CEPRID

Libertad de prensa en Colombia: cada más con más dudas

Martes 10 de febrero de 2009 por CEPRID

Juan Diego Restrepo E.

CEPRID

Medios de información, directores, editores y periodistas han caído en una espiral informativa que en nada contribuye a cumplir con uno de sus objetivos esenciales: formar ciudadanía para fortalecer la democracia, y de paso, ratifica las dudas que sobre libertad de prensa se sienten en el país.

Basta mirar tres hechos que rodearon la liberación de los tres policías y del soldado el domingo pasado: primero, la llamada del periodista Jorge Enrique Botero a la sede de Telesur, en Venezuela, para denunciar el sobrevuelo de aeronaves militares en el lugar y darle voz a uno de los guerrilleros que estaba coordinando la entrega de los rehenes; segundo, la presencia en ese sitio del periodista Hollman Morris; y tercero, la renuncia del Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, al intentar sancionar el papel de los periodistas, restringiendo su acceso al aeropuerto de Villavicencio durante la llegada de la comisión humanitaria que traía al ex gobernador del Meta Alán Jara.

Estas circunstancias llevaron nuevamente a discutir el papel de la prensa en este tipo de procesos y, por extensión, de su papel en la sociedad. Creo necesario precisar que estos hechos no deben mirarse solo a través de las actitudes y decisiones que tomaron los periodistas Botero y Morris.

Intentando interpretar al periodista Botero, creo que su decisión de comunicarse con Telesur, a pesar de que había acuerdos al respecto con el Gobierno nacional, fue, considero yo, una manera de proteger la vida de todas las personas que se encontraban reunidas en el sitio de la liberación de los uniformados. Es, si se quiere, parte de la tarea humanitaria. Lo que debe reclamársele es que difunda abierta y sin ediciones las imágenes que grabó para contrastar lo dicho por el Gobierno nacional, que admitió la presencia de las aeronaves sobre el lugar en las selvas del Caguán.

Por otro lado, es importante advertir que en un país como Colombia, el ejercicio periodístico, cuando se hace de manera distinta al que quieren imponer los bloques ideológicos dominantes, sean económicos o políticos, siempre será cuestionable e incomodará a alguien. Para el Gobierno nacional, es inaceptable el papel que cumple Hollman Morris. Su particular manera de ver el conflicto armado lo llevó a estar en la zona y, según sus palabras, a llegar al sitio de la liberación guiado por las Farc, sin saber nada de ello. Es una circunstancia que muchos juzgarán inoportuna, pero cabe resaltar que la realidad tiene múltiples claras y por cuestionable que le parezca a muchos sectores políticos, económicos y sociales, la guerrilla también es una fuente de información periodística. Así como lo siguen siendo los comandantes paramilitares, quienes incluso llevaron a marcan altos índices de sintonía y de circulación cuando fueron entrevistados por las cadenas privadas de televisión del país, los diarios y las revistas. En ese entonces, la fuerza pública no detuvo a los periodistas para reclamarles el material periodístico. Además, recuerdo que varios de esos trabajos recibieron sendos premios nacionales de periodismo.

Lo ocurrido con Hollman Morris abre una discusión que el país está en mora de afrontar. Su trabajo periodístico sobre el conflicto armado plantea una ruptura a la homogeneización que rodea a los medios de información tradicionales, sujetos a presiones políticas y económicas de los bloques ideológicos dominantes que los llevan de la mano a difundir los hechos bajo sus propios enfoques, que reduce la labor informativa a unas cuantas llamadas telefónicas para hablar con fuentes oficiales.

Así lo ha querido imponer el actual Gobierno nacional, para cuyo fin ha desarrollado estrategias mediáticas que desvirtúan de manera semántica la existencia del conflicto armado. Al cada vez más riesgoso ejercicio de buscar nuevas voces para explicar la guerra, se suma la negación de realidades tan dramáticas como el desplazamiento forzado a través del uso de expresiones equívocas, como la de "migrantes internos"; la simplificación de sucesos asignándole un adjetivo que evita, de una vez, la investigación judicial, es decir, aquí todo es "terrorismo" y solo hay un culpable; la tergiversación de acciones provenientes de agentes de seguridad de Estado que atentan contra la población, entre ellas las ejecuciones extrajudiciales, puesto que se argumenta su inexistencia al aclarar que los muertos son "guerrilleros vestidos de civil"; y la imposición del secuestro como acción condenable masivamente, por encima de delitos de lesa humanidad como la desaparición forzada, como si esas muertes estuvieran justificadas. Tales estrategias han sido asumidas por diversos medios de información como propias y sobre ellas construyen sus agendas informativas, sacrificando libertad, criterio y responsabilidad.

Es tan reprochable el intento de las Farc de manipular la realidad a través de los rehenes y los retenidos que deja en libertad como lo que hizo el presidente Uribe, que sabe bastante de estrategias mediáticas, para imponer su punto de vista y desestimar aquellos que se le oponen a su gestión. Muestra de ello se observó durante la rueda de prensa que ofreció en Villavicencio la noche del martes en la que enfrentó las críticas lanzadas horas antes por el ex gobernador Jara: en las puertas de su propia casa, en público, con medios afanados por preguntar, con respuestas llenas de aplausos de los vecinos allí presentes, colmada de los ya famosos puntos comunes presidenciales en sus tonos mesiánicos y solicitudes de perdón a nombre de la fuerza pública. Un acto populista y todo un irrespeto, a mi juicio, con Alan Jara.

En una semana los hechos nos vuelven a mostrar que los medios de información, con sus directores, editores y periodistas, vuelven a estar aprisionados por los poderes imperantes en el país: de un lado, el armado, en el caso de las Farc; y de otro, el político, representado por el Gobierno nacional. Bajo ambas presiones, la libertad de prensa va quedando en duda en el país, configurando un escenario donde el ciudadano del común es el que más pierde, pues no recibe la información necesaria para tomar decisiones democráticas, vitales para allanar los caminos que nos conduzcan a una resolución pacífica de los conflictos armados, sociales y políticos que nos mantienen en una constante crisis.

Juan Diego Restrepo es Editor Agencia de Prensa IPC. Medellín, Colombia


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