CEPRID

Cuba: una revaloración indispensable de la inversión extranjera directa

Lunes 24 de febrero de 2014 por CEPRID

José Luis Rodríguez

Cuba Contemporánea

La inversión extranjera directa (IED) se tomó en cuenta por primera vez en la economía cubana cuando en 1982 se aprobó el Decreto Ley 50, que la autorizaba como un complemento al esfuerzo inversionista del país y los proyectos que se venían desarrollando con las naciones socialistas europeas.

Posteriormente, durante el Período Especial, se incrementó gradualmente la presencia de capital foráneo, primero en los sectores del turismo y la producción del petróleo, y posteriormente en la minería del níquel, las telecomunicaciones, la industria alimentaria y la comercialización de las exportaciones de tabaco y ron, entre otras áreas a las que se dirigió la captación de los flujos financieros externos.

A partir de septiembre de 1995 esta actividad fue regulada por la Ley No. 77 de la Inversión Extranjera, que se complementaría en 2004 con el Acuerdo No. 5290 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, que amplió las formas de inversión posibles.

De este modo, la IED creció entre 1995 y 2002, cuando abarcó 403 negocios conjuntos, con un compromiso de inversión estimado en 5.200 millones de dólares. Estos acuerdos se fueron reduciendo por el vencimiento de los contratos, así como por incumplimientos de  lo pactado y el desfavorable resultado económico de una parte de los proyectos, lo que llevó a que en 2010 se mantuvieran sólo 206 acuerdos, con un compromiso estimado de inversión de 4.200 millones de dólares.

La transformación de la política económica que se aprobó en 2011 planteó nuevamente la necesidad de continuar propiciando la participación del capital extranjero en la economía como complemento del esfuerzo inversionista nacional.

Esa realidad se ha puesto de manifiesto en diferentes estudios que, aunque muestran que las asociaciones económicas con capital extranjero participan en el 40% del valor de las exportaciones del país, evidencian que su monto ha sido insuficiente en relación con las necesidades de inversión foránea, estimadas en varios cientos de millones de dólares anuales para alcanzar tasas de crecimiento superiores al 6% a mediano plazo.

En este sentido, el país debe enfrentar la descapitalización sufrida por la economía durante los últimos 25 años, consecuencia básicamente de la significativa reducción de las inversiones producto de la crisis de los ´90. En efecto, mientras que la tasa de inversión alcanzó un valor de 26% del PIB en los años ´80, bajó a 9,2% en la década siguiente y sólo se elevó muy discretamente a 10,6% entre 2000 y 2013.

Para dar un vuelco a esta situación se requiere emprender cambios estructurales indispensables en el modelo de funcionamiento de la economía cubana, que permitan superar los obstáculos que supone enfrentar solamente la coyuntura a corto plazo. Sin embargo, para lograr esas transformaciones -además de algún tiempo- es preciso incrementar el volumen y la calidad de las inversiones, pero dado el bajo ritmo de crecimiento de la economía en estos momentos -sólo 2,5% anual entre el 2009 y 2013- no es posible asegurar un nivel mínimo de consumo, incrementar las inversiones y al mismo tiempo regularizar el pago de la deuda externa.

Este último aspecto implica serias restricciones a corto plazo para el crecimiento del país, pero resulta indispensable para lograr los flujos financieros externos necesarios y, entre ellos, incrementar la inversión extranjera directa.

Objetivos esenciales -como lograr un mayor nivel de seguridad alimentaria sustituyendo un potencial de unos 600 a 800 millones de dólares anuales en importación de alimentos- demandan un flujo de recursos financieros que permitan asegurar el capital de trabajo para la compra de insumos básicos -fertilizantes, herbicidas, plaguicidas y combustible-, así como la adquisición de maquinaria y equipos indispensables en el propósito de incrementar la productividad del trabajo y el rendimiento de los cultivos. (1)

Esos recursos pueden obtenerse mediante la asociación con el capital extranjero, como parte de una política adecuada que permita maximizar los beneficios y minimizar los riesgos que esta política supone.

Para ello no deben pasarse por alto las ventajas y limitaciones de la inversión extranjera en nuestras condiciones.

Entre los atributos con que cuenta Cuba para captar inversión extranjera directa (IED) se cuentan ventajas comparativas naturales que incluyen la disponibilidad de ciertas reservas minerales de importancia, entornos turísticos sin explotar y una ubicación geográfica favorable.

También posee ventajas comparativas adquiridas tales como un elevado nivel de escolaridad de la población (el 19% de los trabajadores tiene nivel universitario), desarrollo científico relevante en un grupo de ramas del saber, infraestructura mínima para el desarrollo del transporte internacional y para un grupo de producciones agrícolas e industriales, elevado estándar de salud e higiene y alto nivel de seguridad ciudadana.

Sin embargo, no es posible ignorar un conjunto de limitaciones para la entrada de capital extranjero en el país. La primera de ellas y la más importante es la existencia del bloqueo económico de Estados Unidos, que no solamente impide el acceso al mayor mercado del mundo, sino que impone costos y riesgos que encarecen las inversiones en Cuba. A ello se añade la prolongada crisis económica internacional y la incertidumbre que introduce.

A lo anterior habría que sumar el elevado nivel de descapitalización que arrastra la economía cubana, así como la ausencia de personal calificado y con experiencia para operar con la IED. En este último aspecto, el hecho de que la economía cubana no sea de mercado supone limitaciones para la utilización actual de determinados mecanismos desarrollados en esas economías, tales como mercados financieros y bolsas de valores, así como los instrumentos que se asocian a su funcionamiento.

También constituyen aspectos por mejorar el acortamiento de los plazos de negociación y aprobación de los proyectos, la reducción de determinados costos en las operaciones del inversionista extranjero, que rebasan el promedio regional, y una definición más precisa de la cartera de proyectos de inversión que se desea promover.

Un elemento de la mayor importancia en la promoción de nuevos proyectos de inversión con capital extranjero radica en la flexibilización de la política fiscal y comercial del país, así como en la mayor eficiencia del entorno de negocios, especialmente en lo referido a la modernización del sistema bancario y la adecuación del régimen de contratación de la fuerza de trabajo. En este último caso se trataría de mantener condiciones que permitan preservar la fuerza de trabajo calificada con niveles de retribución adecuados, al tiempo que se establezcan mecanismos más flexibles para su contratación por parte del capital foráneo.

La priorización de proyectos dentro de una cartera de posibles inversiones extranjeras en la economía cubana debe tomar en cuenta, por un lado, la urgente necesidad de recapitalización de producciones claves para el país, como la producción de alimentos capaces de sustituir importaciones. Por otro, a aquellos sectores en los que existe un potencial científico importante para lograr producciones y servicios de alta competitividad, como las farmacéuticas asociadas a la biotecnología y algunas líneas en la esfera de las telecomunicaciones y la informática.

A pesar de los obstáculos apuntados, la mayoría de los especialistas considera que existe un espacio al alcance de Cuba para promover exitosamente la IED que cubre a los países miembros del ALBA, a las principales economías de la región latinoamericana (Argentina, Brasil y México), China, Vietnam, Canadá, algunos países de Europa Occidental y Rusia.

La política en torno a la inversión extranjera directa en Cuba (IED), cuya ampliación había sido prevista al aprobarse los Lineamientos de la Política Económica y Social en abril de 2011, fue relanzada con la creación de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) en septiembre último.

Este proyecto está directamente vinculado a la creación de la terminal de contenedores del puerto de Mariel.

En efecto, la inversión que se acometió en 2010 y cuyo primer tramo fue inaugurado el pasado 28 de enero, rebasa los 957 millones de dólares, (2) el 85% de los cuales fue financiado por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil, con el objetivo de crear un mega puerto capaz de acoger los nuevos cargueros de más de 200 mil toneladas de desplazamiento -conocidos como barcos post-panamax-, que podrán atravesar el Canal de Panamá una vez concluidas las obras para su ampliación, lo cual está previsto para 2015.

Las implicaciones económicas de una instalación de esta naturaleza en Cuba resultan evidentes cuando se conoce que, con la ampliación señalada, el costo de transportación desde Asia se reducirá en 50%. En ese escenario, el puerto del Mariel presenta ventajas competitivas con respecto a otros puertos en la región, aun en medio del bloqueo de Estados Unidos.

Tampoco debe pasarse por alto que con la enorme capacidad de manipulación de 822 mil contenedores anuales el Mariel se convierte en el principal puerto del país, con repercusiones muy favorables para nuestro comercio exterior, en tanto se libera el puerto de La Habana para otros objetivos de orden turístico, con notables beneficios ambientales.

De este modo, la creación de la ZEDM, de unos 465 kilómetros cuadrados de extensión, será favorecida por toda la infraestructura creada en paralelo para el puerto, pero -además- el proyecto representa un impulso de gran magnitud para el desarrollo del país, lo cual se aprecia al examinar sus particularidades.

En primer lugar, el Decreto Ley 313, mediante el cual se aprobó la ZEDM, si bien no implicó una modificación de fondo de la Ley 77 De la Inversión Extranjera de 1995, ofreció palpables ventajas tributarias en lo referido a las exención del pago del impuesto sobre la fuerza de trabajo, del impuesto sobre utilidades durante 10 años y del impuesto sobre las ventas por un año.

Adicionalmente, las tasas impositivas fijadas resultan favorables si se comparan con lo establecido en la Ley 133, ya que el impuesto sobre utilidades se fijó en 12% y el de ventas en 1%, y se mantuvo la contribución a la seguridad social en 14%.

Otro aspecto novedoso -según la explicación brindada por el Ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera en la Feria de La Habana 2013- fue el tratamiento a la contratación de la fuerza de trabajo.

En este sentido, se informó que, si bien se mantenía ese proceso a través de agencias empleadoras, su objetivo no era la recaudación de divisas, al tiempo que se señalaba que el salario de los trabajadores sería fijado sobre una base de mayor participación en el valor del contrato, lo cual introduce un elemento de estimulación importante. En cuanto a los objetivos de la IED, se mantiene el propósito de obtener financiamiento, mercado, tecnología, capacidad gerencial y empleo. Con el fin de exportar y sustituir importaciones son priorizados nuevos sectores en el ámbito de la IED, tales como la biotecnología, la farmacéutica, la industria agroalimentaria, la energía renovable y el sector inmobiliario, entre los de mayor significación.

Los primeros resultados informados por la Oficina Regulatoria de la ZEDM indican que hasta enero se habían recibido 72 peticiones de inversión y 66 solicitudes de información por parte del capital extranjero: el 38% estaban vinculadas con la industria, el 21% con la agroindustria y el 13% con servicios de infraestructura.

Por su parte, el MINCEX informó que 35 proyectos asociados con la industria de envases y embalajes, la agroindustria, la química y la siderurgia estaban en vías de materialización.

En esta nueva fase de la IED en Cuba está desempeñando un papel muy destacado Brasil.

Por ejemplo, la firma Odebrecht, directamente involucrada en la construcción de la terminal portuaria en Mariel, ha estado vinculada desde 2012 en un contrato de administración productiva para la fabricación de azúcar en el central 5 de Septiembre de Cienfuegos, con el objetivo de incrementar en más de cinco veces su producción en unos 10 años, con un aporte de inversión valorado en 200 millones de dólares. Igualmente, la entidad ha venido negociando con Cuba para modernizar un grupo de aeropuertos del país.

En cuanto a la ZEDM, Odebrecht firmó una Carta de Intención con el Centro de Inmunología Molecular que apunta a la producción de anticuerpos monoclonales para vacunas contra el cáncer. Asimismo, rubricó un Memorándum de Entendimiento con el Grupo Empresarial de la Industria Ligera con el objetivo de desarrollar un polígono de plásticos.

Otras firmas brasileñas como Souza Cruz, en la industria tabacalera, y Fanavid, en la del vidrio, han dado pasos para concretar inversiones en la ZEDM.

Sin dudas, la participación del capital extranjero bajo diferentes modalidades está llamada a desempeñar un papel importante en el desarrollo del país en los próximos años. En tal sentido, cabe esperar que la nueva Ley de Inversión Extranjera –que debe ser aprobada por la Asamblea Nacional en marzo próximo- brinde mayores posibilidades.

Un anticipo comienza a materializarse en estos momentos, junto a una política de ordenamiento de nuestras finanzas externas, todo lo cual crea gradualmente condiciones para que el país avance en la consolidación de su sistema socioeconómico, mediante una inserción más eficiente en la economía internacional.

Notas:

(1) Actualmente los rendimientos agropecuarios cubanos en productos esenciales para la alimentación tales como el arroz, el maíz, la caña de azúcar, la carne vacuna y la leche de vaca se encuentran muy por debajo del promedio mundial, que sólo se supera ligeramente en el caso de los frijoles y los huevos.

(2)  En la inauguración de la primera fase del puerto, la presidenta de Brasil anunció otro crédito por 290 millones de dólares para la segunda fase de la obra.

José Luis Rodríguez es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM, La Habana)


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