Karl Marx
El método de la economia política
Cuando consideramos un país dado
desde el punto de vista económico-político comenzamos por su población, la
división de ésta en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas
de la producción, la exportación y la importación, la producción y el consumo
anuales, los precios de las mercancías, etcétera.
Parece justo comenzar por lo real y
lo concreto, por el supuesto efectivo; así, por ej., en la economía, por la
población en su conjunto. Sin embargo, si se examina con mayor atención, esto
se revela [como] falso. La población es una abstracción si dejo de lado, p.
ej., las clases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra
huera si desconozco los elementos sobre los cuales reposan, p. ej., el trabajo
asalariado, el capital, etc. Estos últimos suponen el cambio, la división del
trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo
asalariado, sin valor, dinero, precios, etc. Si comenzara, pues, por la
población, tendría una representación caótica del conjunto y, precisando cada
vez más, llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples. Llegado a
este punto, habría que reemprender el viaje de retorno, hasta dar de nuevo con
la población, pero esta vez no tendría una representación caótica de un
conjunto, sino una rica totalidad de múltiples determinaciones y relaciones. El
primer camino es el que siguió históricamente la economía política naciente.
Los economistas del siglo XVII, p. ej., comienzan siempre por el todo viviente,
la población, la nación, el Estado, varios Estados, etc.; pero terminan siempre
por descubrir, mediante el análisis, un cierto número de relaciones generales
abstractas determinantes, tales como la división del trabajo, el dinero, el
valor, etc. Una vez que esos momentos fueron más o menos fijados y abstraídos,
comenzaron [a surgir] los sistemas económicos que se elevaron desde lo simple –
trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio- hasta el Estado, el
cambio entre las naciones y el mercado mundial. Esto último es,
manifiestamente, el método científico correcto. Lo concreto es concreto porque
es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad en lo
diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no
como punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la
intuición y de la representación. En el primer camino, la representación plena
es volatilizada en una determinación abstracta; en el segundo, las
determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el
camino del pensamiento. He aquí por qué Hegel cayó en la ilusión de concebir lo
real como resultado del pensamiento que, partiendo de sí mismo, se concentra en
sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve por sí mismo, mientras que el
método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es para el
pensamiento sólo la manera de apropiarse de lo concreto, de reproducirlo como
un concreto espiritual. Pero esto no es de ningún modo el proceso de formación
de lo concreto mismo. Por ejemplo, la categoría económica más simple, como p.
ej. el valor de cambio, supone la población, una población que produce en
determinadas condiciones, y también un cierto tipo de sistema familiar o
comunitario o político, etc. Dicho valor no puede existir jamás de otro modo
que bajo la forma de relación unilateral y abstracta de un todo concreto y
viviente ya dado. Como categoría, por el contrario, el valor de cambio posee
una existencia antediluviana. Por lo tanto, a la conciencia, para la cual el
pensamiento conceptivo es el hombre real y, por consiguiente, el mundo pensado
es como tal la única realidad –y la conciencia filosófica está determinada de
este modo-, el movimiento de las categorías se le aparece como el verdadero
acto de producción (el cual, aunque sea molesto reconocerlo, recibe únicamente
impulso desde el exterior) cuyo resultado es el mundo; esto es exacto en la
medida en que –pero aquí tenemos de nuevo una tautología- la totalidad
concreta, como totalidad del pensamiento, como un concreto del pensamiento, es
in factun producto del pensamiento y de la concepción, pero de ninguna manera
es un producto del concepto que piensa y se engendra a sí mismo, desde fuera y
por encima de la intuición y de la representación, sino que, por el contrario,
es un producto del trabajo de elaboración que transforma intuiciones u
representaciones en conceptos. El todo, tal como aparece en la mente como todo
del pensamiento, es un producto de la mente que piensa y que se apropia el
mundo del único modo posible, modo que difiere de la apropiación de ese mundo
en el arte, la religión, el espíritu práctico. El sujeto real mantiene, antes
como después su autonomía fuera de la mente, por lo menos durante el tiempo en
que el cerebro se comporte únicamente de manera especulativa, teórica. En
consecuencia, también en el método teórico es necesario que el sujeto, la
sociedad, esté siempre presente en la representación como premisa.
Pero estas categorías simples, ¿no
tienen un existencia histórica o natural autónoma, anterior a las categorías
concretas? Ça depende. Por ejemplo, Hegel tiene razón en comenzar la filosofía
del derecho con la posesión, ya que constituye la relación jurídica más simple
del sujeto. Peor no existe posesión antes de la familia o de las relaciones de
dominación y servidumbre, que son relaciones mucho más concretas. En cambio,
sería justo decir que existen familias, tribus, que se limitan a poseer, pero
que no tienen propiedad. Frente a la propiedad, la relación de simples
comunidades de familias o de tribus aparece como la categoría más simple. En la
sociedad de un nivel más elevado la propiedad aparece como la relación más
simple dentro de una organización desarrollada. Pero el sustrato más concreto,
cuyo vínculo es la posesión, está siempre supuesto. Puede imaginarse un salvaje
aislado que sea poseedor. Pero en este caso la posesión no es una relación
jurídica. No es exacto que la posesión evolucione históricamente hacia la
familia. Por el contrario, ella presupone siempre esta “categoría jurídica más
concreta”. Sin embargo, quedaría siempre en pie el hecho de que las categorías
simples expresan relaciones en las cuales lo concreto no desarrollado pudo
haberse realizado sin haber establecido aún la relación o vínculo más
multilateral, que se expresa espiritualmente en la categoría más concreta;
mientras que lo concreto más desarrollado conserva esta misma categoría como
una relación subordinada. El dinero puede existir y existió históricamente
antes que existiera el capital, antes que existieran los bancos, antes que
existiera el trabajo asalariado. Desde este punto de vista, puede afirmarse que
la categoría más simple puede expresar las relaciones dominantes de un todo no
desarrollado o las relaciones subordinadas de un todo más desarrollado,
relaciones que existían ya históricamente antes de que el todo se desarrollara
en el sentido expresado por una categoría más concreta. Sólo entonces el camino
del pensamiento abstracto, que se eleva de lo simple a lo complejo podría corresponder
al proceso histórico real.
Por otra parte, puede decirse que
existen formas de sociedad muy desarrolladas, y sin embargo históricamente
inmaduras, en las que se encuentran las formas más elevadas de la economía –p.
ej., la cooperación, una división desarrollada del trabajo, etc.- sin que
exista tipo alguno de dinero, como por ejemplo en el Perú . También en las
comunidades eslavas el dinero y el intercambio que lo condiciona no aparecen o
lo hacen muy raramente en el seno de cada comunidad, mientras que aparecen en
cambio en sus confines, en el tráfico con otras comunidades; de allí que sea en
general erróneo situar el cambio en el interior de las comunidades como el
elemento constitutivo originario. Al principio aparece más bien en la relación de
las diversas comunidades entre sí, antes que en las relaciones de los miembros
en el interior de una misma y única comunidad. Además: aunque el dinero haya
desempeñado desde muy temprano un papel múltiple, sin embargo, como elemento
dominante, pertenece en la antigüedad sólo a naciones unilateralmente
determinadas, a naciones comerciales. Y hasta en la antigüedad más culta, entre
los griegos y los romanos, sólo en el período de su disolución alcanza el
dinero su pleno desarrollo, el cual en la moderna sociedad burguesa constituye
un presupuesto. Esta categoría totalmente simple aparece históricamente en toda
su plena intensidad sólo en las condiciones más desarrolladas de la sociedad.
Pero de ninguna manera impregna todas las relaciones económicas. Por ejemplo,
el impuesto en especie y las prestaciones en especie continuaron siendo el
fundamento del Imperio Romano en su punto de mayor desarrollo. Allí, el sistema
monetario propiamente dicho sólo se había desarrollado completamente en el
ejército. Jamás llegó a dominar la totalidad de la esfera del trabajo. De modo
que, aunque la categoría más simple haya podido existir históricamente antes
que la más concreta, en su pleno desarrollo intensivo y extensivo ella puede
pertenecer sólo a una forma social compleja, mientras que la categoría más
concreta se hallaba plenamente desarrollada en una forma social menos
desarrollada.
El trabajo parece ser una categoría
totalmente simple. También la representación del trabajo en su universalidad
–como trabajo en general- es muy antigua. Y sin embargo, considerado en esta
simplicidad desde el punto de vista económico, el “trabajo” es una categoría
tan moderna como las relaciones que dan origen a esta abstracción simple. El
monetarismo, p- ej., pone todavía, de un modo completamente objetivo, la
riqueza en el dinero, como cosa exterior a sí misma. Frente a este punto de
vista se dio un gran progreso cuando el sistema manufacturero o comercial
transfirió la fuente de la riqueza del objeto a la actividad subjetiva, al
trabajo comercial o manufacturero, pero concibiendo todavía esta actividad
siempre bajo el aspecto limitado de una actividad productora de dinero. Frente
a este sistema, [[se produjo otro progreso con]] el sistema fisiocrático que
considera como creadora de la riqueza una forma determinada de trabajo –la
agricultura- y concibe el objeto mismo no ya bajo el disfraz del dinero, sino
como producto en general, como resultado general del trabajo. Todavía este
producto, en razón de la naturaleza limitada de la actividad, es siempre un
producto determinado de la naturaleza, un producto agrícola, un producto par
excellence de la tierra.
Un inmenso progreso se dio cuando
Adam Smith rechazó todo carácter determinado de la actividad creadora de
riqueza considerándola simplemente como trabajo: ni trabajo manufacturero, ni
trabajo comercial, ni agricultura, sino tanto uno como otro. Con la
universalidad abstracta de la actividad creadora de la riqueza, se da al mismo
tiempo la universalidad del objeto determinado como riqueza, como producto en
general, o, una vez más, [[como] trabajo en general, pero como trabajo pasado,
objetivado. La dificultad o importancia de esta transición la prueba el hecho
de que el mismo Adam Smith vuelve a caer de cuando en cuando en el sistema
fisiocrático. Podría parecer ahora que de este modo se habría encontrado
simplemente la expresión abstracta de la relación más simple y antigua, en que
entran los hombres en tanto productores, cualquiera que sea la forma de la
sociedad. Esto es cierto en un sentido. Pero no en el otro. La indiferencia
frente a un género determinado de trabajo supone una totalidad muy desarrollada
de géneros reales de trabajos, ninguno de los cuales predomina sobre los demás.
Así, las abstracciones más generales surgen únicamente allí donde existe el
desarrollo concreto más rico, donde un elemento aparece como lo común a muchos,
como común a todos los elementos. Entonces, deje de poder ser pensado solamente
bajo una forma particular. Por otra parte, esta abstracción del trabajo en general
no es solamente el resultado intelectual de una totalidad concreta de trabajos.
La indiferencia por un trabajo particular corresponde a una forma de sociedad
en la cual los individuos pueden pasar fácilmente de un trabajo a otro y en la
que un género determinado de trabajo es para ellos fortuito y, por lo tanto,
indiferente. El trabajo se ha convertido entonces, no sólo en cuanto categoría,
sino también en la realidad, en el medio para crear la riqueza en general y,
como determinación, ha dejado de adherirse al individuo como una particularidad
suya. Este estado de cosas alcanza su máximo desarrollo en la forma más moderna
de sociedad burguesa, en los Estados Unidos. Aquí, pues, la abstracción de la
categoría “trabajo” el “trabajo en general”, el trabajo sans phrase, que es el
punto de partida de la economía moderna, resulta por primera vez prácticamente
cierta. De este modo, la abstracción más simple que la economía moderna coloca
en el vértice, y que expresa una relación antiquísima y válida para todas las
formas de sociedad, se presenta no obstante como prácticamente cierta en este
[[grado de]] abstracción sólo como categoría de la sociedad moderna. Podría
decirse que aquello que en los Estados Unidos se presenta como un producto
histórico –me refiero a esta indiferencia ante un trabajo determinado-, entre
los rusos, por ejemplo, se presenta como una disposición natural. Pero, en
primer lugar, existe una diferencia enorme entre bárbaros con disposición para
ser empleados en cualquier cosa y civilizados que se dedican ellos mismos a
todo. Además, entre los rusos, a esta indiferencia hacia el carácter
determinado del trabajo corresponde la sujeción tradicional a un trabajo
enteramente determinado, del que sólo pueden arrancarlos las influencias
exteriores.
Este ejemplo del trabajo muestra de
una manera muy clara cómo incluso las categorías más abstractas, a pesar de su
validez –precisamente debida a su naturaleza abstracta- para todas las épocas,
son no obstante, en lo que hay de determinado en esta abstracción, el producto
de condiciones históricas y poseen plena validez sólo para estas condiciones y
dentro de sus límites.
La sociedad burguesa es la más
compleja y desarrollada organización histórica de la producción. Las categorías
que expresan sus condiciones y la comprensión de su organización permiten al
mismo tiempo comprender la organización y las relaciones de producción de todas
las formas de sociedad pasadas, sobre cuyas ruinas y elementos ella fue
edificada y cuyos vestigios, aún no superados, continúa arrastrando, a la vez
que meros indicios previos han desarrollado en ella su significación plena,
etc. La anatomía del hombre es una clave para la anatomía del mono. Por el
contrario, los indicios de las formas superiores de las especies animales
inferiores pueden ser comprendidos sólo cuando se conoce la forma superior. La
economía burguesa suministra así la clave de a economía antigua, etc. Pero no
ciertamente al modo de los economistas, que cancelan todas las diferencias
históricas y ven la forma burguesa en todas las formas de sociedad. Se puede
comprender el tributo, el diezmo, etc., cuando se conoce la renta del suelo.
Pero no hay por qué identificarlos. Además, como la sociedad burguesa no es en
sí más que una forma antagónica de desarrollo, ciertas relaciones
pertenecientes a formas de sociedad anteriores aparecen en ella sólo de manera
atrofiada o hasta disfrazadas. Por ejemplo la propiedad comunal. En
consecuencia, si es verdad que las categorías de la economía burguesa poseen
cierto grado de validez para odas las otras formas de sociedad, esto debe ser
tomado cum grano salis. Ellas pueden contener esas formas de un modo
desarrollado, atrofiado, caricaturizado, etc., pero la diferencia será siempre
esencial. La así llamada evolución histórica reposa en general en el hecho de
que la última forma considera a las pasadas como otras tantas etapas hacia ella
misma. Y dado que sólo en raras ocasiones, y únicamente en condiciones bien
determinadas, es capaz de criticarse a sí misma –aquí no se trata, como es
natural, esos períodos históricos que se consideran a sí mismos como un época
de decadencia- las concibe de una manera unilateral. La religión cristiana fue
capaz de ayudar a comprender de una manera objetiva las mitologías anteriores
sólo cuando llegó a estar dispuesta hasta cierto punto, por así decirlo
συναμει, a su propia autocrítica. Del mismo modo, la economía burguesa
únicamente llegó a comprender la sociedad feudal, antigua y oriental cuando
comenzó a criticarse a sí misma. Precisamente porque la economía burguesa no se
identificó pura y simplemente con el pasado fabricándose mitos, su crítica de
las sociedades precedentes, sobre todo del feudalismo contra el cual tuvo que
luchar directamente, fue semejante a la crítica dirigida por el cristianismo
contra el paganismo, o también a la del protestantismo contra el catolicismo.
Como en general en toda ciencia
histórica, social, al observar el desarrollo de las categorías económicas hay
que tener siempre en cuenta que el sujeto –la moderna sociedad burguesa en este
caso- es algo dado tanto en la realidad como en la mente, y que las categorías
expresan por lo tanto formas de ser, determinaciones de existencia, a menudo
simples aspectos, de esta sociedad determinada, de este sujeto, y que por lo
tanto, aun desde el punto de vista científico, su existencia de ningún modo
comienza en el momento en que se comienza a hablar de ella como tal. Este hecho
debe ser tenido en cuenta porque ofrece elementos decisivos para la división
[[de nuestro estudio]]. Nada parece más natural, por ejemplo, que comenzar por
la renta del suelo, la propiedad de la tierra, desde el momento que se halla
ligada a la tierra, fuente de toda existencia, así como a la primera forma de
producción de todas las sociedades más o menos estabilizadas: la agricultura. Y
sin embargo, nada sería más erróneo. En todas las formas de sociedad existe una
determinada producción que asigna a todas las otras su correspondiente rango
[e] influencia, y cuyas relaciones por lo tanto asignan a todas las otras el
rango y la influencia. Es una iluminación en la que se bañan todos los colores
y [que] modifica las particularidades de éstos. Es como un éter particular que
determina el peso específico de todas las formas de existencia que allí toman
relieve. Entre los pueblos pastores, por ejemplo (los pueblos dedicados
exclusivamente a la caza y a la pesca están fuera de la esfera donde comienza
el verdadero desarrollo). Existe entre ellos cierta forma esporádica de
agricultura. De ese modo se determina la propiedad de la tierra. Esta propiedad
es común y conserva esta forma en mayor o menor grado según que esos pueblos
están más o menos adheridos a sus tradiciones, por ejemplo la propiedad comunal
entre los esclavos. Entre los pueblos que practican la agricultura sedentaria
–esta sedentariedad es ya un gran paso-, donde ésta predomina como en la
sociedad antigua y feudal, la propia industria y su organización, y las formas
que de propiedad que le corresponden, tienen en mayor o menor medida el
carácter de propiedad de la tierra. [[La industria]] depende completamente de
la agricultura, como entre los antiguos romanos, o bien, como en el Medievo,
reproduce en la ciudad y en sus relaciones la organización rural. En el Medievo,
el capital mismo –en la medida en que no es simplemente capital monetario-,
como instrumental artesanal tradicional, etc., tiene dicho carácter de
propiedad de la tierra. En la sociedad burguesa ocurre lo contrario. La
agricultura se transforma cada vez más en una simple rama de la industria y es
dominada completamente por el capital. Lo mismo ocurre con la renta del suelo.
En todas las formas en las que domina la propiedad de la tierra la relación con
la naturaleza es aún predominante. En cambio, en aquellas donde reina el
capital, [[predomina]] el elemento socialmente, históricamente, creado. No se
puede comprender la renta del suelo sin el capital, pero se puede comprender el
capital sin la renta del suelo. El capital es la potencia económica, que lo
domina todo, de la sociedad burguesa. Debe constituir el punto de partida y el
punto de llegada, y debe considerársele antes que la propiedad de la tierra.
Una vez que ambos hayan sido considerados separadamente, deberá examinarse su
relación recíproca.
En consecuencia, sería impracticable
y erróneo alinear las categorías económicas en el orden en que fueron
históricamente determinantes. Su orden de sucesión está, en cambio, determinado
por las relaciones que existen entre ellas en la moderna sociedad burguesa, y
que es exactamente el inverso del que parece ser su orden natural o del que
correspondería a su orden de sucesión en el curso del desarrollo histórico. No
se trata de la posición que las relaciones económicas asumen históricamente en
la sucesión de las distintas formas de sociedades. Mucho menos de su orden de
sucesión “en la idea” (Proudhon) (una representación nebulosa del movimiento
histórico). Se trata de su articulación en el interior de la moderna sociedad
burguesa.
La pureza (el carácter determinado
abstracto) con que los pueblos comerciantes –fenicios, cartagineses- se
presentan en el mundo antiguo, está dada precisamente por el predominio de los
pueblos agricultores. El capital, como capital comercial o monetario, se
presenta justamente bajo esta forma abstracta, allí donde el capital no es
todavía el elemento dominante de las sociedades. Los lombardos, los judíos, ocupan
la misma posición respecto a las sociedades medievales dedicadas a la
agricultura.
Otro ejemplo de las distintas
posiciones que ocupan las mismas categorías en los diversos estados de la
sociedad: una de las más recientes instituciones de la sociedad burguesa, las
joint-stock-companies. Aparecen, no obstante, también en sus comienzos, en las
grandes compañías comerciales que gozan de privilegios y de monopolio.
El concepto mismo de riqueza nacional
se insinúa entre los economistas del siglo XVII –y esta concepción subsiste en
parte en los economistas del siglo XVIII bajo un aspecto tal que la riqueza
aparece creada únicamente para el Estado, cuya potencia aparece proporcional a
esta riqueza. Era esta una forma todavía inconscientemente hipócrita bajo la
cual la riqueza misma y la producción de la riqueza se anunciaban como la
finalidad de los Estados modernos, considerados en adelante únicamente como
medios para la producción de riqueza.
Efectuar claramente la división [[de
nuestros estudios]] de manera tal que [[se traten]]: 1) las determinaciones
abstractas generales que corresponden en mayor o menor medida a todas las
formas de sociedad, pero en el sentido antes expuesto; 2)las categorías que
constituye la articulación interna de la sociedad burguesa y sobre las cuales
reposan las clases fundamentales. Capital, trabajo asalariado, propiedad
territorial. Sus relaciones recíprocas. Ciudad y campo. Las tres grandes clases
sociales. Cambio entre ellas. Circulación. Crédito (privado). 3) Síntesis de la
sociedad burguesa bajo la forma del Estado. Considerada en relación consigo
misma. Las clases “improductivas”. Impuestos. Deuda pública. Crédito público.
La población. Las colonias. Emigración. 4) Relaciones internacionales de la
producción. División internacional del trabajo. Cambio internacional.
Exportación e importación. Curso del cambio. 5) El mercado mundial y las
crisis.
Descargar el libro, Karl Marx: El método de la economia
política, en:
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