CEPRID

El punto de bifurcación en Europa aún no está resuelto

Lunes 28 de mayo de 2012 por CEPRID

Jesús Sánchez Rodríguez

CEPRID

Un nuevo capítulo se ha abierto el domingo 6 de mayo en la crisis europea con el resultado de las dos elecciones que tuvieron lugar en Francia y Grecia.

La primera constatación del resultado de ambas elecciones es ya un lugar común en Europa. Desde que comenzó la crisis, ningún gobierno repite, la ira de los ciudadanos lleva a barrer uno tras otro a los diferentes gobiernos que gestionan la crisis desde los parámetros impuestos por el neoliberalismo de Bruselas y que imponen crecientes sacrificios a las clases populares. Pero falta la prueba definitiva, la derrota de Angela Merkel en Alemania.

La segunda lectura tiene que ver con una característica que es común a ambos países. En ellos se han desarrollado las luchas de masas más importantes contra las consecuencias sociales de la crisis. Los sacrificios impuestos en Grecia y las luchas que han suscitado han sido las más intensas de Europa. Después de esas luchas, han sido las movilizaciones en Francia, sobretodo en el otoño de 2010, el segundo episodio más importante protagonizado por las clases populares europeas. En ambos casos han sido derrotados los partidos en el poder a los que se han enfrentado las clases populares, pero el resultado no ha sido exactamente el mismo, como veremos a continuación. Empate catastrófico en Grecia

Grecia ha roto, por el momento, con lo que podría denominarse síndrome de Argentina, según el cual una intensa lucha popular, prácticamente insurreccional en ambos casos, termina desembocando en el encauzamiento político de las protestas y el control por las clases dominantes. El PASOK se ha hundido, y Nueva Democracia, el partido responsable inicial de la situación helena, no ha conseguido el objetivo de Bruselas: ser la alternativa al desgastado PASOK, capaz de estabilizar la situación después del período de excepción con el pro-consul Papademos. En este sentido, las elecciones griegas han sido un gran fracaso para Bruselas.

El análisis de la correlación de fuerzas resultante de estas elecciones se puede hacer según dos ejes. Si el eje es izquierda-derecha entonces tendríamos a la izquierda los 52 diputados de Syriza, los 26 del KKE y los 19 de Izquierda Democrática, total 97. Y en la derecha tendríamos los 58 diputados de Nueva Democracia, los 33 de Griegos Independientes, los 21 de los neonazis, los 41 del PASOK, que objetivamente se ha situado a la derecha, total 153. Más los 50 que la ley electoral griega otorga al primer partido, es decir, en este caso a Nueva Democracia. El gobierno podría formarse prescindiendo de los neonazis.

Pero si el eje elegido es la postura frente a las imposiciones de Bruselas - en realidad el punto clave para poder levantar alianzas de gobierno - entonces la correlación cambia totalmente, solamente podría formarse una alianza entre Nueva Democracia y el PASOK, lo que se ha confirmado en las consultas para formar gobierno, y éste se queda a falta a dos diputados para la mayoría necesaria. Así que, salvo una difícil contorsión política de los Griegos Independientes, la única solución será la celebración de nuevas elecciones. Los resultados de las elecciones griegas han llevado a una situación que, en otras situaciones históricas, se ha denominado empate catastrófico (el más famoso de estos empates se produjo durante el gobierno de Unidad Popular en Chile).

Numéricamente, y con el actual sistema electoral griego, la izquierda hubiera tenido posibilidad de formar gobierno. Una coalición electoral de Syzira y KKE posiblemente hubiese llevado su número de diputados más allá de la suma actual de 78, con cuatro más, los 50 que otorga la ley y los 19 de Izquierda Democrática les hubiesen llevado al gobierno. Y una alianza preelectoral de estas tres organizaciones de izquierda posiblemente hubiese hecho aún más fácil el gobierno de izquierdas. Una oportunidad histórica pérdida. Otro error de los dogmatismos de una parte de la izquierda.

Si hubiese nuevas elecciones, ¿se seguiría presentando la izquierda dividida? Si así fuese, ese segundo error sería una frustración desmoralizadora para el pueblo griego y para las clases populares europeas.

No obstante, incluso con unas segundas elecciones, y la unidad de toda la izquierda, tampoco está claro que fuese una oportunidad para ésta. También es posible que una parte del electorado termine por apoyar ahora a Nueva Democracia o el PASOK antes que encontrarse en otro impasse electoral que vuelva imposible la situación. En ese caso las expectativas de Bruselas se cumplirían con un poco de retraso, pero con más contundencia.

De cualquier manera, Grecia sigue siendo el eslabón débil de la crisis europea. Tras una humillación democrática, impidiendo la celebración del referéndum que proponía Papandreu, y después de pasar por un período en el que Grecia se convirtió en un protectorado de Bruselas con Lukas Papademos, ahora se encuentra en una situación de empate catastrófico.

Una nueva oportunidad para la socialdemocracia en Francia

Francia es un caso distinto, tras las intensas protestas del otoño de 2010, interrumpidas con la aprobación de la ley que modificaba las pensiones por el Parlamento francés, se volvió a la calma social. Ni de lejos es comparable la situación de las clases populares francesas y griegas. Pero Francia tiene una viva conciencia de izquierdas que, por ejemplo, hizo caer el proyecto de Constitución neoliberal europea en un referéndum. Ambos hechos, las movilizaciones del otoño del 2010 y esa viva conciencia de izquierdas, impulsaron el ascenso del Frente de Izquierdas con Jean-Luc Mélenchon a la cabeza. Durante la campaña electoral sus mítines ensombrecieron por su capacidad de convocatoria al resto de los partidos. Pero, finalmente, las urnas tienen una dinámica distinta, y efectos como el voto útil hacen que los sectores menos dinámicos de la sociedad hagan bascular la representación final. Justamente por ello mismo tiene tanta importancia los resultados de la izquierda en Grecia, porque han conseguido en las urnas un apoyo cuyos resultados habría que ir a buscar en la segunda postguerra mundial. Los importantes apoyos electorales del PCI o PCF en años posteriores no tienen el mismo significado que el apoyo a la izquierda griega de hoy. Por eso insistimos en lo de la oportunidad histórica abierta en Grecia y en la responsabilidad en que incurren las formaciones de izquierda en aquel país.

Los resultados electorales del Frente de Izquierda en Francia no respondieron a las expectativas que se habían levantado, pero no por ello sus resultados son despreciables. Con la excepción de Grecia, son los mejores resultados de la izquierda europea en estos momentos. François Hollande finalmente se impuso a Sarkozy y los sectores progresistas y de izquierdas en Francia y Europa suspiraron aliviados. Pero tampoco fue tan grande la diferencia. Se puede hablar de otro especie de empate, a diferente nivel, entre progresistas e izquierda por un lado, y derecha y extrema derecha por otro.

Hollande se ha convertido en la esperanza de un nuevo tiempo en Europa, de un freno a las políticas neoliberales que representa Angela Merkel. Y además, juega en un tiempo corto. Poco más de un mes más tarde de las presidenciales se van a celebrar las legislativas en Francia. En ellas ya no se juega un voto polarizado en torno a dos candidatos. Hollande está obligado a presentar en ese corto espacio de tiempo algún resultado para evitar la cohabitación (en este caso un presidente socialista y un primer ministro conservador) o la consolidación del poder de la ultraderecha que obtuvo un 19% en la primera ronda de las presidenciales. Las clases populares francesas y europeas estarían de enhorabuena si la mayoría parlamentaria fuese progresista y de izquierdas, si el Frente de Izquierdas tuviese una representación capaz de influir en las decisiones que tome Hollande.

Hollande representa una segunda oportunidad para la socialdemocracia europea durante la crisis. En la primera parte de ésta, el seguidismo de las políticas neoliberales por la socialdemocracia la llevó a la marginalidad política. Gran Bretaña, Portugal, España y ahora Grecia representan hitos importantes en esa debacle. La victoria de Hollande, a revalidar en las legislativas de junio, no es la primera victoria socialdemócrata. Le habían precedido Eslovaquia en marzo de este año y Eslovenia y Croacia en diciembre de 2011. Pero la victoria de Hollande tiene capacidad para marcar nuevos rumbos. Si repite la misma política que los partidos socialdemócratas derrotados, ese será su destino de nuevo. El destino del PASOK que se empeña en una política de unión nacional con Nueva Democracia para imponer los designios de Bruselas.

El ascenso de la izquierda en Europa y sus retos

Las últimas elecciones en Europa permiten tener un cierto optimismo sobre las fuerzas de la izquierda europea. El partido Roji-Verde en Dinamarca, Izquierda Unida en España, Syriza en Grecia, el Frente de Izquierdas en Francia están avanzando y pueden ser el atisbo de más avances en otros países. Pero también avanzan las formaciones de extrema derecha, y las fuerzas conservadoras siguen siendo las predominantes. Los efectos sociales de la crisis ha roto el consenso social y político, muchas veces expresado a través del bipartidismo, pero más que haber escorado a las distintas sociedades europeas a la izquierda, las está polarizando.

En los años de entreguerras, Europa, sumida también en una grave crisis social, política y económica, asistió al ascenso del fascismo, que terminaría provocando la mayor carnicería que haya conocido la humanidad. Uno de los aspectos característicos de aquellos fascismos era la movilización de masas. Hoy, por el momento, esa movilización de masas en Europa es monopolizada por la izquierda política y sindical. Necesita conservar ese monopolio e impedir que la extrema derecha repita sus estrategias de los años treinta. Pero también necesita aparecer como la abanderada genuina de la democracia, desenmascarar a las formaciones conservadoras que utilizan la democracia para defender los privilegios de los poderosos. Tiene que vincular claramente la democracia con la defensa de las conquistas sociales haciendo ver que quienes quieren acabar con éstas no son demócratas.

Jesús Sánchez Rodríguez es doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog: http://miradacrtica.blogspot.com/, o en la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje


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