que no es la oferta y la demanda—lo
determina el total del tiempo de trabajo socialmente necesario para producir
cada uno. Así que Popper ha puesto la realidad patas
arriba: el mecanismo de la oferta y la demanda es subordinado y menos
importante que la teoría del valor y la plusvalía que Marx
desarrolló, que explica cómo los artículos tienen el valor que tienen y cómo
los capitalistas acumulan las ganancias (la plusvalía) a través de la
explotación del trabajo asalariado de los proletarios—pagándoles a los
trabajadores una cantidad equivalente al tiempo de trabajo socialmente
necesario para la producción de los requisitos de la vida del trabajador,
mientras que los trabajadores, en el curso de las horas de trabajo, producen un
valor que va más allá del equivalente del valor incorporado en sus
requisitos para vivir, un valor extra que pasa al capitalista. Y, como Marx también demostró, las mercancías y el intercambio de
mercancías existieron antes e independientemente del capitalismo, y no es
simplemente la producción e intercambio de cosas como mercancías que es el
característico distintivo del capitalismo, y el secreto de su proceso de
acumulación, sino más bien la transformación en mercancía de la propia
fuerza de trabajo (la capacidad de trabajar en general), en una mercancía
con la cualidad particular de poder producir más riqueza con su uso
(su empleo, de una u otra manera, en el proceso de producción del capitalismo).
Como explica el libro America in Decline
(La decadencia de Estados Unidos), hablando de los principios básicos de la
economía política marxista:
“El capital es un valor que
genera plusvalía. El capital es tanto una relación social como un proceso
cuya esencia es el dominio de la fuerza de trabajo por intereses ajenos,
antagónicos, una relación social y un proceso cuya dinámica interna es
reproducirse y extenderse constantemente”. (Raymond Lotta
con Frank Shannon,
America in Decline, An Analysis of the Developments Towards War and
Revolution in the U.S. and Worldwide in the 1980s [Chicago,
Banner Press, 1984], p. 44, énfasis en el original)
Filosofía y método
En su innovador disección y
análisis del capitalismo y sus tendencias internas —y del desarrollo de la
sociedad humana en general— Marx examina, de una
manera viva, los verdaderos motivos y dinámicas involucrados
y, claro, señala adónde conducen las contradicciones subyacentes. El método de Marx, y del marxismo tal como se ha desarrollado desde los
tiempos de Marx, no tiene nada en común con un
enfoque metafísico que parte de principios y categorías abstractos y busca
superponerlos a la realidad. Al contrario, Marx
—quien, al fin y al cabo, pasó más de 10 años en la biblioteca del Museo
Británico pasando por el tamiz estudios voluminosos de diferentes economías y
sociedades y sometiendo a un análisis crítico diferentes teorías con respecto a
la economía política, así como la filosofía y otros temas—, ese Marx verdadero (en oposición a las distorsiones de Marx inventadas por sus enemigos, entre ellos Popper) investigó la realidad, de una manera profunda y multifacética, y sacó conclusiones teóricas de esa
investigación y estudio, por medio de la aplicación de los principios y métodos
científicos. Y, desde los tiempos de Marx, aunque
ciertas de sus conclusiones, o predicciones, no se han confirmado, en la
inmensa mayoría de los casos se ha demostrado, en la realidad, que las cosas
decisivas que forjó son ciertas; y el marxismo ha seguido desarrollándose, al
igual que todas las auténticas teorías científicas, al aplicar y poner a prueba
en la práctica sus principios y métodos fundamentales, sacando conclusiones por
medio de ese proceso y, claro, descartando o modificando —o, por otro lado,
amplificando y desarrollando más— aspectos particulares de esta teoría.
Aunque Marx
y Engels se inspiraron en Hegel
y aprendieron muchísimo de él y de su método dialéctico, también superaron a Hegel y su sistema filosófico en formas
cualitativas; como dejaron bien en claro, descartaron el núcleo idealista y
metafísico del sistema filosófico de Hegel, con sus constructos teleológicos, pero continuaron, desarrollaron
y, en un sentido verdadero, reconstruyeron su método dialéctico, sobre
cimientos materialistas (6).
El marxismo, el comunismo
científico, no encarna, sino que de hecho rechaza, cualquier idea teleológica
(o, como diría Popper, “historicista”) de que la
naturaleza o la historia están dotadas de una especie de voluntad o propósito.
Como lo dije yo hace unos 20 años:
“Ni el surgimiento de la
especie humana ni el desarrollo de la sociedad humana hasta la actualidad fue
predeterminado ni siguió caminos predeterminados. No hay ninguna voluntad ni
agente trascendente que ha concebido y moldeado tal desarrollo, y no se debe
tratar la naturaleza y la historia como tal: como si fueran
Pero eso no quiere decir
que toda la historia es accidente —o, como afirma Popper,
que la historia es cualquier cosa que la hagamos. Volvamos a otra observación
perspicaz sumamente crucial de Marx: la gente hace la
historia, pero no de cualquier manera que desea—lo hace sobre una base material
definitiva, que es independiente de su voluntad, no en el sentido de que no
puede actuar para cambiar esa realidad material, sino que lo puede hacer sobre
la base, y solo sobre la base, de comprender correctamente lo que es esa
realidad material, cómo se está moviendo y cambiando y la posibilidad que eso
abre para cambios radicales de una u otra clase. Aunque la historia humana no
tiene voluntad o propósito —ni tampoco un fin predeterminado—, hay, como Marx lo señaló, cierta coherencia en ella. Marx lo explicó así:
“Debido a este simple hecho
de que cada nueva generación se encuentra en posesión de las fuerzas
productivas conquistadas por la generación anterior, que le sirven de materia
prima para una nueva producción, surge una conexión en la historia humana, toma
forma una historia de la humanidad cuanto más se han extendido las fuerzas
productivas del hombre y en consecuencia sus relaciones sociales”. (Marx, Carta a P.V. Annenkov, 28 de diciembre de 1846)
Y como Engels
amplió este punto, al aclarar más el materialismo dialéctico —en
oposición al mecanicista y determinista— del marxismo:
“Según la concepción
materialista de la historia, el elemento determinante de la historia es en
última instancia la producción y la reproducción en la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto; por
consiguiente, si alguien lo tergiversa transformándolo en la afirmación de que
el elemento económico es el único determinante, lo transforma en una
frase sin sentido, abstracta y absurda. La situación económica es la base, pero
las diversas partes de la superestructura… también ejercen su influencia sobre
el curso de las luchas históricas y en muchos casos preponderan en la
determinación de su forma ”. (Engels, Carta de Engels a J. Bloch, 21-22 de septiembre de 1890, citada en Para una
cosecha de dragones, p. 23, énfasis en el original)
De todo esto se puede ver
que el ataque de Popper contra el marxismo constituye
una distorsión del marxismo y un esfuerzo burdo y desgarbado de pedir disculpas
para el sistema del capitalismo-imperialismo, y que la mejor refutación de esto
es… el propio marxismo—el verdadero marxismo, una ciencia viva que, al igual
que todas las auténticas teorías científicas, se desarrolla constantemente,
incluyendo a través de interrogarse a sí misma.
La ciencia y las verdades científicas
Las distorsiones de Popper del marxismo están en realidad estrechamente
vinculadas a su malentendido y mala caracterización de lo que es la ciencia en
general y de lo que la ciencia les permite conocer a los seres humanos. En el
“Apéndice” al segundo tomo de La sociedad abierta y sus enemigos—
irónicamente en una polémica contra el relativismo (“Hechos, estándares y la
verdad: Más críticas del relativismo”, 1961), Popper
demuestra que su propio punto de vista y enfoque tienen elementos
significativos de relativismo. Popper insiste que
“aunque busquemos la verdad, y aunque hasta encontremos la verdad (como creo
que hacemos en muchos casos), nunca podemos estar muy seguros de que la hemos
encontrado”. Y: “No podemos establecer ni justificar que nada sea cierto, y ni
siquiera probable, sino que tenemos que contentarnos con teorías que resisten
la crítica”. (Popper, pp. 375, 379)
Pero no cabe duda de que
esto es equivocado. Ciertas cosas se pueden saber con
certeza, y se puede determinar, con un alto grado de certeza, que algunas
teorías son verdaderas, como por ejemplo, la teoría de la evolución. El hecho
de que haya usado aquí la frase “con un alto grado de certeza” refleja el hecho
de que, como Lenin recalcó en sus obras filosóficas
(muy especialmente en “Materialismo y empirio-criticismo”),
el marxismo rechaza el relativismo en el plano filosófico, pero reconoce que
aun en la verdad absoluta existe un elemento de lo relativo. Como escribió Mao en “Sobre la práctica”:
“Los marxistas reconocen
que, en el proceso general absoluto del desarrollo del universo, el desarrollo
de cada proceso determinado es relativo y que, por eso, en el torrente infinito
de la verdad absoluta, el conocimiento humano de cada proceso determinado en
una etapa dada de desarrollo es sólo una verdad relativa”.
Es la verdad relativa, pero
es la verdad —así es (repito, sin pedirles disculpas a tipos como Popper) la dialéctica del asunto.
La manera en que el
marxismo difiere de la teoría del conocimiento de Popper
y se opone a ella, incluso sus elementos relativistas, se destaca también en el
énfasis que le da el marxismo a la centralidad de la práctica, precisamente en
la adquisición del conocimiento—su insistencia en que si bien la abstracción
teórica, bregar y lidiar en la esfera de la abstracción teórica, son sumamente
importantes y de hecho indispensables para el desarrollo del conocimiento, la
práctica es en última instancia el punto de origen y el punto de verificación
del conocimiento teórico. En “Tesis sobre Feuerbach”,
Marx lo expresa de esta manera: “El problema de si al
pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema
teórico, sino un problema práctico ”. Y:
“Es en la práctica donde el
hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la
realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un
problema puramente escolástico ”. (Marx, “Tesis sobre Feuerbach”,
énfasis en el original)
En oposición a eso, a lo
que es de hecho el análisis y enfoque correctos, aunque Popper
reconoce que la práctica desempeña un papel en la búsqueda del conocimiento —y
escribe: “En la esfera de los hechos, no meramente criticamos nuestras teorías,
sino que las criticamos apelando a la experiencia experimental y la
observación” (Popper, p. 388, énfasis en el original)— no le atribuye a la práctica el papel central y
determinante con respecto al desarrollo del conocimiento humano. Más bien, le
atribuye ese papel a la crítica. Ese es el significado de su afirmación: “No
podemos establecer ni justificar que nada sea cierto, y ni siquiera
probable, pero tenemos que contentarnos con teorías que resisten la
crítica”. (Popper, p. 379, énfasis nuestro) Y
afirma:
“Aprendemos de nuestros
errores, en vez de la acumulación de datos… el papel del pensamiento es llevar
a cabo revoluciones por medio de debates críticos y no a través de la violencia
o la guerra; esa es la gran tradición del racionalismo occidental de librar
nuestras batallas con palabras y no con espadas. Por eso nuestra civilización
occidental es esencialmente pluralista, y por eso las metas sociales
monolíticas significarían la muerte de la libertad: de la libertad del
pensamiento, de la libre búsqueda de la verdad y, con ello, de la racionalidad
y dignidad del hombre”. (Popper, p. 396)
Aquí, en cierto sentido,
tenemos la “buena suerte” de ver los aspectos relativistas de Popper, su muy fétido “chovinismo occidental” y su
embellecimiento de la “civilización occidental” y de su relación con el resto
del mundo (que ignora, o encubre, el hecho de que con frecuencia el
“racionalismo occidental” ha servido para justificar las guerras de agresión
así como la conquista y saqueo coloniales, y la explotación en el país y el
extranjero), junto con su “pluralismo” burgués. Al igual que en la esfera
política —y específicamente con respecto a la naturaleza y el papel del estado—
Popper ignora, o no quiere reconocer, la manera en
que las relaciones de clase —las relaciones de dominación de clase— influencian
todos los aspectos de la sociedad capitalista que él idealiza. Aplicado al
campo de la ciencia, por ejemplo, mientras que cosas como las “críticas de
colegas” de los descubrimientos científicos, las teorías, etc. —someterlos a
las críticas de otros con conocimientos especiales y experiencia en el campo
particular— pueden jugar un importante papel positivo,
de ninguna manera pueden garantizar que la verdad prevalezca, en una
circunstancia determinada. Desafortunadamente, se ha demostrado repetidamente
que cuando algo afecta los intereses esenciales de la clase dominante de tal
sociedad, con frecuencia esos factores (esos intereses) invalidan el factor de
la verdad objetiva, en diversas disciplinas y aun en el mundo académico en
general. Si, como Popper, en la valoración de las
teorías y las ideas en general pusiéramos como factor central la “crítica” en
vez de la práctica, nos privaríamos de la base objetiva más sólida para
determinar qué es la verdad.
Pero para Popper eso no es importante, ya que niega que sea posible
determinar qué es verdad, o incluso más probable: insiste que debemos
contentarnos con lo que mejor resista la crítica. Aquí nuevamente se destaca el
relativismo de Popper. Porque si es imposible
determinar aun qué es más probable —y si, como Popper
afirma, el desarrollo de las teorías y el conocimiento de los seres humanos
solo consiste en reemplazar una teoría por otra que, en el momento, parece
mejor—, entonces aunque Popper admite que exista la
verdad, e incluso que la humanidad pueda adquirir más conocimiento de la
verdad, en realidad y objetivamente está diciendo que no existe la verdad, o en
todo caso que en realidad no podemos acercarnos a una aproximación de la
verdad, porque al fin y al cabo si solo se trata de reemplazar con una teoría
“mejor” a una teoría que se ha demostrado que no sea tan buena, entonces en
realidad no hay manera de saber si alguna de ellas sea la verdad— o
incluso si alguna de ellas esté más cerca a la verdad.
Otra vez, para Popper esto está bien, porque con su punto de vista
“pluralista” burgués, lo importante es (el —ilusorio— ideal) de que habrá
“igualdad de oportunidad” (mis palabras) para que todas las ideas y teorías se
expresen. Como todas las maneras de pensar “pluralistas” burguesas, esto ignora
el hecho de que, en realidad, y en particular en una sociedad gobernada por una
clase explotadora, incluso las “democracias occidentales”, no habrá
igualdad de oportunidad para que todas las ideas se expresen y se consideren, y
ciertas ideas que se consideren subversivas al orden establecido —y
especialmente cuando se considere que esa naturaleza subversiva represente una
amenaza considerable a ese orden— las suprimirán enérgicamente la
clase dominante y su estado. Como señalé en Democracia: ¿Es lo mejor que
podemos lograr?, en realidad el funcionamiento del “mercado libre de las
ideas” en la sociedad capitalista funciona de la misma manera que el verdadero
mercado, en el contexto de las dinámicas subyacentes de la acumulación
capitalista: no en la igualdad, y ni siquiera en la forma del derecho igual a
competir, sino en la dominación por quienes han logrado, y están resueltos a
mantener, una posición de monopolio y control.
Con respecto a los
comunistas y a la teoría científica del comunismo, nosotros reconocemos e
insistimos en la posibilidad de llegar a la verdad —aun con el elemento
relativo dentro de la verdad objetiva, como he dicho aquí—, y en la importancia
de la búsqueda de la verdad. Reconocemos que la manera en que es posible
adquirir continuamente más conocimiento, y determinar si ese conocimiento de
hecho corresponde a la realidad objetiva, es sobre la base de la reserva de
conocimiento que ya se ha adquirido —y que se ha demostrado que es verdad a
través de la aplicación del método científico y su manejo de la relación
dialéctica entre la práctica y la teoría—, y de esa manera abordar más a la realidad,
acumular más “materia prima” del conocimiento a través de ese proceso, para
luego sintetizarlo, elevarlo al nivel de teoría y de nuevo regresar a la
práctica para probar y aprender más sobre la realidad que esta teoría apunta a
concentrar. Y reconocemos la importancia del choque de las ideas, de la lucha
en el campo de las ideas—tanto más a medida que se vaya superando las trabas de
las relaciones de dominación de clase. El método y enfoque comunista es
aplicar, lo más consecuente y sistemáticamente como sea posible, los principios
científicos al abordar —al aprender de y al transformar— la realidad; y, como
he recalcado, eso implica y requiere que se tiene que partir de lo que se
entiende (a través de la aplicación de este enfoque científico) que es verdad,
en un momento dado, y al mismo tiempo “estar abiertos a la posibilidad de que
nuestro entender sea erróneo en un aspecto u otro o incluso en cuestiones
centrales”. (Ver “La lucha en la esfera de las ideas”, Revolución #70,
26 de noviembre de 2006) (8).
1 Bill Martin, un profesor radical de filosofía y teórico social
inconformista, es autor de varios libros, entre ellos, con Bob
Avakian, Marxism
and the Call of the Future, Conversations on Ethics, History, and Politics
(Chicago: Open Court Publishing/Carus Publishing, 2005).
2. Esta
discusión de las ideas de Karl Popper,
un filósofo inglés del siglo XX (nacido en Austria), se enfocará en una de sus
obras más influyentes, The Open Society and Its
Enemies (La sociedad abierta y sus enemigos), y
en particular el tomo 2, The High Tide of Prophecy:
Hegel, Marx, and the Aftermath (El auge
de la profecía: Hegel, Marx
y las repercusiones), Princeton University
Press, primera edición, corregida y aumentada, 1966
(primera edición de Princeton en rústica, 1971).
3. Esta
declaración de Marx a la que se refiere aquí se trató
previamente en esta charla, en el pasaje “Cambios en la sociedad y en la gente:
Una concepción materialista, y dialéctica, de la relación entre las
circunstancias de la gente y su conciencia”. La declaración está en la nota 4
de ese pasaje, en Revolución #106, 28 de octubre de 2007.
4. Nota del
autor: En cuanto a las referencias de Popper a
las “democracias escandinavas”, etc., Lenin, en su
análisis del imperialismo, habló de que incluso los países pequeños y
“neutrales” como Suiza participaron en la dominación imperialista y el saqueo
de las colonias y se beneficiaron de ellos.
5. Los cambios
sociales y la analogía a los cambios naturales evolutivos se mencionaron antes
en esta charla, en la primara parte de la serie que publicó Revolución
en el número 105, 21 de octubre de 2007.
6. Nota del
autor: Aunque no es mi enfoque aquí, no puedo resistirme dejar sentada mi
protesta, o reprimenda, a la manera chapuza y la petulancia filistea con que Popper comenta sobre Hegel.
Recurriendo en buena medida a ataques ad hominen,
Popper trata a Hegel como
si apenas fuera un “charlatán” (esta es la palabra con la que se refiere
constantemente a Hegel) e instrumento del estado
alemán monarca, como alguien cuyas teorías filosóficas fueran en esencia poco
más que la construcción consciente de una racionalización y apología de ese
estado. Por ejemplo, Popper dice: “No hay nada en las
obras de Hegel que no se ha dicho mejor antes de él.
No hay nada en su método de pedir disculpas que él no tomó prestado del método
de pedir disculpas de sus precursores. Pero él dedicó esos pensamientos y
métodos prestados con una determinación singular, aunque sin un indicio de
brillantez, a un solo fin: luchar contra la sociedad abierta, y así servir a su
patrón, Federico Guillermo [el monarca absoluto] de Prusia”. (Popper, p. 32) Y Popper afirma
que el hegelianismo se puede reducir meramente a “pedir disculpas para el prusianismo” (p. 35), pero que incluso que “él [Hegel] desea admitir la existencia de contradicciones
porque quiere parar el argumento racional, y con ello el progreso científico e
intelectual”. (p. 40) Como si se da cuenta que ese tratamiento de Hegel —como en efecto un mercenario charlatán del estado
autocrático prusiano— no le caiga bien a unos lectores, Popper
se siente obligado a observar que “unos podrían sostener que, todo esto, aunque
fuera cierto, no prueba nada contra la excelencia de la filosofía dialéctica de
Hegel, o contra su grandeza como filósofo”. Pero la
réplica inmediata de Popper es referirse otra vez a
una caracterización de Hegel y su filosofía de Schopenhauer, que en realidad no se refiere a las protestas
que Popper acaba de mencionar. (ver
Popper, p. 46)
Cuando trata de
abordar la filosofía de Hegel, y en particular su
método dialéctico, Popper revela una asombrosa falta
de apreciación de lo que el método dialéctico de Hegel
representaba y lo que liberó en el campo de la filosofía. Especialmente a la
luz de esto, vale la pena leer lo que Engels dice al
respecto, en obras como Anti-Duhring y Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana,
donde Engels presenta una valoración —¿nos atrevemos
a decirlo?— mucho más dialéctica de la filosofía de Hegel
y del impacto que tuvo. Considérese, por ejemplo, esto que dice Engels—y compáreselo con el tratamiento corto de vista,
superficial e instrumentalista de Popper
al abordar a Hegel y su filosofía.
“No ha habido
tesis filosófica sobre la que más haya pesado la gratitud de gobiernos miopes y
[ojo—BA] la cólera de liberales, no menos cortos de vista, como sobre la famosa
tesis de Hegel: ‘Todo lo real es racional, y todo lo
racional es real’. ¿No era esto, palpablemente, la canonización de todo lo
existente, la bendición filosófica dada al despotismo, al Estado policiaco, a la justicia de gabinete, a la censura? Así lo
creía, en efecto, Federico Guillermo III; así lo creían sus súbditos…
“Ahora bien;
según Hegel, la realidad no es, ni mucho menos, un
atributo inherente a una situación social o política dada en todas las
circunstancias y en todos los tiempos. Al contrario. La república romana era
real, pero el imperio romano que la desplazó lo era también. En 1789, la
monarquía francesa se había hecho tan irreal, es decir, tan despojada de toda
necesidad, tan irracional, que hubo de ser barrida por la gran Revolución, de
la que Hegel hablaba siempre con el mayor entusiasmo…
La tesis de que todo lo real es racional se resuelve, siguiendo todas las
reglas del método discursivo hegeliano, en esta otra: todo lo que existe merece
perecer.
“Y en esto
precisamente estribaba la verdadera significación y el carácter revolucionario
de la filosofía hegeliana… en que daba al traste para siempre con el carácter
definitivo de todos los resultados del pensamiento y de la acción del hombre.
En Hegel, la verdad que trataba de conocer la
filosofía no era ya una colección de tesis dogmáticas fijas que, una vez
encontradas, sólo haya que aprenderse de memoria; ahora, la verdad residía en
el proceso mismo del conocer, en la larga trayectoria histórica de la ciencia,
que, desde las etapas inferiores, se remonta a fases cada vez más altas de
conocimiento, pero sin llegar jamás, por el descubrimiento de una llamada
verdad absoluta, a un punto en que ya no pueda seguir avanzando, en que sólo le
reste cruzarse de brazos y sentarse a admirar la verdad absoluta conquistada…
“Pero, al final
de toda la filosofía no hay más que un camino para producir semejante
trueque del fin en el comienzo: decir que el término de la historia es el momento
en que la humanidad cobra conciencia de esta misma idea absoluta y proclama que
esta conciencia de la idea absoluta se logra en la filosofía hegeliana. Mas,
con ello, se erige en verdad absoluta todo el contenido dogmático del sistema
de Hegel, en contradicción con su método dialéctico,
que destruye todo lo dogmático; con ello, el lado revolucionario de esta
filosofía queda asfixiado bajo el peso de su lado conservador hipertrofiado…
“Como se ve, ya
las necesidades internas del sistema alcanzan a explicar la deducción de una
conclusión política extremadamente tímida, por medio de un método discursivo
absolutamente revolucionario…
“Mas todo esto
no impedía al sistema hegeliano abarcar un campo incomparablemente mayor que
cualquiera de los que le habían precedido, y desplegar dentro de este campo una
riqueza de pensamiento que todavía hoy causa asombro”. (Engels,
Ludwig Feuerbach
y el fin de la filosofía clásica alemana, Parte 1, “Hegel”)
7. Nota del
autor: Yo mismo he presentado ciertas críticas con respecto a lo que me
parecen elementos de metafísica en la manera en que Marx,
y en particular Engels, presentaron el método
dialéctico—elementos que de hecho conservaron de conceptos en Hegel, en particular la idea de la “negación de la
negación”. Pero en la medida que semejantes tendencias existían en Engels, y hasta en Marx, estas
definitivamente fueron de carácter secundario y no caracterizaban su punto de
vista y su aplicación del método dialéctico, del materialismo dialéctico. Y,
con el desarrollo del marxismo, se ha alejado cada vez más de esas tendencias
metafísicas; eso se ve en las obras de Lenin y Mao, y se refleja en las críticas a las que hecho
referencia aquí.
8. Nota del
autor: Lo que se ha dicho aquí para refutar a Popper
y su afirmación de que el marxismo no es una ciencia y falla la prueba de la
ciencia, en un sentido global es una respuesta a la afirmación, que se hace muy
a menudo, de que no hay, y no puede haber, nada como una ciencia social, y en
particular ninguna ciencia de la sociedad humana y su desarrollo histórico.
Como he dicho extensamente aquí, el marxismo es en realidad una ciencia. Muchas
veces se distorsiona y restringe lo que es el marxismo. El marxismo no es
simplemente una ciencia social. El materialismo dialéctico es una concentración
de la realidad en el sentido más grande, y abarca la “realidad natural”, o sea,
los procesos de la naturaleza, así como la realidad social. Pero el marxismo
también es una ciencia social—y es una ciencia social. A la materia en
movimiento, que es lo que conforma a los seres humanos y sus interrelaciones
sociales, también se las puede someter al análisis y a la síntesis científicos,
al igual que a cualquier otra forma de materia en movimiento.
Fuente:
www.rwor.org/home-s.htm