CEPRID

Líbano rompe los moldes en Oriente Medio

Miércoles 20 de agosto de 2008 por CEPRID

Alberto Cruz CEPRID

Líbano, de la mano de Hizbulá, está rompiendo los moldes en Oriente Medio. Tras la derrota infligida por Hizbulá a Israel en la guerra del verano de 2006 de nuevo ha logrado hacer doblar la cerviz al Estado sionista, obligándole a realizar otro intercambio de presos libaneses y palestinos similar al alcanzado en 2004 (1); ha logrado debilitar la estrategia imperialista y saudita en la zona al demostrar su fuerza con la toma de Beirut en sólo cuatro días, obligando a una rápida acción mediadora de varios países árabes que terminó con el Acuerdo de Doha -en virtud del cual las fuerzas patrióticas y nacionalistas libanesas forzaron un gobierno de unidad nacional, por el que venían luchando desde el fin de la guerra contra Israel en 2006, y se aseguran una minoría de bloqueo en dicho gobierno al tiempo que refuerzan sus posiciones políticas y militares- y está demostrando que las tropas de la ONU en el sur del país cuentan cada vez con un mayor rechazo por parte de la población al ser vistas como una extensión de los intereses israelíes en Líbano y no como esas supuestas fuerzas pacificadoras que dicen que son.

El intercambio de prisioneros

Dos años después del comienzo de la guerra, el intercambio de presos es un nuevo éxito de Hizbulá. Este movimiento político-militar, al contrario que otras organizaciones guerrilleras en otras partes del mundo, nunca ha cedido a las pretensiones de las otras partes, sea Israel o la propia ONU, sobre las “pruebas de vida” de los soldados que ha mantenido en su poder como consecuencia de acciones de guerra y con independencia de que estuviesen vivos o muertos. Eso le ha proporcionado una apreciable ventaja a la hora de negociar puesto que el adversario nunca ha sabido a ciencia cierta a qué se ha tenido que enfrentar.

En todo momento la iniciativa ha estado en la mano de Hizbulá, que ha sabido manejar el tiempo en función de sus intereses políticos y militares. Tanto desde Israel, como desde la ONU y no digamos desde los llamados medios de comunicación de masas, se ha venido reclamando a Hizbulá una prueba de que los dos soldados capturados se encontraban vivos. Nunca se ha dado esa información. Es más, el encargado de negociar por parte del movimiento político-militar libanés con el mediador alemán que representaba al secretario general de la ONU jamás tuvo información al respecto porque, como dice Hasán Nasralá, secretario general de Hizbulá, “una de las lecciones valiosas que aprendimos de los intercambios anteriores [se refiere de forma especial al realizado en 2004] es que los medios complican la operación y crean circunstancias y condiciones previas (…) porque el enemigo emprende siempre una guerra de credibilidad y no credibilidad en un intento de provocar fracturas en las posiciones [de Hizbulá] y esa es una política que practicó en muchas partes del mundo” (2). La negociación ha durado prácticamente dos años y en ese tiempo Hizbulá se ha mantenido inflexible a las presiones. Ahora recoge los frutos.

El hecho de que el intercambio de prisioneros haya casi coincidido en el tiempo con la formación de un gobierno de unidad nacional, y que en el recibimiento a los presos libaneses liberados de las cárceles israelíes haya participado el presidente del país, Michel Suleiman, así como el primer ministro y representantes de la práctica totalidad de las formaciones libanesas, incluyendo a las pro-occidentales, pone de manifiesto la importancia de esta operación, así como el hecho de cómo se ha desarrollado la negociación en sí.

En ella, Hizbulá presentó una serie de principios irrenunciables, en especial que en el intercambio se incluyese a los presos libaneses acusados por Israel de “delitos de sangre”, es decir, de haber realizado acciones armadas con resultado de muerte. Este es el caso del internacionalista libanés Samir Kuntar, vinculado al Frente de Liberación de Palestina. Israel siempre se ha negado a excarcelar a militantes a quienes cataloga como terroristas, pero ahora se ha visto obligado a ceder. Un precedente, a todas luces, que será aprovechado por otras organizaciones como la palestina Hamás, que también tiene en su poder a un soldado israelí capturado en una operación militar.

Otras cuestiones consideradas irrenunciables por el movimiento político-militar libanés han sido el retorno de los restos de los árabes muertos en las diferentes guerras, conocer qué ha pasado con los desaparecidos especialmente desde la invasión israelí de 1982 y la liberación de prisioneros palestinos y árabes de las cárceles israelíes. Aquí Hizbulá ha insistido en la liberación de las mujeres y los niños. Ni qué decir tiene que aunque Israel haya intentado desligar este asunto de los otros y diga que la liberación que tendrá lugar dentro de unos días se debe a un “gesto de buena voluntad” con el colaboracionista Mahmoud Abbas y con la ONU, la realidad es que gracias a Hizbulá esos presos estarán pronto en libertad.

Gobierno de unidad nacional

La formación de un nuevo gobierno, de unidad nacional, ha sido una muestra de la generosidad del más fuerte con sus aliados: Hizbulá ha cedido dos de las carteras ministeriales a sus aliados más pequeños, el Partido Nacionalista Socialista Sirio y a una pequeña formación drusa enfrentada al pro-imperialista Walid Jumblatt. Al mismo tiempo, ha impulsado que a la formación cristiana maronita con la que mantiene un acuerdo estratégico, el Movimiento Patriótico Libre, le hayan sido otorgados cinco ministerios y el cargo de vice-primer ministro. Hay que hacer notar que el MPL no contaba con representante alguno en el gobierno anterior. Y por si fuese poco, la otra fuerza política aliada de Hizbulá, el Movimiento Amal, ha conseguido la cartera de Asuntos Exteriores –lo que va a definir en el futuro las relaciones de Líbano con sus vecinos y, de forma especial, con Siria mientras provocará un distanciamiento evidente de Arabia Saudita, país que ha venido interfiriendo en Líbano en los últimos años- además de la de Salud.

Con esta actuación, que un teórico marxista podría describir como aplicar los principios gramscianos de la fuerza hegemónica y la política de alianzas, el mito del sectarismo y del enfrentamiento interconfesional en Líbano salta por los aires. El único ministerio que queda en manos de Hizbulá es, significativamente, el de Trabajo, por lo que es previsible que en su primera actuación se eleve el salario mínimo de los trabajadores, tal y como ha venido reclamando la Central General de Trabajadores en los últimos dos años y reivindicación principal de las dos huelgas generales que ha vivido Líbano en enero de 2007 y en mayo de 2008.

El nuevo gobierno ha venido precedido de la advertencia del presidente de Líbano, Michel Suleiman, al primer ministro, Fouad Siniora, de intervenir él mismo en el proceso de formación del gobierno si no se llegaba a un acuerdo antes del día 12 de junio. Eso descolocó a los pro-occidentales, que se resistían a perder poder pese al Acuerdo de Doha y tuvieron que aceptar todos los nombres propuestos por la alianza nacionalista y patriótica. Pero hay más. Suleiman había dicho el día 10 de junio, en un acto oficial con la principal central sindical del país, la CGT, en el que criticó con crudeza la decisión del Reino Unido de incluir al brazo armado de Hizbulá en la lista de organizaciones terroristas, que el desarme de Hizbulá va para largo puesto que “Hizbulá es la punta de lanza de la resistencia frente a los que amenazan la libertad e integridad territorial del país” y añadió un aviso para los navegantes occidentales que con tanta alegría ponen etiquetas de tal o cual cosa a quienes osan mantener posiciones patrióticas y nacionalistas: “Líbano nunca admitirá que un partido que defiende su territorio, libertad y soberanía esté calificado de terrorista” (3).

El rechazo a la FINUL

Y el presidente libanés dijo algo más, en una crítica directa a la ONU: “Líbano nunca olvidará que allí donde la ONU falló, impotente en forzar a Israel a retirarse del sur de Líbano, fue la resistencia quien logró liberar la región” (4). Por lo tanto, a nadie debe extrañar que los habitantes de toda esa zona libanesa no vean con agrado la presencia de las tropas de la ONU, la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (FINUL), pese a que en algunos lugares los comerciantes hayan puesto a sus locales letreros en castellano o en italiano, por ejemplo. En las diferentes aldeas que rodean a la localidad de Marjayoun, donde se sitúa el cuartel general de las tropas españolas, pueden verse letreros como “El Corte Inglés” pintado de forma rústica a la entrada de un almacén ubicado en un garaje, “Cafetería” en un pequeño local situado en las cercanías de la Puerta de Fátima, justo al lado de la frontera israelí o “Peluquería solo para hombres”.

Las patrullas de la FINUL son constantes en las angostas carreteras del sur. El cruce con vehículos blindados es frecuente y los soldados que van en la parte superior, los encargados de la ametralladora, saludan con la mano siempre que se cruzan con un vehículo. Cumplen así, a rajatabla, la orden recibida de intentar congraciarse con una población que les ve como una expresión más de Israel. Los testimonios en ese sentido no faltan. Y las acciones, tampoco.

Desde que las tropas de la FINUL llegaron al sur libanés no han faltado los incidentes, especialmente con los contingentes español e italiano. Los más graves, que fueron reseñados por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en sus informes han tenido lugar, hasta ahora, en el mes de febrero de 2007 (5) y en los meses de marzo y mayo de 2008.

Según aparece reflejado en los párrafos 21, 23 y 24 del último informe de Ki-moon (6) los soldados de la FINUL se vieron envueltos en incidentes en dos zonas separadas: en la aldea de Jibal al-Butm cuando hombres armados no identificados les impidieron acercarse a un camión al que pretendían registrar, aunque no se llegó al intercambio de disparos, y en la de Adchit al-Qusair, donde la población se enfrentó a pedradas con una patrulla de la FINUL (la nacionalidad no es especificada en el informe) que fotografió unos cables “de aspecto sospechoso”. La actitud de los pobladores no se quedó en el lanzamiento de piedras, sino que fotografió a su vez a los componentes de la patrulla, bloquearon la carretera para que la patrulla de la FINUL no pudiese abandonar el lugar y obligó a los soldados de la ONU a borrar de sus cámaras las imágenes que habían tomado de los cables “sospechosos”, tal y como lo relata Ban Ki-moon.

Hay que recordar que fue precisamente el intento del anterior gobierno libanés de desmantelar la red de comunicaciones de Hizbulá, esencial para el triunfo en la guerra contra Israel en 2006, uno de los aspectos que provocó el hecho de que Hizbulá tomase Beirut, por lo que la acción de la FINUL hay que entenderla como es: sirve a los intereses de Israel.

Y es que los contactos a alto nivel entre los responsables de la FINUL y el Ejército de Israel están a la orden del día, y no sólo por cuestiones de aplicación de la Resolución 1701. A Israel le interesa una FINUL más beligerante y con capacidad de usar las armas. Así lo recoge un informe publicado por el diario israelí Haaretz , según el cual durante los últimos meses Israel ha estado hablando con la ONU sobre la FINUL para aclarar las normas para entrar en combate, ya que considera que la FINUL está demasiado constreñida en su mandato. El Ejército israelí lo puede decir más alto, pero no más claro: “Nos gustaría que los soldados de la ONU realizaran búsquedas dinámicas de armas en el sur de Líbano, incluyendo dentro de las casas, y que pudieran utilizar la fuerza cuando fuese necesario para llevar a cabo su misión y no sólo si la vida de los soldados está en peligro [como es el caso actual]” (7).

En este sentido, el actual ministro de Asuntos Exteriores italiano, Franco Frattini –Italia es quien manda en estos momentos el contingente de la FINUL- se ha reunido con los principales dirigentes políticos israelíes, así como con el general Amir Eshel. Este tipo de reuniones no son infrecuentes, mientras que no se producen con la otra parte, en el lado libanés. Tras la formación del nuevo gobierno, y en especial una vez se celebren las elecciones el año que viene, la ONU deberá tener muy en cuenta la composición del nuevo gobierno y las decisiones que se tomen en este campo, en especial si se sigue el ejemplo del gobierno que se va a formar en Nepal tras el triunfo maoísta y que ya ha decidido que la presencia de la ONU en ese país del Himalaya se tiene que reducir en un 70% para el año 2009. En Líbano la situación puede ser también similar el año que viene.

Por lo tanto, es fácil imaginar la impresión que deben tener estas tropas al ver, en sus patrullas diarias, pancartas con las frases, en árabe e inglés, que dicen cosas como “gracias a las armas de la resistencia vamos a liberar a nuestros presos”. O que a lo largo y ancho de todo el país, especialmente del sur, flameen las banderas de los partidos en que militaban los combatientes muertos en las diferentes guerras contra Israel: las rojas del Partido Comunista de Líbano, las verdes de Amal y las amarillas de Hizbulá.

Es un gesto que va más allá de una celebración por el intercambio de prisioneros y cadáveres, es un aviso a navegantes. Y es indignante que el estado que más escupe sobre el derecho internacional, aquel que incumple reiteradamente, con la aquiescencia de los democráticos gobiernos occidentales, todas y cada una de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y las más elementales de los derechos humanos, diga que la Resolución 1701 que sirvió para alcanzar el cese de hostilidades con Hizbulá sea un fracaso porque no ha logrado desarmar al movimiento político-militar libanés y que, por ello, ha solicitado a los países europeos durante la conferencia Euromediterránea, especialmente a Italia y a Francia, que se atienda la petición israelí sobre una FINUL más beligerante y con capacidad para utilizar la fuerza contra los libaneses del sur (8).

Las granjas de la Shebaa

Los últimos movimientos diplomáticos indican que la franja de terreno libanés ocupada por Israel, las granjas de la Shebaa y las colinas de Kfar Shuba, pueden pasar a control de la ONU en breve plazo. Este es el último territorio libanés ocupado por Israel y el gobierno sionista de turno se ha opuesto sistemáticamente a retirarse de dicho territorio. Hasta el pasado mes de mayo.

Tras la toma de Beirut por Hizbulá y el derrumbe de las fuerzas pro-occidentales en los primeros días de mayo, desde EEUU y otros países occidentales como Francia se ha venido presionando a Israel para que abandone las granjas y entregue el terreno a la autoridad provisional de la ONU para, así, dejar sin argumentos a Hizbulá respecto a la necesidad de mantener su brazo armado mientras quede una franja de terreno ocupada. Israel estaría dispuesto a retirarse siempre y cuando consiga, como contrapartida, lo reseñado más arriba: que la FINUL pueda usar la fuerza cuando lo considere oportuno.

Si se acepta esta postura, de nuevo habrá muertos interpuestos a mayor gloria de Israel puesto que Hizbulá ya ha dicho que no es la diplomacia quien libera la tierra, sino la lucha y que el hecho de que la Shebaa quede bajo control de la ONU no significa que se haya liberado todo el territorio libanés puesto que se estaría ante una “liberación incompleta”.

Líbano viene marcando el camino al pueblo árabe desde hace dos años. La firmeza de principios, la resistencia patriótica y la unidad política por unos objetivos comunes, al margen de la confesión religiosa y/o la concepción política, están rompiendo los clichés de sectarismo con que desde los llamados medios de comunicación occidentales y sus aliados árabes se aborda una situación que les preocupa por lo que de ejemplo tiene para el resto de pueblos de la zona. Los gobernantes saudíes, kuwaitíes, egipcios y jordanos miran con mucho interés lo que está sucediendo en este pequeño país porque en ello está incluido su propio futuro.

De hecho, el más preocupado por lo que supone de derrota estratégica del imperialismo y del proyecto sectario wahabita, el rey saudita Abdulá, muestra siempre que puede su frustración (9) ante la fuerza de Hizbulá y las organizaciones patrióticas y nacionalistas libanesas mientras que en el resto de países árabes las élites se muestran cada vez más preocupadas por el ejemplo que se está ofreciendo y el apoyo, que se mantiene casi intacto desde la guerra, a Nasralá entre la calle árabe y a quien se le compara desde entonces con el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, tal y como viene haciendo desde la guerra de 2006 el diario progresista egipcio Al Destour (10).

Y dos preguntas: la primera, ¿por qué en la ciudad libanesa de Trípoli, de mayoría suní, se reanudan los enfrentamientos sectarios justo cuando se anuncia el intercambio de prisioneros entre Hizbulá e Israel?; la segunda, ¿por qué los suníes reeditan el enfrentamiento en una ciudad que está a pocos kilómetros del campo palestino de Narh al Bared, donde los islamistas suníes de Fatah al Islam prendieron una rebelión que permitió al Ejército libanés entrar -por primera vez, y aún mantiene el control sobre quien entra y quién sale al tiempo que sabe quién hace qué- en un campo palestino?

Notas:

(1) Alberto Cruz, “La lección de Hizbulá” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34516

(2) Al Manar (Líbano), 2 de julio de 2008.

(3) The Daily Star (Líbano), 10 de julio de 2008.

(4) Al Manar, 10 de julio de 2008.

(5) Informe del Secretario General sobre la aplicación de la resolución 1701 (2006) del Consejo de Seguridad. S/2007/147. 14 de marzo de 2007.

(6) Informe del Secretario General sobre la aplicación de la resolución 1701 (2006) del Consejo de Seguridad. S/2008/425. 27 de junio de 2008.

(7) Haaretz (Israel), 9 de julio de 2008.

(8) Haaretz, 14 de julio de 2008 y Al Manar, 14 de julio de 2008.

(9) Al Seyassah (Kuwait), 2 de julio de 2008.

(10) Al Destour (Egipto), 13 de mayo de 2008.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Especializado en Relaciones Internacionales.

albercruz@eresmas.com


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