Esteban Fernández
El atomismo y el pensamiento dialéctico
Entre la probabilidad y la determinación
“Es un infortunio vivir en la
necesidad, mas vivir en ella no es una necesidad. Por todas partes se hallan
abiertas las sendas, numerosas, cortas y fáciles que conducen a la libertad
(…). Dominar la necesidad misma está permitido”. Epicuro
Filosofía de la naturaleza
Según Popper la ciencia es filosofía
de la naturaleza por medios más exactos. Durante siglos la investigación de la
naturaleza se basó en la experiencia, pero también en la especulación filosófica,
cuya rigurosidad conceptual completaba lo que la experiencia indicaba, por lo
menos para Occidente.
Este carácter un tanto ambiguo de la
filosofía de la naturaleza –entre la ciencia y la especulación- nos resulta de
lo más útil en la comparación que presentamos a continuación entre Marx y
Engels, restringida al ámbito del atomismo 1, pues esta
comparación puede aportar hacia una comprensión de las formas de explicación
propias del marxismo por lo que puede ser una herramienta de utilidad para las
nuevas generaciones militantes en la lucha por el relanzamiento del socialismo.
Es este objetivo el que, finalmente, nos impulsa a escribir sobre filosofía.
Queremos aportar a la comprensión de
un problema muy específico dentro del marxismo que nos obliga a evaluar
críticamente sus concepciones sobre la ciencia de la época y a partir de allí
ayudar en la comprensión de algunas características de la dialéctica
materialista.
No sólo hay que transportarse en el
tiempo a un momento que a pesar de todo no es tan alejado. También hay que
transportarse a un momento de maduración de la clase obrera en los estados
centrales del capitalismo del siglo XIX. Es el período específico de
acrecentamiento global de la organización de la clase obrera, la muerte de Marx
y el esfuerzo de Federico Engels por ordenar y preparar El capital para
la publicación de los siguientes dos tomos. Un periodo en que la clase obrera
debatía y discutía en órganos de prensa propios los principales tópicos ya
fuese en política, historia de la ciencia, filosofía, etc.
Como ejemplo, es conocido por todas
las tradiciones burguesas como la teoría de la evolución de Darwin empezó a ser
discutida en los círculos obreros ingleses –el famoso cartismo inglés– debido a
la cercanía de esa nueva verdad científica con los primeros elementos de
desarrollo de la conciencia por parte del proletariado de la época.
No es sólo una curiosidad
intelectual sobre Marx y Engels la que nos obliga a revisar la historia de la
ciencia, sino que es incluso el propio desarrollo organizativo de la clase
obrera, con todas las contradicciones y matices del caso, el que nos indica la
importancia que tienen los descubrimientos de las ciencias de la naturaleza
para el desarrollo de una conciencia revolucionaria por parte de oprimidos y
explotados. Es mucho más fácil explotar y oprimir a quien se mantiene en la
ignorancia de las verdades científicas.
A este respecto es sumamente
sugerente como Marx y Engels, regresando a viejas discusiones de la filosofía
clásica, tanto la antigua como la moderna, anotan que el conocimiento de la
naturaleza es clave para tomar decisiones libres, conscientes, por supuesto sin
caer en un academicismo apoliticista y pequeñoburgués. Son las luchas y
las organizaciones las que en primera instancia determinan la consciencia de la
clase obrera; la ciencia es simplemente una herramienta en ese paso de la
inconsciencia a la consciencia.2
Algunas nociones generales
Es sabido también, por otra parte,
la cercanía que sentían Marx y Engels por la teoría de la evolución, incluso al
punto en que Marx indica que “allí se encuentra el fundamento
histórico-natural de nuestra idea” (carta de Marx a Engels, 19-12-1860).
La teoría de la evolución implica
para los primeros maestros socialistas un fundamento debido a que el movimiento
de desarrollo temporal de cualquier fenómeno es ya un desarrollo histórico.
Cualquier fenómeno es pasajero y así como el mundo ha cambiado en el tiempo,
así también lo hará la sociedad humana.
Diferente a Hegel para quien la
historia como categoría está asociada sólo a la historia de la sociedad
humana, para Marx y Engels la historia es más amplia y cobija toda la realidad,
pues toda la realidad está en un proceso de transformación temporal.
Es interesante que este concepto de
transformación temporal de la naturaleza aparece mucho antes de 1860, fecha de
la carta citada, y es probablemente la idea más básica sobre la naturaleza
compartida por Kant, Hegel, Marx y Engels, como veremos adelante, y es
desarrollada por todos desde diferentes ángulos y matices. Es precisamente
dentro de esta unidad de criterio sobre la naturaleza en donde debemos
apoyarnos en la historia de la ciencia. ¿Cuándo y por qué motivo se llegó a la
conclusión de que todo lo natural tiene un movimiento temporal?
Esta verdad está asociada al salto
de calidad que implicó “la revolución copernicana”, la explicación de cómo
surgió “nuestro mundo”, el decaimiento de la filosofía aristotélica de la
naturaleza y la coronación del atomismo como fundamento básico –filosofía en
sentido estricto– de cualquier pensamiento sobre la naturaleza.
En este sentido queremos hacer una
exposición rápida de este trayecto para comprender cuál es el contexto más
general que todavía en el siglo XIX estaba enfrentando la ciencia y que afecta
indudablemente la reflexión de Marx y Engels respecto de la naturaleza.
Además esto puede servir para
comprender de manera un poco más adecuada a qué nos referimos cuando hablamos
de filosofía de la naturaleza y de cuál ha sido su dimensión en la conciencia
humana.
Un apoyo en la historia de la
ciencia - Aristóteles
y Copérnico.
Para otro momento dejaremos una
reflexión más completa sobre ese gigante del pensamiento que fue Aristóteles.
En verdad, pocos como él. Retomaremos acá simplemente una parte de su
impresionante sistema filosófico, la parte que destruyó el sistema.
La idea de que el movimiento
temporal es en definitiva el movimiento de la naturaleza remite a discusiones
de la antigua filosofía clásica de la naturaleza. Esto es así por motivos
bastante evidentes. Cualquier objeto que veamos, incluidos nosotros mismos,
cuenta con las marcas que acreditan su condición de simple objeto natural,
cualquier forma cambia en el tiempo, mostrando su naturaleza. Y como todos los
objetos cambian, sean cosas o relaciones, pues todos los objetos son naturales,
por lo menos en un sentido muy general.
Todas las implicaciones de estas
ideas –o su negación- eran parte de un debate general en la filosofía antigua,
donde había toda suerte de discusiones, tensiones, acuerdos y agrias polémicas.
Por motivos que nos son imposibles de retomar ahora de conjunto por su
extraordinaria complejidad, el vencedor de esta batalla de filosofía clásica
fue Aristóteles.
El motivo más básico del triunfo, en
todo caso, así como el motivo de la posterior disolución del aristotelismo, se
debió a que Aristóteles sintetizó teóricamente una cantidad de experiencia
humana superior a las de sus oponentes. Pero en cuanto “la acumulación” de
esta experiencia fue superada, todo el aristotelismo fue paso a paso criticado,
negado y finalmente superado, abriendo espacio para el resurgimiento de las
viejas escuelas, principalmente la atomista.
Aristóteles hizo un verdadero
sistema de filosofía de la naturaleza, que integraba la biología, la física
(incluso comprendiéndola acá como ciencia del movimiento de los cuerpos),
astronomía, la geometría, la medicina y, coronando todo, la lógica.
En Aristóteles el mundo es una
esfera cerrada, llena. Algo así como un huevo de gallina perfectamente
esférico, donde la cáscara es un de un elemento especial llamado éter, cuyo
único movimiento es local, es decir se mueve de un lugar a otro, tal como las
estrellas se mueven con una regularidad sorprendente si los vemos con nuestros
propios ojos, sin ayuda de ningún otro instrumento.
Como se puede notar, “mundo” y
“universo” son lo mismo acá. Es que para nosotros, el universo de los antiguos
es “muy chico”. El problema de explicar el mundo era explicar, en verdad, el
sistema solar hasta Saturno y luego los puntitos blancos que llamamos estrellas.
Este universo es muy pequeño para nosotros, que estamos acostumbrados a hablar
de millones de años de antigüedad y cuya medida de distancia es el año-luz. Por
supuesto, la cantidad de experiencia acumulada a este respecto es inmensa,
comparada con las observaciones con que contó el propio Aristóteles.
Pero por otro lado la ordenación que
Aristóteles ofrecía “del mundo” coincidía al extremo con la experiencia de la
ciencia de la época e incluso Ptolomeo, que desarrolla su modelo recién al
siglo II d.C., se mantiene como un todo dentro del aristotelismo.
Es interesante notar que a pesar de
su éxito divulgativo, la concepción aristotélica del cosmos no era la parte más
desarrollada de su filosofía de la naturaleza, sino más bien su “eslabón
débil”. La observación hecha por Aristóteles de los animales, la parte fuerte,
de donde se desprenden algunos de los principales conceptos de la filosofía de
la naturaleza aristotélica, merecen incluso la opinión favorable de Darwin:
“Linneo y Cuvier han sido mis dos dioses, aunque de maneras muy diferentes,
pero eran meros escolares comparados con el viejo Aristóteles” (Francis Darwin,
The Life and Letters of Charles Darwin, Londres, 1887, vol. 3, 251,
citado por Edward Grant).
Aristóteles estaba consciente de la
dificultad de hacer ciencia sobre los fenómenos celestes pues estaba era claro
de los límites de su conciencia y de su práctica sobre semejantes objetos de
estudio. A diferencia de los animales, no podía abrirlos, inspeccionarlos y
sacar conclusiones, sino que se veía obligado a especular y pensar a la
distancia. Todos los textos llamados Meteorológicos arrastran esta
dificultad, que Aristóteles asume sin complejo, lo que da cuenta de su magnitud
como sabio, del volumen de su criticismo.
Sin embargo, en la medida en que la
medición de los cielos empezó a ser un “registro mundial temporal”, en la
medida en que el comercio se hizo por primera vez mundial y las estrellas
servían de guía, entonces las experiencias acumuladas en la observación a
simple vista fueron superadas, no por un sólo humano, sino por cientos y
cientos, lo que produjo una cantidad de materiales de trabajo que empezaron a
demostrar groseras faltas en el sistema aristotélico-ptolemaico como un todo.
No fallaba el cálculo de tal o cual planeta o de tal o cual estrella, fallaba
el sistema cuando se ponían todos los planetas, las estrellas fijas y la
Tierra, que no era considerada planeta pues se suponía que no se movía.3 El
viejo calendario no servía ya para ordenar y desarrollar las nuevas relaciones
sociales capitalistas.
Es por esto que Copérnico se lanzó
en la investigación de los cielos, desarrollando una revisión sistemática de
todos los datos acumulados hasta la fecha, lo que permitió la ordenación y sistematización
de esa información, que ahora sobre una sólida base matemática mucho más sólida
que la de Aristotéles, tenía como resultado la transformación de las premisas
del sistema aristotélico.
La Tierra no estaba en el centro, lo
decía el modelo matemático; giramos alrededor del Sol después de Mercurio y
Venus. La Luna giraba alrededor nuestro y Marte, Júpiter y Saturno seguían. Las
estrellas estaban mucho más lejos de lo pensado y además se parecían a nuestro
Sol. Después Kepler demostró que los planetas giraban en elipses y no esferas
perfectas, Galileo demostró medidas y objetos nuevos, Descartes aportó nuevas
herramientas matemáticas y finalmente Newton, apoyado en todos, establece las
fórmulas precisas para la observación de los planetas.
Al mismo tiempo y por los mismos
hombres se iba construyendo la noción de que la materia se atraía y rechazaba y
que eran esos movimientos simples los que explicaban el cosmos. Es acá de donde
conviene ubicarnos para comprender el resurgimiento del atomismo.
Esta historia tuvo como correlato la
destrucción del sistema aristotélico como un todo. El daño que esto implicaba a
las 10 categorías aristotélicas es supremamente significativo. El principio del
movimiento tal como Aristóteles lo concebía, como la esfera perfecta movida por
un ser sin cuerpo, primer problema “metafísico”, no explicaba el movimiento
real de ningún cuerpo. Un cuerpo se mueve en el vacío, no hay substancia alguna
que le dé soporte ni lugar alguno que naturalmente lo contenga. La cantidad y
la calidad su funden, en lugar de estar separadas, como exigía Aristóteles.
En el ambiente de degradación de ese
sistema surgió de las cenizas el viejo atomismo filosófico. Es también en este
ambiente donde vamos a ver el germen de muchos conceptos del pensamiento dialéctico
del siglo XIX. Es de acá de donde surgirá la concepción histórica-temporal de
la naturaleza, imposible en el mundo lleno y eterno del aristotelismo. Es así
como llegó a su fin el reinado más largo de la historia de la filosofía y de la
ciencia y es así como nos acercamos a lo que entendemos modernamente por
ciencia y universo.
Isaac Newton
Como dijimos, la concepción más
general del universo era la parte débil del pensamiento aristotélico. Y esto
por un problema muy concreto. Planeta viene del griego planétis, que
quiere decir ‘errante’. Es relativamente fácil observar, como los viejos
griegos, que las estrellas parecen fijas, formando constelaciones en el límite
del universo. Aristóteles incluso se apoya en el hecho de que nadie nunca ha
visto cómo cambia su posición una estrella, por lo menos para el siglo VI a.C.
Pero otra cosa muy diferente pasaba
con los “errantes”. Los planetas conocidos se movían de manera básicamente
incomprensible, haciendo necesario toda una suerte de interlugios para que su
movimiento calzara dentro de los parámetros de los movimientos de la esfera, la
figura perfecta, tal y como lo hacía el éter en las estrellas fijas.
Fue el gigantesco Newton quien hizo
la descripción matemática que permitía observar con seguridad las posiciones de
los planetas, por tanto estos ya no erraban en el cielo de acuerdo a su
voluntad divina, como creía Aristóteles, sino que ahora eran bastante
comprensibles sus movimientos. Eso sí, era necesario asumir algunas posiciones
filosóficas para poder asumir estos hechos. Es así como “inercia”, “atracción”,
“repulsión” y “partícula” pasaron a ser los conceptos básicos de cualquier
explicación sobre la naturaleza.
Ciertamente Newton no habla de
átomos tal cual, pero no los niega y para todos los efectos prácticos
“partícula” es asimilable a átomo (ver Coronado, Apuntamientos de historia
del pensamiento científico). Newton además introdujo dos conceptos de
espacio: el espacio absoluto y el espacio relativo. El espacio relativo es la
condición de cualquier medición de un sistema de partículas o átomos, mientras
que el espacio absoluto es el vacío universal y absolutamente inmóvil, infinito
vacío en todas las direcciones.
Es así como Newton parió en medio de
la modernidad unas ideas bastante antiguas, pero absolutamente menospreciadas
bajo el imperio aristotélico de la conciencia. En pleno siglo XVII aparecía el
viejo atomismo ateísta con sus dos principios: átomos y vacío. Tal y como
siempre ha sido, los descubrimientos científicos marcan la pauta para la abstracción
filosófica y si Newton reinó hasta la mitad del siglo XIX, pues la filosofía
que reintrodujo en Occidente en este caso le ha superado.
En todo caso, Newton era bastante
crítico consigo mismo, por decir lo menos, y es por tanto que es muy cuidadoso
respecto del alcance de la nueva filosofía que, de hecho, introduce en la
historia de Occidente.
Dice Newton: “Llamo en el mismo
sentido fuerzas acelerativas y motrices a las atracciones y a los impulsos.
Utilizo unas por otras, e indiferentemente las palabras atracción, impulso,
tendencia de cualquier tipo al centro, y lo hago considerando a tales fuerzas,
no en su aspecto físico, sino sólo en el matemático. De ahí que cuide el lector
de no creer que con estas palabras yo esté definiendo algún género o modo de
acción o causa o propiedad física, o que estoy atribuyendo a los centros (que
son puntos matemáticos) verdaderas fuerzas físicas, si me hallare diciendo que
los centros atraen o que las fuerzas son centrales” (Definición VIII, Principios
Matemáticos de Filosofía de la Naturaleza).
Como se aprecia, Newton nos da las
reglas “puras”, matemáticas del movimiento. Pero paradójicamente no podemos
hablar de la realidad con esas reglas. Para resolver esta contradicción se hizo
necesario profundizar aún más en el atomismo y abrir la perspectiva histórica,
temporal del Sistema Solar.
Para el atomismo clásico, los mundos
(o sea los sistemas solares) son infinitos y se crean y se destruyen sin parar.
Bastaba entonces descubrir en concreto cómo se hizo nuestro sistema solar para
resolver el problema que Newton, por precaución u obsesión, había dejado
abierto. Así, en el fragmento 565. “Hay mundos innumerables que difieren en
tamaño. En algunos no hay sol ni luna, en otros son más grandes que los de
nuestro mundo y, en otros, más numerosos. Los intervalos entre los mundos son
desiguales; en algunas partes hay más mundos y en otros menos; algunos están
creciendo, otros están en plenitud y otros están decreciendo; en algunas partes
están naciendo y en otras pereciendo. Se destruyen mediante colisión mutua”. En
verdad, es como si estuvieran hablando de nuestras actuales galaxias.
Kant, Hegel y el atomismo - Kant y la hipótesis de la
nebulosa
Es precisamente en este punto donde
el pensamiento dialéctico del siglo XIX, iniciando con Kant todavía a mediados
del siglo XVIII, estrecha sus relaciones con la ciencia de la época y es
entonces el lugar concreto, el origen, de la dialéctica moderna por lo menos en
lo que refiere a la reflexión sobre las ciencias de la naturaleza.4
La explicación del origen “del
mundo” vinculada a la revolución copernicana la da Kant, con su hipótesis de la
nebulosa, posteriormente ratificada por Laplace y conocida regularmente como la
teoría Kant/Laplace, por supuesto sin la deriva teológica de que hace gala
particularmente Kant. Como es sabido, Kant está en el origen de la dialéctica
moderna y por tanto su descubrimiento es de lo más significativo para el
pensamiento dialéctico posterior, como veremos.
Kant basaba su hipótesis en una
filosofía de la naturaleza consistente en la existencia de un momento en que
toda la materia estaba unida en su totalidad, que al ser activada por Dios
inmediatamente después de su creación, se esparció por todo el espacio
infinito. La materia se esparció en átomos por todo el vacío y durante el
esparcimiento, establecieron relaciones entre ellos, vinculadas con el peso
específico de cada átomo.
Veamos en detalle: “Hallándose pues
un punto ubicado en un espacio muy grande donde la atracción de los elementos
en él contenidos se extiende en todas direcciones con mayor fuerza que en otras
partes, han de caer hacia este punto todas las partículas elementales dispersas
sobre toda la extensión. La primera consecuencia de esta caída general es la
formación de un cuerpo en este centro de atracción que, para decirlo así, desde
un germen minúsculo va ir creciendo en grados acelerados, pero a medida que
aumenta su masa, tendrá mayor fuerza para obligar las partículas circundantes a
reunírsele. Cuando la masa de este cuerpo central ha crecido tanto que la
velocidad con la cual atrae hacia sí las partículas desde largas distancias,
sea desviada lateralmente por los débiles grados de repulsión con que las
partículas entrechocan, y se transforme en movimientos laterales, capaces de rodear
totalmente al cuerpo central mediante la fuerza centrífuga, entonces se
producen grandes remolinos de partículas de las cuales cada una describe líneas
curvas debido a la composición de las fuerzas de atracción central y de
desviación lateral, órbitas que se entrecruzan, ya que su gran dispersión en
este espacio les deja suficiente lugar para ello. Pero estos movimientos que en
más de un sentido se hallan en pugna entre sí, tienden naturalmente a
equilibrarse, es decir, a llegar a un estado en que un movimiento estorbe lo
menos posible al otro. Ello lo consiguen primero al limitar cada partícula el
movimiento de otra hasta que todas continúen en una misma dirección; segundo,
al limitar las partículas su movimiento vertical, por el cual se acercan al centro
de atracción, hasta que todas se muevan horizontalmente, es decir en círculos
paralelos alrededor del sol como centro, dejando así de cruzarse y
conservándose, debido a la igualdad existente entre la fuerza propulsora y la
fuerza de caída, en libres círculos a la altura donde se hallan. Así quedarán
finalmente en la extensión del espacio sólo aquellas partículas que por su
caída han obtenido una velocidad y por la resistencia de las otras una
dirección que les permiten continuar un libre movimiento circular. En
este estado de cosas, cuando todas las partículas corren en una sola dirección
y en círculos paralelos, es decir, en libres movimientos circulares alrededor
del cuerpo central, ha terminado la pugna y la competencia de los elementos y
todo se halla en el estado de la más mínima influencia mutua. Ésta es la
consecuencia natural a que llega siempre una materia sometida a movimientos
contradictorios. Es pues evidente que de la multitud dispersa de partículas una
gran cantidad debe llegar, debido a la resistencia con la cual tratan de
llevarse mutuamente hacia aquel estado, a tal exactitud de las determinaciones,
aunque una cantidad aun mayor no llega a ella y sólo sirve para aumentar la
masa del cuerpo central hacia el cual caen al no poderse mantener libremente en
su altura primitiva, cruzando los círculos de las partículas situadas más abajo
y perdiendo finalmente por la resistencia de éstas todo movimiento. Este cuerpo
situado en el centro de la atracción que por consiguiente ha llegado a ser, por
la cantidad de materia reunida en él, la pieza principal del edificio
planetario, es el sol, si bien entonces no tiene todavía aquel hervor de fuego
que estallará en su superficie una vez terminada la formación” (pp. 69-70)
Kant es claro en que su esfuerzo es dotar
a Newton de una filosofía de la naturaleza completa y por tanto busca la
génesis del sistema solar, basado en la infinitud de mundos que se crean y se
destruyen propia del atomismo, entonces establece un criterio temporal para la
comprensión de la naturaleza. De esta manera es que estamos claros que la
naturaleza tiene una historia, un cambio de sus formas en el tiempo. De los
átomos se pasó a una nube de átomos y de allí a la formación del Sol y los
planetas.
Como el nuestro, pero de formas
infinitas, pueden existir tantos mundos como pensados. De esta manera, dando a
los átomos desde el inicio las características de las partículas newtonianas,
Kant aportaba una explicación verdadera sobre el origen del mundo y su carácter
temporal, pues desde el origen hasta el momento de equilibrio actual, había un
proceso temporal, histórico, de ordenamiento de la naturaleza. Todo esto en un
espacio vacío sin propiedad alguna, más la de ser absolutamente inmóvil.
Ahora bien, por los motivos que
fuesen el atomismo no es asumido por Newton, pero sí directamente por Kant.
Veamos: “Pero la defensa de tu sistema, se dirá, es al mismo tiempo la apología
de las opiniones de Epicuro que son los que más se le parecen. No quiero negar
por completo toda coincidencia con aquél. Por el espejismo de tales argumentos,
muchos se han convertido en ateos, que con sólo considerarlos mejor, hubieran
podido convencerse eficazmente de la segura existencia del Ser Supremo. Las
conclusiones que una inteligencia trastocada deduce de principios
irreprochables, son a veces muy reprochables. Así lo fueron también las
conclusiones de Epicuro, no obstante llevar su concepción la señal de un gran
espíritu. Epicuro, Leucipo y Demócrito, tiene mucho parecido con la mía. Yo,
igual que aquellos filósofos, admito el estado primitivo de la naturaleza
dentro de la dispersión general de la materia inicial de todos los cuerpos
siderales o de los átomos, como los llaman ellos. Epicuro suponía una gravedad
que impulsa aquellas partículas elementales a caer, y ello no parece ser muy
distinto de la atracción newtoniana que yo presupongo. Les dio también cierta
desviación del movimiento rectilíneo de la caída, aunque con respecto a sus
causas y consecuencias tenía fantasías incongruentes, pero esta desviación coincide
aproximadamente con la alteración de la caída vertical tal como la deducimos de
la fuerza repulsiva de las partículas. Finalmente, los torbellinos que nacieron
del difuso movimiento de los átomos, eran una parte principal en las doctrinas
de Leucipo y Demócrito, y los encontraremos también en la nuestra. Tanto
parentesco con un sistema doctrinario que era en la antigüedad la verdadera
teoría del ateísmo, no consigue sin embargo atraer al mío hacia la comunidad de
sus errores. Hasta en las opiniones más absurdas que entre los hombres han
conseguido aplauso, se notará siempre algo de verdad” (p. 30)
Como se aprecia, salvo el ateísmo,
Kant asume en 1754 prácticamente todas las posturas asociadas al atomismo. Para
fundamentar cómo un torbellino de átomos provocó la formación del Sistema
Solar. Después, en la Crítica de la razón pura, Kant se preguntará si
“manifestaba Epicuro un espíritu filosófico más genuino que los otros filósofos
de la antigüedad” (p. 425; según la edición crítica: A 471 y B 499).
De esta manera el atomismo obtenía
un impresionante triunfo, al ser asumido por el filósofo más significativo para
la época y el superador histórico de la filosofía aristotélica. O sea con este
triunfo se instala, como hemos insistido, toda una manera de pensar la
naturaleza, lo cual va a tener todo tipo de implicaciones, tanto teóricas como
metodológicas en el pensamiento dialéctico.
Por lo demás, el atomismo se había
empezado a retomar en Europa desde la aparición del texto más completo sobre
atomismo que nos quedó de la antigüedad 5, el poema de Lucrecio, De Rerum
Natura, que hacía una exposición más detallada y más fácil del atomismo, si
se compara con las complejas cartas de Epicuro o los fragmentos de Demócrito y
Leucipo. Este poema fue leído por algunas de las mentes más inquietas desde el
siglo XV, incluyendo a Giordano Bruno, Maquiavelo o Galileo, por nombrar
algunos.
En parte basado en esta tradición
humanista, en parte basado en la historia de la ciencia, es como el atomismo se
convirtió en la filosofía de la naturaleza moderna.6
Para nosotros el atomismo es
significativo pues nos permite encontrar a Marx y Engels, pensando por separado
y en distintos momentos de su vida, sobre átomos y vacío. Pero al mismo tiempo
asumiendo “premisas de la época”.
La absorción dialéctica del
atomismo: Hegel
En la Ciencia de la Lógica,
Hegel tiene un apartado específico sobre el atomismo –la atomística– y allí
vemos la manera en que directamente el atomismo influyó al pensamiento
dialéctico del siglo XIX.
En verdad, el principal problema que
arrastraba el atomismo -y que no deja de ser un problema ahora, en todo caso-
estaba vinculado a la idea del infinito. Aristóteles magistralmente había
negado la posibilidad de que existiese realmente y lógicamente el infinito. Para
evitar entrar en exposiciones innecesarias le pedimos al lector o lectora que
haga el favor de definir el infinito. Tal tarea es, con el lenguaje natural que
usamos, imposible. Cualquier definición que demos de infinito actual, real,
siempre dejaría elementos por fuera, por tanto la definición no quedaría nunca
cerrada y por tanto podríamos decir infinito de la manera en que quisiéramos
sin atender a ninguna regla del pensamiento o de la ciencia.
Aristóteles planteaba que el
infinito actual no existía (además en su esfera cerrada no había espacio
alguno para la idea de un infinito en extensión) sino que existía sólo en
potencia, como la posibilidad de algo de transformarse en otra cosa. Dadas
las reglas aristotélicas del universo, el que en potencia el cambio sea
infinito y que el infinito sólo pueda ser dicho con claridad respecto de eso,
resolvió muchos problemas conceptuales para generaciones y generaciones.
Mientras la esfera de las estrellas fijas giraba sobre sí misma, acá en la
tierra había transformación perpetua de los cuerpos. Dicha transformación
perpetua estaba asociada a la idea de infinitud (ver Física, III, cap.
6).
Pero como hemos visto, Newton
prácticamente exigía la existencia de un infinito espacio vacío. Frente a este
hecho, Kant planteará que el infinito es una idea simple y que como tal debe
ser asumida.
Pero no por ello Kant procura
resolver así el problema del infinito actual. De hecho, Kant lo que hace a este
respecto, para los efectos de nuestra investigación, es establecer un problema
que ha dado mucho de qué hablar en la historia de la filosofía: las antinomias
de la razón pura.
El problema, expuesto rápidamente,
consiste en que, si existe un infinito real actual, entonces cualquier serie de
condiciones –serie causal, si no nos ponemos muy filosóficamente rigurosos–
debe ser desplegada hasta al infinito para obtener conocimiento sobre ella, lo
que implica que la serie condicionada se funda sobre lo incondicionado.
Esta contradicción entre la serie
condicional y lo incondicionado será de enorme fecundidad para Hegel, que en
esa contradicción verá cómo de lo infinito surge el movimiento. Nos dice Hegel:
“En cambio, el modo de ver según el cual el vacío constituye el fundamento del
movimiento contiene el profundo pensamiento de que en lo negativo en general
yace el fundamento del devenir, de la inquietud del automovimiento. En este
caso, empero, no hay que tomar lo negativo como la nada, tan estrechamente al
alcance de la representación, sino como la negatividad de verdad, como lo
infinito” (p. 47).
El vacío –uno de los indiscutibles
principios del atomismo– es el fundamento del movimiento como tal, como
concepto, en Hegel. Y lo anterior por motivos fácilmente comprensibles, una vez
más, si echamos mano de la filosofía antigua.
Para Aristóteles el movimiento se da
entre un “cierto no-ser” y “un cierto ser”, o al revés. (Ver Física,
III, cap. 1) Un movimiento siempre es de algo que no es a algo que será. Por
ejemplo del “cierto no-ser” de la semilla se pasa al ser completo del árbol. Para
devenir, para cambiar, una cosa debe moverse entre algo que es y algo que
va a dejar de ser, entre algo que no es y algo que será. Para que haya
movimiento, debe haberlo entre negaciones.
Hegel, asumiendo tanto a Newton como
a Kant, ve en el infinito vacío la negatividad como tal, la negatividad como concepto.
De donde surgirá, como ya explicamos otro concepto fundamental:
movimiento.
Pero además del vacío, Hegel también
se referirá al otro principio: el átomo, al que concederá el valor de ser
unitario, de ser. “El uno y el vacío es el ser para sí, el supremo ser
dentro de sí, decaído a completa exterioridad”. O sea que cuando se concibe el
átomo y el vacío –los prinicipios atomistas– entonces tenemos la “completa
exterioridad”, el cuerpo como concepto.
Hegel sin embargo insiste en que el
fundamento del movimiento está en el vacío y esa es una posición bastante
definitiva, por lo menos en la Ciencia de la Lógica. Dicho sea de paso, en
el Anti-Dühring, vamos a tener una reinterpretación de esta discusión sobre
negatividad, infinito y movimiento, pero de una manera un tanto menos
abstracta, lo que indica que el atomismo de alguna manera se había filtrado en
la filosofía dialéctica de la época.
Como se aprecia entonces el atomismo
toca al puro corazón del pensamiento dialéctico, convirtiéndose en la base de
la discusión sobre el movimiento. Por esto es un acto de crasa ignorancia
posturas como las de Alfred Schmidt, pues en su estudio sobre materialismo
marxista “el movimiento mecánico de los átomos” (p. 17) no tiene nada que ver
con el materialismo feuerbachiano, que para Schmidt sería la fuente del
materialismo marxista. Un desacierto gigantesco consiste en hablar de la
naturaleza sin una mínima reflexión sobre el desarrollo de las ciencias de la
época para comprender las determinaciones de la conciencia que tuvieron los
seres humanos de la misma época. En verdad, más allá de la erudición de
Schmidt, su texto es, como un todo, idealista.
De hecho, acá se muestra un enorme
prejuicio de muchos pensadores dialécticos. Asumir que el mecanicismo
newtoniano es algo así como el fundamento de posiciones
metafísicas-mecanicistas, sin dar cuenta de que las leyes mecánicas del
movimiento newtoniano son un logró mayúsculo en la historia de la humanidad, no
sólo por dimensionar y explicar el sistema solar del cual formamos parte, por
dotarnos de una mejor idea de las dimensiones empíricas que tiene el universo y
también por explicar muchísimos movimientos de los cuerpos, movimientos que
habían interrogado a occidente por milenios.
Marx y Engels
Nuestro objetivo
Es a través de Hegel y de Kant que
las premisas y problemas atomistas se trasladan a Marx y Engels, por supuesto,
con matices, a veces de manera consciente y a veces de manera inconsciente.
Nuestra opinión, que expondremos a
partir de acá, es que existe una diferencia específica en la manera en que
Engels y Marx, por separado, le dan al atomismo. En verdad, es fácil demostrar
esto con citas. Pero al ser nuestro objetivo una valoración lo más equilibrada
posible, entonces antes de presentar esta diferencia queremos exponer por lo
menos una idea sobre la manera en que el atomismo, asumido a través de Kant y
Hegel, jugó un papel para nuestros autores.
Es por eso que en adelante
“jugaremos” con tres textos un tanto particulares. Por un lado tomaremos el Anti-Dühring,
de Federico Engels, como un texto “identitario” en lo que a filosofía marxista
de la naturaleza se refiere, texto que Marx tuvo ocasión de comentar con Engels
y del cual incluso participó en la elaboración de una parte. Tomamos el Anti-Dühring
entonces como un texto maduro, trabajado en conjunto y que si bien es cierto
tiende a reflejar más los intereses y puntos de vista de Engels, no puede ser
tomado sino como un texto clásico en la historia del marxismo.
Por otro lado, tomamos dos textos
que fueron trabajados de manera separada por Marx y Engels, en distintos
momentos de sus vidas y que, para colmo de males, nos han llegado incompletos.
Nos referimos por un lado a Dialéctica de la Naturaleza, de Federico
Engels y a la tesis doctoral de Marx, la Diferencia entre la filosofía de la
naturaleza de Demócrito y Leucipo. El texto de Marx es un texto, digamos,
“puro” de filosofía –es una investigación para obtener el título académico de
filosofía–, mientras que el de Engels pretendía ser una reflexión digamos más
epistemológica, para darle un fundamento desde las ciencias de la naturaleza a
sus concepciones dialécticas sobre la sociedad.
Entre estos tres textos hay acuerdos
y desacuerdos, matices a uno y otro lado. Pero sería una completa desproporción
procurar encontrar una profunda y abismal diferencia entre Marx y Engels. Ni su
amistad ni su proyecto político –¡la revolución socialista! – permite pensar
algo así. Es más complejo.
Para lo que nos atañe, como hemos
señalado, la unidad reflexiva más general en filosofía de la naturaleza para
ambos autores la brinda la teoría de la evolución darwiniana y el
descubrimiento de la célula. Esperamos entrar con detalles en otra ocasión
respecto de las implicaciones que esto tiene sobre nuestros autores; por ahora
sólo diremos que para ambos el movimiento del ser vivo es más complejo, pero
además la teoría de la evolución les permite comprender un movimiento temporal
e “histórico”, pero de desarrollo, de complejización.
Nosotros ahora tomamos no el camino
de la unidad más general entre Marx y Engels, sino un camino “menos general”,
el que apunta a la materia inorgánica: a los átomos y al vacío. Pues bien, el
punto básico de entrada en el Anti-Dühring es el siguiente: “La teoría
kantiana, que explica la constitución de todos los cuerpos celestes actualmente
existentes por la rotación de masas nebulosas, ha sido el mayor progreso
efectuado por la astronomía desde Copérnico. Por primera vez se conmovía la
idea según la cual la naturaleza no tiene historia en el tiempo. Hasta
entonces, pasaban los cuerpos celestes por haber seguido siempre desde su origen
las mismas órbitas y conservado siempre su mismo estado; y aun cuando se viere,
en un cuerpo celeste en particular, perecer seres orgánicos individuales, se
consideraba, sin embargo, como inmutables los géneros y las especies. Sin duda,
la naturaleza mostrábase como arrasada por un movimiento perpetuo, pero tal
movimiento pasaba por no ser sino la incesante repetición de los mismos
fenómenos. A esta manera de representarse las cosas, que respondía enteramente
al modo del pensar metafísico, abrió la primera brecha Kant, y según un método
tan propiamente científico, que la mayor parte de los argumentos que emplea son
válidos aun al presente” (p. 22).
La importancia con que en el Anti-Dühring
se trata la hipótesis de la nebulosa, reiteramos, tiene que ver con la
comprensión de que la transformación de la naturaleza se da temporalmente,
históricamente.
Esta idea la encontramos también en
la tesis doctoral de Marx, cuando dice que “el tiempo es la esencia del
fenómeno” y también en Dialéctica de la Naturaleza. De hecho, al ser el
Anti-Dühring un texto trabajado por las mismas épocas que Dialéctica de
la Naturaleza, no es inesperado que encontremos la misma opinión.
Esto nos debe servir para comprender
la importancia que tenía para nuestros autores esta noción que fue exclusivamente
atomista, hasta que fue reabsorbida por el pensamiento dialéctico moderno.
Este “colamiento” de premisas
atomistas dentro del pensamiento dialéctica tiene consecuencias implícitas, lo
que será particularmente significativo en el caso de Engels, que reflejará en Dialéctica
de la Naturaleza una suerte de unilateralidad cuando enfrente al atomismo.
Distinta posición enfrentaremos en Marx, que trabajará el atomismo de manera
mucho más equilibrada y crítica.
Engels
Sobre la asimilación que hace Engels
del atomismo es necesario aclarar que Engels no tiene una lectura específica
sobre el atomismo, sino que sus fundamentos atomistas están vinculados por lo
menos, por un lado a Kant y su hipótesis, por otro lado asocia mucho del
movimiento de los átomos a la química, donde Engels reconoce la aplicación de
las “leyes dialécticas” hegelianas, como la transformación de la cantidad en
calidad, y finalmente, tal vez por una lectura digamos “rápida” de la historia
del atomismo, Engels asume “los lugares comunes” que se le atribuyen al
atomismo en la historia de la filosofía.
Sobre la importancia de Kant, vale
la siguiente anotación de la Introducción a la Dialéctica de la Naturaleza:
“El primero que abrió brecha en esta concepción petrificada de la naturaleza
fue, no un naturalista, sino un filósofo. En 1755 apareció la Historia
General de la Naturaleza y la Teoría del Cielo, de Kant. El problema del
impulso inicial quedaba eliminado; la tierra y todo el sistema solar aparecían
como algo que había ido formándose en el transcurso del tiempo” (p. 8).
La concepción petrificada a la que
se refiere Engels cubre para él desde Copérnico a Newton y a los materialistas
franceses del siglo XVIII. Tal concepción es, a ojos de Engels el mecanicismo
como tal, que tendría para él una fuerte visión “metafísica”, de permanencia de
la naturaleza. La investigación kantiana, al darle una génesis a la naturaleza,
rompería con ese mecanicismo metafísico.
Respecto de Hegel y su relación con
el atomismo vale la siguiente anotación: “Todas las diferencias cualitativas
que se dan en la naturaleza responden, bien a la diferente composición química,
bien a las diferentes cualidades o formas de movimiento (energía), o bien, como
casi siempre ocurre, a ambas a la vez. Por consiguiente es imposible cambiar la
cualidad de un cuerpo sin añadir o sustraer materia o movimiento, es decir, sin
un cambio cuantitativo del cuerpo del que se trata. Bajo esta forma, la
misteriosa tesis hegeliana, no sólo resulta perfectamente racional, sino que se
revela, además, con bastante evidencia” (p. 42).
Hay una recepción del atomismo acá
pues la química es “la ciencia del movimiento de los átomos” (p. 47). Y para
rematar “el campo en que alcanza sus triunfos más importantes la ley natural
descubierta por Hegel es la química” (p. 44).
Finalmente respecto del atomismo
antiguo, en las páginas 159 y 160 (pp. 470 y 471 CW), fragmentos que Engels
preparó para un texto sobre historia de la ciencia aparecen referencias a
Demócrito, Leucipo y Epicuro a través de los textos “básicos” con que se leyó
el atomismo durante milenios: Aristóteles y Diógenes Laercio, en la medida en
que, como hemos dicho, del atomismo antiguo sólo nos han quedado fragmentos,
con la excepción del poema de Lucrecio De Rerum Natura, del que Engels
no demuestra ninguna lectura.
Además de esa referencia en el viejo
Prólogo al Anti-Dühring se indica: “Desde que la física y la química
operan de nuevo casi exclusivamente con moléculas y con átomos, no hay más
remedio que volver los ojos a la filosofía atomística de los antiguos griegos.
Pero ¡cuán superficialmente aparece tratada esta filosofía, aun por los mejores
naturalistas modernos! Así, por ejemplo, Kekulé afirma (…) que dicha filosofía
procede de Demócrito y no de Leucipo, y sostiene que fue Dalton el primero que
admitió la existencia de átomos elementales cualitativamente distintos,
asignándoles distintos pesos, característicos de los distintos elementos cuando
en Diógenes Laercio (…) puede leerse que ya Epicuro atribuía a los átomos
diferencias, no sólo de magnitud y de forma, sino también de peso; es
decir, que ya conocía, a su modo, el peso y el volumen atómicos” (p. 24).
En nuestra opinion, si se asumen las
tres formas de acercamiento al problema de los átomos en Engels, se obtiene una
versión unilateral del movimiento de los átomos, una versión que no es
crítica frente al atomismo y que va a tener implicaciones, como veremos
adelante.
La primera desatención que comete
Engels es que asume el átomo como materia concreta, cuyos pesos modifican las
cualidades del cuerpo compuesto por átomos. Como veremos más adelante, Marx –y
nosotros asumimos esta interpretación de manera general– los átomos no son sólo
materia, sino que son también manifestaciones de la conciencia. Un átomo no es
sólo un pedacito ínfimo de materia, es también un concepto explicativo. Esta
parte del atomismo vinculada al átomo como abstracción de la realidad no
aparece en Engels.
Por tanto, Engels asume un atomismo
exclusivamente materialista, vinculado de manera directa a la ciencia de la
época, que como hemos insistido era plenamente newtoniana. El ejemplo más
concreto de esto es la identificación que hace Engels entre el peso atómico de
Epicuro y de Dalton, que en verdad no tienen génesis similar ni categorialmente
son idénticos.
De alguna manera, en lo que a
atomismo se refiere, Engels pasa de manera directa de las categorías
filosóficas a las categorías científicas. Ciertamente el esfuerzo es llamativo,
pero en este caso unilateral.
Pero el principal problema es otro.
El atomismo no es una pura ideología, es filosofía de la naturaleza, es una
manera relativamente objetiva en que se ordenan grupos de ideas sobre la
realidad y que por distintos motivos nos han acompañado en el tiempo (idea que
explicaremos más adelante apoyándonos en Piaget). Y en este ordenamiento en
particular, hay una consecuencia fundamental que acarrea el uso de la hipótesis
del vórtice leucipiano: esa idea está asociada a uno de los más férreos
conceptos de necesidad que tiene la filosofía antigua, es tan riguroso que
incluso parece confundir al propio Aristóteles, para quien un concepto tan
riguroso de necesidad es equivalente, contradictoriamente, al azar.
Así, en el fragmento 569, Aecio nos
comenta que según Leucipo “nada sucede por azar, sino todo por una razón y por
obra de la necesidad”. Además en el fragmento 566 Diógenes comenta que para
Demócrito “todas las cosas suceden por necesidad, porque la causa del
nacimiento de todo es el remolino, al que llama necesidad” (p. 79, en Los
filósofos presocráticos, III).
La participación –matizada por
supuesto, no como eje– de Engels (que no leyó a Aecio) dentro de estas
concepciones se aprecia bastante bien cuando se presta atención a que casi todas
las transformaciones químicas sobre las que Engels reflexiona. Pues la química
es, por decirlo de alguna manera, una “ciencia pura”, cuyo grado de
aproximación respecto de la realidad es prácticamente indubitable.7 Basándose
en esta concepción de los átomos Engels reproduce un concepto de necesidad
bastante riguroso. Tal vez la crítica sea un poco ingrata pues estamos
trabajando con un texto incompleto, con unas notas, pero no deja de ser
sugerente en este caso que la hipótesis de la nebulosa se convierta tanto en la
mediación que tiene Engels para comprender la filosofía desplegada detrás de
Newton como en el “paradigma” de ciencia que estila Engels y que tiene
implícita la formalidad, rigurosidad y necesidad que era moneda común en la
interpretación del atomismo kantiano.
Precisamente por esto, la
interpretación que Engels hace de la química, como la ciencia que comprueba la
ley hegeliana de la transformación de la cantidad en calidad es tan precisa.
Efectivamente el razonamiento de Engels es, como un todo, perfectamente
coherente: la cantidad se transforma en calidad por medidas precisas, que
simplemente cambian su forma, se transforman.
El mismo grado de precisión exhiben
las leyes newtonianas sobre el movimiento de los cuerpos. En definitiva, Engels
se mantiene como un todo coherente dentro de los principales descubrimientos
científicos de su época, por lo menos la mayoría de ellos, como lo prueba
además, su aprecio por Dalton.
Ya hemos dicho que en el siglo XIX
Newton y su determinismo causal se habían convertido en el modelo reinante de
la explicación de las ciencias de la naturaleza. Engels participa de ese hecho,
con la dificultad de que precisamente ese mecanicismo determinista estaba a
punto de entrar en crisis.
Ciertamente Engels crítica al mecanicismo
del materialismo francés pero no ejecuta la misma crítica con el determinismo
kantiano, que es la superficie del concepto más profundo de determinación
mecanicista de Newton. Sino que más bien lo asume. Así, por ejemplo: “Kant
modificó el sistema solar estable de Newton y su duración eterna, una vez ha
sido dado el impulso inicial, dando el resultado de un proceso histórico de
formación del sol y todos los planetas a partir de una nebulosa, hipótesis que
fue sustentada matemáticamente en todos sus detalles 50 años después por
Laplace y que ahora es aceptada por toda la comunidad científica” (traducción
nuestra del inglés).
Con la particularidad de que de allí
se establece, por lo menos en parte, la caracterización –nada más y nada menos-
de Hegel. Dice inmediatamente después Engels: “Hegel completó esta filosofía,
creando un sistema en que el mundo entero, natural, histórico e intelectual es
representado como un proceso, es decir como en constante movimiento,
cambio, transformación, desarrollo”.
Es importante aclarar que este
determinismo no se filtra a toda la obra de Engels, pero es uno de sus límites,
pues brinda una caracterización, una aproximación, a Hegel, que es claramente
el autor más referenciado en Dialéctica de la Naturaleza.
Marx
Marx, por su parte, tomará un camino
específicamente diferente en su acercamiento al atomismo, pues no asumirá la
historia del atomismo que hemos esbozado hasta acá y que de una u otra manera
es la historia “oficial” del atomismo para la filosofía, que consiste en
identificar que existió una escuela atomista, cuya única diferencia es que
Epicuro le da la cualidad de peso al átomo (para ganar libertad) y que
en lo demás están de acuerdo.
Marx ejecuta una crítica al atomismo, que le permite
ver diferencias entre los distintos autores clásicos de esta tradición. Esta
crítica sin embargo se da dentro de la filosofía y nunca se apoya en la
historia de la ciencia. Ejemplo de esto es la opinión de Marx sobre Demócrito.
“Las opiniones astronómicas de
Demócrito pueden ser sagaces para el punto de vista de su tiempo, pero no
presentan interés filosófico. Ni superan el ámbito de la reflexión empírica ni
se hallan tampoco en relación íntima (…) con la doctrina de los átomos” (p.
63).
Esto aclara que Marx no demuestra
aproximación alguna a Kant ni a la hipótesis de la nebulosa, pues es clara la
importancia real para la historia de la ciencia que tuvo precisamente la
opinión astronómica de Leucipo y Demócrito sobre Kant.
En la crítica se anuncia que el
atomismo de Leucipo y Demócrito es específicamente diferente al de Epicuro y
Lucrecio. Parten de los mismos principios –átomos y vacío– pero difieren tanto
en las cualidades de los átomos como en la forma de sus movimientos y en el
propio concepto de átomo.
Desafortunadamente no han quedado
para la historia los capítulos IV y V de la Primera Parte de la Disertación,
donde Marx habría, según él, resuelto un problema de la filosofía griega y
donde estaría la especificidad que separaría a Demócrito de Epicuro.
Para nuestros efectos lo primero que
cabría diferenciar es la manera en que aparecen en Demócrito y Epicuro la
necesidad y el azar, como formas de reflexión sobre la naturaleza
diferentes. En Demócrito: “La necesidad aparece, en efecto, en la naturaleza
finita, como necesidad relativa, como determinismo. La necesidad
relativa sólo puede ser deducida de la posibilidad real, es decir, es un
conjunto de condiciones, de causas, de fundamentos, etc. que sirve de medio a
esa necesidad” (p. 28).
Como se ve, determinación acá
implica un conjunto de condiciones, un sistema con reglas idénticas cuyas
partes siempre realizan el movimiento de manera necesaria. En Epicuro, por otro
lado: “El azar es una realidad que sólo tiene valor de posibilidad, pero la
posibilidad abstracta es, por cierto, lo opuesto de la real. Esta última está
encerrada en límites precisos, como el entendimiento; la otra no conoce
fronteras, como la imaginación. La posibilidad real trata de mostrar la
necesidad de sus objetos; la abstracta no se ocupa del objeto que es explicado,
sino del sujeto que explica. Sólo se necesita que el objeto sea posible,
pensable” (p. 29).
Más adelante Marx dirá que “Epicuro
procede, pues, con ilimitada negligencia en la explicación de los diversos
fenómenos físicos particulares” (p. 29). Opinión que por lo demás hoy sabemos
es falsa, pues hoy sabemos de la enorme cantidad de textos de Epicuro donde se
procuraban dar explicaciones específicas de muchos fenómenos físicos.
Ciertamente pudieron haber sido explicados de manera separada, pero difícilmente
de manera negligente.
En todo caso, lo que Marx quiere
decir es que en Epicuro lo real es una posibilidad, no una determinación. Por
tanto no es un sistema de reglas necesarias, sino más bien lo contrario. 8
En Epicuro explicar un objeto, según
Marx, implicaría que demostremos algunas causas de un objeto pero de
entrada es imposible conocer al objeto como una necesidad plena, como un
sistema cerrado.
Es imposible por dos motivos: el
primero es que los fenómenos, no necesariamente tienen un movimiento continuo
discernible lo que imposibilita la existencia de una ley rigurosísima del
fenómeno, por lo que perfectamente podríamos dar una explicación y acto
seguido, por una modificación de la estructura interna de los átomos del
cuerpo, podríamos presenciar algo para lo que nuestra explicación no funciona
(ver Epicuro, Obras, Carta a Herodoto, p. 24, número 62 de la edición
crítica). Es por esto que la realidad para Epicuro es posible o probable, no
determinada.
Ahora bien ¿por qué motivo en
Epicuro el movimiento continuo de un cuerpo es cuestionado? Pues porque el
movimiento de los átomos no es sólo un movimiento en línea recta (movimiento de
caída en la historia del atomismo), sino que tienen un movimiento de desviación
mínima de la recta (Según Lucrecio. Llamado de declinación en la
historia de la filosofía).
Esta desviación resultaría, para
Marx, del peso que tienen los átomos. El peso es una relación de
gravedad que el átomo ejecuta sobre sí mismo y esta es la principal determinación
conceptual (formal si nos ponemos estrictos) del átomo, distinto a
Engels, para quien como vimos, el peso del átomo es una determinación real.
Dice Marx: “Es en fin, muy importante que Epicuro mencione como tercera
cualidad el peso, pues en el centro de gravedad la materia posee la
individualidad ideal que constituye una determinación fundamental del átomo.
Una vez que los átomos son transferido al plano de la representación, deben
tener peso” (p. 50).
Un átomo no necesita una causa para
moverse porque en él mismo reside el principio del movimiento y allí mismo
reside nuestra posibilidad de determinarlo conceptualmente como átomo.
Antes veíamos como el movimiento
para Hegel se desplegaba desde el vacío, ahora vemos que en la reflexión de
Marx el movimiento se despliega desde el átomo mismo, mientras tanto la
infinitud queda asociada en primer lugar a ambos principios átomos y vacío, en
segundo lugar a los átomos y hasta el tercer lugar, al vacío (ver el capítulo
III de la Disertación, donde Marx se refiere a las distintas formas del
infinito, el ápeiron).
Esta no es una pequeña diferencia en
el atomismo, es casi como decir facciones en competencia dentro de una escuela
muy amplia, algo que para militantes trotskistas, en verdad, no es difícil de
comprender.
De esta manera Epicuro superaba la
crítica que Aristóteles le había realizado al atomismo (Acerca del Cielo,
libro III, capitulo II. 310 b), pues Demócrito no aclaraba qué es el movimiento
como tal.
Por otro lado, el que la explicación
de un fenómeno no requiera necesariamente una “explicación causal” le valió a
Epicuro ser el más denostado filósofo de la historia, pues en la antigüedad, en
palabras de Cicerón, nada peor le podría suceder a un “físico” que no dar
causas para los movimientos de la naturaleza.
Además, cuando Epicuro le da peso al
átomo entonces hace innecesaria cualquier causa última del movimiento, como
Dios, por lo que saca la conclusión de que no hay fuerza divina en la
naturaleza (a la que Aristóteles, por ejemplo, asociaba los planetas, como hemos
dicho) y por tanto los seres humanos somos libres de conocer la naturaleza.
A su vez el límite del conocimiento
es, simplemente, la ataraxia, una suerte de ecuanimidad del ánimo, muy parecida
a cuando se hace una exposición y entonces uno se dice a sí mismo “ya, se ha
explicado lo suficiente como para ser comprensible”.
Se podría pensar que es de acá de
donde Marx extrae el concepto de praxis, pues es por primera vez elaborado en
su tesis doctoral, y parcialmente es cierto, pero no como totalidad. Para comprender
el concepto de praxis es necesario por lo menos hacer dos mediaciones más.
La primera tiene que ver, como
señalamos arriba, con la complejidad. En Epicuro particularmente los fenómenos
celestes (a los que los griegos asociaban los dioses y también las angustias)
deben ser explicados de manera compleja pues pueden tener muchas causas y
muchos efectos 9 esto hace que la ataraxia para estos objetos, así como la
consecuente negación de la actividad divina en la naturaleza, sólo son
asequibles después de mucha experiencia, de muchos modos y no sólo de uno.
Sobra decir que para la mayoría de las ciencias este es hoy el fundamento
básico de cualquier explicación.
Acá se opera otra diferencia entre
Marx y Engels, pues diferente al siglo XIX, donde la explicación científica
como tal, mediatizada por la física de Newton, era algo más simple que la
complejidad para la que nos prepara Epicuro.
La segunda mediación antes del
concepto de praxis es más significativa. Por algún motivo, Marx asume que tanto
el epicureísmo, como el estoicismo y el escepticismo son las escuelas
filosóficas antiguas de la autoconciencia. El motivo definitivo de esta
aseveración no podemos saberlo en definitiva debido a la pérdida de los
capítulos que hemos mencionado. Pero quisiéramos poner un ejemplo para
aclararlo
Sin embargo, en verdad, es claro que
en Aristóteles, por ejemplo, con toda la preponderancia que le da a la
experiencia como criterio básico de la producción de conocimiento, no parece
existir la autoconciencia, la conciencia plena de sí y de la propia actividad
en la naturaleza en el conocimiento de la naturaleza. Es como si Aristóteles
fuese inconsciente de sí. Veamos por ejemplo la siguiente frase: “Además,
cuando cualquiera de los animales que respiran muere ahogado en el agua, se
forman burbujas de aire que salen violentamente, por ejemplo, si uno obliga a
permanecer bajo el agua a tortugas, ranas o cualquier otro animal de tales
géneros. En cambio, con los peces no sucede, de cualquier manera que se
intente, porque no tienen aire alguno del exterior” (Parvua Naturalia,
471 b).
Por extraño que parezca al lector,
si se lee el texto completo y seguido, da toda la impresión de que Aristóteles no
es consciente de que es él quién obliga a la tortuga a permanecer bajo el agua.
Aristóteles está consciente de la mediación de la experiencia en general
para producir conocimiento, pero no de su experiencia subjetiva, individual.
Probablemente es por este tipo de
motivos que Marx señala al epicureísmo como una filosofía de la autoconciencia,
porque el epicureísmo asume la libertad individual, concreta, como premisa y es
desde esa verdad que se lanza al conocimiento de la naturaleza, es desde la
premisa de la libertad humana que se establecen las categorías de la naturaleza
y es por este motivo que Epicuro rechaza que el movimiento de la naturaleza sea
necesario, pues si así lo fuese, los seres humanos seríamos inexplicables.
Es por esto que para Marx, en
Epicuro, “puesto que el átomo no es más que la forma natural de la
autoconciencia abstracta, individual, así la naturaleza sensible sólo es la
autoconciencia empírica objetivada e individual, y ésta lo sensible. Los
sentidos son pues, los únicos criterios en la naturaleza concreta, de igual
modo que la razón abstracta lo es en el mundo de los átomos” (pp. 62-63).
Algo ha pasado en los capítulos
perdidos que la actividad humana adquiere la característica de producción de la
naturaleza misma pero también de separación de la naturaleza consigo misma, de
enajenación de la naturaleza a través de la conciencia de los individuos
humanos.
Entonces, como se puede apreciar, la
aproximación que Marx y Engels hacen sobre el atomismo es diferente. Hacen
estudios diferentes, en momentos diferentes de su vida, con objetivos
diferentes y con conclusiones diferentes. Y sin embargo mantienen un punto de
igualdad que merece algo de extensión.
Praxis
Marx, en las notas que nos han
quedado de su desaparecido capítulo IV, donde se supone estaría la exposición
de una diferencia general de los principios –átomos y vacío– en Demócrito y
Epicuro, nos da una definición de praxis que, aunque restringida a alguna idea
de “realización de la filosofía” es suficientemente rica como para dedicarle un
esfuerzo. Para Marx “hay una ley psicológica según la cual el espíritu teorético,
devenido libre en sí mismo, se transforma en energía práctica, como voluntad
que surge del reino de las sombras” (p. 84).
Tal es el “carácter histórico de una
filosofía (…) su curriculum vitae” que está afectada por
contradicciones, y esta esencia suya se configura en el fenómeno y le imprime
su sello” (p. 85). Veamos estas contradicciones: “Mientras la filosofía, como
voluntad se enfrenta al mundo (…) animado por el impulso de realizarse entra en
tensión contra algo distinto. La autosuficiencia interior y la perfección se
quiebran. Aquello que era luz interior se convierte en llama devorante que se
dirige hacia lo externo. Resulta que (…) precisamente en la lucha ella cae en
los defectos que combate en su contrario, y que elimina tales defectos cayendo
en ellos. Lo que se le opone y lo que ella rechaza es siempre lo que ella misma
es, sólo que los factores se hallan invertidos” (p. 85).
Como se ve esta noción de praxis,
bastante pasional es brutalmente significativa para la militancia actual: sólo
rompiendo una supuesta perfección interna nos vemos en condiciones de ejecutar
praxis. Es preciso fallar para realizar praxis, es preciso cometer los errores
que criticamos para que podamos superarlos de manera práctica, histórica.
Esta definición de praxis no debe
ser leída (no lo hizo así Marx) en tono pesimista, debe ser leída en clave de
complejidad, de llama devorante que se dirige a lo externo con objetivos que se
conseguirán, siempre, a medias. La praxis es agónica, no es un accidente, debe
ser desplegada rigurosamente en todas sus mediaciones, sólo para que de ella
saquemos las conclusiones que nos quiebran, las conclusiones que nos obligan a
lanzarnos de nuevo a enfrentar la realidad.
Engels, con un énfasis digamos más
antropológico, señala que “no cabe duda de que cada día que pasa conocemos
mejor las leyes de la naturaleza y estamos en condiciones de prever las
repercusiones próximas y remotas de nuestras ingerencias en su marcha normal.
Sobre todo desde los formidables progresos conseguidos por las ciencias
naturales durante el siglo actual, vamos aprendiendo a conocer de antemano, en
medida cada vez mayor, y por tanto a dominarlas, hasta las lejanas
repercusiones naturales, por lo menos, de nuestros actos habituales de
producción. Y cuanto más ocurra esto, más volverán los hombres (sic), no
solamente a sentirse, sino a saberse parte integrante de la naturaleza y más
imposible se nos revelará esa absurda y antinatural representación de un
antagonismo entre el espíritu y la materia, el hombre (sic) y la naturaleza, el
alma y el cuerpo, como la que se apoderó de Europa a la caída de la antigüedad
clásica, llegando a su apogeo bajo el cristianismo” (p. 152).
Como se ve, en ambos caso la actividad
humana –praxis– es definida respecto de la naturaleza, de aquello que como
individuos nos resulta ajeno, pero que como especie nos resulta la condición
básica de existencia. La conciencia sobre esa relación histórica-natural es
fundamental para el “socialismo científico” de Marx y Engels y, sin duda
alguna, será fundamental en el relanzamiento del proyecto socialista en este
siglo XXI, donde las amenazas “naturales” que crea el capitalismo son cada vez
más catastróficas, desde el ébola a las inundaciones y cambio climático
Conclusiones
Un marco de referencia: la
dialéctica
Tanto para Aristóteles (el famoso
capítulo II del Primer Libro de los Tópicos, donde define la dialéctica) como
para Trotsky (los Cuadernos filosóficos, particularmente la parte en que
reflexiona sobre la complejidad de la transformación de cantidad en calidad) y
Piaget (en particular en Las formas elementales de la dialéctica), el
pensamiento dialéctico se adviene respecto de problemas complejos. Es en ellos
donde inicia una tensión del pensamiento difícil de resolver.
Para Aristóteles, la dialéctica
implica una suerte de discusión amplia, donde convivan grupos conceptuales
problemáticos, con un matiz más político-discursivo, de un denso proceso de
convencimiento sobre ideas verdaderas. Una dialéctica efectivamente mediatizada
por la democracia ateniense. Mientras que en Trotsky la discusión dialéctica es
de orden más epistemológico: allí donde aparece un problema complejo se
requiere la ciencia y por tanto allí aparecerá la dialéctica.10 Para Piaget la
dialéctica aparece allí cuando varias series de elementos se entrecruzan y
entonces surge un nuevo compuesto, una superación de ambos elementos, como
cuando galaxias chocan entre sí.
Para sacar las conclusiones es
preciso conjuntar estas tres referencias, para dar cuenta de una complejidad
suficiente que nos permita un examen lo más detallado posible.
Pues bien, ha sido necesario evaluar
algunos elementos de historia de la ciencia para poder ponderar la manera en
que el atomismo se convirtió en la filosofía de la naturaleza triunfante de la
época en que se desarrollan tanto Marx y Engels, como Kant y Hegel, y que
incluso no llega hasta su posición de privilegio absoluto sino es entrado el
siglo XX, por lo que podríamos decir que ha acompañado al marxismo y que en
algunos sentidos lo ha moldeado.
Es que la ciencia, que no es más que
toneladas de actividad humana sobre la naturaleza cada vez más específica, cada
vez más precisa y puntillosa, se nos impone como un “hecho social”. La ciencia
es una producción social y como tal tiene consecuencias sociales, una de las
más importantes, en la conciencia de todos y todas. Vimos como el universo
aristotélico dominó por siglos en la conciencia, se impuso como una forma
determinada de ordenar el pensamiento respecto de la acumulación de experiencia
de la época. Y bueno, tanto dominio no pasa en vano.
Los estudios de Piaget 11 son
interesantes por muchos motivos, pero sin duda alguna el más llamativo para
nosotros, es el descubrimiento piagetiano de que los niños usan en su
desarrollo las categorías de análisis que utilizaban los antiguos griegos. Uno
por uno cada individuo en nuestro desarrollo pasamos de la física aristotélica
a la física newtoniana, aprendemos sobre lo lleno (otra forma de referirse a
los átomos) y lo vacío, etc. Las categorías que han usado los antiguos
filósofos son construidas y aprendidas por todos los niños y niñas, preparados
una y otra vez por siglos y siglos de evolución. Así como el individuo en
desarrollo en un periodo repite formas evolutivas de su especie, así los
humanos hacemos lo mismo con los conceptos, auténticas herramientas con que se
piensa el mundo, pero que no usamos como individuos, sino que usamos como
especie, de manera social, objetiva.
Es por esto que nuestra discusión
sobre los átomos o el vacío puede tener alguna relevancia, pues evidentemente
no estamos hablando sólo de átomos y vacío, hablamos de las categorías que
tanto Marx como Engels demuestran usar. El problema, en un sentido, no son los
átomos o el vacío, sino las formas de la reflexión consciente que despliegan
ambos autores.
Allí como vimos, hay diferencias. En
las conclusiones quisiéramos dar algunos intentos de explicación de las mismas,
así como exponer sobre el concepto de praxis pues es común en los textos que
hemos revisado, a pesar de ser textos que no se trabajaron en conjunto.
Es necesario adelantar, eso sí, que
contamos con una ventaja a nuestro favor, pues la cantidad de texto de que
disponemos hoy sobre los filósofos antiguos, contradictoriamente es mayor a la
que tuvo en especial Marx, así como disponemos del conocimiento de leyes de la
naturaleza que para Engels eran falsas. Es decir, ya de entrada, por lo menos
respecto de las discusiones que hemos planteado, los seres humanos de este
inicio de siglo estamos en un lugar relativamente superior al que se
encontraban Marx y Engels, lo que nos permite una observación un tanto más de
conjunto.
Pues bien, apoyados en todo lo
anterior creemos que se puede sostener que existe una diferencia específicas
entre Marx y Engels en lo que concierne a su absorción de la filosofía de la
naturaleza de la época. Es una diferencia dentro de su atomismo que de hecho es
de matices. Con el problema muy significativo de que en el atomismo, las
diferencias filosóficas son de matices. La distancia de estos matices, por
supuesto, debe ser mantenida en proporción. No estamos en presencia de la
teoría de la revolución, donde un milímetro de diferencia teórica tiene
implicaciones prácticas separadas por kilómetros, como bien señala Lenin. Es
más equilibrado: vamos a explorar una franja del pensamiento sobre la naturaleza
donde Marx y Engels muestran diferencias.
Conclusiones
Para sintetizar entonces, es
necesario decir que para Engels el movimiento de los átomos es mecanicamente
determinado, los átomos son cosas exclusivamente materiales y la absorción que
hace del atomismo es a través de Kant y Hegel. Marx por su parte asume que los
átomos son tanto materia en movimiento como unidad conceptual, el movimiento de
los átomos es probabilístico en un plano más universal y determinado en un
plano más empírico. Además, Marx ejecuta una crítica al atomismo en lugar de
absorberlo a través de Kant y Hegel, cosa que hubiera sido perfectamente
posible.
Ahora bien ¿qué explica estas
diferencias? En verdad, las explican muchas cosas. La primera es la diferente
actitud e interés que despliegan frente al atomismo. Para Engels es una
filosofía que está cobrando vida en la ciencia, las categorías filosóficas
fácilmente pasan a lo real, la filosofía se realiza en la ciencia. Para
Marx el atomismo parece ocultar la praxis como un secreto íntimo, la filosofía
no se realiza en la ciencia, sino que se realiza y al mismo tiempo se niega.
En esta operación Engels construye
idealmente un mundo donde la transformación entre cantidad y calidad, entre ser
y negación, son empíricamente observables, mientras que el mundo de Marx es la
tensión entre conciencia, actividad y realidad, por tanto no puede tener determinaciones
simples, sino que tiene mediaciones complejas.
Esta diferencia se puede explicar
debido, contradictoriamente, a la erudición de Engels respecto de la ciencia de
su época y a la absoluta ignorancia de la ciencia que demuestra Marx en su
tesis doctoral. La erudición de Engels lo colocaba frente al momento de mayor
apogeo de la explicación mecánica determinista en la historia de la ciencia, donde
cualquier transformación era relativamente fácil de explicar con los criterios
que hemos detallado de transformación. Marx por su lado demuestra una suerte de
inquietud juvenil por los problemas de la filosofía, un ateísmo radical que lo
impulsa a la negación de cualquier dios y a la crítica de la violencia real e
histórica que sufrimos los seres humanos 12 en esta medida su tono crítico es
más elevado que el de Engels.
Y sin embargo ¿qué permite que
frente a formas de la reflexión sobre la naturaleza diferentes ambos autores
puedan ser luego una unidad en, por ejemplo, el Anti-Dühring? En primer,
lo permite el que tanto la forma determinista como la forma probabilística del
movimiento del átomo no son absolutamente ajenas, son dos extremos del movimiento.
Esto es, ambos tipos de movimiento son reales y por tanto no son excluyentes el
uno del otro. Por ejemplo, era necesario que Alemania quedara campeón del mundo
de fútbol porque era el mejor equipo en todos los aspectos y al mismo tiempo
era poco probable que Brasil recibiera 7 goles en su casa, pero ambos
movimientos se dieron de manera simultánea. Lo mismo pasa con las ciencias de
la naturaleza, son brinda explicaciones que pueden alcanzar entre el 99,999% de
aproximación (en física por ejemplo) y el 85% de aproximación (en psicología
cognitiva). Esto quiere decir que existen movimientos mayoritarios y “más
necesarios”, pero también movimientos que se imponen sobre esa “necesidad” y la
niegan, impidiendo decir que llegamos a 100% de certeza en algún problema.
La combinación entre ambos tipos de
movimiento es sintetizada en la teoría de la evolución, como hemos señalado, y
esperamos exponer en detalle sobre eso en el próximo número, por tanto no
avanzamos más en el sentido de esa unidad.
Por otro lado, en medio siglo XIX,
está brillando el mecanicismo newtoniano como forma básica de la explicación
científica, pero brilla, siguiendo a Trotstky, como brilla con extraordinaria
intensidad una luz antes de extinguirse.
Para la época surgen los descubrimientos
de Maxwell y Boltzmann, que van a ejercer influencia en el desarrollo de la
física cuántica pues abren la perspectiva de la investigación probabilística de
los átomos y sus características, que posteriormente va a demostrar que los
átomos –y en particular los electrones- tienen características de
discontinuidad y en fin, que con nuestra práctica ponemos en los átomos lo que
encontramos en ellos, como nos indica Heisenberg (particularmente en La
imagen de la Naturaleza en la física contemporánea).
Sin embargo, para Engels, por algún
motivo que no desarrolla en demasía, estos descubrimientos van a justificar la
existencia de un supuesto éter cósmico, que estaba en la base de la teoría de
la luz newtoniana y que era uno de los eslabones débiles de la física
newtoniana. Esta interpretación cerraba la posibilidad de que Engels asumiera
una epistemología, una teoría del conocimiento, que diera cuenta de ambos tipos
de movimiento que hemos detallado.
Marx, por otro lado, a pesar de
mantenerse alejado de toda esta investigación científica, participa de la
epistemología que se impondrá a partir, precisamente, de esos descubrimientos.
Prueba de esto es la meticulosidad con que Marx trabaja todos sus textos,
procurando no dejar ningún detalle por fuera de la explicación, tal como hace
la actual investigación física. ¿Marx hace esto por su aproximación al atomismo
o porque de alguna manera ya en Europa estaban sentadas las condiciones de la
superación del Newton? ¿Con la crítica a Hegel se rebasa la epistemología de la
ciencia más consolidada de la época tal vez? No contamos con una solución para
estas incógnitas.
En todo caso, hay una actitud
enteramente dialéctica que ambos autores asumen. Ambos se meten de lleno en sus
problemáticas, quieren asir la complejidad y a partir de allí desplegar una
actividad crítica rigurosa que sin duda alguna está en la base de la
perspectiva militante que asumieron en toda su vida consciente. Toda esta
actitud debe ser aprehendida, asumida por las nuevas generaciones militantes.
Si Epicuro tenía derecho a poner la
libertad como premisa ante la naturaleza, las nuevas generaciones militantes
tienen el derecho de poner su militancia como premisa ante el capitalismo. Es
la práctica humana la que hace al capitalismo, no una “historia” necesaria y
puramente objetiva la que lo crea. Comprender que a veces hay movimientos
necesarios significa asumir que hay cosas que, por hoy, van a tener un
movimiento definido que no podemos eliminar. No podemos eliminar que las masas
confíen en gobiernos nacionalistas burgueses, es necesario que eso sea así por
un tiempo. Pero hay que comprender también los movimientos aleatorios, los
cambios de calidad que parecen no responder a una acumulación previa
“necesaria”, como las rebeliones populares en Egipto o Túnez. En México parece
haber más acumulación que en Egipto o Túnez y sin embargo, por necesidad, no ha
pasado nada.
Asumir estas complejidades ayuda a
aclarar las ideas con que comprendemos el mundo, a ver cada elemento de la
realidad natural, histórica o intelectual en todas sus dimensiones para que a
partir de ellas podamos devenir llama que se enfrenta al mundo.
En la Corriente Internacional
Socialismo o Barbarie no esperamos seguir el camino fácil a ningún lado pues
nuestro objetivo no es otro que una revolución socialista de la clase obrera
mundial lo más consciente que se pueda. Invitamos a todos los lectores y
lectores a que se sumen a nuestra corriente, para devenir llama devorante que
destruya el capitalismo.
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1. O sea, la filosofía que en primera
instancia postuló la existencia de los átomos como unidades básicas y
funcionales de la materia inorgánica. Vinculada a Leucipo, Demócrito, Epicuro y
Lucrecio. Filosofía que como veremos fue la sucesora del aristotelismo una vez
que éste cayó en desgracia. Los fragmentos atomistas los hemos tomado de la
ordenación hecha según la editorial Gredos, en el texto Los filósofos
presocráticos III, donde hay un capítulo entero dedicado al atomismo.
2. Como indicación general, las citas
que aportamos las tomamos de ediciones de los textos en español mencionadas en
la bibliografía. Hemos comparado las citas de Marx y Engels con la clásica
edición de Collected Works, realizada por Lawrences & Wishart,
particularmente el volumen 1, donde está la tesis doctoral de Marx, y el
volumen 25, donde están el Anti-Dühring y Dialéctica de la
Naturaleza. Los subrayados son siempre del original, y la referencia exacta de
todos los textos está en la bibliografía.
3. Respecto de esta problemática, así
como sobre la problemática específica de los planetas, a la que nos referiremos
adelante, se recomienda leer Sobre las revoluciones de los orbes celestes,
del propio Copérnico, cuya primera parte es bastante accesible. Ya para ver
problemas más específicos se puede revisar La revolución copernicana, de
Thomas Kuhn, y Astrología y astronomía en el Renacimiento, de Juan
Vernet.
4. Como tendremos oportunidad de hablar
de Kant y de Marx y Engels en detalle, aportamos una cita de Hegel, que señala
que “lo que llamamos signos esenciales son determinaciones apacibles, que
cuando se expresan y se aprehenden como simples, no presentan lo que constituye
su naturaleza, que es la de ser momentos que desaparecen del movimiento que se
repliega en sí mismo” (Ciencia de la Lógica, p. 204). Es necesario
seguir un poco la poesía a que nos acostumbra la filosofía para encontrar la
unidad conceptual. Una determinación apacible, simple, es aquella que nos da
cualquier objeto en cualquier momento y sólo en ese instante. El color de la
página en este instante, por ejemplo. En neurociencias y psicología, esta
simpleza, se llama qualia (ver para más detalle Rodolfo Llinás, El
cerebro y el mito del yo). Cuando se tienen varias simplicidades, se
construye un compuesto. Cada vez que a la hoja de papel sea “tocada” por un
rayo de luz, entonces la determinación apacible se hace compleja, su color
cambia, tornándose amarillenta. Como dice Hegel, los momentos desaparecen en el
movimiento. El movimiento es una transición temporal de momentos.
5. Por lo menos hasta ahora, pues el
descubrimiento de importantes textos de Epicuro en la llamada biblioteca de
Herculano podría modificar esto. No tanto por la existencia de un texto de
mayor volumen, sino porque en los “recién” (¿qué son 20 años en la historia de
la filosofía?) descubiertos textos podrían aparecer ideas que aclaren la
inmensa cantidad de problemas que rodean al atomismo. En verdad, 20 siglos de cristianismo
dejan su paso, y más aún cuando se trata de negar una filosofía que, con átomos
y vacío, enseña que los seres humanos podemos ser libres si conocemos la
naturaleza, pues la angustia ante la vida disminuye y más aún si negamos la
existencia de dios en nuestra vida y nos comportamos de manera “crítica” frente
a ella. En este sentido, el atomismo es el auténtico “perro muerto” de la
historia de la filosofía. referencia
6. Ciertamente autores como Heisenberg
sugieren que el platonismo, por su visión matematizante del universo podría
ocupar este lugar. Sin embargo, si asumimos que la filosofía es tal, y no una
pura metodología científica, por muy compleja que sea, entonces esta idea debe
ser rechazada. Como veremos adelante, Kant reivindica el atomismo y los
problemas entre establecer una necesidad natural en el mundo y al mismo tiempo
una libertad humana, son problemas más claramente identificables con el
atomismo que con el platonismo, para poner un ejemplo.
7. Podría afectar acá el lugar que para
el marxismo tiene la química pues posibilita el concepto de trabajo, concepción
común en Marx y Engels.
8. De hecho, nos sentiríamos mucho más
cómodos señalando que en Epicuro encontramos un sistema complejo, tal como son
expuestos por Rolando García en el texto del mismo nombre. Ver la bibliografía.
9. Ver el capítulo sobre los meteoros
en la tesis doctoral de Marx, aunque también se puede leer la Carta a
Pítocles de Epicuro, así como los Meteorológicos de Aristóteles,
para darse una idea.
[1]0. Aunque, por supuesto, Trotsky
era medio genio, por tanto es difícil pensar que para él una discusión política
no era una discusión dialéctica. Simplemente nos apegamos a los textos, para
evitar difundir ideas inadecuadas respecto de Trotsky o algún otro.
[1]1. De la voluminosa obra de Jean
Piaget recomendamos Psicogénesis e historia de la ciencia, un texto
escrito junto con Rolando García y cuya primera edición fue en español, por lo
que es casi un texto obligatorio si se tienen intereses epistemológicos;
también recomendamos sus Estudios sobre la contradicción,
particularmente el capítulo sobre lo lleno y lo vacío.
2. Sobre esta parte del texto de Marx
no hemos hecho un gran desarrollo, pero se sugiere la lectura de la tesis
doctoral respecto de la crítica a Plutarco y la manera en que se ensalza el
brutal asesinato de un pueblo entero, con cuyos restos la aristocracia romana
produjo abono y obtuvo, al tiempo, unas excelentes frutas…
Fuente: socialismo-o-barbarie