CEPRID

El último triunfo de Chávez fue el fracaso de EEUU

Lunes 25 de marzo de 2013 por CEPRID

Patricio Zamorano

Contrapunto

Hicieron guardia de honor junto al féretro del presidente Hugo Chávez los presidentes de Cuba, Raúl Castro; de Costa Rica, Laura Chinchilla; de Chile, Sebastián Piñera; de Nicaragua, Daniel Ortega; de Bolivia, Evo Morales; de Ecuador, Rafael Correa; el primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit; el primer ministro de San Vicente y Las Granadinas, Ralph Gonsalves; el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos; de República Dominicana, Danilo Medina; de El Salvador, Mauricio Funes; de Guatemala, Otto Fernando Pérez Molina; el de Guyana, Donald Ramotar; de Haití, Michelle Martelly; el primer ministro de Antigua y Barbuda, Baldwin Spencer;  el presidente de Honduras, Porfirio Lobo; la primera ministra de Jamaica, Portia Simpson-Miller; el presidente de México, Enrique Peña Nieto; el de Panamá, Ricardo Martinelli; el de Perú, Ollanta Humala; el primer ministro de Santa Lucía, Kenneth Anthony; el primer ministro de San Cristóbal y Nieves, Denzil Douglas; el presidente de Surinam, Desiré DelanoBouterse; el de Uruguay, José Mujica; el príncipe de Asturias, Felipe De Borbón; el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko; el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, y representaciones de China y Rusia. También estuvieron presentes la presidenta de Argentina Cristina Fernández y de Brasil, DilmaRousseff. Todos ellos junto al presidente Iraní, Mahmud Ahmadinejad, potente enemigo en el ideario militarista de Washington. Un minuto de silencio se le ofreció en Naciones Unidas.   Fueron 14 años tanto de lucha retórica frontal como en términos políticos reales entre Washington y Caracas. Hubo de todo: acusaciones de intervencionismo constante contra la diplomacia de Estados Unidos, la CIA y otras agencias estadounidenses de “promoción de la democracia” que alimentaban las esperanzas de la oposición venezolana para lograr quebrar la hegemonía y altísimo apoyo popular del chavismo. Salvo el rechazo de las reformas constitucionales que impulsaba Chávez en 2007, la oposición no logró nunca amenazar el apoyo electoral mayoritario de los venezolanos al proyecto bolivariano.   Estados unidos ejerció un gran abanico de herramientas para intentar contrarrestar al bolivarianismo chavista dentro y fuera de Venezuela, y el gobierno de Chávez respondió con la misma fuerza. Aunque Estados Unidos pretendió no reaccionar a la retórica “anti-imperialista” de Chávez, en lo concreto el país caribeño estuvo permanentemente en las preocupaciones de los pasillos del poder de Washington. Durante el golpe de Estado de 2002 Estados Unidos no realizó una condena inmediata al gobierno de facto. A través de los años también ha acusado al gobierno de Chávez con informes de varias agencias y ministerios, entre ellos el Departamento de Estado y el Pentágono, de posibles nexos con grupos terroristas, o con la guerrilla de las FARC, amenazando constantemente, junto a congresistas, con agregar a Venezuela a la lista de estados que apoyaban al terrorismo. Vinculó en forma alarmista a Venezuela comoentrada de Irán a América Latina, y de todos los movimientos árabes del abanico opositor al rol de Estados Unidos en el Medio Oriente (la clase política conservadora de EU aún no entiende que Irán no es percibido en general como una amenaza en América Latina, excepto en el caso de Argentina por el posible vínculo con el criminal atentado contra la AMIA). Washington también publicaba constantemente memos en que acusaba a Venezuela de facilitar el trabajo de los narcotraficantes. Toda la estrategia perseguía crear un efecto aislacionista contra Venezuela y frenar el avance del bolivarianismo.   Venezuela respondió con sus propias medidas. Expulsó a la DEA acusándola de hacer más daño que beneficios en su relación de “inteligencia” con los grupos narcotraficantes, y continuó sin embargo extraditando narcos al propio Estados Unidos y a Colombia. Denunció la campaña anti-chavista del gobierno de EU y otras instituciones de ese país en cada foro internacional que pudo. Los vínculos con Irán, lejos de minimizarlos, los desarrolló al máximo, privilegiando la conexión entre países petroleros con una amenaza política en común. En efecto, el apoyo venezolano permitió a Irán impulsar varios proyectos de integración con varios países de la región. Respecto de las FARC, Chávez colaboró invitado por los gobiernos de Uribe y Santos de Colombia en varios esfuerzos de paz con la guerrilla, como lo destacó esta semana el propio presidente Juan Manuel Santos.   ¿Consiguió Estados Unidos aislar a Venezuela del continente y del mundo? Ciertamente Venezuela y su proyecto político tuvo poca repercusión en Europa y en zonas del Asia Pacífico, con la excepción de Rusia y China. Pero avanzó enormemente en América Latina y entre los focos mundiales de oposición a la intervención militar de Estados Unidos, especialmente en Medio Oriente. Pero pese a todos esos esfuerzos del país del norte, Chávez fallece con una enorme legitimidad que se respiró claramente en la cantidad impresionante de presidentes presentes en Caracas este pasado viernes, incluidos aliados muy cercanos de derecha de Estados Unidos, como Martinelli, Piñera, Santos y Lobo; moderados como Funes, Peña Nieto y Rousseff; y por supuesto el gran grupo de presidentes de izquierda más lógicamente cercanos como Castro, Correa, Morales, Mujica, Fernández, Umala, Ortega. No solo se reflejó durante las horas del funeral de Estado: el chavismo perdurará por muchos años en Unasur y CELAC, las múltiples entidades de agrupación continental que tienen en común la no presencia de Estados Unidos y Canadá, creando un diálogo comunitario que por primera vez en la historia tiene una mirada Sur-Sur, que cruza todas las tendencias: desde el neoliberalismo al estatismo, con todos sus matices, y que trasciende también problemas fronterizos (la Nicaragua de Ortega y la Colombia de Santos, en pugna marítima, honrando en el mismo salón a Chávez; lo mismo el Chile de Piñera, la Bolivia de Morales y el Perú de Umala, enfrascados en problemas territoriales).   Como resumen de los dos grandes logros de estos 14 años de gobierno de Chávez, la mayoría de los líderes de América Latina y el mundo coinciden en el énfasis central en la agenda social que desarrolló el gobierno de Venezuela para los sectores más vulnerables (política ya fundamental que ha permeado a todo el continente). El segundo factor, en los esfuerzos concretos y perdurables en la integración latinoamericana, con un trabajo directo de Chávez en el fortalecimiento del Grupo de Río, la creación de Unasur, y el surgimiento de CELAC, todos como alternativas a la debilitada OEA, el único foro de las Américas donde Estados Unidos aún tiene voz y voto.   Estados Unidos debe reconocer la gran deuda que ha tenido en función de la integración de las Américas. El pasado de constante intervencionismo a democracias y autoritarismos, directo o indirecto, explícito o clandestino, ha tenido un costo ineludible. El surgimiento del chavismo bolivariano será difícil de contrarrestar con una política basada en la añeja e inútil ecuación de la guerra fría, analizando el continente en los términos ideológicos “comunismo-capitalismo” a los que la clase política washingtoniana está acostumbrada a juzgar a América Latina.   Sólo así entenderán y aliviarán su escozor político al ver que el “aliado de derecha” Santos se haya asociado con el “enemigo de izquierda Chávez” para reintegrar a Honduras a la OEA, o la petición de apoyo a Chávez para encontrar la paz con las FARC. O que el “derechista” Piñera honrara la labor fundamental de Chávez en la integración latinoamericana en la CELAC, o que Chile, ignorando completamente el embargo estadounidense, le entregue la presidencia de este último organismo a Cuba en Santiago por un año, con un buen apretón de manos y votos sólidos de apoyo. O que todo el continente, con excepción de la ausencia desapercibida de los hermanos poderosos del norte, honre solemnemente la figura del humilde llanero venezolano, que llegó a ser el “compañero presidente Chávez” custodiado en capilla ardiente por la casi totalidad de los presidentes de la América morena.

 Patricio Zamorano es analista de Contrapunto (El Salvador)


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