ALGUNAS CONSIDERACIONES
SOBRE
CIENCIA, TECNOLOGIA Y EMANCIPACION
Iñaki
Gil de San Vicente
1.- IMPORTANCIA
DEL TEMA.
1.1.- Pugnas y
contradicciones actuales.
1.2.- Indiferencia
e ignorancia popular.
2.- DESTELLOS Y
CRISIS.
2.1.- Guerra y
técnica empírica.
2.2.- Egipto,
Mesopotamia e India.
2.3.- ¿Misterio chino?
3.- ¿"MILAGRO" GRIEGO?.
3.1.- Algunas vidas y sus obras.
3.2.- Causas internas y externas.
3.3.- Razones del retroceso.
3.4.-
"Revolución" militar.
4.-EXTINCIONES Y
RETROCESOS
4.1.- Esplendor
árabo-musulmán.
4.2.- Nuevo
¿misterio chino?.
4.3.- Balbuceos en Europa.
5.-TRABAJO, HACHA, LIBRO Y LASER:
5.1.- Herramientas y máquinas.
5.2.- Técnicas y tecnologías.
5.3.- El libro
como herramienta y tecnología.
6.- HACIA LA
CIENCIA ACTUAL:
6.1.- Fases
evolutivas en la revolución científica:
6.2.- Revolución
científica y nuevo sistema tecnológico:
7.- CIENCIA,
IMPERIALISMO Y ESTADOS
7.1.- Química,
tecnología industrial e imperialismo.
7.2.- Industria y
ciencia aplicada y/o "ciencia pura".
8.- CIENCIA Y
HEGEMONIA DE EE.UU.
8.1.- Experiencias
precedentes y presiones objetivas.
8.2.-
Estrechamiento de límites operativos.
9.- ORDEN,
BUROCRACIA Y MENTIRAS.
9.1.- Identidad y
continuidad históricas.
9.2.- Causas
sociales e intereses clasistas.
9.3.- Fuerza de
trabajo tecnocientífica.
10.- PRAXIS,
CIENCIA Y RACIONALIDAD.
10.1.- Tres
consideraciones imprescindibles.
10.2.-
Conocimiento humano y praxis científico-crítica.
10.3.- Cambios y
avances en la racionalidad substantiva.
10.4.-
Irracionalidad global y racionalidad parcial.
11.- NUEVO
PARADIGMA Y SOCIALISMO.
11.1.- Viejo
paradigma y sistema reaccionario.
11.2.- Ciencia
crítica e intervención popular.
11.3.- Ataque
reaccionario al conocimiento crítico.
12.- ¿HACIA UNA
NUEVA CIENCIA?.
12.1.- Superando las
cadenas del pensamiento patriarcal.
12.2.- Superando
la mercantilización del conocimiento:
12.3.- Prioridades
estratégicas de largo alcance.
1.- IMPORTANCIA
DEL TEMA:
Uno de los
factores que determinarán la suerte o la desgracia del futuro independentista y
socialista de Euskal Herria será la estrategia que la izquierda abertzale tome
con respecto al complejo tecnocientífico dominante. Nuestro futuro como pueblo
dependerá, entre otras cosas, de la capacidad que tengamos para saber dominar
las contradictorias fuerzas desencadenadas por la ciencia y tecnología
oficiales actuales. Hablamos de estrategia antes que de táctica, y planteamos
estas reflexiones desde la perspectiva de un futuro largo antes que desde la
inmediatez pasajera porque en cuestiones de este calibre los avances, que deben
comenzar ya mismo, sólo rinden frutos duraderos cuando se sustentan en una
tarea larga, radical y de amplias miras. Hablamos de tecnociencia dominante y
oficial porque es un complejo contradictorio en el que destacan las fuerzas de
dominación pero en el que también palpitan fuerzas emancipadoras que se niegan
a desaparecer.
La contradicción
dialéctica interna a la ciencia y tecnología, que es parte y reflejo de la
contradicción interna al pensamiento humano, nos exige un examen para el que
carecemos de espacio, pero del que intentaremos apuntar los problemas cruciales
para superar el paradigma oficial, tan dañino y destructor. No negamos el valor
y la importancia de la ciencia. Al contrario. Porque la valoramos en cuanto
arma emancipadora imprescindible, sabemos de la urgencia de criticar el sistema
científico-técnico dominante. Instrumento liberador tanto más preciado en
cuanto pueblo nacionalmente oprimido, negado en sus derechos elementales y
carente de la mínima unidad política e institucional con la que responder a los
decisivos retos de las innovaciones tecnocientíficas actuales. Desde esta
perspectiva, la nuestra, la transformación progresista de la ciencia surge de
una triple necesidad ya que, por un lado, los Estados que nos ocupan han
utilizado y utilizan cada vez más el sistema tecnocientífico y su ideología –positivismo
mecanicista y determinista- como sistemas de desnacionalización; por otro, las
instituciones regionalistas impuestas por Madrid a Hegoalde se caracterizan por
la total asunción de los dogmas cientifistas y absoluto rechazo a una política
estratégica de intervención democrática en esta decisiva cuestión, mientras que
en Iparralde se cumple fielmente toda orden dictada desde París en estos temas
y, por último, la izquierda abertzale apenas ha prestado atención al problema
que tratamos con su indiferencia ignorante sólo contrapunteada por esporádicos
esfuerzos más individuales que colectivos.
La urgencia a la
que nos referimos viene dada, además de por los efectos inmediatos que nacen de
lo arriba visto, también porque en todo lo relacionado con el complejo
tecnocientífico la pérdida de tiempo, aunque sea corta, supone una
multiplicación exponencial de los efectos negativos. No se trata sólo de tener
en cuenta la velocidad de desarrollo de la ciencia, sino sobre todo de que ésta
se encuentra en un momento de bifurcación, de punto de no retorno y de
emergencia de nuevos paradigmas alternativos, de salto cualitativo en la línea
evolutiva que asciende de la inestabilidad del complejo tecnocientífico oficial
como efecto de sus crisis, a la apertura de probabilidades de alternativas
superiores y acabando en la irreversibilidad de varias de esas alternativas al
haberse asentado definitivamente. En términos khuntianos deberíamos
preguntarnos sobre si ¿nos encontramos en un momento de revolución científica
global? Sin responder ahora a esta interrogante desde la perspectiva del autor
citado y de su corriente, está claro que no podemos esperar a que pase esta situación
de emergencia de lo nuevo, permanecer pasivos y expectantes, dejando que los
Estados que nos dominan impongan sus dictados al respecto. Sería un error suicida.
1.1.- Pugnas y
contradicciones actuales:
Actualmente se
libra en este complejo una batalla teórico-política global que afecta a
paradigmas claves del sistema oficial de definir y nombrar la realidad natural
y socia. Paradigmas zarandeados desde comienzos del siglo XX por la física
cuántica, la teoría de la relatividad, la biología y biotecnología, las denominadas
por algunos "leyes del caos", los inicios de la llamada
"inteligencia artificial", y un largo etcétera imposible de reseñar
aquí. Semejantes avances están dando paso a muchas reflexiones críticas aunque
también conservadoras. No faltan autores que afirman que ya asistimos a un
"nuevo paradigma emergente". Tales reflexiones, además, se sustentan
en los cambios sociales en la apreciación de "la ciencia" como
institución mítica y todopoderosa, neutral, aséptica, impoluta y libre de las
injerencias de los poderes económicos y políticos. Desde las muy recientes
vacas locas, pasando por las infecciones hospitalarias, la catástrofe
ecológica, la multiplicación del desgaste psicosomático, y terminando en el sensacionalismo
ignorante y manipulador de las biotecnologías, por no extendernos, en este
panorama, "la ciencia" en cuanto institución desconocida e
inaccesible para la inmensa masa de la población, pero mitificada y adorada por
los medios de propaganda dominantes, esa "ciencia" es hoy sometida a
una crítica verdaderamente científico-crítica desde dentro mismo del poder
tecnocientífico como desde fuera, desde los movimientos populares, sindicales,
revolucionarios, feministas, alternativos, etc.
Crece el divorcio
entre desarrollismo y economía por la objetividad de la termodinámica. Se
endurece el choque entre cientifismo y naturaleza --catástrofe ecológica-- por
las implicaciones de las biotecnologías y sobre todo la mercantilización de la
vida y del ecosistema.. La epistemología clásica duda ante la inteligencia
artificial y el paradigma computacional. La ética y la moral tradicionales
enmudecen ante la bioética, la ecoética y las reflexiones progresistas que
buscan un mundo mejor. La libre creatividad científica ha sido subsumida por el
complejo industrial-militar y la feroz competencia empresarial. El orden médico clásico fracasa ante el
dramático deterioro de la salud humana. La legitimidad
tradicional cede ante las críticas democráticas, socialistas, feministas,
ecologistas, no eurocéntricas, etc... ¡incluso alguno asegura que la ciencia ha
llegado a su límite y otros retroceden al irracionalismo y misticismo! En respuesta
a esta crisis global el poder tecnocientífico está lanzando una abusiva
propaganda relegitimadora mientras que endurece las condiciones de trabajo
tecnocientífico y aumenta los lazos invisibles con el capitalismo.
Una de las crisis
decisivas es la de la figura del sabio absorto en su laboratorio, mito básico
de Occidente desde el siglo XVII, que ha construido la imagen virtual del
científico abstraído en sus investigaciones, bonachón, algo despistado a veces
pero siempre consciente de su benefactora labor humanitaria. Este mito admite
muy de vez en cuando la existencia a algún científico "loco" en el
buen sentido, en el de las películas de Walt Disney, por ejemplo, y algún que
otro científico criminal e inhumano como el doctor Mengele, encarnación
negativa del Golen, Frankenstein, Hyde, Moureau y otros que, según la
literatura que les da vida ficticia, buscaban aliviar el dolor humano con
nuevos descubrimientos aun transgrediendo las convenciones al uso. Pero en el
imaginario colectivo la idea del científico es esa, la del bonachón neutral y
dispuesto a dar consejos televisivos sobre qué bronceador hay que usar en
verano y qué crema para esquiar en invierno. La lenta pero imparable
proliferación de asociaciones de afectados, usuarios, consumidores, la lenta
pero imparable toma de conciencia ecológica del sindicalismo, la crucial e imprescindible
crítica del feminismo al orden patriarcal, las autoorganizaciones alternativas
y/o radicales de trabajadores de la ciencia en contra de la propiedad privada
del conocimiento, estos y otros movimientos giran en buena medida alrededor de
la crítica del mito del científico neutral, apolítico, objetivo... que, sin
embargo, es capaz de recurrir a trampas, chanchullos y mentiras para imponer
sus intereses. La
proliferación de fraudes científicos en las últimas décadas ha llevado a algún
historiador de la ciencia a fundar la "engañología". Es
decir, hoy más que nunca antes están desprestigiados los mitos cientifistas
santificados por ideólogos del capital como Merton y otros.
1.2.- Indiferencia
e ignorancia popular:
Mientras, la
mayoría ignora que vive bajo la presión ordenancista, reguladora y controladora
del sistema tecnocientífico. Desde la mañana, las primeras noticias en la radio
están producidas por la industria político-cultural, instrumento decisivo en la
"normalización política", que usa la sociología como sistema de
investigación básica para, desde ahí, mediante investigaciones aplicadas,
tecnologías y técnicas precisas lograr que nos "sintamos cómodos" en
los Estados español y francés. Desconoce también que esa "normalización"
se aplica técnicas de manipulación psicológica para modificar la conducta
colectiva e individual. Menos aún sabe que esos aparatos tan comunes remiten en
definitiva a la física atómica en su aplicación electrónica y en
semiconductores, creando una impresionante panoplia de instrumentos de control
y vigilancia, otros de incremento de la productividad del trabajo como los
ordenadores, y otros de alienación cotidiana como los televisores. Cree que su
salud está cuidada por instituciones neutrales sin sospechar siquiera que el
mercado de la salud sostiene uno de los negocios más rentables del capitalismo,
además de ser un instrumento de control y reciclaje de las clases trabajadoras,
y que las biotecnologías y la genética , la química, etc., son partes del
sistema tecnocientífico. No sabe que cuando las petroleras suben el precio del
combustible además de dañar su bolsillo también, con la ciencia básica de la
química, extienden sus tentáculos hasta la alimentación humana, destrozando a
pequeños agricultores en beneficio de las grandes corporaciones estrechamente
relacionadas con la investigación biológica y con el "capitalismo
verde", que saca beneficio limpiando lo que el capitalismo ensucia pero
cobrándoselo al pueblo trabajador y echando la basura venenosa sobre
continentes empobrecidos.
La ciencia y la
tecnología condicionan tanto nuestra vida que ésta sería imposible sin ellas.
No es que sería muy dura y penosa. No. A la altura del desarrollo ya alcanzado,
de su dependencia para con la producción generalizada de mercancías por el
capitalismo y el papel básico de la tecnociencia en esa producción, en este
nivel, sin ese complejo no sobreviviríamos en absoluto. Es decir, el hecho de
que la ciencia esté dentro de las fuerzas productivas y también dentro de las
relaciones sociales de producción, y el hecho de que, consiguientemente, sufra
la contradicción entre valor de uso y valor de cambio hacen que, de un lado,
sea vital su potencial emancipador pero, de otro, sea terrible su efectividad
alienadora. Aquí surge el problema crucial ya que nuestro futuro depende de nuestra
capacidad para transformar ese poder tecnocientífico enajenado por el capital y
puesto a disposición de los Estados que nos dominan en poder liberador
expropiado al capital y puesto a disposición de Euskal Herria. ¿Qué hay que
superar y abandonar? ¿Qué hay que desarrollar y mejorar? ¿Quiénes han de hacerlo?
¿Cuál será el papel de los movimientos populares, de la clase trabajadora, de
las mujeres, de los colectivos de todo tipo? ¿Cómo controlar el
poder de empresas y Estados sobre la ciencia y sus trabajadores?
Una muestra
perfecta de la tétrica efectividad opresiva de la tecnociencia dominante es
todo el proceso que va del diseño y elaboración de un paradigma, estrategia y
sistema represivo hasta su última aplicación en la muerte de un/a voluntari@ abertzale
o en la dispersión de los prisioneros en las cárceles de castigo, pasando por
la videovigilancia, telecontrol, detención, torturas de todo tipo incluidos
productos alucinógenos y psicóticos, etc., con las correspondientes fases de
manipulación propagandística. Pero, a la contra, desde antiguo los procesos de
lucha de las naciones, clases y género oprimidos han sabido reciclar con más o
menos efectividad partes del sistema de conocimiento y de tecnología entonces
existente para emplearlo contra el opresor. ¿Cómo se comprende esto? Por la
dialéctica inherente a la capacidad de conocimiento de la especie humana, tema
que por su fundamental importancia vamos a tratar en los capítulos siguientes.
2.- DESTELLOS Y
CRISIS:
El conocimiento es
efecto-causa de la autoconstrucción de la especie humana, está inserto en la
relación praxeológica entre mano y mente, entre trabajo físico y trabajo
mental, o si se quiere, en la dialéctica entre creación material y creación
simbólica. En un nivel básico, el conocimiento humano no exige el conocimiento
científico, aunque éste segundo sí necesita del primero. Las hábiles mujeres
que con su trabajo paciente y sistemático obtenían el grueso de los alimentos,
ignoraban las regularidades internas de la naturaleza pero, en sus contextos
estables, lograban vivir con relativa comodidad. Tanto que, como aún hacen
colectivos humanos honrados con el calificativo de "primitivos" e
"incivilizados", muy frecuentemente optaban -optan- asambleariamente
seguir con una calidad de vida sustentable en sus ecosistemas en vez de entrar
en una desquiciada y suicida carrera por el enriquecimiento individual y la explotación
interna. El cobre comenzó a fundirse hace siete mil años aproximadamente, pero
los expertos empiristas que lo trabajaban desconocían todo sobre química,
sulfuros, óxidos y carbonatos, y más aún sobre las técnicas y tecnologías de su
tratamiento. No sabiendo
tampoco nada de geología ni de minas, los europeos de entre dos y tres mil años
antes de nuestra Era cavaban pozos de 12 y 13 metros de profundidad con
galerías de hasta dos metros de altura para extraer grandes cantidades de
excelente sílex y comercializarlo mediante economía de reciprocidad y trueque
por ampliar regiones. Por no extendernos, desde el Paleolítico se van acumulando
avances paulatinos en el conocimiento empírico de zoología, etología, botánica,
agricultura, medicina, cirugía, matemáticas, astronomía...
Al margen del debate sobre su momento de aparición -la
preciencia desde dos o tres mil años antes de nuestra Era, la protociencia
desde comienzos del siglo VI antes de nuestra Era, la ciencia desde el siglo XVII
occidental, etc., por el conocimiento histórico-crítico actual sabemos que el
camino que va de la aparición de la llamada preciencia o "cultura técnica"
egipcia a la protociencia griega, es simultáneo al proceso de marginación y
opresión de la mujer, luego al de irrupción de la esclavitud externa por conquista
y al de la escisión de la sociedad en grupos diferenciados,
en castas jerarquizadas y por fin en clases sociales antagónicas. Este es
un proceso histórico que culminará en la cultura occidental, concretamente en
la Grecia de entre Sócrates y Platón, con el proceso de escisión entre el
trabajo manual y el trabajo intelectual, escisión que marcará indefectiblemente
el desarrollo de "la ciencia" occidental, como veremos en su momento,
y desde la ciencia occidental y al amparo del desarrollo capitalista se extenderá
al todo el plantea desde los siglos XVII en adelante. Sin embargo, por debajo, dentro de esta
realidad, subsistía frecuentemente aplastada, una capacidad de pensamiento
critico y alternativo, que corresponde con la capacidad de pensamiento
praxeológico de nuestra especie, de unidad dialéctica de la práctica con la
teoría, unida ya defendida por los presocráticos y por otros movimiento y que
no solamente reaparece periódicamente sino que en las últimas décadas se ha
revelado como la única concepción posible para impulsar las portentosas
posibilidades del conocimiento científico-crítico.
2.1.- Guerra y
técnica empírica:
No es cierto que
"la guerra es el estado natural del hombre primitivo". La guerra es, al contrario, una invención
muy reciente en la larga historia de nuestra especie, y aún es mucho más
reciente la guerra moderna, la realizada al estilo occidental y que fue
inventada por los griegos del siglo VI antes de nuestra Era. ¿En qué se diferencia esta guerra de las demás? Pues, en palabras de
un célebre historiador militar, en que es una guerra "implacable y
feroz", tanto que los muy feroces guardias personales de Darío, los
terribles Inmortales, llegaban a sentir pánico ante los hoplitas griegos. Y es que, como veremos, una vez más Grecia logró una estrecha
conexión entre el poder tecnológico y científico, la disciplina militar nueva,
los intereses de su democracia esclavista y la cosmovisión existencial nucleada
en la economía dineraria.
En realidad, ya bastante antes de la guerra moderna, que
justo surgió muy localmente sólo hace alrededor de 2500 años y que ha tardado
casi hasta el siglo XX en generalizarse a todo el planeta, y desde los primero
datos de conflictos armados hace aproximadamente 10.000,
se aprecia la estrecha relación entre herramientas y técnicas con la guerra
antigua, especialmente en la construcción de murallas defensivas de poblaciones
sedentarias del llamado "creciente fértil" o "cuna de la
civilización", aunque no siempre en todas las "ciudades" de
aquél entonces. En Europa se tardó mucho más tiempo en
amurallar los poblados y se discute sobre si algunas empalizadas de los
milenios VI y V adne eran en realidad cercados para que el ganado no se
espantase. Pero conforme avanza el IV y definitivamente el III
milenio, las poblaciones neolíticas europeas se construyen o se remodelan como
verdaderas fortificaciones hasta con tres sólidas
empalizadas
protegidas por fosos profundos y anchos. No sólo hacían falta herramientas y
técnica para realizar semejantes construcciones sino sobre todo máquinas y
tecnología desarrollada. Desde luego que sus constructores desconocerían en conjunto
de ciencias involucradas a lo largo del complejo proceso de amurallamiento,
pero las construían. Sin embargo, hay que insistir en que eran construcciones
defensivas, pasivas, disuasorias, pues todos los datos arqueológicos extraídos
de enterramientos muestran que las muertes violentas eran muy escasas,
existiendo muy contados restos de combates sistemáticos, y uno de ellos
precisamente en Euskal Herria, en lo que actualmente es la llanada alavesa.
Veamos cuatro
ejemplos de la inicial relación entre tecnología y guerra. El primero es la
aparición hace algo menos de 4000 años del carro de guerra impulsado por dos
pequeños caballos, capaz de cargar dos o tres soldados con su equipo completo,
con dos ruedas de radios para hacerlas más resistentes y ligeras, apto para
avanzar a 30 kilómetros a la hora mientras que el buey camina a 3 kilómetros
por hora. Y
esa máquina sólo pesaba 34 kilos sin los arreos de las bestias. La ingeniería actual se maravilla al
estudiar su diseño, ligereza, robustez y adaptabilidad a casi todos los
terrenos, y su bella estética cuidadosamente pintada, aunque su defecto más
serio era que el eje se calentaba por la fricción al ser fijo y girar con las ruedas.
No hace falta decir que fue el resultado de una larga experimentación anterior
en la que intervenían todos los conocimientos técnicos, pero sobre todo, bajo
la presión de las necesidades materiales productivas y bélicas, vitalmente e
indisolublemente relacionadas.
El segundo ejemplo, es el descubrimiento del hierro por los
hititas en los siglos XV-XIV antes de nuestra era, aunque su uso frecuente
tardó algo más, hasta el 1200 adne, debido fundamentalmente a las precauciones
tomadas por los Estados que lo utilizaban para que no se conociera su técnica
de producción. Ya los hititas buscaron trabajarlo en secreto para sus
guerreros a quienes entregaban esas armas tan superiores a las de bronce.
Intentaron mantener el secreto varios siglos en un adelanto brillante de lo que
luego ha sido una obsesión de los tecnólogos militares y científicos en
investigaciones estratégicas. La Biblia nos narra las precauciones de todo tipo
de los filisteos para que los hebreos no dominasen la técnica del hierro
logrando manter el secreto durante dos siglos, lo que les aseguró la supremacía
militar. Aún y todo así, la fundición era difícil porque el hierro necesita de
1.530º C de calor, y solamente se pudo desarrollar una técnica apropiada
alrededor del 900 adne, lo que permitió a Asiria modernizar rápidamente sus
arsenales cambiando las armas de bronce por las de hierro. De todas formas, el
impacto del hierro fue más allá de la guerra, para extenderse con la ayuda de
otras transformaciones que no podemos resumir aquí a todos los componentes de
la vida social.
El tercero es el
arco compuesto que se generalizó por esa época y que exigía una compleja
tecnología para ensamblar tantas y tan diferentes piezas de madera y hueso,
cuerdas, tendones, cueros y pegamentos, resultando una arma sólida, ligera,
pequeña y letal, muy superior en todo al famoso arco largo inglés posterior en
más de tres mil años y que compitió con las armas de fuego occidentales hasta
la mitad del siglo XIX El último es la "construcción" del caballo de
montar apto para la guerra, inexistente en la naturaleza por la debilidad de la
columna vertebral de todos los anteriores. Ya en el segundo milenio se montaban
caballos y los egipcios tenían en el -1530 jinetes militares, pero se montaban
en los cuartos traseros con las insalvables dificultades que eso supone, y casi
siempre se apeaban para combatir en el suelo. El caballo actual es resultado de
una paciente selección y especialización que dio sus frutos definitivos a
finales del siglo VII, cuando los guerreros montados escitas destrozaron al
poderoso ejército de carros asirio.
Ahora nos interesan
tres cosas de esos ejemplos. Primera, las constantes que, con diferencias
secundarias, reaparecerán durante cuatro milenios posteriores de inventiva
tecnológica. Nos referimos a la larga y obscura acumulación de avances que en
un momento preciso se sintetizan en una innovación cualitativa que, a su vez,
abre nuevas posibilidades de desarrollo; también a la importancia de los
descubrimientos casuales e inopinados cuando se buscaban otras cosas; no
olvidemos tampoco el uso de la paciencia como método básico en la larga
selección de animales y tratamiento de procesos de todo tipo, aunque no existiera
un plan coherente que abarcara a varias generaciones de precientíficos en
biotecnologías. Segunda, la de las relaciones desconocidas de esas prácticas
con las regularidades de la naturaleza, relación mediatizada por el encuadre
epistemológico entonces dado pero inmersa en la materia objetiva como categoría
filosófico-ontológica. Tercera, las relaciones de esos avances con los
intereses de los grupos dominantes, que potenciaban los adelantos en
herramientas, máquinas y técnicas en nuevas tecnologías de guerra para lograr
una ventaja decisiva sobre sus enemigos, relegando o abandonando otras vías
alternativas de desarrollo tecnológico precientífico
2.2.- Egipto,
Mesopotamia e India:
Desde nuestra
perspectiva actual debemos ser, cuando menos, indulgentes o mejor ser realistas
y saber contextualizar los vacíos de la cultura egipcia con y en sus
condiciones reales de existencia para evitar dos peligros ciertos: minusvalorar
la capacidad de inventiva del pensamiento humano en general y de aquellas
sociedad en particular, sobrevalorando acríticamente las capacidades actuales,
las occidentales y burguesas; y la contraria, como hacen las corrientes
ocultistas, esotéricas e iniciáticas, afirmar contra toda evidencia que en el
pasado "originario" todo fue mejor y que las supuestas "ciencias
ocultas" procedentes de la "edad de oro", de la Atlántida o de
otro sitio, son las únicas que tienen la "verdad" y el
"sentido" de lo humano. Frente a ambos errores, hay que recordar el
llamado "año vago" egipcio, más impreciso que el juliano, las
limitaciones de su aritmética y geometría, la confusión de su metrología, pero
lo desarrollado de su método fraccional, copiado por griegos y romanos, los
pocos datos que se tienen de su astronomía y lo limitado de su medicina, etc.,
esta capacidad precientífica, es decir, la debilidad de una matemática sin la
cual no se puede hablar de ciencia en sentido estricto, sólo son comprensibles
desde y para el grado de desarrollo social egipcio y por eso mismo, como se ha
insistido desde posiciones progresistas, esto "poco" que sabían era
ciertamente "mucho" si se tiene en cuenta los siglos transcurridos, y
que abrieron la fuente de la que beberían más tarde los griegos. Las inmensas
obras arquitectónicas, el casi exacto conocimiento de las crecidas del Nilo con
todo lo que eso suponía de planificación agrícola en siembras, cosechas y
almacenamientos, las expediciones náuticas con la circunvalación de Africa, la
capacidad militar, etc., estos y otros muchos logros materiales no se hubieran
producido sin una sorprendente capacidad de pensamiento abstracto.
Otro tanto hay que
decir de la amplia y diversificada panorámica cultural de Mesopotamia que sobresale
en tres cuestiones básicas para la historia del pensamientos humano como son,
una, el tránsito de la cultura oral a la escrita, con el esfuerzo intelectual
que supone pasar del pictograma al ideograma con la correspondiente fijación
del valor silábico; otra, una impresionante capacidad de análisis concreto de
multitud de comportamiento humanos, animales y vegetales, siempre con objetivos
prácticos, aunque su ensamblaje y síntesis ideológica fuera mágica y
adivinatoria y último, un desarrollo de las matemáticas que alcanzó gran
exactitud en los cálculos prácticos aunque sus bases fueran limitadas, y que
llegaron al final, en la época seléucida a algo parecido al cero, que era más
que nada la constatación de una ausencia lógica en la numeración que la creación
del cero dentro del sistema decimal, abriendo la puerta para que la cultura
hindú lo inventase a mediados del siglo V mejorándolo a comienzos del siglo VI
de nuestra era. La cultura mesopotámica se sustentó en buena medida en la casta
sacerdotal babilónica que se constituyó en una escuela del conocimiento y poder
de gran importancia al controlar todo lo relacionado con el palacio, espacio
que concentraba y a la vez vigilaba desde los graneros y almacenes, hasta los
cuarteles y arsenales pasando por el tesoro, las escuelas, los templos de
oración y las salas de mercado especial. Los conocimientos especializados
producidos por esta casta selecta, uno de los embriones de la futura clase
dominante, se expandieron por toda la región e influenciaron larga y
profundamente mente a otras culturas como, por ejemplo, la hindú y la griega
antigua, llegando sus influencias hasta la china.
Y ya que hablamos
de India, hay que saber que en la época antigua, antes de las invasiones de los
arios védicos alrededor de 1500 años antes de nuestra era, las grandes ciudades
del período remoto preario gozaban de excepcionales sistemas de alcantarillado,
piscinas y urbanismo, como se ha descubierto en las viejas ruinas de las
actuales Harappa y Mohenjo-Daro. Exceptuando algunos restos del conocimiento
preario en medicina y farmacopea, se desconoce el resto de la cultura práctica
capaz de realizar aquellas brillantes obras porque ni siquiera se han logrado
descifrar los sellos encontrados en las ruinas. La cultura védica tardaría aún
bastantes siglos en dar el salto al cero, pero durante ese intervalo fue
avanzando en cuestiones fundamentales para las necesidades de producción
agraria, sobre todo las del calendario --como en Egipto y Mesopotamia--
exigidas por la importancia de los regadíos y de las roturaciones de tierras.
Estas necesidades materiales son las que condicionan que el calendario hindú
alcanzase una precisión sorprendente para los recursos de la época, aunque en
el nivel ideológico se justificasen las fases astronómicas desde la concepción
brahamánica en la que la naturaleza, la sociedad y la vida humana transcurre
indefectiblemente por una rueda o repetición cíclica y en eterno retorno.
Semejante concepción beneficiaba directamente a las castas en el poder
--arias-- en detrimento de las dominadas, las campesinas y formadas por las
poblaciones anteriores a la invasión.
Las exigencias
productivas hicieron que en la práctica la cultura hindú enriqueciera la lengua
védica con una gran cantidad de palabras que reflejan el manejo empírico de
números muy elevados. Insistimos en lo de desarrollo empírico porque aun el en
caso en el que se hubiera conservado algún tratado de Matemáticas redactado en
las épocas védica y brahamánica, cosa que no sucede, aún así, la riqueza y amplitud
de las palabras que se refieren a números muy altos demuestra que la capacidad
productiva hindú estaba muy desarrollada en la práctica empírica, teniendo en
cuenta que el analfabetismo sería muy alto. Más aún, vemos que los hindúes ya
usaban términos concretos para referirse a las potencias de 10 hasta 10 elevado
a ocho, y que con el incremento de las necesidades productivas llegaron a crear
palabras en el sánscrito clásico con nombres específicos para todas las
potencias de 10 hasta 10 elevado a veintitrés. Podemos hacernos una ida muy
exacta de este logro si comparamos semejante complejidad con la legua griega
antigua que en aquél período sólo lograba llegar hasta el 10.000. De igual
modo, aunque carecemos de datos sobre si conocían los hindúes antiguos la
notación con cifras, sí sentaron las bases prácticas de la Geometría, y también
sabemos que sus conocimientos médicos llegaron a través de Persia a la cultura
griega influenciando a autores como Platón.
2.3.- ¿Misterio
chino?.
Efectivamente, hay
que preguntarse si es un misterio o no el que esta gran nación fuera capaz de desarrollar
un impresionante poder técnico pero incapaz de dar el salto a la protociencia,
y lo más curioso de este misterio es que se repitió por dos veces, como
veremos. La suerte corrida por la escuela de Mo- Tsé o Mo Ti (468-376 adne)
ejemplariza ese misterio ya que el estudioso chino extrajo valiosas ideas de la
gran inventiva técnica de su país y, así, pudo afirmar que el conocimiento se
adquiere mediante la escucha y el "oído", por inferencia, por
observación directa, y por experimentación y acción voluntaria, a la vez que
distinguió entre causa y efecto. El pensamiento de Mo-Tsé tenía elementos
materialistas que fueron desarrollados por sus seguidores y por Ju Zi, pero su
ideario político se puede definir en términos actuales como "reformismo
progresista". ¿Cómo llegó la cultura china a propiciar este pensamiento
tan adelantado para su época en todo el planeta y porqué fracasó en la práctica
y su escuela desapareció como corriente ideológica independiente en el siglo II
adne? Estas dos preguntas encierran el secreto del misterio chino.
La escritura china
aparece ya en el siglo XIV durante la dinastía Shang que duró hasta el siglo XI
adne, y aunque ya para entonces se conocía y se usaba el hierro, era el bronce
el metal más fabricado y usado. Se sabe que existían fundiciones en las que
trabajaban hasta 200 operarios cualificados sin incluir a moldeadores,
ayudantes y transportistas, por lo que el número total de trabajadores sería
mucho mayor. También para entonces se logró la fabricación de la primera
porcelana con temperaturas que alcanzaban los 1200+/-30º C. Estos y otros
avances materiales de las fuerzas productivas hacían que la reflexión filosófica
llegase a logros como los recogidos en el "El libro de los cambios"
que resume los avances materialistas en los siglos IX-VIII adne y que sirvió de
compendio a los grupos de filósofos populares, idénticos a los de la India y a
muchos sofistas griegos, que recorrían el país participando en las crecientes movilizaciones
sociales contra la clase dominante, criticando su concepción
político-religiosa. Estas luchas prácticas y teóricas se daban en el contexto
de hundimiento del sistema "esclavista" --sin entrar ahora en
precisiones al hablar de esclavismo y feudalismo en aquél contexto-- entró en
crisis al final de la dinastía Zhou del Oeste (siglo XI-771 adne) siendo
reemplazada en medio de fuertes convulsiones
sociales por la dinastía Zhou del Este (770-476 adne).
Durante estos
siglos en los que el esclavismo dio paso a un régimen campesino
"feudal" la efervescencia filosófica fue muy enriquecedora al haberse
roto lo diques autoritarios de contención del pensamiento. Pero las clases
explotadas carecían de fuerza para constituirse en clases ofensivas y las
luchas clasistas antagónicas pronto dejaron paso a las luchas por el poder de
la tierra entre las antiguas clases y las nuevas en gestación. Es en este
contexto largo en el que hay que ubicar tanto el estancamiento de la creatividad
china como el papel de Laotsé y de Confucio como sintetizadores y adecuadores
de los códigos autoritarios antiguos a las nuevas necesidades de la
explotación. Laotsé (604-?), "El Viejo Maestro", vivió entre las
clases dominantes, siendo historiador y archivero de la Biblioteca Imperial, y responsable
de la consulta oracular de los Zhou, por lo que su influencia no se limitó a su
pensamiento sino a la tarea de escoger, seleccionar y archivar, también por lo
tanto de silenciar y excluir, los conocimientos convenientes al poder que le
pagaba. Y cuando este poder entró en crisis Laotsé lo abandonó para buscar otro
señor al que servir. Su contradictoria filosofía materialista no cuestionaba el
orden social práctico sino que, al ser una sistematización suavizada y licuada
del materialismo anterior, más coherente, permitía un doble juego por los
contenidos idealistas y agnósticas que introdujo en la filosofía oficial, y por
su reaccionarismo contemplativo.
Esta contradicción
pervivió a lo largo de los siglos dentro del complejo movimiento taoísta,
reapareciendo con una u otra opción en los momentos de crisis de orden, e
incluso justificando las tensiones internas al movimiento, cuando sus extremos
optaban por intereses sociales antagónicos. Pero la contradicción no era
exclusiva al taoísmo ya que provenía de un factor más profundo cual es la
raigambre que tenía en una sociedad campesina ciertas tradiciones utópicas y
con fuertes contenidos igualitaristas y comunalistas, que hacían referencias a
un pasado remoto en el que no había existido explotación, hambre y miseria -- una
especie de "edad de oro" y de "paraíso perdido"-- porque
habían sido determinados sabios y personas rectas las que dirigían la sociedad
campesina originaria. De entre estos mitos, destacaron a lo largo de los siglos
de luchas campesinas dos de ellos, uno llamado Ta Tchung o "la gran
unidad" y otro, Thai Phing o "el reino de la gran paz e
igualdad". Las diferentes interpretaciones y variaciones que se hacían de
estos dos principios dependencias de los intereses sociales en juego, pero
explican a grandes rasgos los límites generales que una y otra vez encorsetaron
a la sociedad campesina china.
Los principios
citados también influenciaron a su modo en las concepciones de Confucio, aunque
dominaba el de "la gran unidad" o Ta Tchung, lo que explica su
insistencia en la cohesión del Estado, en la necesidad del orden unificador y
en la importancia de los ritos tradicionales para recuperar y mantener dicha
"gran unidad" originaria. Estas y otras razones permiten comprender
por qué Laotsé y Confucio (551-479 adne) mantenían relaciones de maestro a
discípulo y nunca rompieron la amistad. En uno de esos encuentros se le
atribuyen a Laotsé estos consejos a Confucio: "El sabio ama la oscuridad;
no se entrega al primero que llega, estudia el tiempo y las circunstancias. Si
el momento es propicio, habla; si no, se calla, El que posee un tesoro no lo
enseña a todo el mundo; así el que es verdaderamente sabio no revela la
sabiduría a todo el mundo".
Aquí vemos, primero,
las relaciones epistemológicas entre conocimiento y riqueza, sabiduría y
tesoro, relaciones que, como veremos, también constató Heráclito en esa misma
época. Segundo, en irreconciliable diferencia con muchos pensadores, la
supeditación de la sabiduría a la seguridad personal, a la conveniencia de
callar o hablar según el riesgo o el beneficio. Tercero, en total concordancia
con la monopolización del pensamiento por las clases dominantes, la defensa de
la propiedad privada de la sabiduría. Cuarto, el secretismo y hermetismo del
conocimiento, sólo comunicable a una minoría docta y poderosa. Aunque ni
remotamente Laotsé podía imaginar la ciencia moderna, sí defendió un conocimiento
minoritario al servicio del poder. Esto explica que el sector oficial del taoísmo,
excepto en casos de revoluciones campesinas, siempre optase por el poder, y se
adaptase a la llegada del budismo con rito y liturgias nuevas, excepto en
contados casos de oposición frontal.
Confucio no superó
este encuadre social sino que se centró más en el fortalecimiento del sistema
legal y administrativo del poder, y mientras Laotsé sentó las bases de la
filosofía contemplativa, una especie de "poder religioso" --no en el
sentido occidental contemporáneo de religión-- Confucio aseguró la
legitimidad de la administración, la supeditación del
oprimido al opresor, del joven al anciano, de la mujer al hombre y del vivo al
muerto. Este control coercitivo del potencial creativo de un pueblo mediante el
culto preciso y constante a la memoria de los muertos, de los ancestros, venía
muy bien al poder que se estaba consolidando pero muy mal a la independencia
creativa del pensamiento humano. Pero esta es sólo una parte de la ideología
confuciana porque las otras dos, estrechamente relacionadas con esta, hacían
referencia, por un lado, a un desprecio muy fuerte hacia las masas
trabajadoras, un desprecio tan manifiesto que varias veces el propio Confucio y
su séquito fue objeto de la ira popular, incluso del cerco social para
ajusticiarlos, obligándoles a la huida por el monte pasando hambre y penalidades,
y por otro lado, una doble moralidad para la acción política dentro del propio
grupo político de modo que la falsedad e intriga eran constantes en su
proceder.
Recordemos que
Confucio murió en el 479, cuando se agudizaban las luchas con los movimientos campesinos
que se apoyaban indirectamente en las ideas de Mo-Tsé y en algunas de las
tradiciones antes expuestas, y se iniciaba el largo período de los Reinos
Combatientes (475-221 adne) Dos siglos y medio durante los cuales los Estados
optaron más por la administración para la guerra y la explotación del campesinado
que por la profundización del pensamiento teórico. En este período el taoísmo
de los seguidores de Laotsé apareció como el cement ideológico que cohesionaba
los intereses generales de todos los Estados y adormecía a todas las clases
trabajadoras, y el confucianismo como el cemento
administrativo y
legalista que engrasaba a esos Estados en sus mutuas guerras. Aunque no podemos
extendernos ahora, sí hay que decir que ambos poderes, "religiosos" y
"terrenal", intervenían activamente en las luchas contra las
corrientes materialistas y contra los movimientos campesinos que pervivían con más
o menos fuerza. Por eso, al concluir el período y centralizarse el poder
imperial a finales del siglo III adne se inició la compilación ortodoxa del
confucianismo para adecuarlo a las nuevas y más amplias necesidades del orden
imperial, tarea que concluyó Tun Chun-Sun en el siglo II adne. Tenían todo a su
favor porque en el año 213 adne el emperador Ts'in Shihuangti mandó quemar
todos los libros existentes como castigo a los autores que se habían atrevido a
criticar su política.
Sin embargo, ni
Laotsé ni Confucio crearon escuelas cualitativamente nuevas, por pequeñas que fueran
esas aportaciones cualitativas comparadas con el pensamiento anterior. A
diferencia de lo que ocurría en esos mismos tiempos en Grecia, e incluso poco
antes si tenemos en cuenta a los primeros milesios como Tales y Anaximandro, en
China no se produjo ese cambio cualitativo por imperceptible que fuera sino sólo
una amplia compilación y sintetización de los mejores métodos materiales y
simbólicos de control social, de administración y regulación del sistema
esclavista en descomposición. Por eso, por la continuidad de fondo, los nuevos
poderes no tuvieron muchos problemas a la hora de aplicar las reformas y
mejoras taoístas y confucianas. Esto lo hicieron mientras planificaban obras
técnicamente brillantes como, entre otros varios, el canal Caoqu diseñado por
el famoso ingeniero Xu Bo en el año 129 adne, o la impresionante canalización
de gran río Huanghe en el 69 de nuestra era, en la que se movilizó a cientos de
miles de campesinos con un resultado que se mantuvo efectivo durante 8 siglos,
por no citar a la típica Gran Muralla, única obra humana que se puede ver desde
la Luna. Poco después, en el año 105 dne la producción de papel estaba ya muy
adelantada, mientras que Japón tuvo que esperar al siglo VII, la cultura
árabo-musulmana al siglo VIII y la europea al XII. Para esta época la marina
china contaba ya con excelentes navíos pese a sus grandes dimensiones.
Mientras que en
Grecia hizo falta una "contrarrevolución idealista" simultánea al
agotamiento del impulso de la democracia esclavista, en China sólo bastaron
cambios en las cúpulas del poder, sobre todo una vez que la corriente de Mo-Tsé
terminó por apagarse del todo. Una de las razones de esas tremenda diferencia entre
ambos casos radica en que la dialéctica china no daba el salto a lo nuevo, a la
síntesis creativa, como la griega, sino que retrocedía hacia atrás una y otra
vez siguiendo el círculo cerrado y eterno del Ying -- oscuro, frío, húmedo,
femenino e impar-- y del Yang --luminosos, cálido, seco, masculino y par--.
Este círculo muestra perfectamente la visión en el fondo estática y
conservadora de la filosofía sustantiva que lubricaba el funcionamiento del
poder imperial, su capacidad para cambiar superficialmente sin que nada sustantivo
cambie. Pero la base material de esa incapacidad del pensamiento burocrático
chino radica
precisamente en
eso, que era el pensamiento de casta burocrática fiel y efectivamente servil
para con la clase dominante y su Estado hipercentralizado precisamente para
ahogar otras conceopciones filosóficas no cerradas, y con una dialéctica
histórica abierta. Mientras que Grecia era un hervidero de conflictos y alianzas
transitorias entre Estados separados por un mar y terrenos montañosos, con una
expansiva e inquieta clase mercantil que buscaba enriquecerse con el comercio
marítimo, en China dominaban los enormes campos de cultivo con sus muy
tecnificadas irrigaciones destinadas a solucionar las hambrunas periódicas y
trasladas el arroz y el grano casi siempre dentro del mercado nacional chino, y
apenas para exportarlo al exterior.
La experiencia
china en este período, que volvería a repetirse siglos después, es
paradigmática al mostrar como el confucianismo, el taoísmo oficial y la casta
burocrático-militar soldaban más temprano que tarde alianzas de poder en
momentos de peligro interno y/o externo que, a la postre, frenaban toda posibilidad
de un pensamiento deductivo que potenciara la geometría tanto o más que el
álgebra, la mecánica tanto o más que la acústica y el magnetismo, la cirugía
tanto o más que la acupuntura, y la praxis teórico-social tanto o más que el
ejemplo contemplativo individual. Separando ambos bloques -- geometría,
mecánica, cirugía y praxis frente a álgebra, acústica-magnetismo, acupuntura y contemplacionismo--
aparece la capacidad de la matemática para asentar un pensamiento abstracto producto
de una síntesis social entre trabajo manual y trabajo intelectual. Pero esa
síntesis no se logra así por así sino que requiere de una exigencia material
permanente que nace de la contradicción entre las fuerzas productivas y las
relaciones sociales de producción. En China, el poder burocrático se centraba
en la tesis de que el carácter cíclico cerrado de la Naturaleza terminaba por
demostrar las cosas a posteriori. Un mundo campesino con el mercado asegurado
pese a las hambrunas periódicas y las invasiones exteriores, no tenía mucha
necesidad de pensar la realidad desde métodos apriorísticos y desde la experimentación
teórica. El taoismo oficial y dominante y el confucianismo exponen esta
concepción, y las ideas epistemológicas de la escuela de Mo-Tsé perdieron todo
sentido y necesidad práctica.
3.- EL
"MILAGRO GRIEGO":
Por "milagro
griego" se entiene den la cultura occidental la sorprendente erupción de
una impresionante capacidad práctica y teórica del conocimiento humano en la
Hélade que, en el plano del pensamiento científico-filosófico duró desde el
siglo VI adne, con la figura señera de Tales de Mileto, hasta fines del siglo
IV adne con los primeros discípulos de Aristóteles, y que se prolongó en el
plano del pensamiento filosófico con algunas recuperaciones científicas
transitorias hasta el siglo II dne, cuando la irremisible decadencia romana
aseguró el triunfo definitivo del irracionalismo idealista, tenazmente
combatido por Lucrecio y después por Luciano. Sorprendente erupción porque en
el contexto sociohistórico de los siglos X-VII adne nada permitía imaginar
semejante estallido de reflexión e investigación en una región atrasada con
respecto a los grandes imperios mesopotámicos y sobre todo con respecto al
esplendor egipcio, chino e hindú. Impresionante capacidad porque superó
cualitativamente a todo lo logrado en el sentido esencial de que, hasta esa
época, el pensamiento se detuvo ante la reflexión autocrítica del propio pensamiento,
frontera infranqueable para el sistema de conocimiento precientífico, mientras
que los griegos sí rompieron ese límite y avanzaron más allá, preguntándose por
las causas de las causas y desechando los dogmas irracionales. Recordemos que
en esa misma época el taoísmo y el confucianismo se asentaban en China, que en
India se imponía el budismo, en Palestina el judaísmo y el zoroastrismo en Persia.
Hay que tener en
cuenta, para comprender las razones materiales que contextualizan y
desmitifican este "milagro" que, en primer lugar, Grecia era en
realidad una red de Estados muy relacionados con las grandes potencias
político-culturales, con los que mantenían estrechos lazos económicos; en
segundo lugar, estas potencias observaron a Grecia con cierto y lógico desdén
durante mucho tiempo por la enorme desproporción de medios materiales y de
saber acumulado, inquietándose por el poder expansivo griego sólo cuando los
bárbaros macedónicos a las órdenes de Filipo y Alejandro, fusionaron la cultura
griega y su sistema militar --la falange-- con su propio sistema militar más
determinadas características militares persas y crearon el imperio alejandrino.
Considerando ambos factores, el "milagro" griego sólo consiste en que
supo y pudo ser el molde en el que se fusionaron muhcas ideas externas pero
sobre una previa capacidad de racionalizar mal que bien los distintos procesos.
En este sentido, pues, hay que destacar su capacidad, primero, para aprender
muchas aportaciones exteriores en lo cultural y reordenarlas y sintetizarlas
con su propia elaboración pero desde otro criterio epistemológico diferente y, segundo,
en lo político-militar, sobre los logros precedentes, ser capaces de hacer lo
mismo con el sistema militar introduciendo un factor decisivo como es el de la
disciplina consciente.
3.1.- Algunas vidas y sus obras.
Tales (624-548/45), astuto empresario
según Aristóteles, multiplicó su riqueza aplicando a sus negocios sus
descubrimientos matemáticos, geométricos y astronómicos, y elevó al rango
teórico la experiencia empírica de los fenicios en la navegación. Anaximandro (610-546) se preocupó por
fijar las distancias mediante un mapa exacto y en medir el tiempo de viaje con
el reloj de sol egipcio, siempre en consonancias con sus intereses comerciales,
unidos a sus sorprendentes sugerencias sobre la materia y lo infinito, el
origen de la vida humana a partir del agua, la importancia del sol, la
esfericidad de la Tierra y su desaparición futura en un universo en permanente
recreación, etc. Anaxímenes (588-535), mejoró mucho el calendario y los
eclipses, y sobre todo experimentó el proceso de calentamiento y enfriamiento del
aire, problema vital la navegación a vela. Jenófanes (570-470) adelantó ideas
evolucionistas, descubrió las causas materiales del arcoiris, sugirió las
causas de los rayos y truenos y criticó duramente el politeísmo, demostrando la
terrenalidad de las mitologías y sus dependencias hacia la cultura, geografía y
tradición de los pueblos que los adoran. Heráclito (544-483) teorizó la
dialéctica de sus contemporáneos dando un salto en el conocimiento que tendría
que esperar a Hegel para ser superado, y como buen aristócrata de cuna y
negocios lanzó la tesis de las relaciones entre epistemología y mercancía/dinero
al sostener que "todas las cosas se cambian en fuego y éste en todas las
cosas, del mismo modo en que las mercancías se cambian por oro y el oro por las
mercancías".
Anaxágoras
(500-428), tuvo que exiliarse de Atenas al ser acusado de ateísmo, sostuvo que:
"El Sol no es Helios, sino sólo una especie de roca incandescente", y
la luna otra fría; afirmó algo transcendental para la ciencia como es que el
ser humano es inteligente porque tiene manos; mediante el experimento de los vasos
con líquidos de color diferente demostró no sólo la existencia de un proceso de
acumulación cuantitativa imperceptible a la capacidad sensorial humana, sino el
salto cualitativo a partir de una masa crítica acumulada de modo que surge algo
nuevo ahora ya sí perceptible a los sentidos humanos, asentando así la tesis
dialéctica de la verdad objetiva, concreta, relativa e histórica, y demostrando
que la materia tiene múltiples transformaciones internas que exigen el
desarrollo de técnicas de conocimiento para acceder a ellas en un proceso
inacabable. Leucipo (500-440) avanzó algunas ideas sobre el átomo que mejoraría
Demócrito, pero sobre todo sentó las teorías del vacío y de la causalidad sin
el teleologicismo y finalismo aristotélico posterior. Empédocles (483-423) ideó
el paradigma de los cuatro elementos, básico durante siglos, adelantó ideas
evolucionistas predarwinianas demostró con experimentos prácticos con el reloj
de agua que el aire tiene masa y peso, confirmando las demostraciones de
Anaxágoras sobre que la materia tiene formas que escapan a los limitados
sentidos humano hasta que son estudiadas con métodos más rigurosos. Tucídides
(471-399) aplicó a la investigación y narración de la historia el mismo método
racionalista riguroso que sus contemporáneos aplicaban a las ciencias naturales
y a la filosofía, enriqueciendo la tesis materialista histórica de Anaxágoras
mediante una ampliación de la dialéctica entre las diversas fuerzas e intereses
sociales. Demócrito (460-370) lanzó la idea del átomo indestructible y sentó la
base del materialismo determinista al rechazar la casualidad y el azar, error
que sería enmendado más tarde por Epicuro (341-270) y Lucrecio (99-55).
3.2.- Causas
internas y externas:
No tenemos espacio
para seguir la larga lista de los logros griegos, pero lo visto hasta aquí
enseña que sus raíces materiales radican en que las condiciones sociales de su
época agudizaron al máximo todas las contradicciones genético-estructurales
inherentes a la explotación de la fuerza de trabajo humana de modo que la lucha
de clases forzó en su fase alcista y democrática el salto de la preciencia a la
protociencia, y en su fase descendente y reaccionaria el retroceso al
autoritarismo idealista expresado en la brutalidad anticientífica del
cristianismo. Una de las diferencias cualitativas entre Grecia y el resto de
países radicaba en algo tan material y aplastante como el irreversible
asentamiento de la mediana y pequeña propiedad de la tierra, rebaños,
comercios, barcos y mercancías de modo que, más temprano que tarde, la vida
económica exigió crear instrumentos de medición, fijación y decisión comúnmente
aceptados por las partes implicadas en las disputas de propiedad o de negocios.
Así, mientras que en los otros países los poderes tenían aún gran cantidad de
propiedades estatalizadas, colectivas y/o religiosas, y su nivel comercial y de
manejo de dinero era inferior al griego, por contra los griegos tuvieron que
avanzar de la medición, registro y contabilidad estrictamente técnica o
simplemente empírica a la científica, es decir, a la aceptable por todos al
asentarse en una demostración fehaciente. La geometría, la contabilidad, la aritmética...
daban el salto de la demostración técnica a la demostración científica.
Recordemos que Aristóteles se preocupaba mucho por la seguridad de los barcos
en su viaje a Egipto, y que éstos significaban para la capacidad productiva y
tecnocientífica de entonces lo mismo que las locomotoras y barcos de vapor para
el capitalismo de la segunda mitad del siglo XIX, los coches en la mitad del
siglo XX, o las actuales nuevas tecnologías.
Fue la necesidad
de responder a las contradicciones sociales creadas por la generalización de la
propiedad privada, con sus obligados mecanismos de opresión y explotación, la
que impulsó esos conocimientos. Por lucha de clases en aquella época entendemos
el choque permanente pese a los altibajos y subfases entre múltiples fuerzas
que, en definitiva, se centralizan en dos bloques que tienen, uno, como bandera
la democracia esclavista y la alianza patriarco-comercial y otro, la dictadura
esclavista y la alianza patriarcooligárquica.
Los esclavos,
estranjeros y pueblos sojuzgados no cuentan, y si resisten son aplastados con ferocidad
sanguinaria incluso por demócratas esclavistas como Pericles, cruel entre los
crueles para defender el imperialismo ateniense. Esta lucha está impulsada por
el desarrollo tecnológico del salto del bronce al hierro, por el desarrollo
epistemológico del alfabeto fenicio y de la contabilidad depurada, y por el
dinero como equivalente universal capaz de extraer el potencial teórico
históricamente condicionado a la abstracción-intercambio, es decir, al proceso
mental que simboliza en la mercancía y su precio la unidad de medida de lo
existente. No es casualidad el que la cultura greco-romana por boca de Platón, Aristóteles
y Menenio Agripa, avanzara más que los chinos Lu Chih, Men-Tse, Han.-Chou y
Suei-Chou en el estudio de la economía, aun con las limitaciones de su época.
Se le ha llamado
protociencia a los impresionantes logros en Historia Natural, Matemática
demostrativa, Lógica formal, Dialéctica, Sociología e Historia social, Física,
Medicina y Ética, por dos grandes razones estrechamente conectadas como son,
una, los límites "internos" del sistema de conocimiento y, otra, los límites
"externos", es decir, los directamente relacionados con su aplicabilidad
práctica y económica. En el primer bloque hay que admitir que el nítido avance
matemático comparado con el de otras culturas tenía sin embargo el freno
estructural del desconocimiento del cero, paso clave que daría la matemática árabe
varios siglos después; además, pese a que se hicieron avances interesantes en
Física y Astronomía al final, a la hora de pasar a una explicación
materialista, los griegos se replegaron a interpretaciones idealistas y
conservadoras acordes con los intereses de las clases opresoras, parón
perceptible en Sócrates, sólido en Platón y definitivo en Aristóteles; por otra
parte, unido a esto, en ningún momento se separó la ciencia de la filosofía
sino que ambas formaban una unidad en la que las lagunas e ignorancias eran
--desde nuestra posición-- superiores al conocimiento pero --desde su posición
contextual-- muy inferiores al de otros sistemas de conocimiento; por último,
en ningún momento ese materialismo fue definitivamente ateo, es decir, en el
sentido de rechazar ontológica, axiológica y epistemológicamente el idealismo
objetivo o subjetivo, sino que convivió con los dioses, e incluso al final con
un único dios impersonal, indiferente y pasivo, sin semejanza alguna posible
con el psicópata obsesivo y neurótico que fue el dios judeo-cristiano.
Pero las fronteras
"internas" a la protociencia sólo son comprensibles en su interacción
dialécticas con las "externas", las provenientes del contexto social,
o mejor dicho, de la incapacidad genético estructural del modo de producción esclavista
para desarrollar su sistema de conocimiento más allá de las necesidades inmediatas
de la explotación de la fuerza de trabajo. Un ejemplo de esta interacción lo
tenemos en que los griegos no desarrollaron en absoluto la química que, sin
embargo, sí fue inicialmente estudiada por los egipcios que dejaron un poso de
experiencia tan considerable que siglos más tarde, como veremos, los árabes
derivaron la palabra "química" del nombre en lengua árabe de Egipto,
el país de las tierras negras o Kehm. Recordemos que cerca de los egipcios
empezaron a trabajar la orfebrería, esmaltado, coloración del vidrio, teñido de
la ropa, extracción de aceites vegetales, etc., aproximadamente 25 siglos antes
del sorprendente "milagro griego", y que los curiosos viajeros
helénicos que después les estudiaron y copiaron se quedaron maravillados por
los objetos producidos por la química empírica del país del Nilo. Sería
aventurado entrar a disquisiciones sobre si los avances en la fijación de los
elementos realizados por Anaxágoras y Empédocles, o las ideas atomistas habrían
podido abrir la senda de la química desde el siglo V, teniendo en cuenta que la
expansión colonial entre los siglos VII y IV amplió las tierras de cultivo y
los sistemas de abonado, aunque no las técnicas ni el utillaje.
Tenemos un ejemplo
ilustrativo de la diferencia entre el potencial griego y el chino anterior. Hemos
visto que antes del siglo XI adne, en China existían grandes funciones de
bronce con 200 operarios cualificados y otros muchos más como ayudantes,
moldeadores, transportistas, etc. Sabemos que siglos más tarde en Grecia el
padre de Lisias tenía una "empresa" de 120 trabajadores
especializados en corazas y armas en una economía dineraria y mercantil. La diferencia entre China y Grecia radica
en que la segunda debía producir fundamentalmente para un mercado interno y
externo que imponía mayores incertidumbres de todo tipo, lo que obligaba al
padre de Lisias, a toda su clase y por etensión a toda la sociedad griega a
desarrollar una mentalidad más abierta a lo nuevo y, sobre todo, más necesitada
de explorar físicamente nuevos mercados y de abrirse mentalmente a nuevas
posibilidades. Por el contrario, aunque en China sí existía el
mercado no había alcanzado la extensión y profundización lograda en China.
3.3.- Razones del
retroceso:
Las razones más
plausibles para la ausencia de investigación sobre un problema creciente como
el del abono, teniendo en cuenta la preocupación griega por todo lo relacionado
con la navegación, puede ser además de otras, las de que, de un lado, desde su
formación el sistema de conocimiento griego estaba muy retrasado en esas
inquietudes; y de otro, que cuando empezó a preocuparse por ellas, a mediados
del siglo V, tanto la economía campesina, como los múltiples gremios de
artesanos, técnicos, etc., cuidados y apoyados por Pericles como una de las
bases de la sociedad, fueron empobreciéndose ante la baratura de productos
exteriores, del trabajo esclavo y la necesidad creciente de soldados. Por
ejemplo, se calcula que si a finales del siglo V la miseria afectaba al 45% de
la población a finales del siglo IV había crecido hasta 57%, y la concentración
de riqueza había llegado a niveles tales que poco más de 100 familias ricas poseían
las 300.000 Ha de la fértil llanura de Laconia. Además, en este período fue
cuando los ideólogos de las clases dominantes y del patriarcado extendieron el
desprestigio del trabajo libre, campesino, artesano, técnico, etc., e
impusieron el desprecio de las clases ricas al trabajo concreto, humillando a
los trabajadores fueran libres empobrecidos, esclavos o extranjeros. También
lanzaron un feroz ataque contra los sofistas, denigrándolos por razones de
interés político y social conservador.
Aunque durante dos
mil años los sofistas han sido tenidos como charlatanes tramposos y
oportunistas, según nos los presentaron Platón y Aristóteles, y después la
Iglesia, ahora se sabe que fueron en su mayoría personas de una sólida
capacidad de crítica dialéctica, de servicio al pueblo y de defensa de la racionalidad
materialista y teórica que se esforzaron por popularizar el uso del libro como
elemento de enseñanza y pensamiento en una epistemología que algunos han
definido cercana al constructivismo. El trato dado a los sofistas, que es
bastante más benigno que el silencio vejatorio impuesto a las mujeres, nos remite
al problema de la veracidad de la historia oficial y sus repercusiones en la
capacidad posterior del conocimiento humano. Por ejemplo, es obvia la
existencia histórica de Sócrates, que es, en este sentido, una verdad objetiva
-otra cosa más peliaguda es la verdad objetiva de la existencia de un tal
Jesús, llamado el Cristo-, aunque sí hay que relativizar, historizar y
concretizar críticamente la imagen del Sócrates sublime dada por Platón y
elevada a dogma por el idealismo occidental, mientras que Jenofonte, bastante
más objetivista en sus juicios, nos presenta un Sócrates simplón, vulgar y nada
atrevido. Otro tanto podemos decir de la versión española de Séneca, presentado
como un maestro excelso y equilibrado en su sabiduría estoica y supuestamente
precristiana, pero rebajado a segundo o tercer escalón por otras corrientes
históricas. Hemos recurrido a estos ejemplos porque son personajes de innegable
influencia en el pensamiento occidental, aunque podríamos emplear otros muchos.
En las condiciones
generales de retroceso vistas no sólo no podía avanzarse en un problema apenas conocido
como el de la química, sino que empezó a retroceder la totalidad de la
protociencia griega al chocar con obstáculos reaccionarios tan formidables.
Consecuencia de ello la inventiva técnica empezó a declinar, los logros
técnicos realizados no se aplicaron a la producción excepto en circunstancias
de necesidad objetiva de supervivencia como fue el caso del tornillo de bombear
agua de Arquímedes (287-212 adne), usado en las riberas del Nilo, y
paulatinamente se olvidaron esos avances, dejaron de aparecer en los textos sus
referencias y desaparecieron la mayoría de ellos de la memoria histórica hasta
que descubrimientos fortuitos han permitido que los conozcamos.
Un ejemplo lo
tenemos en la muy sofisticada mecánica de la llamada "máquina de
Anticitera", construida hacia el 87adne, que ha dado pie a muchas
especulaciones de tecnociencia-ficción -¿primera calculadora?- cuando en
realidad es una máquina que reproduce los movimientos del Sol, la Luna y el Zodíaco
gracias a una sorprendente técnica de la fundición y aleación de metales y el
exacto acoplamiento de ruedas con 63 o 127 dientes, sustentado todo ello en una
muy desarrollada aritmética mecánica. Pero no era una máquina que ayudara
directamente al ahorro de fuerza de trabajo humano y su cansancio y el sudor
porque en el modo de producción esclavista no entraba en su esquema mental la fusión
productiva entre conocimiento científico y conocimiento técnico, fusión que
comenzaría a darse no en el siglo XVII, con la irrupción de la ciencia moderna,
sino más tardíamente, incluso después de la primera revolución industrial
británica en el último cuarto del siglo XVIII.
Pero la dialéctica
entre los factores "internos" al conocimiento humano, como, entre
otros, el desarrollo del método riguroso y contrastable, la epistemología, el
debate filosófico entre materialismo e idealismo, etc., y los factores
"externo" como, en síntesis, la interacción entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción, tiene en determinados
períodos históricos una forma de materialización y, a la vez, un límite
objetivo insuperable como es el desarrollo de la técnica entonces existente que,
por circunstancias que dependen de cada contexto, puede detener en seco y
estancar durante un tiempo el avance científico en una rama determinada, en
muchas o en todas. En el caso griego su conocimiento llegó a un tope de
crecimiento porque nunca conocieron el sistema biela-manivela base del
maquinismo desarrollado al transformar un movimiento rectilíneo alternativo en
un movimiento circular continuo, o viceversa; tampoco conocían la fundición y
no podían en absoluto fabricar grandes planchas metálicas; para colmo, sus
recursos energéticos eran muy limitados por las condiciones naturales del
ecosistema mediterráneo, y Roma sólo pudo superar transitoriamente esta
carencia objetiva mediante la conquista permanente para esquilmar la fuerza de
trabajo humana y para destrozar y desertizar la naturaleza. Así que aunque el
mítico Heron hubiera podido inventar la máquina de vapor, como algunos
sugieren, cosa objetivamente imposible por el límite estructural de la
capacidad material y simbólica del pensamiento grecoromano, muy rápidamente se
hubieran agotado los escasos recursos energéticos disponibles.
La totalidad del
sistema de conocimiento existente en una época, síntesis de la dialéctica entre
lo "interno" y lo "externo", es la que explica el auge y
caída de la protociencia griega y de su filosofía, desde el siglo VI adne hasta
el II dne. Y la que explica también su incapacidad para el salto de la
capacidad técnica desarrollada a una concepción tecnológica global e integrada
en una concepción superior de la capacidad de transformación mediante el
conocimiento abstracto y la efectividad tecnológica. La lenta formación en la
praxis humana de logros y pasos decisivos para el conocimiento científico como
la escritura y la aritmética, y la elaboración procesual de categorías del
pensamiento como cualidad, cantidad, espacio, tiempo, causalidad, finalidad,
ley..., la inicial fuerza del materialismo ingenuo y sus relaciones con el
idealismo, la formación de la dialéctica en sus diversas formas que van desde
Heráclito hasta Platón pasando por los sofistas y Sócrates, la afirmación de
que la naturaleza es objetiva y múltiple en sus expresiones pero cognoscible
dependiendo de los instrumentos de estudio, el avance en matemáticas con
Arquímedes y en geometría con Euclides, en lógica con la lógica formal por
Aristóteles; estos y otros logros, inseparables de sus fracasos y errores como
el finalismo teleologicista de Aristóteles que ha ayudado tremendamente a los
poderes opresores y ha contaminado durante siglos el pensamiento científico,
fueron sorprendentes e impresionantes.
3.4.-
"Revolución" militar:
Hemos insistido
varias veces en la importancia que le damos a la relación entre guerra, técnica
y ciencia --relación que sólo se comprende desde y para el desarrollo de las
fuerzas productivas, en última instancia-- y a lo largo del texto esa relación
aparece operativa directa o indirectamente. Pues bien, si algo tiene de significativa la experiencia griega y
posteriormente alejandrina o helénica es su capacidad para
sintetizar de manera brillante para la época esas tres partes de la relación y
mantenerla siempre operativa para intentar activar los negocios y las riquezas,
o sea, la fuerzas productivas esclavistas. No podemos entrar
aquí al debate sobre sí el complejo industrial-militar, técnico y
protocientífico que vertebraba y alimentaba el imperialismo alejandrino era,
teniendo en cuenta sus condiciones históricas, similar o incluso superior a
otros complejos posteriores, como es el caso del ejército napoleónico o del
"siglo norteamericano". Basta analizar el importante papel de
Aristóteles formando a Alejandro, hijo de Filipo de Macedonia, para imaginar el
salto que supuso esa concepción integrada --decisiva para la capacidad de
conocimiento humano-- y que ya estaba asentada con anterioridad, como veremos.
Otros pueblos y
sociedades, por ejemplo los hititas y asirios a los que nos hemos referido, por
razones que no podemos exponer, no los dieron y fueron exterminados. Los
ciudadanos griegos, machistas, chauvinistas y esclavistas, eran débiles desde
todos los puntos de vista en comparación a los poderes que les amenazaban;
aparentaban una desunión inconcebible para la férrea jerarquía persa, por
ejemplo, pero tenían ventajas cualitativas que sus enemigos ni podían imaginar
porque sus paradigmas conceptuales y epistemológicos habían quedado anticuados
ante lo nuevo. Solamente la experiencia militar china, tal cual nos la
presentan los textos de Sun Tzu y de otros especialistas posteriores, puede
superar a la griega en la cuestión del rigor analítico pues fue anterior a que
Jenofonte escribiera el Anábasis para mostrar a sus compatriotas las lecciones
que se podían y debían obtener del sistema militar persa, muy superior en aspectos
secundarios como tropas ligeras, caballería de exploración sobre todo en
logística. La diferencia entre ambos autores muestra fehacientemente la
diferencia entre China y Grecia.
Sin entrar ahora
al debate sobre el "nacionalismo griego", sobre la "identidad
helénica", etc., sí hay que concluir que, en su contexto histórico y
frente a otras potencias, ellos disponían de una solidez identitaria y de una
base cultural común suficientes para, primero, hasta finales del siglo V adne,
crear y mantener una forma de guerra específica y terriblemente efectiva teniendo
en cuenta la relación costo-efectividad para una población tan pobre y tan
reducida en comparación a sus enemigos circundantes; y segundo, desde comienzos
del siglo IV cuando empezaban a ser patentes las dificultades de ese sistema de
guerra, la rapidez con la que en poco tiempo, integraron en sus experiencias
anteriores una enorme masa de datos externos minuciosa y rigurosamente
analizados y luego sintetizados en teorías generales, y construir un sistema
propio que en lo referente a las relaciones de la tecnología con la guerra y la
ciencia dieron como resultado la aparición del primer complejo tecno-militar
moderno que luego sería mejorado por Roma y que, según piensan muchos, sólo
hubiera podido ser derrotado estratégica e irremisiblemente a partir de la segunda
mitad del siglo XIX, con la definitiva industrialización capitalista de la
guerra. Asiria ya adelantó algunas de esas características pero falló
irreparablemente en el momento de producir la síntesis cualitativa.
La síntesis
inicial griega de ese "milagro" fue el hoplita, ciudadano libre que
frecuentemente se pagaba su armamento y lo conservaba en casa, dotado de la
mejor tecnología bélica de la época gracias a la baratura del hierro y a la
asunción de la disciplina consciente en una concepción de la guerra basada en
la victoria estratégica, la superioridad táctica y ganancia material en el
menor tiempo posible de conflicto. Aplicaron a la guerra lo esencial de la
economía mercantil en expansión y que luego se desarrollaría imparablemente con
el capitalismo. Esta concepción radicalmente nueva exigía optimizar todos los
recursos y ahorrar cuanta energía fuera posible --dentro de la mentalidad
esclavista que obligaba a que por cada ciudadano hoplita hubiera de uno hasta
seis sirvientes o esclavos que cargaban con su equipo-- para lograr la mejor y
más letal relación eficacia/costo en lo militar, única alternativa para un
pueblo pequeño, diseminado en ciudades-Estados separados por ásperas montañas y
mares lejanos, debilitado por contradicciones internas a veces irresolubles y
cercado por enemigos muy superiores en lo cuantitativo. Cuando iban a la
batalla buscaban un campo sembrado, a poder ser del bando enemigo, para reducir
costos propios y aumentar los del contrario. Acuciados por las exigencias del
tiempo agrícola y ganadero, y por la rapidez del tiempo mercantil, necesitaban
acabar la batalla cuanto antes, y para ello necesitaban concentran en poco
espacio una enorme potencia destructiva, y una ferocidad implacable, lo que a
su vez les exigía una disciplina consciente que rayaba el fanatismo y una muy
sofisticada preparación táctica anterior.
Mientras que los
grandes imperios enemigos disponían de enormes espacios generalmente llanos, de
enormes recursos logísticos y de mucho tiempo, ellos no, ellos tenían prisa, y
cada día perdido inútilmente en la guerra suponía un día de gastos inútiles e
injustificables desde su racionalidad dineraria y productiva. Por eso, cuando
los hoplitas atacaban en compacta y disciplinada masa acorazada y a la carrera
en los últimos metros, sus enemigos se deshacían como cera al fuego y por eso
mismo, cuando luchaban entre sí los propios griegos la ferocidad era tal que
los observadores extranjeros, si los había, quedaban siempre asustados e
impresionados. Sometidos a estas presiones, pero también incitados por la codicia
de la acumulación mercantil preburguesa, necesitaban pensar racionalmente,
descubrir las regularidades de la naturaleza, de la sociedad y de la guerra, y
expresarlas con teorías y fórmulas que ya anunciaban lo que hoy entendemos por
ciencia. Tenían que rentabilizar al máximo la ley de la productividad del
trabajo e impedir que sus esfuerzos se deteriorasen con la ineluctabilidad de
la entropía, mientras explotaban a sus mujeres y esclavos para poder disfrutar
de la paruxía o forma de vida que se basa en la aplicación inmoral e injusta de
la ley del mínimo esfuerzo.
Un ejemplo de esta
capacidad de racionalización lo tenemos en las medidas urgentes que Atenas implementó
en el 481 adne para desarrollar en muy poco tiempo una poderosa escuadra de
guerra con la que hacer frente a la segunda invasión persa, la de Jerjes y que
concluiría con la victoria de Salamina en septiembre del 480. Hoy conocemos el
famoso Decreto de Temístocles grabado en piedra por el que una potencia
terrestre se convertía en marítima en poco tiempo. No es que no tuvieran
escuadras sino que el grueso de su estrategia y de sus recursos eran
terrestres, y cambiar de un medio a otro en tan poco tiempo implicaba una
auténtica revolución material y mental. Además se decidió abandonar Atenas
porque era más rentable que los hoplitas de tierra combatiesen en barcos. Y
vencieron.
Pero una serie de
factores que no podemos exponer ahora terminaron por demostrar la necesidad de mejorar
el sistema clásico con lecciones aprendidas de Persia y Próximo Oriente, de
modo que en menos de dos generaciones, entre el 400 y el 350 adne, el ejército
resultante era cualitativamente superior, aunque se mantenía esencialmente
identificado con la fiera disciplina del hoplita originario. Aquí también descolló
la inventiva griega porque no solamente Jenofonte, Ifícrates y Chabrias
analizaron muchas campañas con un rigor metódico sorprendente sino que además
los griegos realizaron el primer caso conocido en occidente de investigación y
desarrollo técnico-militar programado, centralizado y pagado con fondos
públicos. Se trata de la
reunión de artesanos de toda Sicilia, sur de Italia, Grecia y algunos de Cartago
en Siracusa en el 399 adne, pagados por Dionosio I con el objetivo de inventar
armas en la guerra contra los cartagineses en Sicilia. Uno de los resultados de
aquél esfuerzo tan complejo para la época fue la invención de la catapulta,
artilugio imposible de realizar sin la existencia previa de un saber técnico muy
avanzado y de una mentalidad protocientífica capaz de concebirla mentalmente.
Dos años después, el "comité
científico" de Dionisio I estudió detenidamente las torres de asalto y los
arietes usados por los persas y que llegaban a su conocimiento vía Siria, Fenicia
y Cartago. Para tomar
la inaccesible isla fortificada de Motia investigaron sistemáticamente en la
poliorcética, en la logística, en la navegación, potenciaron la mecánica, la
arquitectura y la ingeniería para desarrollar complejas máquinas, obras hidráulicas
y técnicas protocientíficas. El resultado fue un ancho puente
de casi un kilómetro y medio que unía la fortaleza con tierra, por donde
pasaron torres de asalto con ruedas, de seis pisos de altura y catapultas en su
parte superior. En el 332 adne Alejandro conquistó la isla de Tiro
copiando y mejorando las técnicas de la conquista de Motia.
Pero la mayor innovación que introdujeron los griegos y en
concreto los macedonios en el nuevo ejército, fue la de la velocidad hasta tal punto que se puede decir que Filipo y sobre todo
Alejandro inventaron la llamada "guerra relámpago". Esta cuestión es vital desde la perspectiva de las relaciones entre
guerra, ciencia y técnica porque, sin profundizar, nos lleva directamente a dos
decisivos problemas, uno, el de la energía consumida en cada unidad de
tiempo/espacio y otro, el de la fuerza de impacto de un objeto ofensivo y el de
la capacidad de resistencia de un objeto defensivo. Aunque es cierto que
casi todas las tribus nómadas aplicaban desde tiempo inmemorial el ataque
relámpago desapareciendo después con el botín del saqueo --"pega
y escapa" decía a comienzos del siglo XX Lawrence de Arabia-- esta táctica
ligera no puede compararse con la estrategia global de la guerra relámpago. Las lecciones que los griegos aprendieron de los persas, y muy
notorias en Jenofonte y su detallada medición de los espacios recorridos, de
los tiempos empleados y del desgaste total producido, sólo fueron posibles
porque esos griegos ya estaban mentalizados en la importancia del tiempo
mercantil. Desde luego no tanto como nosotros, pero sí más que
los persas. De hecho, una de las causas de los fracasos de sus invasiones a
Grecia radica en su lentitud comparada con la rapidez griega. Pues bien, los
griegos, con sus limitaciones, fueron muy conscientes de lo decisivo del ahorro
de tiempo y energía, y del aumento del poder de penetración concentrando las
fuerzas en un determinado punto y momento.
Un ejemplo
aplastante de esa concepción económica y estratégico-militar, también epistemológica,
lo tenemos en el comportamiento de Alejandro ante el famoso nudo del templo de
Gordion que sujetaba el yugo del carro de Zeus en el territorio de Lidia en
abril del 333. Mientras que otros habían intentado soltarlo mediante la
manipulación y el desenredo de su complicada trama, Alejandro le asestó un
fuerte tajo con su espada, cortándolo de cuajo al momento. Era la aplicación de
la técnica del hierro a un problema irresoluble desde la especulación o con
técnicas más primitivas.
4.- EXTINCIONES,
RETROCESOS Y RECUPERACIONES:
En todo lo
relacionado con la evolución del conocimiento humano es extremadamente difícil
plantear la existencia rupturas definitivas e irrecuperables, aunque sí la
existencia de revoluciones científicas y epistemológicas, pero siempre dentro
de una dialéctica de los viejo, lo permanente y lo nuevo. Pues bien, antes del
esplendor arabo-musulmán hay que constatar la permanencia de bastantes
conocimientos y en especial de las matemáticas, medicina, astronomía y otros
conocimientos, incluidas la filosofía de Aristóteles, en las escuelas de Edesa,
Nisiba y Keneshré. Y no era conocimientos abstractos, sino que respondían a
planes de contacto y aprendizaje entre sabios de diversos Estados.
Persia, por
ejemplo, era uno de los que más buscó el contacto con India, y el rey persa
Josroès Anûshîrwân (531-579 dne) envió allí una delegación e invitó a su país a
un nutrido grupo de sabios hindúes, a la vez que daba asilo como refugiados a
los sabios que huían de la ortodoxia bizantina, fueran cristianos nestorianos o
filósofos neoplatónicos entre los que destacaba Simplicio, comentador de Aristóteles
y Euclides. Téngase en cuenta que Persia, además de impulsar las traducciones
del griego clásico y rescatar textos sánscritos, también fue uno de los puentes
por los que llegó el sistema decimal hindú con el cero moderno, inventado desde
mediados del siglo V y mejorado para comienzos del VI, como hemos visto antes,
a la expansiva cultura arabo-musulmana. Decimos que uno de los puentes porque
ciertos investigadores sostienen que fueron los cristianos coptos que ya habían
traducido y estudiado las matemáticas griegas y que estaban en contacto con los
sabios hindúes.
4.1.- Esplendor
árabo-musulmán:
Los musulmanes se
caracterizaron desde el inicio de su expansión en la segunda mitad del siglo
VIII hasta su cenit en el siglo XI y la constatación de su decadencia en la
primera mitad del siglo XIV, por un esfuerzo creciente para resolver el límite
de la matemática griega y por avanzar en la aplicación del conocimiento
científico a la producción económica. En este decisivo asunto tenían una visión
mucho más clara que los griegos posteriores a Sócrates. Las razones del
esfuerzo hay que buscarlas en sus condiciones materiales de vida y, a partir de
ahí, en las facilidades espirituales que les concedía el Corán para la
investigación empírica. Varias veces en este libro, Mahoma escribe frases que
incitan a la investigación como método de acercamiento a Alá, tesis totalmente
opuesta a la cristiana que supeditaba la investigación a la verdad revelada de
una forma más estricta y férrea que la musulmana.
Además, en cuanto
movimiento expansivo dotado de una fuerte carga de emancipación de las clases oprimidas,
si lo comparamos con la situación de las clases oprimidas en los Estados de
otras religiones, el Islám asumió dos características nuevas con respecto al
conocimiento científico: una, no sólo respetar otras culturas como realmente
hicieron en la mayoría de los casos, sino también intentar recopilar y traducir
todo aquello que interpretaban podía servir a ese conocimiento que les acercaba
a Alá. Dos ejemplos prácticos nos ilustran estas característica. Por un lado,
cuando tras vencer militarmente a los hindúes en el 773 dne, los musulmanes
trataron de igual a igual a los muy desarrollados astrónomos y matemáticos
hindúes, aprendiendo de ellos la majestuosidad de su edificio cultural, y por
otro lado pero inseparable de lo anterior, muchos sabios musulmanes
reconocieron públicamente durante siglos la superioridad intelectual y la
calidad de los sabios de otras naciones, especialmente de los hindúes y del Oriente
Lejano. Ambas virtudes contrastan totalmente con el ignorante orgullo dogmático
de los cristianos, y tras rescatar valores presocráticos y socráticos,
adelantan uno de los principios axiológicos de la praxis científico-crítica
posterior.
Así llegamos a una
cuestión que va más allá del simple nombre o ¿por que hablamos de esplendor
árabomusulmán? Pues porque si bien la lengua y escritura árabe era la que
servía de base común, y al árabe se tradujeron en primera instancia todos los
textos que se pudieron recuperar de autores como Platón, Aristóteles,
Arquímedes, Euclides, Herón de Alejandría, Galeno, Menelao, Apolonio, Ptolomeo,
Plotino, Diofanto, Filón de Bizancio, etc., si bien es cierto esto, también lo
es que la cultura musulmana superó con mucho el marco geocultural árabe, es
decir, que otras muchas naciones y amplias culturas regionales, con otras lenguas
y escrituras, con otra tradiciones también, se fueron integraron con más
libertad de la que se dice desde el fundamentalismo cristiano, y con mucha
voluntad y optimismo de aportar y aprender por parte de esos pueblos. Así se
comprende, primero, que la cultura árabo-musulmana pudiera integrar tantas
aportaciones y muy especialmente, por su contenido decisivo en el pensamiento
científico y filosófico --por ejemplo, el problema ontológico de lo
finito/infinito con sus directas consecuencias en la definición de los dioses,
del espacio y de la materia, etc.-- , la capacidad de aprender el sistema
decimal hindú y la importancia capital del cero y de divulgarlo; y, segundo,
unido a lo anterior, la proliferación de universidades y centros de
investigación en Damasco, Bagdad, El Cairo, Kairuán, Fez, Granada, Córdoba, Bujara,
Joresm, Ghazní, Ravv, Merv, Ispahán...
Especial
importancia tuvieron los judíos y dentro de estos su comerciantes y viajeros,
muy observadores y analíticos, con una amplia base cultural y un espíritu
emprendedor esencial para mantener su modo de vida. Pero los comerciantes
judíos, que también aportaron mucho en el llamado "renacimiento"
europeo, aunque se han ocultado sus méritos, eran sólo parte de una clase
comercial y mercantil mucho más amplia y mundializada --"globalizada"
se diría ahora-- que necesitaba en sus largos y arriesgados viajes por tierra y
por mar de los más sofisticados instrumentos de navegación, orientación y
traducción intercultural. Geógrafos, cosmógrafos, viajeros cultos, espías y
mensajeros, médicos, traductores, filólogos y lexicógrafos... estos y muchos
otros "especialistas" eran necesarios para garantizar el resultado
óptimo del comercio mercantil, es decir, maximizar el beneficio. Y por el
interior del trasiego de mercancías que se extendió desde China hasta el norte
de Europa, con el centro administrador y compilador en el poder árabo-musulmán
--por ejemplo la importancia clave de la Ruta de la Seda de Este a Oeste y del
corredor comercial de Centroáfrica al norte de Europa-- circulaban a su vez
muchas noticias sobre cosas raras, plantas y especies animales, pueblos y
culturas, alimentos, medicinas, minerales, economías, técnicas y formas de
guerra...
Pero sobre todo,
durante un tiempo largo la cultura árabo-musulmana instauró algo decisivo para
la humanidad como es, en palabras famosas: "democratizar las
matemáticas" al popularizar los números, y ponerlas a disposición de
cualquier "mozo de almacén", del mismo modo que los fenicios "democratizaron
la escritura" con la invención del alfabeto. También lograron avances en
una rama del conocimiento en las que lo griegos no descollaron y los europeos
tardarían bastante tiempo en descubrir sus bases científica, y hablamos de la
química, ciencia por otra parte clave para el incontenible desarrollo del
imperialismo capitalista. Los musulmanes, al no estar tan atados por la
ideología esclavista y disponer de mayores contactos materiales y comerciales
pues recibían informaciones desde Centroáfrica vía Sudan y Egipto, y de India y
China, se enfrentaron a la urgencia de dotar de buenas armas a sus rápidos pero
desordenados ejércitos, de exóticos perfumes para los harenes, de tintes y
colores de todas las gamas para un uso que impresionaba en Occidente y competía
con Oriente, y de medicinas capaces de competir con la que les llegaba de
Oriente. Y aunque el alambique, herramienta clave en la química, era ya
conocido, lo perfeccionaron y usaron profusamente.
Sin embargo, la
suerte de la ciencia árabo-musulmana estaba condenada por una interrelación de
factores externos e internos. Entre los externos, hay que destacar dos hechos
decisivos como fueron, uno, el descubrimiento tanto de la circunvalación de
Africa por los portugueses y luego por todos los restantes europeos, con lo que
comenzó el lento pero inevitable debilitamiento del centro estratégico de
Turquía, y al muy poco tiempo, el descubrimiento de América y el giro del
comercio y de la expansión europea del anterior eje mediterráneo al nuevo eje
atlántico y al poco norteatlántica.; y otro, el repliegue de China a sus
fronteras, que luego analizaremos, y que supuso el debilitamiento
correspondiente del eje índico, además de que en este eje aparecieron bien
pronto los competidores europeos que circunvalaban Africa y que luego llegarían
por el Pacífico hasta Filipinas. O sea, el poder musulmán se vió cada vez más
cercado por la creciente potencia europea --en proceso de aburguesamiento y que
desde el siglo XVI introducía masivamente la pólvora en sus barcos y
ejércitos-- lo que mermaba su comercio y por ellos, al no ser un modo de
producción capitalista, su capacidad de acceder a otros conocimientos y
producir los suyos propios, y también el enclaustramiento chino supuso perder
muchas redes o, cuando menos, tener que luchar ásperamente con el naciente
colonialismo europeo para mantener las ya existentes.
Las razones
internas hacen referencia al envejecimiento relativo de la anteriormente fuerte
y expansiva clase comercial, a la que no se le puede comparar con la incipiente
clase burguesa europea, que bajo las presiones externas descritas arriba fue
incapaz de asentar su poder propio e impedir la descomposición del sistema
entero al fracasar militar y políticamente primero frente a las huidizas pero
feroces tribus nómadas y después a las invasiones destructoras del genocida
Tamerlán yal expansionismo más lento pero no menos genocida de los cristianos
europeos desde occidente. Así cuando se destruye el observatorio astronómico de
Samarcanda hacia 1460, se hace irreversible la caída en picado de la ciencia árabo-musulmana,
Aquí también tenemos que hacer referencia a las relaciones entre técnica,
ciencia y guerra porque por razones que no podemos explicar, una fracción muy
poderosa de los ulemas turcos y de la propia corte imperial era reacia al pleno
desarrollo del paradigma tecno-militar de la pólvora. El desastre que sufrieron los turcos en
Lepanto a manos de una escuadra católica internacional en 1571 no sólo supuso
la muerte de 30.000 excelentes arqueros a manos de los
arcabuceros católicos, sino también la confirmación de una brecha tecno-militar
que el imperio otomano no cerraría ya jamás porque carecía de la estructura
material necesaria para generar un saber experimental independiente del poder
políticoreligioso, aunque contratara a buenos especialistas cristianos y
disimularan su decadencia hasta la mitaddel siglo XVII con el intento postrero
e inútil de conquistar Viena, fracaso que asegura el atraso cualitativo e
irrecuperable de la producción tecnocientífica y militar árabo-musulmana.
Las razones del fracaso de la clase comercial hay que buscarlas
tanto en la predominancia de la economía tribal pastoril para controlar los
grandes espacios que rodeaban los islotes amurallados de las ciudades y puertos
comerciales, ahogándolos o en el menor de los peligros sometiéndoles a fuertes
impuestos en la circulación de las caravanas, como en el poder de los ulemas,
de la burocracia religiosa, que aunque no intervenía directamente en la
política cotidiana, dejándola hacer pero vigilándola, sí la condicionaban en los
momentos críticos. Un ejemplo de las resistencias de los ulemas lo tenemos en
el largo debate sobre las grandes aportaciones hindúes frente a los sistemas de
numeración estrictamente árabes que ni siquiera musulmanes, numeración con un
contenido simbólico-místico y cultural muy diferente al hindú porque proviene
de la cultura árabe premusulmana, de sus tradiciones mitológicas de algún modo relacionadas con
las tradiciones judías y persas. Este choque, que muestra la importancia de
los factores históricoculturales en el pensamiento humano, también mostró la
complejidad de intereses diversos que se
entrecruzaban en un marco plurinacional cohesionado no sólo por las armas y la
religión, sino también por la lengua árabe, que jugaba el papel del latín en
Europa, o del inglés en buena parte del capitalismo actual. Por eso, muchos
poderes locales, grandes ciudades y reinos apoyaban con más o menos oportunismo
a los ulemas ortodoxos en los períodos de crisis de unidad.
Ambas razones
generales al Islam, además de otras concretas, explican que el desarrollo
científico a partir de un determinado momento histórico no pudiera mantener su
anterior prestigio autónomo ante los caprichos de los poderes urbano-políticos,
dependiendo de su volubilidad o de los cambios bruscos por guerras o
derrocamientos. A diferencia de lo que pasaría en Europa, en donde los
estudiosos pese a sufrir algunas persecuciones disponían de estabilidad
creciente o al menos de apoyos alternativos en Estados o Principados que les
acogían como refugiados para que sus conocimientos fortalecieran a ese poder en
pugna con el que perseguía al refugiado, en el Islam los estudioso vivían en
una mayor precariedad existencial, sobre todo desde el momento en el que la
expansión cristiana occidental comenzó a alertar a los poderes religiosos.
Semejantes factores limitaron mucho la efectiva aplicación de los adelantos científicos
y técnicos a la producción, presión negativa que se convirtió en un freno en el
imperio otomano. Mas, en última instancia, lo definitivo fue el fracaso del
Islám para generar y aceptar la existencia de una burguesía ascendente que más
tarde podría dar el paso del beneficio comercial al beneficio industrial.
Tenemos el ejemplo
de la abundancia en todo el Islám de técnicas sofisticadas de irrigación, por
no hablar de otras muchas. En el decisivo asunto de la relación entre
herramienta y máquina, técnica y tecnología, que luego trataremos, se fue
apagando la innovación tras un prometedor inicio que, como sabemos, alcanzó en
Al Andalus una superioridad insultante con respecto a la torpe economía
cristiano peninsular, como aquellas 5000 norias extrayendo agua del
Guadalquivir para regar minuciosa y efectivamente las grandes huertas de su
vega. Mientras, en Europa, sobre todo en Holanda, Gran Bretaña, zonas de Alemania
y norte de Italia y Estado francés, etc., la burguesía había forzado a los
poderes a establecer grandes y efectivos sistemas de energía hidráulica y
eólica para mover la creciente producción preindustrial, minera, artesanal,
agrícola, etc., con lo que se exigía una investigación más compleja en la técnica
y un inicial e imparable acercamiento entre esa investigación técnico-empírica
y la incipiente investigación científica. Pero, a diferencia del Islám, en esas
zonas de Europa desde el siglo XVII, y antes en algunas cuestiones, el
capitalismo era ya el modo de producción económicamente dominante, y le faltaba
muy poco para serlo en lo político, aunque no todavía en lo ideológico,
costumbrista y cultural profundo.
4.2.- Repetición
del ¿misterio chino?:
Por su parte,
China no siguió paralizada. La collera para facilitar la respiración del
caballo y evitar su asfixia multiplicando así su fuerza de trabajo; el reloj
para medir el tiempo y ordenar la existencia colectiva e individual; el codaste
de timón y la brújula para multiplicar exponencialmente la capacidad del
transporte marítimo; el papel y la imprenta para dar el salto cualitativo no
sólo del pensamiento oral al escrito, sino sobre todo para democratizar,
abaratar e inundar el mercado cultural con libros de todo tipo; la pólvora para
los ejércitos de cualquier tipo... estos y otros inventos técnicos que el
ignorante chauvinismo europeo estima como propios son de origen chino. Pero una
potencia como ésta, que pese a haber sufrido un parón brusco en sus
posibilidades de expansión precientífica en la época de los Reinos Combatientes,
como hemos visto, obró maravillas técnicas desde los siglos V-VII dne.
Por ejemplo, desde
hace más de 1.300 años sigue intacto el puente de arco de Anji sobre el
impetuoso río Xiahoe, diseñado por Li Chun con una longitud de casi 51 metros y
una anchura de 9 metros, construido con una técnica sorprendente y
revolucionaria. También en
esta época se generalizó el uso de la "moneda
volante" para asegurar y facilitar la rapidez comercial, adelantándose
varios siglos a la aparición en Europa de la letra de cambio. La letra de
cambio china mostraba el crecimiento de su economía mercantil que a su vez
exigía más conocimientos en astronomía y calendario, sistemas hidráulicos,
salubridad y medicina y, sobre todo, de las matemáticas, fijando con gran
exactitud el valor de "pi" entre 3.1415925
y 3.1415927, adelantándose mil años a los matemáticos europeos. También en esa
época, el astrónomo Yi Xing (683-727) organizó la medición del meridiano
terrestre en China desde 12 puntos y fue el primero del mundo en hacerlo
científicamente.
Si estos y otros logros que sería ahora imposible resumir
eran portentosos en su época, más impresionante fue luego la sostenida
recuperación desde el siglo X, auge tanto más rápido e innovador cuanto mayor
era la desunión interna, la debilidad del Estado central, las luchas sociales y
la agresiones exteriores. Ya en el siglo XI la producción china de hierro
adquirió magnitudes inconcebibles para la Europa de
entonces. Recordemos que todavía en 1788 Gran Bretaña sólo producía el 60% de hierro del total de la producción china 700 años
antes. En buena medida, la exigencia material de la producción de hierro,
además de para la economía civil, también radicaba en
el terrible contexto de guerras civiles y de luchas de poder entre bloques
antagónicos. Caos sociopolítico que se prolongó hasta comienzos del
siglo XII pero durante el cual incluso florecieron las filosofías materialistas
que propugnaban la cognoscibilidad de la naturaleza y la necesidad de no
plegarse a la "voluntad del cielo", como las defendidas por Wang
Anshi (1021-1086) y sus seguidores reformistas y progresistas. Comparando las
ideas y las prácticas de otro materialista y reformita como Shen Kuo
(1031-1095) con las del reaccionario e idealista Sima Guang (1019-1068) apreciamos
una insalvable distancia científica y cultural, humanista, ética y filosófica
entre ambos autores, que reflejaban los profundos antagonismos clasistas
internos, y adelantaban otros choques similares en Europa y otras partes del
planeta.
La superioridad
cualitativa en tecnología punta se fue haciendo aplastante en asuntos
estratégicos como la medición de las distancias y la fijación de mapas lo más
exactos posible. Nos volvemos a encontrar aquí con la dialéctica entre ciencia,
guerra y técnica, ya que fueron los emperadores mongoles quienes por su origen
nómada y por el cambio cualitativo introducido por Gengis Khan, eran muy
conscientes de la importancia del ahorro de tiempo y energía. Especial papel
jugó en las mediciones el sabio Guo Shoujing (1231-1316) y otros muchos
dedicados a la hidráulica, el control de los enormes ríos y sus crecidas, y ala
agricultura de irrigación.
Por poner otro ejemplo decisivo, en aquella época la
técnica china producía hojas de papel de 17 metro de largo con espesor
uniforme. ¿Y por qué decisivo? Pues porque ya por esa
época el grabador Bi Sheng inventó la imprenta de tipos móviles con barro
cocido muy resistente, mejorando así la impresión xilográfica inventada mucho
antes y que llegó a usarse masivamente desde el siglo X. ¿Y qué decir de la
pólvora, que entonces ya se usaba masivamente en la sistema militar chino tanto
oficial como en los ejércitos populares rebeldes y sublevados contra la
explotación? Basta saber, como ejemplo, que el salitre para la pólvora se
llamaba "sal china" en persa y "nieve china" en árabe,
porque lo sufrieron en sus propias carnes al tener que combatir el ataque
mongol de comienzos del siglo XIII. Quien conozca la importancia del paradigma
tecno-militar de la pólvora en el surgimiento de la ciencia en la Europa de los
siglos XVI-XVII, y los efectos negativos que para el Islám supuso no dominarlo
comprenderá lo importante que pudo ser en China.
Pudo ser pero no
fue. Antes de intentar comprender las razones de ese segundo fracaso en el
salto a la industrialización capitalista y al método científico tenemos que ver
algunas cosas más. Por ejemplo, que en aquella época el grueso de las
exportaciones chinas a un amplísimo mercado que llegaba a Europa vía Arabia,
eran productos de muy alto contenido en lo que la economía burguesa actual
define como "valor añadido", seda, porcelana, lacas, plomo, estaño y
oro y plata. Y que esas mercancías las transportaban los mejores navíos
entonces existentes, dotados de brújula y otros adelantos, que tras ser
copiados por hindúes y árabes dieron forma a la carabela europea, su adaptación
al Atlántico. Pero a finales del siglo XIV los esfuerzos del primer emperador
Ming por racionalizar la situación empezaron a ser olvidados por sus sucesores.
Y aunque el comercio era todavía impresionante como lo demuestran las
expediciones marítimas, la primera de las cuales en verano de 1405 tenía 62
navíos con 27.800 tripulantes --algo más de 448 tripulantes por navío, una cosa
tremenda si la comparamos con los cuatro navíos y 200 tripulantes de Vasco de
Gama en 1497--, se basaba en una creciente explotación interna del campesinado,
clases trabajadoras y artesanas de la ciudad, comerciantes y pueblos oprimidos.
No es de extrañar que las quejas y el malestar social diera paso a las
protestas, luego a los motines para pasar a las revueltas y sublevaciones
populares armadas, con cientos de miles de seguidores. La que estalló en 1420,
dirigida por una mujer llamada Tang Sai'er fue la más fuerte y feroz, y el
arresto y la tortura de varias decenas de miles de sus seguidoras, llamadas
monjas, no consiguió dar con su paradero clandestino convirtiéndose en una
heroína mítica.
No es este el
sitio para resumir la rica y aleccionada lucha de clases china, aunque sí, como
se está viendo, debemos hacer siempre referencia a ella porque en China y en el
mundo entero es uno de los condicionantes básicos --y en determinados momentos
el decisivo-- de la evolución del pensamiento humano en general y sobre todo,
del conocimiento científico. La lucha de clases debe entenderse como el choque
total y permanente, aunque con sus altibajos y períodos de latencia e incluso
de invisibilidad y hasta aparente inexistencia, entre diversas clases, dos de
las cuales, pugnan por liderar y dirigir uno de los bloques sociales en lucha
con el antagónico. Sus vaivenes dependen de muchos factores pero el decisivo a la
larga es el de la propiedad de los medios de producción. En este sentido es muy
revelador, para volver a China, saber que en 1368, al comienzo de la dinastía
Ming el país contaba con 51.042.000 hectáreas registradas de tierras
cultivables pero en 1502 sólo estaban registradas 25.368.000, cuando todo hace suponer
que además en esos 134 años se habían abierto al cultivo otras muchas más. ¿La
razón? Pues que, por un lado, el debilitamiento por corrupción y podredumbre
del Estado permitía un fraude gigantesco; por otro lado, los favores de las
grandes familias y de los emperadores a sus fieles se hacían expropiando tierras
a los campesinos, o a grandes familias caídas en desgracia, tierras que el
nuevo dueño no inscribía en el registro y, por último, que tampoco se
inscribían las nuevas roturaciones bien porque las hacían los campesinos
desesperados bien por que las hacían los nuevos y viejos señores.
El hecho es que
disminuían los ingresos del Estado central y que éste debía multiplicar la
explotación para compensar la caída en las entradas. Se formó así un círculo
infernal, una espiral de explotación y saqueo en la que siempre salían
perdiendo las clases trabajadoras que, obviamente, terminaron endureciendo sus
reivindicaciones y luchas, como la del movimiento de los errantes, masas
campesinas y urbanas sin un lugar donde morir de hambre, que estalló en 1465 y
movilizó a cientos de miles. Su aplastamiento fue mezcla de la brutalidad y de
las concesiones tramposas a 1.400.000 de ellos. Las luchas continuaron con
fuerza y, por no extendernos, entre 1509 y 1517 se simultanearon varias en
amplias zonas del país. Aun y todo así, la capacidad productiva era
considerable pese a su estancamiento creciente como se demuestra viendo la
flota del almirante eunuco Cheng-Ho a mediados de ese siglo XVI que dominó el
Pacífico y el Indico. China seguía estando en condiciones para expandirse sin
trabas y de haberlo decidido no hubieran pasado muchos años sin chocar
militarmente con los europeos que con atrasados barquitos ya empezaban a
merodear por la zona.
Sin embargo, en
ese mismo momento el poder imperial chino ordenó replegarse y encerrarse en sus
fronteras. Debemos saber,
para profundizar en la causa fundamentalmente endógena de la crisis, que la
catástrofe fiscal del Estado bajo las órdenes de Shi Zong era en 1551 pavorosa,
no pudiendo los ingresos totales del imperio, que justo sobrepasaban los dos
millones de taeles de plata, sufragar ni siquiera el 51%
de los gastos, que ascendían a 5.950.000 taeles de plata. Los esfuerzos que
algunas fracciones de la clase dominante, corroída por luchas asesinas, apenas
surtieron efecto a largo plazo incluso cuando el ministro Zhang Juzheng
consiguió en 1578 recuperar para el censo tributario de tierras 16.710.000 hectáreas "desaparecidas" del censo de
1502, llegando a un total de 42.078.000 hectáreas, pero aun y todo 964.000 menos
que los 51.042.000 tributadores en 1368, hacía 210 años. Lo
peor de todo, lo que muestra en nivel de podredumbre interna, es que estas y
otras reformas vitales que no podemos resumir aquí, fueron abandonadas por el
emperador Shen Zing cuando su ministro Zhang Juzheng murió en 1582. El ahondamiento
de la crisis era imparable y comenzó a afectar directamente a la capacidad de
inventiva técnica cuando los artesanos y comerciantes se sumaron a las luchas
populares de nuevo en ascenso como respuesta al incremento de los impuestos Ya
en 1599 los comerciantes quemaron la residencia del recaudador en la actual
Shandong y las luchas se radicalizaron para responden a las represiones de 1603
pasando ya a la ejecución popular de 200 agentes imperiales en 1606.
La entrada en
escena de los artesanos y comerciantes no iba a consolidar una clase burguesa
expansiva porque ya era demasiado tarde. Aunque los chinos inventaron el papel
moneda y la letra de cambio, apenas pudieron desarrollar una economía mercantil
suficientemente intensa y extensa como para generar una burguesía comercial al
estilo de la catalana o de la italiana del norte, capaz de coordinar las
periódicas y a veces desesperadas revueltas campesinas y guiarlas más allá de
la simple repetición de los errores de las dinastías precedentes. Mientras que
en Europa las revueltas campesinas apenas obtenían resultados fuera de las
ciudades, y mientras sí los obtenían las alianzas entre la creciente burguesía,
los maestros artesanos y los trabajadores urbanos --recordemos las luchas clasistas
en la Florencia del siglo XIV—en China sucedía lo contrario, pero las victorias
campesinas una vez asentadas eran incapaces de modernizar la sociedad porque
dependían de las poderosas burocracias mandarinas y del aparato confuciano, y
por la propia debilidad estructural de todo movimiento campesino debida a las
condiciones objetivas de las formas de explotación que padece.
Así, una y otra
vez, los nuevos poderes controlaban, frenaban y limitaban los intentos
expansivos de la producción mercantil Las carreteras, los canales, la seguridad
en el transporte, los sistemas bancarios, etc., periódicamente sufrían
inseguridad e incertidumbre por las invasiones, las revueltas y sublevaciones y
las guerras entre fracciones del poder, y conforme el poder imperial central
recuperaba su fuerza aumentaba sus controles y exigencias a la producción y
circulación mercantil. Las sucesivas prohibiciones del comercio transoceánico,
que se hizo irrevocable a mediados del siglo XVI, muestran los altibajos de esa
pugna.
Al final la
tecnología naval cayó en desuso y se perdió, como también se olvidaron y luego
se perdieron en tan sólo dos siglos los nombres de los tres matemáticos
oficiales de la dinastía Song (960-1279) y sus obras respectivas aunque ya se
empleaba la imprenta. Conviene recordar que esta dinastía recurrió a los neoconfucianos
para reforzar el poder imperial. Se sabe también que pasó totalmente
desapercibido el descubrimiento de la gama temporada realizado por Tchu Tsai-Yu
pese a ser impresa en papel en 1594, mientras que en Europa aunque la gama
temperada ya fue apuntada por Simón Stevin (1548-1620) en sus documentos
inéditos, sólo se conoció públicamente en 1636 gracias a Mersenne, gozando de
una masiva e inmediata difusión.
En el siglo XVII
los sabios, astrónomos, mecánicos y matemáticos chinos quedaron sorprendidos
por el conocimiento occidental contratando al jesuita Verbiest para dirigir la
fundición de 300 cañones. Aunque copiaron fielmente las técnicas occidentales,
fracasaron al dar el salto a su propia investigación porque, de un lado,
seguían pensando con el paradigma confuciano-taoísta y de otro lado, su
economía seguía regulada mayormente por el pago en especie, aunque se hicieron
esfuerzos por reintroducir la moneda y facilitar el comercio bancario. La
obstinación por mantener el confucianismo no era accidental sino que respondía
a la necesidad de mantener el orden ideológico y social. El poder atacaba y
desprestigiaba incluso a los filósofos y sabios que proponían abrir otros
horizontes intelectuales, que no políticos, como fue el caso de Li Zhi
(1527-1602) por el sólo peligro de sus ideas críticas con Confucio. Tras la muerte de Li Zhi se quemaron sus
libros y se prohibió su reedición.
No era una práctica rara o anormal sino una constante en
aumento, toda vez que las luchas sociales se
endurecían como fue el caso de la toma de Pekín por la gran sublevación
campesina de 1644 y el suicidio del emperador. El gobierno
apoyado por las clases trabajadoras, fue sometido a presiones, chantajes y corrupciones
por las clases propietarias y comenzó su declive al no llegar adelante los
cambios radicales por los que habían luchado las masas. Se abrió un largo
período de guerras y traiciones que concluyó en 1683 con la restauración
contrarrevolucionaria que se prolongó hasta otro levantamiento, el de Wang Lun de
1774, para seguir así posteriormente el mismo proceso de guerras y represiones.
Ahogado por este contexto, el
pensamiento crítico no podía apenas florecer y se debía limitar a la creación
artística o a la investigación de temas que no cuestionaran el poder, e incluso
cuando alguna escuela como la liderada por Dai Zhen (1723-1777) avanzaba en una
concepción materialista y progresista, sus logros eran sumergidos por la marea
conservadora.
Mientras que en occidente ya se habían producido las
revoluciones burguesas de los Países Bajos e Inglaterra a mediados del siglo
XVII, y estaban a punto de estallar las revoluciones burguesas en las colonias
inglesas en el norte de América, fundando los EE.UU, y
en la monarquía francesa fundando la República, en China no se había formado
una burguesía en el sentido occidental aunque hubiera grandes magnates del
mercado, y las reivindicaciones de campesinos, artesanos y comerciantes seguían
dentro del molde conceptual marcado por las ancestrales visiones de Ta Thung y
Tai Phing, como hemos visto
anteriormente.
Así, frente al
método occidental de sintetizar abstractamente en forma matemática la relación
material que se expresa en el dinero como equivalente universal capaz de igualar
conceptualmente todas las diferencias, lo que exigía precisas relaciones
sociales de producción y circulación, el método del conocimiento chino seguía
con abstracciones pre-dinerarias, pre-mercantiles, incapaces de dar el salto de
la preciencia a la ciencia. Los cuadernos de notas dejados por los jesuitas
europeos a finales del siglo XVII muestran su desconcierto por el hecho de que
los chinos, aun disponiendo de una gran cultura técnica, observaban los
problemas desde el pasado y no para el futuro, analizando la realidad según los
cánones confucianos y taoístas, y no desde las perspectivas innovadoras que se
abrían con las novedades. Esa desventaja comenzaría a superarse únicamente con
el tímido desarrollo de la producción capitalista y la correspondiente
aparición de una clase burguesa autónoma a finales del siglo XIX. Recordemos
que una fracción de esa burguesía apoyó al movimiento democrático-republicano
de Sun Yat-sen que triunfó en 1911.
4.3.- Balbuceos en
Europa:
La implosión del
Imperio romano certificó la desaparición en Europa de sus logros
protocientíficos y sobretodo tecnológicos. Con razón se ha definido a la época
que va del siglo V al IX como los "siglos obscuros" si los comparamos
con el esplendor anterior, con los logros musulmanes y con los avances iniciados
desde el siglo XII. En
realidad, desde la perspectiva de la historia del pensamiento humano, estos
siglos y los que se alargan hasta el XIV, son más los
del final de una época que los de inicio de otra. La alta edad media, hasta el
siglo IX, en modo alguno podía elaborar un conocimiento siquiera reflejo tenue
del grecorromano porque se habían extinguido todas las bases materiales que
sustentaban el viejo sistema. Los monasterios religiosos eran
más centros de poder que otra cosa. Los pocos pueblos supervivientes
estaban aislados en una selva renacida que se había tragado las calzadas
romanas; por último, las culturas de los pueblos invasores, francos, godos,
etc., tenía estructuras mentales no sólo
precristianas sino
sobre todo precientíficas, y el llamado "renacimiento carolingio" fue
sólo un tenue barniz sobre un océano de ignorancia y superstición. Incluso las
pocas personas que sabían leer y escribir sólo tenían a su disposición la
aritmética atribuída Boecio (siglo V) inspiradA en el muy mediocre matemático
griego del siglo II dne Nicómano de Gerasa, y debían manejar además la
numeración romana también el ábaco latino o contar con los dedos, como habían
enseñado Isidoro de Sevilla (+636) y Beda el Venerable (+735).
Antes de que el
comercio empezase a romper las fronteras del pensamiento, éste se encontró
confinado a muy pequeños círculos que estudiaban mal que bien las intrigantes
numeraciones árabes, e hindúes con sus técnicas correspondientes que un monje
nacido en Akitania en el 945, Gerbert d'Aurillac, había llevado a la parte
septentrional de los Pirineos tras sus estudios en Al Aldalus entre 967 y 970,
y que murió en 1003 siendo papa con el nombre de Silvestre II. Las resistencias
consistían tanto en las inercias culturales y en el orgullo ignorante europeo
que se aferraba a la numeración romana, con todas sus impresionantes
limitaciones, como a problemas filosóficos de fondo al tener que aceptar todas
las implicaciones del número cero, así que el sistema decimal fue amputado y
reducido, aceptándose muy lentamente sólo los nueve números restantes. También,
no lo olvidemos, a la inexistencia del papel y a lo muy caro que resultaba un
libro de pergamino. Por ejemplo, en el siglo X una condesa de Anjou pagó por un
sermonario 200 ovejas, tres toneles de trigo y varias pieles de marta. Durante todo el siglo XI y más tarde en
otras amplias zonas, en Europa la técnica aritmética avanzó muy lentamente por
esas resistencias, pero también porque no existía una demanda urgente de
contabilidad comercial y económica, y la militar era aún muy simple.
Pero también presionó en contra el contexto de luchas casi
permanentes por el poder dentro de la Iglesia, choques que se
disfrazaban ideológicamente con el apelativo de luchas y hasta cruzadas contra
las herejías, pero que en realidad eran conflictos político-económicos con muy
hondas implicaciones filosóficas y culturales, alguna de las cuales anunciaban
ya las próximas reivindicaciones de pueblos con identidad propia. Recordemos
cómo entre finales del siglo XII y comienzos del XIII las luchas contra las herejías,
y sobre todo contra los cátaros o albigenses absorbían buena parte de la fuerza
del poder, y otra buena parte se dirigía a la lucha
contra los musulmanes. Precisamente fueron estos siglos cuando se fundaron las primeras universidades, inicialmente
controladas con mano de hierro pues ya empezaban a producir algún efecto las
críticas de Abelardo (1079-1142) al demostrar con citas pacientemente extraídas
y fielmente transcritas cuántas opiniones opuestas existían entre los padres de
la Iglesia. Luego el debate entre nominalistas y realistas rompía la aparente
coherencia de la dogmática establecida. Por otra parte, la casi totalidad de
los debates se realizaban dentro de las estructuras de poder y casi todo los
participantes más conocidos hoy eran o terminaron siendo altos cargos en la
pirámide jerárquica, excepto Roger Bacon y Pedro el Peregrino.
En este contexto no debe sorprendernos que haya que volver
otra vez a las relaciones entre tecnología, guerra y ciencia para,
dentro de la evolución socioeconómica y sus conflictos, encontrar el hilo rojo
que nos guíe por entre los acontecimientos. ¿Cómo si no comprender las
permanentes disputas de todo tipo y hasta guerras
interpapales que culminaron en la aparición de tres Papas enfrentándose
mutuamente a finales del siglo XIV y comienzos del XV? ¿Cómo comprender
plenamente si no el significado global de la guerra de liberación nacional de
la actual Chekia dirigida espiritualmente por Huss, quemado vivo en 1415,
dirigida militarmente con Jon Ziska y que resistió mal que bien hasta 1526?
Para mediados del siglo XV esa relación era ya incontenible. Por ejemplo, el
rey francés destruyó en el año 1449 todos los castillos normandos bajo tutela
inglesa a un ritmo de cinco al mes con su nueva y muy cara tecnología artillera.
Sólo los Estados más poderosos podían
realizar esos gastos. Por ejemplo, el reino de Navarra era pobre y estaba
dividido en sus clases dominantes, No podía modernizar su pequeño ejército que
en 1512 contaba aún con gran cantidad de ballesteros mientras que Venecia, por
poner un caso, hacía 22 años, en 1490, que había cambiado las ballestas por
armas de fuego y en 1508 armó así incluso a las milicias. Mas no era sólo cuestión de dinero y tecnología,
también y sobre todo cuestión de economía y cultura, y nuestro reino navarro
tampoco podía resistir en estos decisivos aspectos pues mientras en Valencia,
por poner otro caso diferente, la primera imprenta se
abrió en 1474 Navarra no lo hizo hasta 1495, 21 años más tarde. Sin
embargo estos ejemplos aislados ofrecen una imagen parcial porque esas
relaciones ya venían condicionadas por los intereses de las clases dominantes.
Como veremos inmediatamente después, la tecnología no es neutra, insistimos en
ello, pero la técnica dispone de mayores posibilidades de uso democrático, y un
poder democrático puede determinar qué tecnología se desarrolla o cómo usar preventiva
y condicionalmente una tecnología más perjudicial que beneficiosa. La ballesta
nos sirve como ejemplo porque su sencillez mecánica, la facilidad para
ensamblar las piezas o herramientas que la forman y lo fácil de su técnica de
manejo hacen de ella un arma barata y terriblemente eficaz en manos inexpertas
y empobrecidas, en manos de los oprimidos. Por eso, por su democrática
letalidad y su poder igualador y justiciero al convertir en inservibles las
costosas corazas feudales, la Iglesia católica decidió en el II Concilio de
Letrán, en 1139, excomulgar a quienes la usasen que no eran otros que las
milicias populares y campesinas en sus luchas antifeudales. En una muestra de celo evangelizador la
Iglesia permitía su uso para matar infieles.
Otro ejemplo más tardío fue el ya citado arco largo
originariamente galés en su lucha defensiva contra la expansión inglesa y desde
comienzos del siglo XIV, conocido como arco largo inglés y potenciado por su
monarquía para luchar contra los franceses. Si el alfabeto, los números, el papel y la imprenta ayudaron a
democratizar el conocimiento, y el hierro democratizó la técnica, determinadas
armas ayudaron a debilitar la opresión. Y al igual que los
poderes se opusieron o intentaron monopolizar represivamente aquellos adelantos
también hicieron -hacen- lo mismo con las armas.
5.-TRABAJO, HACHA,
LIBRO Y LASER:
Hemos visto el
ejemplo de la ballesta como instrumento bélico que reúne en sí todos las
contradicciones materiales y simbólicas que recorrían la sociedad de su época
porque la ballesta también servía para la caza de sobrevivencia en las
hambrunas de entonces, o también para la autodefensa contra los bandidos y osos
que infectaban los densos bosques europeos; ahora, la ballesta la usan cuerpos
militares selectos, asesinos, cazadores y aficionados al tiro de precisión, o
profesionales del deporte competitivo de élite. A otra escala, podemos pensar
algo muy similar con respecto a la eficaz hacha de piedra y al láser, pasando por
el libro. Decir que es la sociedad lo que les relaciona entre sí, es un tópico
que no resuelve apenas nada porque ¿qué es la sociedad? Siempre dentro del
límite temporal que aquí analizamos, desde Egipto hasta nosotros, lo que
estructura y relaciona a todos los componentes de la sociedad es la explotación
de la fuerza de trabajo de la mayoría por la minoría.
Es esta
explotación la que explica, en último análisis, que la minoría dominante tenga
que recurrir a todos los recursos, medidas e instrumentos para mantener y
ampliar dicha explotación, y cuando no los tiene los construye aunque sean
inmateriales, espirituales, éticos e ideológicos. La ballesta, por seguir con el ejemplo,
sacó a la luz este verdadero y último problema, el de la explotación de la
fuerza de trabajo en el medievo. El libro, como
veremos, también. Y desde un determinado momento, igualmente sucedió con el
hacha, cuando las castas político-religiosas y militares centralizaron en el
palacio y luego monopolizaron el uso exclusivo de las armas. En cuanto al láser
¿qué posibilidad tienen los pueblos oprimidos y empobrecidos de usarlo no sólo
como instrumento sanitario y tecnología de alta precisión, sino también como
sistema de autodefensa democrática contra las "armas inteligentes"
del imperialismo?
La relación
sistémica entre tecnología, guerra y ciencia --siempre en función de la
explotación—se ejemplifica magníficamente durante los problemas que
históricamente han surgido a la hora de la experimentación práctica de las
nuevas tecnologías ya que, históricamente visto el problema, la guerra ha sido
por excelencia el método de dilucidación práctica de la efectividad de una
tecnología, de su "verdad", si se le quiere llamar así. Por ejemplo,
Arquímedes no tuvo demasiados problemas prácticos en su experimentación en la
defensa de Siracusa en el 214 adne contra la invasión romana, mientras que en otro
plano pero sirviendo como ejemplo, Newton sí los tuvo y muchos para confirmar
su técnica de hacer pasar un rayo de luz por dos prismas, lo mismo que mucho
más recientemente los ha tenido la técnica de Morpurgo para "atrapar"
los tan escurridizos quarks libres que muchos investigadores dudan de ellos. Se
dirá que Arquímedes lo tenía más fácil por la sencillez de sus máquinas pero,
para sus condiciones y disponibilidades, era todo lo contrario.
De todos modos lo
que nos interesa resaltar es que los experimentos técnicos y científicos
encuentran en la guerra un campo de pruebas tan instantáneo y categórico que
reduce prácticamente a cero el tiempo de discusión entre los especialistas para
llegar a convenciones, acuerdos y unificación de conceptos sobre los aparatos
construidos, su funcionamiento y las formas de validación y contrastabilidad de
sus resultados. Es larguísima la lista de fracasos estruendosos con costos
humanos y económicos tremendos que recoge la historia de la tecnología militar,
pero, desgraciada y significativamente, las causas estructurales de las guerras
son objetivas y las clases dominantes aprovechan cualquier situación para sus
experimentos. Por eso, cuando no hay una guerra para experimentar o la provocan
en algún lado o crean sus campos de experimentación que sean tan extremos y
duros como ellas, simplemente para ahorrar tiempo, dinero y discusiones. Este
ha sido el caso, sin ir muy lejos, de la investigación y creación de la red
Internet, ahora tan de moda, pero que fue creada por el ejército norteamericano
en previsión de mantener las comunicaciones militares bajo los bombardeos
termonucleares soviéticos en los EEUU, cuando estallase la guerra total de
exterminio mutuo asegurado.
Las necesidades de
explotación son las que determinan las relaciones concretas entre ciencia,
tecnología y guerra, y lo hacen no directa e inmediatamente, sino mediatizadas
y facilitadas mediante el diseño y uso de herramientas y máquinas, y de
técnicas y tecnologías. La explotación está condicionada por la resistencia, es
decir y resumiendo, ambas forman la lucha de clases. Pues bien, la dialéctica
de la lucha de clases también está dentro de las herramientas y de las
máquinas, de las técnicas y de las tecnologías. Pero no solamente ni en primer lugar la de la lucha de clases, también de la
explotación patriarcal y nacional. Históricamente hablando, es la secuencia de
explotación patriarcal, nacional y clasista, por este orden, la que se refleja en ellas, que, a su vez, son influenciadas por la
acción y lucha resistente contra esas explotaciones tratando de cambiar,
mejorar o prohibir el uso de esas herramientas y máquinas, técnicas y
tecnologías.
5.1.- Herramientas
y máquinas:
Ya concretamente
en el campo de la ciencia, los ejemplos de la cultura musulmana y china nos
enseñan que las relaciones de la ciencia con la herramienta y la máquina, y con
la técnica y la tecnología, son más complejas y enrevesadas que la mecánica
linealidad del positivismo determinista. Las herramientas y las máquinas, las
técnicas y las tecnologías mantienen entre sí y con la sociedad que les da vida
relaciones mediatizadas por factores entre los que, además de los económicos,
también destacan los políticos, culturales, epistemológicos e ideológicos
conectados a su vez directa o indirectamente con los sistemas de opresión de la
mujer, clases trabajadoras y pueblos sojuzgados. Las insuperables dificultades
que tuvieron los renovadores ilustrados rusos desde mediados del siglo XVIII y
todo el XIX para potenciar la ciencia y la economía mediante la superación desde
arriba de la servidumbre campesina, que lastraba cualquier desarrollo, es un
ejemplo de entre muchos. Las relaciones de la herramienta y máquina, técnica y tecnología
con el contexto social también aparecen nítidamente expuesta en los debates
empresariales británicos para, por fin, decidir tan tardíamente como 1832 el
que algunos hijos de algunos trabajadores escogidos aprendieran a leer,
escribir y rudimentos de aritmética para poder manejar las nuevas máquinas.
Muy resumidamente,
por herramientas entendemos los recursos instrumentales que la especie humana crea
para intentar ahorrar esfuerzo y sudor, disminuir el tiempo de trabajo penoso y
aumentar el tiempo libre, para, en suma, aumentar su felicidad aplicando la ley
tendencial del mínimo esfuerzo. En las sociedades no sometidas a la
explotación, la creación de herramientas es inseparable de la creación estética
y del desarrollo personal, así como de un autocontrol empírico de lo que sería
luego la ciencia ergonómica, pues las herramientas incómodas e ineficaces son
desechadas más temprano que tarde, por lo general.. Pero, con la explotación, las herramientas
tienden a convertirse en instrumentos para aumentar el
poder de la minoría explotadora. La crítica feminista -antropológica,
arqueológica, histórica, científica, filosófica, económica, artística, etc.,-
ha demostrado irrefutablemente cómo uno de los primeros pasos de la explotación
de género fue el de expropiar a la mujer de su poder de creación de las
herramientas adecuadas a su trabajo libre, imponiéndole las acordes con la
explotación patriarcal. Este mismo proceso se vivió luego en el resto de
explotaciones y la expropiación del saber obrero, es decir, el que la patronal introduzca
en y para la mejora de la explotación las experiencias
que obtienen los trabajadores es una constante desde el surgimiento del
capitalismo.
La máquina es un sistema integrado de herramientas que, por
su conjunción sinérgica, ayuda a crear productos que no se harían con una
herramienta aislada, o se necesitaría demasiado tiempo y energía para ello
yendo así contra la ley tendencial de la productividad del trabajo. La máquina
surge cuando el conocimiento práctico puede integrar varias herramientas
simplificando su complejidad aislada pero creando una complejidad nueva y superior
cualitativamente a la de cada herramienta separada. Eso hace
que la máquina requiera de un aprendizaje preciso diferente al de la
herramienta, y necesite de un saber acumulado por la experiencia colectiva. Pero
son las relaciones sociales las que determinan qué tipo de máquina se ha de
crear, para qué, cómo funciona y qué cambios hay que introducir en la sociedad
para atender a su funcionamiento.
Ahora bien, la máquina, en cuanto
integración de herramientas, siempre guarda una relación con estas de modo que
siempre es posible intentar un uso o empleo diferente de la máquina en
beneficio de la mayoría y del/a trabajador/a, o al menos limitando su
penosidad, sus efectos contra la salud humana y contra la naturaleza, etc. Esta
pugna ha nacido con la misma invención de la máquina y ya estaba anunciada en
las resistencias de los trabajadores al uso de herramientas impuestas por el
poder explotador. Son
las relaciones de poder y de fuerza en esta lucha las que en primera instancia
deciden, por un lado, el uso democrático y emancipador o el uso autoritario y
opresor de la máquina; por otro lado, deciden entre las diferentes corrientes
internas del poder dominante, optando por tal o cual máquina concreta entre las
varias posibles y, por último, deciden sobre la forma y grado de inserción de
esa máquina con las relaciones sociopolíticas, tecnocientíficas, educativas,
etc., existentes.
5.2.- Técnicas y
tecnologías:
Decimos que en
primera instancia porque, en definitiva, la máquina no puede funcionar a pleno
rendimiento sin el soporte técnico correspondiente y éste no puede existir
mucho tiempo sin una base material tecnológica. El soporte técnico es el
conjunto de conocimientos necesarios para su uso, los repuestos, las
infraestructuras materiales y sociales que exige esa máquina, desde las
energías que la mueven hasta los locales que la albergan pasando por las
carreteras por las que circulan todas estas cosas imprescindibles. Una técnica
asentada condiciona en diverso grado la elección de una máquina, el desarrollo
de nuevas y su viabilidad. La comunicación y transporte, la energía ya
instalada, la educación técnica que se imparte, etc., orientan y presionan para
mantener el mismo o parecido sistema de máquinas y de técnicas.
Sólo la urgencia
de derrotar y debilitar a los trabajadores y la competencia creciente entre
empresas puede obligar a la irrupción de una nueva máquina con nueva base
técnica, lo que obliga a adaptar las infraestructuras, etc. En estos niveles va
perdiendo efectividad la lucha obrera y popular aislada, en la fábrica y barrio
concreto en defensa de sus empleos o en mejora de sus condiciones de trabajo,
para hacerse necesaria una intervención más amplia porque lo que se juega es
bastante más que un simple cambio de maquinaria con sus efectos negativos. Ya
en estos niveles, la patronal no interviene tampoco ella sola sino que moviliza
sus recursos como parte de una clase, con sus alianzas sectoriales,
industriales, comerciales, financieras, parlamentarias, etc. Pero la técnica no
es la tecnología.
La tecnología es
el sistema material que determina y orienta el funcionamiento estratégico de la
técnica, de la máquina y de la herramienta en beneficio del sector dominante, o
del pueblo en su conjunto. Esto significa que existe una relación histórico-económica
entre tecnología y poder que requiere una visión de más largo alcance que la
que exige el análisis de la técnica. Ninguna tecnología nace y llega a dominar sobre
otras sin contar con el apoyo del poder existente en su sociedad, sea el que
fuere. Por esto no existen tecnologías neutrales. Es más, existe una línea de
estrechamiento de las disponibilidades, usos y contenidos liberadores u
opresores que va acentuándose durante la evolución histórica de la herramienta
a la máquina, de la técnica a la tecnología conforme se suceden los modos de
producción de modo que se agudizan los conflictos sociales a la hora de
introducir cualquiera de ellas porque cada vez aparecen más nítidamente sus
directos efectos materiales en beneficio de un@s y en detrimento de otr@s. Más
adelante veremos ejemplos al respecto. Ahora nos interesa insistir en que
ninguna tecnología es neutral ni aséptica porque al ser el sistema global que
dirige en tal o cual sentido la productividad del trabajo social genera
inevitablemente efectos positivos o negativos dependiendo de cual sea el
interés que dirija esa tecnología. Los pueblos "primitivos" eran
-son- conscientes de la parcialidad de toda tecnología, aunque ellos, por su "atraso
cultural" no conozcan esa palabra.
Las razones por
las que se produce esa tendencia histórica al estrechamiento de las
disponibilidades, usos y contenidos liberadores u opresores de la relación
herramienta-máquina y técnica-tecnología nos remiten en definitiva a la
dialéctica económico-política inherente al proceso material de producción, de
trabajo, o más precisamente, al proceso de ejercicio mediante el trabajo social
de las leyes tendenciales del mínimo esfuerzo, de la productividad del trabajo
y de la ley del valor-trabajo, problema que nor remite al debate epistemológico
sobre la ciencia como único recurso que tiene la especie humana para, en su
nicho ecológico cósmico, ayudar al aumento de la complejidad y de la
biodiversidad como contramedidas a la máxima entropía explicada por la segunda
ley de la termodinámica. Esta visión materialista y dialéctica nos permite ver
que las relaciones entre ciencia y tecnología tienden a ser más estrechas que
las de ciencia y técnica, del mismo modo que son más estrechas con la máquina
que con la herramienta. Pero precisamente por la contradictoriedad dialéctica
también viva en la ciencia, uno de los campos sociales en donde más fácil pero
amargamente se observa esa tendencia al estrechamiento es en la relación ciencia/guerra.
5.3.- El libro
como herramienta y tecnología:
En el III milenio
adne la fabricación de papiros alcanzó en Egipto una perfección jamás superada.
Se ha dicho que la llamada "cultura del agua", o sea, la capacidad de
conocer los ritmos de crecida del Nilo, nunca hubiera existido sin la técnica
del papiro. Para el 1800 adne los sacerdotes producían "en serie" el Libro
de los muertos en una "industria", como la ha llamado un
historiador, semejante a la que después desarrollaría la Iglesia católica con
las indulgencias. Conociendo el papel que jugaba la religión egipcia, aquí
tenemos un ejemplo claro de cómo el libro, aunque sea de papiro, pero también
los había de cuero, cerámica, piedra caliza, tablillas recubiertas de estuco,
etc., era ya en época tan remota mucho más que un simple soporte de escritura
fabricado por escribas que cobraban a destajo, es decir, por cada línea o
bloque de líneas que escribían, y que luego era sometido a una especie de
"examen de calidad" por un corrector. Así, ya acabado, se sacaba a la venta en las librerías,
negocio floreciente en la Atenas del siglo V adne. En realidad, todo el proceso
de fabricación de un libro estuvo bien pronto sometido a la ley del mercado,
desde la plantación y recogida de papiros, que fueron un monopolio en Egipto
desde los Ptolomeos hasta después de la conquista árabe, hasta la reventa de
libros.
Está claro que el
libro era una mercancía apreciada no sólo por lo que decía sino por la imagen
que aportaba su propietario. Séneca se quejaba en Roma que muchos ricos tenían
bibliotecas como adorno y como prestigio social, como decoración, pero sin leer
los rollos comprados. Sin embargo, los autores no cobraban por escribirlos,
pero podían ir donde cualquier editor. Solamente si se lo dedicaban a un mecenas
obtenían una ganancia. Esta limitación surge de la propia limitación de la
protociencia grecorromana y de la inexistencia de un criterio como el burgués
de propiedad intelectual ya que no se concebía que el pensamiento produjera
dinero. Los escritores debían ganarse la vida de otra forma, bien dependiendo
de mecenas y protectores, lo que anulaba su independencia o la reducía a simple
autonomía, bien poseyendo una fortuna que le garantizase la vida sin tener que
trabajar para comer. Por tanto, apenas escribían los pobres incluso aunque
fuera ciudadanos romanos libres, no esclavos. Al ser un privilegio de las
clases ricas, los libros reflejaban mayormente sus problemas, inquietudes y
deseos. Loa autores que no tenían mecenas ni protectores por la razón que fuera
organizaban actos sociales para anunciar sus libros y divulgarlos.
Hay que esperar a
los siglos XIV y XV para que los libros no fueran monopolio eclesiástico y
noble. Fue la burguesía la que independizó al libro de esos poderes pero lo
convirtió en una mercancía cada vez más barata. La expansión económica desde el
siglo XII iba exigiendo un medio que reflejara y a la vez potenciara lo
esencial de ese capitalismo en ascenso, la tendencia a la producción
generalizada de mercancías. Por tanto, ese mismo medio tenía que ser, antes que
nada, otra mercancía. De hecho, también desde esa misma época la Iglesia
empieza a despreocuparse por sus bibliotecas, probablemente como respuesta a
una evolución global que le supera irremisiblemente. En estas condiciones, no
podía tardar mucho en inventarse la imprenta de tipos móviles, y aunque fue
Gutenberg su autor, lo cierto es que por entonces un holandés y un bohemio
inventaron técnicas similares aunque menos desarrolladas que las del alemán. La
exigencia objetiva de un medio de difusión bueno, bonito y barato era tal que
si en 1455 no existía ningún libro en Europa, en 1500 llegaban a veinte
millones en 35.000 ediciones, y si la única imprenta era la de Gutenberg en
1500 había 245. Para el año 1600 se calcula que habría entre 150 y 200 millones
de libros.
La imprenta fue
una revolución técnica que inició una tecnnología nueva, que supuso la
definitiva mercantilización del libro y que llevó al antagonismo
irreconciliable las contradicciones inherentes a la herramienta al tratarse de
una "herramienta espiritual". Téngase que cuenta que desde la
aparición de la escritura hasta la invención de la imprenta, durante esos miles
de años, se calcula que hacían falta diez copistas o escribas para surtir a un
lector, fuera clérigo, civil o militar. Una revolución con repercusiones totales
que afectó desde la política hasta la pornografía, pasando por el conocimiento
y la religión. Si todos los poderes fueron tan pronto conscientes de su
transcendencia histórica era porque la rápida y convulsa evolución social
exigía a gritos ese salto. Así se explica que la obsesión por controlar el potencial
del libro impreso fue simultánea a la urgencia por convertirlo en herramienta
de liberación. La contradicción dialéctica inherente a la herramienta alcanzó
con el libro la máxima virulencia posible aunque la clase dominante se esfuerza
por suprimir su potenciar emancipador mediante hacer que su técnica y
tecnología de producción sea totalmente inaccesible a l@s oprimid@s y siempre
estén dentro de la lógica del poder. Por eso, en contrapartida, los oprimidos siempre
han intentado recurrir a la máquina que produce libres, accesible, manejable,
descentralizada y barata, democrática y hasta clandestina, y a la vez dominar
en lo posible la relación de la máquina impresora con una tecnología democrática,
que existe o que es perfectamente factible.
Las nuevas
tecnologías, como Internet y otras, no cambian nada cualitativo en el problema
de la herramienta espiritual que es el libro, con su objetiva naturaleza de
mercancía, siempre que se muevan dentro de esa lógica capitalista, aunque su
soporte y formato ya no sea el papel impreso, sino la terminal del ordenador,
del teléfono o de un sistema integrado e interactivo. Solamente cuando son
utilizadas desde y para el potencial emancipador que tiene la herramienta
intelectual, es decir, cuando se busca su desmercantilización y se tiende a su
transformación en valor de uso --uso crítico y creativo—sólo entonces se
inician los cambios cualitativos porque atañen al corazón de la tecnología
dominante que no es otro que la propiedad privada burguesa. La socialización de
la herramienta espiritual de la comunicación tiende inevitablemente a cambiar
de tecnología impresora o de emisión, superando la burguesa, hipercentralizada
y controlada, parar implantarse una nueva, socialista, descentralizada y libre.
La obsesión capitalista por vigilar Internet, por ejemplo, no es
cualitativamente diferente a la de Roma por controlar la imprenta en la segunda
mitad del siglo XV, aun variando aspectos cuantitativos que no afectan a la
naturaleza contradictoria de la herramienta.
6.- HACIA LA
CIENCIA ACTUAL:
Pero volviendo al
tema que tenemos asignado, desde el siglo XVI se aceleró en Europa un cambio
que afectó a todos los componentes de la economía, tecnología, guerra y conocimiento,
con efectos irreversibles sobre la "revolución científica" del siglo
XVII, y que se agotaría poco antes de la mitad del siglo XVIII. Como efecto del
desarrollo socioeconómico se agudizaron las contradicciones entre los Estados y
dentro de éstos, y en respuesta, se generalizaron las armas de fuego; se
multiplicaron las defensas estáticas y las redes de comunicación; se aceleró la
carrera marítima militar y civil; se ampliaron los sistemas de reclutamiento y
entrenamiento para mantener ejércitos agigantados... Para facilitar todo ello,
los Estado tuvieron que sacar fondos y potenciar la economía productiva,
mejorar las relaciones con la ascendente burguesía comercial, industrial y
financiera; perfeccionar sus burocracias y, en lo que nos toca, mirar con
nuevos ojos a los técnicos imprescindibles para semejantes esfuerzos.
Se investigaba,
estudiaba y ensayaba incluso el armamento más estrambótico como los cañones de
cuero del primer tercio del siglo XVII, que fueron abandonados porque ni la
ciencia ni la tecnología podían olvidar las leyes físicas y química. Para eso
hacía falta educar de otra forma más adecuada a nas nuevas necesiades; y
también era urgente acceder a todos los conocimientos disponibles además de
impulsar los propios. Un dato, en Alemania se dictaron más de cien ordenanzas
sobre educación entre 1530 y 1600. El acceso a los conocimientos disponibles
llegó incluso al saqueo de bibliotecas enteras no para destruirlas, como habían
hechos los germanos en Roma y los mongoles de Tamerlán en Bagdag a comienzos
del siglo XIII, y en otros muchos casos, ni tampoco para almacenarlo
inútilmente en alguna biblioteca privada como en la Edad Media. Ahora era
saqueo productivo, para leer y aprender, como hacía Gustavo Adolfo de Suecia en
la primera mitad del siglo XVII en sus victorias en Alemania, Chequia, Bohemia
y Riga buscando las buenas bibliotecas de los jesuitas. Desde entonces, y con
una característica exclusiva del capitalismo, el saqueo intelectual se ha
multiplicado exponencialmente utilizando todos los recursos de presión,
chantaje o simple compra y asalariarización de la fuerza de trabajo
intelectual. Basta comparar lo relativamente burdo del método de saqueo de
bibliotecas, y obras de arte, usado por Napoleón y lo sofisticado de los
mecanismos de expolio intelectual --"fuga de cerebros" le llaman--
del imperialismo con respeto al planeta entero, y de las diversas potencias
imperialistas entre sí, según sus jerarquías internas.
Los griegos y los
romanos no hubieran tenido muchos problemas para ubicarse en ese contexto, y
menos aún al ver cómo la potencia emergente en todos los aspectos, desde la
ciencia hasta el arte pasando por la economía, los Países Bajos en guerra de
liberación nacional contra la opresión española, estudiaban al detalle sus teorías
y prácticas bélicas para, en lo posibles, adaptarlas a las necesidades del
capitalismo naciente. A finales del siglo XVI los holandeses inician un estudio
riguroso del sistema grecorromano y lo aplican a su guerra de liberación porque
las coincidencias entre ambos son superiores a sus diferencias. La razón radica
en que pese a los doce siglos transcurridos desde la caída de Roma y a los
trece o catorce desde el debilitamiento de su economía mercantil, los avances
entonces logrados se reavivan cuando la economía europea se encamina al
capitalismo.
Es cierto que poco
decenios antes en Florencia se había intentado lo mismo, pero allí el
capitalismo estaba en crisis siendo desplazado hacia el norte europeo cosa que
Maquiavelo no comprendió y sí los hermanos Nassau. Sin embargo, el ímpetu
holandés se agotaría lentamente conforme se agotaba el siglo XVII como efecto
de la superior fuerza económica y militar inglesa y de la mayor centralidad
estatal francesa. Pero los cambios habían sido tan profundos en el subsuelo
cultural que esos griegos y romanos no hubieran entendido nada de nada de los
cambios sociales y científicos. Este fue el período en el que Europa se despega
ya en su estratégica carrera tecnológica con China y en menor medida India y
los musulmanes, superiores hasta el siglo XVI. Aun así, sólo con los efectos de la revolución industrial
desde la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, con la destrucción
inmisericorde de sus capacidades productivas, les superaría económicamente.
6.1.- Fases evolutivas en la revolución científica:
Carecemos de espacio para desarrollar las sucesivas fases
de esta "revolución científica" aunque sí debemos decir que la
primera, embrionaria, se produjo en Italia entre finales del siglo XV y la
mitad del siglo XVI, con figuras señeras como Leonardo da Vinci, Copérnico,
Paracelso, Vesalio y otros. La segunda se produjo entre la mitad del siglo XVI
y la mitad del XVII, con Giordano Bruno, Tycho Brahe, Kepler, Galileo, Bacon,
Gilbert, Harvey y otros. La tercera, por último, se prolonga hasta finales del
siglo XVII o comienzos del XVIII, según los autores, con figuras como Huygens,
Boyle, Hooke, Newton, Leibniz y otros. Las potencias dominantes entonces en
Europa impulsaron un desarrollo expansionista en el que en estrecha relación
economía, técnología, guerra y burocracia estatal, iban por delante de la incipiente
investigación científica pero siempre por detrás de las exigencias de las
fuerzas productivas.
En 1701 una memoria anónima de una reunión de industriales
de Manchester, reconocía que ante el menor costo de las mercancías de las
Indias Orientales la economía inglesa debería inventar procedimientos y
máquinas que produjeran mercancías más baratas que aquellas con menos gastos y menos
trabajadores. Pero producir más barato servía de poco si se
perdía mucho tiempo y dinero en el transporte. La economía
europea era cada vez más consciente del problema del espacio-tiempo, es decir, de
la velocidad. Un obstáculo clave en esa carrera por el tiempo era hallar la
longitud en alta mar con un error mínimo de medio grado. En 1714 el
Parlamento inglés ofreció 20.000 libras a quien lo
resolviese y aunque en 1761se obtuvo una solución parcial, su instalación y
manejo era difícil y el Parlamento sólo pagó 10.000 dejando la otra mitad a
quien simplificase el invento. Francia mantenía una implacable pugna con Gran
Bretaña y en esta tecnología estratégica se adelantó en los cronómetros, lo que
facilitó la derrota militar inglesa en la guerra de la independencia
norteamericana.
La relación en un contexto económico y militar dado de la
herramienta-máquina y técnica-tecnología con la ciencia, aparece aquí más
desarrollada que en Grecia y la baja edad media, más aún que con los hititas, asirios
y escitas pero mucho menos de lo que sería con el posterior desarrollo
capitalista. Un ejemplo de esta relación creciente lo tenemos, para seguir con
el estratégico papel de la marina, en los esfuerzos de la marina británica para
acelerar la velocidad de carga y descarga de los creciente pesos que sus barcos
transportaban, sobre todo de artillería pesada y sus municiones. Había que
inventar un sistema de poleas ágil pero mucho más resistente al de madera que se rompía con suma facilidad. La solución
era complicada porque la técnica había llegado a un punto de obturación
evolutiva y era necesaria una tecnología superior que tardó en llegar. Henry
Maudslay desarrolló una tecnología integrada por 43 máquinas con instrumentos
más precisos que fabricaban piezas intercambiables. Los resultados fueron espectaculares
ya que antes se tardaba cinco años en producir 100.000 marcos de polea, y el
nuevo producía 130.000 en un año, reduciendo la fuerza de trabajo necesaria de
110 obreros cualificados a 10 no cualificados.
Al avanzar el
siglo XVIII quedó claro que habían sido las fracciones más conscientes y
radicales de la burguesía ascendente, cabalgando el tigre de las guerras
campesinas y revueltas artesanales urbanas, las que habían realizado el
esfuerzo supremo en la construcción de la ciencia como sistema de contrarrestación
de la entropía, aunque desconociesen la segunda ley de la termodinámica. Por
eso cuando esta clase vio a finales del siglo XVII que había vencido en los dos
estados más importantes -Países Bajos y Gran Bretaña- y que su enemigo
irreconciliable -la alianza romano-española- estaba vencido, relajó su espíritu
revolucionario y crítico hasta que las nuevas exigencias reaccionarias
desatadas desde la mitad del siglo XVIII, le llevaron a iniciar su segunda fase
revolucionaria. Los hugonotes exiliados, los protestantes combatientes, los
duros calvinistas y las fracciones menos populistas de los anabaptistas, así
como otras corrientes democrático-burguesas que habían luchado desde las
guerras campesinas alemanas hasta finales del siglo XVII contra el catolicismo
pero también contra los campesinos y asalariados urbanos, habían ido creando
una concepción global que era el sistema en el que las teorías encontraron
comprensión, apoyo y hasta refugio entre guerras y persecuciones, también en medio
de una sanguinaria ofensiva patriarcal contra las mujeres con la excusa de la
brujería.
Pero esta ciencia
estaba controlada políticamente y cimentada por una concepción
filosófico-religiosa acorde con los intereses burgueses. El caso británico es
nítido porque ya antes de Newton, Enrique VIII fundó el Real Colegio de
Medicina en Londres en 1518 con el objetivo de controlar el poder de la medicina,
regular su funcionamiento y perseguir desde las directrices del poder los
errores y desviaciones de cualquier tipo que pudieran darse. Más tarde, en la
segunda mitad del siglo XVII cuando se creó la Royal Society la supuesta
"democracia de la ciencia" brillaba por su ausencia incluso entre las
clases ricas, pues los científicos no anglicanos que no pertenecían a la
doctrina oficial --la del experimentalismo neutral y aséptico destinado a
confirmar la coherencia de la naturaleza y de la sociedad anglicana según los
dictados del dios antipapista y proinglés-- se les negaba la aplicación de la
Ley de Tolerancia que restauraba algunos derechos suprimidos por Cromwell para
proteger los logros de la revolución burguesa.
En lo
filosófico-religioso, Newton y la Royal Society partían de una
definición de materia en la que no intervenía la iniciativa humana, y menos la
del pueblo radical e igualitarista, el que había llevado el peso de la
revolución republicana y democrática de Cromwell. La alianza entre la burguesía
atemorizada por la fuerza popular y los restos monárquicos derrotados en los
campos de batalla, que se plasmó en la Restauración de 1660, también se produjo
entre la ciencia ya institucionalizada como poder y el anglicanismo, excepto
para los no experimentalistas, como hemos visto, lo que confirma la extrema importancia
que el nuevo bloque burgués concedía al control de la producción cientóífica.
No es casual ni accesorio el papel jugado por Newton en este proceso.
6.2.- Revolución
científica y nuevo sistema tecnológico:
Recordemos que
este período se inició con el final de la guerra husita y guerras campesinas,
dio un salto cualitativo con la victoria holandesa en su guerra de liberación a
mediados del siglo XVII y otro casi simultáneo con la revolución republicana
inglesa, la dictadura de Cromwell y la decapitación de un rey, y culminó con la
derrota estratégica e irrecuperable del imperio español y de Roma, los dos
pilares básicos de la reacción más dogmática. Había triunfado el joven y
vigoroso capitalismo que, como demuestra Marx, entre la mitad del siglo XVI y
el último tercio del siglo XVIII estableció las bases de su especial y único
sistema tecnológico global. Ahora bien, ello no quita que dentro de ese único
sistema global existan diferentes subsistemas relacionados con las diferentes
fases y características evolutivas del capitalismo.
Lo común a todas
estas fases, y lo esencial y definitorio del sistema tecnológico global
capitalista, lo que le separa y distingue del de otros modos de producción
anteriores, es que el capitalismo, por un lado, supedita la fuerza de trabajo
humana a la máquina; por otro, supedita a su vez la máquina y la tecnología a
la producción generalizada de mercancías y, por último, la mercantilización se
realiza dentro de una relación social objetiva supeditada a la lógica del
máximo beneficio de la clase burguesa. Estas tres características del sistema
tecnológico capitalista se desarrollan también en lo que concierne al estrechamiento
de las relaciones entre tecnología y ciencia, por una parte, y a la subsunción
de ambos en el capital fijo o capital constante, es decir, en el conjunto de
infraestructuras, instrumentos, máquinas, laboratorios, recursos intelectuales
de todo tipo, etc., que permiten que los avances tecnocientíficos se apliquen a
la producción de mercancías y a la vez, permiten ulteriores avances realizados
desde y para los intereses económicos de esa empresa o de una agrupación de
empresas de la misma rama industrial.
El sistema
tecnológico global capitalista mantiene así una coherencia esencial desde
mediados del siglo XVI, aunque haya pasado por los subsistemas del hierro y algodón
(1770-1840), carbón y transporte (1840-1890), acero (1890-1940), petróleo
(1940-1990) y microelectrónica y chips (1990-?). No debemos confundir estos
subsistemas tecnológicos con los grandes saltos cualitativos en las relaciones
industriales, más conocidos como "revoluciones industriales", que son
procesos relativamente cortos en los que cambian las innovaciones tecnológicas,
las fases socioeconómicas capitalistas a escala mundial y la estructura global
capitalista. Sin
mayores precisiones, podemos hablar de la primera revolución industrial liderada
por Gran Bretaña que tuvo sus años de irrupción entre 1780 y 1830, y la segunda
liderada por Estados Unidos entre 1895 y 1914. Desde comienzos de la década de
1990 estamos sometidos a una tercera
revolución industrial. En lo que concierne a la ciencia, existe una clara
tendencia ascendente hacia su introducción en la industria. En la primera revolución, la ciencia
apenas tuvo parte y ella misma dio un salto después de la industrialización; en
la segunda, su presencia fue ya bastante más seria y hasta decisiva en algunos
cambios industriales esenciales, y en la tercera, determinados componentes de
la ciencia ya industrializados e insertos en el capital constante o fijo están
siendo los motores de los cambios.
Sin embargo, como
hemos visto en el caso griego, lo específico de la ciencia es que mantiene
siempre una distancia epistemológica con respecto a la tecnología, como Platón
reconoció. Según los casos y las necesidades, esas distancias se acortan y se
refuerzan las interrelaciones tecnocientíficas, pero la ciencia en su sentido
estricto, si quiere existir ha de pensar en claves propias, más abstractas y a
la vez más concretas en cuanto a descubrir las regularidades internas de los
procesos. Pues bien, sobre la tensa y vibrante realidad social del capitalismo
ascendente que rompía con el modo de producción anterior, se irguió la
capacidad de pensamiento científico precisamente en aquellas cuestiones
prácticas decisivas durante ese largo y violento parto capitalista. Contra la
concepción estática de la mecánica y del orden medieval, la física demostró la
realidad del movimiento; contra la concepción astronómica de la Tierra como
centro del universo y regalo de dios, se demostró su rotación alrededor del Sol
y su secundariedad; contra la concepción del ser humano como un cuerpo sujeto a
fuerzas externas la fisiología demostró la circulación de la sangre y la
función del corazón. Esta destrucción, que no derrumbe, de la cosmovisión medieval
en sus pilares más profundos fue además reforzada por una enorme cantidad de
descubrimientos sobre los que no podemos extendernos.
Pero esa nueva
cosmovisión nació lastrada por los límites que el contexto social imponía al
pensamiento. En aquellos siglos el grueso de los avances fueron técnicos
realizados por personas sin mucha preparación científica y filosófica, como
artesanos, carpinteros, mecánicos, etc., que se enfrentaban a las necesidades de
la producción partiendo de su experiencia y relaciones con otros inventores.
Frecuentemente vivían con apuros y sus inventos eran rechazados por los
empresarios, comprados a bajo precio o robados con trucos y engaños. Solamente
los ejércitos prestaban alguna atención regular a la investigación, pero encontraban
también grandes trabas burocráticas inerciales y/o de intereses para la
aplicación de los avances. Como veremos más adelante, los científicos
despreciaban en su inmensa mayoría los contactos con los inventores y aún más
con los trabajadores, porque estaban profundamente imbuidos por la idea platónica
y aristotélica de superioridad del trabajo intelectual sobre el trabajo manual.
Esta escisión mente7mano, tan dañina para la capacidad de conocimiento
científico-crítico e histórico-práctico, ayudó muy efectivamente al triunfo del
paradigma mecanicista de la sociedad y del conocimiento, que eran interpretados
como un grande y perfecto reloj en el que las piezas funcionaban con la
rigurosidad matemática de las leyes galileanas o newtonianas y de la lógica
cartesiana. El paradigma mecanicista justificaba así la ascensión automática e
imparable de la burguesía al poder y, por ello mismo, la marginación y/o
represión de las mujeres y clases trabajadoras que querían superar o acelerar
los ritmos del cambio social.
7.- CIENCIA,
IMPERIALISMO Y ESTADOS:
Es ya una tesis
asumida que en la historia de la ciencia se puede hablar de un "largo
siglo XIX" que abarca desde la década de los ochenta del siglo XVIII hasta
el final de la Primera Guerra Mundial a comienzos del siglo XX, es decir
aproximadamente desde 1780 hasta 1920. Naturalmente las coincidencias con los
subsistemas tecnológicos y los períodos de las revoluciones industriales, no
tienen porqué ser exactas, como tampoco con los acontecimientos bélicos,
períodos culturales y artísticos, etc. Por eso, a nuestro entender, es más
efectivo teóricamente recurrir a las fases históricas del capitalismo como modo
de producción dominante para comprender la interrelación entre los diversos
"tiempos" o "siglos". Un ejemplo, ¿cómo comprender mejor la
relación histórica entre el "largo siglo XIX" en la ciencia y el
proceso expansivo europeo que si en 1800 ocupaba o controlaba el 35% de la
superficie terrestre, en 1878 era ya el 67% y el 84% en 1914, si no es
recurriendo a la evolución de las fases capitalistas y al papel de la ciencia
en cada una de ellas? Otro ejemplo ¿qué tiene que ver con la pregunta anterior
con el hecho de que entre 1780 y 1880 la producción de carbón se multiplicó por
15, pasando de 10 a 150 millones de toneladas, y la de hierro se multiplicó por
110 pasando de 68.000 a 7.750.000 toneladas?.
7.1.- Química,
tecnología industrial e imperialismo:
La química, por
ejemplo, nos permite comprender esas relaciones ya que siendo imprescindible
para la economía -industrias múltiples, farmacopea y medicina, agricultura,
alimentación, cristales y óptica, pintura, etc.,- y también para la guerra, fue
en realidad la ciencia que no pudo nacer en el período anterior. Prácticamente
hasta que Lavoisier no atacara a finales del siglo XVIII el paradigma del
flogisto ideado a mediados del siglo XVII éste había sido la cárcel conceptual
que impedía todo salto cualitativo de la práctica empírica en la economía y la
guerra a la teorización científica. Hasta ese momento la química debía mucho
aún incluso en su terminología a viejas tradiciones que provenían de la
alquimia e incluso, vía musulmana e india, del dualismo chino del ying y del
yang como dos principios que debía armonizarse, cuando en realidad era un
problema de exceso o defecto de electrones. El asentamiento de la ciencia
química fue más lento porque el proceso mismo de nacimiento de la ciencia en
general estaba condicionado por las dificultades teóricas provenientes del
limitado desarrollo práctico, y en occidente la fuerza del aristotelismo y la
represión de la alquimia y del legado musulmán había cortado cualquier atajo; y
también las urgencias por responder en el combate global con la cosmovisión
medieval a las cuestiones más urgentes antes expuestas.
Pero la industria
en Gran Bretaña, Holanda, Estado francés y Alemania había crecido tanto aun careciendo
de la ciencia química, que cuando Lavoisier expuso sus ideas y terminología se
vivió una revolución científica con inmediatos efectos prácticos. Este
descubrimiento coincidió con el clímax revolucionario creado por la victoria de
la guerra de liberación de las colonias norteamericanas contra Gran Bretaña y
la agudización de las tensiones que desencadenaron la Revolución francesa,
movimiento que se prolongó durante el primer tercio del siglo XIX. Los
esfuerzos económico-militares realizados en las guerras napoleónicas hubieran
sido imposibles sin las perspectivas abiertas por la química científica. Tenemos
el caso de la producción de ácido sulfúrico y de sosa, que antes dependían de
procesos muy caros, lentos y escasos, pero que transformados por la nueva
química dieron un salto tremendo. Napoleón fue muy consciente de lo que
supondría para los ejércitos y economía francesa seguir dependiendo de los viejos
métodos cuando el cerco de la marina de guerra inglesa empezaba a reducir la
llegada de sosa extranjera. Por orden suya se aplicaron las ideas de Leblanc,
que desarollaban las de Lavoisier, en uno de los primeros casos de creación de
un complejo tecnocientífico e industrial-militar decidido por el Estado en
situación de guerra.
La rapidez con la
que se aplicó la química a la industria y a la guerra es otra nueva
característica de los efectos del capitalismo sobre la capacidad creativa del
pensamiento humano. Cada modo de producción tiene sus respectivas concepciones
espacio-temporales, y el capitalista, en este sentido, controla el tiempo más
rigurosamente que los anteriores, y lo acelera en una carrera obsesiva por
hacer del espacio un factor productivo más. Los hermanos Nassau simplificaron y
acortaron los gestos mecánicos de los soldados; Franklim dijo que el tiempo era
oro y Napoleón que la velocidad era su arma, y, por no extendernos, Rommel creó
los grupos de asalto. Todos ellos se adelantaron al taylorismo, fordismo y
toyotismo, pero todos se mantuvieron fieles a la obsesión capitalista por la
velocidad, sencillez, descualificación y máximo rendimiento de la fuerza de
trabajo humana uniformada militar o laboralmente. Los griegos y romanos, aunque
se acercaron a algunos de estos principios, ni pensaron, ni desearon ni
pudieron dar el salto cualitativo pues el modo de producción esclavista no
podía hacerlo, como menos aún el feudal. Esa rapidez es la que explica que a
comienzos del siglo XIX la proliferación de academias, universidades, centros
politécnicos e institutos supere con creces al pausado nacimiento de la cultura
universitaria europea en los siglos XII-XIV.
Pero la
proliferación moderna está determinada por las necesidades y tradiciones de los
capitalismos estatales, condicionados por sus fuerzas productivas. Conviene
recordar que en 1830 Gran Bretaña tenía 15.000 máquinas, Francia 3000 y Prusia
1000. En Gran Bretaña son esfuerzos privados o a lo máximo con el apoyo
personal de políticos y realeza, pero no institucional. Los franceses se orientan
más a la consolidación educativo-estatal del espíritu cartesiano, regulado y
disciplinado que impulso un gran desarrollo matemático, aunque ello no le
impide a Napoleón III organizar un concurso técnico para resolver el problema
del abaratamiento y masificación del acero, vital para la construcción civil y
las necesidades militares, resultando ganador Bessemer, cuya tecnología de alto
horno cambio radicalmente la metalurgia. La supremacía francesa, sin embargo,
empieza a agotarse justo cuando Alemania inicia su expansión en la segunda
mitad del siglo XIX, y supera a Francia en intervencionismo estatal y sobre
todo en la directa conexión con la industria, el transporte y la guerra,
sentando las bases que le convertirán en algunos decenios en la primera potencia
científica.
El caso de EEUU es
más llamativo porque todavía en 1835 carecía de una institución científica
nacional aunque el Columbian Institute existía desde 1818 y ya había aconsejado
oficialmente al Congreso en 1828 en tecnología militar naval. Fue la guerra de
secesión, o "segunda revolución norteamericana", la que forzó por fin
la creación por el norte de la Academia Nacional de las Ciencias en 1863, clave
en la dirección tecnológica de la guerra y con acceso directo a la presidencia
de los EEUU. Su impacto fue tal que acudieron observadores suecos, franceses,
británicos y alemanes para observar los ferrocarriles, telégrafos, química y
gases tóxicos, óptica y telemetría, fotografía, aerostática, cañones y
blindajes, submarinos, armas de retrocarga, ametralladoras, lanzallamas,
medicina y cirugía, transporte sanitario, alimentos concentrados, etc. Es muy
significativo el que la palabra technology se inventase para dar nombre
al que sería luego mundialmente famoso MIT --Massachusetts Institute of
Technologi—fundado en 1865 y que tenía el lema de Mens et Manus .
Como sucede casi
siempre, la palabra "tecnología" se emplea ya para cualquier época
histórica, sin preguntarse si en esa época existían las condiciones culturales
para entenderla del modo que nosotros la usamos, y del modo que tenía cuando
apareció. Somos de la opinión de que los sistemas precientíficos y protocientíficos,
no podían comprender ni tampoco necesitaban crear el concepto de tecnología.
Por ejemplo, en la cultura griega hubo dos conceptos muy diferentes, por no
decir enfrentados de técnica, de techné, y a Platón y a Aristóteles les
hubiera resultado inverosímil no sólo retroceder al concepto presocrático de
técnica como síntesis praxeológica que abarca a la totalidad de la capacidad de
pensamiento y acción creativa del ser humano, sino incluso aceptar que se podía
pensar exclusivamente sobre la técnica tal cual ellos la interpretaban como una
simple y menospreciada forma de trabajo sin ninguna validez intelectual.
Sucedía otro tanto en Roma, y en la Edad Media apenas hubo cambios al respecto.
Solamente con el llamado "renacimiento" italiano --muy
significativamente también—se empezó a recuperar el orgullo del trabajo
técnico, de las "artes y oficios" pero con altibajos.
Para que se crease
la palabra tecnology debía existir previamente una práctica asentada que
exigiese ser definida de algún modo específico que la diferenciase de otras
prácticas. Luego veremos cómo poco antes de esta época norteamericana, en el
muy selecto club del pensamiento británico se había consensuado tras largo
debate crear la denominación de scientif . La diferencia estriba en que
los norteamericanos eran ya para entonces mucho más prácticos que los
británicos, como sentenció Édison, y por eso tenían como lema Mens et Manus,
o sea, una visión mucho más cercana a los presocráticos, a los primeros
sabios y protocientíficos griegos, que el elitismo de la Royal Society británica.
Por ejemplo, en 1876 Édison creó el primer laboratorio moderno en el que se
asignaba una investigación concreta a cada trabajador según un proyecto
realizado en equipo, con los objetivos de ahorrar tiempo y lograr la más pronta
comercialización y/o industrialización del producto resultante. En 1893 Édison
dijo que él estudiaba la ciencia para inventar cosas con utilidad comercial y
no por simple amor a la verdad, como, según él, habían hecho Newton, Kepler,
Faraday y otros. Recordemos que de ese laboratorio salieron para las industrias
y el mercado inventos como la bombilla, el fonógrafo y otros muchos. No hace
falta decir que EEUU producía una de las matemáticas más adelantadas de su
época y que para comienzos del siglo XX, la ciencia aplicada estadounidense
empezaba a inquietar a Alemania, la potencia mundial dominante entonces en el
conocimiento.
7.2.- Industria y
ciencia aplicada y/o "ciencia pura":
La relación entre
muchos descubrimientos científicos y los problemas teóricos que se amontonaban
sin respuesta por el vertiginoso avance técnico, aparece claramente en uno de
los más grandes hallazgos de la ciencia, por no decir el mayor. Cuando en 1824
Carnot investigó sobre la potencia motriz del fuego, estaba constreñido por el
dogma de la teoría del calórico que, mal que bien, explicaba el funcionamiento de
las máquinas de vapor o térmicas, aunque en 1798 Rumford ya había observado que
en la perforación de los cañones se generaba enorme cantidad de calor.
Intentando resolver ese problema Carnot perfiló la hoy denominada segunda ley
de la termodinámica aunque se necesitaría más de medio siglo para, a partir de
la interconexión entre luz, calor, electricidad y magnetismo, con sus
correspondientes formulaciones matemáticas, ir dando cuerpo a la termodinámica
y a sus dos leyes básicas. No se puede hacer aquí un seguimiento de los hitos
básicos de este proceso -1857 para la primera ley; 1865 para el concepto de
entropía o segunda ley; 1871para la idea de Matwell de relacionar información y
energía y, 1877 para la reinterpretación de Boltzmann de esta segunda ley, ni
de las dificultades que encontró éste último para que se aceptara su
reformulación y las propuestas recientes del techo entrópico- y menos aún contextualizar
ese largo camino fechado entre 1824 y 1877 en las transformaciones
socioeconómicas y tecnológicas acaecidas. Pero por la importancia clave que
damos a este asunto, como veremos en su momento, sí queremos recordar a A. S.
Eddington cuando la denominó como "ley básica y superior de la naturaleza",
o Einstein como la única teoría física universal que seguramente nunca se vería
refutada, y a C. P. Snow al comparar la ignorancia de la segunda ley con la de
quien no supiera quién fue Shakespeare o no hubiese leído nunca El Quijote.
Podemos hacernos
una idea muy aproximada de los espectaculares cambios acaecidos en ese medio
siglo viendo los avances en las telecomunicaciones, conjunto ya entonces
tecnocientífico formado por la unión de todos los conocimientos y recursos
entonces existentes. Interesa
detenernos un instante en esta cuestión porque, por lo común, se tiene de
pensar que la tecnociencia surgió de bloque, en un solo parto, y nada más
acabar la II GM. En realidad, fue un proceso evolutivo que empezó
--según la perspectiva de este texto-- en aquellas ramas que iban unificando
todos los componentes y que, a la vez, necesitaban una estrecha relación
pública o secreta con su Estado. Veremos ahora que las telecomunicaciones
reunieron esas características en esta época, y también las habían reunido
antes las del complejo industrial-militar en algunas áreas suyas, cono las del
acero y la química.
Conforme el
capitalismo iba introduciendo el potencial del pensamiento humano riguroso
dentro del capital constante, es decir, conforme debía aumentar la potencia y
reducir el consumo de las máquinas, reducir el número de trabajadores y
multiplicar la productividad de las empresas, en esta dinámica tan bien
anunciada y teorizada por Marx, se iba dando indefectiblemente la subsunción
real de la técnica y de la tecnología en el capital constante, pero también de
las ciencias, cada vez más necesarias hasta llegar a convertirse en
imprescindibles para el proceso productivo, es decir , para la explotación de
la fuerza de trabajo. Así, las tecnociencias concretas surgían bajo la presión
capitalista cuando las ramas concretas de la ciencia necesaria para industria
se volvían imprescindibles y a la vez, esas mismas ciencias, dependencias de
las tecnolgías productivas para seguir obteniendo experiencias prácticas sobre
las que autocriticarse, corregir los errrores y seguir avanzando. Y, por fin,
como síntesis, la tecnociencia como tal surgió, como veremos, en la segunda
mitad del siglo XX.
El caso específico
de las telecomunicaciones es paradigmático en este sentido ya que es
verdaderamente imprescindible para la producción capitalista, y una de las
condiciones en las que Marx insistió para que el capital constante pudiera
mejorar y con él aumentar el beneficio burgués. Así, por ejemplo en 1830 una carta tardaba en llegar de
Gran Bretaña a la India de 5 a 8 meses; en 1850 de 30 a 45 días y en 1870 un telegrama
sólo 5 horas. Con toda seguridad, la idea más exacta que nos podemos
hacer del avance técnico y científico en aquél medio siglo es viendo el tendido
de cables submarinos intercontinentales, desde que se iniciaron los primeros
pasos en 1834 en Calcuta, hasta los cables que en 1879 circunvalaban Africa, existiendo
ya una red submarina que abarcaba casi todo el globo. Las razones inmediatas de esa explosión de
las telecomunicaciones fueron las nuevas ramas industriales y las necesidades
militares en primer lugar de la Gran Bretaña y después de los Estados
competidores.
La fusión entre
intereses económicos y militares nos explica la aparición de muy copas empresas
gigantes que, estrechamente unidas a los Estados, controlaban ese negocio. Por
ejemplo, de los aproximadamente 315.000 kilómetros de cable submarino
existentes en el año 1900 el 72% eran británicos y en su mayoría de una única
empresa, Eastern and Associated. Controlar esa inmensa red permitía
prácticamente todo con respecto a los pueblos no europeos sometido a una
creciente presión imperialista, pero también era una arma estratégica británica
para mantener su hegemonía mundial, como amargamente comprendió Alemania cuando
a los pocos días de estallar la guerra de 1914, la armada británica cortó todos
los cables con sus colonias y aliados reales y posibles, iniciando la larga y
creciente asfixia que ayudaría a su derrota en 1918.
Sin embargo, el
control de los avances técnicos y científicos por las potencias imperialistas y
grandes industrias desaparecía aparentemente bajo la imagen de un desarrollo
científico en el que europeos y norteamericanos, y en menor medida japoneses
-experiencia ésta altamente ilustradora de las conexiones entre economía,
Estado, guerra, tecnología y ciencia que no podemos exponer aquí-, debatían internacionalmente
y se reunían para establecer criterios, lenguajes y protocolos comunes. Así, en
1860 el químico de fama mundial Kekulé convocó una reunión para unificar la
notación química. En 1875 tuvieron lugar reuniones en París para unificar los
pesos y medidas, requisitos inexcusables para cualquier debate científico. Por
su parte, las matemáticas avanzaban a una velocidad tal que en 1897 se realizó
una conferencia en Zurich para unificar criterios, aunque quedó pronto superada
porque el total anual de publicaciones matemáticas se multiplicaba por dos
entre 1870 y 1909.
Casi la totalidad
de ciencias naturales celebraron reuniones internacionales entre 1860 y poco
antes de 1914, en un ambiente de fraternal y solidario optimismo sobre el
futuro del progreso occidental, y en medio de un debate crítico hacia la visión
mecanicista de la ciencia y de la sociedad, heredada desde el siglo XVIII pero
que los avances del siglo XIX habían minado bajo sus pies tanto en las ciencias
naturales como en las teorías sociales. Sobre estas segundas no podemos decir
aquí nada, aunque más adelante sí debamos hacerlo por sus directas conexiones
con una estrategia alternativa en todo lo relacionado con la ciencia. Sobre las
primeras, la lenta pero imparable formación de la mecánica estadística y
sistemas complejos, de la mecánica cuántica, de los rudimentos matemáticos de
la teoría del caos y de la teoría de la relatividad en las dos décadas
anteriores a 1914 muestra la formación embrionaria de lo que poco después de
1918 permitiría un salto científico cualitativo que sólo sería percibido en su plena
transcendencia con más de medio siglo de retraso.
8.- CIENCIA Y
HEGEMONIA DE EEUU:
La derrota del imperialismo alemán y la
victoria de EEUU en 1918 fue en la historia de la ciencia uno de los efectos
decisivos de la guerra mundial. Pero no fue en único ni el más decisivo porque lo que marcó globalmente
un giro cualitativo en todos los aspectos sociales fue la victoria de la
revolución soviética en 1917 y, junto a ella el inicio de una larga fase
histórica de luchas revolucionarias y contrarrevolucionarias a lo largo de
ochenta años en todo el planeta. La ciencia y la tecnología fueron también
rápidamente supeditadas a esos cambios en un proceso que si bien provenía
embrionariamente de antiguo, como hemos pretendido exponer, fue ganando en
intensidad y en extensión durante todo el siglo XIX. El gran cambio producido
por la guerra de 1914-18 fue el simple hecho del destape de la contradicción
antagónica e irreconciliable entre el Capital y el Trabajo, es decir, el hecho
de que la explotación global de las clases, naciones oprimidas y mujeres por la
burguesía había quedado al descubierto, sin tapujo ni tapaderas, de modo que ya
nada, absolutamente nada, pudo pretender mantenerse al margen de esa realidad
estructurante de la existencia colectiva. La ciencia y la
tecnología tampoco. Más aún, en la medida en que las contradicciones
interimperialistas se agudizaron entre 1918 y 1939,
agravando y complejizando las contradicciones entre el Capital y el Trabajo a
escala mundial, en esta medida se acrecentaron las presiones de los Estados
sobre la ciencia y la tecnología. Sin embargo, aun siendo ya entonces alarmante
esa tendencia, su verdadero y definitivo salto se produjo en y a partir de la
guerra de
1939-45.
8.1.- Experiencias
precedentes y presiones objetivas:
Por lo general se
ha prestado poca o nula atención en la evolución tecnológica y científica a los
conflictos que se sucedieron entre 1918 y 1939 y que fueron excelentes campos
de experimentación práctica y síntesis teórica. Guerras como las de Marruecos,
China, Abisinia y Libia, Estado español, etc., fueron campos de experimentación
en ramas tecnológicas decisivas y cada vez más relacionadas con la ciencia como
la aviación, electricidad, radio, fotografía, química, combustibles, sanidad y
alimentación.... Tampoco se ha prestado mucha atención al contextos
sociopolítico de luchas prerrevolucionarias, golpes reaccionarios, revoluciones
y contrarrevoluciones, golpes militares y nazi-fascistas, autoritarismo y giro
a la derecha de buena parte de la intelectualidad y de los científicos, como es
el caso de la mayoría de los científicos de cultura germana tras la derrota de
1918 y las oleadas revolucionarias posteriores, crisis sucesivas que reforzaron
en buena parte de ellos sus convicciones conservadoras y hasta místicas en algunos
casos. Si la ciencia no pudo abstraerse de este contexto, menos aún pudo
pretenderlo la tecnología pues ésta era modelada por la clase dominante como
instrumento efectivo de debilitamiento y/o represión de las clases
trabajadoras. Mientras que antes de 1914 los bloques que dividían a los científicos
eran casi exclusivamente de nacionalidad burguesa, a qué Estado y cultura
dominante servían, y apenas les preocupaba la llamada "cuestión
social", excepto a honrosas minorías, tras 1918 y de manera creciente la
ciencia como institución se fue cuarteando al entrar en ella los conflictos
sociales, nacionales y racistas, y bastante más tarde los de género.
Tras 1945 la ciencia se ha visto,
de un lado, presionada por el Estado capitalista para responder a los avances
de la URSS y otros "Estados socialistas", y para, simultáneamente,
aumentar la productividad de la economía a costa del saber obrero mediante la
aplicación de la tecnociencia a la producción. En EEUU la militarización de la
ciencia superó al estricto control planificador desarrollado en el Proyecto
Manhattan para extenderse directamente a todas las áreas calificadas como
estratégicas, e indirectamente a las que de algún modo pudieran aportar cosas
válidas al imperialismo yanqui que no quería repetir los errores de
despreocupación e indiferencia para con la investigación
tecnocientífico-militar programada cometidos al acabar la guerra de 1914-18 y
la anterior, la de 1861-65, cuando se dejaron morir los centros de coordinación
científico-militar, o repetir el triste espectáculo de verano de 1917 cuando
sectores muy influyentes del Ejército y de la Presidencia se
negaban a reconocer los poderes dados a los empresarios y sus científicos en
julio de ese año con la creación de la Junta de Industrias de Guerra.
Tres razones
explican el que tras 1945 se decidiese definitivamente no volver a cometer esos
errores, una, que el choque con la URSS y todo lo que significaba era de una
gravedad cualitativamente superior a las anteriores. Dentro de la escalada en la militarización
de la economía y ciencia yanqui, se produce un primer salto brusco en 1951, con
la excusa de la guerra de Corea. La botadura del submarino
nuclear Nautilus en 1954 simboliza este primer período. En 1957 se
produce el segundo salto brusco con la excusa de la ventaja espacial soviética,
con inversiones del 15% en I+D hasta mediados de los
sesenta. El tercer salto brusco se produce a comienzos de los
ochenta con el proyecto de "guerra de las galaxias", destinado a
asfixiar a la URSS y a relanzar la economía norteamericana. El cuarto y último,
por ahora, lo ha dado recientemente Clinton al anunciar inversiones masivas en
tecnología balística espacial.
La segunda razón
es que la propia fuerza expansiva de la competencia intercapitalista a la hora
de introducir la tecnología nueva en la producción obligaba al Estado a
realizar un control suficiente en beneficio de las corporaciones más poderosas
pero también del capitalismo como unidad de intereses por encima de sus partes
en permanente competición. De este modo es como se explica que, por un lado, grandes
empresas constructoras de aviones, barcos, coches, acero, química, electrónica,
etc., obtuvieran enormes pedidos militares que permitían o exigían desarrollos
con aplicación civil posterior; pero, por otra parte, otras empresas nuevas o
competidoras presionaban para acceder a trozos del pastel, para lo que creaban
grupos de presión que chocaban con los de las otras empresas, enmarañando y
burocratizando aún más las densas redes administrativas, institucionales,
universitarias, educativas... forzando la rápida industrialización autoritaria
de los laboratorios en base a la experiencia acumulada desde que Édison inaugurase
el suyo en 1876. Y la tercera es que más temprano que tarde las innovaciones
tecnocientíficas producidas por el complejo industrial-militar se expanden a
todas las ramas económicas, debilitando al movimiento obrero y aumentando la
tasa de beneficio de sus burguesías correspondientes. Salvando la autonomía en
los ritmos de estos tres procesos, se constata muy fácilmente su estrecha
relación con los objetivos estratégicos del capitalismo yanqui para mantener su
hegemonía imperialista y doblegar
periódicamente a
sus clases oprimidas.
8.2.-
Estrechamiento de límites operativos:
Pero estos
desarrollos no hubieran sido posibles sin las vías abiertas en el conocimiento
humano con anterioridad, especialmente por la mecánica estadística y su
impresionante universo de la probabilística y sobre todo, por la mecánica
cuántica definitivamente formulada en 1925-26 y su variable la física del estado
sólido. Sobre estos pilares, sin olvidar el impacto de la teoría de la
relatividad, se fue levantando el edificio de la ciencia del siglo XX que,
ayudada por pasos técnicos vitales como los aceleradores de partículas, etc.,
creó las bases para un salto epistemológico posterior. Obviamente, no todo en
esa ciencia era física, aunque la guerra de 1939-45 fue la de la física como
había sido de la química la de 1914-18., pero ahora nos resulta imposible citar
los avances en otras ciencias naturales aunque, a modo de síntesis, recordemos
que fue Schrödinger, uno de los creadores de la teoría cuántica, el que
escribió en 1944 uno de los mejores libros sobre "¿Qué es la vida?",
acelerando el proceso que desde 1953 abrió las puertas al estudio del ADN y de
las biomoléculas.
Recordemos que la
física cuántica abrió el camino recorrido después que va desde las investigaciones
militares para radares y sistemas de detección a distancia hasta los
transistores y láseres imprescindibles para la actual revolución informática.
Pues bien, muy recientemente se ha sabido que el programa secreto de I+D que
realizan grandes corporaciones norteamericanas con la ayuda y supervisión del
Pentágono en busca del ordenador de moléculas ya ha dado resultados prácticos,
iniciando la superación de los "primitivos" ordenadores de silicio y
su recambio por los moleculares, un millón de veces más potentes y mucho más
pequeños, y el ordenador molecular es el primer paso para construir el
ordenador cuántico, de prestaciones espectaculares. No podemos enunciar ahora
lo básico de esta teoría como antes tampoco lo hicimos con las dos leyes de la termodinámica,
pero sí podemos decir, al igual que Niels Bohr, que si a alguien no le
impresiona la teoría cuántica, es que no la entiende.
Vemos así cómo el
estrechamiento de los límites operativos de la ciencia y de la tecnología, al
que nos hemos referido anteriormente, se precipita conforme las contradicciones
estructurales del capitalismo obligan a sus clases dominantes a militarizar el
conocimiento científico. Pero, por la dialéctica interna al conocimiento
humano, junto a ese control externo tiende a crecer la resistencia interna de
grupos de científicos y tecnólogos y la resistencia externa de grupos
políticos, sindicatos, movimientos populares y sociales alternativos, etc. El
estrechamiento de relaciones entre ambos movimientos y hasta su fusión práctica,
será uno de los logros democráticos más progresistas y a la vez más odiados por
el saber burgués, paso decisivo para comprender la solidez científica del
ecologismo, de la crítica epistemológica del feminismo, de las críticas al
occidentalismo y eurocentrismo del saber oficial, etc. Sin remontarnos a época
anteriores, el choque entre la concepción burguesa de ciencia y la socialista
--no debe confundirse con el debate falso entre "ciencia capitalista
versus ciencia proletaria"-- fue nítido en el Congreso de Londres de 1931.
Luego, bastantes especialistas que trabajaron en la construcción de la bomba
atómica yanqui se sintieron engañados, descontento que se plasma en forma de un
boletín crítico en ese mismo año de 1945 y que una década más tarde se concretará
en el Manifiesto de Einstein y Russell y a los dos años de éste, en los
encuentros y debates entre científicos críticos. En 1959 C. P. Snow denuncia el
alejamiento del saber tecnocientífico y la cultura humanística, fecha que puede
tenerse como el inicio de la creciente crítica democrática y progresista,
también revolucionaria, que no se ha detenido hasta ahora.
Sin embargo,
también aquí la denuncia progresista chocó con el aparato teórico legitimador
del poder tecnocientífico que, en este momento, era la sociología funcionalista
norteamericana y muy especialmente las ideas defendidas por Merton sobre la
ciencia que no podemos exponer aquí, y que sirvieron para que el imperialismo
yanqui presentase a sus "consejeros" como adalides desinteresados y democráticos
del "progreso". La ciencia era oficialmente definida como un saber
exacto, desinteresado, solidario e internacionalista y, en especial, libre de
las presiones institucionales, capaz de juzgar internamente a los estafadores y
excluirlos de la institución, y de premiar públicamente a los buenos
científicos. Se negaban así todas las dependencias estructurales de la ciencia
para con el imperialismo capitalista y se echaba un espeso manto de silencio y
ocultación a todas las barbaridades, fallos, errores, destrozos y crímenes que
el imperialismo realizaba gracias, entre otras cosas, a la decidida
participación de científicos en sus ejércitos, servicios secretos, embajadas y
consulados, gabinetes de propaganda, industrias militares, centros de investigación,
etc. Esta falsificación reforzó la ideología cientifista y tecnocrática
previamente existente y que se había extendido con una versión propia en lo que
entonces se definía como "bloque socialista" y en sus partidos dentro
del capitalismo.
9.- ORDEN,
BUROCRACIA Y MENTIRAS:
Una afirmación
constante en este escrito es la de las relaciones del conocimiento dominante
con los intereses de la casta, clase, género y/o nación dominante; pero otra
también es la del potencial creativo y emancipador del conocimiento humano. El
que las castas dominantes del Creciente Fértil monopolizaran en su exclusivo
interés la difícil escritura cuneiforme; el que en la Academia griega sólo
aprendieran algunos hijos de algunos ciudadanos ricos; el que los mandarines
chinos se dejaran crecer las uñas para mostrar que no dependían del trabajo
físico; el que el Inca mantuviera una estricta jerarquía cultural; el que
fueran grupitos secretos los que interpretasen las sagradas escrituras judías y
la kábala, y también los Libros Sibilinos romanos; el que la Iglesia alto
medieval no enseñase a leer a los frailes que perdían su vista copiando
incunables sin saber qué escribían; el que el poder bajo medieval intentase
controlar con rigor la vida universitaria y los libros que se editaban en las
primeras imprentas...estas y otras prácticas de control y exclusión que no han
desaparecido en absoluto en la sociedad capitalista ha tenido y tiene efectos
terribles sobre la evolución del pensamiento humano y en concreto sobre la
capacidad de mejora tecnológica y científica.
9.1.- Identidad y
continuidad históricas:
La condena de la
masas trabajadoras a la ignorancia y el control por el poder de su empobrecida capacidad
de pensamiento responde a las necesidades del orden explotador, pero también
refleja los límites internos de las contradicciones sociales y en especial del
desarrollo de las fuerzas productivas, que no planteaban la exigencia objetiva
de formar técnicamente a la fuerza de trabajo social más allá del nivel alcanzado.
Así se comprende que en cada contexto sociohistórico existieran determinados
límites objetivos no sólo al pensamiento, sino también a la evolución de las
herramientas y técnicas. El muy lento avance en la mejora de los arreos y
atalajes de la fuerza de tracción animal es un ejemplo concluyente; otro es la
plasmación histórico-concreta de la tecnofobia como paradigma limitador de
avances tecnológicos como es el caso de las calzadas romanas, de muy caro
mantenimiento y más aptas para la velocidad militar que comercial, comparadas
con las medievales desde el siglo XII; otro es también el lento desarrollo de
las artes náuticas teniendo en cuenta su importancia y la necesidad de
controlar el riesgo de la navegación. Hemos escogido conscientemente tres
ejemplos que nos remiten al complejo formado por el pensamiento, el
espacio-tiempo y la economía, complejo decisivo para aproximarnos al problema
de la ciencia, que veremos luego.
Este complejo
también explica la identidad esencial que existe en las prácticas de mentira,
engaño, falsedad, manipulación, apropiación, plagio, fraude, etc., tan comunes
en la historia del pensamiento y que tienden a aumentar conforme el capital
constante o fijo subsume a la tecnociencia como factor productivo, según hemos
visto. Por ejemplo, Pitágoras (585 adne) no inventó su famoso Teorema, ya conocido
por los chinos y la cultura oriental; Hiparco (514 adne) plagió y usó sin citar
los conocimientos astronómicos babilónicos. ¿Y qué decir de Platón, defensor de que el
Estado mintiera al pueblo, ocultador de las tesis materialistas atomistas de
Demócrito y tal vez el primero en justificar filosóficamente la eugenesia
social en beneficio de la clase dominante? Ptolomeo copió sin rubor los datos
de Hiparco. En la edad
media era normal manipular y falsificar textos. Galileo
no tuvo reparos en mentir al afirmar que había realizado experimentos que nunca
hizo, siguiendo la costumbre de sus admirados comerciantes venecianos y
florentinos, capaces de afirmar cualquier cosa con tal de asegurar su
beneficio. Bacon reconocía que el fin del conocimiento era la utilidad
material, aceptaba sobornos y era un personaje marrullero y tramposo. Newton
era un insoportable ególatra apasionado por el dinero, la alquimia, profetismo
y esoterismo, falsificó firmas para desacreditar al bonachón de Leibniz que
publicó en 1684 su cálculo diferencial sin saber que Newton lo creó veinte años
antes pero sin publicarlo hasta 1687, y manipuló y apañó cálculos de su
"Principia Mathematica", obra partera del método científico moderno. Bien
es cierto que la relación entre ambos estaba afectada también por los debates
sobre el concepto de tiempo, debate en el que el engreído Newton no se dignaba
participar directamente y lo hacía mediante una tercera persona que actuaba
como escribiente portavoz del inglés, pero esa discusión no hace sino explicar
mejor el problema de fondo.
Podríamos
extendernos durante muchas páginas enumerando a los científicos que han hecho
trampas de cualquier tipo, pero nos interesa más comprender las causas de su
proliferación. Barnaby Rich afirmaba en 1613 que una de las desgracias de su
tiempo era la imposibilidad de digerir la enorme cantidad de ideas inútiles que
se publicaban. Medio siglo
después apareció la primera revista científica, y una de las preocupaciones más
serias de los sabios de aquél siglo XVII fue la de intentar controlar la masa
de publicaciones para poder separar la paja del grano. En una sociedad en la
que la ciencia se acercaba cada vez más a la producción vía necesidades
militares y tecnología fabril, la publicación de cartas, artículos y textos era
una de las formas directas de los científicos para asegurar su poder.
El injusto ataque de Newton a Leibniz por el derecho de
propiedad del cálculo diferencial era sólo una continuación del secretismo de
las investigaciones estratégicas de los grandes Estados del siglo XVIII y también,
del de los caldeos para monopolizar la tecnología del hierro, y un anuncio de
la disputa francoestadounidense
por la patente del virus del SIDA, o del actual pacto entre una empresa privada
y el consorcio internacional en la carrera por el genoma humano, por citar
casos públicos y no extendernos a las implacables disputas entre las grandes
corporaciones por monopolizar los avances tecnocientíficos.
La historia de los premios Nobel, sin ir muy lejos, está
surcada de querellas y denuncias ante juzgados e instituciones científicas por
el derecho de propiedad de las investigaciones premiadas. Y esas
disputas no responden sólo al afán por el reconocimiento personal de los autores,
sino también y muchas veces sobre todo, a los grandes intereses económicos,
políticos, militares y culturales existentes, y que se movilizan mucho antes
incluso de conceder el premio Nobel concreto, presionando y chantajeando con
toda serie de recursos.
9.2.- Causas
sociales e intereses clasistas:
Las relaciones
entre economía e investigación son las que explican la proliferación de
fraudes, trampas, manipulaciones, plagios, boicoteos a otros científicos,
silencios y marginaciones, etc., por desaprensivos advenedizos que buscan fama
y dinero fáciles, envidiosos que quieren arruinar o desprestigiar otras investigaciones,
científicos laureados y encumbrados que necesitan mantener su poder, empresas
que necesitan resultados espectaculares, etc. En estas disputas vale de todo,
listas manipuladas de firmantes conocidos para desprestigiar o prestigiar;
presiones a los editores de revistas para que a su vez presionen a los autores
de artículos o escritos novedosos, o no los publiquen o añadan una nota aclaratoria,
o los censuren con cualquier excusa; presiones para reducir o anular la
financiación de los competidores; sobornar a ayudantes y colaboradores en otras
investigaciones para que las abandonen, boicoteen o espíen para la competencia;
presiones al poder político para que intervenga de alguna manera en contra de
la competencia científica, etc.
Ya en 1830 Charles
Babbage realizó un estudio pionero sobre esta problemática, y en 1981 en
gobierno de los EEUU tubo que crear una comisión por el alarmante aumento del
engaño, preocupación que se ha acrecentado posteriormente en todos los países
al constatar que la definitiva asalarización de los investigadores por empresas
sin escrúpulos ha hecho que junto al fraude y el engaño científico se multipliquen
los daños a la salud, la contaminación y el carácter incontrolable del complejo
tecnocientífico privatizado y sometido a los intereses de las grandes empresas
en sus peleas mutuas.
Recordemos la
pugna en EEUU a finales del siglo XIX entre las empresas productoras de
corriente eléctrica continua y corriente eléctrica alterna, empleando todos los
recursos propagandísticos y manipuladores posibles, incluidos los filosóficos
sobre la pena de muerte y la silla eléctrica. Otras veces, este sistema de
engaño es un fiel instrumento para el beneficio de empresas carentes de
escrúpulos, como las grandes tabaqueras yanquis que han utilizado sus
laboratorios para desprestigiar las denuncias científicas de los letales
efectos del tabaquismo; o de las eléctricas para endulzar el veneno nuclear; o
de las petroquímicas para minimizar su responsabilidad en el efecto invernadero
y cambio climático, o de las agrobussines para legitimar socialmente las
biotecnologías transgénicas; o de las corporaciones en microelectrónica,
computación e inteligencia artificial para ocultar sus estrechas relaciones con
el poder capitalista.
Basta tener en
cuenta, por ejemplo en el caso de la biotecnología que en 1973 se hizo la
primera patente de técnica de recombinación genética, en 1975 fundó la primera
empresa de ingeniería genética -Genentech Incorporated- iniciando una carrera
meteórica que ya en 1993 consiguió por primera vez clonar embriones humanos
aunque no prosperase el invento. Pues bien, precisamente en esos años la
industria biotecnológica dedicaban el 25% de sus presupuestos en la propaganda
y publicidad de las excelencias de la nueva "ciencia milagrosa".
¿Sorprende entonces la estratégica disputa entre la empresa privada Celera y el
consorcio internacional por la propiedad del descubrimiento del genoma humano? Tampoco
olvidemos los departamentos de investigación de las universidades capitalistas,
estrechamente dependientes de las "aportaciones privadas" de las
grandes empresas y de los Estados. ¿Y qué decir de los equipos que trabajan en
el complejo científico-militar que ocupa el grueso de los presupuestos en I+D?
9.3.- Fuerza de
trabajo tecnocientífica:
El grueso de
científicos e ingenieros -tecnólogos- se han convertido ya en trabajadores
asalariados carentes, como el resto, de toda autonomía sobre su fuerza de
trabajo intelectual. Son otros, los patrones civiles y/o militares, quienes
deciden, planifican y valoran en definitiva el producto de su trabajo. Y lo hacen
siempre según el beneficio que obtengan. En estas condiciones, los trabajadores
en tecnociencia pierden o ven muy limitada su independencia creativa, su
capacidad crítica y sus ritmos propios de trabajo, supeditándose a la lógica
capitalista y a su temporalidad. No es sorprendente, así, que el debate creativo
interno se limite cada vez más a aquellas áreas de la ciencia fuerte o pura, la
que no tiene una directa aplicación productiva, e incluso en esta ciencia los
debates sólo se libran en aquellas zonas no declaradas como secretas, de
"seguridad nacional" o estratégicas por el poder que las subvenciona.
En el resto de áreas, se publica lo que no puede ser aprovechado por la
competencia, o lo destinado a crear sensacionalismo y atraer rápidas ayudas
financieras, o aquello que cuestiona o minimiza otras investigaciones
competidoras para restarles credibilidad institucional, universitaria y/o
empresarial.
La asalarización
no ha suprimido los controles de la jerarquía dominante en la institución
científica que se formó a comienzos del XVII con las alianzas entre científicos
y los centros institucionales del saber dominante, como universidades,
ministerios estatales y hasta algunas iglesias. Cuando Newton atacó a Leibniz
movilizó esa jerarquía ya asentada fuertemente en la segunda mitad del siglo
XVII y que luego le elevó a él mismo como una de las figuras míticas. Esta
jerarquía criticó muy justamente a Lavoisier en 1775 por haber utilizado sin
citar la teoría del oxígeno que Priestley le había expuesto personalmente un año
antes y decisivas para el nacimiento de la química científica. Sin embargo,
otras veces esa jerarquía frena el desarrollo científico al oponerse con todos
los medios a nuevas ideas, desprestigiando a sus impulsores y aislándolos. El
gran Boltzmann no aguantó esas presiones demoledoras y se suicidó en septiembre
de 1906, y sus fundamentales ideas tardaron todavía muchos años en ser
aceptadas por la "comunidad científica". Otro muchos investigadores
han padecido las mismas presiones internas, siendo marginados o cediendo ellos
mismos. Sin embargo, las intervenciones más duras e implacables de esa burocracia
se han realizado y se realizan contra las concepciones científicas que más
directamente abren vías de concienciación política, social, democrática, etc.
Esta burocracia
puede mal que bien tolerar antes de rendirse y aceptar el o los nuevos
descubrimientos y hasta paradigmas que no cuestionan el sistema que les
alimenta y enaltece, pero, en cuanto institución con poder, se enfrenta sin
piedad a los científicos que "politizan" la investigación y sobre
todo sus aplicaciones materiales. Esta burocracia, que se ha constituído en
todas las ciencias concretas mediantes colegios profesionales, departamentos
universitarios, grupos de prensa con revistas especializadas, centros de
investigación de empresas asociadas, ministerios estatales y complejos
industrial-militares, de modo que, por crudos intereses crematísticos, esta
burocracia vigila los contenidos y efectos políticos de las investigaciones que
se realizan. La lista es tan larga que ahora no podemos extendernos, pero en un
capítulo próximo veremos los nudos gordianos que determinan que esta
institución de poder sea una máquina de control social que ha ido creciendo
desde las raíces profundas de opresión y marginación heredadas desde hace
varios miles de años.
Y pese a que la
jerarquía ha quedado desbordada por la multiplicación exponencial de las
investigaciones, por el aumento de las tensiones económicas y sociales internas
a la ciencia, por el torrente de fraudes y engaños incontrolables que han
exigido a los Estados intervenir y por la crítica democrática y progresista al
aparato científico dominante, no ha disminuido su poder como se comprueba en el
debate actual sobre el descubrimiento de la vacuna contra la malaria, tema en
el que el capitalismo imperialista y su industria médica tienen grandes
intereses. Multitud de jóvenes investigadores con ganas de explorar nuevas vías
y de democratizar la ciencia sufren las presiones de esa jerarquía muchas veces
invisible pero plomiza cuando hace falta.
10.- PRAXIS,
CIENCIA Y RACIONALIDAD:
A lo largo de las
páginas anteriores hemos estado viendo las interacciones de cinco grandes
bloques que, en su conjunto, nos llevan a lo que es la ciencia actual, la hoy
existente. Estos bloques son: uno, la dialéctica entre las fuerzas productivas
y las relaciones sociales de producción; dos, la práctica de explotación de
género, nacional y clasista; tres, el sistema de pensamiento y conocimiento
efectivo humano, capaz de transformar la realidad, y su racionalidad de fondo,
substantiva; cuatro, los productos de este sistema mediante sus conexiones con
la herramienta-máquina y la técnica-tecnología, siempre en los contextos
históricos objetivos a las personas; y, cinco, los marcos sociales concretos
que inciden en la aplicación última de esos avances potenciándolos,
retrasándolos o impidiéndolos y, por otros caminos, influyen también en los
puntos anteriores. Aunque apenas hemos podido profundizar en ninguno de ellos y
menos aún en los dos primeros, dándolos por ciertos, y justo un poco en el tercero,
sí debemos insistir en su permanente interacción pero dentro de una coherencia
sistémica determinada en última instancia por la dialéctica entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción.
10.1.- Tres consideraciones imprescindibles:
Lo que actualmente
se entiende por "ciencia" es el resultado en nuestro espacio-tiempo
capitalista, patriarcal y occidental de esa interacción en la que, obviamente,
la dialéctica enunciada en el bloque uno ha adquirido múltiples y variadas
formas de manifestación. Se trata, en suma, de un proceso en el que los factores
que impulsan el nacimiento de la ciencia como práctica ordenada y sistemática
sólo se han formalizado muy recientemente, pero en el que ya de antiguo
aparecieron adelantos brillantes. Tres ejemplos nos ayudan a comprender esta
aparente contradicción entre la modernidad de la ciencia tal como se entiende
ahora, el pensamiento humano como construcción histórica que mantiene diversas interpretaciones
sobre la ciencia y, pese a todo, la capacidad del pensamiento para adelantar en
algunos casos determinadas ideas embrionarias más o menos relacionadas con
avances científicos posteriores.
El primero, el que
concierne a la modernidad de la ciencia, sabemos que Lavoisier carecía de la sistematicidad
programada de los científicos de la mitad del siglo XIX en adelante, y sus
investigaciones se desarrollaron a trompicones y desordenadamente. Hemos puesto
la fecha de la mitad del siglo XIX porque fue entre 1834 y 1840 cuando sabios,
estudiosos y filósofos debatieron qué nombre dar a quienes como ellos se
aplicaban al estudio racional de las cosas y comenzaron llamándoles
"scientist" por analogía al de "artist", para terminar
inventando el de "científico". En 1880 se mantuvo un interesante y aún
actual debate entre el científico Huxley y el literato Arnold en el que se
dilucidaba si la ciencia debía ser un conocimiento exclusivo de los científicos
y técnicos o un método seguro de pensamiento y conocimiento accesible a
cualquiera. El debate entroncaba, al margen de la voluntad de sus
participantes, en una discusión crítica que había insinuado algunos socialistas
utópicos y románticos y que en enriquecería con el tiempo según las luchas
sociales avanzaban en una concepción global alternativa a la burguesa.
La crítica del
cientifismo, la tecnificación y del poder incontrolable de la tecnoburocracia
no rechaza el método de conocimiento científico sino que, grosso modo, plantea
que la modernidad de la ciencia actual responde en buena medida a las necesidades
del capital y no de las clases oprimidas.
Además, el
segundo, la actual ciencia se ha desarrollado superando sólo muy tardía y
minoritariamente la tendencia del pensamiento poco documentado a identificar
las cosas con sus propiedades, y otorgar cualidades ocultas a los objetos
desconocidos en sus características básicas. En este sentido, la ciencia moderna
sólo aparece cuando, siguiendo el ejemplo de la química, se supera el flogisto
como cualidad oculta, o en la electricidad se supera el fluido eléctrico, o en
el funcionamiento del cerebro y de la inteligencia se supera el alma, o en la
combustión y el calor se supera el termógeno, o en la evolución supera el
creacionismo divino, etc. Aun y todo así, las interpretaciones populares y
sociales de lo que es la ciencia siguen siendo diferentes, como es diferente la
gama de definiciones que, dentro de la ciencia moderna, está a disposición de
la gente. Por un lado, tenemos todas las "definiciones" de
"ciencias" que van desde la parapsicología y esoterismos varios hasta
la "ciencia mariológica" o sobre la "virgen María" de los
cristianos, por ejemplo; por otro, la ciencia como indagación desinteresada,
teórica, de la realidad, en sentido holístico; además, la ciencia como
explicación causal de fenómenos mediante la reducción analítica y la
abstracción conceptual; por último, la ciencia como conocimiento práctico de
las interrelaciones de y en la realidad objetiva natural y social.
No hace falta
decir que hay muchas definiciones particulares de ciencia, y que excepto la
primera aquí expuesta, todas ellas tienen como identidad básica el que han dado
el salto de la argumentación idealista a la comprensión materialista.
Sabemos, el
tercero, que el funcionamiento del cerebro, cada vez más estudiado, explica sin
necesidad de recurrir a dioses o espíritus, hechos tan comunes como las
intuiciones, los "sueños", "premoniciones", etc., y en
algunos casos, generalmente en el de personas habituadas a la reflexión crítica
y creativa con un sólido bagaje conceptual, tiene capacidad para con poco datos
contrastables elaborar hipótesis más o menos débiles e imprecisas, ideas poco
elaboradas, sugerencias, etc., que en alguna medida pueden coincidir con o
incluso adelantar descubrimientos posteriores. Tales y Anaximandro descubrieron el principio de que
"Las partes cambian, el todo permanece" en una premonición de lo que
sería la primera ley de la termodinámica: "la materia ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma". Anaxágoras
al descubrir la dialéctica entre mano e inteligencia se adelantaba a multitud
de ciencias actuales. Heráclito y sobre todo Jean Buridán y la Escuela de París
en el siglo XIV adelantaron nociones de la teoría cuántica de Max Planck que
superaba el paradigma newtoniano. En el siglo III adne Aristarco de Samos
adelantó la tesis heliocéntrica que más tarde perfeccionaría Copérnico
desmontando el paradigma geocéntrico de Ptolomeo.
Y es fácil seguir
enumerando ejemplos de cómo en bastantes ciencias hay ideas o sugerencias más o
menos valiosas adelantadas hace siglos, por ejemplo la de F. Bacon sobre los
movimientos de los continentes. Sin ir muy lejos, en un libro muy reciente
sobre "Las leyes del caos", Prigogine nos remite a las diferencias
entre Platón y Lucrecio para explicar la duración bimilenaria de un debate
entre determinismo y cambio, señalando el "paralelismo inesperado"
entre Lucrecio y Einstein, tanto más sorprendente cuanto que ambos están
separados por la mayor revolución en la historia de nuestras relaciones con la
naturaleza, el nacimiento de la ciencia moderna.
10.2.-
Conocimiento humano y praxis científico-crítica:
Estos ejemplos
muestran que si bien la ciencia es una creación reciente condicionada por la
burguesía, el pensamiento humano ha sido y es capaz de adelantar algunas ideas
geniales con muy limitadas bases de conocimientos y en unos marcos sociales en
los que la explotación y la opresión eran realidades que imponían condiciones
precisas a quienes las pensaron. Muchas han desaparecido destruidas u
olvidadas, otras muchas han sido negadas por la investigación pero algunas han
demostrado parte de verdad y hasta iluminado avances posteriores. Se constata
así la existencia de una praxis histórica del conocimiento que avanza en
algunas sociedades entre cortes, estancamientos y retrocesos más o menos
prolongados y destructores de lo logrado hasta entonces.
Una praxis que
define mediante convenciones más o menos ásperas, en las que no faltan las
exclusiones y silenciamientos, lo que es la "realidad" oficialmente
estudiable y lo que es oficialmente repudiable, secundario o insignificante, y
hasta pecado. Una praxis que se caracteriza por la tendencia a criticar el orden
dogmático existente, el paradigma dominante del saber y sus estructuras de
orden, burocracia y mentiras. Semejante praxis también puede desarrollarse
dentro de la tecnociencia dominante, pero ha de hacerlo asumiendo sus riesgos y
siendo consciente de los valores éticos emancipadores que defiende. Una praxis,
por no extendernos, sin la cual hubieran sido imposible las demoledoras
críticas de los movimientos socialistas, sindicalistas, feministas,
ecologistas, alternativos, populares, pedagógicos, etcétera.
Por ejemplo, sin
esa praxis no sabríamos con suficiente rigor y datos científicamente
incuestionables que la "carrera espacial", el armamentismo en todas
sus formas, etc., absorben inmensos recursos que terminarían con el sufrimiento
de cientos de millones de seres humanos, y no responden sólo a lo que decía
Aristóteles de la admiración ante el mundo como razón del conocimiento, sino a
los intereses antagónicos entre las potencias capitalistas y las anteriormente
"socialistas" y después, a las necesidades de la ciencia astronómica
que es, ella misma, producto de intereses sociales anteriores, pero que
mantiene una autonomía propia al tener un alto contenido de lo que llaman
"ciencia fuerte" o "ciencia pura".
Así comprendemos
que cuando ahora la prensa explica los sorprendentes descubrimientos del Observatorio
Espacial Chandra, por poner un ejemplo reciente en un área especialmente
manipulable por la ideología progresista de la neutralidad de "la
ciencia" que en sólo un año ha avanzado mucho más que en un decenio, hay
que comprender no sólo la relación entre planificación y desarrollo de nueva tecnología
hasta y nuevos descubrimientos, sino también continuación de una estrategia de
definición de lo que es la ciencia oficial, sus costos y sus objetivos
prioritarios, y una propaganda generalmente parcial y alienadora que silencia
otras cuestiones tanto o más decisivas como, entre muchas ¿es ético gastar esas
cantidades inmensas cuando se multiplica la pobreza por el mundo? ¿quién decide
esos gastos? ¿quién decide cómo se realizan las investigaciones?, ¿quién se
beneficia de sus resultados? Todos sabemos que es mentira la respuesta de que
quien decide y se beneficia es "la sociedad" y menos "la
humanidad. ¿Entonces?
Es en última
instancia la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales
de producción, es decir la acción humana en sus contextos históricos, la que
impulsa, detiene o cambia el rumbo y contenido de esa praxis del conocimiento,
pero, a la vez, esa dialéctica se expresa en y mediante opresiones y
explotaciones estructurales que con sus luchas defensivas u ofensivas obligan
al poder a reacccionar. El sistema de conocimientos entonces existente es
forzado por esas luchas y reacciones y debe responder a ellas, optando por un
bando u otro lo que inevitablemente repercute en la propia creatividad del
pensamiento colectivo e individual. Podríamos expresar el dilema y
frecuentemente la angustia que embarga a los "sabios" en esos
mementos de opción recordando a Laotsé y de Anaxágoras.
Tanto en un caso
como en el otro, en el de la no-acción y el oportunismo como en el de la acción
y el compromiso, en ambos se establece una relación de causa-efecto entre lucha
social y conocimiento que se vuelve reversible en efecto-causa entre ambas
partes de una totalidad concreta en permanente cambio contradictorio. Según
esta dinámica avanza, se estanca o retrocede, esa relación de
causa-efecto-causa posterior, etc., puede llegar en determinadas circunstancias
a producir saltos bruscos, cualitativos, en la praxis histórica del
conocimiento, verdaderas revoluciones científicas que cierran períodos y abren
otros, acelerando el cambio de los viejos y superados paradigmas por otros
nuevos.
10.3.- Cambios y
avances en la racionalidad substantiva:
De todos modos,
esos cambios no anulan toda la valía de algunos de los viejos paradigmas, sino
que éstos conservan determinadas partes pero dentro ya de otra concepción más
rica en interacciones y conexiones. Y aún y todo así, esa praxis histórica
nunca está segura definitiva e irreversiblemente ni es automática ni mecánica
en su avance, ni su verdad es absoluta ni eterna, sino relativa y temporal,
aunque mientras dure el proceso de avance tiende a mayores y mejores
interconexiones con otras verdades también temporales y relativas. Cada período
histórico hereda y transforma simultáneamente un sistema de conocimiento, actualmente
llamado ciencia, que expresa el nivel de praxis interactiva de la especie
humana con la materia como categoría filosófica que sintetiza una realidad
objetiva compleja que nos incluye como especie animal con capacidad de
reflexión subjetiva.
La realidad
objetiva compleja preexistente a nosotros es la que, con sus regularidades,
impone a la larga los límites de la falibilidad praxística del conocimiento, y
la que, con su constante emergencia de lo nuevo, complejo y cambiante,
posibilita pero no impone automáticamente el desarrollo de nuevos conocimientos.
Es la sociabilidad humana la que facilita y acelera o dificulta y ralentiza esa
posibilidad, su contenido y forma, orientándola hacia unos objetivo e ignorando
o prohibiendo otros. Siempre desde esta perspectiva larga e insegura, se
aprecia una tendencia no teleológica de nuestra especie a ahorrar esfuerzo,
penosidad, sudor, cansancio y a economizar tiempo y fuerza de trabajo mediante,
por un lado, herramientas y máquinas, técnicas y tecnologías, y por otro lado,
mediante la mejora del conocimiento como proceso creativo capaz, según Marx, de
elevarse de lo abstracto a lo concreto, o según Perrín de explicar lo visible
complicado por medio de lo invisible simple.
Esta tendencia es
inseparable de la vida real y de sus contradicciones. Y cuando estas no son
antagónicas ni en el seno de la colectividad ni con la naturaleza objetiva, con
el nicho ecológico o ecosistema, puede producirse una agradable aunque incierta
situación de equilibrio inestable tanto en el interior del colectivo como con
el exterior. Aquí la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones
sociales de producción no rompe la relación energética y trófica con la
naturaleza objetiva, y el pensamiento humano puede resolver fácilmente el
desgaste entrópico en un entorno cerrado mediante la apertura de nuevas posibilidades,
de nuevas relaciones creativas siempre en el equilibrio inestable aunque
sustentable. Podemos recurrir a la imagen del bosque rico en biodiversidad,
complejidad e interacciones generadoras de nuevas especies de las cuales la
humana es una de ellas, que se regenera y limpia en su misma vitalidad y que
cuanto más amplitud adquiere más vivo está.
En estas
situaciones se puede mantener un equilibrio entre el trabajo necesario y la
producción de placer, de modo que la ley del mínimo esfuerzo se desenvuelve en
su materialidad consciente. Pero cuando las contradicciones devienen en
irreconciliables porque ha surgido la explotación humana quedan condicionadas
definitivamente la capacidad de pensamiento y las relaciones con la naturaleza.
Sobre la ruptura de esa unidad natural surge la explotación de género, nacional
y de clase, también el pensamiento humano se escinde por la supeditación del
trabajo manual al intelectual, se expande la alienación como síntesis del
tránsito del valor de uso al valor de cambio, y la naturaleza queda sujeta al
interés de la minoría dominante. Desde entonces no es posible separar la
capacidad de pensamiento de las limitaciones sociales, del dolor e infelicidad
mayoritaria y de creciente destrucción de la naturaleza.
El pensamiento
humano ha caminado desde entonces atrapado por la contradicción de fondo entre
la necesidad de explicar lo que es y está ya dado, desde la pobreza y la
explotación hasta la naturaleza tal como se presenta, y la necesidad de
comprender por qué pese a eso estático y quieto también aparece lo nuevo y
cambiante, desde las resistencias a la injusticia hasta lo nuevo y desconocido
de la realidad. Esta contradicción recorre la historia de la praxis y todos los
sistemas de conocimiento se han tenido que enfrentar a ella. Una constante que
va acrecentándose a lo largo de ese enfrentamiento es la importancia del tiempo
tanto para mantener el orden y el dogma como para destruirlo. La velocidad y
rapidez se van imponiendo en respuesta contradictoria a la lógica interna a la
explotación y a la destrucción de la naturaleza. Los sucesivos e inciertos
pasos del conocimiento desde la preciencia a la ciencia muestran esa tendencia.
Y con ella la del control del espacio tanto en su forma material como
simbólica.
A lo largo de esta
trayectoria no automática ni lineal, sino con derrotas y retrocesos, en
Occidente se han sucedido tres grandes sistemas de racionalidad como son, uno,
el que va desde los destellos del pensamiento en Egipto y que con todos sus
vericuetos y cortocircuitos llega hasta Grecia y, tras las luchas de clases
internas y las presiones externas, sufre una escisión interna entre, por una
parte, la concepción unitaria de los presocráticos con su "técnica"
como síntesis de la capacidad de pensar y hacer, y, por otra parte, la versión
oligarca y reaccionaria ya definitiva en Platón y que con Aristóteles toma la
forma definitiva de racionalidad contemplativa. Este sistema racional
sobrevivirá con los cambios introducidos por la Iglesia en la Edad Media, para
entrar empezar a desaparecer con el surgimiento de la racionalidad capitalista.
Es Descartes quien sintetiza las bases de esta segunda racionalidad, aunque
también intervienen otros en problemas y épocas diferentes como Newton, Kant,
etc. La base de esta segunda racionalidad es precisamente su concepción de la
importancia de la técnica, pero una importancia sólo actual, contemporánea, que
no tiene en cuenta la evolución de la historia y de sus contradicciones, es decir,
es una racionalidad técnico-ahistórica, como la ha definido alguien, y por ello
mismo mecanicista y determinista. La tercera racionalidad, la
histórico-práctica, tiene su origen en los movimientos críticos nacidos en el
primer tercio del siglo XIX, aunque enlaza con todas las tradiciones
emancipatorias anteriores, y es en Marx en donde tiene su exponente más pleno,
aunque en niveles más específicos aparece en otros muchos investigadores.
La razón de fondo
que explica esta tendencia es la necesidad de contrarrestar como fuera el
efecto destructor de la entropía en el sistema cerrado humano, encerramiento
producido por la opresión interna y la destrucción creciente de la naturaleza. Sin
saberlo, incluso algunos pensadores de las clases dominantes, a la hora de
enfrentarse a los problemas tenían que buscar limitada y contradictoriamente alguna
forma de frenar la entropía ampliando la complejidad creativa. O sea, como dijo
Marx: "no lo saben, pero lo hacen". Tanto la ley de la productividad del trabajo como la ley
del valor-trabajo tienen, sin quererlo ni saberlo, el efecto de poner un poco
de orden en el desorden, pero, a la vez, generan mayor desorden porque se mueven dentro de la lógica de la explotación y
destrucción de la naturaleza. El conocimiento surgido en y de esa
realidad histórica que dura varios miles de años, no escapa a la dialéctica
entre racionalidad parcial e irracionalidad global, y por ello tampoco la
ciencia actual,
desarrollada por
el capitalismo.
10.4.-
Irracionalidad global y racionalidad parcial:
Cuando desde
mediados del siglo XIX se denunció y se advirtió que el aumento de la
racionalidad parcial de un empresario que mejoraba su fábrica, que reducía el
consumo energético, que intentaba limitar sus humos y vertidos de aguas sucias,
etc., no podría evitar el aumento de la irracionalidad global del capitalismo,
las clases dominantes ni siquiera prestaron atención a esa advertencia tan
premonitoria. Incluso la mayoría de los izquierdistas y progresistas de
entonces la desoyeron y continuaron aceptando el paradigma dominante del
progreso burgués. Pero conforme transcurrían los decenios y el capitalismo se
expandía por el planeta provocando junto a devastadoras guerras mundiales
también toda serie de contrarrevoluciones y desastres, algunos comenzaron a
releer aquellas advertencias, y desde hace medio siglo ya son incuestionables.
La irracionalidad global surge por el efecto sinérgico negativo del propio sistema
capitalista, que no es una simple suma de racionalidades parciales, sino una
totalidad en movimiento que se rige por el antagonismo de sus contradicciones.
La irracionalidad
global puede reducirse o ampliarse por la acción de la racionalidad parcial y
viceversa, en una pugna permanente e inevitable porque hunde sus raíces en las
estructuras de explotación que el patriarcado, la opresión nacional y clasista
han ido imponiendo. Hay que ser muy conscientes de que cuando se habla de
irracionalidad hay que empezar haciendo referencia a la alienación como el
primer causante de la incapacidad colectiva e individual para comprender la
realidad sin el velo mistificador. El pensamiento cotidiano de la gente está
formado por una compleja interacción de creencias, dogmas, mitos y tópicos
aceptados sin crítica, que están dentro mismo del sentido común y presionan
brutalmente a los rudimentos de lógica formal que mal que bien se usan
cotidianamente. La espantosa pobreza de léxico se une a la muy escasa
información veraz y contrastable disponible de manera que la rapidez de acontecimientos,
noticias y ruidos de todo tipo, someten a la gente a presiones difícilmente comprensibles.
El sistema educativo no ha enseñado un método de pensamiento independiente sino
una dependencia irracional a la tecnocracia y al saber dominante. Las prácticas
emancipadoras siempre existen en contexto con universos referenciales y
simbólicos que limitan la racionalidad, y que dependen de los vaivenes de las
luchas sociales.
Así, es
comprensible que en la pugna entre la racionalidad parcial en ascenso y la irracionalidad
global en descenso, se produzcan contraofensivas irracionales más o menos
fuertes y duraderas, como la que se produjo en la Europa de mediados del siglo
XV cuando llegó a Florencia la moda del esoterismo y hermetismo, y se extendió
por entre sabios y universidades durante el siglo XVI, con la excusa de que el "saber
esotérico" egipcio era anterior y más sabio que el racionalismo griego. Los
sabios desconocían que el libro atribuido a "Hermes Trimegisto" era
una invención apócrifa de un monje bizantino. Siempre ha habido otras modas
irracionalistas que han embaucado incluso a científicos de la talla de Newton,
como hemos visto, o incluso el mismo Galileo sufrió siempre adición al opio
cristiano, y muchos estudiosos y científicos posteriores fueron y son
idealistas objetivos o subjetivos; tampoco nos olvidemos de Wallace con sus
espíritus fantasmales, o de Cantor con su dios matemático, Pasteur con su dios
conservador, por no hablar de las obsesiones del nazismo alemán y sus
expediciones al Tíbet, hasta acabar en las corrientes postmodernas más
"críticas" con el método científico.
El choque entre
irracionalismo global y racionalidad parcial es permanente, como es su
interacción e interpenetración de modo que lo que era racionalidad se vuelve
irracionalidad cuando asume el papel y el interés explotador. Gramsci está en
lo cierto al decir que la verdad es revolucionaria, porque la verdad, que
siempre es concreta como indicó Hegel, es el producto de la praxis que supera
lo irracional. Pero las causas del irracionalismo son profundas y amplias, y
una de ellas es la complejidad del proceso de construcción práctica de la
verdad como proceso tendencial de conocimiento contradictorio objetivo y/o subjetivo,
absoluto y/o relativo, concreto y/o abstracto. Tal complejidad, en la que no
podemos extendernos ahora, permite que en muchos momentos y dependiendo de los
factores sociales humanos, se rompa la tensa e insegura continuidad del
conocimiento y, por entre sus brechas, se introduzca o surja -- según los casos
concretos-- el dogmatismo, la metafísica, la irracionalidad, el oscurantismo y
el idealismo. La posibilidad de ruptura del proceso de construcción práctica de
la verdad surge de múltiples factores, y uno de los más importantes y
frecuentes es el del temor humano socialmente determinado e impuesto, que no
creado por ningún dios o espíritu transcendente, a aceptar la objetividad de lo
real con sus características evolutivas con las incertidumbres que ello genera.
Aquí entraríamos
en un debate que nos supera en espacio ahora mismo, pero del que debemos decir
que frente a ese riesgo consustancial a nuestra especie tenemos que saber
relacionar tres niveles, ejes o líneas de praxeología; uno el de saber que
existe esa realidad material objetiva; otro, que nosotros mismos somos parte de
esa realidad, y en ende, en cuanto especie animal con antropogénesis, somos
capaces de conocer y transformar esa realidad y a la vez, simultáneamente,
conocernos y transformarnos y, por último, que la capacidad de conocimiento es un
efecto de lo anterior y también, dialécticamente visto, una causa tanto de la
antropogénesis como del conocimiento y transformación de la realidad. Ahora
bien, en condiciones de opresión de la mayoría por la minoría y de supeditación
de la capacidad de conocimiento a los intereses egoístas de esa minoría, con su
irracionalismo propios, esa capacidad produce monstruos, miserias, guerras,
opresiones y catástrofes ecológicas y naturales que ponen en peligro la propia
supervivencia de nuestra especie.
Cuando la
protociencia griega defendía ideas materialistas y atomistas se enfrentaba
revolucionariamente al poder reaccionario de la oligarquía idealista, y cuando
la ciencia árabe pugnaba con el dogma cristiano defendía un sistema social
bastante más progresista que el cristianismo en aquél contexto, y cuando las
luchas campesinas chinas triunfaban lo hacían sobre el dogmatismo caduco del
poder imperial que había esclerotizado el conocimiento creativo, y cuando la
ciencia del siglo XVII se opuso con su mecanicismo burgués al poder teológico
fue un avance de la verdad concreta y relativa, verdad capaz de descubrir la contradicción
inherente a lo real.Pero, a su vez el idealismo griego sirvió indirectamente a
la racionalidad al demostrar con sus críticas las burdas limitaciones de muchos
materialistas, del mismo modo que la obsesión de los jesuitas por combatir a la
"nueva ciencia" con sus propias armas no hizo sino ampliar su impulso,
aunque no lo quisieran. Estos y otros muchos ejemplos muestran la vitalidad de
la dialéctica verdad/error que deviene en la de error/verdad, en un proceso sin
fin y en espirales infinitas que se van entrelazando; muestran también islotes
de racionalidad progresista en medio de océanos de irracionalidad reaccionaria
y aunque la praxis histórica del conocimiento sufre retrocesos y derrotas,
algunas verdades entonces construidas sobreviven mal que bien a los avatares
del invierno opresor sirviendo luego como simiente en una nueva primavera del
conocimiento.
11.- NUEVO PARADIGMA Y SOCIALISMO:
Actualmente, el paradigma mecanicista tan útil a la
burguesía está siendo desmontado parcial, lenta e inciertamente por los avances
en varios campos del conocimiento y de la praxis científico-crítica como
decíamos al inicio de este texto. Desde finales del siglo XIX se avanzó en una visión de la complejidad y de la
probabilidad para resolver las dudas que Laplace no había podido solventar pese
a su mecanicismo tan categórico, abriendo el decisivo campo teórico de la
mecánica estadística; luego, con algo más de retraso se avanzó en la mecánica
cuántica ampliando las posibilidades de la estadística para entrar en el campo
teórico de la probabilidad cuántica; simultáneamente la teoría de la
relatividad añadía sus críticas a la cómoda seguridad del dogma establecido;
más adelante, la teoría del caos se enfrentó a las
dudas no resueltas por las teorías precedentes completándolas con una visión
del caos determinista, en la que las categorías dialécticas de caos y orden,
probabilidad y determinismo, azar y necesidad, etc., cada una en sus áreas de
intervención, permiten comprender la complejidad móvil de lo real y, en el
plano biológico, la capacidad de autoorganización de la materia que asciende de
lo simple a lo complejo mediante la emergencia de lo nuevo en saltos creativos
que se dan cuando la acumulación cuantitativa ha llegado a una masa crítica.
Como resultado de lo visto, asistimos al desarrollo de un
nuevo paradigma no mecanicista, aún en proceso de elaboración y con fuertes
debates internos --por ejemplo entre la relatividad y
la cuántica, dentro mismo de la teoría del caos con sus dos tendencias, los
debates dentro de la física atómica con el problema del neutrino levógiro--, en
el que los sistemas abiertos permiten una mayor capacidad creativa precisamente
por el efecto sinérgico de la totalidad, que es superior cualitativamente a la
simple suma de las partes. Además, esta totalidad abierta puede ayudar a la
elaboración de una epistemología basada en el principio de que el desorden y el
caos, siempre dentro del orden y el determinismo, amplían la efectividad
material de la praxis y por ello de la solución de los problemas, confirmando
brillantemente la afirmación de Mao Tse-Tung de que "Cuanto más grande es
el caos, más próxima está la solución".
11.1.- Viejo
paradigma y sistema reaccionario:
El nuevo paradigma
conlleva y exige una mayor implicación del conocimiento colectivo organizado en
comparación al paradigma mecanicista. En éste se pensaba que existía una
continuidad lineal y automática entre el pasado y futuro. Disponiendo de los
conocimientos adecuados en el presente, que se extraían del pasado, se podía
determinar con bastante o total exactitud qué y cómo sería el futuro, con lo que
se expulsaba la incertidumbre, el azar, lo incierto y lo sorpresivo. Todo
estaba ordenado como lo están los mecanismos de un exacto reloj. En ese orden, cualquier desorden era
sinónimo de desconocimiento, atraso, barbarie e incivilidad. Las luchas y
resistencias a la explotación y a la opresión eran definidas bien como
criminales que había que exterminar bien como "locos" y
"dementes" que había que curar y sanar o encerrar para siempre a fin
de que no contaminases a la población sana, obediente y trabajadora. La
resistencia a la expansión europea provenía de "razas atrasadas e
inferiores" que rechazaban el progreso y civilización occidentales.
Kant, uno de los
pilares del saber burgués, fue uno de los primeros racistas y de los primeros
en oponerse a las masas revolucionarias, y bien pronto ese racismo pretendió
sustentarse en "verdades científicas" forzadas de Darwin, de la
genética y de la biología, abriéndose un capítulo de la historia del
pensamiento en el que la irracionalidad más anticientífica se sustentaba en las
trampas y mentiras más desvergonzadas en medio de la credulidad burguesa y
aplausos imperialistas. La estadística no surgió sólo de la lógica del trabajo
"interno" de la ciencia sino también y en muchos casos sobre todo del
encargo "externo" a la ciencia dado por la burguesía para mejor
controlar y reprimir las crecientes tensiones sociales causadas por la
irracional industrialización capitalista. Había que cuantificar, sacar
porcentajes, definir y precisar con rigor exhaustivo -"científico"-
los "sectores sociales peligrosos", los pobres, vagabundos, parados, obreros
sindicados que iban de fábrica en fábrica, mujeres que se negaban a encerrarse
en el horror doméstico, huelguistas, revolucionarios...
Estas fueron las
condiciones que envolvieron no sólo la aparición de la psicología, el
psicoanálisis y la psiquiatría oficiales e institucionalizas como redes de
control, con sus diferencias internas, y a otra escala de la sociología, sino
sobre todo el asentamiento del orden médico, del orden psiquiátrico y del orden
educativo, así como de la "ciencia social", en cuanto pilares
profundos del control social inherente a la nueva explotación de la fuerza de
trabajo humana por el capitalismo. A su vez, como partes de una totalidad
civilizacional, estas técnicas de producción y control de una estructura
psíquica de masas acorde con las nuevas disciplinas laborales son inseparables
de las necesidades militares del naciente imperialismo, urgido por el
desarrollo de ejércitos, armas y soldados capaces de intervenir en los confines
más inhóspitos del planeta, desde las tórridas Africa y Oceanía hasta las
gélidas Siberia y Patagonia, urgencia que a su vez respondía a la creciente
competencia mundial por el mercado y creaba nuevas demandas tecnocientíficas de
control social y producción de humanos disciplinados según los valores del capitalismo
occidental.
"La
ciencia" elevada a mito y a juez fue desplazando a la religión, y para
ello tuvo que limar mucho y hasta negar en muchas de sus ramas su esencial
contenido racional y crítico, degenerando en un poder nuevo imprescindible para
el capital. Un poder que con su ideología mecanicista, lineal y gradualista intoxicó
también a los movimientos políticos y sindicales antes revolucionarios y
rupturistas, luego evolucionarios y reformistas y por fin conservadores en la
práctica social occidental y colonialistas e imperialistas opresores contra los
pueblos no occidentales. Un poder que para mantenerse debe reescribir su propia
historia, falseando sin tapujos las ideas de muchos científicos, como es la
escandalosa manipulación de las tesis de Einstein al que se le ha presentado
como seguir de Berkeley, Hume, Kant, Mach... ocultando su esencial materialismo
y ateísmo, su rechazo al positivismo y su dialéctica subyacente y práctica.
Dado que en este
mecanicismo determinista no había espacio para la aparición de lo nuevo, la
vida, económica, política, intelectual, etc., quedaba constreñida a la simple
sucesión de acontecimientos ya previstos y que, desde luego, no romperían el
orden establecido. Pero las luchas sociales, los avances tecnológicos en su
interrelación con y contra la lucha de clases -Henry Ford robó a sus ingenieros
la teoría de la cadena de producción, la endureció hasta límites extremos para
destrozar a los trabajadores, era un reaccionario fanáticamente antisindical que
recurría a todos los medios para destrozar las huelgas, y llegó a contratar
minusválidos, sordomudos, etc., como esquiroles- y los avances científicos
debilitaron ese paradigma con gran rapidez. Laplace (1749-1827) fue el
exponente teórico de ese paradigma, pues bien, sólo a los tres años de su
muerte, Europa se vio convulsionada por una oleada de luchas obreras que rompieron
esa ideología por los cuatro costados. No es casualidad el que el debilitamiento imparable de ese
paradigma fuera acompañado, en el plano filosófico, por la irrupción de la
dialéctica idealista de Hegel, y en el plano científico "interno" por
la irrupción de la estadística, etc., y a partir de
1871 por el perverso "demonio" de Maxwell.
Tampoco es casualidad el que según aumentaban las luchas
obreras, feministas y anticolonialistas ese paradigma retrocedía pero a la vez se endurecía el reaccionarismo filosófico que
"corrigió" a Hegel, y el reaccionarismo científico se opuso a los
primeros investigadores de la teoría cuántica llegando al extremo que hemos
visto en el suicidio de Boltzmann en 1906. Nada de la historia reciente del
conocimiento y de la ciencia occidental se puede
entender al margen de esta interacción de fuerzas emergentes en lucha contra la
decadencia mecanicista. Y mucho menos es casualidad el que con la revolución
bolchevique de 1917, sólo 90 años después del fallecimiento de Laplace, el
poder intelectual capitalista sufrió una derrota estratégica de imposible
recuperación.
11.2.- Ciencia
crítica e intervención popular:
Una visión
filosófico-política sistémica y dialéctica de los avances científicos del
último siglo y medio muestra lo decisivo de la acción humana no sólo para
conocer el presente sino para preparar las condiciones de respuesta a lo nuevo
en el futuro. Dado que la emergencia de lo nuevo, la reducción de la certidumbre
por el aumento de la complejidad y de la predictividad inherentes a la teoría
del caos, la tendencia al aumento de los riesgos indeterminados como efecto
tanto de los límites de la predicción como del poder sinérgico de las
totalidades sistémicas, etc., viendo todo esto, la acción humana consciente
aparece cada vez más como la única garantía de navegación en el tiempo y en la
materia. Las recientes teorías de la catástrofe y del riesgo son ejemplos
brillantes de cómo esa intervención humana descubre en el plano
teórico-científico las complejidades objetivas de la naturaleza preexistente, complejidades
cada vez más incontrolables además por los efectos dañinos de la irracionalidad
capitalista.
La ecología, por
ejemplo, y sus conocimientos científico-críticos son otra demostración
concluyente. Las implacables denuncias globales del feminismo, su
cuestionamiento de los pilares del saber patriarcoburgués, son otro ejemplo.
Las denuncias crecientes de los pueblos esclavizados por el imperialismo contra
el saber eurocéntrico y contra el monopolio y dirección de la creatividad
tecnocientífica por y para el capitalismo occidental y en menor medida japonés,
otro tanto.
Sin embargo, esta
toma de conciencia radical y autoorganización alternativa no se produce sin
conflictos ni tensiones con el poder tecnocientífico. Recordemos que mientras
el mecanicismo resistía con fiereza a los nuevos avances, la teoría política
burguesa tubo en el positivismo comtiano y spenceriano una muy buena defensa de
sus intereses, y que en el debate científico las ideas de Ernst March y del
positivismo lógico, pese a avances que ayudaron a Einstein, fueron un obstáculo
formidable en el plano filosófico y político. Recordemos que Heisenberg,
descubridor de la indeterminación cuántica, era un estudioso del Platón más
idealista, había militado en los asesinos Freikorps contrarrevolucionarios, y
luego fue un activo propagador del nazismo precisamente con la excusa de que su
descubrimiento "demostraba" que todas las posturas políticas son
subjetivas porque la indeterminación muestra que no existe una realidad social
objetiva. Desde entonces, una tesis político-filosófica muy precisa ha
insistido en que la indeterminación cuántica "demuestra" la
inexistencia de la materia objetiva y por tanto la imposibilidad del
conocimiento científico objetivo de una realidad en sí misma indeterminable.
Así se reaviva el
nunca extinto debate sobre el materialismo y la materia, que ya se vislumbra en
los Vedas hindúes de hace más de 3000 años y se endurece al aumentar las
opresiones de todo tipo, como se expresa en los Upanishadas, y cuyos altibajos
no podemos seguir aquí. Debate unido al de la cognoscibilidad de las múltiples
y crecientes realidades en las que se muestra esa materia objetiva. Así también
desde los años setenta del siglo XX y dentro del panorama ideológico creado por
la contraofensiva capitalista denominada incorrectamente
"neoliberalismo", se multiplica la palabrería postmoderna que supone
un inquietante retroceso en el racionalismo crítico y, abusando de la jerga cientifista
e izquierdosa tan común en Deleuze, Barthes y otros, o tan abstrusa como la de
Lacan, levanta una intrincada verborrea justificadora de la indiferencia ante
la opresión e incluso de la directa negación de las contradicciones sociales.
11.3.- Ataque
reaccionario al conocimiento crítico:
Las fuerzas que
impulsaban al postmodernismo también fortalecían otros retrocesos en la
racionalidad crítica y democrática. Aquí sólo podemos referirnos a dos por su
especial importancia como son, uno, el aumento de las presiones patriarcales
contra los grados de emancipación alcanzados por las luchas feministas. De una
forma al principio lenta y subterránea desde mediados de los setenta, pero más descaradamente
conforme crecía el neoliberalismo, el falocentrismo recuperaba protagonismo con
efectos negativos en la capacidad social media de pensamiento libre, condición
y logro unido a las conquistas feministas. El otro retroceso se empezó a dar a
la vez en la ideología genetista, racista y machista que, manipulando los
descubrimientos científicos, pretendía zanjar definitivamente el debate
artificial arrastrado desde finales del siglo XIX entre determinismo biológico
versus ambientalismo social.
Desde hace treinta
años proliferan otra vez las "demostraciones científicas" sobre la
existencia de razas humanas "diferentes", la determinación genética
de la criminalidad, la vagancia, la "desviación" homosexual, el
alcoholismo, la "personalidad violenta", la "especificidad
femenina", las aptitudes intelectuales y culturales, etc. Los desarrollos
posteriores en la industria biotecnológica amplían las posibilidades del
control social y represión ya buscadas a finales del siglo XIX. Todas las "demostraciones"
favorecen a los blancos burgueses, cristianos y conservadores, los "más
aptos en la jungla de la vida", en detrimento de las mujeres, clases
trabajadoras y pueblos oprimidos. Esta oleada reaccionaria da cobertura a las
ideologías tecnocráticas de buena parte de los impulsores de la inteligencia artificial,
y en concreto de estrechar los lazos entre computación y neurociencias, campo
en el que ya se avanza en la interacción práctica entre el cerebro humano y el
ordenador más sofisticado.
No nos debe
sorprender, visto lo visto, que aquellos sociólogos de la ciencia que crearon
la escuela o corriente CST -"Ciencia, Sociedad y Tecnología"-, se
desinflaran en sus iniciales deseos críticos y terminaran siendo el
"pepito grillo" de la mala conciencia del académicismo universitario.
Comenzaron con buenas intenciones en esos mismos años setenta, tras el rebufo
de las revueltas intelectuales de finales de los sesenta, al comprobar que los
debates entre las escuelas nacidas alrededor de Khun, Feyeraben, Lakatos, Poper
y otros no explicaban plenamente qué era la tecnociencia al insistir más,
aunque con apreciables diferencias entre ellos, en los factores
"internos" que en los "externos". La CST comenzó estudiando
las presiones "externas" a la ciencia e hizo al principio una
revelaciones esperanzadoras pero gradualmente se ha ido plegando a las
presiones de la institución académica y al contexto reaccionario de
modo que, al
final, ha terminado en la mayoría de sus tendencias como una corriente más
legitimadora de la neutralidad de la ciencia.
Este es el caso de
David Bloor y los cuatro principios que, según él, deben asegurar el
desenvolvimiento de la ciencia: causalidad, imparcialidad, simetría y
reflexibidad. Pero esta postura ha sido rápidamente superada por un relativismo
extremo defendido especialmente por la escuela francesa de Latour y Callon, que
entienden la tecnociencia como una red interactiva en la que las instituciones
científicas, los poderes y los mismos investigadores son los nudos de la malla
que, al negociar entre sí, llegan a convenciones sobre la realidad material y
social. De esta forma volvemos al anterior debate sobre la posibilidad de cognoscibilidad
de lo real como parte del debate sobre la posibilidad de transformación de lo
existente que no ha desaparecido nunca porque, en última instancia, es un
debate político-filosófico que se ha materializado en revoluciones y
contrarrevoluciones.
Hay que ser
conscientes de que esta ofensiva reaccionaria, que se creyó triunfante en
1989-1991, cuenta con grandes ventajas ya que manipula la ignorancia y el
analfabetismo funcional crecientes, el miedo al conocimiento y a la ciencia
crítica, con interpretaciones falsas de las teorías del caos, catástrofe y
riesgo, multiplicando la ansiedad colectiva y la dependencia psicológica
irracional hacia la institución tecnocientífica capitalista. Por si fuera poco,
la mercantilización de este poder y el aumento de la industria de la
desinformación hacen que incluso revistas científicas de mucha solvencia y
rigor sean hábilmente engañadas por embaucadores como ha sido el caso muy
reciente del supuesto archaeoraptor descubierto en China, o como es el caso
constante del superficial esnobismo de los intelectuales reformistas para abusar
abstrusamente de términos teóricos descontextualizados de los avances más
recientes de las ciencias naturales, multiplicando la confusión social, como
muy bien denuncia Sokal y Bricmont defendiendo la necesidad de un rigor
científico-crítico siempre imprescindible. La posibilidad de ganar un dinero
extra manipulando las ideas científicas es tan tentadora y fácil para la
industria de la desinformación que se ha llegado al caso reciente de John
Horgan, autor de "El fin de la ciencia", que reconoce su deuda a su
agente literario por haberle ayudado a "convertir una idea amorfa en una propuesta
vendible".
En realidad, lo
que está en cuestión no es ya el derecho democrático a decidir colectivamente
sobre la ciencia, que también, sino fundamentalmente la urgencia de avanzar en
la democracia socialista y en el poder popular para, de un lado, detener la
explosión en cadena de las complejidades definitivamente incontrolables y, de
otro lado, a la vez, desarrollar planificadamente los instrumentos económicos, políticos
y tecnocientíficos alternativos, cualitativamente superiores, necesarios para
lograr una reunificación de la especie humana con su entorno natural objetivo,
obviamente en un estadio superior al de hace varios miles de años. El
conocimiento y uso socialista de leyes científicas elementales como la termodinámica,
la relatividad, la cuántica, la caótica, la complejidad, etc., y de su
desenvolvimiento en el interior de áreas más amplias como la biotecnología, la
revolución digital, la inteligencia artificial, los nuevos materiales y energías,
la nueva medicina, etc., todo esto es imposible sin avances socialistas que rompan
el monopolio férreo del capital sobre la producción de conocimiento para su
mercantilización y posterior conversión en beneficio burgués. O sea, estamos
planteando directa y radicalmente el problema
del poder de la
jerarquía tecnocientífica actual, sus relaciones con los Estados español y
francés, y consiguientemente el tema de las alternativas abertzales al
respecto.
12.- ¿HACIA UNA
NUEVA CIENCIA?:
Las pretensiones
de crear una "nueva" ciencia han sido frecuentes desde hace tiempo y
siempre han topado con el obstáculo insalvable de la explotación humana antes
que con los obstáculos superables del desconocimiento y de los debates
epistemológicos. Decimos que la explotación humana es un problema inocultable
porque ella misma ha condicionado y condiciona las fuerzas estructurales que,
de mil modos, determinan el sistema de pensamiento humano. De entre todos los
debates mantenidos hasta el presente sobre cómo superar ese abismo --tesis
utópicas, presocialistas y socialistas varias, románticas, anarquistas,
marxistas, etc.-- el que más avanzó en una alternativa factible fue el intento
corto pero muy enriquecedor realizado en la joven URSS y que, como otros
muchos, fue asfixiado por el estancamiento del proceso. Aunque no podemos
extendernos sobre su innegable valía hay que decir que concluyó trágicamente a
comienzos los años treinta, después de haber sometido a una crítica implacable
la concepción burguesa de ciencia en el Congreso de Londres de 1931.
Posteriormente, otros dos intentos han aportado lecciones valiosas. Uno es el
de la Revolución Cultural china y otro son los logros en Cuba. La burguesía no
las ha perdonado y aprovechándose de sus limitaciones y errores, sobre todo en
los casos soviético y chino, las ha manipulado y falsificado hasta lo
irreconocible.
De entre los
múltiples participantes, y aceptando nuestras obvias limitaciones teóricas,
hemos escogido como resumen sintético de la actualidad de aquellas discusiones
estas palabras de Trotsky de comienzos de 1926 del discurso "Radio,
ciencia, técnica y sociedad": "Es tarea de la ciencia y de la técnica
someter la materia al hombre, al igual que el espacio y el tiempo, que son
inseparables de la materia. A decir verdad, existen ciertos escritos idealistas
-no religiosos, sino filosóficos- en los que podéis leer que el tiempo y el
espacio son categorías salidas de nuestras mentes, que son un resultado de las
exigencias de nuestro pensamiento, pero que nada les corresponde en la
realidad. Sin embargo, es difícil aceptar estas concepciones. Si en vez de
llagar a tiempo para tomar el tren de las nueve, algún filósofo idealista se
atrasara dos minutos, no vería más que la cola del tren y se convencería por
sus propios ojos, de que el tiempo y el espacio son inseparables de la realidad
material. Nuestra tarea es estrechar ese espacio, vencerlo, economizar tiempo,
prolongar la vida humana, registrar el tiempo pasado, elevar la vida a un nivel
más alto y enriquecerla. Esta es la razón de nuestra lucha contra el espacio y
el tiempo, en la base de la cual se encuentra la lucha por someter la materia
al hombre, materia que constituye el fundamento, no sólo de toda cosa realmente
existente, sino igualmente de todo pensamiento".
Si limpiamos la
terminología bélica -"vencer" a la materia- estas palabras reflejan
la praxis histórica humana y que hoy, con el conocimiento de las leyes de la
Termodinámica y otras que hemos visto, están más al alcance que ayer.
"Nuestra lucha contra el espacio y el tiempo" es una urgencia más
desesperada que hace tres cuartos de siglo porque el capitalismo ha retrasado
con sangre y terror la emancipación humana y ha acelerado hasta rozar ta la
catástrofe ecológica la destrucción irracional de la naturaleza. Las palabras
de Trotsky recuerdan las ideas de A. Chernin sobre la física del tiempo, y de
otros muchos sobre materia/energía y espacio/tiempo en una unidad que la
Termodinámica ha explicado y que tiene efectos directamente sociales y
económicos. Cada día más investigadores progresistas - Roegen, Commoner,
Riechmann, Fermández-Buey, Boulding, Goodwin, Wagenberg, Margalef,
Martínez-Alier, Jungk, etc.,- profundizan en las interacciones entre
Termodinámica, economía de recursos, adaptación al medio y evolución; recursos
naturales y desarrollo humano; ciencia y medios de producción; ecología popular
y democracia; política y tecnocracia; socialismo y medioambiente; patriarcado y
feminización de la naturaleza, etc., Podemos decir, en este sentido, que el
capitalismo es a la sociedad lo que la entropía es a la naturaleza en un marco
cerrado, y que el método científico es el único sistema de conocimiento que
permite a la especie humana controlar el proceso entrópico. Naturalmente, esto
supone una "politización" de la ciencia pero ¿cuándo no ha sido así?
12.1.- Superando
las cadenas del pensamiento patriarcal:
Conviene aquí
volver a las raíces materiales originadas por la explotación de una parte de la
humanidad por otra parte para que ésta segunda obtenga un plus de bienes,
riqueza, tiempo libre, conocimientos, comodidad, placer, estética, armas....que
le permitan una calidad de vida superior a la de la primera. Cada época
histórica tiene sus formas de valorar qué es su calidad de vida, aunque
desconozca esas palabras, y al final la experiencia concluye enseñando de un
modo u otro que todas las riquezas y bienes acumulados por una sociedad son,
como dijo Marx: "trabajo humano acumulado, pura y simplemente trabajo
humano acumulado", o desde otra perspectiva y para seguir con el mismo
autor: "economía del tiempo de trabajo". Así, cuando se expolia,
saquea, roba y piratea, oprime y explota en busca rebaños, comida, esclavos, tierras,
cultivos, mercancías... en realidad se quiere utilizar la fuerza de trabajo
ajena en propio beneficio y utilizar su tiempo de trabajo en beneficio del
tiempo propio.
Ya desde la
primera mitología patriarcal griega en la figura de Prometeo que robó el fuego
a los dioses para dárselo a los humanos, desde entonces, éstos han intuido que
trabajo y energía, comida y calor, felicidad y conocimiento, han ido siempre
unidas, aunque no lo supieran demostrar científicamente sino sólo interpretar
mitológicamente. Esta materialidad objetiva del trabajo humano, de su tiempo y
energía necesarias para realizarse concretamente, es la que demuestra la
necesidad de descubrir las raíces históricas del proceso de expoliación y
explotación. No es posible avanzar en una práctica liberadora de la ciencia
sin, en primer lugar, llegar a las causas sociales de su dependencia para con
la opresión.
El pensamiento
humano tuvo su primer gran corte interno con la opresión de la mujer. Desde
entonces, la dominación patriarcal ha levantado un edificio conceptual en el
que la capacidad de conocer la realidad objetiva ha estado limitada y guiada
por y hacia el objetivo de mantener esa dominación. La conversión de las diosas
en dioses expresó la masculinización del conocimiento acumulado hasta entonces,
de las relaciones con la naturaleza y dentro de la sociedad humana. A partir de ahí, la expulsión de la mujer
de la producción de conocimientos se ha plasmado tanto
de su expulsión del pensamiento escrito como en las sucesivas oleadas
represivas para contener la recuperación de esa práctica por la mujer. El que algunas de estas siguieran como sacerdotisas, horáculos,
pitonisas, etc., no cuestiona esa exclusión del conocimiento sistemático y su
reclusión en saberes, ritos y ceremonias funcionales al sistema. El
brutal asesinato por los cristianos de la matemática Hypatia nacida en el 375
dne, es todo un símbolo del final de una época.
Hay que esperar hasta el siglo XVIII para que surjan
matemáticas como Emile de Chátelet, María Agnesi, María Sommerville...
iniciando una lenta e incierta recuperación por las mujeres de una de las esencias
del método científico como es la matemática. Incluso, la recuperación de otra
esencia previa e incondicional de ese método, la lectura y escritura, se
retraso hasta el siglo VIII cuando la monja Hugeburc, abadesa del monasterio
alemán de Heidenheim, escribió sus primeras cartas y un siglo más para que lo
hiciera la culta Dhuoda, marquesa consorte de Septimania. Pero
estos conatos esperanzadores se limitaron a una ínfima porción de mujeres de
las clases dominantes, y siempre que no cuestionasen el poder patriarcal pues
cuando lo hicieron fueron reprimidas sin piedad, como durante la larga
"quema de brujas", la aplicación de la guillotina republicana
francesa contra las organizaciones feministas, etc. Actualmente, y a escala
planetaria, que es como hay que analizar este problema crucial, se ahonda el abismo
entre la institución tecnocientífica patriarcoburguesa y explotación de las
mujeres.
12.2.- Superando
la mercantilización del conocimiento:
La esclavización
de pueblos extranjeros, que comenzó con la obtención de esclavas jóvenes,
aceleró el proceso de privatización del conocimiento humano por una minoría,
los colectivos masculinos capaces de oprimir a otros pueblos. Y luego, en una
secuencia más compleja de lo que aquí podemos resumir, se desarrolló la
expropiación de las masas trabajadoras del propio pueblo con la aparición de
las castas político-religiosas acaparadoras del conocimiento de los ciclos
naturales vitales para la agricultura sedentaria. El tránsito de la cultura
oral a la escrita, y el acaparamiento de la escritura cuneiforme por esa casta
dominante fueron pasos decisivos en la privatización del conocimiento humano.
Se trata, en todo caso, de un proceso global en el que, por fin, la escisión
social entre clases va inseparablemente unida a la aparición de la propiedad
privada y de la economía dineraria y de mercado, por minúscula que ella sea en comparación
a la capitalista actual.
No es casualidad
que sea alrededor del 680 adne cuando concluya la formación definitiva de la
moneda metálica en la zona jónica del Egeo, en Lidia o en Frigia, partiendo de
una extensa y larga experiencia anterior que fue de la economía comunal, de
reciprocidad y de trueque, a la economía mixta de trueque y de mercado con
muchas formas de equivalente universal; experiencia que se enriquecía con la
invención de la escritura alfabética y homogeneización de las pesas y medidas. A partir de esa fecha podemos hablar ya de
la dominación de la abstracción-intercambio en la vida humana, al margen de sus apreciaciones subjetivas.
Este es el segundo gran salto cualitativo en la expropiación de la capacidad de
conocimiento colectivo por una minoría, la propietaria de los medios de
producción y por tanto la que se beneficia del control de la moneda.
Sin embargo, en
esta época todavía el pensamiento mantiene una fuerte coherencia entre mano y
mente, trabajo físico e intelectual, aunque se den discusiones importantes
entre diversas concepciones filosóficas como son las diferencias entre
Parménides y Heráclito, por ejemplo. Recordemos que en el siglo VI adne Teopompo
de Lampsaquia insistía en que todo teórico puro es sin saberlo un práctico
social, y que todavía Sófocles y su contemporáneo Pericles (493-429 adne)
alababan el trabajo con las propias manos, en el campo, en la artesanía y la
navegación. Pero la masificación de la esclavitud para paliar la crisis de agotamiento
de la economía dineraria supuso desde el siglo IV adne el inicio de la escisión
entre trabajo intelectual y trabajo manual, sobrevalorando al primero y
despreciando al segundo. En Platón (427-347 adne) este inicio es palpable pues
aunque en algunos momentos --cuando define a dios como demiurgo de la realidad,
como artesano creador de lo real-- duda de la superioridad del primero sobre el
segundo, en la práctica rechaza que los trabajadores sean ciudadanos con plenos
derechos.
Aristóteles
(384-322 adne), tenido por traidor por sus compatriotas atenienses al colaborar
con el ocupante macedonio, es ya definitivamente reaccionario al condenar todo
trabajo físico y al sostener que el trabajo asalariado de un ciudadano libre es
incluso una forma de autoesclavización y por tanto de pérdida de los derechos
de ciudadanía. No hace falta recordar que Aristóteles nos ha legado auténticas perlas
de misoginia patriarcal. En este contexto de involución generalizada, las
innovaciones técnicas quedaban excluidas de la producción material, excepto
aquellas que como el tornillo de bombear agua de Arquímedes eran vitales para
la economía de regadío del Nilo egipcio. Desde entonces, la escisión mente/mano
ha permanecido activa hasta la actualidad aunque en algunos períodos, por
ejemplo durante el incipiente desarrollo tecnológico de los siglos XV-XVII,
haya parecido reunificarse.
La cuarta es la
mercantilización de la naturaleza como requisito para su máxima explotación por
el capitalismo. Pero los orígenes histórico son remotos, en concreto hay que ir
a la victoria del patriarcado sobre la mujer y al desarrollo de la agricultura
sedentaria, para encontrar esas raíces que son anteriores a la religión
judeo-cristiana con el mandamiento bíblico de "creced y multiplicaros...y
dominad la tierra". De hecho, el mandato bíblico es reflejo del tránsito
de la comunidad primitiva judía al patriarcado mediante la derrota de Lilith y
a la propiedad privada agrícola de la tierra mediante el castigo divino al pastor
Caín por haberse defendido frente a la arrogancia del campesino Abel,
ejecutándolo. Estas partes de la Biblia, libro manipulado, censurado, reescrito
y reinterpretado cuantas veces lo ha necesitado el poder de turno, reflejan
idealmente la necesidad material de las nuevas clases dominantes judías de disponer
de más tierras de cultivo, de más mujeres parteras de muchos campesinos y de
ejércitos más fuertes para erradicar los peligros externos e internos.
El patriarcado
destrozó el principio de la Gran Madre y redujo la naturaleza al papel pasivo
impuesto a la mujer en el hogar patriarcal. La feminización de la naturaleza
desde los criterios patriarcales hizo ver la realidad objetiva como una entidad
pasiva y predispuesta a la conquista, a la "penetración" del pensamiento
masculino, activo, explorador y fecundador del conocimiento. La agricultura
sedentaria reforzó esa tesis con la identificación del arado con el pene y de
la recogida de la siembra con el parto de la madre naturaleza sometida al macho
conocedor de los secretos de la fecundidad. Luego, el dinero como equivalente
universal controlado por el sistema patriarcal y la escisión mente/mano, que
aumentó la reclusión de la mujer en su casa, terminaron por cerrar el círculo
de la argumentación. La inventiva tecnológica posterior sólo añadió el
simbolismo de la máquina como mero acoplamiento de instrumentos viriles
previos, dados desde el inicio de los tiempos.
.
La quinta y
última, es la formación del idealismo objetivo o subjetivo como fuerza
alienadora de la capacidad del pensamiento, y como fuerza anticientífica en el
momento decisivo en el que hay que decir si la especie humana es capaz o no de
autoconstruirse ella misma sin injerencias divinas. La mínima precaución
metodológica nos exige no cometer el error de identificar la historia del
idealismo con la de la religión, y menos aún con la del cristianismo, aunque
existe una clara línea de caída libre en el sinsentido y la irracionalidad partiendo
del idealismo ingenuo que se opuso al primer ingenuo materialismo. Con toda la
razón, G. Puente Ojea afirma que: "La dogmática y la teología cristianas
son quizás los ejemplos históricos donde la religión ha alcanzado la cima del
escarnio de la lógica". Una lectura algo rigurosa de la práctica histórica
del idealismo y especialmente del cristiano nos hace comprender aquella
sentencia de los revolucionarios franceses clandestinos que, en contra de la
afirmación del melifluo Voltaire de que "si dios no existiera habría que
crearlo", respondieron con que "si dios existiera habría que
ajusticiarlo", o aquella otra de la justicia popular de que "con las
tripas del último cura ahorcaremos al último rey".
De entonces a
ahora las cosas no han cambiado pese a los esfuerzos inútiles de la teología de
la liberación, y los poderes religiosos están lanzándose en estas últimas tres
décadas a una ofensiva irracionalista tenaz en la que la mentira va unida a la
manipulación y a la servidumbre más fanática al dios dólar, el único
auténticamente verdadero. No podemos entrar ahora al debate sobre la teología
de la liberación, y por ello al papel que en el cristianismo han tenido los
movimientos renovadores, heterodoxos y heréticos de pretensiones milenaristas,
utópicas y comunalistas, porque la raíz del debate radica en la esencia misma
de la religión y en su supuesta "verdad" común a todas sus corrientes
y tendencias. El problema del idealismo religioso radica en que toda pretensión
de argumentar la validez de una "verdad religiosa" es una contradictio
in adjecto, es decir el concepto que por su definición se excluye a sí
mismo.
Todo lo anterior
explica no sólo la total ausencia de mujeres en la inventiva tecnológica, sino
el que, sobre todo, la propia conceptualización de la ciencia, su ontología,
axiología y epistemologia, expresen el universo referencial masculino, su
lógica falocéntrica. Del mismo modo, también explica el que, sobre esta base,
se desarrollen después como capas de cebolla sucesivas concepciones que determinan
esa capacidad de conocimiento para sostener de un modo u otro la explotación de
los extranjeros, de las clases oprimidas del propio pueblo y de la naturaleza
en su conjunto. ¿Quiere decir esto que negamos la existencia de la verdad
objetiva, concreta, relativa y absoluta, y del conocimiento científico? En absoluto. Esa verdad existe, y existe la ciencia que
se demuestra en la praxis, o como decía Engels:
"el puding se demuestra comiéndolo". Quiere decir que
ese conocimiento está históricamente creado y condicionado, y que por la
dialéctica propia a la praxis humana dentro de esa verdad entendida como
proceso ascendente de lo abstracto a lo concreto, hay partes de error
superable, e igualmente partes de falsa conciencia necesaria; es decir, falsa
en cuanto que no puede acceder en ese contexto sociohistórico a una verdad más concreta,
y necesaria en cuanto a que está determinada por los límites objetivos
insalvables a ese contexto sociohistórico, o si se quiere a la plasmación
concreta de la dialéctica entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones sociales de producción.
12.3.- Prioridades
estratégicas de largo alcance:
Por tanto, el
primer requisito estratégico para lograr la transformación cualitativa del
conocimiento y de la práctica de la ciencia en general es avanzar en la
superación histórica del modo de producción capitalista que es, como dijera
Marx una máquina de "devastación intelectual". Quiere esto decir que
el capitalismo dilapida y destruye el portentoso potencial de conocimiento de
la especie humana, que sólo emplea una parte muy reducida, aquella que le
interesa para asegurar su acumulación, y que devasta la restante. No sólo se
trata de los varios miles de millones de analfabetos absolutos y funcionales,
sino también de que el sistema, por una parte, sólo permite al resto saber lo
básico para mantener su capacitación laboral, abandonándolos a la ignorancia
una vez expulsados del mercado de trabajo, y, por otra parte, además, en todo
momento intenta que no se popularice el poder emancipador del conocimiento
científico, de la verdad que, quiéralo o no, termina emergiendo a la superficie
por la misma objetividad de la praxis. Una de las tareas del orden educativo es
la de maleducar al pueblo en el miedo al pensamiento libre y a la ciencia
crítica. La angustia ante la verdad, una de las prioridades de la familia
patriarcal, se refuerza con la tarea mitificadora y descontextualizadora de la
supuesta "divulgación científica", propaganda cruda y dura de la
tecnocracia y del cientifismo mecanicista burgués. Por tanto, se trata de
multiplicar mediante todos los recursos existentes la independencia de
pensamiento creativo de las masas. Son, evidentemente, tareas políticas en el
pleno sentido de la palabras.
La historia social
del pensamiento nos muestra grandes saltos en la democratización extensiva de
la ciencia y de la tecnología para las amplias masas populares, y en la
intensificación de los avances en calidad y cantidad tecnocientífica. Que
generalmente esas experiencias sean en casos de conquistas revolucionarias no
debe sorprendernos sino al contrario, y menos aún que, en primer lugar, se
hayan expresado generalmente en medio de guerras y resistencias populares
contra la opresión. La
inventiva de las masas es enorme y se acrecienta cuando toman ellas mismas la
dirección del proceso de lucha tanto en las fábricas, campos y hogares, como en
la guerra revolucionaria sea del tipo que fuere. Robarles ese conocimiento
es una obsesión permanente de la patronal capitalista, como lo fue de los
señores feudales, esclavistas y patriarcales. La sociología industrial y del trabajo tiene, entre otras,
esa finalidad que es también la del sindicalismo reformista.
Una de las funciones del reformismo político, control
social y burocracia burguesa es la de acceder a las prácticas autoorganizadas
de las masas para revertirlas al saber oficial y volverlas contra esas mismas masas.
Podríamos seguir enumerando los esfuerzos de las empresas y bancos para conocer el pensamiento colectivo y mediante su manipulación
reforzar las cadenas de oro del consumismo. Especial denuncia hay que hacer del
expolio sistemático del conocimiento estudiantil, universitario e investigador
por parte de los maestros, profesores y directores de investigación tanto para
sus egoísmos particulares como en beneficio del poder establecido. Por tanto,
se trata de crear los organismos capaces de mantener esa independencia del
saber popular, del conocimiento que adquiere en su praxis de emancipación. Son, evidentemente, tareas políticas en el pleno sentido de la
palabra.
A lo largo de este texto hemos visto la
estrecha relación entre racionalidad parcial progresista y lucha emancipadora. El
siglo XX nos ha dado ejemplos que confirman otra vez que una revolución hace
mucho más por la ciencia y el pensamiento que cien años de opresión. Pero
también ha confirmado que la burocratización post-revolucionaria, el
dogmatismo, el alejamiento del pueblo de los centros directores, etc., más
temprano que tarde detienen los avances iniciales, embotan la creatividad y
desertizan el suelo fértil de la iniciativa popular. Cierto es que los procesos
de liberación nacional triunfantes han resistido mejor esos peligros
precisamente porque la identidad y conciencia nacional del pueblo trabajador ha
actuado como garante de la iniciativa y del poder popular, pero tampoco ella es
por sí misma un seguro definitivo. Todo depende del proceso mismo, del aumento
de las conquistas materiales, sociales, culturales, cotidianas, sexuales,
normativas, ético-morales... que unidas al poder popular impulsan un acelerón
intenso y extenso, cualitativo y cuantitativo del pensamiento emancipador. En
última instancia se trata de la relación entre aprendizaje y práctica de la
ciencia y reducción drástica del tiempo de trabajo dentro de un contexto de
poder popular que multiplique exponencialmente los recursos de la democracia socialista.
Son, evidentemente, tareas políticas en el pleno sentido de la palabra.
Pensamos que es
dentro de esta perspectiva práctica, tan pobre y precipitadamente expuesta
aquí, cómo se puede avanzar, primero, en la superación de la tecnociencia
dominante; segundo, en la extensión del poder emancipador de la ciencia libre
ya de las servidumbres al poder capitalista y, por último, en la preparación de
las nuevas condiciones históricas para que la humanidad ascienda del reino de
la necesidad al reino de la libertad, de la prehistoria a la historia, de la
alienación al comunismo. A lo largo de este camino, el pensamiento humano irá
abriéndose a horizontes inimaginables desde la estrechez que nos ahoga. Basta
intuir las posibilidades de praxis conscientes que pondrá en acción nuestra
especie cuando las mujeres, los analfabetos y parias de la tierra cojan en sus
cerebros y manos la dirección del potencial científico. Cuando se reduzca al
mínimo imprescindible el tiempo de trabajo socialmente necesario y, gracias a
la extinción del salariado y de la mercancía, el pensamiento pueda volar por galaxias
ahora increíbles ayudado por tecnologías limpias, blandas, horizontales,
sustentables e integradas en una cualidad de vida que haya superado la
dependencia de la falsa necesidad. Cuando se hayan reunificado la mente y la
mano y el trabajo ya no sea un castigo divino sino la forma humana de realización
creativa. Cuando la naturaleza no sea ni una mercancía ni una enemiga sino
nuestra propia esencia subjetiva y
objetiva. Cuando los dioses no nos puedan atemorizar porque el miedo a la
muerte haya dejado paso a la alegría por la vida. ¿Cómo será entonces el método
histórico-práctico de conocer y transformar la realidad, y la praxis
científico-crítica? La única respuesta que podemos ofrecer ahora es que será
como nosotros queramos que sea dentro de los límites impuestos por la materia
objetiva.
EUKAL HERRIA
2000-08-30
http://www.lahaine.org/paisvasco/consideraciones_inaki.pdf