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Palestina: El camino emprendido desde Oslo ha conducido a un túnel sin salida.

Martes 1ro de diciembre de 2009 por CEPRID

Es necesaria una catarsis para desandar los errores

Santiago González Vallejo

CSCA/CEPRID

Después de un viaje a ciertas zonas de los Territorios Ocupados, tratar con dirigentes de muchas corrientes, tanto palestinos como israelíes, la percepción es clara. Más, después de ver los rostros de ‘sorpresa’ de avezados miembros de la estructura que ‘manda’ en ciertos bantustanes de Cisjordania, ya sean OLP, Al Fatah, o algo que se denomina Autoridad Palestina por las declaraciones de la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton en su reciente visita a Ramala en la que pedía que se restableciera el diálogo con el Gobierno israelí sin pedir el ‘congelamiento’ de nuevos asentamientos a cambio de la generosa oferta de ‘limitarlos’, deshaciendo la ilusión de que la administración Obama iba a ser coherente con sus primeras declaraciones de retomar una Hoja de ruta que, en este otoño, no se sabe a donde ha ido a parar. Pero que, en todo caso, deja a los interlocutores palestinos por los suelos ante su pueblo, porque se demuestra que la llamada Autoridad Palestina está vacía, que es una ficción lo emprendido hasta ahora y que no se va a conseguir nada si se sigue con los planteamientos que hasta ahora.

Para un observador de fuera, con cortes de cata de la situación palestina en diferentes años, ésta se traduce en que el camino emprendido por los rectores de la dirigencia palestina, desde hace mucho tiempo, les ha llevado a recorrer un túnel, basados –en el mejor caso de buena fe- en una esperanza de cambio de la estrategia sionista y de la ayuda política de la comunidad internacional (y árabe), que no conduce a ninguna parte y que ‘ahora’ ya saben que no tiene salida. No pueden argüir desconocimiento o esperanza de que haya alguna luz, por pobre que ésta sea y que reafirme el camino emprendido desde los acuerdos negociados secretamente en Oslo.

Esos acuerdos no fijaban la limitación de construcciones de colonias sionistas y otros elementos de la política tradicional israelí como la determinación de la propiedad de la tierra para los ‘ausentes’ o la posibilidad de concesión de la nacionalidad israelí a cualquier judío para poder establecerse en los Territorios Ocupados sin que se permita a los refugiados palestinos volver a sus primigenios hogares.

Y con esos mimbres, la estrategia israelí, común divisor de laboristas, meretz, likub, kadima, los rusos, los ortodoxos y la pléyade del arco parlamentario israelí, continuó con la expropiación, la esquilmación de los recursos hídricos y el resto de las políticas colonizadoras de la tierra y economía palestina. Ahora la verdura palestina ha dejado de venderse en Jerusalén, la Casa de Oriente –simbólica representación palestina en la ciudad de Jerusalén- está cerrada y sigue gota a gota la judaización de la capital palestina.

La colonización económica es evidente y se apropia de la ayuda internacional. Según fuentes diplomáticas, se calcula que cerca del cincuenta por ciento de los alimentos palestinos son producidos en áreas controladas por los israelíes y que del 60 al 80 por ciento de toda la ayuda internacional a los palestinos es comprada en Israel que no paga ninguna factura por sus destrozos y que cobra tasas hasta de los camiones de ayuda humanitaria que van a Gaza. Sólo hay que ver los rótulos de las cajas de las tiendas palestinas de los Territorios Ocupados. Incluso la comida que llega a Gaza sirve como regulador de los precios internos israelíes: se deja pasar manzanas si éstas bajan ‘demasiado’ el precio y se impide que entran los kiwis o al revés, según interese a las comercializadoras israelíes.

Y todo esto con luz y taquígrafos. Los metros lineales de informes internacionales, de las Naciones Unidas, de la propia Unión Europea y sus predecesoras, las embajadas de sus países miembros, de las organizaciones humanitarias, incluyendo israelíes, podrían abarcar todo el perímetro de cada uno de los Ministerios de Asuntos Exteriores, incluyendo el madrileño Palacio de Santa Cruz. Formarían una gran biblioteca de la complicidad y de la ignominia. Porque sabiéndolo, los rectores de las políticas internacionales siguen publicitando, como un mantra, una cosa que denominan proceso de paz, haciendo abstracción del avance imparable de la ocupación que, ya ni siquiera, deja visualizar otra cosa que el archipiélago de bantustanes o reservas de los indigentes palestinos.

A estos efectos, es curioso revelar que cualificados dirigentes palestinos se refieran al Ministro español de Exteriores, Moratinos, como Mr. Amnesia. Él conoce por su trayectoria profesional en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en la Dirección General de África y Oriente Medio, embajador en Israel, enviado especial de la UE, ministro de Asuntos Exteriores... cómo se han incrementado de año en año las colonias sionistas, la expropiación de tierras, la esquilmación del agua, la periódica destrucción de infraestructuras o la economía palestina, y ante eso y más, manteniendo o incrementando las migajas de la ayuda humanitaria a los palestinos, cada vez olvida esos datos para mantener que hay que apoyar a Israel en la política de vecindad y upgranding de la UE, respaldarle a su incorporación a la OCDE, e incrementar las maniobras militares o cualquier negocio (como la supresión de la legislación española sobre jurisdicción universal cuando hay un caso sobre crímenes de lesa humanidad contra 7 militares israelíes), afirmando que se hace (el olvido y el apoyo de facto a la ocupación) como fórmula de ser considerados interlocutores por parte israelí y ‘convencerles’ de que hacen algo malo y cambien de actitud. Otros palestinos ya opinan abiertamente que es un sionista con palabra amable y que se presenta como amigo cuando solo es otro instrumento (voluntario) de la estrategia israelí.

Después de Oslo, y a pesar de cada uno de los incumplimientos de la literalidad del mismo o sus esperanzas frustradas sobre que la interpretación de los mismos llevaría a una paz de valientes, en lugar de la dinámica de profundizar la ocupación y el colonizaje, los negociadores palestinos siempre ponían como argumentos ‘fuertes’ de su postura, que la comunidad internacional (los Estados Unidos, la Europa civilizada o el alicaído imperio ruso) impedirían ese avance o que el pueblo palestino se rebelaría cuando intentasen arrebatarles el 10 (después el 20, el 30… por ciento de su territorio o el Valle del Jordán, o el transitar por Jerusalén, …). Pero esos argumentos ya ni siquiera lo repiten. Son conscientes de que la comunidad internacional no existe. Hillary Clinton o la votación del Informe Goldstone lo han dejado claro, hay luz verde para seguir la colonización, el muro y lo demás, solo se perturban por el ritmo. Un ritmo que sea digerible por la adormecida opinión pública. Por otro lado ese pueblo al que se le pide paciencia o que se rebele está exhausto. Exhausto porque ha recibido mucha represión, vive de la ayuda internacional, pero sobre todo, desde mi opinión, porque no tiene un gobierno democrático, ético, coherente y fiel a una estrategia.

Riad Malki, el que está nombrado por Abú Mazen, Ministro de exteriores palestino tras los sucesos de Gaza en un Gobierno diferente al elegido en las urnas, de la antigua ONG Panorama, le hemos escuchado varias veces, en estos dos últimos años, que si la Comunidad Internacional no hacia nada por evitar la profundización de la colonización israelí, se deslegitimaba a la Autoridad Palestina (que contenía la ira del pueblo palestino, de acuerdo a ese pacto de su alineamiento ‘moderado’, aliado de esa misma comunidad, frente a la resistencia laica o islámica), se menospreciaba la oferta de paz árabe recogida en la Cumbre árabe de Beirut (reconocimiento árabe-israelí, si Israel dejaba que hubiera un estado palestino en las fronteras de 1967), y que eso llevaría a su colapso y les obligaría a tener que abandonar esa postura y forzar a la comunidad internacional, a las Naciones Unidas (¿a la que forma parte del Cuarteto, que sigue la estrategia israelo-estadounidense?) a que se hicieran cargo del proceso de descolonización. Tantas veces lo ha dicho y tantas veces Israel ha seguido expropiando, esquilmado, judaizando Jerusalén y asentando las leyes racistas que su cantinela es parecida a la fábula de la amenaza de que viene el lobo y ya ha sido ‘descontada’ por el mercado diplomático. De ahí la relativa indiferencia que ha ocasionado el anuncio de Abú Mazen de no presentarse a unas quiméricas elecciones el próximo enero o después.

La dirigencia de Al Fatah, que es la que corta el bacalao, ante la impotencia de los otros grupos que no han denunciado el pastiche no democrático que actualmente es la OLP, y el apoyo de esa comunidad internacional a cualquier cosa que no represente a la resistencia palestina, aunque sea elegida democráticamente, tiene un dilema.

Mantener su estatus y los 150.000 sueldos (de trabajadores que sostienen la Autoridad Palestina y su capacidad de autogobierno, con el dramatismo que tiene eso de una esperanza de vivir mejor y establemente) que representan la ayuda internacional a cambio de aceptar ser los reyes de los bantustanes y seguir utilizando la superestructura de que hay un proceso de paz o buscar una catarsis que rompa la inercia.

Entre ellos predomina lo primero. De ahí el denodado esfuerzo sectario de vestir las decisiones de la Presidencia palestina con la legitimidad otorgada por ser los cauces de la ayuda internacional, fuera de una legitimidad o legalidad palestina. Presionan a Abú Mazen para que siga el tinglado ante la falta de otro liderazgo de su facción. Otras voces, no organizadas, entienden que hay que pedir la independencia y proclamar el estado palestino unilateralmente ante las Naciones Unidas con las fronteras de 1967 y con Jerusalén como capital. Esas voces que han participado hasta ahora en todos los meandros del sectarismo y el boicot a Hamas y a las demás organizaciones palestinas tienen una idea, pero no tienen consigo al aparato por lo precipitado de su propuesta y no lo han llevado a la calle palestina. No tienen, ni han buscado, un consenso palestino y sus aventuras políticas les hacen tener poca credibilidad. Y a lo mejor, esa idea, arropada por un consenso palestino, tendría una mayor fuerza y podría ser ese elemento catártico del ensueño de un estado palestino inviable que es de lo que actualmente viven ellos mismos.

Esa unilateralidad por supuesto no conviene a los israelíes y a esa misma comunidad internacional porque se desvelaría el tinglado de la farsa. Pero poco más podrían perder. ¿Qué no se les hace caso? Todavía no se han modificado las leyes y resoluciones internacionales y entraríamos en el capítulo de la descolonización de las Naciones Unidas. Incluso las voces que reclaman un solo estado, desde la convicción de que es inviable un estado palestino, tendrían más fuerza porque la lucha contra el apartheid y las leyes racistas israelíes entrarían de plano en la lucha contra la descolonización, sin estar pretéritas por la confusión de un proceso de paz quimérico.

La división palestina, en todo caso, es un handicap para cualquier planteamiento. Una división alentada por esa comunidad internacional (que aceptó los criterios israelíes y no usa esas mismas condiciones a los diferentes gobiernos sionistas). Las diatribas de Abú Mazen y su estado mayor contra Hamas y a cualquier oposición hacen imposible la reconciliación por esta parte y que los ‘tunecinos’ puedan protagonizar cualquier acuerdo. De ahí la debilidad de la amenaza independentista de una facción, de una parte del partido, que controla (y es el interlocutor internacional) la OLP.

Pero mantener el espantajo indefinido de un proceso de paz tampoco es verosímil, aunque se quiere mantener. Hay una carrera entre un intento de mejorar las condiciones económicas de (parte) de la población palestina (Natanyahu-Blair- y todo el mundo) a cambio de la dilución de la identidad palestina y sus reclamaciones históricas. Ya los refugiados palestinos pitan poco. No se atiende la integración con la lucha de los árabes israelíes. El vector ideológico lanzado por el Gobierno israelí de que se reconozca a Israel como Estado ‘judío’ tiene sus adeptos entre la ‘inteligencia’ y la misma comunidad internacional que amenazaban y forzaban el uso de la fuerza ante los planteamientos de estados étnicos (y su correlato de limpiezas étnicas) hace unos pocos años.

En esa carrera contra el tiempo, la catarsis rompe la inercia. La matanza de civiles en Gaza, como la de Jenin, Sabra y Chatila o la de los aviones civiles destruidos décadas atrás no han servido. El discurso normalizador de Israel avanza gracias a la capacidad sionista y a los Moratinos boys. ¡Un Estado-Gobierno ocupante acaba de firmar el acuerdo de libre comercio con Mercosur con el Brasil de Lula! Los palestinos están solos. No tienen muchos aliados. Quizá el derecho internacional, que no es poco.

En ese túnel sin salida en el que están metidos los palestinos y con una dirigencia empeñada en continuar por los mismos derroteros a ninguna parte, con gran debilidad económica tienen pocas cartas. Una de ellas es apoyar y extender la Campaña de Boicot, Sanciones y Desinversión (BDS en sus siglas en inglés) similar a la que se hizo a la Sudáfrica del Aparheid.

La actual dirigencia puede sobrevivir, mejor o peor, a cambio de la represión a los opositores a esa inercia o aceptar que lo hasta ahora encaminado no lleva a ninguna parte, ni al menor de sus sueños y replantearse su estrategia, buscar alianzas con sus opositores (a los que ahora dirigen más criticas que a los ocupantes israelíes (¡)) y consensuar una nueva estrategia de resistencia. El pueblo palestino continuamente descabezado, ya sea por la represión israelí, o sus cantos de sirena, la comunidad internacional o la identidad con el otro mundo divino, tiene, como nunca, un desafío de continuar siéndolo y de renovar su liderazgo.

Santiago González Vallejo es economista y miembro del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe.


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