Filipinas: En la Guarida del Dragón
Jueves 30 de octubre de 2008 por CEPRID
Herbert Docena
CEPRID
Traducido por María Valdés
Desde la clausura de sus bases militares en el país, los Estados Unidos ha recuperado, transformado y ahondado gradualmente su presencia militar e intervención en Filipinas. La forma en la que ha intentado restablecer sus bases en Filipinas ilustra su intento de replantearse sus capacidades ofensivas globales para ser más ágil y eficiente, mientras supera la creciente oposición doméstica a su presencia alrededor del mundo.
Los objetivos con lo que Estados Unidos ha planeado materializar esta perspectiva en Filipinas – un país que se encuentra firmemente al interior de lo que los analistas y estrategas de EEUU denominan “la guarida del dragón”- apuntan a la emergente estrategia estadounidense hacia lo que ha identificado oficialmente como el país con “el mayor potencial para competir con los Estados Unidos”: China. En esta estrategia, Filipinas, en virtud tanto de su ubicación como de su disposición política hacia los Estados Unidos, en comparación con sus vecinos, juega un papel crucial.
Ubicar bases sin bases
Después que George W. Bush llegó al poder, los Estados Unidos comenzó a intentar con afán la implementación de lo que sus defensores presentan como la más completa reconfiguración de su presencia militar a nivel global desde la II Guerra Mundial. La lógica subyacente está clara: el emplazamiento y el diseño de las bases militares de EEUU en el pasado –construidas como estaban para la Guerra Fría- no son suficientes para los actuales momentos. La ubicación de bases estadounidenses en ultramar debe por tanto transformarse de tal forma que permita a los militares de EEUU ser más austeros y astutos, más rápidos y ágiles.
En Filipinas, como en un creciente número de lugares alrededor del mundo, la única y persistente reserva para con los gobiernos estadounidenses y filipinos, ha sido sin duda la sensibilidad doméstica de larga data hacia la presencia de las bases estadounidenses en el país.
Esta oposición fue realmente un importante –si no decisivo- factor en la decisión de cerrar las bases en 1991 y en la adopción, en la Constitución posterior a Marcos de 1987, de una serie de medidas que prohibían las bases militares extranjeras en el país.
Al embarcarse en su proyecto de transformar su presencia global, Estados Unidos también ha buscado adaptarse y socavar la oposición doméstica a sus bases. En en este asunto, la reconceptualización del sector militar estadounidense de su presencia militar global -ya no como mero conglomerado de estructuras físicas sino como una “postura” global- es esclarecedora. Por postura, explicó el subsecretario de Defensa de EEUU, Douglas J. Feith, “no hablamos solamente de ubicar bases, hablamos de la habilidad de nuestras fuerzas de operar dónde y cuándo se necesiten”. Así, al reconocer que la situación política local no está todavía madura para el reestablecimiento de las grandes bases militares que Estados Unidos una vez tuvo en Filipinas, aquél ha preferido moverse hacia adelante para asegurar esta capacidad de distintos modos.
Despliegues recurrentes
Estados Unidos ha desplegado un creciente número de sus tropas, embarcaciones y equipos por toda Filipinas, ostensiblemente para ejercicios de entrenamiento, proyectos humanitarios y de ingeniería y otras misiones. Sólo en 2006, se planificaron hasta 37 ejercicios militares, por encima de los alrededor de 24 realizados en años precedentes. Hasta 6000 efectivos de tropa estuvieron involucrados, dependiendo del ejercicio.
A pesar de presentarse como programas intermitentes de entrenamiento temporal para las tropas estadounidenses y filipinas, tales ejercicios son vistos como una forma alternativa para que las fuerzas de EEUU se aseguren un acceso seguro a Filipinas. “Las relaciones que habitualmente se construyen mediante los ejercicios y el entrenamiento”, apuntó en marzo de 2003 quien fuera cabeza del Comando Pacífico de EEUU, almirante Thomas Fargo, “es nuestra mayor garantía de acceso cuando llegue un momento de necesidad”. Continuó diciendo: “El acceso a través del tiempo puede transformarse en el uso habitual de determinadas instalaciones y/o servicios por parte de las tropas estadounidenses desplegadas, con la meta eventual de garantizar su uso en una crisis o la posibilidad obtener permisos para ubicar con antelación provisiones reservas logísticas y otros materiales de gran importancia en sitios estratégicos y de avanzada”.
Mientras las tropas de EEUU vienen y van en forma rotatoria, debido a la realización de ejercicios frecuentes y regulares, su presencia –considerada como un todo- constituye una formidable avanzadilla que les lleva cerca de aquellas áreas de posible acción, sin la necesidad de infraestructuras enormes que les apoyen y sin provocar mucha atención pública u oposición. Como afirma la Estrategia Nacional de Defensa estadounidense: “Nuestra postura también incluye las muchas actividades militares en las que nos comprometemos alrededor del mundo. Esto incluye no sólo nuestra presencia física en regiones claves, sino nuestros entrenamientos, ejercicios y operaciones".
Junto con las tropas, un número cada vez mayor de embarcaciones también se han adentrado en las aguas territoriales del país, atracando con creciente frecuencia en sus distintos puertos. Estas visitas navales también son consideradas como formas de establecer presencia militar. Como apuntara la Oficina Presupuestaria del Congreso estadounidense: “La Armada cuenta con esos buques para garantizar nuestra presencia en ultramar a tiempo completo, aun cuando estén entrenando o simplemente atados en el puerto”.
Infraestructuras de doble uso
Aparte del depsliegue de tropas y de las visitas de embarcaciones militares, Estados Unidos también ha estado construyendo un número cada vez mayor de infraestructuras, instalaciones y servicios que pueden ser útiles para sus fuerzas cuando surja una contingencia –mientras que al mismo tiempo compra el apoyo político de los gobiernos locales y nacionales. En distintas partes del país, especialmente en las regiones del sur de Mindanao, ha participado en un frenesí de actividades constructoras, levantando o renovando aeropuertos, puertos, embarcaderos, carreteras y otras infraestructuras.
En la Ciudad General Santos, por ejemplo, construyó un puerto de aguas profundas y uno de los más modernos aeropuertos del país, conectados ambos por una de las mejores carreteras del país. Por qué estaba EEUU tan interesado en financiar y construir este moderno aeropuerto en una ciudad pequeña, donde relativamente pocos viajeros o aviones de carga aterrizan, no podría explicarse si no fuera por su potencial uso militar. En el Fuerte Magsaysay en Nueva Écija, a donde las tropas estadounidenses se dirigen rutinariamente para realizar ejercicios, el aeropuerto ha sido renovado y su pista reforzada para soportar el peso de los aviones C-130. En Sulu, Estados Unidos está modernizando el aeropuerto, reparando carreteras y construyendo puertos que puedan albergar grandes buques.
Todo esto es consistente con una investigación financiada por la Fuerza Aérea Estadounidense (USAF) que recomienda mayores despliegues para disponer de mayores infraestructuras. Al incrementar los despliegues, apunta la investigación, Estados Unidos puede iniciar negociaciones que “incluyen medidas para adaptar la infraestructura local a las operaciones de la USAF, mediante la ampliación de las pistas, el mejorameinto de los servicios de control del tráfico aéreo, la reparación de los hangares para estacionar y similares”.
Ubicaciones de Seguridad Cooperativa
EEUU también está concretando en Filipinas una nueva categoría de instalaciones militares, que llama “Ubicaciones de Seguridad Cooperativa” (CSLs). Como parte de las innovaciones introducidas para el actual relanzamiento de la red global de bases estadounidenses, las CSLs consisten en instalaciones cuya propiedad es o de los gobiernos anfitriones o incluso de compañías privadas y cuyo uso debe hacerse asequible para las fuerzas militares estadounidenses, según sus necesidades. De acuerdo al Pentágono, las CSLs deben ser administradas y mantenidas por las instancias o agentes antes citados, siendo utilizadas tanto para ubicar anticipadamente apoyos logísticos como para servir de punto de encuentro en la realización de operaciones conjuntas con las fuerzas militares anfitrionas. Aunque han sido proyectadas tal que ubicaciones pequeñas que no atraigan la atención, pueden expandirse hasta convertirse en bases grandes si fuera necesario.
En agosto de 2005, la Comisión de Bases en el Extranjero de EEUU, instancia oficial encargada de supervisar las bases estadounidenses, identificó categóricamente a Filipinas como uno de los países de la región en donde tales CSLs estaban siendo desarrolladas por EEUU. El Gobierno filipino, sin embargo, ha rechazado revelar las ubicaciones y otros detalles de estas CSLs.
Servicios sin bases
Estados Unidos ha obligado a Filipinas a proveer a sus fuerzas militares con una amplia gama de servicios de suministro local, lo que le ha permitido lanzar y mantener operaciones desde ese país en caso de necesitarse.
En noviembre de 2002, los gobiernos de ambos países firmaron el Acuerdo de Mutuo Apoyo Logístico (MLSA), que los miembros del Servicio de Investigación del Congreso de EEUU describieron tal que “permite a Estados Unidos utilizar a Filipinas como una base de suministros para operaciones militares alrededor de la región”. El MLSA obliga al Gobierno filipino a proveer a Estados Unidos con provisiones logísticas, apoyo y servicios durante los ejercicios, entrenamientos, operaciones y otros despliegues militares estadounidenses. Estos pertrechos incluyen comida, agua, petróleo, aceites [industriales], ropa, munición, piezas de repuesto y componentes, alojamiento, transporte, comunicaciones, servicios médicos, apoyo operativo, así como servicios de entrenamiento, reparación, mantenimiento, almacenamiento y portuarios. “La construcción y el uso de estructuras temporales”, son servicios que también se encuentran cubiertos en el Acuerdo.
En otras palabras, a través del MLSA los Estados Unidos se ha asegurado los servicios que normalmente tendría que suministrarse al interior de grandes bases permanentes, pero sin construir y retener esas mismas bases –y sin incurrir en los costes y problemas políticos que tales infraestructuras plantean.
Base Operativa de Avanzada
Finalmente, Estados Unidos ha sido exitoso en ubicar de manera indefinida una unidad militar en el país. Desde 2002, la unidad ahora llamada Fuerza de Tarea Conjunta y Operaciones Especiales de Filipinas (JSOTF-P) ha sido desplegada al sur del país. Contrariamente a los esfuerzos gubernamentales de EEUU y Filipinas de presentar a las tropas pertenecientes a esta Unidad como parte de unos ejercicios de entrenamiento temporal, ésta ha mantenido su presencia continuada en el país durante los últimos seis años. Con el Gobierno sin fijar una fecha de salida, continuará estando en Filipinas por un largo periodo de tiempo.
La Unidad, compuesta por un número que varía de 100 a 500 efectivos, mayoritariamente de las Fuerzas Especiales, tiene su cuartel general en un campo militar filipino ubicado en Ciudad Zamboanga, pero su “área de operaciones”, de acuerdo a una publicación militar estadounidense, abarca 8000 millas cuadradas, cubriendo la totalidad de la isla de Mindanao y los mares e islas circundantes. Los miembros de la Unidad se refieren a sus bases en Mindanao como “base de avanzada-11” o la “base operativa de alto nivel-921”, lo que casa con la actual construcción en la zona de variadas instalaciones militares.
A pesar de que los funcionarios de EEUU y Filipinas han asegurado constantemente que la Unidad no está involucrada en combates, por sí mismas las tropas estadounidenses describen su misión en el país como operaciones de “guerra no convencional” y “contrainsurgencia”. Han confirmado que se unen a las tropas filipinas en patrullaje, les suministran servicios de inteligencia y les asisten en distintos aspectos de sus operaciones. Testigos afirman haberlos visto en las proximidades de [los lugares en los que se desarrollan] operativos militares. Más recientemente, tropas de EEUU han sido acusadas de participar junto a soldados filipinos en lo que se describió como una masacre perpetrada en la población de Sulu contra civiles inocentes.
En términos de perfil y misión, el JSOTF-P es similar a la Fuerza de Tarea Conjunta Combinada –Cuerno de África (CJTF-Cuerno de África)– que fuera establecida en Djibouti, África Occidental, en 2003. La CJTF también se encuentra compuesta en gran parte por Fuerzas Especiales y ha sido catalogada como un “modelo para las futuras operaciones militares de EEUU”.
El competidor con mayor potencial
Todas estas situaciones en conjunto –el creciente despliegue de tropas; la construcción de más y más infraestructuras para garantizar la movilidad estadounidense; la calificación de las instalaciones y servicios como “ubicaciones de seguridad cooperativa” a ser utilizadas por las fuerzas militares de EEUU cuando se necesiten; la garantía de servicios de apoyo en caso de operaciones militares y la permanencia indefinida de tropas de EEUU en el país- han mejorado significativamente las posibilidades de EEUU para operar en y desde Filipinas, permitiendo al país permanecer firmamente atado a la postura global de Estados Unidos en materia de política internacional.
La voluntad de asegurar y fortalecer esta capacidad no puede exlicarse adecuadamente a partir de la supuesta amenaza planteada en Filipinas y el Sureste Asiático por los grupos “terroristas” locales o regionales. Por ejemplo, tan brutal o violento como ha sido en sus operaciones el fuertemente disgregado grupo de Abu Sayyaf, la amenaza que sus más o menos 300 integrantes plantea a Estados Unidos es bastante pequeña y no puede explicar la magnitud, la forma y la presencia de esa potencia en Filipinas. No sólo es que Abu Sayyaf no plantea una amenaza para la existencia de EEUU, es que ni tan siquiera afecta sus intereses estratégicos ni limita su libertad de acción en el país o más allá. Un “incordio” no constituye una amenaza a la seguridad nacional estadounidense.
Más bien, la presencia militar estadounidense en Filipinas parece ser parte de la carrera en general de EEUU por la dominación militar global y en particular, por una emergente estrategia estadounidense hacia China -la potencia que ya ha sido identificada oficialmente por Estados Unidos como la que plantea el mayor reto a su supremacía global. Tal como lo indica la serie de retadores pronunciamientos de funcionarios de ese país contra China en los últimos años, el EEUU actual se mueve para rodearla con sus bases y otras formas de presencia militar, además de sus esfuerzos actualmente en marcha para alistar a varios países de su lado y edificar de facto una coalición anti-China en Asia. En este sentido, la ubicación de tropas militares en Filipinas parece ser parte de lo que los defensores estadounidenses plantean como una estrategia para preservar el status de EEUU como única superpotencia, mediante la prevención del ascenso de sus potenciales rivales.
Ubicación, ubicación, ubicación
Si tal estrategia está siendo realmente implementada, Filipinas parecería ser de una crucial importancia estratégica. Desde finales de los ‘90, un creciente coro de estrategas militares estadounidenses e intelectuales duchos en política internacional, todos preocupados por el ascenso de China, han avisado sobre las deficiencias de la presencia militar de EEUU en Asia, particlualrmente en el Sudeste Asiático. En sus recomedaciones a la hora de abordar este asunto, Filipinas ha sido, entre todos los países, el que ha sido señalado de manera explícita y reiterada como aquel en el que Estados Unidos debe recuperar su presencia militar. Tal como concluyen varias investigaciones, en cualquier cara a cara con China –ya sea en una competición de largo aliento o en una directa confrontación- Filipinas, en virtud de su ubicación, puede ser fundamental.
Al mismo tiempo, Estados Unidos no tiene muchas más alternativas. Otros países vecinos de China son menos que ideales desde un punto de vista geográfico o han demostrado no estar dispuestos a consentir los requerimientos de EEUU para ubicar bases o garantizar el acceso militar. Mientras Singapur, por ejemplo, ha demostrado una mayor disposición hacia Estados Unidos que otros, su pequeño tamaño es visto como limitante para las opciones estadounidenses. Indonesia y Malasia, por otro lado, no sólo han sancionado abiertamente las actuaciones de EEUU en Irak y Afghanistán, sino que también han rechazado las exigencias estadounidenses de ubicarse y operar desde sus países. Hasta Tailandia, que es un cercano aliado de EEUU, ha rechazado de hecho las propuestas de ese país de atracar barcos o desplegar tropas en su territorio. Sin importar su política hacia Estados Unidos, la mayoría de los países de la región simplemente no ven a China como una amenaza y por tanto rechazan seguir cualquier estrategia que pueda serle antagónica.
Por tanto, Estados Unidos ha descubierto que necesita a Filipinas más que nunca. No sólo dispone de una ubicación geográfica ideal, sino que su Gobierno ha sobresalido por encima de sus vecinos en estar mucho más dispuesto a alinearse con las exigencias estadounidenses. Pero con China pretendiendo también de forma agresiva a los líderes filipinos, también esta situación podría cambiar. Mientras la resultante competición geopolítica se calienta, Filipinas puede inclinar la balanza hacia uno u otro lado.
Herbert Docena es investigador de Focus on the Global South y ha escrito este texto desde Bangkok.