Capitalismo contra ciencia

 

Mike Palecek



 

Constantemente somos bombardeados con el mito de que el capitalismo impulsa la innovación, tecnología y el avance científico. Se nos dice que la competencia, combinado con la motivación por el lucro, empuja a la ciencia hacia nuevas fronteras y le da a las grandes corporaciones el incentivo para desarrollar nuevas medicinas, drogas y tratamientos. Se nos dice que el mercado libre es el mayor motivador para el avance humano. Pero en realidad, la verdad es exactamente lo opuesto. Las patentes, la ganancia y la propiedad privada de los medios de producción son en realidad los más grandes obstáculos que la ciencia haya conocido en la historia reciente. El capitalismo está retrasando todos y cada uno de los aspectos del desarrollo humano, y la ciencia y tecnología no son una excepción.

El ejemplo más reciente y representativo de la propiedad privada sirviendo como una barrera al desarrollo puede encontrarse en lo sucedido con el fósil Ida. El Darwinius masillae es un lémur de 47 millones de años que fue recientemente “descubierto”. Todos los interesados en la evolución, aclamaron la revelación de una especie transicional que vincula a los primates superiores a los mamíferos inferiores. Ida tiene ojos delanteros (en lugar de laterales), extremidades cortas e incluso pulgares oponibles. Lo que es incluso más interesante es la asombrosa condición en la que se ha preservado. Este fósil está en un 95% completo. El perfil de su pelaje resulta claramente visible y los científicos incluso han podido examinar los contenidos de su estómago, determinando que su última comida consistió en frutas, semillas y hojas. Masas entusiastas hacen cola para ir al Museo de Historia Natural de la ciudad de Nueva York para echarle un vistazo a este importante fósil.

¿Pero qué tiene que ver Ida con el capitalismo? Pues que de hecho Ida fue desenterrada en 1983 y ha estado en manos de un acaudalado coleccionista privado desde entonces. Éste no se dio cuenta de la importancia del descubrimiento de este fósil (lo cual no es sorprendente dado que no es un paleontólogo) por lo que simplemente ha estado recogiendo polvo por 25 años.

Hay un gran mercado internacional para los fósiles. El capitalismo ha reducido estos tesoros, que con todo derecho le pertenecen a la humanidad entera, en meras mercancías. Fósiles en manos privadas por lo general son prestados o incluso alquilados a museos para que los puedan estudiar o exhibir. Hay colecciones de fósiles que recorren el mundo para producirles dinero a sus propietarios, en lugar de estar disponibles para estudios serios, científicos. E incontables especies extrañas esperan en los almacenes de compañías de inversiones o en los salones de coleccionistas, sirviendo de nada más que de piezas sobre las cuales conversar durante una copa de coñac. Es imposible saber cuántos fósiles de gran importancia están simplemente guardados, esperando ser descubiertos de la oficina de algún multimillonario.

Investigación Médica

La industria farmacéutica es bien conocida por sus precios exorbitantes y negarse a distribuir medicamentos a aquellos que no los pueden costear. La falta de drogas para combatir la pandemia del SIDA, particularmente en África, es suficiente para probar la inhabilidad del capitalismo de distribuir medicina a aquellos que la necesitan. ¿Pero qué papel juega la búsqueda de ganancia en el desarrollo de nuevas drogas? Las grandes farmacéuticas tienen una historia igualmente lamentable en lo que se refiere a investigación y desarrollo en su industria.

Los pacientes con SIDA pueden pagar decenas de miles de dólares por año por los medicamentos que necesitan para mantenerse con vida. En 2003, cuando se introdujo una nueva droga llamada Fuzeon, hubo un escándalo por los precios del mismo, que implicaría gastos por encima de los $20.000 anuales por paciente. El gerente general de Laboratorios Roche, Franz Humer, intentó justificar el precio de venta: “Necesitamos tener una taza de retorno decente sobre nuestras innovaciones. Éste es un adelanto mayúsculo en terapia… No puedo imaginarme una sociedad que no desee que continúe la innovación”.

Pero la innovación de la que habla el Sr. Humer es sólo a medias. Las farmacéuticas no están motivadas por la compasión, sino por el dinero. Para una de estas grandes compañías, un enfermo de SIDA no es un paciente sino un cliente. La industria farmacéutica tiene un incentivo financiero para asegurarse que estas personas sean clientes frecuentes, por lo que hay muy poca investigación llevándose a cabo para encontrar una cura. La mayor parte de la investigación privada se centra en conseguir nuevas drogas anti-retrovirales; medicamentos éstos que los pacientes deberán seguir tomando de por vida.

Ha habido cierta presión para financiar investigaciones dirigidas a encontrar una vacuna al SIDA y, más recientemente, un microbicida efectivo. Sin embargo, la inmensa mayoría de estos recursos vienen del Gobierno y de grupos sin fines de lucro. La industria farmacéutica simplemente no está financiando investigaciones dirigidas a acabar con esta pandemia. ¿Y por qué habrían de hacerlo? Ninguna empresa sobre la tierra va a financiar investigaciones específicamente diseñadas para sacarlas del mercado.

Problemas similares surgen en otras áreas de la investigación médica. En el campo del cáncer, a principios de 2007 se descubrió una droga extremadamente prometedora. Investigadores de la Universidad de Alberta (Canadá) descubrieron que una simple molécula de Dicloroacetato (DCA) puede reactivar la mitocondria [1] en células cancerosas, haciendo que éstas mueran como las células normales. Las investigaciones revelaron que el DCA parece ser extremadamente efectivo contra varias formas de cáncer en laboratorio y promete ser de hecho una cura para el cáncer [2]. El DCA ha sido utilizado por décadas para tratar a personas con desórdenes de mitocondria. Sus efectos sobre el cuerpo humano son por lo tanto bien conocidos, lo cual haría el proceso de desarrollo mucho más simple.

El problema es que las pruebas clínicas del DCA se han visto retrasadas por la falta de financiamiento. El DCA no está patentado ni es patentable. Las empresas farmacéuticas no van a poder sacarle cuantiosos beneficios a la producción de este medicamento, por lo que no están interesados. Los investigadores se han visto obligados a recaudar fondos ellos mismos para financiar tan importante trabajo. Las pruebas iniciales, a pequeña escala, han comenzado y los resultados preliminares son muy alentadores. Pero hace dos años desde que se hizo este importante descubrimiento y es apenas ahora que los estudios están empezando. La facultad de medicina de la Universidad de Alberta se ha visto forzada a rogar por financiamiento de parte del gobierno y organizaciones sin fines de lucro. Hasta el día de hoy no han recibido siquiera un centavo de alguna organización médica con fines de lucro.

La falta de investigaciones en potenciales curas que no son patentables no se limita al DCA. Hay toda una industria montada alrededor de los denominados remedios naturales alternativos. Muchas personas, incluido el presente autor, somos escépticas sobre las pretensiones hechas por aquellos que apoyan la medicina alternativa. Richard Dawkins [3] señala que “Si una técnica de sanación se demuestra que tiene propiedades curativas in experimentos doble-ciego apropiadamente controlados, deja de ser alternativa. Simplemente se vuelve… medicina”. Pero esta visión blanca y negra no toma en cuenta las limitaciones impuestas por el capitalismo sobre la ciencia. La negativa a financiar las pruebas para verificar medicinas alternativas no patentables tiene dos efectos dañinos. Primero, quedamos a oscuras respecto a medicamentos potencialmente efectivos. Y segundo, el moderno curandero charlatán que ofrece falsas curas se les da credibilidad por los pocos tratamientos alternativos que sí funcionan.

Tecnología e industria

Se supone que es en la industria manufacturera en particular donde la innovación capitalista está en su elemento. Se nos dice que la competencia entre empresas llevará a mejores productos, menores precios, nueva tecnología y nueva innovación. Pero nuevamente cuando inspeccionamos más de cerca vemos cómo los intereses privados sirven más de barrera que de impulsor. Las patentes y los secretos comerciales impiden el desarrollo de nuevas tecnologías. La industria petrolera en particular tiene una larga historia de compra de patentes simplemente para impedir que los productos siquiera salgan al mercado.

La competencia puede servir como un motivador para el desarrollo de nuevos productos. Pero como ya hemos visto con anterioridad, también puede servir como motivador para prevenir que nuevos productos vean jamás la luz del día. Las empresas no sólo se niegan a financiar investigaciones para el desarrollo de un producto que pueda herir su industria, sino que en algunos casos irán extraordinariamente lejos para prevenir que más nadie pueda realizar el mismo tipo de investigaciones.

El documental “¿Quién mató al carro eléctrico?”, filmado en 2006, entra profundamente en detalle sobre el papel jugado por las grandes petroleras, las empresas automotrices y el propio gobierno federal norteamericano para prevenir que saliera a la calle un vehículo alternativo. El cineasta dice que las compañías del sector automotriz perderían si se llegase a producir vehículos eléctricos debido a la mayor simpleza para su mantenimiento. El sector autopartista y de repuestos podría verse diezmado. Las empresas petroleras verían una dramática reducción en la demanda de sus productos si el mundo cambiase a vehículos eléctricos. Se dice que las celdas de combustible de hidrógeno, que tienen poca oportunidad de convertirse en una tecnología útil, son usadas en realidad como una distracción de las alternativas reales. El cineasta acusa al gobierno norteamericano de dirigir las investigaciones lejos de los vehículos eléctricos y hacia las células de combustible de hidrógeno.

Pero la mayor acusación es hecha contra las grandes petroleras y auto manufactureras. El documental sugiere que las empresas automotrices han saboteado su propia investigación sobre carros eléctricos. Lo que es peor, las empresas petroleras han adquirido las patentes para las baterías NiMH [4] para evitar que sean usadas en vehículos eléctricos. Éstas son las mismas baterías que se usan en computadoras portátiles y baterías grandes de este tipo podrían hacer realidad la idea de un vehículo eléctrico. Pero Chevron mantiene su poder de veto sobre cualquier licencia o uso de la tecnología de las baterías NiMH. Se niegan a vender este tipo de baterías con fines de investigación. Algunos vehículos híbridos de la actualidad usan baterías NiMH, pero éstos, aunque aumentan el rendimiento, todavía requieren de combustibles fósiles.

Mientras que comprar patentes es un medio efectivo para engavetar nuevas innovaciones, el sistema capitalista ciertamente tiene otras maneras de detener investigaciones y desarrollo. La naturaleza misma de un sistema basado en la competencia hace que la investigación colaborativa sea imposible. Bien sea la industria farmacéutica, la industria automotriz o cualquier otra, el capitalismo divide a los mejores científicos e ingenieros entre corporaciones en competencia. Cualquiera involucrado en investigación o desarrollo de productos se ve forzado a firmar acuerdos de confidencialidad como condiciones del trabajo. No sólo se les impide trabajar en conjunto sino que incluso ¡se les prohíbe comparar sus notas!

La revisión por pares [5], o el arbitraje, se supone que es una pieza fundamental del método científico. Muchas veces, los grandes avances los realizan no grupos de investigación individuales sino muchos grupos de investigadores. Un grupo desarrolla una pieza del rompecabezas, algún otro descubre otra e incluso otro equipo más de científicos logra juntar todas las piezas. ¿Cómo puede un sistema basado en la competencia promover tales esfuerzos colaborativos? Dicho de forma sencilla, simplemente no puede.

Los gobiernos del mundo claramente reconocen que esto es un problema. Cada vez que se enfrentan a una crisis seria echan sus ideales de libre mercado por la ventana y se vuelcan al sector público. Muchas veces se ha argumentado que >la II Guerra Mundial la ganó la nacionalización y planificación. El capitalismo en Gran Bretaña básicamente se detuvo, de manera tal que los esfuerzos de la guerra pudieran ser organizados de manera efectiva. En los EEUU, una nacionalización a tal escala no se llevó a cabo pero cuando se trató de investigación y desarrollo, la tarea no se le confió al sector privado.

Bajo el temor de que los Nazis estuvieran desarrollando la bomba atómica, el gobierno estadounidense inició un programa público masivo para asegurarse que fuesen los primeros en conseguir un arma de destrucción masiva. El Proyecto Manhattan tuvo éxito donde el sector privado no. En un momento dado, unas 130 mil personas trabajaban en dicho proyecto. Los mejores y más brillantes científicos e ingenieros fueron juntados para esta gigantesca colaboración. Lograron descubrir más sobre la fisión nuclear [6] en el lapso de unos pocos años que lo que habían conseguido en décadas desde que el primer átomo fuese dividido en 1919. Independientemente de lo que uno piense de la bomba atómica, indudablemente fue uno de los más grandes avances científicos del siglo XX.

Ciencia, Tecnología y Planificación Económica

La prueba más contundente del impedimento del capitalismo sobre la ciencia y la tecnología viene no del capitalismo sino de la alternativa. A pesar de que la URSS bajo Stalin estaba lejos de ser la sociedad socialista ideal (una idea que hemos explicado una y otra vez en multitud de documentos), su historia nos presenta una excelente visión del potencial de una economía nacionalizada y planificada. En 1917, los bolcheviques tomaron el control de un país atrasado y semi-feudal que había quedado arruinado con la I Guerra Mundial. En cuestión de pocas décadas fue transformada en una gran super-potencia. La URSS llegaría a ser el primer país en colocar un satélite en órbita, el primer en colocar un hombre en el espacio y el primero en construir una estación espacial permanente habitada por el hombre. Los científicos soviéticos llevaron más allá las fronteras del conocimiento, especialmente en Matemática, Astronomía, Física Nuclear, Exploración Espacial y Química. Muchos científicos de la era soviética fueron ganadores del Premio Nobel en distintos campos [7]. Estos éxitos son particularmente impresionantes cuando se considera el estado en que se encontraba el país cuando fue derrocado el capitalismo.

¿Cómo fueron posibles tales avances? ¿Cómo pudo la URSS pasar de tener una población en un 90% analfabeta a tener más científicos, doctores e ingenieros per cápita que cualquier otro país en el mundo en tan sólo unas décadas? La superioridad de la economía nacionalizada y planificada y la ruptura con la demencia del capitalismo es la única explicación.

El primer paso en este proceso fue simplemente reconocer que la ciencia es una prioridad. Bajo el capitalismo, la habilidad de las empresas privadas para desarrollar la ciencia y tecnología se limita por la visión estrecha de lo que es rentable. Las compañías no planifican avanzar en tecnología, sino en armar productos mercadeables y sólo harán lo mínimo necesario para llevar sus productos al mercado. Los Soviets inmediatamente reconocieron la importancia del desarrollo global de la ciencia y la tecnología y lo vincularon al desarrollo del país como un todo. Esta visión amplia es lo que permitió colocar grandes recursos en todas las áreas de estudio.

Otro componente vital de su éxito fue la expansión masiva de la educación. Al abolir la educación privada y proveyendo educación gratuita a todos los niveles, los individuos en la población pudo hacer efectivo su potencial. Cualquier ciudadano podía continuar estudiando siempre y cuando fuese capaz de hacerlo. Por el contrario, incluso en muchos países capitalistas han sido incapaces de eliminar el analfabetismo, ni hablar de abrir la educación universitaria a todos los que quieran. Bajo el capitalismo, se erigen gigantescas barreras financieras frente a los estudiantes, que previenen a grandes sectores de la población de alcanzar su potencial. Cuando la mitad de la humanidad es forzada a vivir con menos de US$ 2,00 al día (BSF 4,30), sólo podemos concluir que grandes reservas de talento humano están siendo desperdiciadas.

El gobierno soviético inmediatamente tiró abajo todas las barreras sobre la ciencia que estrangulan la innovación dentro del sistema capitalista. Patentes, secretos comerciales y la industria privada fueron eliminados. Esto permitió una investigación más colaborativa entre los distintos campos y un flujo libre de información entre los institutos. Los prejuicios religiosos que retrasan y contienen el estudio racional fue echado a un lado. Sólo hay que pensar en la prohibición de la investigación sobre las células madre bajo el régimen de G. W. Bush para ver los efectos negativos que el misticismo religioso puede tener sobre la ciencia.

Por supuesto que no todo era bueno bajo el estalinismo. Así como la burocracia impedía el desarrollo de la economía, también retrasó el desarrollo de ciertas áreas de estudio. Mientras que la mayoría de las barreras del capitalismo fueron derribadas, en algunos casos fueron erigidas nuevas murallas ya que la dirección de la investigación científica fue subyugada a las necesidades y deseos de la burocracia. En algunos casos extremos, ciertos campos de estudio fueron prohibidos por completo e importantes científicos enviados a los campos de trabajos forzados en Siberia. Uno de los casos más escandalosos era el desprecio de Stalin por la genética de cromosomas. El estudio de la genética fue prohibida y numerosos e importantes genetistas, incluyendo Agol, Levit y Nadson, fueron ejecutados. Nikolai Vavilov, uno de los genetistas más prominentes de la URSS fue enviado a campos de trabajo forzado, donde murió en 1943. Esta prohibición no fue revertida sino hasta mediados de los años 1960. Estos crímenes no fueron crímenes del Socialismo, sino del estalinismo. Bajo una economía democráticamente planificada no habría necesidad de tales atrocidades.

Hoy en día es la tarea de aquellos interesados en ciencia y socialismo el aprender las lecciones de la historia. La ciencia está siendo contenida por intereses particulares e industria capitalista. La falta de recursos para educación e investigación mantiene las puertas cerradas a muchos jóvenes interesados. La interferencia religiosa encierra a la ciencia en una jaula y declara importantes campos de estudio como prohibidos. Las cadenas del libre mercado impiden que investigaciones importantes puedan ser realizadas. Las empresas privadas se niegan a dejar salir nuevas tecnologías de sus cuartos traseros. Coleccionistas privados retienen especímenes únicos e importantes para su entretenimiento personal. Curas potenciales para enfermedades mortales se dejan a un lado para liberar el camino para investigaciones sobre drogas para curar la disfunción eréctil. Esto es demencial. El capitalismo no motoriza la innovación sino que la impide en cada momento.

La humanidad hoy en día está siendo retenida por un sistema económico diseñado para esclavizar a la mayoría para el beneficio de una minoría. Todo aspecto del desarrollo humano está siendo retrasado por el mal llamado mercado libre. Con el desarrollo de computadoras, Internet y nuevas tecnologías, la humanidad está a un paso de un futuro brillante de de avances científicos y de prosperidad. Estamos aprendiendo más y más sobre cada aspecto de nuestra existencia. Lo que una vez era imposible, es hoy una realidad tangible. Lo que una vez era un misterio, hoy es comprendido. Lo que una vez estaba oculto, hoy está a plena vista. El avance del conocimiento científico algún día pondrá los confines más lejanos de nuestro universo en la punta de nuestros dedos. Lo único que nos lo impide es el capitalismo.

 

NOTAS

[1] La mitocondria es un orgánulo celular al que tempranamente se asignó el papel de "horno" de la célula donde se obtiene energía tras el proceso oxidativo que ocurre sobre distintos metabolitos. Además, posee en su membrana esos magníficos mecanismos de la cadena transportadora de electrones y de la ATPasa, que permiten la transformación de la energia de oxidación en la llamada "moneda energética universal" de la célula; esto es, el ATP. Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Mitocondria

[2] El artículo, publicado en la revista Cancer Cell puede encontrarse en http://www.cell.com/cancer-cell/abstract/S1535-6108(06)00372-2

[3]  Richard Dawkins es un etólogo británico, teórico evolutivo y escritor de divulgación científica que ocupa la «cátedra Charles Simonyi de Difusión de la Ciencia» en la Universidad de Oxford. Se declara ateo, humanista y escéptico. Es miembro del movimiento bright y —como comentarista de ciencia, religión y política— está entre los intelectuales públicos más conocidos en lengua inglesa. En referencia al epíteto de «bulldog de Darwin» que se le daba a Thomas Huxley (1825-1895), la defensa apasionada de Dawkins de la evolución le ha ganado el apelativo de «rottweiler de Darwin». Ver http://richarddawkins.net/

[4] Una batería de níquel-hidruro metálico (Ni-MH) es un tipo de batería recargable que utiliza un ánodo de oxidróxido de níquel (NiOOH), como la batería de níquel cadmio, pero su cátodo es de una aleación de hidruro metálico. Esto permite eliminar el costoso (y medioambientalmente peligroso) cadmio a la vez que se beneficia de una mayor capacidad de carga (entre dos y tres veces la de una pila de NiCd del mismo tamaño y peso) y un menor efecto memoria. Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Bateria_de_niquel_e_hidruro_metalico

[5] En los medios académicos, la revisión por pares (peer review en inglés) o arbitraje es un método usado para validar trabajos escritos y solicitudes de financiación con el fin de medir su calidad, factibilidad, rigurosidad científica, etc. Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Revision_por_pares

[6] En química y física, fisión es una reacción nuclear, lo que significa que tiene lugar en el núcleo del átomo. La fisión ocurre cuando un núcleo pesado se divide en dos o más núcleos pequeños, más algunos subproductos. Estos subproductos incluyen neutrones libres, fotones (generalmente rayos gamma) y otros fragmentos del núcleo como partículas alfa (núcleos de helio) y beta (electrones y positrones de alta energía).

[7] Física: En 1958, Pavel Cherenkov, Ilya Frank e Igor Tamm; 1962, Lev Davidovich Landau; 1964, Nikolai Basov y Alexander Projorov; 1978, Piotr Leonidovich Kapitsa. Economía: 1976, Leonid Vitaliyevich Kantorovich. En el campo de las matemáticas, aunque grandes nombres como los de Israel Gelfand, Andrei Kolmogorov, Nicolai Bogoliubov, entre muchos otros no están en esta lista, varios matemáticos rusos obtuvieron la medalla Fields, el equivalente al Nobel en Matemática: 1978, Grigori Margulis; 1990, Vladimir Drinfel’d.

Canadá, 11 de Agosto de 2009

Mike Palecek, escritor usamericano, miembro del Comité de redacción Fightback CMI Canada.

 

Fuente: marxist.com