Alex Callinicos
¿Qué es la política?
Para mucha gente la política es lo
que hace las instituciones y los políticos. Alex Callinicos explica a partir del marxismo cómo la
política engloba la sociedad en su conjunto y, sobre todo, las relaciones de
clase que se dan en su interior.
¿Qué es la política? La respuesta
que a esta pregunta da el marxismo es tan radical que la inhabilita como otro
simple “enfoque” en el estudio de la política. El marxismo (a lo largo del
ensayo emplearé ese término para abreviar lo que ha llegado a conocerse como el
marxismo clásico de Marx y Engels, Lenin y Trotsky, Luxemburg y Gramsci)1 niega
que la política sea una característica persistente de toda forma de sociedad.
Además, afirma que la política, donde si exista, no puede estudiarse aislada
del resto de la sociedad. Por último, el marxismo, por cuanto es un programa
práctico tanto como un cuerpo de análisis teórico, busca la abolición de la
política. Obviamente, estas afirmaciones son incompatibles con la noción de una
disciplina autónoma de la política.
Para apreciar la fuerza de la
opinión marxista de la política, puede resultar útil considerar primero otros
enfoques más convencionales. Es costumbre pensar que la política surge y se
ocupa de un conjunto de instituciones políticas formales, que en nuestra propia
sociedad son el Parlamento, el Gabinete, las elecciones, etc. Se supone que
estas instituciones son relativamente autónomas del resto de la vida social, y
por esto se considera que la política está sustraída del todo social.
La disciplina de la política tiende
a reflejar esta opinión. Así pues, la teoría política intenta resolver
cuestiones tales como la naturaleza de la sociedad justa y los derechos y
deberes de los ciudadanos. Los métodos que emplea son los del análisis
conceptual y la reflexión a priori de los primeros principios. La suposición
subyacente es que existe un conjunto de problemas políticos que es tan
universal que resulta común a todas las formas de la sociedad, que la teoría
política puede resolver sin llevar a cabo una investigación empírica de los
rasgos específicos de cualquier sociedad en particular. De manera notoria, esto
ha llevado a los pensadores políticos una y otra vez a tratar los problemas
peculiares de su propia época y lugar como si fueran problemas de cualquier
sociedad.
La ciencia política se centra en las
instituciones políticas. Intenta revelar la distribución del poder dentro de
los sistemas políticos actuales, pero este estudio prosigue sin ningún intento
coherente de relacionar la distribución del poder político con patrones más
amplios de desigualdad social y económica. Las fuerzas sociales sólo figuran
cuando chocan contra estas instituciones desde fuera, como en el caso de los
grupos de presión. El tema de moda de los estudios de comportamiento electoral
cataloga obsesivamente las preferencias políticas de los ciudadanos. Sin
embargo, sus intentos por relacionar, por ejemplo, el fenómeno de “infidelidad
partidaria” en Gran Bretaña, con las crisis sociales, económicas y políticas de
los últimos veinte años, son superficiales e indiferentes.
El marxismo desafía la suposición
básica que está tras la disciplina de la Política, es decir, que hay un rasgo
permanente y autónomo de la sociedad llamado política. En primer lugar, en la
tradición realista de Maquiavelo y Hobbes, el marxismo insiste en que la
política no se ocupa tanto de los derechos como del poder. “Empezando con
Maquiavelo, Hobbes, Spinoza, Bodinus y otros de los tiempos modernos”, Marx
escribió con aprobación, “la fuerza se ha representado como la base del
derecho… si se toma el poder como la base del derecho… entonces el derecho, la
ley, etc., son sólo el síntoma, la expresión de otras relaciones sobre las que
descansa el poder estatal”.2
De este modo, Marx declaró su falta
de simpatía por la teoría política como se practica en la actualidad. La tarea
de la teoría no es encontrar una justificación moral o jurídica para el
ejercicio del poder político, sino entender los procesos sociales que generan y
sostienen a las instituciones y prácticas políticas. Se rechaza cualquier
distinción marcada entre la teoría política y la ciencia política, entre la
teorización a priori y la investigación empírica. El estudio de la política
procede a la manera de otras ciencias, a través del descubrimiento de patrones
causales.
Por el mismo motivo, ninguna ciencia
observa sencillamente al mundo, sin ninguna suposición acerca de lo que es
probable que descubra. El papel de la teoría es el de sentar las bases para el
estudio empírico, sugiriendo las direcciones en las que la investigación puede
ser más productiva.3 De este modo, el marxismo niega que pueda
estudiarse la política aislada del resto de la sociedad. Su objeto es lo que
Marx llamó “el conjunto de las relaciones sociales”.4 Así, la
sociedad puede entenderse únicamente como un todo estructurado, como una
totalidad. Las diversas formas de la vida social, la política inclusive, son
comprensibles como aspectos de este todo. Lo que determina la naturaleza de la
política es su papel dentro de la totalidad social.
Como ya lo señalé, tal enfoque
socava el concepto mismo de una disciplina aparte de la Política. Si el
marxismo está en lo cierto, el comportamiento político sólo puede estudiarse
con la ayuda de una variedad de disciplinas: la economía, la sociología, la
antropología, la historia, etc. En verdad, uno podría ir más lejos y decir que,
de acuerdo con el marxismo, sólo hay una ciencia social que abarca e integra todas
estas disciplinas supuestamente distintas. El nombre que los marxistas por lo
general dan a esta ciencia unificada es el materialismo histórico, el estudio
sistemático de las formaciones sociales fundado por Marx. Esta opinión de la
ciencia social no excluye la posibilidad de especializarse en áreas
particulares, pero sí sugiere que todo estudio limitado debe buscar
constantemente colocar sus investigaciones en el contexto del conjunto social.
La fuerza de un enfoque tan integral
al estudio de la sociedad es que desafía la fragmentación de las ciencias
sociales existentes. El intento por separar las distintas disciplinas lleva a
la creación de divisiones artificiales. Resulta imposible entender la política
británica contemporánea sin un conocimiento profundo de la historia económica y
social del país, pero esto significa inmediatamente el traspasar los limites de
la política hacia la economía, la sociología y la historia. La misma censura se
aplica a las otras ciencias sociales que pretenden serio. El intento por
reducir la economía a un cuerpo de técnicas matemáticas carente de toda
relación con el estudio de las fuerzas sociales y políticas ha contribuido a
los desastres del monetarismo.
Desde un punto de vista marxista, la
política debe considerarse solamente como un aspecto del conjunto social, a
estudiarse como parte de un análisis integrado de esa totalidad. De un modo más
especifico, en los términos de Lenin, “la política es la expresión más
concentrada de la economía”.5 Las instituciones y luchas políticas
surgen, y sólo pueden entenderse en el marco de los conflictos básicos del
conjunto social. Estos conflictos se generan en el nivel de lo que Marx llamó
fuerzas productivas y relaciones de producción. La opinión de Marx del conjunto
social queda expresada de la manera más sucinta, en estas famosas líneas
escritas en 1859:
“En la producción social de su vida,
los hombres entran en relaciones definidas que son indispensables e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una
etapa definida del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La suma
total de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de
la sociedad, el verdadero fundamento del que surge una superestructura legal y
política, y al que corresponden formas definidas de conciencia social. El modo
de producción de la vida material condiciona el proceso vital social, político
e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina
su ser, sino al contrario, es su ser social lo que determina su conciencia”.6
Así pues, la producción es el
“verdadero fundamento” de la vida social. La política, la ley y la cultura
surgen de esta base, pero la producción en sí tiene dos aspectos, el material y
el social. El aspecto material es lo que Marx llama fuerzas productivas. Estas
corresponden a grandes rasgos, a lo que hoy llamamos tecnología. Los
instrumentos de los que nos valemos con el fin de producir objetos, sean la
piedra del habitante de las grutas o los robots en las modernas plantas
automotrices, y la fuerza física, la habilidad y el conocimiento que se emplean
para poner en movimiento estos instrumentos, son lo que constituye las fuerzas
productivas de la humanidad. En su aspecto más básico, la historia es el
registro de la capacidad cada vez más sofisticada de los seres humanos, para
producir. Este proceso es lo que Marx describió como el desarrollo de las
fuerzas productivas. Desafortunadamente, la historia no acaba ahí:
“En la producción los hombres entran
en relación no sólo con la naturaleza. Producen sólo cooperando de determinada
manera e intercambiando sus actividades. Con el fin de producir, entran en
contacto y relación definida entre si y sólo dentro de estos contactos y
relaciones sociales tiene lugar su relación con la naturaleza, su producción.”7
Estas relaciones sociales de
producción han dado lugar, durante los últimos dos milenios, a la división de
la sociedad en clases. Una minoría puede adquirir el control de los medios de
producción, es decir, de la tierra y de los instrumentos de producción. Se vale
de este control para forzar a los productores directos, la masa de la población
que en realidad efectúa el trabajo de producir la riqueza de la sociedad, a
llevar a cabo trabajo excedente. En otras palabras, los productores directos,
sean ellos o ellas esclavos, campesinos o asalariados modernos, se ven
obligados a trabajar, no sólo para satisfacer sus necesidades y las de
cualquier persona que pueda tener a su cargo, también para satisfacer las
necesidades (incluyendo los lujos y los medios de librar una guerra) del dueño
de los medios de producción, sea éste amo de esclavos, señor feudal o
capitalista. “Lo que distingue a las diversas formaciones económicas de la
sociedad es el modo en que este trabajo excedente le es arrebatado al productor
inmediato, al trabajador”.8
Tal opinión de la sociedad de clases
coloca a la explotación, la extracción del trabajo excedente, en su centro. “La
clase”, escribe el antiguo historiador G.E.M. de Ste. Croix, “es esencialmente
el modo en que se refleja la explotación en una estructura social”.9 El
capital de Marx es sobre todo una demostración del modo en que el capitalismo
se basa en la explotación. El origen de las ganancias de las que depende el
capitalismo como sistema económico, es la plusvalía extraída de los
trabajadores dentro de la producción. El capitalismo no es sino la más reciente
forma de la sociedad de clases.
¿Qué implicaciones tiene este
análisis de la sociedad para el estudio de la política? En primer lugar, sólo puede
entenderse la política en el contexto de un proceso de cambio histórico. La
explicación de Marx de las fuerzas productivas y las relaciones de la
producción es dinámica. Estas dos entran en conflicto y al hacerlo, las
formaciones sociales se ven obligadas a pasar por un cambio: “Las relaciones
sociales en las que producen los individuos, las relaciones sociales de
producción y cambio, se transforman, con el cambio y desarrollo de los medios
materiales de producción, las fuerzas productivas”.10
Este conflicto entre fuerzas
productivas y relaciones de producción encuentra su expresión en la lucha de
clases. Las relaciones de explotación de la producción que forman la base de
cada sociedad de clase obligan a la clase explotada a resistirse. De este modo,
la explotación da lugar a la lucha de clases, la lucha constante entre el
explotador y el explotado. La oración inicial del Manifiesto comunista declara:
“La historia de todas las sociedades que hasta ahora han existido, es la
historia de la lucha de clases”.11 Esta lucha de clases es “la
fuerza motriz inmediata de la historia”.12 La explotación y la
lucha de clases son las que proporcionan la clave para cualquier comprensión
auténtica de la política:
“La forma económica específica en
que se extrae el trabajo excedente no pagado de los productores directos,
determina la relación de los gobernantes y los gobernados… siempre es la
relación directa de los dueños de las condiciones de producción con los
productores directos… lo que revela el secreto más íntimo, la base oculta de
toda la estructura social, y con ella… la forma especifica correspondiente del
Estado”.13
Siempre debe rastrearse la política
hasta su “base oculta” en la lucha de clases. Marx mismo observó este precepto
con el mayor éxito, en sus escritos sobre Francia, que incluyen obras maestras
de análisis histórico-político tales como El dieciocho brumario de Luis
Bonaparte. Sin embargo, y más que eso, precisamente porque la política surge de
la lucha de clases, es un fenómeno histórico transitorio.
Para ver por qué es adyacente la
existencia de la política con la de las clases, consideremos algunas de las
decisiones rivales de la política. Una definición así, expresada por Albert
Weale, es la de la política como un proceso de elección colectiva, como una
actividad en la que se combinan los individuos para llegar a una decisión. Sin
embargo, tal definición no deslinda la política, como de todas maneras se
entiende por lo general, de otros procesos de elección colectiva. Weale no
afirma otra cosa. Simplemente sugiere que concebir la política como una
elección colectiva, aclarará algunos problemas distintivos. Existen, sin
embargo, características de la política diferentes a la toma de decisiones.
Una, la existencia de conflictos de interés entre los individuos o grupos,
puede llegar a caber en la definición de Weale. Una segunda, la fuerza o
coerción, no puede, y Peter Nicholson sugiere que la fuerza es lo que distingue
a la política como actividad social. Concebir la política como coerción destaca
marcadamente un tercer punto, las desigualdades de poder entre los diferentes
individuos y grupos.
Notas
1. Véase “What
is the Real Marxist Tradition?”, de J. Molyneux, en International Socialism
2:20 (1983).
2. De K. Marx y F. Engels, Collected
Works (50 vols., Londres, 1975) (En adelante citado como CW), V. pp. 322 y 329.
3. Véase Philosophical Papers, de I.
Lakatos (Cambridge, 1978).
4. CW, V, p. 4.
5. De V.I.
Lenin, Collected Works (Moscú, 1965), XXXII, p. 32.
6. De K. Marx y F. Engels, Selected
Works (3 vols., Moscú, 1973) (en adelante citado como SW), I, p. 503.
7. CW, IX, p. 211.
8. De K. Marx,
Capital I (Harmondsworth, 1976), p. 325.
9. The Class
Struggle in The Ancient Greek World, de G.E.M. de Ste. Croix (Londres, 1981), p. 51.
10. CW, IX, p. 212.
11. Ibid., VI, p. 483.
12. SW, III, p. 94.
13. De K. Marx, Capital III (Moscú,
1971), p. 791.
Alex Callinicos, Profesor de teoria política en el King’s College. En
1973 se licenció en filosofía, política y economía en la Universidad de Oxford,
y en 1979 obtuvo de la misma universidad un postgrado en literatura y
humanidades. Entre sus libros más conocidos figuran Marxism and Philosophy (1983), Las
ideas revolucionarias de Karl Marx (1983), Making History (1987), The
Revenge of History (1991), Contra el
Postmodernismo. Una crítica marxista (1991), Social Theory. A historical introduction (1999), Igualdad (2000), Contra la tercera vía (2001) y Un
Manifiesto Anticapitalista (2003). Escribe regularmente en el semanario
británico Socialist Worker, la revista mensual Socialist Review y la revista
trimestral International Socialism, de cuyo consejo editorial forma parte. Es
miembro de la dirección del Socialist Workers Party de Gran Bretaña.