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Cuba-Brasil.- Bolsonaro, Más Médicos y un déjà vu

Martes 4 de diciembre de 2018 por CEPRID

Lisandra Fariñas Acosta

Granma

El Presidente cubano Díaz-Canel recordó en Twitter los 20 años de la Elam; una obra de amor que ha formado miles de médicos; entre ellos brasileños, a los que el Colegio Médico les impide aprobar el examen de revalidación de título y acceder a puestos de trabajo.

Año 2013. En Brasil la presidenta Dilma Rousseff impulsaba programas como Más Médicos, que preveían la presencia de galenos brasileños y extranjeros para trabajar en zonas pobres y apartadas de ese país, iniciativa a la que se incorporaban miles de profesionales de la salud cubanos. En Venezuela, el entonces candidato antichavista Henrique Capriles, movía su discurso entre las amenazas a La Habana, «a quien no financiaría un modelo político», ni «regalaría petróleo», y la oferta «desinteresada» de nacionalizar a los miles de médicos que se encontraban en tierra bolivariana. Los invitaría –declaraba Capriles– «a que sean ciudadanos de un país donde hay democracia».

Si hasta aquí le parece haber visto este guion repetirse otras veces, sepa que está en lo cierto. Lo que el presidente Jair Bolsonaro acaba de hacer al dinamitar el Programa Más Médicos, y con este la garantía de acceso a salud de calidad de millones de brasileños, recuerda, cuando menos, otros muchos ataques desde la derecha regional a la colaboración cubana internacional.

El presidente electo del gigante sudamericano llama «dictadura» al Gobierno cubano, en tanto no escatima en defender a la dictadura militar brasileña entre 1964-1985, que aún tiene fresca en la memoria del país no solo desapariciones forzadas y asesinatos, sino la represión a cualquier tipo de oposición política. Malos augurios para Brasil, si su nuevo mandatario no entiende la dimensión exacta de lo que es un régimen dictatorial.

Y el déjà vu sobreviene cuando afirma que «ofrecerá asilo político a los miles de médicos cubanos que no deseen regresar a su país». No sorprende para nada que estimular la deserción de los galenos sea el trasfondo de su postura, en un contexto donde la fuerza de trabajo calificada es la mayor potencialidad de la Mayor de las Antillas, y donde los médicos cubanos o los formados en Cuba de otros países promueven una imagen positiva del país, al tiempo que se desarrollan formas de cooperación sur-sur.

Esta línea de sabotaje tiene un fuerte referente, además, en el Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos, un esquema migratorio del Gobierno de Estados Unidos que estuvo vigente hasta el 17 de enero del pasado año; cuando luego de un año de negociaciones, y alentado por el comienzo de la normalización de las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington, fuese firmado entre ambos países un acuerdo que se dirigía a garantizar una migración regular, segura y ordenada, y que eliminaba además del Parole, la Política de Pies Secos-Pies Mojados. Era esta una de las últimas acciones tomadas por el presidente Barack Obama.

Durante más de una década, el Programa de Parole…, creado en el año 2006 por George W. Bush, alentó a personal cubano de la Salud que colaboraba en terceros países a abandonar sus misiones y emigrar a Estados Unidos, práctica censurable que afectaba no solo a Cuba, sino, por consiguiente, los programas de salud de los países donde estos se encontraban laborando.

LA FÓRMULA DE BOLSONARO ES, ENTONCES, VIEJA Y CONOCIDA

«La intención era clara: dañar la cooperación de Cuba con otros países, reducir la entrada de dinero en forma de pagos para estos programas y drenar a los médicos y otros profesionales médicos del país», apunta el profesor titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana, Ernesto Domínguez López, en su artículo Migración, fuga de cerebros y relaciones internacionales. El caso de Estados Unidos y Cuba.

Para el investigador, los años de aplicación de ambas políticas las convirtieron en dos de los componentes más relevantes de la política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba, pero va más allá. «Cuando ubicamos este caso dentro del marco mucho más amplio de la política migratoria general de Estados Unidos, observamos que atraer a extranjeros educados para llenar los vacíos de la fuerza laboral estadounidense ha sido una política tradicional, reflejada en la existencia de la visa H1B. Bajo este paraguas, científicos, ingenieros, médicos, han ido a trabajar en instituciones y compañías de América del Norte, ayudando así a mantener su posición privilegiada en todo el mundo. Se ha convertido en una piedra angular para la economía estadounidense y las universidades estadounidenses», explica el investigador en el referido texto.

Domínguez López refiere que hay estudios que demuestran que los países más ricos han implementado efectivamente políticas para absorber inmigrantes calificados, aunque la investigación sobre el tema aún es insuficiente. «El área que ha recibido una atención más permanente es el drenaje de profesionales médicos de países pobres. Este es un tema particularmente sensible, debido a sus implicaciones éticas y prácticas. De hecho, la disponibilidad y la calidad de la atención de salud tienen un gran impacto en los indicadores de salud esenciales, que son considerados por destacados estudiosos como una fuente fundamental de desigualdad entre los países.

«En su estado actual, la fuga de cerebros no se puede explicar completamente fuera de un análisis global, que considera las desigualdades estructurales, las redes migratorias, la política mundial, especialmente las asimetrías en la distribución de poder, e incluso la hegemonía de los medios de comunicación occidentales y culturales. Industrias que crean imágenes, percepciones y aspiraciones, distorsionando así las interacciones sociales de diferentes tipos», señala Domínguez López.

De acuerdo con el investigador, el argumento a favor de esta afirmación se basa en una idea fundamental: la fuga de cerebros, como parte de los flujos migratorios globales, es posible debido a los niveles de desigualdad entre y dentro de los países, como lo demuestran los estudios múltiples. Estas desigualdades no son accidentales, sino componentes estructurales del orden mundial moderno, entendido como la jerarquía mundial de distribución de poder, riqueza y desarrollo, que ha sido el resultado de la evolución global, subraya en su artículo.

Bajo esta lógica, cualquier intento por socavar y debilitar uno de los recursos más valiosos del país: sus profesionales, no es fortuito, ni casualidad aislada.

Es parte de una «clara señal de sintonía con la política exterior norteamericana», y ello no lo afirma Cuba, sino los aplausos públicos que hace solo unos días diera la subsecretaria norteamericana de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Kimberly Breier, por la posición del futuro gobernante brasileño, ante la cual Cuba determinó no continuar con la participación de los médicos cubanos en el programa Más Médicos de esa nación.

EN CONTEXTO

1.  La Ley del Programa Más Médicos es clara en cuanto a cómo se acreditan los títulos de los médicos y el papel que desempeñan la Organización Panamericana de la Salud, el Ministerio de Salud Pública y las universidades cubanas de ciencias médicas en su acreditación. Los colaboradores cubanos debían someterse a exámenes previos antes de viajar a Brasil y a exámenes periódicos durante su estancia, conducidos por el Ministerio de Salud de Brasil.

2. Los ofrecimientos de revalidación de títulos son engañosos, porque el Colegio Médico se opone a ello: en Brasil hay miles de médicos graduados cuyos títulos no han sido revalidados. De cada cien médicos que se presentan a examen, solo aprueban ocho. Esa es la forma de mantener regulado el mercado de la salud privada para garantizar sus enormes ingresos: menos médicos y más dinero; de ahí la oposición desde el comienzo al Programa Más Médicos.

3. Los médicos cubanos prestan servicios en aquellos lugares a los que no quieren ir los médicos brasileños ni los médicos de otros países. Asumen los peligros por su vocación de salvar vidas. Están en los lugares de más riesgo, en las comunidades de pobreza extrema, en favelas y barrios violentos donde incluso la policía no puede entrar. Están en los 34 distritos especiales indígenas y en 700 municipios que nunca conocieron antes un médico, en toda la historia de Brasil. Hasta hoy el pueblo y el gobierno los han protegido, pero esa protección va a ser retirada por el nuevo gobierno.


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