CEPRID

La desaparición de las URSS 25 años después: Algunas reflexiones (II)

Miércoles 13 de julio de 2016 por CEPRID

José Luis Rodríguez

Cuba Contemporánea

V

La salida de Nikita Khruschov del gobierno soviético en octubre de 1964, marcó el fin del enfrentamiento oficial al fenómeno del estalinismo y también el final de una ejecutoria que tuvo sin duda méritos, pero que de igual modo mereció la crítica de sus contemporáneos por la falta de sistematicidad en las transformaciones económicas y políticas que trató de introducir; los métodos de dirección signados de una alta centralización de funciones en su persona; la oscilante política agraria, donde los éxitos fueron solo temporales; la insensata competencia para tratar de igualar la economía de Estados Unidos en un breve plazo; y los descalabros en política internacional que condujeron a la ruptura con China, al levantamiento del Muro de Berlín, en 1961, y a la Crisis de Octubre, en 1962.

La valoración histórica de la figura de Khruschov ha sido controversial, pues algunos autores como Roger Keeran y Thomas Kenny –autores del libro El socialismo traicionado, que se publicó en Cuba -, valoran a esta personalidad como continuadora de tendencias socialdemócratas en el PCUS, estableciendo una valoración a todas luces prejuiciada y sesgada de su desempeño. Por otro lado, Hans Modrow –último secretario general del Partido Socialista Unificado de la RDA, en su libro La perestroika: impresiones y confesiones, señala: “El hecho de que Krushchov haya tenido el valor de señalar con toda claridad las fechorías cometidas en nombre de Stalin, y por consiguiente en nombre del socialismo, le asegura un importante puesto en la historia. Sólo dogmáticos incorregibles defienden el criterio de que la decadencia del socialismo comenzó con él.”

El equipo de dirección que lo sucedió se inició con una división de poderes entre Leonid Brezhnev, como Secretario General del PCUS y máximo dirigente del país; Alexei Kosyguin como Presidente del Consejo de Ministros, y Anastas Mikoyan, como Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, el cual fue sustituido por Nicolai Podgorni en 1965. A partir de 1977 Brezhnev ocuparía también la presidencia del país.

Brezhnev, al igual que Khruschov, había nacido en Ucrania y ambos tuvieron muchos puntos de contacto en sus carreras políticas, al punto de que Khruschov lo consideraba como su segundo en el Partido a la altura de 1964. Sin embargo, a diferencia de Khruschov, Brezhnev siempre fue muy conservador en su actuación y decisiones, factor que incidiría en su ejercicio como máximo dirigente soviético durante 18 años.

De tal modo, el equipo de dirección del PCUS que se instala en 1964 trató de buscar una estabilidad que contrastaba con las reformas que había tratado de impulsar el sucesor de Stalin –muchas de ellas controversiales- durante 11 años.

Sin embargo, la situación en esos momentos indicaba claramente que resultaban indispensables cambios en el sistema de dirección de la economía y en esa circunstancia, los debates que habían comenzado en 1958 apuntaban también en esa dirección, tomando en cuenta que los resultados económicos mostraban un descenso del ritmo de crecimiento de la producción industrial, que alcanzó el 8,6% entre 1961 y 1965 de 10,4% entre 1956 y 1960, a lo que se añadían desastrosos resultados de las cosechas agrícolas en la primera mitad de los años 60.

Esta tarea la asumió Alexei Kosyguin, cuya trayectoria era la de un magnífico dirigente empresarial que había transitado por cargos de alta responsabilidad estatal desde antes de la Segunda Guerra Mundial hasta el gobierno de Khruschov. En tal sentido, todavía hoy se reconocen sus méritos como miembro del Consejo de Defensa de la URSS en los años del conflicto bélico al organizar el traslado exitoso hacia el este de las industrias que iban a quedar en la zona ocupada por Alemania.

Luego de intensos debates, en septiembre de 1965, fue aprobada la reforma económica soviética que trataba de combinar una mayor presencia de mecanismos de mercado con una planificación centralizada, donde esta última mantenía la preponderancia.

Nuevamente desde su aprobación la adecuada combinación entre la gestión macroeconómica y la dirección empresarial, traducida en la relación entre la planificación centralizada y la descentralización de un grupo de decisiones, no encontró un cauce adecuado al abordar conceptualmente la vinculación entre plan y mercado. Por un lado, resultaban evidentes las deficiencias de una economía donde se planificaba centralmente hasta el detalle todas las operaciones de la empresa. Pero –por otro lado- pretender que el mercado regulara la actuación de la empresa estatal, tomando como criterio rector básico la rentabilidad, no aseguraba que se cumplieran los objetivos a alcanzar en una sociedad socialista.

Se acordó entonces incluir algunas medidas propias de una economía de mercado a nivel empresarial con el objetivo de flexibilizar y descentralizar su gestión –limitando el alcance de las transformaciones propuestas por Evsei Liberman en 1962-, añadiéndole incentivos para administradores y trabajadores, pero manteniendo prácticamente sin cambios el sistema central de planificación.

En este último aspecto no se trabajó con igual intensidad y una planificación más flexible en la microeconomía, especialmente para la formación de los precios a partir del uso de modelos económico-matemáticos fue totalmente subestimada. En los medios académicos se extendió el criterio de que la única solución a los problemas transitaba por una ampliación del mercado a lo cual tendría que adaptarse la planificación, criterio tecnocrático de fatales consecuencias que se abriría paso definitivamente en la crisis de finales de los años 80.

Lógicamente, las contradicciones no tardaron en aparecer tomando en cuenta –además- de que la visión burocrática de los fenómenos económicos estaba presente tanto a nivel de los ministerios como de las empresas y ello se apreció claramente por la ausencia total de modificaciones en lo referido a lograr una mayor participación de los trabajadores en el proceso de toma de decisiones, elemento central para el éxito de cualquier política económica socialista.

Por otra parte, el esfuerzo de Kosyguin por impulsar los cambios encontró resistencia en los niveles superiores de dirección y si bien no puede decirse que Brezhnev se opusiera a las reformas, tampoco las apoyó visiblemente.

No obstante, los resultados económicos –aun cuando no alcanzaron los objetivos previstos- tuvieron un impacto positivo por cuanto creció la renta nacional en la economía soviética de 1966 a 1970 un 7,8% y mantuvo un incremento promedio anual de 5,7% entre 1971 y 1975, cifras que mostraron un desempeño incluso superior al crecimiento de Estados Unidos en esos años.

La situación comenzó a mostrar mayores dificultades cuando de 1976 a 1980 la renta creció 4,3%, lo que motivó nuevamente la reversión de diferentes aspectos del sistema de dirección hacia una mayor centralización en 1979 y entró definitivamente en un proceso de estancamiento de 1981 a 1985, cuando solo aumentó un 3,6%. Más allá de estas cifras, los factores intensivos en el crecimiento de la economía –que miden la calidad de ese crecimiento- bajaron del 28,4% de los incrementos en 1966-70, a 21,3% en 1976-80.

En este último aspecto destaca que siendo la URSS un país con un alto potencial científico –el país llegó a concentrar el 25% de los científicos de todo el mundo-, fuera difícil el desarrollo de la innovación y la introducción los adelantos científico técnicos en la economía, salvo en el complejo militar industrial.

Adicionalmente no debe pasarse por alto que todo esto ocurre en medio de un proceso de crecimiento de la economía informal, también llamada segunda economía cuyo peso –según estimados de los propios soviéticos- pasó de un nivel equivalente al 3,4% del PIB en 1960, al 20% en 1988.

Por otro lado, las transformaciones políticas internas y externas entre 1965 y 1985 tuvieron también en muchos aspectos un impacto desfavorable en el desempeño económico, político y social de la URSS.

En primer término, la limitada apertura a la discusión de los problemas de la sociedad soviética que se expresó sobre todo en la literatura y el cine, así como en los debates académicos en la época de Khruschov, prácticamente cesó a partir de 1965. En este sentido todo indica que primó el criterio de que lo fundamental era la elevación del nivel de vida material de los ciudadanos soviéticos –fenómeno que efectivamente ocurre entre 1965 y 1975-, pero no se atendieron los aspectos que redundarían en una existencia espiritualmente más plena del hombre y en el desarrollo de una cultura socialista en el mismo.

Como se ha señalado por los analistas Ariel Dacal y Francisco Brown: “Todo esto trajo como resultado una laguna en la opinión pública que fue relativamente fácil de ocupar con la propaganda capitalista, que alentaba el descrédito del socialismo, basada fundamentalmente en la incitación al consumo y a la libertad, lo que lógicamente surtía efecto en una población necesitada de consumo y libertades básicas.”

Esta situación se vio –además- agravada por la ausencia de vínculos entre la población y la llamada nomenklatura de la dirección política del país que envejeció en sus cargos, gozando de privilegios que mellaron la ejemplaridad social que debían tener.

Igualmente el manejo de la política exterior soviética durante estos años que imponía una línea de acción incondicional a Moscú, conllevó la invasión de Checoslovaquia en 1968, para tratar de frenar las posiciones socialdemócratas que se observaban en sus dirigentes, pero en una acción violatoria de la soberanía nacional de ese estado socialista y que daría lugar a la llamada Doctrina Brezhnev de la soberanía limitada en Europa oriental. Esta decisión que se argumentó como inevitable para evitar la transición al capitalismo en un país socialista, tuvo un alto costo político que –a la larga- no propició la rectificación necesaria del conservadurismo en la dirección del PCCh, ni condujo al análisis de las verdaderas causas de esos acontecimientos.

Una intervención similar se produciría con la invasión de Afganistán en 1979 para apoyar una de las facciones en pugna en el gobierno de ese país, que se extendió durante diez años, donde las tropas soviéticas no lograron dominar la situación y que tuvo nefastas repercusiones para el prestigio de la URSS en el Tercer Mundo y en particular para el Movimiento de Países no Alineados.

Finalmente, el poderío militar de la URSS se incrementó de forma notable durante estos años en el contexto de una política de coexistencia pacífica como premisa para preservar la paz entre las dos superpotencias, alcanzando la paridad estratégica entre ellas a costa de un enorme esfuerzo, lo cual sin dudas fue un logro significativo por la parte soviética.

Sin embargo, la extrapolación de esa coexistencia pacífica a las relaciones con los países que luchaban contra la dominación colonial y neocolonial, colocó a la dirección soviética en una posición de incomprensión de la lucha antimperialista y anticolonial en el Tercer Mundo. No obstante lo cual, y en honor a la verdad debe decirse que muchos países recibirían para su lucha el apoyo militar de la patria de Lenin en los años 70 y 80.

Cuando se produce la muerte de Leonid Brezhnev en1982 resultaban todavía más evidentes si cabe, la necesidad de reformas económicas y políticas para salir del estancamiento en que se encontraba el país.

Accede entonces al poder como Secretario General del PCUS Yuri Andropov, considerado un hombre de firmes convicciones y experiencia, que había dirigido los servicios de seguridad (KGB) desde 1967. Su trayectoria abarcaba desde la lucha guerrillera tras las filas del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, pasando por diferentes cargos en el aparato del PCUS, incluyendo su labor como embajador en Hungría en los años 50, jefe del departamento del Comité Central que atendía las relaciones con otros partidos comunistas y miembro del Buró Político desde 1973.

Se le consideraba un dirigente culto y consciente de la necesidad de los cambios en el la sociedad soviética, aunque no propuso un programa amplio de reformas, pero sí implementó –a partir de julio de 1983- una serie de medidas que retomaban aspectos de la reforma económica de 1965 ante el fracaso de las decisiones adoptadas en 1979 y a las que se denomino como “experimento económico.”

Andropov enfrentó también a la indisciplina laboral, el alcoholismo y la corrupción. Especialmente en este último aspecto se centró en los cargos de dirección más elevados en la sociedad y en 15 meses sustituyó a 18 ministros y numerosos cuadros en la nomenklatura del PCUS, al tiempo que introducía personas más jóvenes en los puestos de dirección más importantes, incluyendo entre ellos a Mijail Gorbachov.

A pesar de sus esfuerzos –que enfrentaron también fuerte oposición en la burocracia partidista- su mayor limitación fue su propio estado que salud, ya que en el momento en que fue nombrado como máximo dirigente de la sociedad soviética con 67 años padecía de una insuficiencia renal, lo que lo obligaba a someterse a diálisis de forma regular, situación que fue reduciendo su capacidad de trabajo hasta que falleció en febrero de 1984.

La implementación de una llamada política de estabilidad en los cuadros durante la administración de Brezhnev llevó a un inmovilismo y a la no promoción de dirigentes más jóvenes, fenómeno que hizo crisis con la muerte de Andropov. De ahí que se eligiera a un candidato de transición –supuestamente para ganar tiempo- que resultó ser Konstantin Chernenko de 73 años, que se encontraba también gravemente enfermo.

El nuevo secretario general había desarrollado su carrera política esencialmente en el aparato del PCUS, donde fue jefe del Departamento General del Comité Central en 1965 –ocupándose principalmente como jefe de despacho del secretario general-, siendo promovido ulteriormente al secretariado en 1976 y finalmente al buró político en 1978.

Se ha reconocido que Chernenko no era una persona con la preparación necesaria para el cargo que ocuparía, tomando en cuenta la complejidad de la situación interna prevaleciente en la URSS en 1984 y la situación internacional, marcada por tensiones crecientes en las relaciones con Estados Unidos.

Culminaba así una etapa donde a la altura de 1980 donde solo el 7% de los miembros permanentes del Buró Político y el 17% de los ministros tenían 60 años o menos. Konstantin Chernenko falleció en marzo de 1985 13 meses después de haber asumido el cargo. En esa fecha fue electo Secretario General del PCUS Mijail Gorbachov que permanecería en el mismo hasta 1991 cuando desaparece la Unión Soviética.

VI

Al morir en marzo de 1985 fue promovido como Secretario General del PCUS Mijail Gorbachov. Con 54 años de edad era el secretario general más joven elegido después de la segunda guerra mundial y también el primero que no había participado en la misma.

Gorbachov se había graduado como jurista y había desarrollado su carrera trabajando en diferentes estructuras del Partido, donde ocupó cargos en la dirección del mismo en la región rusa de Stavropol desde 1962 y como secretario general entre 1970 y 1978. Ingreso al Comité Central del PCUS en 1971 y en 1978 fue promovido a miembro del Secretariado del Comité Central a cargo del la agricultura, -anteriormente había obtenido el título de agrónomo en estudios por correspondencia- siendo promovido a miembro del Buró Político en 1980.

Ya bajo la dirección de Andropov, Gorbachov había venido destacándose como un cuadro en ascenso. Se trataba sin dudas de una persona inteligente, con capacidad de dirección y facilidad de comunicación rasgo, este último, que contrastaba con la personalidad de sus antecesores.No obstante, su experiencia práctica en la dirección del Estado y su formación en temas de política económica y relaciones internacionales resultarían muy limitadas para el cargo que ocuparía en 1985.

El panorama que enfrentaría el nuevo dirigente era complejo. La URSS sufría un significativo desgaste sociopolítico como resultado del estancamiento económico, el deterioro de indicadores sociales básicos y también como consecuencia de las secuelas –solo parcialmente superadas- de un sistema político que había fallado en dar una respuesta estable para trascender adecuadamente el capitalismo. Esto último se evidenciaba en la burocratización de los procesos de dirección, la falta la renovación en los dirigentes y la consecuente carencia de movilidad social, así como la falta de una cultura socialista plenamente desarrollada y la ausencia de participación efectiva de los trabajadores en la gestión democrática de la sociedad.

Precisamente en lo referido a estos últimos aspectos, llamaba la atención la pasividad de la sociedad soviética ante los problemas de la vida cotidiana, fenómeno que se manifestaría también en los últimos años de existencia de la URSS. En lo referido a la necesidad de una nueva forma de vida, el politólogo ruso Serguei Kara-Murza brindaría una interpretación interesante sobre el tema al señalar: “…la vida del pueblo soviético con su bienestar garantizado (¡incluso si este hubiera sido grande!) se convierte en una existencia sin objetivos (…) Para una persona promedio era aburrido vivir en el socialismo soviético desarrollado. Y nuestro proyecto no propuso salida alguna a ese tedio (…) El socialismo que construyeron los bolcheviques era efectivo como proyecto para personas que habían sufrido desgracias (…) Pero el proyecto no respondía a las exigencias de una sociedad próspera que ya había sufrido y olvidado la desgracia.”

Por otro lado, estaba presente el crecimiento de una economía privada ilegal, también llamada segunda economía, que –según estimados ya mencionados anteriormente- alcanzaba un nivel equivalente al 20% del PIB en 1988. La presencia de estas ilegalidades se vinculaban a la extensión de la corrupción en el aparato estatal soviético durante el mandato de Brehznev, fenómeno que fuera inicialmente objeto de atención priorizada por Yuri Andropov en su breve período de mandato.

En el ámbito de la política económica y el sistema de dirección de la economía, la zigzagueante evolución de las reformas de los últimos 20 años no habían brindado los resultados esperados. No obstante, es preciso aclarar que –a pesar de las dificultades apuntadas- la economía soviética no se encontraba entonces en medio de una crisis irreversible y si bien es posible hablar de un estancamiento en esos años, el mismo hay que referirlo a la necesidad –no satisfecha- de consolidar un crecimiento intensivo mediante el incremento de la productividad del trabajo. A pesar de las dificultades, debe señalarse que el nivel de existencia material del ciudadano soviético promedio había aumentado notablemente entre 1965 y 1985.

Tampoco debe pasarse por alto que desde finales de la década de los años 70 la URSS se enfrentaba a una reforzada ofensiva política y militar de Occidente, encabezada por Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Gran Bretaña. Se buscaba –por diferentes vías- exacerbar las dificultades económicas del país mediante una política de sanciones; romper el equilibrio militar, especialmente en el teatro de operaciones europeo, a través de la instalación de nuevas armas estratégicas –particularmente el Sistema de Defensa Antimisiles- en lo que se conocería popularmente como “la guerra de las galaxias” y elevar las contradicciones internas en los países de Europa oriental, así como sus diferencias con la Unión Soviética. Un impacto evidente de estas presiones se manifestaría en el gasto estimado de entre 3 000 y 4 000 millones de dólares anuales para sostener la presencia de tropas soviéticas en Afganistán –de donde solo se retirarían en 1989- y la transferencia de entre 1 000 y 2 000 millones anualmente para apoyar el gobierno polaco frente a la ofensiva antisocialista del Sindicato Solidaridad a partir de 1981.

Como es lógico, los temas económicos concitaron la inmediata atención de Gorbachov y su equipo. De hecho las primeras medidas adoptadas en 1985 plantearon una reconsideración de las metas de crecimiento para el quinquenio 1986-1990.

Curiosamente a solo dos meses de ocupar el cargo, el Secretario General plantearía un criterio que contrastaba con los que predominaban a partir de las reformas económicas anteriores: “Muchos de ustedes ven la solución de sus problemas acudiendo a mecanismos de mercado en lugar de a la planificación directa. Algunos de ustedes ven el mercado como el salvavidas para los problemas económicos, pero, camaradas, ustedes no deben ver al salvavidas sino el barco y el barco es el socialismo.” Pero estos criterios –así como muchos otros- cambiarían rápidamente en la visión del máximo dirigente soviético.

En la evolución de la política interna de la URSS durante los últimos años de su existencia, pueden delimitarse claramente tres etapas: 1985-87, 1988-89 y 1990-91.

Durante los dos primeros años del mandato de Gorbachov se dio continuidad a la mayoría de las líneas trazadas por su antecesor, mediante una política en la que se pretendía perfeccionar la gestión económica en los marcos del socialismo. Muchas de las ideas acerca de la necesidad de profundos cambios se había formulado ya por Gorbachov en el Pleno del CC del PCUS de diciembre de 1984 –donde ya se hablaba de la perestroika- y en el Pleno correspondiente a abril de 1985. El énfasis sería puesto en el desarrollo mediante la utilización del potencial científico técnico del país.

La presentación de un programa económico más amplio se hizo en el XXVII Congreso del PCUS en febrero de 1986, que –en síntesis- contemplaba hacer más eficiente la dirección centralizada de la economía, extender resueltamente la autonomía a las empresas, pasar a métodos económicos de dirección, utilizar para la administración las estructuras orgánicas modernas y democratizar todos los aspectos de la administración.

Un aspecto que incidiría en los resultados de la dirección de la sociedad soviética, fue la decisión inmediata de sustituir dirigentes a todos los niveles, lo que –si bien podía justificarse desde diferentes puntos de vista- en la práctica contribuiría a la inestabilidad que se observó en los procesos de dirección durante esos años. De tal modo, en el plazo de un año se sustituyó al 50% de los miembros del Buró Político, cinco de los 14 secretarios del partido a nivel republicano, se dio baja a 50 de los 157 secretarios del partido a nivel de regiones y distritos y en total se sustituyeron unos 15 000 administradores. Simultáneamente se promovieron sucesivamente al Buró Político tres dirigentes que ejercerían una gran influencia en Gorbachov y en el devenir de la sociedad soviética en los años siguientes.

Estas personas fueron Alexandr Yakovlev, que había ocupado cargos de importancia en la esfera de la propaganda y los medios en el Comité Central, el cual también había sido embajador en Canadá durante 10 años y que devendría secretario del Comité Central y uno de los asesores políticos más importantes de Gorbachov; Eduard Shevardnadze, que había dirigido el partido en Georgia y que pasaría a ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores; y Borís Yeltsin, dirigente del partido en la ciudad de Sverdlovsk que fue designado para el importante cargo de secretario del PCUS en la ciudad de Moscú. Los tres eran conocidos –con diferentes matices- por sus posiciones críticas y reformistas de corte socialdemócrata, que derivarían hacia expresiones claramente anticomunistas y antisoviéticas a lo largo de estos años.

Durante este período inicial, se sucedieron rápidamente un conjunto de medidas de carácter socioeconómico.

En primer término y para impulsar el desarrollo, en junio de 1985 se crearon 23 nuevos complejos científicos y se modificó el plan quinquenal en octubre para priorizar la producción de equipos tecnológicos avanzados. Para tener una idea del cambio que se gestaba, debe tomarse en consideración que entonces más del 70% del potencial científico de la URSS estaba vinculado directamente al complejo militar-industrial, por lo que una transformación a corto plazo en el empleo de ese potencial era una tarea de enorme complejidad para intensificar la producción y al mismo tiempo, asegurar la defensa del país.

En una decisión de elevado impacto social, Gorbachov lanzó una campaña contra el consumo de alcohol en mayo de 1985, un problema que –efectivamente- durante muchos años había incidido negativamente en la salud y en la disciplina laboral soviética. Para ello disminuyó la producción de vodka y limitó los horarios de venta de la bebida, medidas que –sin embargo- no atacaron las complejas y profundas raíces del fenómeno en la historia del pueblo ruso, no contaron con el necesario apoyo social y a la larga resultaron inefectivas, ya que se produjo un notable incremento de la producción del aguardiente casero en alambiques clandestinos.

Igualmente en mayo de 1986 se implementó una nueva legislación para controlar los ingresos no provenientes del trabajo, en un proceso que tampoco profundizó las causas de la existencia, desarrolló la economía informal y no produjo resultados socialmente favorables. Por otro lado, en noviembre de ese año se aprobó una nueva legislación sobre el trabajo individual que contribuiría a formalizar un conjunto de actividades que se desarrollaban al margen de la ley. Curiosamente, en esta legislación no se autorizaba el trabajo asalariado, principio que se abandonaría posteriormente. Finalmente en noviembre de 1987 se aprueba una legislación que permite la entrega en arriendo de bienes estatales, preámbulo de la privatización de bienes públicos que se abriría paso poco tiempo después.

También como ejemplo de los cambios institucionales que, con un enorme alcance se emprendieron a toda velocidad en la estructura del gobierno, a finales de 1985 se creó una especie de superministerio para gestionar la producción agroindustrial bajo la denominación de GOSAGROPROM, que flexibilizó la producción agrícola con una orientación mercantil, pero que tampoco produjo los impactos esperados y se disolvió con la misma rapidez con que se creó en abril de 1989.

En el ámbito del cambio en las relaciones de propiedad se aprobó la creación de las cooperativas no agropecuarias en octubre de 1986, que -según el criterio de varios analistas-, sirvió más para cubrir actividades ilegales que para crear una nueva forma de gestión social. De igual modo, en enero de 1987 el país se abrió nuevamente a la inversión extranjera, fenómeno que no había estado presente desde los años de la NEP y que tuvo una fría acogida en el exterior, pues a finales del año solo se habían invertido 89,3 millones de dólares bajo este concepto.

Una trasformación de enorme trascendencia en el ámbito de la propiedad estatal fue la aprobación de una nueva ley de la empresa estatal en junio de 1987 bajo los principios de la autonomía, la autogestión y el autofinanciamiento que abría un espacio mayor al mercado reduciendo el papel de la planificación y la dirección central de las empresas. En esta legislación se percibía una clara influencia de la reforma económica que sobre el tema se había desarrollado desde inicios de los años 80 en Hungría.

Finalmente, el Pleno del Comité Central de junio de 1987 aprobó lo que se denominó como Programa para la Reforma Económica Radical, que –en síntesis- sentaría las bases para transitar hacia el socialismo de mercado en la URSS.

A lo largo de este proceso puede apreciarse como durante el período que va de 1985 a 1987 se va operando una trasformación de la política económica que rompe con las premisas de las reformas económicas anteriores y comienzan a aparecer señales claras de cambios que se alejan de las premisas esenciales adoptadas para perfeccionar el socialismo.

En este punto debe señalarse que hubo dos conceptos cuyo contenido presidiría las transformaciones a emprender, pero que irían transformándose con el tiempo. El primero era la perestroika, que puede traducirse como reconstrucción o reestructuración y el segundo fue la glasnost o transparencia. En ambos casos inicialmente el alcance de los cambios a introducir se enmarcaba en los marcos del socialismo, uniéndose al reclamo de una democratización de los procesos de dirección social con ese mismo referente.

Sin embargo, ya a partir de los acuerdos del Pleno del Comité Central del PCUS de enero de 1987 se introduce un concepto de democratización con referentes liberales propios de la sociedad burguesa y se van desdibujando los márgenes socialistas de actuación de la perestroika y la glasnost como instrumentos para perfeccionar el socialismo, transformándose gradualmente en elementos para su cuestionamiento. Simultáneamente –en el ámbito de los medios de comunicación- la exigencia de mayor transparencia en la gobernabilidad social se enfoca hacia una revisión histórica del desarrollo de la URSS y –particularmente- a una valoración crítica del fenómeno del stalinismo. En este proceso se abrieron paso enemigos declarados del socialismo y nunca se realizó un análisis ponderado de la compleja historia del país, todo lo cual condujo a una campaña que terminaría cuestionando los indiscutibles logros del socialismo en la sociedad soviética y a crear una enorme confusión en la sociedad. Al cierre de estos dos primeros años los resultados económicos mostraron una tendencia al retroceso con un crecimiento de ingreso nacional que bajó de 2,3% en 1986 a 1,6% en 1987; la producción industrial descendió de 4,4 a 3,8% y la producción agropecuaria de 5,3% se contrae un 0,6%.

A partir de ese momento el debate oscilaría en torno a la aplicación de las reformas por un lado y a la adopción de medidas inmediatas de estabilización económica por otro.


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