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Tendencias del mercado internacional y su impacto en la economía cubana

Lunes 30 de marzo de 2015 por CEPRID

José Luis Rodríguez

Cuba Contemporánea

La persistencia de la crisis económica internacional que estalló en 2008 ha venido incidiendo en una notable inestabilidad en la evolución de los principales indicadores de la economía internacional durante los últimos años, lo que -al mantenerse- introduce un gran riesgo en cualquier pronóstico en torno a su impacto sobre la economía nacional en el futuro próximo.

José Luis Rodríguez

Cuba Contemporánea

La persistencia de la crisis económica internacional que estalló en 2008 ha venido incidiendo en una notable inestabilidad en la evolución de los principales indicadores de la economía internacional durante los últimos años, lo que -al mantenerse- introduce un gran riesgo en cualquier pronóstico en torno a su impacto sobre la economía nacional en el futuro próximo.

La variabilidad del desempeño de la economía mundial ha sido una constante de los últimos años. Luego de una abrupta caída en el PIB durante 2009, el año siguiente pareció que se iniciaba una fuerte recuperación al crecer 5,4% el PIB global. Sin embargo, en 2011 se inició una desaceleración con un incremento de solo 4,1%, que llegó a 2,5% en 2013 y a 2,6% el pasado año.

Esta situación ha sido más notable aun en América Latina y el Caribe, al descender el crecimiento de 6% en 2011 a solo 1,3% tres años después. Incluso, en el caso de los BRICS, salvo la India, se presenta una nueva crisis potencial en Brasil con un crecimiento menor de 1% el pasado año, mientras que Rusia se estima incrementó el PIB en solo 0,3% y China desaceleró su avance con una tasa de 7,3%, después del 10,4% obtenido en 2010.

Por último, un nuevo factor de cambio surgió en el segundo semestre de 2014, cuando se produjo una violenta caída en el precio del petróleo, de alrededor del 45%.

Esta caída se explica por un conjunto de factores que incluyen la tendencia al estancamiento de la economía en los países más desarrollados y la desaceleración de las llamadas economías emergentes; la sobreoferta petrolera a partir de la producción de fuentes no convencionales como el petróleo de esquistos, que llevó a un grado cercano a la autosuficiencia petrolera a países como Estados Unidos; los riesgos geopolíticos presentes en diferentes regiones, y el cambio de política de la OPEP, dispuesta a no reducir la producción ante la caída de precios y la apreciación del dólar.

La mayoría de los pronósticos coinciden en afirmar que esta tendencia en los precios del combustible se sostendrá, y que estos solo subirían de 53 a 73 dólares por barril en los próximos cinco años.

Ello hace que se manifieste a corto plazo su impacto en la reducción del costo en la producción de alimentos, fertilizantes y productos químicos, entre otros productos básicos. También esta reducción incide en la caída de la rentabilidad de la producción de petróleo por vías no convencionales, tales como el petróleo de esquisto y las explotaciones off shore. Igualmente, afecta las nuevas inversiones para producir energía con recursos renovables, las que tienden a reducirse por sus elevados montos.

Este panorama ha influido en la evolución económica de Cuba en los últimos años, en tanto que su nivel de apertura (peso del comercio exterior en el PIB) ha venido elevándose hasta 47,8% en 2013. A ello se añade que para lograr un crecimiento del 1% en la economía se requiere de un incremento de entre 2 y 3% en las importaciones.

Otros rasgos que elevan la vulnerabilidad económica del país ante cambios en el entorno exterior son la alta concentración del comercio con un reducido número de países, ya que en 2013 el 67% de las exportaciones se agrupaba en cuatro países, mientras que el 51% de las importaciones se asociaba a tres.

En relación con la composición de las exportaciones, las mismas se concentran en un 35% en cuatro productos, mientras que las exportaciones de servicios representaban el 70% del total y los bienes el 30%.

El precio de las exportaciones de bienes cubanos de mayor peso se ha deteriorado en los dos últimos años. De este modo, la libra de azúcar, que se cotizaba a 19.23 centavos al cierre de 2013, bajó a 14.61 en diciembre de 2014, lo que indica un descenso de 24%, en tanto que el níquel se redujo en 15%, de 17 585 dólares por TM a 14 965.

En el caso de los servicios, el ingreso bruto por turista pasó de 1 098 dólares en 2000 a 1 000 en 2008 y descendió a 921 en 2013, mostrando una tendencia a la disminución del gasto por turista día, en parte alentada por la crisis internacional.

En este sentido vale la pena apuntar el impacto en la revaluación del dólar en los últimos años, ya que la cotización de USD por euro pasó de 1.33 al cierre de 2012 a 1.13 en 2014, para una devaluación de 15%, mientras que el dólar de Canadá -país que cubre el 41% de los turistas que visitan Cuba- se devaluó 22%, lo que en ambos casos afectó el poder de compra de los visitantes.

Los impactos de la evolución de la economía internacional sobre la economía cubana no son solo recientes. En realidad –como se plantea en los Lineamientos de la Política Económica y Social- entre 1997 y 2009 las variaciones de precios de exportaciones e importaciones representaron una pérdida de 10 900 millones de dólares, con una reducción del poder de compra de nuestros ingresos por exportación del 15%. Por otra parte, en los años transcurridos de 2009 a 2013, si bien el saldo comercial total a precios corrientes creció 2,4 veces, a precios constantes decreció 9%, reflejando una dinámica negativa.

Además de los impactos que se registran en las exportaciones, también ha resultado negativa la evolución de los precios de un grupo significativo de importaciones.

Tal es el caso de los alimentos, cuya factura total promedió 1 729 millones de dólares entre 2009 y 2014, con una tendencia al crecimiento de su valor para volúmenes aproximadamente similares de compra, ya que luego de una caída coyuntural entre 2009 y 2010 el costo de las adquisiciones de 2014 representó un crecimiento de 40,2% sobre este último año.

En este sentido llama la atención que mientras que los precios promedio de los alimentos en el mercado mundial solo representaron el pasado año un crecimiento de 7% sobre 2010, en el caso cubano el incremento fue muy superior.

En ello está incidiendo que en los precios pagados por la economía nacional tienen una notable influencia las tarifas de fletes y seguros que se ven afectadas por el elevado riesgo-país con que se califica a Cuba, básicamente producto del bloqueo económico de Estados Unidos.

Es conocido que (a partir de la aplicación de la Enmienda Torricelli de 1992) los barcos que toquen puertos cubanos no pueden ingresar a los Estados Unidos hasta seis meses después y de hecho entran en una lista negra que los coloca en una situación de desventaja en el mercado de los fletes. Como consecuencia de esta medida, muchos de los productos destinados a Cuba son desembarcados en puertos de Bahamas, República Dominicana, Jamaica o México para después ser reembarcados en otras naves que los llevan a su destino final en Cuba, encareciendo notablemente su costo.

De este modo, mientras que el precio de los granos en el mercado mundial en 2014 bajó 26,2% en relación con 2012, para Cuba el precio del arroz se elevó 5,6%, el de los frijoles 60,9% y el de los chícharos 46,9%. Otros precios que registran incrementos de importancia son los de la leche en polvo (42,3%) y el pollo en cuartos (9,4%).

En el caso de los combustibles, cuya factura anual alcanzó 4 300 millones de dólares en 2014, la tendencia a precios más altos hasta el primer semestre del año se ha visto compensada en buena medida por la fórmula de pagos de Petrocaribe y la liquidación de la factura mediante la venta de servicios de fuerza de trabajo calificada a Venezuela.

Desde el punto de vista financiero, es importante señalar que prácticamente toda la factura de alimentos se liquida con créditos a 360 días, lo que genera una tendencia sostenida al endeudamiento comercial, en medio de un acceso restringido a facilidades financieras en condiciones normales.

Un análisis más completo de la coyuntura internacional y su incidencia sobre Cuba supone un examen de lo que ha venido ocurriendo con la deuda externa del país en los últimos años y su papel en la estrategia para la creación de condiciones con vistas a un desarrollo sostenible a corto plazo.

Una visión actual de las dificultades financieras del país es necesario enmarcarla en los antecedentes acerca del manejo de estos temas desde períodos anteriores de nuestra historia. De tal modo, pocos recuerdan que en Cuba la deuda externa en moneda convertible era prácticamente inexistente en los años 60 del pasado siglo, totalizando solamente 291 millones de dólares en 1969.1 En el bajo nivel de préstamos otorgados al país durante los diez primeros años de la Revolución había incidido el bloqueo económico de Estados Unidos, pero también las reclamaciones de firmas extranjeras producto de los procesos de nacionalización llevados a cabo por el gobierno.

En la medida en que se lograron acuerdos para indemnizar la propiedad de los dueños de las firmas nacionalizadas -proceso que duraría hasta los años 80 y que no incluyó a empresas norteamericanas debido a la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos-, comenzaron a crearse condiciones para capitalizar el país a través de un masivo flujo de financiamiento externo ante la insuficiente capacidad de ahorro interno.

Por otra parte, los acuerdos alcanzados con la Unión Soviética en diciembre de 1972 permitieron posponer el pago de la deuda con ese país hasta 1986, para liquidarla en 25 años sin intereses.

Ello, junto a la firma de otros convenios para financiar importantes inversiones en el país, y a la indexación del valor de las exportaciones cubanas con las importaciones soviéticas acordada en 1976, creó condiciones favorables para tomar nuevos créditos en moneda convertible –que se estima llegaron a entre de 4 250 y 4 750 millones de dólares en los años 70– y asumir el pago de esa nueva deuda, que se elevó a 2 914 millones de dólares a mediados de 1982 y cuya amortización pasó a cubrir el 8,8% del valor de los ingresos externos en 1975, elevándose al 28,1% en 1981.

A inicios de los años 80 se desató en América Latina la crisis de la deuda, al elevarse abruptamente los costos del financiamiento externo. Esa situación afectó también a Cuba que –sin embargo– logró una renegociación favorable de sus adeudos con el Club de París entre 1982 y 1986.

No obstante, en ese año se paralizó el pago de esos créditos a partir de la posición injerencista de los acreedores en la política económica interna de nuestro país. Ello llevó consecuentemente a que en la práctica se redujeran a un mínimo los créditos en moneda convertible y a que Cuba suspendiera el pago del servicio de la deuda en 1987.

En 1989 la deuda en esa moneda alcanzó 6 165 millones de dólares, de los cuales ya el 38% era deuda vencida y no pagada.

A pesar de las dificultades financieras en moneda convertible que se agudizaron en la segunda mitad de los años 80, y de un deterioro marcado en las relaciones económicas con la Unión Soviética, las condiciones de financiamiento externo que prevalecieron durante la mayor parte de estos años coadyuvaron a que la formación bruta de capital pasara del 18% en la década de los años 70 al 25% entre 1980 y 1989, y a que la economía nacional creciera a un ritmo promedio anual de 5,6% entre 1970 y 1989.

Esta tendencia desapareció abruptamente con la crisis del Período especial, que provocó una caída del PIB equivalente al 35% de su valor entre 1989 y 1993, y que tardaría 15 años en recuperarse. Parejamente, el país vio reducido a cero el flujo de recursos financieros y –a pesar de algunos esfuerzos por implementar un swap de deuda por inversiones– cesaron los pagos de todos los adeudos. Esto llevó a que en 1994 la deuda en moneda convertible se elevara a 9 083 millones de dólares con un 22,4% de intereses contractuales vencidos y no pagados en esos momentos.

En la misma medida en que la economía comenzó a recuperarse, también se reiniciaron esfuerzos por normalizar la situación con los acreedores de nuestra deuda externa. Esto llevaría a procesos de renegociación con China regularmente a partir de 1995; en el año 2000 se firmó un acuerdo para renegociar un monto de 115 millones de dólares de deuda con Alemania, y se acordó con Japón una posposición de pago por 20 años, que incluyó una condonación estimada en 1 400 millones de dólares.

El último informe publicado por el Banco Central de Cuba en 2004 daba una cifra total de deuda externa estimada de 13 802 millones de dólares, que representaba el 33,6% del PIB. Con posterioridad a esa fecha, la información oficial solo está disponible en el Anuario Estadístico de Cuba, que únicamente brinda la cifra de la deuda renegociada, la que denomina como deuda activa. A partir de 2009 se comenzó a implementar una nueva política dirigida a normalizar las relaciones con todos los acreedores, en tanto que la deuda total en ese año se estimaba por el Economist Intelligence Unit en 20,606 millones de dólares, equivalente al 37,3% del PIB.

A partir de ese momento se inicia un proceso de renegociación y pago puntual de la deuda que cobra un nuevo impulso en 2015 y que –luego de este recuento histórico indispensable y debido a su importancia– es necesario analizar en detalle.

El pago de los adeudos financieros externos en los últimos cinco años pasó a ser un elemento fundamental de la actualización del modelo económico cubano, cuya implementación ha ido perfeccionándose a lo largo de ese período y que alcanza una nueva dimensión con varias decisiones adoptadas en el presente año.

En ese sentido cabe recordar que un crecimiento que haga sustentable la reproducción de la economía solamente es posible si se incrementa el rendimiento de los distintos factores que intervienen en su dinámica, tomando como punto de partida un crecimiento notable de las inversiones.

Sin embargo, la capacidad de acumulación doméstica resultó muy limitada entre 2009 y 2013, cuando la formación bruta de capital solo alcanzó como promedio el 9,3% del PIB a precios corrientes, estimándose una cifra inferior para 2014, cuando incluso la inversión total decreció durante el primer semestre del año.

En esas circunstancias resultaba indispensable aumentar los flujos financieros externos y especialmente la inversión extranjera directa (IED). Para favorecer este último elemento, se llegó a la conclusión de que la inversión foránea jugaría un papel fundamental en el desarrollo del país y se cifraron las necesidades de capital entre 2 000 y 2 500 millones de dólares por año.

En ese contexto, se aprobó la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) en 2013, una nueva Ley de Inversión Extranjera en marzo del pasado año y una cartera de oportunidades de inversión con 246 proyectos evaluados en 8 700 millones de dólares, que se presentó al público en noviembre de 2014.

Como premisa para alcanzar mayores entradas de capital al país se había venido trabajando en la normalización del pago del servicio de la deuda, y para ese fin se dedicó como promedio anual un estimado de 3 224 millones de dólares entre 2010 y 2014, cifra que representó el 4,7% del PIB. No obstante, para honrar esos pagos el país redujo sus importaciones, que disminuyeron del 32,4 al 18,8% del PIB en cinco años, lo cual, indudablemente, debe haber incidido en tasas de crecimiento económico inferiores a partir de 2012.

Ante la necesidad de revertir esa tendencia, para 2015 el país se propuso ajustar su política económica externa.

En tal sentido, el ministro de Economía y Planificación anunció en la Asamblea Nacional que para crecer había que aumentar las importaciones, las que se deben incrementar 13,3% este año. Ese aumento posibilitará elevar en 28,7% las inversiones y en 11,2% la producción manufacturera, entre otros elementos claves para lograr un PIB superior en 4% al del año anterior.

Para lograr el financiamiento indispensable que cubra ese nivel de compras externas se tomó la decisión de pagar 5 661 millones de dólares de los adeudos -cifra que representa 84% más que lo pagado en 2014 y alrededor del 30% del valor de las exportaciones totales-, así como gestionar una retoma de créditos por 5 557 millones.

Esta operación financiera debe elevar la confianza entre los financistas internacionales relacionados con Cuba, en tanto que permite liquidar una parte significativa de los adeudos atrasados y propicia la obtención de nuevos créditos bajo condiciones más favorables. Al mismo tiempo, con esta decisión se incrementa la credibilidad del país en el proceso de captación de nuevas inversiones foráneas.

La coyuntura económica internacional del presente año se muestra compleja, y no se aprecia una consolidación de la economía mundial como para afirmar que se entra en una clara recuperación económica.

En el caso de Cuba, las nuevas decisiones adoptadas favorecen una dinámica que debe resultar en un crecimiento superior de la economía. En tal sentido, los procesos de renegociación de deuda pendientes -particularmente con el Club de París- se deben favorecer en la actual coyuntura.

Por otro lado, la reducción de los precios del petróleo debe impactar favorablemente en la balanza de pagos y el nuevo escenario de relaciones económicas que se abre con Estados Unidos también debe propiciar impactos favorables en la economía nacional.

1 Los datos económicos y financieros que se utilizan en este articulo se tomaron de Banco Nacional de Cuba: “Informe Económico”, La Habana, agosto de 1982; Banco Nacional de Cuba: “Informe Económico”, La Habana, junio de 1990; Banco Nacional de Cuba: “Informe Económico 1994”, La Habana, agosto de 1995, y Banco Central de Cuba: “Informe Económico 2004”, La Habana, julio de 2005.

José Luis Rodríguez es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial.


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