John Bellamy Foster
La crisis del Antropoceno
Y es debido a que nos mantenemos en la oscuridad sobre la naturaleza de la
sociedad humana -entendida como opuesta a la naturaleza en general- por lo que
ahora nos enfrentamos (así me lo aseguran los científicos implicados) a la
completa destructibilidad de este planeta que apenas se ha convertido en un
lugar en el que vivir.
Bertolt Brecht [1]
El Antropoceno, visto como una nueva era
geológica que ha desplazado al Holoceno de los últimos 10.000 a 12.000 años,
representa lo que ha sido denominado «brecha antropogénica» en la historia del
planeta [2]. Introducido formalmente en el debate científico y medioambiental
contemporáneo por el climatólogo Paul Crutzen en 2000, defiende la idea de que
los seres humanos se han convertido en la fuerza geológica emergente primaria
que afecta al futuro del Sistema Tierra. Aunque a menudo se ha seguido su
rastro hasta la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII, el
Antropoceno se ve probablemente con más claridad como algo surgido a finales de
los años 1940 y principios de los 50. Pruebas científicas recientes sugieren
que el periodo desde aproximadamente 1950 en adelante muestra un gran pico,
marcando la Gran Aceleración en el impacto humano sobre el medio ambiente,
encontrándose la traza más importante de la brecha antropogénica en la lluvia
de radionúclidos procedentes de ensayos de armas nucleares [3]
Planteado de esta forma, el Antropoceno
puede ser visto como algo que coincide aproximadamente con el auge del
movimiento ecologista moderno, que tuvo sus inicios en las protestas llevadas a
cabo por científicos contra las pruebas nucleares terrestres tras la Segunda
Guerra Mundial, y surgió como un movimiento más amplio tras la publicación
de Primavera Silenciosa de Rachel Carson en 1962. Al libro de
Carson le siguieron pronto en los 60 los primeros avisos por parte de
científicos soviéticos y estadounidenses del calentamiento global acelerado e
irreversible[4]. Es esta interrelación dialéctica entre la aceleración hacia el
Antropoceno y la aceleración del imperativo radical ecologista en respuesta lo
que constituye el tema central del nuevo y maravilloso libro de Ian Angus. Es
su capacidad para ofrecernos perspectivas sobre el Antropoceno como un nuevo
nivel emergente de interacción naturaleza-sociedad producido por el cambio
histórico -y cómo los nuevos imperativos ecológicos que genera se han
convertido en la cuestión central a la que nos enfrentamos en el siglo XXI- lo
que hace que Facing the Anthropocene sea tan indispensable.
Hoy parece probable que el Antropoceno
llegará a estar vinculado especialmente con la ciencia de la época posterior a
la Segunda Guerra Mundial. En cualquier caso, como en el de todos los grandes
puntos de inflexión en la historia, hubo signos de picos menores en etapas
tempranas durante todo el periodo a partir de la Revolución Industrial. Esto
refleja lo que el filósofo marxiano István Mészáros denomina «la dialéctica de
continuidad y discontinuidad» que caracteriza todos los nuevos desarrollos
emergentes en la historia [5] Aunque el concepto de Antropoceno solo se ha
desarrollado completamente con la noción científica moderna de sistema Tierra,
y se ve cada vez más como algo que tiene su base física en la Gran Aceleración
posterior a la Segunda Guerra Mundial, estuvo prefigurado por ideas anteriores,
surgidas de pensadores que se centraron en los cambios dramáticos en la
interrelación humanos-medio ambiente producidos por el auge del capitalismo,
entre los que se incluye la Revolución Industrial, la colonización del mundo y
la era de los combustibles fósiles.
«Naturaleza, la naturaleza que precedió
a la historia humana», tal como destacaron Karl Marx y Frederick Engels en una
fecha tan temprana como en 1845, «ya no existe en ninguna parte (excepto quizá
en unas pocas islas coralinas australianas de origen reciente).» [6] Puntos de
vista similares fueron presentados por George Perkins Marsh en Hombre y
naturaleza en 1864, dos años antes de que Ernst Haeckel acuñase el
término ecología, y tres años antes de que Marx publicase el primer volumen
de El Capital, con su advertencia sobre la brecha metabólica en la
relación entre los seres humanos y la Tierra [7]
No fue hasta el último cuarto del siglo
XIX y principios del siglo XX, sin embargo, que surgió el concepto clave de
biosfera, a partir del cual se desarrolló la idea moderna de sistema Tierra,
con la publicación, principalmente, de La Biosfera del
geoquímico soviético Vladimir I. Vernadsky en 1926. «De manera notable»,
escribieron Lynn Margulis y Dorian Sagan en ¿Qué es la vida?,
«Vernadsky desmanteló los rígidos límites entre organismos vivos y medio
ambiente no vivo, describiendo la vida globalmente antes de que ningún satélite
nos mostrase fotografías de la Tierra desde órbita» [8]
La aparición del libro de Vernadsky
coincidió con la primera introducción del término Antropoceno (junto con
Antropogeno) por parte de su colega, el geólogo soviético Aleksei Pavlov, quien
lo utilizó para referirse a un nuevo periodo geológico en el que la humanidad
era el principal causante del cambio geológico planetario. Como observó
Vernadsky en 1945, «A partir de la idea del rol geológico del hombre, el
geólogo A. P. Pavlov (1854-1929) en los últimos años de su vida solía hablar de
la era antropogénica, en la que ahora vivimos… Destacó correctamente que el
hombre, ante nuestros propios ojos, se está convirtiendo en una poderosa y
siempre creciente fuerza geológica… En el siglo XX el hombre, por primera vez
en la historia de la Tierra, ha conocido y abarcado toda la biosfera,
completado el mapa geográfico del planeta Tierra y colonizado toda su
superficie» [9]
Simultáneamente al trabajo de Vernadsky
sobre la biosfera, el bioquímico soviético Alexander I. Oparin y el biólogo
socialista británico J.B.S. Haldane desarrollaron de manera independiente en
los años 20 la teoría del origen de la vida, conocida como la «teoría de la
sopa primigenia». Tal como lo resumen los biólogos de Harvard Richard Levins y
Richard Lewontin, «La vida surgió originalmente de la materia inanimada [lo que
como es bien sabido Haldane describió como una «sopa caliente diluida»], pero
este origen hizo que su repetición fuese imposible, porque los organismos vivos
consumen las complejas moléculas orgánicas necesarias para recrear la
vida de novo. Además, la atmósfera reductora [falta de oxígeno
libre] que existía antes del principio de la vida se ha convertido, por acción
de los organismos vivos, en otra rica en oxígeno reactivo». De esta forma, la
teoría Oparin-Haldane explicó por primera vez cómo se pudo haber originado la
vida a partir de materia inorgánica, y porqué el proceso no se podía repetir.
De manera igualmente significativa, la vida, surgida de esta forma hace miles
de millones de años, podría ser vista como la creadora de la biosfera dentro de
un complejo proceso de coevolución [10]
Fue Rachel Carson, presentadora como es
bien sabido del concepto de ecosistema al público estadounidense, en su charla
de 1963 que supuso un hito, «Nuestro medio ambiente contaminado», quien expresó
de la forma más elocuente esta perspectiva ecológica integrada y la necesidad de
tenerla en cuenta en todas nuestras acciones. «Desde el principio de los
tiempos biológicos», escribió, ha existido la interdependencia más íntima
posible entre el medio ambiente físico y la vida que este sostiene. Las
condiciones de la Tierra joven produjeron la vida; la vida, inmediatamente
después, modificó las condiciones de la Tierra, de manera que este único y
extraordinario acto de generación espontánea no podía ser repetido. De una
forma u otra, la acción y la interacción entre la vida y lo que le rodea ha
estado en marcha desde entonces.
Este hecho histórico tiene, creo, un
significado más que académico. Una vez lo aceptamos vemos porqué no podemos
llevar a cabo con impunidad repetidos asaltos contra el medio ambiente como
ahora hacemos. Un estudiante serio sobre la historia de la Tierra sabe que ni
la vida ni el mundo físico que la mantiene existen en pequeños compartimentos
aislados. Por el contrario, reconoce la extraordinaria unidad entre organismos
y medio ambiente. Por esta razón sabe que las sustancias dañinas liberadas en
el medio ambiente vuelven con el tiempo para crear problemas a la humanidad.
La rama de la ciencia que trata de estas
interrelaciones es la ecología…. No podemos pensar solo en los organismos
vivos, ni podemos pensar en el medio ambiente físico como una entidad separada.
Los dos existen juntos, actuando uno sobre el otro para formar un complejo
ecológico o ecosistema [11].
Sin embargo, a pesar de la visión
ecológica integrada presentada por figuras como Carson, los conceptos de
Vernadsky de biosfera y ciclos biogeoquímicos fueron minimizados durante mucho
tiempo en Occidente debido al modo reduccionista que prevalecía en la ciencia
occidental y el trasfondo soviético de estos conceptos. Los trabajos
científicos soviéticos eran bien conocidos por los científicos en Occidente y
fueron traducidos con frecuencia en los años de la Guerra Fría por editoriales
científicas e incluso por el gobierno de los EEUU -aunque
incomprensiblemente La Biosfera de Vernadsky no fue traducida
al inglés hasta 1998-. Esto era una necesidad puesto que en algunos campos,
como la climatología, los científicos soviéticos iban muy por delante de sus
homólogos estadounidenses. Pero este amplio intercambio científico, que cruzaba
las divisiones de la Guerra Fría, era raramente transmitido al público general,
cuyo conocimiento de los logros soviéticos en estas áreas fue prácticamente
inexistente. Ideológicamente, por tanto, el concepto de biosfera parecer haber
caído durante mucho tiempo bajo una especie de prohibición.
No obstante, la biosfera ocupó el centro
del escenario en 1970, con un número especial de Scientific American sobre
el tema [12]. Aproximadamente por esa misma época, el biólogo socialista Barry
Commoner advirtió en El círculo que se cierra de los enormes
cambios en la relación de los humanos con el planeta, a partir de la era
atómica y el auge de los desarrollos modernos en química sintética. Commoner
recordaba los tempranos avisos de la alteración medioambiental del capitalismo
de los ciclos de la vida representados por el debate de Marx sobre la brecha en
el metabolismo del suelo [13]
En 1972, Evgeni K. Fedorov, uno de los
principales climatólogos mundiales y miembro del Presidium del Soviet Supremo
de la URSS, así como el principal partidario soviético de los análisis de
Commoner (escribió unas «Observaciones finales» a la edición rusa), declaró que
el mundo debería desengancharse de los combustibles fósiles: «El ascenso de la
temperatura de la Tierra es inevitable si no nos limitamos al uso, como fuentes
de energía, de la radiación solar directa y las energías hidráulica, maremotriz
y eólica, en lugar de obtener energía de los [combustibles] fósiles o las
reacciones nucleares»[14] Para Fedorov, la teoría de Marx del «metabolismo
entre la población y la naturaleza» constituía la base metodológica para un
enfoque ecológico de la cuestión del sistema Tierra [15] Fue en los 60 y 70
cuando los climatólogos de la URSS y los Estados Unidos hallaron por primera
vez «pruebas», en palabras de Clive Hamilton y Jacques Grinevald, de un
«metabolismo mundial» [16]
El auge de los análisis del sistema
Tierra en las décadas siguientes se vio también fuertemente impactado por las
extraordinarias vistas desde fuera, aparecidas con las primeras misiones
espaciales. Como escribió Howard Odum, una de las figuras principales en la
formación de la ecología de sistemas, en Medio ambiente, poder y
sociedad:
Podemos empezar una visión de sistema de
la Tierra con la macroscópica del astronauta muy por encima de la Tierra. Desde
un satélite en órbita, la zona viva de la Tierra parece ser muy simple. La
delgada cáscara de agua y aire que cubre la Tierra -la biosfera- está limitada
hacia el interior por sólidos densos y hacia el exterior por el casi vacío
total del espacio exterior… Desde los cielos es fácil hablar de equilibrios
gaseosos, presupuestos energéticos de millones de años y la magnífica
simplicidad del metabolismo total de la delgada cáscara exterior de la Tierra.
Con la excepción del flujo de energía, la geobiosfera en su mayor parte es un
sistema cerrado del tipo en que los materiales se reciclan y reutilizan [17].
«El mecanismo de sobrecrecimiento» que
amenaza este «metabolismo total», seguía Odum, «es el capitalismo» [18] El
concepto actual de Antropoceno refleja por tanto, por una parte, un
reconocimiento reciente del rol en rápido aceleramiento de los impulsos
antropogénicos en la alteración de los procesos biogeoquímicos y de los límites
planetarios del sistema Tierra y, por otra, un serio aviso de que el mundo,
bajo el «business as usual» [seguir como siempre], está siendo catapultado a
una nueva fase ecológica -menos propicia para el mantenimiento de la diversidad
biológica y una civilización humana estable-.
Unir estos dos aspectos del Antropoceno
-vistos de forma diferente como el geológico y el histórico, el natural y el
social, el clima y el capitalismo- en una visión única, integrada, es lo que
constituye el logro principal de Facing the Anthropocene. Angus
demuestra que el «capitalismo fósil», si no es detenido, es un tren fuera de
control que lleva al apartheid medioambiental global y a lo que el gran
historiador marxista británico E.P. Thompson llamaba la amenazada etapa
histórica del «exterminismo», en la que las condiciones de existencia de
centenares de millones, quizá miles de millones de personas, cambiarán
drásticamente, y estarán en peligro las bases mismas de la vida tal como la
conocemos. Además, todo esto tiene su origen en lo que Odum llamaba
«capitalismo imperial», que pone en peligro las vidas de las poblaciones más
vulnerables del planeta en un sistema de desigualdad global forzada [19]
Los peligros son tales que solo un
enfoque nuevo, radical, de las ciencias sociales (y por tanto de la sociedad
misma), nos dice Angus -uno que se tome en serio la advertencia de Carson de
que si socavamos los procesos vivos de la Tierra esto «volverá en su momento»
para acosarnos- puede daros las respuestas que necesitamos en la era del
Antropoceno. Por lo que se refiere a la urgencia del cambio, «mañana es
demasiado tarde» [20]
Pero la ciencia social dominante, la que
sirve al orden social dominante y a sus capas dirigentes, hasta ahora ha
servido para oscurecer estos temas, poniendo su peso en las medidas paliativas
junto a soluciones mecanicistas como los mercados de carbono y la
geoingeniería. Es como si la respuesta a la crisis del Antropoceno fuese
estrechamente económica y tecnológica, compatible con la ulterior expansión de
la hegemonía del capital sobre la Tierra y sus habitantes -a pesar de que el
actual sistema de acumulación de capital se encuentra en la raíz de esta
crisis. El resultado es empujar al mundo a un peligro aún mayor. Lo que hace
falta, por tanto, es reconocer que es la lógica de nuestro actual modo de
producción -el capitalismo- lo que se interpone en el camino para crear un
mundo de desarrollo humano sostenible que trascienda el desastre en espiral que
de otra manera espera a la humanidad. Para salvarnos debemos crear una lógica
socioeconómica diferente que apunte a fines humano-ambientales diferentes: una
revolución ecosocialista en la que las grandes masas de la humanidad
participen.
¿Pero no hay riesgos
en un cambio tan radical? ¿No nos esperan grandes luchas y sacrificios ante
cualquier intento de derrocar el sistema dominante de producción y de uso de la
energía en respuesta al calentamiento global? ¿Hay alguna seguridad de que
seremos capaces de crear una sociedad de desarrollo humano sostenible como
conciben ecosocialistas como Ian Angus? ¿No sería mejor equivocarse por el lado
del negacionismo que por el del ‘catastrofismo’?¿No deberíamos dudar en pasar a
la acción a este nivel hasta que no sepamos más?
Aquí puede ser útil
citar el poema didáctico del gran dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht «La
parábola de Buda de la casa en llamas»:
Buda, sentado todavía
bajo el árbol del pan, a los que no le
habían preguntado les narró la siguiente parábola: «No hace mucho vi una casa
que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme advertí que aún
había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba
ardiendo, incitándoles a que salieran rápidamente. Pero aquella gente no
parecía tener prisa. Uno me preguntó, mientras el fuego le chamuscaba las
cejas, qué tiempo hacía fuera, si llovía, si no hacía viento, si existía otra
casa, y otras cosas parecidas. Sin responder, volví a salir. Esta gente, pensé,
tiene que arder antes que acabe con sus preguntas. Verdaderamente, amigos, a
quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente
cambiarse de sitio, nada tengo que decirle.» [21]
Es el capitalismo y
el medio ambiente global alienado que este ha producido lo que constituye hoy
nuestra «casa en llamas». Los ecologistas mayoritarios, ante este monstruoso
dilema, han preferido generalmente hacer poco más que contemplarlo, observando
y haciendo pequeños ajustes a lo que les rodea en el interior mientras las
llamas lamen el tejado y toda la estructura amenaza con derrumbarse a su
alrededor. El punto, en cambio, es cambiarlo, reconstruir la casa de la
civilización con principios arquitectónicos diferentes, creando un metabolismo
más sostenible entre la humanidad y la Tierra. El nombre del movimiento para
conseguir esto, surgiendo de los movimientos socialistas y ecologistas
radicales, es ecosocialismo, y Facing the Anthropocene es su
manifiesto más actualizado y elocuente.
Notas:
(1) Bertolt Brecht, Brecht on Theatre (New
York: Hill and Wang, 1964), 275.
(2) Clive Hamilton and Jacques Grinevald, «Was the
Anthropocene Anticipated?»Anthropocene Review 2, no. 1 (2015):
67.
(3) Paul J. Crutzen and Eugene F. Stoermer, «The
Anthropocene,»Global Change Newsletter, May 1, 2000, 17; Paul J.
Crutzen, «Geology of Mankind,»Nature 415, no. 6867 (2002): 23;
Colin N. Waters et al., «The Anthropocene Is Functionally and Stratigraphically
Distinct from the Holocene,»Science 351, no. 6269 (2016): 137,
137, 2622-1–2622-10.
(4) Spencer Weart, «Interview with M. I. Budyko: Oral
History Transcript,» March 25, 1990, http://aip.org ; M. I. Budyko, «Polar Ice and Climate,»
en J. O. Fletcher, B. Keller, and S. M. Olenicoff, eds., Soviet Data on the
Arctic Heat Budget and Its Climatic Influence (Santa Monica, CA: Rand
Corporation, 1966), 9–23; William D. Sellars, «A Global Climatic Model Based on
the Energy Balance of the Earth Atmosphere System,»Journal of Applied
Meteorology 8, no. 3 (1969): 392–400; M. I. Budyko, «Comments,»Journal
of Applied Meteorology 9, no. 2 (1970): 310.
(5) István Mészáros,The Power of Ideology (New
York: New York University Press, 1989), 128.
(6) Karl Marx and Frederick Engels,Collected Works,
vol. 5 (New York: International Publishers, 1976), 40.
(7) George P. Marsh, Man and Nature (Cambridge,
MA: Harvard University Press, 1965); Frank Benjamin Golley,A History of the
Ecosystem Concept in Ecology (New Haven, CT: Yale University Press,
1993), 2, 207; Karl Marx,Capital, vol. 1 (London: Penguin, 1976),
636–39;Capital, vol. 3 (London: Penguin, 1981), 949.
(8) Lynn Margulis and Dorion Sagan, What Is
Life? (New York: Simon and Schuster, 1995), 47; Vladimir I.
Vernadsky,The Biosphere (New York: Springer, 1998). El
concepto de biosfera fue introducido originalmente por el geólogo francés
Edward Suess en 1875, pero fue desarrollado mucho más por Vernadsky y acabó
siendo asociado básicamente con él.
(9) Vladimir I. Vernadsky, «Some Words about the
Noösphere,» en Jason Ross, ed.,150 Years of Vernadsky, vol. 2
(Washington, D.C.: 21st Century Science Associates, 2014), 82; E. V. Shantser,
«The Anthropogenic System (Period),» enThe Great Soviet Encyclopedia,
vol. 2 (New York: Macmillan, 1973), 140. El artículo de Shantser
introdujo la palabra «Antropoceno» en inglés.
(10) Richard Levins and Richard Lewontin, The
Dialectical Biologist (Cambridge, MA: Harvard University Press,
1985), 277; A. I. Oparin, «The Origin of Life,» en J. D. Bernal,The Origin
of Life (New York: World Publishing, 1967), 199–234; and J. B. S.
Haldane, «The Origin of Life,» en Bernal,The Origin of Life, 242–49.
(11) Rachel Carson, Lost Woods (Boston:
Beacon, 1998), 230–31.
(12) G. Evelyn Hutchinson, «The Biosphere,»Scientific
American 233, no. 3 (1970): 45–53.
(13) Barry Commoner,The Closing Circle: Nature,
Man, and Technology (New York: Knopf, 1971), 45–62, 138–75, 280.
(14) E. Fedorov citado en Virginia Brodine,Green
Shoots, Red Roots (New York: International Publishers, 2007), 14, 29.
Véase también E. Fedorov,Man and Nature (New York: International
Publishers, 1972), 29–30; John Bellamy Foster, » Late Soviet Ecology and
the Planetary Crisis ,»Monthly Review 67, no. 2 (June 2015): 9; M. I. Budyko,The
Evolution of the Biosphere (Boston: Reidel, 1986), 406. Los
llamamientos de figuras prominentes como Fedorov a una respuesta más rápida y
radical a los problemas medioambientales fueron básicamente ignorados por el
estado soviético, con trágicos resultados.
(15) Fedorov, Man and Nature, 146.
(16) Hamilton and Grinevald, «Was the Anthropocene
Anticipated?» 64.
(17) Howard T. Odum, Environment, Power, and
Society for the Twenty-First Century (New York: Columbia University
Press, 2007), 3.
(18) Odum, Environment, Power, and Society,
263.
(19) E. P. Thompson, Beyond the Cold
War (New York: Pantheon, 1982) 41–80; Rudolf Bahro,Avoiding
Social and Ecological Disaster (Bath, UK: Gateway, 1994), 19; Odum,Environment,
Power, and Society, 276–78.
(20) Rolf Edburg and Alexei Yablokov,Tomorrow Will
Be Too Late (Tucson, AZ: University of Arizona Press, 1991).
(21) Bertolt Brecht, Tales from the
Calendar (London: Methuen, 1961), 31–32.
Nota
del autor: Este artículo
es una adaptación de prólogo al libro de Ian Angus Facing the
Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System (Monthly
Review Press, 2016).
Fuente: izquierdaweb