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PARQUE NATURAL PLANETA TIERRA

Lunes 16 de mayo de 2011 por CEPRID

Joel Sangronis Padrón

CEPRID

La vida es la aparente contrariación Transitoria del devenir entrópico de Todo el universo. Mientras este tiende Inexorablemente a apagarse, a enfriarse, la Vida con su incesante ebullición bioquímica Se reproduce, renace ineluctablemente.

Ramón Folch.

Por lo que sabemos hasta ahora, parece que Nuestro planeta es el único lugar de la Oscura inmensidad del universo donde existe vida. Estamos solos en el espacio y la continuidad de esa Vida está en nuestras manos.

David Attemborough.

Hasta hoy, para el conocimiento humano, el fenómeno de la vida es una excepcional anomalía en el universo. La vida, tal y como hasta ahora la conocemos y entendemos, parece que tan sólo existe en nuestro pequeño y frágil planeta azul.

El sistema solar, en donde orbita nuestro hogar planetario, es apenas un diminuto punto perdido en la inmensidad (250 mil millones de estrellas como nuestro Sol) de la galaxia (Vía Láctea) a la que pertenecemos, y, hasta ahora, se cuentan por millones las galaxias que hemos podido detectar en todo el universo. Para tener una idea de nuestra pequeñez, la tierra vendría a ser algo así como un grano de arena dentro de los diez millones de kilómetros cuadrados de arena del desierto del Sahara, o una gota de agua perdida en la inmensidad de los océanos.

La Tierra posee el tamaño justo para tener una atmósfera que posibilita la vida. Está lo suficientemente cerca del Sol para recibir de este el calor necesario para la vida, pero no tan cerca como para quemarse con el, aparte de que su rotación permite que un lado se caliente mientras el otro lado se enfría sucesivamente.

En la Tierra abunda el agua (de hecho, más que Tierra nuestro planeta debería llamarse Mar u Océano); mas de tres cuartas partes de la superficie de nuestro hogar cósmico está cubierto por agua. El agua no solo es el gran solvente universal de los compuestos químicos que hacen posible la vida sino que actúa como un regulador y estabilizador de la temperatura del planeta, por su extraordinaria capacidad de absorber y preservar el calor del Sol.

Para un viajero interestelar, llegar a la Tierra produciría el mismo efecto que una exuberante isla tropical con árboles, agua y fauna generaría en un náufrago, o un oasis lleno de palmeras, dátiles y manantiales de agua fresca en un sediento viajero perdido en el desierto.

La tierra es, precisamente, ese oasis, único y excepcional en la infinita soledad del Cosmos. Hay que recordar que viajando a la velocidad de la luz (algo todavía imposible para la ciencia humana) tardaríamos vidas enteras para poder llegar a las galaxias más cercanas a nuestro sistema solar, sólo para probablemente comprobar que en los planetas de los sistemas solares de dichas galaxias sólo existe silencio y vacio, gélidas rocas inanimadas o infernales bolas de gas incandescentes. Si pudiéramos hacer este ejercicio de imaginación, si en nuestros programas de educación ambiental incluyéramos la maravillosa, casi mágica singularidad de nuestra casa cósmica como la única isla de vida en la desolada inmensidad del universo, mucho avanzaríamos en el cambio de nuestra forma de relacionarnos con nuestra maravillosa, excepcional y única nave espacial, para utilizar la afortunada frase de Walter Martínez.

La vida en la Tierra no sólo es un fenómeno aislado y al parecer único en el universo, también es grandioso y deslumbrante por su diversidad y belleza. Los más recientes estudios e investigaciones hablan de más de 20 millones de especies. No sólo poseemos en exclusiva el tesoro de la vida, sino que este tesoro es reverencialmente diverso y hermoso. La teoría Gaia ha venido a ilustrar el hecho de que la vida en la Tierra es algo mucho más complejo que un simple fenómeno bioquímico. La vida es una compleja red de elementos vivos y no vivos que interactúan entre sí para mantener el flujo de energía y los ciclos de elementos químicos que a su vez la sustentan.

Cuando visitamos un parque nacional, una zona de reserva o un monumento natural se nos pide que lo respetemos, que no lo destruyamos, que lo preservemos para nosotros y para las futuras generaciones; aquí tendríamos que preguntarnos entonces:

¿Acaso toda la Tierra no es un enorme Parque Natural?

¿Cada uno de sus ecosistemas no posee la belleza y el valor de un monumento natural?

¿No es la Tierra toda la reserva natural de la vida? ¿Por qué entonces no pensarla y tratarla de esa forma?

Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela

Joelsanp02@yahoo.com


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