¿Qué esconde la guerra ruso-georgiana?
Lunes 20 de octubre de 2008 por CEPRID
Joel Sangronis Padrón
CEPRID
No es el petróleo lo que se juega hoy en el Cáucaso y en el Medio Oriente, es el orden mundial del Siglo XXI…
Augusto Zamora
Quienes nacimos durante el período histórico conocido como Guerra Fría y asistimos impávidos a los fraudes del “Fin de la Historia”, primeras guerras televisadas y atentados “terroristas” transmitidos en vivo y en directo al mejor estilo “hollywoodense”, no deberíamos de ser sorprendidos por el estallido de pequeños y localizados conflictos en remotos puntos del orbe generados por la competencia geopolítica en un mundo que vuelve a transformarse en multipolar, y mucho menos por el hecho de que las informaciones y noticias transmitidas por las grandes transnacionales de la información acerca de ellos, oculten y silencien mucho más de lo que simples procesos de análisis y razonamiento parecieran indicar.
El caso del conflicto entre Georgia y las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjazia no es para nada la excepción de lo arriba señalado. Presentado en un primer momento por las grandes agencias mundiales de la información como uno de los tantos conflictos interétnicos que cada cierto tiempo tiñen de sangre esa región, el análisis más profundo y detallado permite formular cuestionamientos a esta tesis. Desde su separación de la antigua Unión Soviética, y sobre todo desde la llegada de Mijail Saakashvili al poder en el 2003, de la mano de una de las revoluciones de colores que el departamento de estado estadounidense promovió entre las ex repúblicas soviéticas para establecer en ellas gobiernos afines, Georgia ha actuado en la práctica, aun sin ser parte formal de este organismo, como una base de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en el Cáucaso.
Hay que recordar que la OTAN dejó de funcionar como un organismo de defensa paneuropeo frente a una hipotética agresión soviética desde el momento en que este país dejó de existir en el año 1.991. A partir de la disolución de la URSS, la OTAN va a modificar su estructura, su naturaleza y sus fines: de un organismo de carácter nominalmente defensivo va a convertirse en un instrumento militar de la política imperial de los EEUU en todo el mundo, con intervenciones en África, acuerdos de mutua defensa con Kuwait, invasión militar en Afganistán y ejercicios militares contra una hipotética amenaza terrorista en Latinoamérica (Venezuela).
Desde el punto de vista estratégico, la OTAN va a ser utilizada por los ideólogos imperiales de los EEUU como una cuña incrustada entre Europa y Rusia. Al expandirse las fuerzas de la OTAN hasta el límite de las propias fronteras rusas, los EEUU se garantizan que el gran país eslavo con sus inconmensurables riquezas energéticas, minerales y humanas mire a Europa como un peligro para su seguridad y no pueda unirse e integrarse al poderío industrial europeo en una asociación estratégica, económica y militar que inevitablemente rivalizaría con quienes aspiran mantener un orden unipolar en el siglo XXI.
Es inconcebible que un pequeño país como Georgia atacara Tsjinvali la capital osetia y tomara posiciones en el estratégico desfiladero de Kodori en Abjazia sin contar con que debería enfrentar una inmediata y demoledora respuesta rusa, a menos por supuesto, que este movimiento fuera parte de una estrategia mayor. Estas regiones son vitales para Rusia no sólo porque constituyen su flanco más meridional sino porque le permiten controlar y vigilar sus oleoductos y gasoductos del Caspio y a la vez también le permiten monitorear y presionar aquellos oleoductos y gasoductos que viniendo de Azerbaiján (tales como el Bakú-Tiflis-Ceyhan BTC o el Nabucco) fluyen hacia Europa esquivando su territorio.
Las explicaciones que diferentes medios occidentales tales como el New York Times, o El País de España, personalidades formadoras de corrientes de opinión mundial como el escritor Mario Vargas Llosa, o voceros del gobierno estadounidense, han ofrecido acerca de la “precipitación e imprudencia” con que actuó el democratísimo (Vargas Llosa dixit) Saakashvili, movido por sus deseos de unificar su patria y en contra de las “recomendaciones” y “consejos” del departamento de estado estadounidense, son poco menos que risibles.
Los preparativos para esta agresión se intensificaron en los últimos dos meses; veamos: Los días 1 y 2 de julio de este año se llevaron a cabo en la ciudad georgiana de Batumi una cumbre de la Organización Para la Democracia y el Desarrollo Económico (GUAM por las siglas de los países miembros Georgia, Ucrania, Azerbaiján y Moldavia), organización que desde su nacimiento ha funcionado como un apéndice militar de la OTAN para proteger los corredores regionales de transporte energético en esa zona del Cáucaso.
El mismo 1 de julio se efectuó una reunión paralela en la misma ciudad pero entre representantes de la GUAM y el gobierno de los EEUU. Es sencillamente impensable que la operación militar georgiana contra Osetia del Sur y Abjazia no se discutiera allí.
Para completar este escenario digno de la mejor novela de acción de los años de la guerra fría, durante las dos últimas semanas de julio tropas de los EEUU, Georgia y oficiales israelíes, con alguna presencia de efectivos de los demás países del GUAM, realizaron ejercicios conjuntos denominados “Respuesta Inmediata” en la base militar de Vaziani en las afueras de la capital georgiana.
Rusia contestó con una serie de ejercicios militares a gran escala (más de 8.000 hombres, 700 vehículos blindados y 30 aviones) efectuados en sus repúblicas caucásicas vecinas a Osetia del Sur y Abjazia. Paralelamente a esto la OTAN movilizó una flota nuclear a aguas del Mar Negro y los rusos movieron la suya hasta estacionarla frente a las costas abjazias y georgianas.
Como se puede apreciar, la operación militar georgiana contra Osetia del Sur y Abjazia era un secreto a gritos tanto entre estadounidenses y europeos otancistas como entre los rusos en los días previos a la invasión, por lo que hay que descartar el estúpido argumento de la “precipitación e impulsividad” de Saakashvili como detonador de esta acción.
Visto lo anterior uno debe preguntarse: ¿Qué buscaban los EEUU al dar luz verde a esta operación militar georgiana? Aquí es posible plantearse un abanico de hipótesis. Veamos:
Los ideólogos neocon[servadores] del complejo industrial-militar-financiero de los EEUU han entendido que su hegemonía a nivel planetario se está erosionando en forma cada vez más acelerada: debacle financiera, prestigio internacional por los suelos, su dólar perdiendo la batalla no sólo contra el euro sino contra monedas como el rublo ruso, el yuan chino y el yen japonés, cuestionamiento de su superioridad militar por sus virtuales derrotas en Irak y Afganistán y encabritamiento de su “patio trasero” latinoamericano; es posible que frente a estos escenarios los think thank neocon pudieran haber optado por variar su estrategia a un gámbito más heterodoxo dentro de su “Proyecto para un nuevo siglo americano”, cambiando las formas y las tácticas pero no los fines. La probable elección de Obama seria parte de este proceso de reingeniería geoestratégica.
Hay que recordar que para algunos de los ideólogos neocon el principal rival a la hegemonía de los EEUU en el siglo XXI será China; de hecho la invasión a Afganistán nunca estuvo dirigida a destruir esa fantasmal organización a la que los medios de comunicación occidentales han bautizado con el nombre de “Al Qaeda”, esa invasión contra quien siempre estuvo dirigida fue contra China; impedir que los recursos energéticos iraníes y de Asia Central pudieran llegar a China a través de Afganistán fue la causa verdadera de la guerra que los EEUU y la OTAN le han declarado a ese país.
En este escenario se tendría que considerar entonces que la invasión de Georgia a Osetia del Sur y Abjazia (con Saakashvili como cabeza de turco), pudiera haber sido una sutil y oculta invitación a la actual elite política del Kremlin para que se unan al proyecto del nuevo siglo americano en calidad de socios frente a la emergencia de China. Quizás por ello la respuesta de la Organización para la Cooperación de Shangai, (en donde China es el principal actor), frente a la agresión de Georgia a Osetia del Sur y posterior respuesta rusa, fue mucho más tibia y mesurada de lo que se podría haber esperado en un primer momento.
También habría que preguntarse ¿Tuvo algo que ver el control del corredor azerí y georgiano de la heroína afgana y tayika hacia Europa con esta guerra?
No hay que descartar esta variable dentro de las posibles explicaciones de este conflicto. El negocio de las drogas ilegales mueve cerca de seis billones de dólares al año según estimaciones de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés); y es, después del petróleo y la venta de armas, el negocio más lucrativo en el mundo.
Según datos de la misma UNODC, desde la invasión de Afganistán por parte de los EEUU y la OTAN en el año 2002, la superficie cultivada de amapola en ese país se ha incrementado en un 2200% y la producción de heroína en un 3.300%!!. Los corredores caucásicos y el Mar Negro son la vía de entrada de esta droga hacia Europa y su control implica variables políticas, sociales y económicas extremadamente importantes. ¿Cuáles son los verdaderos intereses que se movieron detrás de un escenario de guerra saturado de oleoductos y gasoductos que llevan energía a Europa, acaso la de los megaespeculadores de las bolsas petroleras del Nymex y el IPE? La estructura del capitalismo especulativo-financiero globalizado se derrumba, y frente a esto, el control de la energía, verdadera fuente de poder y riqueza, se hace más urgente que nunca para quienes aspiran continuar su proyecto de dominio mundial.
Los EEUU sabían perfectamente que Rusia respondería a lo que consideraría una agresión a su flanco sur, por lo que podría pensarse que esta operación intentaba provocar a Rusia para que con su ataque a Georgia quedara atada de manos, al igual que todos los países que la han apoyado, frente a ulteriores procesos secesionistas basados en principios de autodeterminación étnica como los esgrimidos por osetios y abjazios, tales como los kurdos en Irak y Turquía, los somalíes en el Darfour, los uigures y tibetanos en China, los cambas en la media luna oriental boliviana y hasta los indígenas yupkas y wayuus en el occidente venezolano.
De igual forma la agudización de conflictos entre Rusia y países de lo que Donald Runsfeld llamó “la nueva Europa”, sumado a la instalación de escudos antimisiles en Polonia y la República Checa, en plena frontera rusa, vienen a cumplir el postulado básico de la llamada doctrina Brzezinski (por Zbigniew Brzezinski) principal ideólogo de la política imperial estadounidense en los últimos 30 años, quien a su vez la tomó del geoestratega británico Halford MacKinder, de que para dominar el mundo hay que dominar a toda costa el cinturón geoestratégico (corredores caucásicos) de la gran masa continental euroasiática y evitar por todos los medios que Rusia y la Unión Europea lleguen a alguna forma de entendimiento estratégico.
Los escudos antimisiles instalados en Polonia y los sistemas de radares colocados en la República Checa hacen que Rusia vuelva a apuntar sus cohetes contra Europa y a esta no le queda alternativa sino refugiarse en el paraguas militar estadounidense mientras que los conflictos caucásicos le dan la perfecta justificación a la OTAN para adentrarse cada vez más en esa zona.
Creer que la invasión georgiana a Osetia del Sur fue producto de una simple torpeza o error de cálculo de los comandos militares estadounidense es caer en una visión simplista y superficial de la geopolítica mundial. Es más que obvio que los EEUU han entrado en un proceso de decadencia económica y política, pero ello no quiere decir que su poderío militar y su capacidad de maniobra en el mundo este acabado. No se pueden confundir deseos con realidades a la hora de evaluar el futuro de las relaciones geopolíticas que veremos en este nuevo milenio que apenas comienza.
Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela.
CEPRID
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