CEPRID

Estados Unidos y el mundo: ¿Hacia dónde vamos? (II)

Lunes 20 de octubre de 2008 por CEPRID

Mark Weisbrot

CEPRID/CEPR

La política exterior de Estados Unidos en los años por venir

Hay un consenso generalizado de que Washington ha perdido considerable influencia y prestigio mundial en los últimos años, principalmente debido al rechazo del mundo a su invasión a Irak, pero también debido a otros escándalos internacionales y a los abusos a los derechos humanos (centros secretos de detención como Abu Ghraib, Guantánamo, entrega extraordinaria [de prisioneros] y tortura), así como por una postura generalmente unilateral y de "con nosotros o contra nosotros" que ha sido propugnada por la administración Bush.

Existen otras razones para la decreciente influencia de Estados Unidos, y en ocasiones son factores que contribuyen de mayor manera, pero que han recibido poca atención. La más importante de estas razones es el colapso del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ésta era la avenida más importante para ejercer influencia en los países en desarrollo que Estados Unidos tuvo durante las últimas tres décadas. El FMI se posicionó, mediante un acuerdo informal, a la cabeza de un cártel de acreedores. A los gobiernos que no llegaban a acuerdos con el Fondo sobre diversas políticas, se les negaba en la mayoría de los casos el crédito, no sólo del FMI sino también del Banco Mundial (que es más grande), así como de otros prestamistas multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo, de los gobiernos de los países ricos y en ocasiones, incluso del sector privado. Esto dio a Washington, que ha dominado al FMI desde su creación en 1944, una poderosa palanca para promover toda una serie de reformas económicas en los países en desarrollo.

A lo largo de la última década esta palanca se colapsó virtualmente entre los países de ingresos medios. Aunque algunos países pobres, especialmente en África, siguen sometidos a las condiciones del FMI, la mayoría de los países de ingresos medios ya no lo están. En los últimos cuatro años, la cartera total de créditos del FMI se redujo de 105 mil millones de dólares a menos de 10 mil millones de dólares. Dicha organización opera actualmente con un déficit anual de 400 millones de dólares y ha sido obligada a reducir su tamaño.

El colapso del FMI contribuyó grandemente a la pérdida de influencia de Washington en América Latina. Y ahora la mayoría de los gobiernos de la región son más independientes de Washington que Europa. Esto obedece también al hecho de que en la última década han sido elegidos gobiernos de centro izquierda en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, y Venezuela. Una de las causas más importantes de esta revuelta en las urnas ha sido el fracaso de las políticas económicas neoliberales que fueron promovidas activamente por Washington y por las instituciones multilaterales donde ejerce su dominio, como el FMI, el Banco Mundial y el BID. De 1960 a 1980, el ingreso per cápita de la región creció en un 82 por ciento. De 1980 al 2000 creció únicamente 9 por ciento y a pesar de unos cuantos años buenos recientemente, ha acumulado un crecimiento de apenas 14 por ciento en esta década. Aún si se ignora la distribución del ingreso, que es la más desigual en el mundo y que ha empeorado en algunos países, el fracaso en el crecimiento de largo plazo y el desarrollo económico de América Latina en la era neoliberal no tiene precedentes en la historia moderna.

La respuesta de Washington al viraje de América Latina hacia la izquierda ha acelerado su pérdida de influencia en la región. La administración Bush apoyó el golpe militar contra el gobierno electo de Venezuela en el año 2002 y, tras el golpe, continuó financiando y apoyando a grupos de oposición y tácitamente apoyando serios esfuerzos de desestabilización (incluyendo la huelga petrolera entre 2002 y 2003). Teodoro Petkoff, quien es actualmente uno de los líderes más prominentes y respetados de la oposición venezolana en los círculos internacionales, recientemente ha hecho una descripción de la estrategia de la oposición como una “estrategia que pretendió abiertamente llevar a cabo un golpe militar” entre 1999 y 2003, así como también describe su uso de la industria petrolera con fines de derrocar al gobierno.

El apoyo de Washington a esta estrategia, y el continuado apoyo a la oposición venezolana hasta nuestros días, ha producido una grave fisura con Venezuela. En lugar de intentar reestablecer relaciones normales con Venezuela, por ejemplo a través de pláticas directas, se ha embarcado en una serie continua de acciones hostiles que parecen encaminadas a provocar la enemistad – más recientemente, amenazando con incluir a Venezuela en la lista de naciones calificadas como "estados patrocinadores del terrorismo”.

Además, Washington ha impulsado una estrategia que pretende aislar a Venezuela de sus vecinos. Esto también ha tenido efectos contraproducentes y ha servido más para aislar a Estados Unidos que a Venezuela en la región. El apoyo de la administración Bush a los grupos de oposición en Bolivia, incluyendo el financiamiento de la USAID, llevó el pasado 10 de septiembre a la expulsión del embajador estadounidense en ese país. Venezuela expulsó al embajador de Estados Unidos como un gesto de apoyo, y Washington procedió luego a expulsar a los embajadores de Venezuela y de Bolivia.

Como otro indicio más de la decreciente influencia de Estados Unidos en América Latina, y especialmente en Sudamérica, UNASUR se reunió el 15 de septiembre y emitió una declaración con la que de manera enfática apoyó al gobierno de Evo Morales. Entre los firmantes estuvo Colombia, el aliado más cercano de Washington, así como Perú y Chile, país que convocó la cumbre. Todo esto demuestra la importancia de los cambios estructurales que están solidificando la independencia de América Latina así como su búsqueda de una integración económica y política a través de instituciones como la UNASUR y el Banco del Sur.

Existe una serie de factores que apoyarían las actuales tendencias en los próximos años. Primero, el mercado de Estados Unidos para las exportaciones de América Latina, que se expandió muy rápidamente de 1994 a 2006, cuando el déficit comercial de Estados Unidos alcanzó un nivel máximo del 6,2 por ciento del PIB en el año 2006, no crecerá de esta manera en los próximos años. Esto se debe a la reducción del déficit comercial en Estados Unidos (tema que se trata en la sección anterior). El impacto se sentirá con mayor fuerza en los países que tienen acuerdos de "libre comercio" con Estados Unidos, especialmente México, Canadá, Centroamérica, y el Caribe. Países tales como Brasil y Argentina, que exportan menos del 1 por ciento del PIB a Estados Unidos, no se verán afectados de manera significativa. Este impacto diferenciado reforzará a su vez al movimiento encaminado a la diversificación y en contra de la dependencia excesiva del comercio con Estados Unidos, incluyendo la integración de América Latina. No sería sorprendente si incluso los aliados más fuertes de Washington, como Colombia, terminan uniéndose a dichas instituciones como el Banco del Sur.

Al reducirse el apoyo a los acuerdos de “libre comercio”, tanto en América Latina como en Estados Unidos, también se reducirá la importancia relativa de Estados Unidos en sus relaciones comerciales con América Latina. El propuesto “Acuerdo de Libre Comercio para las Américas”, que se negoció entre 1994 y el 2005 está muerto, y el propuesto acuerdo entre Estados Unidos y Colombia se ve con pocas posibilidades. El éxito económico de los gobiernos de izquierda que han resultado electos a lo largo de la última década también va a motivar a los países a que busquen más espacios políticos de los que les eran permitidos durante la era neoliberal. Venezuela y Argentina, por ejemplo, han seguido políticas macroeconómicas heterodoxas y han tenido las economías de más rápido crecimiento en el hemisferio durante los últimos seis años.

A medida que el mundo se vuelve cada vez más multipolar, la influencia de Estados Unidos seguirá disminuyendo, no sólo en América Latina sino también en el resto del mundo. El fracaso de las negociaciones en la Organización de Mundial del Comercio el pasado mes de julio, por ejemplo, es otra manifestación de este proceso. Los países en desarrollo, incluidos India y China, son mucho más grandes e influyentes de lo que lo eran cuando se creó la OMC – con reglamentos que van en contra de los intereses del mundo en desarrollo – en 1995. En el futuro, los países en desarrollo ya no firmarán acuerdos que beneficien a los países ricos a costa de su propio bienestar, como sucedió como con las propuestas para el Acceso a los mercados para productos no agrícolas (AMNA) que obligarían a los países en desarrollo a implementar reducciones arancelarias más acentuadas en el sector manufacturero que las reducciones que tendrían que implementar los países de mayores ingresos – esto contribuyó al actual estancamiento de las negociaciones.

¿Qué podemos esperar en el ámbito de los cambios a la política exterior de Estados Unidos si Barack Obama llegara a ganar la presidencia en noviembre? Aunque es más moderado que McCain, Obama ha adoptado parte de la misma retórica hostil hacia Venezuela, ha prometido mantener el embargo contra Cuba e incluso ha mostrado apoyo a la incursión al territorio ecuatoriano por parte de Colombia, el pasado 1 de marzo. Esto fue una violación a la soberanía y una peligrosa regionalización del conflicto de Colombia, apoyado por la administración Bush, que fue públicamente rechazada casi por todos los gobiernos del hemisferio.

Por otra parte, Obama ha dicho que se reuniría con el presidente Hugo Chávez de Venezuela y Raúl Castro de Cuba. Además, resulta difícil evaluar el significado de las declaraciones de cada uno de los candidatos cuando compiten por cientos de miles de votos de cubanos-estadounidenses derechistas en Florida, un estado con 27 votos electorales que viraron los resultados en las últimas dos elecciones presidenciales.

Pero el problema es mucho más profundo que los candidatos o que sus creencias o sus estrategias. Existe en Washington una élite con influencia en la política exterior, que incluye a los principales medios masivos de comunicación y a las más grandes instituciones de análisis político, así como a miembros del congreso y el Departamento de Estado. Este establecimiento de política exterior – ignorando a los neoconservadores que figuran entre los asesores más importantes de McCain pero que no jugarían un papel en la administración de Obama – tiene una bien asentada y profunda visión del mundo que es decididamente poco complaciente con los cambios políticos que han tenido lugar en América Latina durante la última década. Los asesores de Obama también forman parte, en buena medida, de ese consenso. La principal diferencia con el manejo que la administración Bush le ha dado a las relaciones de Estados Unidos con América Latina es que ellos creen que la administración no le puso atención suficiente a la región.

Si Obama gana, el escenario más factible es que el presidente Chávez le dará la bienvenida a la nueva administración y le ofrecerá una rama de olivo. Si Obama escucha a sus asesores, rechazará esta apertura de una manera tal que reforzará el estatus quo anterior. Aunque, por supuesto, queda la posibilidad de que Obama vaya en contra de sus asesores y abandone la campaña de Washington en contra de Venezuela. Pero ese resultado no es el más probable.

No obstante, con el paso de los años se puede esperar un cambio significativo en la política de Estados Unidos hacia América Latina y hacia el resto del mundo con un congreso y un presidente demócratas. Ello obedece a que las bases de los dos partidos son sumamente diferentes. Esto no se nota en las políticas presidenciales por numerosas razones. Cada uno de los senadores demócratas de Estados Unidos, con ambiciones presidenciales, votó a favor de la guerra en Irak. El cálculo de dichas decisiones es simple: ellos saben que si votan por la guerra y resulta un desastre, sus bases de apoyo los perdonarán, pero si votan en contra de ella y es un “éxito” “perderán cierto apoyo del centro-derecha (incluyendo los medios masivos de comunicación).

Pero con el paso del tiempo, la diferencia en la base de los dos partidos ejerce una influencia significativa en política exterior. Esto es aún más cierto hoy que hace 20 años, cuando el congreso demócrata cortó los fondos a los contras nicaragüenses como consecuencia de presiones de la base. El presidente Reagan fue obligado a llevar adelante la guerra desde el sótano de la Casa Blanca, con fondos ilegales que casi le cuestan la presidencia a causa del escándalo conocido como el de “Irán-Contras”. Entre la base del Partido Demócrata hay en la actualidad millones de personas, incluidos activistas, que ven toda la “guerra contra el terror” como una farsa y no creen que Estados Unidos tiene ni el derecho ni la necesidad de imponer su voluntad en otros países.

Los candidatos ya tienen diferencias significativas sobre otros asuntos claves de política exterior. Obama dice que está dispuesto a negociar con Irán sin precondiciones. La actual política hacia Irán, que McCain continuaría implementando al mismo nivel sino es que hasta con más fuerza, insiste en que Irán debe suspender el enriquecimiento del uranio antes de que empiecen las negociaciones. Esta es la receta para un conflicto militar, puesto que los propios iraníes, y no solamente el gobierno, apoyan fuertemente la idea de que son ellos quienes tienen el derecho (bajo lo estipulado en los acuerdos internacionales) de enriquecer el uranio para usos pacíficos. Así que la diferencia que tiene Obama con las actuales políticas hacia Irán es grande. Esto tiene implicaciones para el resto de la región. Por ejemplo, la cooperación de Irán con relación a Afganistán podría facilitar una salida de esa guerra.

Con relación a Irak, también existen diferencias significativas. Mccain está mucho más comprometido con que la guerra sea un “éxito” y consiguientemente, es posible que permanezca allí más tiempo y que trate de mantener indefinidamente una mayor presencia militar. Cada vez más el gobierno iraquí ha resistido la presión de Estados Unidos. El gobierno iraquí ha obligado, por ejemplo, a llegar a un acuerdo sobre un calendario para el retiro de soldados extranjeros de las ciudades iraquíes y es posible que logre un acuerdo sobre un calendario para un retiro general de tropas en el país. También se ha enfrentado cada vez más a Washington en relación al papel de las empresas petroleras extranjeras. Es más factible que Obama, más que McCain, acepte estas realidades más pronto.

En cuanto a Afganistán, Pakistán e Israel / Palestina hay diferencias menos obvias entre los dos candidatos. Ambos quieren incrementar los niveles de presencia militar en Afganistán y perseguir una postura más agresiva hacia Pakistán. Estas políticas, así como el fracaso en al menos oponerse a la expansión de asentamientos israelíes en los territorios ocupados, son contraproducentes y peligrosos. Ambos candidatos también quieren aumentar el número de soldados en la milicia estadounidense.

Sobre este último punto, el nivel de deuda nacional que puede acumularse al final de esta recesión y rescates financieros, puede convertirse en una limitante a la expansión militar. Aunque Estados Unidos es capaz de sostener altos niveles de deuda pública sin daño a la economía, existen limitaciones políticas que también entran en juego como se mencionó anteriormente. En lo más alto de la guerra de Vietnam, cuando Martin Luther King Jr. advirtió que la guerra contra la pobreza estaba siendo abandonada a causa del gasto militar, la deuda nacional era de un 43 por ciento del PIB y estaba cayendo, en comparación con el 67 por ciento del PIB y el rápido aumento en la relación deuda-PIB hoy en día. Eventualmente, es posible que los estadounidenses comiencen a sentir que tendrán que elegir entre luchar para defender un imperio en decadencia, u optar por una calidad de vida – que incluiría beneficios como tener un sistema de salud universal – con el que cuentan sus homólogos de otros países ricos.

Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas (Center for Economic and Policy Research) en Washington, D.C. Este informe fue presentado durante el “Seminario sobre Estados Unidos”, patrocinado por la Fundación Alexandre de Gusmão y el Instituto de Investigación de Relaciones Internacionales (IPRI por sus siglas en portugués), en el Palacio de Itamaraty (Ministerio de Relaciones Externas de Brasil), Río de Janeiro, Brasil, el 29 de septiembre de 2008.


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