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Estados Unidos, no China, está amenazando el orden mundial basado en reglas

Jueves 12 de septiembre de 2024 por CEPRID

Marco Carnelos

Middle East Eye

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por C.P.

Los fracasos de la política exterior estadounidense han causado un sufrimiento incalculable en todo el mundo durante décadas, mientras que Pekín ahora está logrando resultados tangibles.

La sabiduría convencional decreta que la batalla geopolítica más importante del siglo XXI será entre Estados Unidos y China.

En este contexto, la narrativa occidental dominante retrata a Estados Unidos como un país comprometido a salvaguardar y hacer cumplir el llamado orden mundial basado en reglas, que Washington creó y ha presidido desde su victoria en la Segunda Guerra Mundial.

Este orden basado en normas debería corresponderse con el derecho internacional codificado en numerosos pactos desde el nacimiento de las Naciones Unidas hace casi 80 años. No es así.

En el mejor de los casos, este orden basado en normas refleja una interpretación estadounidense/occidental de determinados aspectos del derecho internacional. En el peor de los casos, el derecho internacional ha sido distorsionado para adaptarlo a los intereses específicos de Occidente.

En ambos casos, el objetivo es servir a los intereses geopolíticos de Occidente y justificar su hegemonía. Por supuesto, cegadas por la arrogancia, las potencias occidentales creen que, como esas “reglas” supuestamente se ajustan a sus intereses, también sirven a los intereses de toda la humanidad. Se equivocan.

Esa misma narrativa dominante occidental retrata a China como la principal amenaza a este orden basado en reglas, atribuyendo a la nación asiática tanto la voluntad como la capacidad de desafiar y modificar ese orden.

El hecho de que Estados Unidos y sus aliados hayan llegado a tales conclusiones demuestra la catastrófica disonancia cognitiva que caracteriza el análisis y la toma de decisiones de los líderes occidentales.

Fracasos diplomáticos

Es extraordinario que las cancillerías occidentales atribuyan tales intenciones subversivas a la China comunista, que –a diferencia de Estados Unidos– no ha desplegado su ejército en el extranjero durante casi medio siglo (la última vez en 1979, contra Vietnam).

A diferencia de Estados Unidos, China nunca ha interferido ni organizado un golpe de Estado contra ningún otro país. A diferencia de Estados Unidos, nunca ha adoptado sanciones unilaterales contra ningún país, salvo las autorizadas legalmente por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Además, a diferencia de Estados Unidos, sólo posee una base militar en el extranjero (en Yibuti) y su marina –una vez más, a diferencia de Estados Unidos– patrulla principalmente el Mar de China Meridional, que constituye la línea de abastecimiento más importante del país.

La principal reivindicación territorial de China se refiere a una isla en el océano Pacífico cercana a su costa (Taiwán), que Washington ha reconocido inequívocamente como parte de China continental desde 1972, mediante tres comunicados conjuntos entre Estados Unidos y China. Para eliminar cualquier ambigüedad, Estados Unidos redobló sus esfuerzos facilitando la expulsión de Taiwán de la ONU para ceder su asiento a la China comunista.

Si un comportamiento tan extremadamente moderado y responsable califica a China como una amenaza al orden basado en reglas, ¿cómo debería verse el comportamiento de Estados Unidos y sus aliados más cercanos (en particular Israel)?

Otra métrica interesante para evaluar si Estados Unidos o China representan la mayor amenaza al orden mundial basado en reglas es su comportamiento respectivo en la región más problemática del planeta: Medio Oriente.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha reivindicado un papel exclusivo en la supuesta promoción de la paz y la estabilidad en la región, una estrategia que se ha denominado "Pax Americana", aunque en los últimos tiempos ha sido todo menos pacífica.

La diplomacia estadounidense alguna vez se jactó de éxitos significativos, desde la diplomacia itinerante después de la Guerra de Yom Kippur de 1973 y los Acuerdos de Camp David de 1978, que aseguraron la paz entre Israel y Egipto, hasta el acuerdo de paz de 1994 entre Israel y Jordania.

Sin embargo, durante las últimas tres décadas, el toque mágico de Estados Unidos en la región ha fallado casi sistemáticamente.

China y Oriente Medio

Estos fracasos abarcan todo, desde el colapso de un acuerdo entre israelíes y palestinos en 2000 y la "guerra contra el terrorismo" en todo el Medio Oriente (incluido Afganistán en 2001 y una renovada invasión de Irak en 2003) hasta una ignominiosa retirada de Kabul dos décadas después y la entrega de Irak a las milicias proiraníes después de 2011.

También incluyen la política de “Assad debe irse” en Siria en 2011, seguida por la readmisión del país en la Liga Árabe y la reapertura de las embajadas árabes y occidentales en Damasco, junto con un acuerdo nuclear inteligente con Irán en 2015, seguido por la ignominiosa retirada de la administración Trump del mismo acuerdo tres años después.

Además, los fracasos de Estados Unidos abarcan los parciales Acuerdos de Abraham, que sólo sirvieron a los intereses de Israel, y un apoyo férreo y ciego a Israel en su ataque asesino a Gaza, que ha llevado a acusaciones ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y la Corte Penal Internacional (CPI) por genocidio y crímenes contra la humanidad.

Y luego está China, un recién llegado al Medio Oriente.

A diferencia de Estados Unidos, China no tiene bases militares en la región y no se ha desplegado ni un solo soldado, a excepción de unos pocos cientos que han participado en la misión de la FPNUL, bajo mandato de la ONU, que patrulla y vigila la crítica frontera entre Israel y el Líbano .

Durante décadas, la principal preocupación de China en Oriente Medio ha sido el desarrollo de relaciones económicas y comerciales con los países de la región, y ha logrado buenos resultados en ambos aspectos. China cuenta con acuerdos económicos estratégicos con Egipto, Irán y todos los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), así como con buenas relaciones con Israel.

Más recientemente, los esfuerzos diplomáticos de China han logrado dos grandes éxitos.

En 2023, negoció un acercamiento entre Irán y Arabia Saudita, dos de los actores más importantes de la región, siguiendo un camino político muy diferente al favorecido por Estados Unidos, que busca aislar a Irán para provocar un cambio de régimen en Teherán.

A principios de este año, China negoció otro entendimiento importante al promover con éxito las conversaciones de reconciliación entre las diferentes facciones palestinas, especialmente entre Fatah y Hamás.

Corredor honesto

Este logro diplomático no debe subestimarse porque las divisiones que existen desde hace décadas entre los palestinos han sido un obstáculo importante para el éxito del proceso de paz.

Israel lleva años afirmando que no tiene un socio creíble para las negociaciones. Por supuesto, desde los años 1980 ha fomentado activamente las divisiones entre las distintas facciones palestinas, precisamente para poder mantener el relato de que carece de un socio para las conversaciones de paz y, de ese modo, continuar su anexión de los territorios ocupados.

Si las facciones palestinas respetan y cumplen los acuerdos alcanzados en Beijing, esto podría ser un primer paso crucial hacia un proceso de paz más creíble en el futuro.

El actual orden basado en reglas, como a menudo afirman Estados Unidos y sus aliados, no es más que un truco semántico destinado a ocultar la hipocresía y los dobles estándares occidentales.

En otras palabras, mientras Estados Unidos ha estado brindando un apoyo férreo al genocidio de Israel enviando enormes cantidades de armas, protegiendo los crímenes de Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU y tratando –hasta ahora sin éxito- de mediar un cese del fuego en Gaza y asegurar la liberación de los rehenes israelíes, China ha puesto la primera piedra necesaria para un proceso de paz más creíble y duradero.

Si extrae las lecciones correctas de la historia y considera la larga lista de fracasos de Estados Unidos en la promoción de un acuerdo entre Israel y Palestina, China podría afirmar legítimamente que su papel como mediador entre Israel y Palestina tiene mayores posibilidades de éxito.

Una cosa es segura: Pekín –una vez más, a diferencia de Washington– sería un intermediario honesto.

Un éxito chino en este terreno podría reforzar considerablemente el orden basado en normas, pero el correcto, es decir, el que respete el derecho internacional y el derecho internacional humanitario. El actual orden basado en normas, como a menudo afirman Estados Unidos y sus aliados, no es más que un truco semántico destinado a ocultar la hipocresía y los dobles raseros occidentales.

China no está desafiando el orden basado en reglas del Occidente global. Simplemente se está uniendo al resto del mundo para exigir respeto por el derecho internacional, su aplicación uniforme a todos los estados sin dobles raseros y el abandono, por fin, de la terminología occidental engañosa.

Marco Carnelos es un ex diplomático italiano. Ha estado destinado en Somalia, Australia y las Naciones Unidas. Trabajó en el equipo de política exterior de tres primeros ministros italianos entre 1995 y 2011. Más recientemente, ha sido coordinador del proceso de paz en Oriente Medio, enviado especial para Siria del gobierno italiano y, hasta noviembre de 2017, embajador de Italia en Irak.


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