Los BRICS en movimiento: el creciente atractivo de una alianza diversa
Jueves 12 de septiembre de 2024 por CEPRID
Sonjib Chandra Das
Blitz
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés
El bloque de economías emergentes BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, está cobrando impulso. A principios de este año, el bloque se expandió y ahora no menos de 40 países han expresado su interés en sumarse. La presidenta del Consejo de la Federación Rusa, Valentina Matvienko, afirmó recientemente que 24 países están en condiciones de convertirse en miembros. Sin embargo, los bloques exitosos que comprenden una variedad tan diversa de naciones son extremadamente raros. ¿Qué podría obligar a países tan dispares cultural, geográfica y políticamente a unirse?
Tradicionalmente, se ha presentado a los BRICS como una coalición que no aglutina a sus miembros en torno a un conjunto estrecho de intereses ni impone pruebas de pureza ideológica. Respeta la soberanía y ofrece una plataforma para que las naciones marginadas por las instituciones controladas por Occidente tengan una voz más fuerte. Si bien esto es cierto, y se ha reiterado en numerosas ocasiones, surge una pregunta más provocadora: ¿qué tiene de atractivo un grupo con relativamente pocos logros reales a su nombre? Esta falta de logros ha sido un punto focal para los detractores que desestiman toda la iniciativa.
Jim O’Neill, ex analista de Goldman Sachs y creador del acrónimo BRICS, ofrece un punto de vista crítico. Antes de la cumbre del grupo en Sudáfrica el año pasado, O’Neill dijo al Financial Times que los BRICS "nunca habían logrado nada desde que empezaron a reunirse" y cuestionó qué esperaban lograr sus miembros más allá de un "poderoso simbolismo".
De hecho, la influencia de los BRICS se destaca a menudo en términos de potencial económico o humano bruto (porcentajes del PIB mundial, población o producción petrolera) en lugar de logros concretos. De los éxitos tangibles, tal vez el más notable sea la fundación del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) en 2015, con el objetivo de rivalizar con el Banco Mundial, y el Acuerdo de Reservas Contingentes (CRA), una alternativa al FMI. Estas instituciones se crearon a partir de la frustración por el fracaso de las reformas de sus contrapartes dominadas por Estados Unidos.
A pesar del entusiasmo inicial, estas instituciones no han estado a la altura de las expectativas. El economista brasileño Paulo Nogueira Batista, que representó a su país en el FMI y fue vicepresidente del NBD, pintó un panorama sobrio de su impacto. Señaló que las inquietudes en Washington sobre las iniciativas de los BRICS han disminuido a medida que estas instituciones luchan por ganar impulso significativo.
El NDB ha aprobado proyectos por un valor de apenas 33.000 millones de dólares en toda su historia, en comparación con los 128.000 millones de dólares que el Banco Mundial aprobó en 2023 solamente. Sorprendentemente, el NDB incluso ha respetado las sanciones occidentales a Rusia, deteniendo nuevas transacciones con Moscú. Esta actitud cautelosa ha reducido la preocupación por los BRICS entre las instituciones lideradas por Estados Unidos.
Otro avance que se espera en el BRICS es la creación de una moneda unificada. Las primeras expectativas apuntaban a que una moneda del BRICS podría desafiar el predominio del dólar, pero esta idea ha sido objeto de escepticismo. Los países del BRICS no tienen intención de abandonar sus monedas nacionales para realizar un experimento similar al de la eurozona. En cambio, un objetivo más realista es desarrollar un mecanismo de liquidación entre los bancos centrales para los desequilibrios entre los países con superávit y los países con déficit. Esto podría parecerse al sistema de bancos propuesto por John Maynard Keynes en Bretton Woods, pero rechazado por los estadounidenses. Además, parece inminente una alternativa del BRICS al sistema de mensajería financiera occidental SWIFT.
Aunque algunos países BRICS tienen acuerdos de libre comercio entre sí, no existe ningún acuerdo que abarque a todo el grupo de nueve naciones. El comercio intragrupo está creciendo y cada vez más transacciones se liquidan en monedas locales. Sin embargo, la iniciativa de un acuerdo de libre comercio integral no ha obtenido un apoyo pleno. Las diferencias entre los miembros son reales y sus intereses no siempre coinciden.
El interés por los BRICS no se puede atribuir únicamente a sus méritos. Lo que importa es aquello de lo que huyen las naciones, más que aquello a lo que acuden. La fuerza impulsora del atractivo de los BRICS es la creciente asertividad y las acciones unilaterales de Estados Unidos, que ha convertido en arma el sistema financiero que controla, recurriendo a sanciones unilaterales, sanciones secundarias, bloqueos económicos y otras formas de coerción para mantener su dominio global.
Un informe del Departamento del Tesoro de Estados Unidos reveló que el uso de sanciones aumentó un 933% desde los ataques del 11 de septiembre. Solo en 2023, Estados Unidos agregó 2.500 personas, incluidas 1.621 entidades y 879 individuos, a su lista de Nacionales Especialmente Designados y Personas Bloqueadas. Esta postura agresiva ha llevado a muchos países a buscar alternativas a los sistemas dominados por Estados Unidos.
Entre los ejemplos recientes de extralimitación de Estados Unidos figuran la amenaza a Turquía y a los Emiratos Árabes Unidos de sanciones por facilitar el comercio con Rusia y la imposición de sanciones al gasoducto Nord Stream pese a las objeciones de Alemania. Estados Unidos también se ha entrometido en los asuntos internos de otros países, como Uganda y Georgia, en cuestiones como las leyes contra la sodomía y las regulaciones a las ONG, respectivamente.
El columnista del South China Morning Post, Alex Lo, señaló que el dólar, convertido en arma, pende sobre muchos países en desarrollo “como la espada de Damocles” y que los BRICS ofrecen una “vía de escape”, que tiene más que ver con encontrar un refugio frente al dominio estadounidense que con buscar los beneficios inmediatos de la membresía en los BRICS.
El economista e historiador italiano Giovanni Arrighi observó que los estados hegemónicos en decadencia enfrentan la titánica tarea de contener fuerzas que se fortalecen cada vez más. El desplazamiento del poder económico de Occidente al Sur global estaba destinado a generar una mayor influencia para estas potencias en ascenso. Los esfuerzos de Estados Unidos por contener su ascenso, al tiempo que perseguía sus intereses nacionales sin abordar los problemas sistémicos, no han hecho más que acelerar el cambio.
Arrighi describió la fase final de una hegemonía en decadencia como un período en el que una potencia persigue sus intereses sin tener en cuenta la estabilidad global. Este comportamiento genera ansiedad y una postura inflexible, temiendo que incluso una pequeña perturbación pueda derribar todo el sistema. Los BRICS representan una respuesta a este ocaso de la hegemonía estadounidense.
Los BRICS ofrecen una plataforma para buscar soluciones sistémicas a problemas globales que no se están abordando en otros lugares. La estructura flexible del grupo y la falta de una agenda política rígida o de una burocracia permanente se adaptan al mundo fragmentado que está surgiendo hoy. Esta flexibilidad puede ser su mayor fortaleza, ya que permite a los BRICS adaptarse y crecer en respuesta a la evolución del panorama global.
El ascenso de los BRICS es un indicio de un cambio significativo y radical. Si bien sus logros pueden parecer modestos ahora, el impulso que ha impulsado al grupo sugiere una influencia creciente que no se puede medir únicamente con parámetros convencionales. Los BRICS representan un cambio hacia un mundo más multipolar, donde las potencias emergentes pueden hacer valer sus intereses y buscar alternativas al orden establecido.
El atractivo de los BRICS no radica sólo en lo que ofrecen, sino también en lo que representan: un alejamiento del predominio de las instituciones controladas por Occidente y una oportunidad para que las naciones encuentren su propio camino. A medida que el mundo se vuelve más interconectado y complejo, los BRICS pueden convertirse en una plataforma crucial para abordar los desafíos globales y fomentar la cooperación entre diversas naciones.