La regulación financiera o
¿quién va a ponerle el cascabel al gato? Danielle Bleitrach
CEPRID
9 - III - 08
Si tuviera que resumir la situación en dos frases, serían esas: “La crisis financiera es el resultado de un proceso que consiste en presionar cada vez más a las familias como a los pueblos para privarles de sus recursos y entregarles al capital y sustituir sus recursos por el endeudamiento.”
La segunda frase sería: “frente a esa crisis, para el capital se trata de privatizar cada vez más los beneficios y socializar las pérdidas, y de allí recurrir de nuevo al Estado.”
La mayoría de los analistas insisten en el hecho que eso no puede durar, que el sistema está a punto de la implosión. Pero hay que comprender que sus proposiciones indican los puntos débiles del sistema y la incapacidad del capitalismo de ponerlos en marcha. Leyendo a esos genios financieros, expertos en economía y a la señora Lagarde, no puedo dejar de pensar en la fábula de Lafontaine en la que las ratas encontraron el remedio: hacía falta ponerle un cascabel a la cola del gato, el problema era encontrar quien podía ponerle un cascabel al cuello del gato. (1)
Digamos enseguida que hay por lo menos un punto sobre el que es posible llegar a un acuerdo: es sobre la importancia de la circulación del dinero líquido y del crédito en particular entre naciones. Efectivamente, podemos considerar que se trata de la sangre de la economía y que en el contexto de la globalización es imposible prescindir de ello. El problema aparece enseguida, desde que Nixon sustituyó a golpe de fuerza el oro por el dólar estamos enfrentados a una moneda en la que se cobra al resto del planeta la gigantesca deuda de los Estados Unidos, todos los pueblos, incluido el francés, se ven obligados a comprar dólares para entrar en el mercado, mientras que los EEUU sólo tienen que poner en marcha su imprenta de billetes y no se privan a la hora de hacerlo. Este sistema de tratado de caballería se hace doble de la factura energética que gracias a la alianza entre Arabia Saudí y EEUU sonsiste en cobrar la factura energética petrolera en petrodólares.
De ese modo se formula la necesidad de una primera reforma: ¿cómo acabar con el dominio del dólar para encontrar una nueva moneda común?
Creo que todo el mundo ya lo ha comprendido. Pero todavía hace falta ver cómo todo el sistema institucional financiero está organizado en torno a esa dominación. Existen varios niveles de reformas posibles. Las llamadas instituciones Bretton Wood puestas en marcha después de la segunda guerra mundial han sido completamente corrompidas. Resumiendo, digamos que no habrá moneda internacional ni instituciones de regulación necesaria sin una profunda transformación de la orden mundial, una reconsideración del intercambio desigual y de la soberanía de las naciones.
Es aquí donde se plantea la primera pregunta: ¿quién va a poner el cascabel al cuello del gato? Cuando Chávez propone a la OPEP volverse hacia el euro, incita a los países productores y con ellos a todos los países asfixiados por la factura energética a entrar en una lógica diferente. Es por ello que hay algo importante en el policentrismo que se está poniendo en marcha hoy día, se empieza a cuestionar la dominación del dólar y de un sistema. Por un lado se cuestiona la posible desestabilización de un sistema de desigualdad y de amenaza permanente a la soberanía de los pueblos. Por otro lado si este policentrismo no lleva a un nuevo orden internacional más justo, eso elevará la competencia y las amenazas a un nivel más alto. Lo paradójico es que en esa crisis emerge la consciencia de la imposibilidad de seguir como antes. Tomemos otro diagnóstico: vivimos en un universo en expansión de líquido que va de crisis en crisis y no se sabe cuando va a parar. Se multiplican los consejos alrededor del enfermo, pero todos tropiezan con la pregunta: “¿quién va a reformar la capital financiera?”, yo añadiría: “¿ es posible reformarlo?” Lo que es seguro, es si existiera una verdadera oposición, una alternativa política, debería llevar las propuestas hasta su puesta en marcha. Cuando Sarkozy, por ejemplo, propone invertir para salvar los empleos de Arcelor, la oposición no debería limitarse a decir que es subvencionar Mital, sino que hace falta nacionalizar la siderurgia… Pero ¿ quién tendrá el coraje de ponerle el cascabel al cuello de la capital financiera? Nos hablan a menudo del nuevo papel y del potencial de los países emergentes, de la cantidad de líquido que poseen. Es interesante ver las soluciones recomendadas, al menos dos de ellas son realmente interesantes, hace falta que los países emergentes dejen de ahorrar y se pongan a gastar por el bienestar de su población y la cuestión de los fondos estatales. Si consideramos los consejos y los comportamientos reales no podemos no quedar sorprendidos por el hecho que las soluciones ofrecidas se acercan cada vez más al socialismo pero llegan a serlo, ya que hace falta mantener la dominación de la capital financiera. No voy a profundizar en el tema de los fondos estatales de la que había hablado muchas veces, solamente diré que como hay que encontrar algo que afloje las tuercas, esos fondos estatales tienen el mérito de funcionar de forma un poco menos rápida y usurera que los fondos especulativos. No exigen a priori el despido de trabajadores para que suban las acciones, son el factor del equilibrio, pero se trata de paliar los daños en una economía en crisis profunda. Porque efectivamente los países están en condiciones de domar la bestia salvaje del capital financiero pero ellos mismos funcionan a menudo según la lógica del dicho capital. Por lo tanto es mejor pero eso no es LA solución. Analicemos la necesidad de frenar la masa de líquido en expansión reequilibrando países con déficit y países acreedores. Hoy día estamos en una situación que según los financieros partidarios de las ventajas del capitalismo se vuelve insostenible: los EEUU y la Unión Europea (a lo que le llaman el Norte) tienen un déficit exterior, mientras que los países emergentes y petroleros anuncian un superávit exterior gigantesco. Se propone “una cooperación internacional” para reducir las tasas de ahorro en los países emergentes exportadores de materia prima y asistimos a algo que parecía impensable: el banco mundial pide a China de mermar gasto público en sanidad, educación, infraestructuras públicas, en otras palabras de crear un sistema de protección social que se sigue desmantelando en el Norte. Ya que al mismo tiempo que se recomienda a los países emergentes de preocuparse por las “necesidades” de su población, se trata de aumentar la tasa de ahorro en los países “cigarras” insistiendo en “el déficit público” y poniendo en marcha una política monetaria más restrictiva. Señalemos que el capital financiero no se toca. De hecho la búsqueda de una solución tropieza con el rechazo de tocar el capital financiero, sus beneficios y por otra parte los ingresos de los más pobres o los menos ricos, al igual que la posibilidad de considerar otro tipo de distribución y de inversión, en particular en el dominio no mercantil como la sanidad, la educación, en nuestros países capitalistas se trata por el contrario de privatizar cada vez más esos gastos. Como, por cierto, respuesta inmediata a la crisis de conseguir el mayor endeudamiento con el fin de aumentar la mercantilización de la economía. Las medidas que han sido puestas en marcha en respuesta a la crisis, las medidas de Bush y la bajada de tipos de interés de la FED no sirve para nada, por cierto la política de Sarkozy tampoco. Se trata de proseguir con el endeudamiento para la gloria del capital financiero. No se trata de restablecer la justicia en materia salarial sino incitar al consumo como en el caso del escudo fiscal. Se sigue con lo que ha sido denunciado por economistas más ortodoxos: la expansión sin freno de líquido que irá de “burbuja” en “burbuja”. Los economistas suplican: ralenticen al menos para que el período entre burbujas se reduzca. Los más dogmáticos como Trichet (2) están preparados para ir hasta asfixiar totalmente a los asalariados en nuestros países, apuntan justamente que cuando los tipos de interés de préstamos son inferiores a las tasas de crecimiento, la gente tiende a endeudarse. Pero el verdadero problema es la presión sobre los asalariados, sobre los ingresos reales de la economía real que son sacrificados a ese cáncer financiero que se sigue manteniendo. Trichet no se equivoca al considerar que la bajada de los tipos de interés es una prima a una nueva burbuja, pero esa opinión tan “ortodoxa” no vale nada ya que vemos el mismo personaje protestar contra la idea de un salario mínimo garantizado. Porque el desequilibrio es estructural, internacional pero existe también una dimensión institucional que nos a sido descubierta en parte por la historia de un broker loco de la société générale. Existe el llamado capitalismo financiero. Tenemos entonces una función del capitalismo destinada a asegurar el crédito, el pago, la compra, la venta, la tesorería que se autonomizó y que genera enormes beneficios sin límite con lo que produce la economía real. Podríamos analizar el problema bajo distintos ángulos, uno de los esenciales es el hecho que a partir de ahora los gastos financieros que pesan sobre las impresas son mayores que los salarios, y por lo tanto se sigue considerando que es lo correcto. Lo que demostró el asunto de la Société Générale es la profunda mutación del sector bancario. Como apunta Aglietta: “transferir los riesgos al ahorrador de a pié se convirtió en el alfa y omega de los financieros desde que los bancos embolsan las comisiones y venden el riesgo de los créditos tras haberles integrado en títulos financieros, hasta en los fondos de pensiones llamados“ de cotización determinada”, que rechazan al compromiso social y que imitan el comportamiento de los fondos de inversión especulativos”. (3) La famosa opacidad de la que se quejan nuestros gobiernos forma parte del sistema. Y una vez más nos enfrentamos a la pregunta “¿quién va a ponerle el cascabel al gato?”, ¿quién va a crear la transparencia cuando todo el sistema prospera a base de tratados de caballería y nuestros gobernantes no son más que simples empleados de los banqueros?. Los bancos a los que estamos obligados a confiar nuestros salarios y que nos aseguran crédito y descubierto, se han convertido en intermediarios de los mercados financieros. Los gobernantes que elegimos, sean de izquierdas o de derechas, comprados o demasiado imbéciles para pensar de otro modo, no cuestionan el sistema, están convencidos que el capitalismo es a todas luces el mejor sistema. No tienen ni coraje ni la mínima ambición ni siquiera para explicar la naturaleza de la terrible crisis a la que nos enfrentamos. Aunque los bancos, los mercados, los inversores institucionales, las agencias de notación, la organización de la supervisión, las bancas centrales y las políticas monetarias, todo está por cambiar y un simple parche no bastaría, pero no hay nadie quien pueda efectuar tal transformación. Es por ello que estoy convencida que solamente la intervención de los pueblos, luchas obstinadas para exigir sus derechos tanto a nivel de naciones como hogares, son capaces de conseguir un cambio radical. Sólo los pueblos son capaces de ponerle el cascabel al gato, a través de la soberanía y la justicia social inmediata. Me parece que tenemos un papel que jugar en el intento de parar esa gigantesca estafa cuyas víctimas somos todos nosotros. Danielle Bleitrach (1)Se trata de una fábula francesa de Jean Lafontaine. Las ratas son diezmadas por un gato y llegan a la solución: “hay que atarle un cascabel al cuello del gato” para que el ruido nos avise de su llegada. Sí, pero nadie quiere atárselo. (2)El presidente de la BCE, la banca central europea que se niega a bajar los tipos de interés. (3)Agiette in Alternatives economiques, número 75, primer trimestre 2008
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