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El fascismo del siglo XXI

Domingo 24 de julio de 2011 por CEPRID

Juan Manuel Olarieta

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En 2008 el presidente de la Federación Internacional de Automovilismo Max Mosley se destapó al organizar una orgía sexual vestido con uniformes nazis. Mosley es hijo de Ostwald Mosley, el fundador en Inglaterra de un partido nazi de “camisas negras” que pretendió ser utilizado como caballo de Troya para que el III Reich imperara en las islas. En segundas nupcias Mosley se casó en la casa de Goebbels y el mismo Hitler asistió a la ceremonia. El partido fascista fue prohibido en 1937 y poco después Mosley ingresó en prisión, aunque en 1977 le nombraron rector de la Universidad de Glasgow como si nada hubiera pasado.

Las escuderías que primero criticaron la orgía nazi-sexual de Mosley fueron las alemanas Mercedes y BMW. Así imaginaron que podrían lavar su origen, que es la misma que la de Mosley: el nazismo.

Al año siguiente el patrón de la Fórmula 1 Bernie Ecclestone elogiaba a Hitler en una entrevista en el periódico británico “The Guardian”. Para Ecclestone su modelo de estadista es su jefe Max Mosley, a quien proponía para dirigir el Reino Unido.

El fascismo Fórmula 1 tiene ahora su continuación en Francia con la escudería Renault, aunque esta vez casi sin escándalo. Como Mosley y Ecclestone, Louis Renault fue otro fascista y colaborador del III Reich, pero cuando alguien pretende rescatar la memoria histórica está condenado al fracaso. Le acaba de ocurrir a la organización anarquista “Jura Libertaire” y al sitio de internet “hapoel.fr”, promovido por judìos franceses antifascistas, que fue cerrado temporalmente. Como el clan de los Rosón en Galicia, los nietos de Renault están a la busca y captura de una historia que les difama.

Pero no se trata sólo de escribir otra historia sino de dinero. El 9 de mayo la mafia Renault presentó una demanda ante los tribunales franceses para impugnar el decreto de nacionalización de las empresas Renault durante la guerra mundial. los antifascistas de “hapoel.fr” publicaron un artículo impecable analizando la trastienda de las pugnas monopolistas que, en plena crisis industrial, explican la demanda judicial, así como el ascenso del fascismo y el chovinismo entre la burguesía francesa.

En cualquier país europeo los grandes oligarcas y monopolistas no han rectificado sus alineamientos de 1939; sólo han esperado pacientemente su momento propicio para volver por donde solían. No podemos acusarles de incoherencia y en todas partes están demostrando que están dispuestos otra vez a poner a poner a todos cara al sol... si no espabilamos.

No es retórica: el 12 de mayo el Senado belga aprobó una proposición de ley del partido fascista “Vlaams Belang”, aceptado por todos los partidos flamencos (excepto los verdes) para anular los efectos de las condenas y sanciones por hechos cometidos entre 1940 y 1945, así como crear una comisión para indemnizar a las víctimas de la “represión de pos-guerra” y a sus descendientes por los perjuicios padecidos. También en Bálñgica le han dado la vuelta a la historia; los victimarios se han convertido en víctimas. El fascismo del esiglo XXI está servido.

En Francia la mafia Renault no se ha conformado con que “hapoel.fr” rectificara su artículo sino que invocando la Ley para la Confianza en la Economía Digital ha cerrado el sitio. La demanda era por difamación porque la historia es mentira. La verdad es lo que ellos digan.

El abogado de los Renault demuestra otra tradición histórica que se repite: los alineamientos perversos de quienes no son lo que dicen ser. Quien firma la demanda en nombre de los monopolistas es Thierry Lévy, un abogado que reúne los mejores ingredientes: judío e izquierdista. Es la mejor manera de rehabilitar la memoria histórica de Renault, tal y como le hubiera gustado que hubiera sido.

En Francia, la competencia de Renault se llama Citroën, otro apellido ilustre de la saga de André Citroën, a quien Renault llamaba “el pequeño judío”. La competencia entre ambos tampoco fue tan feroz; se repartieron el pastel. Citroën reparaba los carros de combate que Renault producía para el III Reich en Francia. El caso Citroën ilustra bastante claramente lo que el fascismo significó para los judíos, un asunto de los más manoseados del pasado siglo. La persecución fascista no se ejerció contra los judíos sino contra el proletariado judío, de modo que mientras el gobierno de Vichy condujo a unos a los campos de concentración, un sobrino de Citroën, era secretario de Estado de producción industrial, es decir, cómplice de las deportaciones masivas de “los suyos”.

La historia la escribe la burguesía y los tribunales le ayudan a redactarla, siendo conveniente explicar cómo lo hacen. El 13 de julio del año pasado el tribunal de apelación de Limoges (Francia) condenó a un “Centro de la memoria” a retirar de una exposición permanente que mantienen desde 1999 una foto de Renault en la que aparece junto a Hitler y Goering en el salón del automóvil de Berín de 1939. ¿Estaría trucada aquella foto? La sentencia no lo dice; por lo tanto es verdadera aunque “anacrónica”, dice el fallo. En cualquier caso es difamatoria.

Además, la sentencia condena al “Centro de la memoria” a pagar 2.000 euros a los herederos de Renault, que deben andar algo escasos de recursos en este momento de crisis.

En Francia la sentencia ha sido el detonante de una vasta campaña mediática de manipulación de la historia. El 8 de enero de este año “Le Monde Magazine” recordaba el enorme sufrimiento acumulado por la familia Renault durante décadas, injustamente acusados de colaboración con los nazis. La cadena pública de televisión France 2 se ha volcado en reparar tamaña injusticia histórica y los intentos de rectificar las “informaciones” por parte de los obreros que trabajaron en las fábricas, de la historiadora Lacroix-Riz y de 4.000 firmantes, han resultado inútiles: la verdad no necesita ser contrastada.

La difamación contra Renault sostiene, entre otras cosas, que éste personalmente y la patronal francesa en su conjunto mantuvieron estrechos lazos con la “Cagoule” (encapuchados), la organización clandestina que desde 1935 llevó a cabo maniobras de desestabilización y agresiones violentas contra los comunistas, los sindicalistas y los solidarios con nuestra República. Cuando el 24 de noviembre de 1938 los obreros del metal, incluidos los de las fábricas de Renault, se declararon en huelga, los dirigentes sindicales fueron acusados en juicio de “rebelión militar” y Jean-Pierre Timbaud, secretario del sindicato fue fusilado.

Que la burguesía fusile al proletariado es una infamia; que el proletariado fusile a la burguesía es gulag.


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