Évald V. Iliénkov
“Lo biológico y lo social en el ser humano”
Podría parecer que aquí no hay problema que merezca un debate serio.
Podría parecer que todo es simple. Por un lado, el ser humano es un organismo
biológico, un espécimen de la especie Homo Sapiens. Por otro lado, siempre
aparece como miembro de uno u otro organismo social, como representante de la
sociedad en una etapa definida de su desarrollo y, por tanto, como
representante de una determinada clase, ocupación, o grupo social. Para entender
esta circunstancia uno no necesita ser ni un filósofo ni un médico. Esto es tan
obvio como que el hecho de que el Volga desemboca en el mar Caspio.
Entonces, ¿por qué ha surgido esta pregunta en la ciencia una y otra vez
a lo largo de los siglos? ¿Por qué estallan repetidamente disputas acerca de la
interrelación exacta entre estos dos aspectos de la actividad vital del ser
humano? ¿No se trata de una disputa artificial, que nada tiene que ver con el
problema estrecho en el que se encuentra el ser humano?
Evidentemente, no lo es. Y el problema surge precisamente porque el ser
humano no es un “ser por un lado social y por otro lado biológico” que pueda
partirse en dos (al menos en el pensamiento), sino un ser dialéctico en el
sentido literal de la palabra.
Esto significa que cualquier expresión social, cualquier acción o
manifestación de la vida social en el ser humano es posible gracias a los
mecanismos biológicos – por encima de todos, los del sistema nervioso. Por otro
lado, todas las funciones biológicas del organismo humano están subordinadas a
la realización de sus funciones sociales hasta tal punto que toda la biología
se convierte aquí en una mera forma de manifestación de un principio de
naturaleza muy diferente.
Por tanto, siempre existe aquí la posibilidad de dos interpretaciones
polares de cada caso particular o concreto. Así, podemos considerar las
funciones biológicas del organismo como una forma de manifestación de las
funciones sociales, históricamente determinadas, del individuo dado. O, al revés,
podemos ver las funciones sociales como una forma de manifestación de las
características naturales heredadas del organismo humano, meramente como la
forma externa en la que las funciones orgánicamente incorporadas en este
organismo se revelan.
Desde el punto de vista de la lógica formal, ambos enfoques son
igualmente correctos. Precisamente por ello obtenemos dos lógicas enfrentadas,
directamente opuestas, al considerar un mismo hecho. Y esta posibilidad de
pensar en el mismo hecho desde direcciones opuestas crea la posibilidad de
disputa que no es sólo formal.
El valor es la forma concreta de la manifestación de una abstracción:
valor de uso es simplemente una forma en la que se encarna el valor de cambio.
Y no este otro al darle la vuelta.
La cuestión surge, por regla general, cuando las personas se topan con
uno u otro en una situación anómala, con una desviación más o menos marcada del
habitual (“normal”) curso de la vida humana, y empieza a reflexionar sobre las
causas de esta anomalía, de esta violación de la norma. ¿Dónde vamos a buscar
esta causa que está alterando el curso habitual de la actividad vital para
eliminarla? Hablo, por supuesto, no de casos individuales sino de casos que por
alguna razón tienen una tendencia a convertirse en típicos, generalizados, y
por tanto exigen una solución general.
Me refiero, por ejemplo, a hechos como la caída de la natalidad o el
aumento en la mortalidad, en la prevalencia de enfermedades específicas o, por
ejemplo, en las estadísticas sobre delincuencia. Básicamente, cualquier
problema de importancia general.
Aquí siempre ha surgido la posibilidad de atribuir causas naturales a
fenómenos de origen puramente social, de derivar, por así decirlo, lo social de
lo biológico o (más ampliamente) de lo natural, de curar enfermedades sociales
a través de medios médicos y de tratar enfermedades orgánicas con medidas
sociales. La guillotina es un médico y un farmacéutico.
Esta línea de pensamiento, que se vuelve tentadora bajo ciertas
condiciones y para ciertos tipos de personas, se observa constantemente en la
historia de la cultura teórica y hace tiempo cristalizó en una visión global
del mundo. Esta puede llamarse la cosmovisión naturalista del ser humano y su
actividad vital.
La tesis de Aristóteles, según la cual algunos individuos son esclavos y
otros sus amos por naturaleza, es un ejemplo de libro de texto que nos parece
divertido, pero que en absoluto lo fue en su tiempo. Y lo más interesante aquí
es que esta tesis surgió precisamente en un momento en el que la clásica
sociedad antigua estaba comenzando a entrar en la fase de su decadencia y
disolución.
Esta tesis surgió precisamente como la justificación teórica de la
defensa y protección de una organización social que colapsaba, como un
contraargumento a las demandas de otras formas de organizar la vida, que
vagamente iban tomando forma en muchas cabezas.
Pero las explicaciones naturalistas de ciertos fenómenos sociales pueden
no sólo ser defensivas, sino también destructivas en cuanto su carácter y
efecto. En 1789, por ejemplo, la burguesía francesa se levantó en revolución en
nombre de la llamada “naturaleza del hombre”, declarando el orden de los
estados feudales “antinatural”, contrario a la naturaleza, a la organización
natural de la vida humana. Por el contrario, el derecho a la propiedad privada
y la libertad de propiedad privada fueron declarados naturales.
Así, la ilusión naturalista puede ocultar una concepción conservadora y
reaccionaria o una concepción objetivamente progresista o incluso
revolucionaria. Sin embargo, en ambos casos esta ilusión sigue siendo una
ilusión, en la que son susceptibles de caer incluso personas con mentalidad muy
progresiva.
La filosofía materialista, que es adversaria por principios de todo tipo
de ilusiones, no hace excepción de ésta, que tiende a revivir en las formas más
inesperadas.
El marxismo tuvo que confrontar la ilusión naturalista desde su mismo
nacimiento, en el curso de la polémica con los hegelianos de izquierda
inclinados hacia la revolución. En La ideología alemana, Marx y Engels
destaparon las artimañas de esta ilusión teórica que convirtió efectiva e
inconscientemente a los hegelianos de izquierda radical (Bauer, Stirner) en
apologistas teóricos del orden social existente, a pesar de todas sus sinceras
inclinaciones y fraseología revolucionarias.
Marx y Engels siempre se pronunciaron categóricamente en contra de todas
las variaciones de la concepción naturalista de la actividad vital humana,
incluso cuando esta se combinaba con intenciones políticas progresistas. Comprendieron
que esta ilusión, por el mismo hecho de ser precisamente una ilusión y no una
explicación científico-materialista, llevaría a estas personas a decisiones
políticamente incorrectas y dañinas, que tarde o temprano, a pesar de todas sus
inclinaciones subjetivamente revolucionarias, les llevaría a tomar posiciones
defensivas respecto del orden social existente, ese orden que antaño les
parecía anómalo. Esto le sucedió a la mayoría de los hegelianos de izquierda.
Una explicación naturalista de las anomalías y calamidades a gran escala
de nuestro siglo siempre y en todas partes resultará ser una forma muy adecuada
de pensar para el anticomunismo. Como caso extremo, límite, de este tipo, en el
que la artimaña de la explicación naturalista golpea con fuerza, podemos
considerar la concepción de Arthur Koestler, un teórico que goza de gran
popularidad en Occidente.
La posición general del verdadero materialismo, como fue formulado por
Marx, Engels y Lenin, puede ser caracterizada brevemente de la siguiente
manera: todo lo que es humano en el ser humano, es decir, lo que distingue
específicamente al ser humano del resto de animales, es 100% (no 90% ni
siquiera 99%) el resultado del desarrollo social de la sociedad humana, y
cualquier capacidad del individuo es una función ejercida individualmente de lo
social y no del organismo natural aunque, por supuesto, siempre sea ejercida
por los órganos naturales y biológicamente innatos del cuerpo humano – en
particular, el cerebro.
Esta posición le parece extrema a mucha gente, acentuada de manera
exagerada. Algunos camaradas temen que esta posición teórica pueda llevar en la
práctica a la subestimación de las características biológico-genéticas
especiales e innatas de los individuos, o incluso a su nivelación y estandarización.
Estos temores me parecen infundados. Creo, por el contrario, que cualquier
concesión – incluso la más insignificante – a la ilusión naturalista a la hora
de explicar la mente humana y la actividad de la vida humana, nos llevará tarde
o temprano a la rendición de todas las posiciones materialistas, a capitular
completamente a las teorías de tipo koestleriano. Aquí afirmamos: «quitad las
garras y desaparecerá el pájaro entero». Porque los argumentos iniciales sobre
el origen genético (es decir, natural) de las variaciones individuales de las
capacidades humanas siempre nos llevarán a la conclusión de que estas
capacidades son en sí mismas naturales e innatas, e indirectamente (a través de
la explicación naturalista de estas capacidades), a la perpetuación (primero en
la imaginación pero más tarde en la práctica) del modo existente,
históricamente formado y heredado de la división del trabajo.
Este es el resultado cuando un teórico convierte indicadores puramente
físicos del organismo humano (por ejemplo: altura, color de pelo, color de
ojos) en un “modelo” de acuerdo al cual también comienza a explicar indicadores
mentales como el grado de dotación intelectual o el talento artístico.
Esta lógica conduce implacablemente a una visión del talento (y de su
contrario, la idiotez) como una desviación de la norma, una rara excepción, y
de la “norma” como la mediocridad, la ausencia de cualquier capacidad de
creatividad, la inclinación hacia un trabajo no creativo, pasivo y a menudo
rutinario.
Y aquí me parece que es el deber de cualquier marxista oponerse
categóricamente a este tipo de explicaciones de las diferencias mentales. Me
parece que es mucho más correcto – tanto en la teoría como en la práctica –
afirmar que la “norma” para el ser humano es precisamente el talento y que si
declaramos este como una rareza, una desviación, simplemente arrojamos nuestra
propia culpa a la madre naturaleza. Arrojamos nuestra propia incapacidad para
crear para todo individuo médicamente normal todas las condiciones externas
para su desarrollo al más alto nivel de talento.
Por esta razón me parece no sólo absurdo sino también perjudicial hablar
de las capacidades mentales de una persona como genéticamente determinadas.
Porque la consecuencia práctica de esta visión es siempre una estrategia
deficiente para establecer la colaboración entre el pedagogo y el médico, que
es tan esencial para la tarea de asegurar el desarrollo integral de cada
persona, que es la tarea principal de la transformación comunista.
Para variar volcamos en la madre naturaleza, en la orgánica del cuerpo
humano, la culpa del hecho de que nuestras escuelas produzcan un gran
porcentaje de gente sin talento y muy pocas personas con talento. La tarea de
reconstruir el sistema educativo y el resto de condiciones del desarrollo
humano es automáticamente remplazada por la tarea de reconstruir los cerebros
orgánicos, los sistemas nerviosos de los individuos. Por lo tanto, la gente
comienza a ver la tarea de la medicina y del médico no en la protección y
restauración de la norma biológica de funcionamiento del organismo humano, sino
la empresa utópica de reconstruir esta norma. Y ante esta imposibilidad, el
médico se verá empujado a desempeñar un papel indigno de apologista por todas
las deficiencias de nuestro sistema educativo y de la manera en que criamos a
nuestros hijos. Primero convertiremos al niño en un neurótico o incluso en un
psicópata. Luego lo enviaremos a un neurólogo quien, naturalmente,
diagnosticará una neurosis. Y acabaremos en un círculo vicioso en el que
siempre será fácil hacer pasar la causa como consecuencia.
Por tanto, el problema de la relación entre lo biológico y lo social en
la actividad vital humana y en la mente humana no es un problema artificial
sino vital; y el médico, al igual que el pedagogo, debe estar familiarizado con
la solución a este problema que ofrece la filosofía del marxismo-leninismo, de
modo que cometa menos errores en los casos particulares concretos que
encuentre.
Fuente: marxismocritico
Leer otros artículos del mismo autor en: www.marxists.org/espanol/ilienkov/index.htm