CEPRID

Diez retos de la Unión Africana

Viernes 22 de mayo de 2009 por CEPRID

Florentina Laza y Silvio Baró

CEAMO

Seis años después de su fundación, la Unión Africana (UA) se enfrenta a una serie de importantes retos que conspiran contra su consolidación continental, su proyección internacional y para el logro de sus objetivos. En opinión de los autores, entre los principales desafíos que tiene ante sí la organización continental pueden ser destacados diez que serán presentados brevemente a continuación.

En primer lugar, la UA no ha logrado concluir el proceso de su completa institucionalización de forma tal que pueda desarrollar cabalmente los propósitos indicados más arriba. Esto determina que no ha logrado alcanzar la autoridad necesaria para hacer cumplir los acuerdos y resoluciones adoptados en sus diferentes reuniones. Esta debilidad mostrada por la organización se ha debido esencialmente a las dificultades que ha tenido para acopiar los recursos financieros necesarios para poder establecer todos los órganos que planea crear.

En segundo lugar, la UA se fundó en un entorno político internacional y continental complejo, caracterizado por los atentados contra las Torres Gemelas en Estados Unidos y el ulterior lanzamiento de la guerra mundial contra el terrorismo por parte del presidente George W. Bush, en lo internacional, y la presencia de importantes situaciones de conflicto y postconflicto en el continente, todo lo cual hizo que la dimensión político—militar del sistema de relaciones internacionales adquiriese una cierta relevancia.

Pero frente a esto encontramos la incapacidad que se ha observado en la UA para poder crear unas fuerzas armadas propias con las cuales poder enfrentar los conflictos en el continente sin tener que acudir a las fuerzas de organismos internacionales o de las potencias capitalistas, lo cual limita la credibilidad e influencia de la organización, al tiempo que sienta las bases de una mayor injerencia de estos otros actores en los asuntos internos del continente.

En tercer lugar, e íntimamente relacionado con el desafío anterior, la organización se enfrenta a la necesidad de lograr la paz a nivel de todas las regiones y del continente en su conjunto, en la medida en que esto se convierte en un prerrequisito para poder llevar adelante las estrategias y políticas que permitan los ansiados logros socioeconómicos.

Este desafío se relaciona con el hecho de que, objetivamente, las situaciones de inestabilidad política que viven algunos países africanos, constituye un obstáculo para que los gobernantes puedan dedicar atención a los problemas socioeconómicos de larga data y que requieren esfuerzos de mediano—largo plazo, para no hablar de las reticencias de los inversionistas extranjeros.

El período de existencia de la UA, que es un momento en que las corrientes afropesimistas están siendo desplazadas por las afrooptimistas, paradójicamente ha chocado con el estallido o agudización de un cierto número de crisis políticas y conflictos en distintos países o regiones, algunos de los cuales revisten una particular gravedad por la posibilidad de su internacionalización. En cuarto lugar, la UA deberá impulsar estrategias y políticas que contribuyan a un real desarrollo socioeconómico del continente, las cuales deben alejarse de los dictados de los preceptos neoliberales que, aún a pesar de su descrédito, siguen impulsando las principales potencias mundiales y las instituciones financieras internacionales. La magnitud de este reto trasciende las fronteras del continente africano, debido a que nos enfrentamos ante la urgencia de estructurar estrategias y políticas alternativas a las neoliberales que, además, sean viables en las naciones subdesarrolladas, sobre todo a partir de la crisis económico—financiera que estalló en Estados Unidos en el verano de 2007 y se ha extendido a nivel mundial.

En este sentido, la UA tiene ante sí la tarea de estimular a los círculos académicos del continente a la realización de una profunda evaluación de los impactos ocasionados por la aplicación de las políticas recomendadazas por las potencias capitalistas y las instituciones financieras internacionales, someterlas a crítica y diseñar otras, que deberán asentarse en nuevos principios.

En quinto lugar, la organización tiene la necesidad de replantearse sus vínculos internacionales, con vistas a desarrollar sus relaciones con las restantes regiones subdesarrolladas como vía de reducir su histórica dependencia respecto de las naciones industrializadas.

De esta forma, los países africanos, en particular, y el continente, en su conjunto, podrían explorar relaciones económicas, comerciales, financieras, científico—técnicas y otras mucho más ventajosas y adecuadas para sus necesidades de desarrollo.

Un mayor desarrollo de las relaciones de cooperación sur—sur entre las naciones africanas, de una parte, y las latinoamericanas y las asiáticas, de otra, podría ser un vehículo mediante el cual aquellas logren una mayor diversificación y equilibrio en sus relaciones internacionales, al tiempo que esto les permita mejorar su inserción en la economía mundial.

No obstante, la búsqueda de relaciones de cooperación sur—sur más amplias acudiendo a las de naturaleza intercontinental, no implica que la UA no tenga ante sí todavía mucho que hacer en materia de estimular las relaciones de cooperación intracontinental, las cuales se encuentran bastante fragmentadas por la diversidad de esquemas de integración y cooperación.

Esto podría contribuir a que los países africanos puedan dedicar más fácilmente sus limitados recursos hacia la diversificación de sus economías, ampliar el surtido de los productos de exportación, aumentar sus ingresos procedentes del comercio exterior y, en definitiva,  atenuar los importantes problemas financieros que aquejan a las naciones africanas.

En sexto lugar, la UA tiene como otro de sus retos el de lograr una real voluntad política de los jefes de Estado y de gobierno de los países miembros a fin de que la organización alcance la condición de voz común del continente, lo cual debe ser un freno a las estrategias de los centros de poder mundial enfrascados en el control económico de los enormes recursos del continente.

Una mayor unidad y cohesión de las posiciones políticas de los gobernantes africanos coadyuvaría a un aumento de la capacidad de negociación del continente frente a las naciones industrializadas. En séptimo lugar y con vistas a lograr la referida unidad y cohesión, la organización debe luchar por limitar el papel protagónico de algunos Estados miembros, que lejos de trabajar por la solución de los problemas de los países menos desarrollados, se proyectan en función de utilizar en su beneficio las desigualdades existentes entre unos y otros.

Para ello, resulta necesario que la organización impulse nuevos principios en los cuales se asienten las relaciones entre las naciones del continente, entre los cuales primen los de la cooperación y la solidaridad.

En octavo lugar, la UA, como organización que agrupa a países que tienen más de 900 millones de habitantes, o sea aproximadamente el 15% de la población mundial, debe proponerse lograr una mayor representatividad y fuerza en los organismos internacionales, especialmente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Esto no solo contribuiría a una mayor visibilidad internacional del continente, sino sería un importante aporte a la tan necesaria democratización de la principal organización internacional, la cual viene padeciendo de la erosión de su credibilidad debido a las acciones de Estados Unidos y de las restantes potencias capitalistas.

En noveno lugar y relacionado con el reto anterior, la organización tiene ante sí un grave y multifacético desafío consistente en impulsar acciones económicas, políticas y de cooperación que sean desarrolladas por los organismos internacionales, sus agencias y por las principales potencias mundiales con vistas a eliminar las importantes vulnerabilidades de todo tipo que el continente padece y que constituyen obstáculos que inciden en que permanezca en una situación de atraso, subdesarrollo y marginación en el sistema de las relaciones internacionales.

Entre las acciones que deberían acometerse están las relacionadas con la adopción de iniciativas que verdaderamente contribuyan a la solución de los graves problemas del endeudamiento externo de las naciones africanas.

En décimo lugar y el reto más inminente, la UA debe convertirse en la organización que coordine las acciones que los países africanos desarrollen en función de paliar los muy negativos efectos de la presente y multifacética crisis capitalista que se extienden más allá del campo estrictamente económico.

Solo una adecuada coordinación de las acciones hará que los recursos financieros y otros disponibles en el continente puedan ser utilizados eficientemente para reducir los inevitables impactos que la crisis está produciendo por todo el planeta.

Consideramos que, a pesar del grave y complejo contexto internacional, la UA ha venido demostrando que, de forma gradual, puede sortear los obstáculos que conspiran contra su consolidación, el logro de un mayor nivel de unidad continental y alcanzar una mejor inserción de África en el sistema de relaciones internacionales.

Florentina Laza es investigadora y Silvio Baró director del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente de La Habana (Cuba).


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