CEPRID

El dilema de los productos agrícolas en Cuba

Viernes 10 de octubre de 2008 por CEPRID

Marianela Martin, Rocío Trujillo, Amaury E. Del Valle y Luis Raúl

Juventud Rebelde

Repartir con equilibrio lo que quedó tras el paso de los huracanes Gustav y Ike es un paso para paliar la actual aguda escasez de productos agrícolas. El control y el respeto al consumidor, así como la preocupación por aumentar la producción, deben mantenerse más allá de ciclones

«¡He recorrido toda La Habana buscando malanga para un niño, y no hay en ningún lugar!».

Así, colérico a pleno sol del mediodía, se puso el casco y montó en su moto aquel hombre que salió a toda prisa del mercado de 19 y 42 en el municipio capitalino de Playa, sin ni siquiera querer identificarse.

Otros como él llegaron en la mañana de ayer a los diferentes Mercados Agropecuarios de Oferta y Demanda a lo largo del país, y se encontraron con que muchos de los productos que hasta el domingo estaban en «tablilla» ya no aparecían en las tarimas... y sus vendedores tampoco.

A partir de las nuevas regulaciones para estos establecimientos publicadas el lunes por el periódico Granma, comenzó a «toparse» el precio de 16 productos básicos en la alimentación de cada hogar cubano, como vianda, arroz, frijoles y algunas especias.

Lo anterior significa que los precios no podrán exceder las cifras dispuestas, publicadas en cada lugar, y que toman como referencia las tarifas existentes antes del paso de los huracanes Gustav y Ike por territorio cubano.

La medida también supone que se norme la cantidad de libras o unidades de productos que se venden por persona, para evitar el acaparamiento y la especulación. Solo se expenderán diez libras de arroz y vianda por consumidor, cinco libras de frijol y diez cabezas de ajo, para intentar evitar la actuación de intermediarios y revendedores que impiden al pueblo tener en sus manos algunos alimentos.

Ante el déficit de producción que padece la agricultura cubana, y las pérdidas ocasionadas a esta por los fenómenos meteorológicos, el esfuerzo busca un paliativo para la escasez, fundamentalmente de viandas y vegetales, que se extenderá a los próximos meses.

Sin embargo, estas disposiciones no han sido entendidas del todo por muchos vendedores y ni siquiera por algunos consumidores, pues varios mercados de oferta y demanda aparecieron casi desiertos o con una «oferta» muy pobre.

En busca de los porqué de esta situación un equipo de JR recorrió estos centros la semana pasada, antes de las nuevas disposiciones de tope a los precios, y este martes, oyendo opiniones de uno y otro lado. Pesaje a lo desconocido

El Mercado Único de Cuatro Caminos, si se compara con lo que vimos la semana pasada allí, no era el mismo este martes. Entonces, multitud de vendedores con altos precios, y frijoles que llegaban a costar hasta 17 pesos la libra, asustaban a cualquiera que quisiera hacerse un potaje, que dicho sea de paso ni calabaza podría llevar, porque esta era prácticamente incosteable.

El martes la situación cambió. El mercado comenzó tarde. «Primero tuvimos una reunión con todos los vendedores para explicarles la medida. Algunos entendieron mejor, pero otros no. Después, imagínese, la mayoría abrió. ¿Qué van a hacer?», nos explicó José Bonet, administrador del salón central.

Basta con mirar las instantáneas tomadas uno y otro día desde la altura para darse cuenta que ayer en la mañana, incluso en horario laboral, la concurrencia era mucho mayor que la del viernes o sábado. Pero al acercarnos a las tarimas, el paisaje sí que tenía cambios.

Menos productos, calidad inferior y hasta la «pérdida» de los frijoles y el arroz era la nota predominante, en un panorama donde actuaban los inspectores buscando irregularidades e incumplimientos de lo dispuesto. «Después del ciclón no hay mucha variedad, pero uno agradece que se le haya bajado el precio a algunos productos porque eso es bueno para nuestro bolsillo», decía María Rodríguez, de 61 años, asidua visitante de Cuatro Caminos.

Otro abuelo, Lázaro Suárez, de 81 años, cree en cambio que si bien los precios «casi» están acorde con la situación, aún hay muchos excesivamente caros. Y no faltan del otro bando los tarimeros como Iván —así a secas, sin querer dar su apellido— que vendía un «rastrojo» de malanga bajo las protestas de los clientes, escudándose en que «ese fue el precio que puso el Estado, así que no tengo la culpa».

Marem Heredia, desde su puesto de venta, se quejaba de que «no se me avisó de esta situación y cuando llegué tuve que poner mis productos más baratos. Es cierto que eso beneficia a la población, pero yo tenía una cantidad de col comprada ya, y esa no me da la misma ganancia, porque la compré a un precio alto; ayer la vendía por unidad y hoy tengo que hacerlo a dos pesos la libra».

Mientras, Maikel Pérez aseguraba que también la medida deja poco margen a «la “gestión comercial”, pues si el ajo de 2 pesos lo quiero vender a 1,50 para salir más rápido de él, no puedo, porque entonces viene un inspector y me multa. Aunque esté beneficiando a la población, la regulación dice que tiene que ser estrictamente a uno, a dos o a tres pesos, y para colmo lo del tamaño es a ojo de buen cubero por parte de los inspectores».

Ni estas opiniones ni las situaciones allí vividas fueron exclusivas del céntrico mercado habanero. Si la semana pasada la oferta estaba deprimida por el paso del huracán en mercados como 19 y 42, de Playa; 19 y B, en el Vedado; Egido y Zulueta, en La Habana Vieja; la Plaza de Marianao; el de Tulipán; o el mercado de Santo Suárez, este martes en la mayoría las tarimas amanecieron casi desnudas.

Julia Elena Sigler miraba a un tablero del mercado capitalino de 19 y 42, cuando nos confesó que todavía lo que se vende es caro, pero peor es que casi no hay productos. «Yo sé las causas objetivas de la carencia, porque de los ciclones se ha explicado todo, y ayer mismo dijeron en la televisión que el 70 por ciento del plátano fue perjudicado y que a la yuca también le ocurrió algo parecido. Sé que han pasado huracanes de punta a punta, pero desde antes los precios estaban en el cielo. Soy jubilada, con 200 pesos. Y eso no alcanza para nada».

Una cosa esta tablilla y otra la tarima

También en otros lugares del país la situación era similar. El sábado último —por ejemplo— en un recorrido por nueve puntos de venta de la agricultura urbana en la ciudad de Ciego de Ávila, excepto en uno (en el centro de la ciudad, a dos cuadras de la Terminal de Trenes) todos los demás tenían un buen nivel de surtido, con bastante variedad.

No faltaban, eso sí, algunas triquiñuelas para burlar las regulaciones establecidas. Al igual que en el mercado de oferta y demanda, el listado en pizarra en los estatales no se correspondía con el precio que se vendía al cliente.

La guayaba oscilaba entre 2 y 3 pesos la libra (en pizarra era a 45 centavos), el boniato a 2 (40 o 45 en pizarra), yuca a 1,50 o 2 pesos (cuando es a 65 centavos), la malanga a 4 pesos y el plátano lo ofertaban a 3 o 4 por peso y no por libra.

En el mercado de oferta y demanda ubicado bajo los Elevados de Ciego de Ávila, la mayoría de los puntos estaban cerrados, y en los abiertos se ofertaba ajo (muy pequeño, diminuto) a 2 pesos, y cebolla (por el mismo estilo) a 2 pesos en pizarra y 3 en la tarima.

Una mujer protestó y el vendedor, con toda desfachatez, le dijo que él cambiaría el precio «cuando le dieran una tiza y un borrador». En un punto de la agricultura urbana en el centro del pueblo, en calle Honorato del Castillo entre Serafín Sánchez y Bembeta, nuestro reportero intentó comprar dos libras de boniato a 40 centavos, como aparecía en tablilla. Cuando fue a pagar con 2 pesos, la muchacha que vendía le dijo: «El boniato es a 2 pesos». Y ante su cara de asombro y la pregunta sobre el precio a 40 centavos en pizarra, un señor que estaba allí se echó a reír y le aclaró: «El boniato a centavo hace mucho tiempo que desapareció».

En los demás puntos se observó la misma situación: unos precios en tablilla y otros en tarima, que son los reales. En el único que estaba desabastecido, el de la Terminal de Trenes, explicaron que no podían vender porque se regían por un precio oficial más bajo y la yuca, por ejemplo, se la ofrecían a peso la libra.

Luego de publicado el editorial de Granma se revisaron otra vez los nueve puntos. Dos estaban cerrados y excepto uno, el resto estaba muy desabastecido. La variedad de oferta no se apreciaba. Tal parecía que se habían convertido en puntos de venta de flores, debido a la cantidad de girasoles y gladiolos que ofertaban.

Uno de estos, en el Reparto Ortiz, cerca de la ESBU René Ramos, tenía cierta variedad, pero ofertaba la yuca por encima del precio oficial de un peso: a una mujer que compró cerca de cinco libras le cobraron seis pesos.

¿Dónde está el proveedor?

Rolando Montes de Oca es concurrente desde hace 12 años a los mercados de oferta-demanda y no piensa retirarse, porque «ahora no ganaré lo mismo, pero igual sigo ganando».

Ayer asistió al de 19 y 42 con guayaba, aguacate y naranja agria. «Lo que pude adquirir. Antes me iba para Marianao y compraba más. Ahora pienso que vamos a tener dificultades por la falta de suministradores, pero con lo del precio topado no hay problema, entendemos que no es justo que nadie se aproveche de la situación para abusar de la gente».

Sin embargo, no todos los vendedores piensan así. Para algunos la «medida es un abuso». Pero las cuentas a simple vista dicen lo contrario.

Basta apreciar las tarifas topadas establecidas este martes en Ciudad de La Habana en los mercados de oferta-demanda para darse cuenta de que la ganancia sufrirá, pero no tendrán las «pérdidas» que auguran muchos tarimeros, si de verdad se controla a los intermediarios.

El plátano burro —por ejemplo— en los mercados estatales debe venderse a 80 centavos, y en los de oferta-demanda a 2 pesos. Similar diferencia existe con el resto de los renglones, ya que todos los topados en los centros de libre venta siguen estando muy por encima de lo establecido para el sector estatal y los puntos de la Agricultura. ¿Entonces —y más allá de la escasez causada por los huracanes— por qué muchas tarimas están casi vacías?

José Luis González, administrador del mercado de 19 y 42 considera que topar los precios no ha sido motivo para la inasistencia de los concurrentes. Lo que más los ha golpeado es que como son personas naturales, siempre han comprado la mercancía en un punto de venta abastecido por intermediarios que asistían de manera ilegal, y ahora, al desaparecer estos, no cuentan con proveedores.

Y es que desde su inicio el mercado de oferta-demanda nació, por las circunstancias que le dieron origen, con el defecto de que el vendedor no tiene que acreditar la procedencia de lo que pone en tarima. «Los que aquí vienen son concurrentes naturales», explicó Yulián Sánchez Chacón, administrador de 19 y B. Solo tienen que traer su carné de identidad, hacer la declaración jurada y pagar un impuesto del diez por ciento sobre el valor de la venta declarada. Nada más».

—¿No tienen que acreditar de dónde viene el producto?

—No. Ellos les compran a los intermediarios, en cualquier lugar, y traen para acá su producto. De dónde viene lo que venden, eso no es problema nuestro.

Por supuesto, sin tener que acreditar la procedencia de la mercancía, cualquiera puede convertirse de buenas a primeras en tarimero. De hecho, varias inspecciones realizadas antes de tomarse estas nuevas medidas demostraron que algunos camiones con productos destinados a objetivos priorizados como hospitales y escuelas, o los que iban a los mercados estatales, desviaban parte de su contenido ante el poderoso llamado de Don Dinero.

Quizá por eso se explique también en gran parte la «robustez» de las yucas, los tomates o los ajos de los mercados de oferta-demanda, al compararlos con los que aparecen en algunos puntos estatales, con aspecto de haber sufrido varios ciclones consecutivos.

«Es que el intermediario le compra al campesino los mejores, para poder venderlos más caros, y hay algunos que priorizan esta ganancia y le dan a Acopio cantidad y no siempre calidad», nos dijo un tarimero que prefirió reservar su nombre.

Y los camiones qué

Si en la «oferta-demanda» las tarimas acusaban un vacío visible este martes, muchos mercados estatales y puntos de venta de la agricultura tampoco podían exhibir mejores galas desde hace días, situación que se hizo más aguda a partir de este martes.

Mateo Pereira, entrevistado por JR, reconoció haber visitado algunos mercados estatales sin encontrar lo que buscaba. «Fui a Santa Catalina y 10 de Octubre y lo único que vi fue aguacate y platanito “chirriquitico”. En el mercado conocido como «de la EJT», en Tulipán, Plaza de la Revolución, unas malangas, boniato y mucho vinagre y vino seco daban la bienvenida a quienes fueron creyendo que la carencia en los tarimeros de oferta-demanda se iba a traducir en más productos ofertados por los estatales.

«Ahora los camiones ya no van pa’ otros lugares ¿no? Entonces ¿dónde están?», se preguntaba un viejito.

Mario Emilio Morales, administrador del mercado de oferta y demanda de Santo Suárez, también aseguró que muchos intermediarios no quieren llegar a vender ante el temor a ser interceptados por las autoridades.

La razón de estos operativos es detectar las ilegalidades de los intermediarios, de los cuales muchos desviaban parte de su carga, destinada a centros priorizados. Sin embargo, ahora la gente se pregunta dónde están.

Paula Julia Miyorquis Gómez, administradora del Mercado Agropecuario Estatal Plaza, del municipio de Cerro, cree que ellos no pueden por el momento hacer comparaciones «porque no hemos tenido ningún camión fuera de los habituales que nos suministran los productos. «Hoy recibimos boniato, yuca, calabaza, arroz y frijol negro. Tenemos normados todos los productos y no existe ansiedad en los compradores. Todo está normal». Y nos explicó su “normalidad” de un mercado no tan vacío como otros, pero mucho menos surtido que en otras ocasiones.

«Todos los directivos de los mercados de la capital fuimos citados para una reunión, y nos dieron una serie de indicaciones para reorganizar algunas cosas “sueltas”.

«Por lo menos existe una cantidad de frijol negro que el Estado va a asignar para que los mercados no tengan déficit de ese producto, y una cantidad de toneladas de arroz para que se mantenga estable y al alcance de la población».

Acopio debe acopiar más

Desatar el nudo gordiano que hoy constituye la venta de productos agropecuarios en Cuba precisa de mucha más decisión que la que tuvo Alejandro Magno cuando utilizó su espada. Pues ni siquiera cortar por lo sano vale en este caso.

Jorge Luis Sánchez, director de Acopio en la provincia de La Habana, sobre la cual cae ahora el peso de «alimentar» a la capital, pero también contribuir con Pinar del Río y la Isla de la Juventud, asegura que este año el territorio producirá cerca de 20 millones de quintales de viandas, hortalizas y granos, y que una parte nada despreciable corresponderá a papa.

El reto se llama control sobre la producción existente en los campesinos para poderle dar el destino planificado según el balance de la Unión Nacional de Acopio; solo así se acabará con el desvío, asegura. «Tenemos que vender con la calidad y el precio acordados y vigilar para que no haya desvío de los Mercados Agropecuarios Estatales a otros mercados, entre estos el subterráneo. Hay que luchar contra los acaparadores; por eso estamos limitando la venta, sobre todo de granos y viandas, para que existan ofertas todo el tiempo».

Jorge Luis, al referirse al filón que alimenta el mercado negro y a los intermediarios que proveen los mercados de oferta-demanda, plantea que entre otros factores su origen está en las debilidades de la contratación a los productores, «pues esta se hace en base a rendimientos históricos, tomando como referencia los años precedentes, cuando tal vez los productos no están ni sembrados. «El productor lo que tiene que tener es un precio estimulante por parte de Acopio. Ahora en La Habana los precios de la malanga, el plátano, el boniato y la yuca son atractivos. De hecho algunos plantean que ya no necesitan ir al mercado, ni les interesa relacionarse con los intermediarios».

A su vez Manuel Agüero, subdirector de la Unión Nacional de Acopio, reconoce que el campesino selecciona sus producciones y en muchas ocasiones destina la mejor adonde más ganancia obtenga, que por ahora son los intermediarios.

Por eso a partir del año venidero la política del país relacionada con la producción y la comercialización se transformarán gradualmente, ya que este reordenamiento persigue que lo mejor vaya para los Mercados Agropecuarios Estatales.

«Las formas productivas —CCS, CPA y UBPC— podrán encargarse del consumo social de los centros que les sean más cercanos y venderán sus producciones en los puntos de venta a precios lógicos y justos para la población. Acopio concentrará en los mercados estatales todo lo que pueda, de acuerdo a la logística con que cuente.

«También Acopio hará una contratación al universo total de los productores, incluyendo los nuevos usufructuarios de tierra. Contratar no quiere decir que compremos todo, sino que determinaremos los destinos de cada producción junto con las delegaciones de la Agricultura de cada territorio».

Esa nueva estructura, dice el directivo, obligará a Acopio a cumplir con rigor la contratación, pues eso evitará que las producciones no tomen los destinos previstos. «Ha habido debilidad por parte de nosotros, pues no siempre somos exigentes y aplicamos lo que está estipulado». En relación con el arroz igualmente se acaban de adoptar regulaciones por parte de los ministerios de Finanzas y Precios, de la Agricultura y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Aumentó el precio de compra a los productores, incluso con un margen de diferencia entre el cáscara, el seco y el destinado al consumo.

«Tenemos información de que ha aumentado la entrega de este producto a los CAI arroceros que son los encargados de procesarlo», afirma Manuel.

El respeto no tiene fecha

Mientras estas medidas para estimular la producción agropecuaria surten efecto pasarán todavía algunos meses en los cuales el país se tendrá que recuperar del efecto de los huracanes y de la acumulación de múltiples problemas en la agricultura.

Por eso la solución emergente ha sido controlar la distribución, en aras de evitar el acaparamiento y la especulación, y a su vez reforzar los mecanismos de control sobre los tarimeros de los mercados agropecuarios.

José Ramón Medina, inspector de supervisión integral del Consejo de la Administración Provincial, explica que en cada mercado se colocó una pesa digital que permite comprobar fielmente las mercancías, tanto las declaradas por los concurrentes como las que adquieren los consumidores.

«El Ministro de Comercio Interior se reunió con administradores e inspectores para explicar no solo lo que debíamos hacer, sino por qué se adoptaban esas regulaciones. La idea no es fustigar a los concurrentes para que desaparezcan, es velar porque se cumpla lo establecido».

José Enrique Rosillo, también inspector, aclara que «para multar a algún concurrente este debe cometer una violación grave, como burlar al fisco, timar al consumidor o vender a un precio que transgreda lo establecido. «En la medida en que se instrumente este sistema nuestra exigencia debe ser más rigurosa y constante, porque aunque se habla de que algunas regulaciones se circunscriben a un período de tiempo, asociado a la recuperación de la agricultura, el respeto a la población no tiene fecha de expiración, es permanente».

«El Estado está haciendo un esfuerzo enorme para no desamparar al pueblo; por eso no podemos permitir a los especuladores», explicó a JR Francisco Silva Herrera, viceministro de Comercio Interior. «A su vez se han ubicado, junto a los inspectores, directivos del Ministerio de Comercio Interior en los mercados de oferta-demanda y se regulan los estatales para evitar ilegalidades».

Todas estas medidas buscan repartir mejor lo poco que hay. Pero el problema sigue estando en la falta de producción agropecuaria, ahora mucho menor ante el impacto desastroso de Gustav y Ike.

«Topar» los precios es una solución emergente... No la «solución» definitiva.


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