CEPRID

El terrorismo de estado: raíces y proyecciones en América Latina

Martes 27 de septiembre de 2011 por CEPRID

René Báez

Alai

Los sucesos espectaculares y trágicos que simboliza la fecha 11 de septiembre del 2011 no pueden ser explicados objetivamente al margen del proceso de evolución/involución del poder político/económico de los Estados Unidos. Aludimos a acontecimientos como los siguientes:

1.La sustitución de Inglaterra por E.U. como potencia hegemónica

1.1 Después de la I Guerra Mundial (1914-1918), la decadencia de Inglaterra como centro de gravedad del universo capitalista y su reemplazo por E.U. devino ineluctable. Esto aconteció porque la “guerra europea” permitió a las empresas norteamericanas realizar pingües negocios con productos vinculados al abastecimiento bélico y al consumo civil de los contendientes de ultramar, posibilitando que la emergente Unión americana revirtiera sus saldos comerciales negativos y recomprara valores en poder de inversionistas extranjeros. De esta suerte, y al paso de pocos lustros, la nación de tercer rango del siglo XIX se convirtió en el poder hegemónico del planeta. La traslación del poder desde la City a Wall Street no fue un cambio rápido y menos apacible. “Se necesitó –escribe Harry Magdoff- otra guerra mundial, la devastación de Europa y Asia y la bancarrota financiera de las otras potencias para que los E.U. asuman la supremacía financiera, tanto como la política y militar, del mundo capitalista”. (La era del imperialismo, Nuestro Tiempo, México, 1969). Los convenios de Bretton Woods (1944) sellaron el proceso con la creación del Fondo Monetario Internacional –un organismo multilateral al servicio de la banca norteamericana- y la consagración del dólar como eje del patrón de cambio oro (gold exchange standard), acordado en reemplazo del carcomido patrón oro que sustentara al Imperio inglés a lo largo del siglo XIX.

1.2 El sistema monetario nacido en Bretton Woods buscó las metas principales siguientes:

la cooperación monetaria entre los países miembros, la expansión y el equilibrio del comercio internacional y la estabilidad de los tipos de cambio. Conforme a la norma básica del patrón de cambio oro, las reservas monetarias para respaldar la circulación de dinero de un determinado Estado debían componerse de oro y divisas fuertes (el dólar y marginalmente la libra esterlina); en contrapartida, las divisas de reserva serían libremente convertibles en metal amarillo al precio establecido en el propio acuerdo constitutivo del FMI. Al fijarse el precio del oro en un precio artificialmente bajo (35 dólares por onza troy, siendo que la inflación en el interregno bélico había escalado hasta el 200 y el 400 por ciento), los E.U. se aseguraron ganancias extraordinarias con la venta de sus bienes y servicios. El efecto no fue otro que el oro de Europa, urgida de dólares para la reconstrucción, fluyera a Fort Knox y la economía yanqui se erigiera en el núcleo central y en el motor del capitalismo mundial, afianzándose tales condiciones a través de los préstamos, las inversiones y las bases militares que Washington diseminó por los cinco continentes.

1.3 La mecánica del patrón de cambio oro –el patrón dólar, en la práctica- ha sido ilustrada del siguiente modo: “Supongamos que General Motors compra, por 100 millones de dólares, una empresa francesa. En Francia circula el franco y, por lo tanto, la General Motors cambia sus dólares por francos en un banco francés. ¿Qué hace este banco francés con esos dólares? Los coloca a interés en Estados Unidos. O sea, que un banco norteamericano vuelve a disponer de ellos y los puede usar para prestárselos a otra empresa francesa, para que esta compre tractores Carterpillar en USA. La sociedad francesa retorna, pues, los 100 millones de dólares a Estados Unidos, etc.” (Vivian Trías, La crisis del dólar, Barcelona, l97l). A consecuencia de estos operativos de succión de recursos del resto del orbe capitalista, legitimados en Bretton Woods (New Hampshire), la economía norteamericana vivió la Celebración de posguerra a la que aludiera Wrigth Mills, una apoteosis que se extendió por un cuarto de siglo –aproximadamente entre l945 y l970-, para devenir ulteriormente en una fluctuante pero inequívoca decadencia que se extiende hasta nuestros días.

2. La “explosión” del sistema de Bretton Woods

2.1 El derrumbe del patrón de cambio oro se originó en causas como las siguientes: a) La excesiva emisión de dólares por parte del Banco de Reserva Federal (FED). b) La acusada inflación de la economía norteamericana a fines de los 60, que hizo que los tenedores de dólares en el extranjero perdieran la confianza en una moneda que persistentemente perdía su capacidad adquisitiva. c) La guerra de Vietnam (l965-75) cuyo gigantesco costo fue transferido en gran medida por E.U. a sus socios occidentales, provocaron la reacción de estos en términos de presión sobre las reservas de oro norteamericanas. d) La recuperación económica de Europa Occidental y Japón, así como la distensión Este-Oeste, hicieron que cobraran vida en el mundo nuevos circuitos comerciales que ya no requerían del depreciado dólar para los intercambios, provocando caídas adicionales de la divisa estadounidense.

2.2 Al despuntar los años 70 del siglo pasado, los desajustes comerciales, monetarios y financieros se tornaron insostenibles. A fin de enjugar la situación, la Administración Nixon dispuso, en l971, la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en inglés), encaminada a desmantelar el Estado del Bienestar con soporte teórico en el keynesianismo civil y favorecer de ese modo los niveles de acumulación del capital monopolista; y, en l972, decretó la inconvertibilidad del dólar, medida unilateral que rompió con el compromiso básico de Bretton Woods y que instauró la dictadura financiera de la Casa Blanca y Wall Street que, con contratiempos cada vez más severos, prevalece hasta la actualidad. ¿Por qué Richard Nixon inició el desmantelamiento del Estado del Bienestar y liquidó el patrón de cambio oro? La respuesta puede condensarse en muy pocas palabras: el deterioro de la competitividad de la economía estadounidense. Emir Sader explica la dialéctica de ese proceso de una manera diáfana: “Así como la hegemonía británica tuvo su pilar en la temprana y solitaria revolución industrial en la isla, la de E.U. se asentó en su capacidad para construir la más potente industria del planeta. Su poderío económico tuvo, básicamente, dos nombres: Frederik Taylor y Henry Ford. Fueron la aplicación de la ‘organización científica del trabajo’, el estudio y cronometraje de los movimientos de los obreros (taylorismo) y de la cadena de montaje y ensamblaje (fordismo) los que le permitieron a ese país multiplicar la producción de sus fábricas y dar el salto a la producción en masa antes que sus competidores. Dicho de otro modo, fue E. U. el primer país del mundo en derrotar de forma completa al viejo movimiento obrero y liberar al capital –durante cierto tiempo- de los límites que le imponían los trabajadores organizados”. (“Dominar el mundo para postergar la decadencia”, ALAI, 21 de marzo del 2003)

2.3 La Guerra Fría contra el campo socialista promovida por Washington y respaldada por Europa Occidental, que se extendió hasta el hundimiento de la Unión Soviética, en l99l, tuvo el efecto de disimular –nunca eliminar- las falencias estructurales de la economía estadounidense, exacerbadas por los descomunales gastos militares para la defensa del Imperio.

2.4 Las administraciones de Bill Clinton orientadas a sustentar la expansión de E.U. y la consolidación de las grandes corporaciones a través del fomento del capital financiero/especulativo terminarían por desnudar los pies de barro de la potencia unipolar. De hecho, E.U. inició el siglo XXI con un cuadro macroeconómico clínico. Su déficit comercial se había agravado año a año, pasando de 100 mil millones de dólares en l989 a 450 en el 2000. En la misma década de los 90, los E.U. se convirtieron en el país más endeudado del mundo (más de 600 mil millones de dólares, cifra que superaba el 60 por ciento de su producto interno bruto). Su pérdida de competitividad se había extendido incluso a los bienes de alta tecnología (excepto en la fabricación de armamento), lo cual significaba que la mayor potencia mundial estaba incapacitada para competir con sus adversarios europeos, japoneses y crecientemente chinos.

2.5 En tales condiciones, ¿cómo podía sostenerse la supremacía estadounidense?

La paradoja se explica por la acción de dos factores extraeconómicos: la superioridad militar y el predominio autoritario del dólar en el comercio y las finanzas mundiales. El investigador uruguayo Raúl Zibechi explicaba estas razones de modo convincente: “En el único rubro en que E.U. mantiene una ventaja importante es en la venta de armamento. Pero en ese sector no rigen las reglas del mercado, ya que se beneficia de un importante apoyo del Estado y de un mercado cautivo, forzado por la presión de Washington a sus satélites para que compren armas que nunca serán utilizadas, como sucede con varios países islámicos… Un segundo factor que contrarrestó la decadencia estadounidense es también extraeconómico: el monopolio de la emisión de dólares, moneda en que se realizan las cuatro quintas partes de los intercambios internacionales. Así las cosas, mientras el mundo produce, E.U., cuyo ahorro nacional es casi nulo, consume. O, como señalan otros, el comercio entre naciones se ha convertido en una bomba de succión de la producción que la superpotencia paga con papeles verdes. La ‘ventaja’ de EE. UU. es la de un depredador cuyo déficit está cubierto por el aporte, consentido o forzado, de terceros. Esto le permite pagar, por ejemplo, la brutal factura petrolera a precios de risa, gracias al privilegio de poder emitir sin respaldo”. (“La guerra como forma de acumulación”, América Latina en Movimiento, 366, l8 de marzo del 2003).

2.6 Esta superioridad superflua de la estrategia/modelo de crecimiento norteamericano se visibilizó con el desplome de las gigantes y poco escrupulosas Enron y WorldCom, el el 2000, cuyas acciones cayeron a 0 o casi 0, iniciándose un gravoso proceso de salvatajes con cargo al Tesoro Federal.

El primer gobierno de George W. Bush –inaugurado en enero del 2001- pretenderá enjugar la desmedrada situación apelando a expedientes de la “economía vudú”, como la reducción de impuestos a las grandes firmas paralelamente a la expansión del presupuesto, especialmente militar. Un coctel ciertamente mortífero.

Todo esto acontecía poco antes del memorable 11/S, cuya comprensión presupone una revisión aunque sea impresionista de lo que por esas mismas fechas venía sucediendo a escala internacional en la esfera crucial de la producción y comercio del petróleo y, en general, de los energéticos.

3. El resurgimiento de la OPEP y el mayor debilitamiento del dólar

3.1 En efecto, la inflexión de la fase expansiva estadounidense en la vuelta de siglo no es posible comprenderla sin incorporar al análisis dos factores preponderantes del capitalismo mundial: a) la política de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el consiguiente fin de la energía barata, y b) el debilitamiento del “imperialismo del petrodólar”. Ambos elementos, por lo demás, íntimamente vinculados.

Como se recordará, en la década de los 70 los países de la OPEP, la mayoría árabes, intentaron imponer una elevación sostenida de los precios del petróleo, reduciendo su volumen de extracción para elevar el precio. Desde l986, la OPEP habría tenido que renunciar a esa reducción por cuanto Occidente, es decir, los países no-OPEP, reaccionaron abriendo otros yacimientos –México, Mar del Norte- que aportaron al mercado mundial grandes cantidades y compensaron así las rebajas de la OPEP. En consecuencia, el precio medio del petróleo se mantuvo bajo durante varios años, en alrededor de 17 dólares por barril (d/b). Sin embargo, los yacimientos no-OPEP se consumieron más bien rápidamente al ritmo de la demanda de E.U., Europa y Japón. A fines de los 90, la OPEP, orientada por el régimen nacionalista de Hugo Chávez, rompió con el esquema de la energía barata al retomar la política de reducir las extracciones de crudo. El año 2000, el petróleo desbordó los 30 d/b y la OPEP recuperó el control del mercado petrolero.

A este mismo respecto, cabe recordar que medio siglo atrás Estados Unidos producía las dos terceras del petróleo mundial y que en la actualidad es el primer importador de crudo y su consumo asciende al 26 por ciento de la producción planetaria, en tanto que apenas produce el 10 por ciento y sus reservas han caído al 2.9 por ciento de las mundiales; y, por otro lado, que cada incremento de 5 d/b deriva en una contracción del 0.5 por ciento del PIB norteamericano Traducido al lenguaje de la política, lo anterior no significó otra cosa que al comenzar el siglo XXI la superpotencia se encontraba presa de las decisiones de la OPEP.

3.2 Pero no se trataba únicamente de una cuestión de abastecimiento, sino que tal dependencia venía erosionando cada vez más la esfera del “imperialismo del petrodólar”. ¿A qué aludimos? A cuestiones tan cruciales como la siguiente. “¿Qué pasaría si de repente la OPEP se pasara al euro?”, se preguntaba el citado Zibechi. “Sencillo: la hegemonía estadounidense colapsaría. Si el dólar no se ha depreciado más, cosa que debería haber sucedido dado el inmenso déficit de E.U., es por las subvenciones globales de que disfruta, toda vez que cuatro quintas partes de las transacciones internacionales, la mitad de las exportaciones y dos tercios de las reservas globales de divisas se hacen y están en dólares”. (Ibid.). Expuesto en otros términos, la aceptación universal del dólar obedecía a que con él se puede comprar petróleo y, por otro lado, el reciclaje de los petrodólares sería el precio que los E.U. venían exigiendo a los países de la OPEP para tolerar la existencia de la entidad. En el contexto del resurgimiento de la OPEP y de la consolidación de la Unión Europea y su moneda común –el euro entraría en vigencia desde el 2002- la hegemonía de la divisa estadounidense tornaba cada vez más deleznable y el parasitismo de E.U. cada vez más evidente.

4. El petróleo y el gas de Medio Oriente como “salvavidas” de E.U.

4.1 Al despuntar el siglo XXI el abandono del dólar por los países-OPEP no era un escenario hipotético sino un proceso en curso. La Unión Europea venía comprando la mitad del crudo de la OPEP. Según los especialistas, era solo cuestión de tiempo para que los países del cártel se pasen al euro. Vale recordar que el primero que dio este paso, a fines del 2000, fue precisamente el Iraq de Sadam Hussein, en tanto que Arabia Saudita, el principal miembro de esa organización, venía inclinándose cada vez a esa opción. Conforme escribía por esos días Juergen Wagner: “Detrás de Iraq, vendrá el resto. Corea del Norte ya no usa el dólar en su comercio internacional. Irán ya tiene sus reservas en euros. Brasil también vende sus bonos del tesoro en euros y Venezuela estudia esa opción. Pero hay algo más, y mucho más grave para E.U.: ¿Qué pasaría si Japón, que tiene las reservas más grandes del mundo, las transfiriera a euros? Por lo pronto, en mayo de 200l la Unión Europea acordó con Rusia la posibilidad de que pronto el intercambio entre ambos se haga en euros, siendo que el 40% de de las ventas rusas se dirigen a Europa, contra solo el 8% de las de E.U... El fin del monopolio mundial del dólar sería un duro golpe para una potencia en declive inexorable”. (“El petróleo y la guerra de Iraq”, América Latina en movimiento, ALAI, 366, l8 de marzo del 2003)

4.2 Buscar anticiparse a este orden de acontecimientos constituyó el leitmotiv del 11/S del 2001. De hecho, su antecedente inmediato no fue otro que la necesidad de E.U. de asegurar el control del gasoducto que uniría a Turkmenistán con Pakistán, pasando por Afganistán.

Este aseguramiento presuponía una acción político/militar para deshacerse del otrora aliado régimen talibán. Meta que fue lograda como primer trofeo de la guerra del Bien contra el Mal o cruzada contra el terrorismo internacional declarada por Bush Jr. poco después del estallido de las torres neoyorquinas.

5. El terrorismo de Estado y América Latina

5.1 El famoso economista austriaco Joseph Schumpeter estableció que el mecanismo fundamental de reproducción del modo de producción capitalista es la destrucción creativa, principio según el cual la tecnología más avanzada desplaza a la tecnología predominante en la fase previa.

Este fundamento tecnoeconómico del capitalismo –con conocimiento o sin él- habría sido el soporte de la doctrina nazifascista del espacio vital (Lebensraum) y que le llevó a Adolfo Hitler a escribir en Mi lucha: “Cuando la raza corre peligro de ser oprimida o suprimida, la cuestión de la legalidad desempeña un papel secundario”. Todo esto como justificativo para impulsar, a partir de la dominación de Europa y especialmente de sus territorios orientales, la edificación del “Imperio de los mil años”.

Si alguien cree que estos delirios de grandeza son asuntos del pasado, está equivocado (o poco informado).

5.2 ¿Cómo opera contemporáneamente el aludido principio schumpeteriano? En una entrevista titulada “Washington: el principal gobierno terrorista del mundo” (1998), Noam Chomsky anota: “A E.U. no le importa si un país tiene una democracia formal u otro régimen. Le interesa que se supedite a su sistema de dominación mundial. El principio fundamental es: ¿permitirá un país que se le robe?, ¿permitirá que las corporaciones extranjeras inviertan y exploten a su voluntad? Si lo permite puede tener el sistema político que le plazca: puede ser fascista, comunista, socialista, lo que quiera… Pero si un país comienza a dirigir sus recursos hacia su propia población entonces debe ser destruido”.

¿Cuáles los sujetos sociales o individuales a destruir bajo el cargo de terrorismo?

En la semiótica del Pentágono, la lista incluye: líderes sindicales, partidos u organizaciones de izquierda, campesinos e indígenas alzados en armas, militares nacionalistas, cristianos liberacionistas, activistas de los derechos humanos, ecologistas, intelectuales no alineados, medios independientes, pobladores, migrantes, estudiantes rebeldes…, en fin, cualquier disidente o criptodisidente de la globalización corporativa.

5.3 América Latina se encuentra incorporada a esta lógica de dominación imperialista –o “subimperialista”- centrada en el terrorismo de Estado desde hace muchas décadas, aunque de una manera inequívoca desde el establecimiento de las dictaduras promonopólicas de los Pinochet y Videla que asolaron al Cono Sur entre los años 70 y 80 del siglo pasado.

Al despuntar el siglo XX, semejante teoría/práctica de sojuzgamiento externo/interno se reeditó explícitamente con la puesta en marcha del (mal llamado) Plan Colombia. A este respecto, en un breve trabajo titulado “La lógica del terrorismo de Estado” (reeditado por ALAI en mayo del 2008), escribíamos: “El Plan Colombia, diseñado por el gobierno de Andrés Pastrana y el Departamento de Estado, cofinanciado por la Unión Europea y puesto en vigor por Bill Clinton en su visita a Cartagena de agosto del 2000, detrás del membrete de cruzada contra el narcotráfico y ulteriormente de lucha contra el terrorismo internacional, oculta oscuros intereses metropolitanos y de la oligarquía "paisa". Desglosemos tales propósitos. El objetivo geopolítico cardinal de E.U. después de la implosión del "socialismo real" europeo no es otro que consolidar su hegemonía unipolar. De este propósito mayor se derivan las metas estratégicas del Plan Colombia: a) reasegurar el control político-militar estadounidense del norte de Sudamérica (resquebrajado después del retiro de Panamá de la Base Howard, en 1999), b) instalar fortines militares para apropiarse de los recursos naturales, energéticos y bioenergéticos de la Amazonía, c) controlar el comercio subregional con los países asiáticos, d) despoblar territorios a través de operativos de genocidio y etnocidio, e) debilitar la gravitación geopolítica del Brasil, f) evangelizar a los latinoamericanos en el culto al mercado y a la democracia formal, entre otros”. Casi huelga señalar que los sucesivos gobiernos ecuatorianos –incluido el actual de Rafael Correa- han sido entusiastas peones de esa geoestrategia metropolitana.

A manera de colofón a esta ponencia, acaso convenga recordar que a este tipo de conflictos desatados desde el poder, Susan Sontang –la célebre politóloga estadounidense recientemente fallecida- los identificó como guerras metafóricas, en la medida que son confrontaciones diseñadas para que nunca terminen.

René Báez, economista ecuatoriano, es miembro del International Writers Association y del Centro de Pensamiento Crítico.

Ponencia presentada al VII Congreso Internacional de Pensamiento Latinoamericano “La Construcción de América Latina”, evento a realizarse en la Universidad de Nariño (Pasto, Colombia) entre el 2, 3 y 4 de noviembre del 2011.


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