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Grecia: entre la presión imperialista y la claudicación del reformismo

Miércoles 2 de septiembre de 2015 por CEPRID

Edgar Isch L.

Opción

La situación de Grecia ha producido una serie de análisis en los últimos años. En los provenientes desde la derecha, los culpables siempre fueron los trabajadores por tener “demasiados privilegios” y se presenta como indiscutible que se someta a la “Europa de los monopolios”, frase que explica a favor de quién se conformó la Unión Europea. Complementariamente, han dicho que es precisamente en la Unión Europea (UE) donde se encuentra la solución a los problemas.

¿Es esto así? La historia demuestra que no. Los llamados “privilegios”, aunque existieron casos negativos de diferenciación de empleados públicos sobre el resto de trabajadores, fueron en realidad derechos logrados con lucha permanente. Pero el Estado griego no estaba en dificultades por ello. Sus problemas económicos venían del mantenimiento del capitalismo en condiciones de dependencia. Capitalismo moderno que daba una imagen distorsionada de la realidad, pero que en última instancia no era más que capitalismo con una dependencia marcada.

La evidencia mayor estaba en la deuda externa, que el Comité de la Verdad sobre la Deuda Pública en Grecia en su informe borrador presentado en junio pasado la declaró en su mayoría ilegítima, ilegal y odiosa. Parte de esa deuda se va en ser el tercer país con mayor gasto dentro de la OTAN, solo superado por Estados Unidos y Reino Unido. Una deuda que merma los recursos estatales y ponía continuamente condiciones al gobierno de turno, incluyendo los socialdemócratas. Además, Alemania debe a Grecia 340 mil millones de euros por reparación, deuda que no quiere pagar, pero sí quiere cobrar con altos intereses cada centavo que debe Grecia.

La entrada de Grecia en la UE, en 1981, deterioró las empresas griegas, que no podían competir como iguales con los monopolios de potencias como Alemania, Francia o Inglaterra. Al mismo tiempo, se inició una ola de privatizaciones, que incluiría en su momento a los astilleros, que era la mayor empresa estatal y fuente de ingresos al presupuesto. Desde esos años se entrega subsidios a las transnacionales, se exoneró de impuestos a los bancos y al mayor terrateniente del país (la Iglesia Ortodoxa). Se colocó la vigilancia del Banco Europeo y otras entidades impulsoras del neoliberalismo. En suma, el ingreso a la UE y el uso del euro provocó la caída de la economía griega, país que debía seguir pagando la deuda ilegal y odiosa adquirida por la dictadura.

Syriza: de la ilusión al desencanto

La crisis de Grecia reflejó además los efectos de la crisis sistémica del capitalismo iniciada en 2008. En este caso, la característica han sido las imposiciones de la Troika compuesta por el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo para descargar el peso de la crisis en las espaldas de los trabajadores. Para 2004 incluso se acusó al gobierno de ocultar los datos reales de la deuda conjuntamente con bancos como Goldman Sachs, el mismo con el que el gobierno de Correa negoció un préstamo entregando como prenda más de la mitad del oro de la reserva monetaria del Ecuador.

Los paquetes neoliberales de reformas se aplicaron en 2010 y 2011, con repetidas medidas que incluían reducciones de sueldos y de jubilaciones, aumento de impuestos a los trabajadores y población con el IVA, miles con despidos masivos (200 mil funcionarios con el primer “rescate”), reducción de empleos e inversión pública, ampliación de la edad para jubilarse y privatizaciones.

Todo ello llevó a una recesión que para nuestros días redujo la economía griega en alrededor del 25%, el mayor retroceso en un país capitalista avanzado desde 1950; 1 de cada cuatro trabajadores en el desempleo, cifra que sube al 52% entre los menores de 25 años; uno de cada tres jóvenes lleva desempleado más de un año (a los dos pierde el seguro de salud); el 45% de jubilados recibe pensiones por debajo del límite de pobreza; el 40% de niños viven en pobreza; la población es hoy 40% más pobre que antes de los “rescates” de la troika; una deuda externa de 350 mil millones de euros que llega al 180% del PIB.

Contra esto se levantaron los trabajadores en oleadas de lucha que dejaban claro que en Grecia se libraba una de las batallas de la lucha de clases en Europa. Esa lucha fue recogida por Syriza, una coalición que incluye desde socialdemócratas y liberales, hasta maoístas y trostkystas, siendo la mayoría directiva gente identificada con el llamado “eurocomunismo”, una corriente que, traicionando precisamente al comunismo, renuncia a principios como partido de la clase obrera, dictadura del proletariado y revolución (por considerarla muy difícil en Europa), para ofrecer embellecer al capitalismo (el Partido Comunista Francés incluso quitó la hoz y el martillo como uno de sus símbolos).

El programa levantado por Syriza, sin embargo, fue muy cercano a lo planteado en las manifestaciones, al mismo tiempo que evitó asustar a la clase media con una posible salida del uso del euro como moneda. El discurso de la “ciudadanía”, donde entran todos sin distingo de clase social, no señala directamente a los culpables de la crisis y sus víctimas.

Con su victoria, se presentaron algunas leyes para restituir algunos derechos de manera parcial y un fuerte discurso contra las políticas de austeridad de la troika. Pronto se vio la falta de convicción, que llevó a varios a denunciar, desde dentro, que había sido corta la ilusión. Cuando en la negociación con la troika se llegó a un punto muerto, se decide en junio llamar a un plebiscito sobre la negociación, que tuvo amplio respaldo popular, aunque sectores de izquierda radical señalaron su límite en plantear solo rechazo al plan de la troika, pero comprometer con uno más débil presentado por Syriza y Alexis Tsipras.

Tras una gran movilización social, el pueblo griego democráticamente se pronunció el 5 de julio. El pasado 62% de los votos dijeron NO al acuerdo con la troika, cifra que en los distritos obreros sube al 70% de los votos y entre los jóvenes es del 80%. Con este dato, Tsipras regresó a la negociación, en la que en menos de 10 días aceptó condiciones aún peores contra las que votó el pueblo griego, olvidando su plan de gobierno y las condiciones de vida de la gente. La capitulación fue total. Los hechos llevaron a analistas a considerar que nunca tuvo un plan distinto, que en el fondo esperaba que gane el sí para de esa manera justificar lo que hace hoy.

Lo que Tsipras y luego la mayoría en el parlamento aprobó es un paquete neoliberal que incluye: privatización de todos los servicios (energía, puertos, ferrocarriles, etcétera) y de los bienes públicos, que formarán un fideicomiso que será administrado por la troika; una de los bancos griegos que será dirigida por la troika; subir la edad de jubilación a 67 años y congelar las pensiones hasta 2021; aumenta el IVA del 13% al 23%, incluso para medicamentos y alimentos; aumenta la deuda externa y la reconoce; revisarán la Ley laboral hasta en detalles como trabajo en días festivos, liquidación de contratos colectivos, más despidos masivos; aceptan derogar todas las leyes de este gobierno (desde febrero de este año) que se opongan a los dictados de la troika; no topa un centavo del gasto militar ni dice nada de las bases militares de USA; entre otras cosas.

En Grecia, la Europa de los monopolios y los capituladores ha matado la democracia y la soberanía nacional. Ahora gobierna la Troika y principalmente el imperialismo alemán.

Lo que vendrá

Lo primero, es que una vez más las medidas no ayudan al país a salir de la crisis, pues sus causantes son beneficiarios. Así lo señalan expertos que no pueden ser acusados de radicales o izquierdistas infantiles, como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, premios Nobel de Economía 2001 y 2008 respectivamente, quienes llegaron a llamar por el “no” en el referéndum. Lo dice el propio FMI, que reconoce que el pago de la deuda griega es inviable y que la Unión Europea también debería “sacrificarse” reduciendo esa deuda en un 30%. Ello es fácil, pues solo corresponde reducir en algo las gigantescas ganancias de los usureros, pero no se lo quiere hacer.

Cualquier análisis serio concluye que no se rescata a Grecia, sino a los bancos alemanes y al euro. Este tercer plan de rescate es una señal a todos para que nadie pretenda levantarse contra los monopolios, los banqueros y los acreedores de la deuda. Ramón Grosfoguel, de la Universidad de Berkeley, afirma además que Alemania, con la austeridad, empobrece intencionalmente al Sur de Europa para tener mano de obra barata y así poder competir con China.

Las iniciales movilizaciones populares contra el acuerdo fueron respondidas con una violenta represión, detenciones y juicios. La criminalización de la protesta social se anuncia como necesaria para imponer el paquetazo, cuyos efectos se empezarán a sentir directamente a fines de este año.

Pero la represión no puede contener la crisis política que ha llevado a Tsipras a depender de partidos de derecha para lograr el voto mayoritario en el Parlamento. No podrá continuar sin los votos de los tres partidos que perdieron las elecciones y el referéndum: To Potami, PASOK y Nueva Democracia y la fuerza de derecha ya en el gobierno, ANEL. De esta manera, un giro a la derecha es previsible, pero manteniendo un discurso de izquierda.

El hecho es que 31 diputados de Syriza (incluida la presidenta del Parlamento) votaron contra el acuerdo junto al Partido Comunista, y nueve más se abstuvieron. Ellos son parte de la llamada plataforma de izquierda en Syriza que incluía a 6 ministros y viceministros que dejaron sus cargos. La crisis es más seria si se considera que 109 miembros del Comité Central de este partido, de un total de 201, emitieron una declaración contra el acuerdo. Ellos denuncian que Tsipras tampoco cumplió con su compromiso de presentar a este comité cualquier propuesta de acuerdo antes de firmar, mientras la Juventud de Syriza demanda un congreso extraordinario del partido.

Por su parte, los sindicatos más fuertes y las fuerzas de izquierda revolucionaria preparan acciones contra la aplicación del acuerdo y por propuestas radicales, que son las únicas que pueden dar a Grecia una salida a la crisis reforzando su soberanía. Entre ellas están: suspensión del pago de la deuda, nacionalización de los bancos, impuestos a las grandes fortunas, restablecimiento de los derechos de los trabajadores, preparar una posible salida del Euro.

Soluciones hay. Pero ellas exigen dos condiciones: movilización política de los trabajadores y el pueblo para impulsarlas; y, la estructura revolucionaria capaz de dirigir ese proceso sin vacilaciones. El reformismo, llámese como se llame, aún el que se encubre en el uso tramposo de los discursos de izquierda y hasta de la palabra socialismo, al final capitula. Esto ha sucedido una vez más. Esto porque no quiere romper con el capitalismo y sus condiciones. Del propio Tsipras hay que recordar que se planteaba un imposible: romper con la austeridad impuesta por la UE sin romper con la UE. Las consecuencias están a la vista, pero el pueblo griego determinará el desenlace de esta crisis.


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