CEPRID

El Salvador.- Los caminos de Sánchez y los caminos de Funes

Jueves 19 de febrero de 2015 por CEPRID

Roberto Pineda

CEPRID

Al acercarse las próximas elecciones legislativas y municipales del 1 de marzo, debemos de evaluar, con la mente fría y el corazón ardiente, como aconsejaba Lenin, en qué medida se ha modificado la correlación de fuerzas sociales y políticas que disputan la conducción del proceso político nacional. Las siguientes notas se orientan en esa dirección.

Un presidente risueño en un país atormentado

La sonrisa del presidente Sánchez es ya proverbial. En un país sumido en una profunda crisis social y económica, con altos índices de criminalidad y aplazado en los principales índices económicos, esta es una cualidad que puede ser muy útil. La táctica de limar asperezas y proponer la “unidad nacional” tiene sus ventajas y a la vez sus desventajas. Entre las ventajas se encuentran las de evitar el fatal aislamiento político.

Y entre las desventajas está la de confundir amigos con enemigos e ilusionarse tanto con la “armonía social” como con el “imperio benefactor.”Ojala con toda su experiencia, esto no le esté sucediendo al presidente Sánchez y comprenda que los oasis en los desiertos por lo general son espejismos y que al final la arena siempre golpea en el rostro, y más cuando es arena oligárquica. Por otra parte existe la peligrosa tentación de seguir gobernando desde arriba, como es la tradición política del orden oligárquico desde el cubano Barriere en 1821, la cual es estimulada por los actuales aliados políticos (GANA) y económicos (fracción árabe Saca-Bukele-Salume) que integran el bloque de poder y que fue el estilo asumido por el gobierno Funes y heredado desde entonces.

Pero de esta manera se abandona la posibilidad real de construir poder popular por medio del probado método de gobernar desde abajo, respaldado en la conciencia y la movilización popular más que en las negociaciones de cúpulas legislativas. Pero existen temores para emprender este rumbo, posiblemente originados en cuarteles y embajadas.

Y es que la crisis nacional es muy compleja y ha provocado altos niveles de violencia social, y ha creado una situación paradójica, en la cual incluso los policías se han convertido en un grupo social altamente vulnerable, olfateado, cercado y asediado por las pandillas delincuenciales. Y esto no se resuelve con oraciones ni marchas, sino con planes, voluntad y recursos.

El segundo gobierno del FMLN: rupturas y continuidades

Entre el gobierno de Funes y el de Sánchez hay rupturas y continuidades. Mientras el primer gobierno del FMLN exhibió un estilo de gobierno confrontativo con la oligarquía, este segundo gobierno práctica un estilo conciliador, con un discurso de “unidad de la nación.” ¿Es este un problema de forma o de contenido? ¿Obedece a una línea táctica de no confrontar para avanzar o a una línea estratégica de conciliación de clases?

Es todavía muy temprano para juzgar. Y si bien es cierto que la gobernabilidad y la búsqueda de consensos es importante para evitar el aislamiento, también lo es la necesidad de irle abriendo paso a la ruptura con el sistema vigente. Al final los hechos hablan por sí solos. Y lo que es clave es saber al servicio de quien se está gobernando y esto no puede ocultarse.

Por ejemplo, escuchamos por segunda vez un ya conocido discurso que nos indica que hay que crecer en la economía para poder luego distribuir. Pero fue precisamente con ese mismo discurso que se implantó un destructor modelo a partir de 1989, que privatizó la banca y vendió recursos estratégicos como la distribución de energía, las telecomunicaciones y hasta los fondos de pensiones. Hoy se habla de asocios público privados. Ojala bajo esta fórmula mágica no vendamos hoy hasta nuestras nuestras playas, con el Fomilenio II. Entre los principales desafíos de este segundo gobierno del FMLN, desde una óptica de los sectores populares, se encuentran en el plano económico los de promover una profunda reforma económica que comprende la reversión de los mecanismos del modelo neoliberal (privatizaciones, tratados comerciales lesivos y dolarización). No podemos confiar en un crecimiento económico sin justicia económica. De hacerlo así, únicamente seremos administradores del crecimiento económico de la oligarquía financiera y de las corporaciones y bancos transnacionales.

En el plano social asumir el desafío de crear las bases para la incorporación social de los amplios sectores sociales que han caído en la delincuencia ante la fragilidad de las políticas sociales y la destrucción del aparato productivo; En el plano político promover la participación popular en la toma de decisiones fundamentales y en el plano cultural, recuperar el terreno perdido y enfrentar los avances de la derecha en el pensamiento de los sectores populares, en particular a nivel religioso y educativo.

Es preciso llamar la atención sobre los avances de la derecha a nivel ideológico. Los avances logrados mediante las luchas populares de los años sesenta, setenta y ochenta que permitieron que los sectores populares tuvieran claridad acerca de la explotación generada a partir del capitalismo así como la construcción de una cultura progresista y tolerante se han venido perdiendo. La derecha mediante el proyecto ideológico neoliberal ha logrado construir, afianzar o recuperar poderosas instituciones tales como iglesias y universidades, incluyendo la UES y la Iglesia Católica, que moldean fuertemente las visiones de los sectores populares, orientándolas hacia el individualismo, consumismo, pesimismo, racismo, chovinismo, machismo, homofobia y el autoritarismo.

Incluso hay sectores políticamente de izquierda, que votan por el FMLN pero se congregan en iglesias de derecha, donde son adoctrinados en la pasividad y la indiferencia social. No basta con votar hay que también luchar. Pero incluso en el debate parlamentario, se escuchan opiniones desde la izquierda sobre temas como el aborto o las luchas y organizaciones sociales, que no se diferencian de las esgrimidas por el ultraderechista Opus Dei o el Diario de Hoy. Es este retroceso en la cultura política de los sectores populares unido a la desintegración social, lo que sustenta ideológicamente la expansión territorial del accionar de las pandillas. Es un problema ideológico y a la vez político. Enfrentar este desafío requiere un profundo trabajo de educación política en la militancia de izquierda y en los sectores populares.

En cada uno de estos campos señalados existen amenazas desde visiones extremas de derecha y de izquierda. En el plano económico una visión de derecha, oportunista, pragmática sostiene en los hechos -aunque conservando un lenguaje progresista- que hay que adecuarse a la realidad y convertirse en empleados privilegiados del imperio y sus proyectos. En el otro extremo existen sectores de izquierda que con sus acciones llevan agua al molino de la derecha y no entienden la complejidad del momento.

En el plano social hay sectores dentro de la misma izquierda que en sintonía con la derecha más recalcitrante, propugnan por un holocausto similar al de 1932 para terminar con “las maras” sin tomar en cuenta que la actual situación de violencia tiene entre una de sus múltiples causas, el debilitamiento del movimiento popular a partir de los Acuerdos de Paz de 1992.

La izquierda salvadoreña

El FMLN como la expresión mayoritaria y de mayor experiencia de la izquierda salvadoreña, enfrenta múltiples retos y responsabilidades.

A nivel táctico existe la necesidad objetiva de volver a derrotar a la derecha, al partido ARENA en estas próximas elecciones del 1 de marzo para evitar que esta bloquee los planes de gobierno. El camino al socialismo pasa ineludiblemente por continuar derrotando a la derecha política mientras se fortalece el control y la experiencia política de gobernar y el despliegue de un movimiento popular. Un obstáculo en este camino es la aparición pública –entendible aunque no justificable luego de veinte años de lucha electoral en la que los aliados nos influyen- de usar la política para objetivos de enriquecimiento personal.

Por otra parte, la decisión táctica del FMLN desde 1992 es fortalecer el aparato partidario y sus alianzas por encima del movimiento popular y social, lo cual es un grave error y explica las dificultades para enfrentar desde el Ejecutivo los problemas de la delincuencia, el empleo y el alto costo de la vida. A nivel estratégico la tarea estratégica principal consiste en desmontar el aparato neoliberal que incluye las privatizaciones, tratados comerciales lesivos y dolarización, que implica remover el modelo neoliberal implantado desde 1989 y que sobrevivió a los acuerdos de paz de 1992 y que sigue vigente ya en dos gobiernos del FMLN.

Esto tomara seguramente –y mis disculpas a los impacientes- por lo menos otros dos periodos en el ejecutivo y seguramente esta tarea estratégica sería acelerada si contáramos con un fuerte movimiento social y popular que exigiera ese tránsito. Y permitiera una victoria decisiva, que aun no se ha dado, sobre la derecha reaccionaria.

A nivel estratégico existe la necesidad de construir un frente nacional por los cambios que permita movilizar a diversos sectores alrededor de una plataforma de reformas estructurales que permitan elevar los niveles de la calidad de vida de la población.

Un imperio benefactor y complacido

El gobierno de Estados Unidos ha logrado a partir de 1992 presentarse como una fuerza interesada en la estabilidad y el progreso de El Salvador, pretendiendo borrar en la opinión pública el nefasto papel jugado en apoyo de la dictadura militar durante sesenta años (1932-1992) y en particular el respaldo militar de contrainsurgencia durante la guerra popular revolucionaria (1980-1992) desde el que se desarrollaron masacres como El Mozote y asesinatos de personalidades como Monseñor Romero.

Y hoy se nos presenta como una potencia benefactora interesada en nuestro desarrollo (Fomilenio I y II) e incluso funcionarios gubernamentales de los gobiernos del FMLN agradecen quizás hasta sinceramente, la vigencia del CAFTA, de la ILEA y la presencia desinteresada de sus compañías internacionales como AES, además que en estos tiempos de globalización neoliberal algunos consideran como obsoleto y de muy mal gusto hablar de imperialismo.

No obstante esto, es importante registrar la actitud del gobierno estadounidense en el marco de la evolución de las relaciones entre nuestros dos países. En los años que van desde el fin de la II Guerra Mundial hasta mediados de los años setenta se consolida la presencia hegemónica de los Estados Unidos frente a otras potencias, como Alemania o Japón, muy a pesar del corazoncito nazi del General Martínez.

Durante este período la economía estadounidense se fundamentaba en el desarrollo industrial de las gigantescas corporaciones transnacionales. Se basaba en una economía real, material, que comprendía la producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Y en este marco se desarrollan en nuestra región procesos de integración y de industrialización dependiente, simbolizadas por el Mercado Común Centroamericano.

A mediados de los años setenta concluye este periodo de crecimiento del capitalismo global que duró treinta años. Inicio un nuevo periodo caracterizado por un débil crecimiento y altos niveles de inflación, agudizados por el aumento de los precios del petróleo.

Frente a esto las corporaciones transnacionales decidieron revertir los logros y conquistas sociales, alcanzados por los sindicatos durante el periodo anterior y cerraron industrias e incorporaron nuevas tecnologías al proceso productivo y lo más decisivo, sacaron sus capitales de la industria y canalizaron de manera masiva sus cuantiosas ganancias hacia el sector financiero, la banca, inversiones en bienes raíces, búsqueda de mano de mano de obra barata en el tercer mundo, gestión de derechos de propiedad, de patentes de semillas, privatización de la salud, educación, seguridad social, agua , prisiones, parques, etc. Esto creo una nueva realidad internacional en la que los mercados financieros y la OMC se convirtieron en los nuevos dueños del mundo.

Y luego mediante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) y el famoso Consenso de Washington (Williamson) de 1989 nos impusieron esta doctrina y nos obligaron a alinearnos, nos arrodillaron. Y esta modalidad neoliberal del capitalismo global de la actualidad, de economía basada en las finanzas, se establece a mediados de los años ochenta, cuando nuestro país estaba en la mitad del conflicto armado.

Y este proyecto global levanta cabeza en Estados Unidos con la llegada al gobierno en 1981 de Ronald Reagan y en nuestro país llega en 1989 mediante el primer gobierno de ARENA, que firma en 1992 la paz y a la par firma las privatizaciones. Es un proyecto que no solo es económico, sin tiene componentes sociales, militares, políticos y culturales. Y a partir de 1989 en El Salvador se abandona la agricultura, nuestra economía real, y va tomando fuerza el sector financiero, la oligarquía financiera, que se ve obligada en el 2006 a despojarse de sus bancos y a vender a los grandes capitales colombianos, canadienses ingleses y estadounidenses.

Pero la oligarquía se quedó con sus grandes inversiones en bienes raíces, hoteles y centros comerciales mediante los cuales rebasaron las fronteras nacionales y se regionalizaron, aumentando sus ganancias. A nivel local el capital imitó a sus referentes internacionales y se fortaleció como fuerza oligárquica. Pero en 2008 este proyecto global entró en crisis. Y los mismos gobiernos de los países globalizadores se vieron obligados a salir al auxilio de sus bancos, para mitigar la pérdida de empleos, ingresos, viviendas, etc. Hoy desde finales del 2014 asistimos a nuevos fenómenos vinculados a esta misma crisis, caracterizados por la baja en el precio del petróleo, lo cual va generar una nueva redistribución de poder mundial, en el que seguramente las grandes corporaciones transnacionales y bancos internacionales saldrán de nuevo favorecidos.

Las luchas del movimiento popular y social

Lo más seguro es que el movimiento popular deberá recuperar su papel histórico de lucha mediante su propias fuerzas, sin contar con el acompañamiento de la principal fuerza de izquierda. Esto vuelve el proceso más difícil y prolongado, pero a la vez le libera de compromisos con la institucionalidad partidaria. Esta situación rompe con una tradición de sesenta años de la izquierda salvadoreña, surgida desde la fundación del PCS en 1930. Pero es una realidad desde 1992 y en particular desde el 2003, y así debemos de asumirla. Ojala en el camino de reconstruir el movimiento popular y social podamos de nuevo encontrarnos las diversas expresiones de izquierda, hoy dispersas.

Han pasado más de veinte años desde el último gran oleaje de lucha de masas vinculado con la lucha contra la privatización de la salud. En este periodo han existido diversos proyectos organizativos así como diferentes expresiones de lucha. En el periodo anterior, el de los gobiernos de ARENA, era más fácil aglutinar fuerzas y esfuerzos. Había claridad sobre el enemigo a vencer. Lo mismo fue antes, durante el periodo de la Guerra Popular Revolucionaria. Hoy la situación es mucho más compleja, inédita y a veces confusa. A partir del 2009 el respaldo a los gobiernos del FMLN se ha convertido en la pauta principal de acción, lo cual ha desmovilizado al grueso del movimiento popular, que muestra su poderoso musculo los primeros de mayo, y luego se repliega obediente hasta la próxima marcha o campaña electoral. Modificar esta conducta política es un reto principal, de carácter estratégico.

Y solo podrá lograrse en la medida que logremos identificar las agendas de lucha que nos permitan construir poder popular, generar organización popular mediante su coordinación y solidaridad. Es un gran reto y lo principal radica en unificar en un solo torrente las diversas luchas dispersas que vemos surgir casi a diario, como la de los bomberos pidiendo mejores condiciones de trabajo. Y la exigencia justa y válida será hacia nuestros propios compañeros funcionarios locales y nacionales. Y esto va generar conflictos con nuestro mismo gobierno, pero es parte del aprendizaje.

Los vericuetos electorales

En un mes (1 de marzo) se definirá la nueva correlación política de fuerzas legislativas. Es un desenlace que permitirá obstaculizar o facilitar la gestión del segundo gobierno del FMLN. Lo más probable es que se reproduzca con mínimas variaciones la actual correlación de fuerzas. Y esto beneficia al FMLN y a GANA en el caso que mantenga su condición de tercera fuerza.

Naturalmente, ARENA lo mismo que el FMLN aspiran a aumentar su cuota. Pero modificar las realidades territoriales es sumamente difícil. Y más con las reformas electorales que permitirán como elemento de novedad, el voto cruzado.

Es muy interesante en el caso de la izquierda que estarán participando cinco formaciones políticas. Únicamente queda fuera el PSOCA y los Anarquistas por el momento. Entre las exquisiteces electorales pueden mencionarse al CD que lleva como candidato a la Alcaldía de San Salvador al excomandante guerrillero Roberto Cañas; al PSD que le ha prestado la camisa a Mario López, dirigente del MNP; al FMLN con Nayib Bukele como candidato a la Alcaldía de San Salvador. Y como dato histórico la participación de un candidato independiente, de origen trotskista, del joven maestro Ernesto García, dirigente de la Unidad Socialista de los Trabajadores,(UST).

Y también es interesante en el caso de la derecha participen siete formaciones políticas: ARENA, GANA, PCN, PDC, DS, PSP y FPS. Lo más destacado es el recambio a mitad de la carrera del actual Alcalde Norman Quijano por el empresario Edwin Zamora para la Alcaldía de San Salvador; por la que compiten también el exdirigente arenero Walter Araujo y el empresario Adolfo Salume.


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